Capítulo 31

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Después de asegurarse de que el menor había obedecido su orden, Yoongi entró en el baño. Por suerte, este se encontraba completamente desierto, a excepción de cierta persona.

Cerró la puerta con cautela, verificando que el pestillo estuviera firmemente en su lugar antes de dirigirse hacia uno de los lavabos. Avanzó con determinación y se quedó allí, en silencio, esperando.

Después de unos minutos la puerta de uno de los cubículos del baño se abrió lentamente, revelando la inconfundible figura de un joven de cabellera castaña.

El sonido del agua corriendo en un grifo al otro extremo del baño llenó el ambiente. Yoongi decidió acercarse, haciendo como si quisiera lavarse las manos también. Cuando su mirada y la del chico se encontraron a través del espejo, este último pareció reconocerlo.

—Oh —exclamó, apenas logrando contener su asombro—. Perdone mi indiscreción, pero, ¿por casualidad usted no es la persona que acompañaba a Jimin?

«Incluso le dijo su nombre» frunció el entrecejo. Era lógico que Jimin se lo hubiera dado, pero la molestia seguía presente. Yoongi asintió a duras penas.

—Vaya que el mundo es un pañuelo —el menor silbó, sonando irritablemente alegre—. ¿No está Jimin por ahí? Me gustaría saludarlo por última vez antes de irme.

—Está esperándome afuera —respondió con cortesía, dejando que el agua cubriera sus manos manchadas de jabón.

La mirada iluminada de ese niño solo logró enfermarle.

—¡Que bien! —exclamó, cerrando el grifo—. Iré a saludarlo, ¿está afuera?

Hyunjin se encaminó hacia la salida, pero al ver la puerta con el pestillo se detuvo durante unos segundos.

—¡Ah!

Antes de que pudiera quitárselo, su cuerpo fue tirado hacia atrás. Yoongi le había estampado sin cuidado alguno contra la pared.

—¡S-suélteme! ¿Qué le pasa? —Hyunjin forcejeó, pero su fuerza se reducía a nada en comparación con la del hombre frente a él.

—Escucha, niño —escupió, sujetando al menor por el cuello de su camisa—. No te despedirás de nadie, cuando salgas de aquí, si lo ves, no le dirás nada. Fingirás que no existe.

Hyunjin volvió a forcejear, preso de un miedo abrumador. Aquella mirada grisácea parecía arder con una furia voraz.

—E-escuche, señor —trató de razonar—. Entiendo que como su padre, cuidador, tío o lo que sea esté reacio a la idea de que alguien desconocido se acerque a Jimin, pero puedo jurarte que soy una persona de confianza. S-solo quiero ser su amigo...

Yoongi comenzó a reír.

—¿Padre? ¿Cuidador? —continuó riendo mientras empujaba al castaño aún más contra la pared (si es que eso era posible)—. ¿Realmente crees que represento alguna de esas cosas? ¿Cómo un chiquillo puede ser tan estúpido?

Hyunjin tembló, ahora de enojo.

¿Quién se creía ese tipo para hablarle así?

—De no ser el caso entonces no tendría sentido que se comporte así de extraño —contraatacó—. Déjeme salir, no puede tenerme de rehén por mucho tiempo y no va a impedir que le hable a Jimin.

—Bien, si así lo quieres.

Todo transcurrió en un instante: Hyunjin emitió un grito desgarrador cuando su rostro se impactó contra la fría pared del baño. De alguna forma, el lunático logró invertir su posición, ahora siendo capaz de sentir la férrea mano del azabache aprisionarlo por detrás de la cabeza, manteniéndole inmovilizado mientras sus manos eran cruelmente restringidas detrás de su espalda.

—¿Sabes quién soy? —Min ronroneó en el oído del chico—. Soy la persona en quien Jimin confía más en este maldito mundo, ¿sabes qué tanto lo hace?

—S-suélteme, por favor, déjeme ir —Hyunjin sollozó. Odiaba mostrarse débil, pero realmente estaba asustado.

—Confía en mí lo suficiente como para dejarme hacer lo que quiera con él —continuó, ignorando las súplicas del menor—. Al punto de que no se opondría si ahora mismo decidiera traerlo para follármelo justo delante de tus ojos.

—¡Usted está loco! —bramó, sacudiéndose frenéticamente, no teniendo éxito en su liberación—. ¡No puede hacer eso! ¡Suélteme! ¡Créame que le llamaré a la policía!

Una sonrisa cruel se dibujó en los labios del mayor.

—Si eres inteligente, no lo harás.

—¿Q-qué quiere decir?

—¿Crees que me habría tomado la molestia de darte esta advertencia si no estuviera protegido? —ladeó la cabeza, sonriendo de forma irónica—. Si decides llamar a la policía, no ganarás nada.

Esa simple oración bastó para que Hyunjin comprendiera en qué se estaba metiendo. Un miedo irracional comenzó a expandirse por todo su cuerpo, sintiendo un repentino deseo de regresar a casa y llorar.

—Escúchame bien —susurró el mayor, amenazante—. No volverás a contactar a Jimin por ningún medio, él no va a escribirte y este día lo borrarás de tu memoria, ¿entiendes?

—¡S-sí! ¡Lo he comprendido! ¡Por favor, d-déjeme ir!

Aunque poco convencido, Yoongi permitió que el joven de cabello castaño huyera. Hyunjin corrió hacia la salida con pasos torpes, aún sintiendo esa mirada intensa que parecía querer perforarle la espalda...

—¿Señor?

Yoongi parpadeó, aún estando frente al lavabo con el grifo goteando. Giró la cabeza hacia un lado, encontrando la mirada preocupada del mocoso irritante fija en él.

Entonces, lo entendió: su mente se había imaginado aquel escenario.

—Lo siento, me he perdido un poco en mis pensamientos —Yoongi respondió después de unos segundos en silencio, mostrando su característica sonrisa amigable.

—Oh, ya veo —respondió Hyunjin, frunciendo el ceño claramente incómodo—. Le preguntaba si de casualidad Jimin estaba por aquí, quisiera verlo por última vez antes de irme.

—Probablemente esté esperándome afuera, quizá lo veas.

—¡Gracias!

Yoongi se mantuvo en silencio mientras observaba al chico salir por aquella puerta. Un suspiro escapó de sus labios. Esperó un tiempo prudente antes de salir, encontrándose con la indeseable imagen de su ángel hablando con el otro mocoso. 

Se obligó a mantenerse estoico, lográndolo a duras penas mientras sus manos picaban por el deseo de golpear algo. Preferiblemente a alguien.

Y cuando Jimin al fin se quedó solo, caminó hacia él.

—Oh, creí que tardaría más —Jimin musitó, su nerviosismo podía notarse a kilómetros.

—¿Te hubiera gustado eso? —dijo con ironía, no pudo controlar su tono molesto.

—Claro que no... me aburría sin usted.

«Sí, claro» pensó, un poco (muy) irritado.

—Nos vamos de regreso al hotel.

Sin esperar respuesta alguna, Yoongi comenzó a caminar hacia la salida más cercana. Jimin trató de seguirle el paso, quedándose detrás de él por unos pocos metros.

—¡E-espere! —se quejó, caminando más aprisa—. Pensé que aún nos quedaban tiendas por ver.

—Cambié de opinión —respondió, cortante—. Surgió una emergencia que debo tratar a la brevedad.

—¿Algo malo sucedió?

El mayor no tiene ni idea de qué cara puso, pero sabe que debió ser una expresión severa para que el chiquillo se mostrara más nervioso que antes.

—Podría decirse que sí.

Ya se había contenido lo suficiente.


[...]


Bolsa tras bolsa, caja tras caja.

Jimin observaba con curiosidad desde el pequeño sillón las compras que había hecho su profesor, siendo estas depositadas con cautela sobre el colchón.

Su mirada recorrió la espalda de Min, era imposible no notar lo tenso que este se encontraba. El rostro del mayor no mostraba nada, estando completamente neutral. En cambio, sus ojos se encargaron de decirlo todo.

Molesto. Estaba molesto y algo más.

Aunque no podría adivinar exactamente por qué.

—¿N-no quiere que le ayude? —se sintió tonto por preguntar, pero alguno de los dos debía romper con el silencio.

Para su sorpresa, dio un resultado positivo.

—De hecho, sí. Ven aquí.

Jimin se levantó rápidamente del sillón, dirigiéndose con pasos cortos a un costado de su profesor. Enarcó una ceja cuando Min le extendió una caja.

—Necesito que te pruebes esto —dijo, aunque sonó más como una orden.

—¿Eh? —el menor aceptó la caja, analizándola con curiosidad—. ¿Q-qué es?

—¿Por qué no vas al baño a averiguarlo?

Aún con el sentimiento de incertidumbre, Jimin se encerró en el baño. Colocó cuidadosamente la caja sobre el espacio libre del lavabo y la observó detenidamente: estaba adornada con intrincados detalles florales y su tapa estaba firmemente cerrada por un listón de terciopelo rojo que se anudaba en un perfecto lazo en la parte superior.

Sin poder contener más su curiosidad, Jimin tomó un extremo del listón entre sus dedos y tiró suavemente. El nudo se deshizo con facilidad, revelando su interior.

Oh.

Dentro de la caja, Jimin descubrió un conjunto de lencería negro diseñado especialmente para hombre. El sujetador, aunque masculino en diseño, presentaba un toque de sensualidad con su encaje negro y detalles de satén. La forma favorecedora podía realzar la figura de quien lo llevase. La parte inferior que combinaba a juego también lucía elegante y cómoda, de alguna forma.

Lo que realmente le hizo perder el aliento fueron aquellos accesorios que acompañaban la lencería: una esa especie de diadema que tenía dos pequeñas orejas de gato en la parte superior y un collar que de dije contaba con un pequeño cascabel.

Jimin se encontraba sorprendido, su corazón latía con fuerza y el aire comenzaba a escasearle en medio de la incredulidad.

¿Realmente Yoongi esperaba que él se pusiera eso? No, no podría. Pero su orden dijo lo contrario...

Cubrió su rostro con ambas manos, ¡definitivamente no haría eso! Era extremadamente vergonzoso el siquiera imaginarse en ese extraño conjunto. Además, ¿siquiera le quedaría bien? ¿Cómo podría Min saberlo? ¿Lo tuvo planeado o simplemente se le ocurrió? Demasiadas preguntas...

Ahora comprende el por qué no le permitió averiguar qué estaba comprando.

Justo cuando pensó en salir para decirle al mayor que no se pondría eso, escuchó unos golpeteos en la puerta.

—¿Todo está bien? —se escuchó la voz de su profesor del otro lado.

No, definitivamente nada estaba bien.

—Eh... profesor... y-yo no puedo-

—Te sugiero que no tardes demasiado —le interrumpió, probablemente adivinó lo que diría—. Si no lo haces por tu cuenta, yo te haré hacerlo.

La saliva de Jimin se volvió agria, ¿Min acaba de amenazarlo? No, solo eran ideas suyas.

Suspiró, sintiendo que no tenía otra opción. Tal vez esto no sería tan malo. Después de todo, si el mayor había seleccionado ese conjunto en particular para él, debía de ser porque estaba ansioso por verlo luciendo algo así, ¿verdad? Quizás Yoongi creía que Jimin era lo suficientemente atractivo como para llevar ese atuendo.

Comenzó a desvestirse, sintiendo su rostro arder debido a la vergüenza. Algún, no identificable, tiempo después se encontró a sí mismo ya vestido con la lencería. Solo faltaban dos cosas...

—Dios... —Jimin murmuró, colocándose cuidadosamente aquel collar que tintineaba con cada movimiento para finalmente colocarse aquella diadema con orejas de gato.

Observó su reflejo durante unos segundos, no pudo evitar pensar que se veía... ridículo. Pero al mismo tiempo, adorable.

Inhaló profundamente mientras tomaba el picaporte de la puerta, convenciéndose a sí mismo de que nada podría salir mal.

Salió del baño, sintiendo sus piernas temblar con cada pisada que daba. Yoongi ya le estaba esperando sentado en la orilla de la cama, y por el movimiento en su pierna solo pudo deducir que se estaba impacientando.

Sus miradas se encontraron, Jimin tuvo que agachar su cabeza o de lo contrario moriría de la vergüenza.

—Ven aquí —el mayor ordenó. No recordaba que su voz fuera así de grave.

Jimin se acercó, quedando a una distancia prudente. Fue imposible no notar la intensidad de la mirada de Yoongi recorriendo cada centímetro de su cuerpo, encajándose en este como si estuviera tratando de desgarrarle la piel con los ojos.

La mirada de su profesor siempre había sido intensa, pero ahora había algo de diferente en ella. Era como si le gritara a través de esta lo mucho que estaba luchando contra sus propios deseos.

Yoongi estaba conteniéndose y lucía molesto por ello.

—Haremos algo nuevo hoy —finalmente habló, levantándose lentamente de la cama—. Un pequeño juego de roles.

Jimin sufrió de un escalofrío, la primera vez que escuchó algo como eso fue a través de Taehyung quien le platicó sobre una historia que leyó en alguna aplicación que no recordaba el nombre.

—¿R-roles?

—Sí —Min se inclinó levemente hacia Jimin, haciendo que sus rostros quedaran a solo unos centímetros de distancia—. ¿Sabes por qué te he comprado ese lindo conjunto que vistes ahora? —Jimin, obviamente, negó—. Porque hoy serás mi lindo gatito.

Los ojos de Jimin se abrieron en demasía, ¿había escuchado bien?

—¿G-gatito?

Ahogó un jadeo cuando los dedos de Yoongi capturaron su mentón, atrayéndolo hacia él.

—A partir de este momento no hablarás, te dedicarás únicamente a obedecer y tomar todo lo que tengo para ofrecerte como un buen gatito obediente —el menor boqueó, incrédulo—. Si se te ocurre hablar, por el motivo que sea, deberás atenerte a las consecuencias.

Jimin frunció el entrecejo, todo estaba siendo tan extraño. Y repentino.

—P-pero-

Casi gimió cuando el leve agarre en su mentón se convirtió en uno férreo sobre sus mejillas, haciéndole guardar silencio.

—De rodillas.

El menor cayó de rodillas, inconscientemente su cuerpo se estaba configurando para atender al segundo cada orden que Yoongi diera. Era aterrador.

Juntó ambas manos sobre su regazo, sintiéndose pequeño mientras su profesor daba vueltas alrededor de él, como si estuviese evaluándolo. El sonido de las pisadas de Yoongi hacía eco en la habitación, haciéndole sentir ansioso.

—Definitivamente te queda —musitó el mayor, refiriéndose a la lencería—. Luces bien en ese conjunto, tan sensual y encantador.

Jimin se mordió el labio inferior, un cumplido nunca estaba de más.

—Eres el gatito más lindo que he visto —Jimin dejó de respirar cuando el mayor comenzó a quitarse el cinturón, siguiendo con la mirada los suaves movimientos que hacían sus manos—. La expresión que tienes ahora es digna de fotografiar: tan bonito y angelical.

Un brazo del mayor se estiró, alcanzando una de sus mejillas. Jimin casi jadea de felicidad cuando su profesor comenzó a acariciarla, haciendo movimientos como si realmente estuviera tocando a un gato. Frotó su rostro en dirección de las caricias, sintiéndose demasiado bien.

—¿Quién diría que un gatito tan lindo podría ser tan revoltoso?

Las caricias se detuvieron abruptamente, Jimin casi grita cuando su cabeza fue tirada hacia atrás con un fuerte agarre sobre su cabello.

—Fuiste demasiado travieso hoy, gatito —escupió el apodo con ironía, apretando la quijada—. Ofreciéndote a otros cuando sabes que tienes dueño, ¿realmente crees que no estuve molesto? Lo estaba. Mucho.

Jimin frunció el entrecejo, ¿se refería a Hyunjin? Quiso decir algo, pero cerró la boca en automático cuando notó esa mirada de advertencia.

—Creo que ya he sido demasiado generoso contigo.

Sin tiempo para reflexionar sobre esas palabras, una sensación inesperada apretó su cuello con firmeza. Parpadeó, y se dio cuenta de que el cinturón de Yoongi estaba envolviendo su garganta, como si fuera...

Una correa.

Un quejido escapó de sus labios cuando la mano firme de su profesor tiró del extremo suelto del cinturón, haciendo que su cuerpo se inclinara hacia adelante y quedara en cuatro. Más pronto de lo que quisiera, sintió un leve escozor alrededor de su cuello. Era molesto, pero soportable.

—He estado conteniéndome contigo, pero ya no más —dijo, su mirada completamente eclipsada recorría sin reparos cada centímetro de el cuerpo frente a sus pies.

Yoongi tiró de la correa –no, del cinturón–, haciendo que Jimin se levantara a regañadientes. La presión que el objeto ejercía sobre su cuello era molesta, al punto que sentía que se asfixiaba con cada tirón que el mayor hacía.

Fue humillante la forma en la que Yoongi le dirigió hasta la cama, realmente se sentía como una mascota. El profesor le ayudó a subirse al colchón, quedando sentado sobre sus talones en medio de este.

Jimin enarcó una ceja al ver un trozo de tela a su lado.

—Voy a vendarte los ojos —Min aclaró.

Jimin suspiró, vaya dèjá vu.

Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando su visión quedó eclipsada por el color negruzco de la tela. Yoongi se aseguró de que el nudo detrás de su cabeza estuviera lo suficientemente apretado como para que no se deshiciera fácil, ejerciendo una leve presión.

Pronto, sintió cómo el mayor tomaba sus muñecas y las juntaba suavemente. Sus mejillas se ruborizaron cuando un suave beso se posó en cada una de ellas.

Tras unos segundos en los que solo escuchaba murmullos, Jimin percibió una (no tan) ligera presión en sus muñecas. Intentó mover los brazos, pero sus sospechas se confirmaron: estaba atado.

Las sensaciones eran abrumadoras. Solo pudo sentir cómo el mayor lo hacía recostarse sobre su espalda, manejándolo con destreza y tranquilidad a su antojo.

Antes de que pudiera reincorporarse, sintió el peso familiar de su profesor sobre él, sentado a horcajadas.

—Hoy serás bueno conmigo. A cambio, yo intentaré no ser tan malo contigo.

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