Capítulo 32

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Haré que se sienta como el cielo,
pero juro que no soy un santo.
Y no verás la verdad, porque
te besaré hasta ocultarla.

—Hard to love (BLACKPINK).

(...)

De los labios de Jimin se escapó un siseo apenas perceptible, producto de los duros pellizcos en su frágil piel. Yoongi estaba tomándose las cosas con calma, acariciándolo lentamente, justo como si fuera la primera vez que lo hacía mientras jugueteaba con los tirantes de su lencería.

Las manos del mayor se deslizaron sigilosamente bajo su sujetador; el contraste entre su piel fría y la calidez de la de Jimin hizo que un escalofrío recorriera su cuerpo, provocando que arqueara un poco su espalda. Sintió los dedos de Yoongi apretar sus pezones, provocándole un gemido.

Las caricias descendieron hasta el borde de la prenda inferior, esa que apenas cubría su vientre. Los dedos de su profesor se encargaron de trazar la silueta del encaje, tocando en consecuencia el miembro semi erecto del rubio. Jimin frunció el entrecejo, sintiendo de pronto un pequeño arañazo en la zona.

Escuchó una risita.

—Apenas te he tocado y ya estás desesperado, ¿cuándo dejarás de ser tan travieso, eh? —Yoongi se burla, pero Jimin sabe que en el fondo le encanta que sea tan receptivo.

De pronto, siente que sus piernas son levantadas y separadas descaradamente. Jimin muerde su labio inferior al darse cuenta de que están descansando sobre algo, o mejor dicho, alguien. Yoongi, que ya se encuentra entre los muslos de Jimin, se balancea, haciendo que el menor sienta su miembro rígido rozando apenas el suyo.

—Ah... —Jimin gimió, aunque fácilmente podía confundirse con un murmullo.

—Extrañaba tanto tenerte así —Yoongi confiesa meciendo sus caderas nuevamente, provocando más roces—. Aunque, de algún modo, se siente diferente. ¿Será porque no sabes lo que te espera?

Jimin tuvo que reunir toda su fuerza de voluntad para no arruinar el momento con preguntas; el tiempo se encargaría de revelar lo que el futuro tenía reservado.

Aunque no puede ver absolutamente nada, Jimin percibe que el mayor se ha bajado de la cama debido a la ausencia de presión en su cuerpo, lo cual le resultó molesto. Sin embargo, Jimin permanece inmóvil, yace con su cuerpo inerte en medio del colchón. Su corazón latía con fuerza, resonando en sus oídos. El solo poder escuchar susurros y otros murmullos le provocaba ansiedad. Y miedo.

—Luces tan hermoso atado de esta manera —susurra Yoongi en su oído de repente, provocándole un ligero sobresalto—. Pero no es suficiente.

El nudo que mantenía sus muñecas unidas se deshace y Jimin se deja hacer, sabiendo a dónde iba todo esto. No pudo evitar tener un dèjá vu, de pronto transportándose a aquella vez en la que sus manos se mantuvieron encadenadas con esposas a la cabecera de la cama. El sentimiento era el mismo, pero ahora no sería un objeto de metal el que lo mantendría inmovilizado, sino dos trozos de tela.

De pronto, sintió el rostro de su profesor demasiado cerca, pudiendo percibir con claridad aquel aroma varonil que emanaba de él.

El pulgar de Yoongi rozó con suavidad el belfo inferior de Jimin, instigándolo a separar los labios involuntariamente. Tomando la oportunidad, Yoongi introdujo su dedo en la cálida cavidad, donde la lengua del menor lo acogió con entusiasmo, envolviéndolo y empapándolo de saliva entre chasquidos acuosos.

—Mh... —Jimin se quejó cuando se sintió vacío nuevamente.

—Abre la boca.

Jimin lo hizo, esperando tener nuevamente dentro de sí el dedo de su profesor. O (preferiblemente) su lengua. Sin embargo, el objeto que había entrado le provocó una extraña sensación; un plástico rozó su sinhueso, el cual ya se encontraba delineando la forma del objeto.

Era una especie de cilindro, estaba seguro de eso.

«¿Una jeringa?» pensó, frunciendo el ceño.

Sus papilas gustativas se vieron salpicadas por un líquido extraño. No era una gran cantidad, de hecho, casi no era nada, pero la sorpresa casi lo hizo escupirlo.

—Trágalo.

El menor lo hizo, sin comprender absolutamente nada.

—Buen chico —Yoongi le halagó mientras acariciaba suavemente su cabeza—. Eres el mejor gatito del mundo y vas a demostrarlo soportando lo que viene ahora, ¿verdad?

Jimin no tuvo que responder a eso.

Escuchó los pasos de su profesor alejándose nuevamente, volviéndose cada vez más distantes durante unos segundos antes de su regreso. Un suspiro de placer escapó de los labios de Jimin cuando Yoongi volvió a montarse sobre él. Se sentía extasiado por tenerlo encima.

Sin embargo, algo estaba mal. Su cuerpo comenzó a experimentar una sensación de pesadez, como si estuviera fatigado. Sus párpados se hacían sentir pesados, aunque no lo suficiente como para desear cerrarlos. Era una combinación extraña, comenzaba a sentirse relajado y cansado al mismo tiempo.

—¿Ya estará haciendo efecto? —Yoongi piensa en voz alta, Jimin no logra comprender qué demonios sucede—. Lamento no decírtelo antes, gatito. Me tomé la molestia de brindarte una ligera dosis de un medicamento especial. No te preocupes, no te dormirás, solamente estarás menos... sensible de lo normal.

¿Por qué sería bueno no estar tan sensible? No lo sabe, tampoco tiene tiempo para pensar en ello cuando las suaves caricias a lo largo de sus piernas se hacen notar. Jimin se remueve, lentamente y con pesadez.

Siente que Yoongi se inclina, provocando que sus narices choquen entre sí. Jimin ladea un poco la cabeza, esperando alguna recompensa por estarse comportando como un buen gatito. Y la recibe.

La lengua de Yoongi se introduce poco a poco en su boca y Jimin chupa alrededor de esta, provocando un gruñido de satisfacción en ambos. Los labios del mayor comienzan a moverse lentamente, besándolo con calma y hasta ternura.

Las caricias en su cuerpo no cesan; siente las manos de Min deslizándose por cada centímetro, ejerciendo presión en los lugares que él elige. Los dedos de su profesor se colocan por debajo de sus muslos, sosteniéndolos hacia arriba mientras continúan besándose, esta vez con mayor intensidad.

Jimin jadea cuando la tela de sus bragas se desliza entre sus piernas, el aire frío acaricia su miembro, haciéndole estremecer. No lo ve, pero sabe que Yoongi está sonriendo. Puede sentirlo a través de sus besos.

—Mgh... —Jimin se queja cuando el mayor finalmente se separa, recibiendo una palmada en uno de sus muslos como reprimenda.

—No te preocupes, gatito —Yoongi dice, deslizando sus manos por detrás de la espalda de Jimin, elevándolo un poco—. Vas a disfrutarlo.

—Ah...

Su profesor comienza a besar su pecho, lamiendo los pezones por encima del sujetador. Siente que uno de sus tirantes se desliza por su hombro y Yoongi aprovecha para dejar una fuerte mordida en la zona mientras sus dedos se encargan de bajar un poco más la tela, dejando libre un pezón.

Suspira con alivio cuando el cinturón finalmente desaparece, dejándole respirar tranquilo. Las manos de Jimin se aferran como pueden a la tela que las sostiene, su espalda se arquea y un millón de sensaciones le abruman cuando los labios de Yoongi finalmente se cierran al rededor de su pezón hinchado: lo muerde, succiona y lame a su gusto.

Jimin se queja cuando Yoongi se aparta repentinamente, pero el mayor lo ignora. Su profesor continuó besándolo por todas partes, mordiendo a lo largo de su torso y estómago. Las fuertes manos apretaban su cintura mientras que Jimin se deshacía en jadeos rotos, removiéndose como podía bajo aquel tacto autoritario.

—¡Ah!

Sin poder evitarlo, Jimin gime en voz alta, sonrojándose desmesuradamente al sentir algo húmedo acariciar su miembro. Yoongi vuelve a lamer la extensión de su pene, deteniéndose justo en la cabeza.

La lengua de Yoongi es húmeda, cálida. Le provoca una sensación indescriptiblemente placentera el tenerla atendiendo su dolorosa erección. Jimin lloriquea cuando su profesor finalmente decide engullir su pene; era tan obscena la forma en la que siente cómo comienza a succionar alrededor del falo, meciendo lentamente su cabeza a la par que su lengua acariciaba cada centímetro de el.

Jimin intenta mecer sus caderas para llegar más profundo dentro de aquella cavidad, pero no puede. No sabe si es porque está prácticamente inmovilizado o por la droga que lo mantiene algo cansado.

Y cuando Yoongi succiona una última vez, sabe que no puede contenerse más.

—N-no se detenga, quiero más...

Silencio.

—Hablaste, gatito.

El rostro de Jimin palideció por debajo de la venda.

«Si se te ocurre hablar, por el motivo que sea,
deberás atenerte a las consecuencias.»

—Y-yo...

—Esperaba que lo hicieras —Yoongi confesó entre risas—. Te felicito, duraste más de lo que pensaba.

Jimin percibe que el colchón se sacude ligeramente, y la frustración de no poder ver nada aunado con el dolor que envolvía su erección por no haber alcanzado el orgasmo comenzaba a enloquecerlo.

—¿Tienes alguna idea de lo que conseguí mientras tú estabas de coqueto, gatito?

Jimin se muerde la lengua, dispuesto a no volver a hablar y Yoongi sonríe al notarlo. Con parsimonia, las manos del mayor acarician la "M" ya cicatrizada que ahora se presenta como una sombra blanca, sobresaliendo en su piel.

—Ha pasado un tiempo desde esta marca —dice con nostalgia, trazando su sombra con un dedo—. Es momento de crear nuevas.

Jimin se remueve, algo en su tono de voz no pareció gustarle.

Yoongi toma entre sus manos un peculiar objeto que esperaba pacientemente en la mesita de noche y sonríe de forma maquiavélica. Definitivamente no era ni por lejos lo más extremo que harían, pero era un buen comienzo. Después de todo sabe que, incluso si ahora mismo decidiera clavarle un cuchillo, Jimin no se apartaría de su lado. Nunca.

Los ojos de Yoongi se posan en la vela con una base metálica de la que sobresale un asa que la sujeta; lentamente comienza a inclinarse con la vela hacia el cuerpo de Jimin, iluminándolo en consecuencia. El ceño del menor se frunce, incapaz de ver el objeto frente a él debido a que la venda que cubre sus ojos es relativamente gruesa, pero es consciente de que algo irradia luz y emana calor.

Las pupilas del profesor se dilatan al notar los labios temblorosos del chico, probablemente deseando preguntar muchas cosas de las que no obtendría respuesta. Al menos, no con palabras.

Con cuidado, el mayor inclina la vela hacia el centro de su estómago, haciendo que la llama de esta se desvíe y queme con más intensidad la cera que cae líquida sobre la piel del menor.

—¡A-ah!

Jimin, al contacto con esta, no puede evitar gemir de dolor, arqueando su espalda y retorciéndose. Siente un líquido caliente escurrir por su piel hasta perderse en el colchón, provocándole un dolor agudo debido a la quemadura que deja atrás. La zona de la venda que cubre sus ojos comienza a humedecerse, producto de las lágrimas.

No, no le estaba gustando esto.

Pero Yoongi repite el gesto, volviendo a inclinar la vela, esta vez quemando la zona de su cadera. El mayor puede observar complacido cómo Jimin se retuerce incluso cuando la cera ya está fría sobre su piel. Es innegable el hecho de que le provoca una satisfacción desmesurada el saber que, aunque quisiera, el chico no puede defenderse.

Porque se encuentra débil y atado. Porque necesita de él para aliviarse. Así que eso es lo que hace.

Yoongi despega la cera que se ha impregnado en su piel y Jimin parece resoplar, aliviado. Pero no puede evitar ser un poco cruel, así que lame la zona enrojecida y el chico gime adolorido de nuevo.

—Lucirás tan hermoso con estas nuevas marcas, gatito —Yoongi le promete.

Pero Jimin no está de acuerdo, así que se lo hace saber sacudiendo suavemente su cabeza.

—¿No te gustó? —Jimin volvió a negar—. Mh, es una pena. Pero no hay nada que puedas hacer para evitarlo, ¿verdad?

—¡O-oh!

Esta vez, la cera se derramó en su antebrazo y siguió su camino hasta llegar a reposar sobre su hombro desnudo. Jimin agarró la tela que lo mantenía atado a la cabecera de la cama como si su vida dependiera de ello, mordiendo fuertemente sus labios al punto de sacarles sangre.

Yoongi tomó una de sus piernas y la elevó lo suficiente para que Jimin pudiera sentir una base metálica que estaba algo caliente. Volvió a gemir, sintiendo nuevamente ese dolor agudo quemándole por toda la extensión de su muslo.

—N-no más... ah... —Jimin rogó, casi con miedo.

Su profesor enarcó una ceja, pensando si realmente ya había tenido suficiente. Retiró los sobrantes de la cera fría y su mirada brilló al notar cada roncha rojiza.

—Eres muy hermoso, gatito —dijo, depositando nuevamente la vela sobre la mesita de noche—. Las quemaduras en tu piel se ven tan irresistibles. Naciste para esto, ¿lo sabes? Estás hecho para mí, solamente tú podrías hacer que algo lastimero luzca tan angelical.

—P-profesor... —Jimin hipó, era difícil hablar sintiéndose tan exhausto y caliente. Sus sentidos estaban sofocados, ahora mismo, no estaba seguro de nada.

Yoongi, amor. Llámame Yoongi.

Yoongi... —Jimin gimotea, retorciéndose con las pocas fuerzas que le quedan—. D-duele... todo...

Una sensación cálida se expande por el pecho del profesor, de pronto sintiéndose extremadamente feliz.

Jimin exhala con alivio cuando una de sus manos se libera, aunque la otra permanece atada. Sin preguntar antes se quita la molesta venda de los ojos, teniendo que parpadear repetidas veces para volver a acostumbrarse a la luz.

La figura semi desnuda de Min se expande a través de sus ojos y Jimin no puede evitar comérselo con la mirada, apreciando cada músculo esculpido que ya extrañaba. Pero su ceño se frunce al notar algo, una cicatriz que se extiende por un costado de su torso.

¿Siempre había estado ahí?

Pero antes de que pudiera indagar más, Yoongi se inclina hacia él, acercándole tres dedos a su boca.

—Lámelos.

Jimin obedece pasivamente, permitiendo que los falanges de su profesor inunden su cavidad bucal para él encargarse del resto. Los dedos juegan con la lengua, empapándose con su saliva de una forma sucia y muy lasciva, provocando que incluso se desbordara por las comisuras de los labios.

Demasiado pronto Yoongi los sacó, haciendo que Jimin se inclinara por inercia en busca de estos. Se sonrojó notablemente cuando descubrió lo que pasaría.

Yoongi abrió un poco más sus piernas, permitiéndose apreciar aquel agujero rosado en toda su extensión. Sus dedos húmedos acariciaron la zona, delineando suavemente cada pliegue.

Oh... —Jimin gimió en voz baja al sentir cómo el dedo índice de su profesor se adentró en él.

—Shh, te tengo, gatito.

Jimin mordió su labio inferior, aferrándose al colchón con fuerza cuando sintió dos dedos que entraban en su cuerpo, lenta y dolorosamente, abriéndose camino hasta tocar aquel punto que le hizo estremecerse de nuevo y arquear la espalda.

La mirada vidriosa de Jimin observó confundido a su profesor cuando este decidió retirar sus dedos demasiado pronto. Antes de que pudiera quejarse, sus mejillas estallaron en rojo cuando el mayor liberó su propia erección. Se veía tan gruesa y grande, Jimin no recordaba que fuera así de...

Sacudió la cabeza, avergonzado por pensar de esa forma.

—Mírame, gatito —Yoongi tomó su mentón mientras que con la mano libre masturbaba un poco su miembro—. Eres mío. Solamente mío.

El grito que salió de sus labios fue casi animal. La mano libre de Jimin se aferró a la espalda de Yoongi mientras que la otra apretaba la venda que la mantenía presa. El primer embiste fue desgarrador, robándole el aliento.

—D-duele... ¡mucho! —Jimin se quejó, pero eso solo pareció aumentar el deseo de su profesor, quien comenzó a moverse—. ¡Yoongi! ¡Dios!

La cama comenzó a crujir abajo de ellos, las piernas del rubio se enlazaron como pudieron alrededor de las caderas de su profesor y Jimin lloriqueó al sentir la fricción del pantalón de Yoongi contra las quemaduras en sus muslos.

Se sentía lleno, el pene de su profesor estaba rozando su próstata sin siquiera esforzarse por ello. Sintió las manos de Yoongi aferrarse a su cintura, sujetándolo con fuerza para penetrarlo como quería: duro y muy sucio.

Yoongi gruñó de satisfacción cuando las uñas de Jimin se encajaron en su espalda, provocándole un muy notable arañazo. El chapoteo provocado por sus cuerpos envueltos en sudor fue la mejor música que pudiera escuchar.

—N-no más... ah... duele mucho —contrario a lo que decía, Jimin empujaba a Yoongi más cerca de él, como si quisiera que fuese más profundo.

Yoongi lo ignoró, por supuesto. Continuó con los embistes, golpeando sin piedad dentro del chico que se deshacía en gemidos y lloriqueos lastimeros.

—Siéntelo, amor —murmuró Yoongi, apenas audible mientras tomaba la mano libre de Jimin para dirigirla hasta su vientre—. Siente cómo mi pene profana tu pequeño y estrecho agujero.

El menor gimió, con cada embestida se podía percibir la cabeza del miembro de su profesor abultar la zona de su vientre. Con ese descubrimiento no pudo soportarlo más, llegando al más placentero orgasmo posible, manchando su estómago y un poco del de Yoongi.

Ante eso, Yoongi retiró su miembro del interior de Jimin, provocándole un quejido que calló cuando dirigió su palpitante erección hacia el rostro del chico.

—Eres el mejor gatito del mundo —murmuró entre dientes, acariciando su erección con más rapidez—. Abre tu boquita, gatito. Voy a darte un premio.

Los ojos de Jimin tintinearon de felicidad. Con la mirada fija en el miembro palpitante y reluciente de pre semen, separó sus labios y sacó la lengua, dispuesto a tomarlo todo. Ante esa imagen Yoongi no pudo soportarlo más, descargando su semen en la bonita cara de su gatito, manchando con su corrida esos labios hinchados, mejillas notablemente sonrojadas y un poco las orejitas de su diadema.

Bajo la atenta mirada de Yoongi, Jimin tragó su semen, completamente exhausto y adolorido.

—Tan bueno, tan bonito y completamente mío... —le susurró el mayor entre jadeos, acariciando su mejilla con extrema suavidad y depositándole un beso en la frente cubierta por sus rizos húmedos.

Después de eso, Jimin cerró los ojos. Entregándose a la nada.

Se había quedado dormido o tal vez se desmayó. Quien sabe.

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