Capítulo 36

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En la habitación, un golpe seco resonó.

Jimin se meció hacia adelante, apretando con fuerza los puños, sintiendo cómo el escozor en su muslo interno se extendía por todo su cuerpo.

—S-seis... —jadeó.

El menor intentó recobrar el aliento, pero Min no se lo permitió, golpeando nuevamente con la palma abierta el cuerpo del joven que se retorcía en su regazo.

—¡Ah! —Jimin lloriqueó, temblando ante la sensación de hormigueo caliente en su trasero.

—No te escuché contar —le recriminó el mayor, deslizando con suavidad las yemas de sus dedos sobre la sombra que se quedó impregnada en la tersa piel del menor—. ¿Deberíamos comenzar de nuevo?

Jimin parpadeó, intentando disipar las lágrimas que se acumulaban en sus ojos, algunas de ellas deslizándose por sus mejillas totalmente enrojecidas.

—S-siete... —dijo, conteniendo el aliento.

Min emitió un sonido de satisfacción, pero Jimin apenas lo percibió debido a que un golpe volvió a impactar contra uno de sus muslos, haciéndole sisear por el creciente dolor.

Tenía la ligera sospecha de que cada azote dolía más que el anterior; no sabía si era porque su piel se volvía cada vez más sensible o porque Yoongi simplemente aumentaba la fuerza. Tal vez era por ambas razones.

—¿Cuántos azotes más crees que puedas soportar, hm? —exclamó el mayor, golpeándolo nuevamente con fuerza, sin ninguna especie de consideración—. ¿Cuántos más podrás aguantar antes de suplicarme que me detenga?

—¡Oh! —Jimin aulló de dolor, clavando sus uñas con demasiada fuerza en las palmas de sus manos. Ese último azote había nublado por completo sus sentidos, dejándolo aturdido.

Mucha gente disfrutaba de este tipo de prácticas; el "spanking" era común entre algunas parejas, algo que Jimin conocía. La mayoría lo veía como un acto excitante y placentero, incluso más allá de lo sexual. Sin embargo, no estaba seguro de si ese mantra podía aplicarse a su situación actual.

Min no buscaba excitarlo, mucho menos regalarle una pequeña sesión al estilo BDSM, no. Yoongi, su amado profesor, estaba castigándolo. Él quería infligirle dolor tan mal, hacerlo sentirse usado y abusado de alguna forma no (tan) literal.

Después de levantarse del sofá, ambos se dirigieron en silencio hacia la habitación del mayor. El corazón de Jimin latió como nunca, nervioso y entregado a la expectativa. Entretanto, Yoongi mostraba su cuerpo tenso como el infierno, irradiando un aura que trazaba la línea de lo siniestro.

Jimin estaba en problemas, o eso le gritó su subconsciente cuando, al cerrar la puerta con pestillo, Yoongi ordenó: "desnúdate, no quiero ver nada de ropa en ti".

Y él, por supuesto, obedeció al instante.

Antes de siquiera pensar en quitarse su ropa interior, el profesor le detuvo, conduciéndolo con frialdad hacia el borde de la cama. Ambos se observaron mutuamente, pero la hostilidad y furia en los ojos del mayor desconcertaron a Jimin. Aquella mirada lucía tan distante de la habitual repleta de serenidad y comprensión; esta parecía decidida a consumirlo hasta volverlo cenizas, justo como si lo odiara.

Hasta ese momento, Jimin solo había presenciado la faceta apacible de Min. O al menos eso pensaba. Jamás lo había presenciado tan furioso, ni siquiera cuando aquel chico, Hyunjin, estuvo tras él.

La peor parte era, que Yoongi ni siquiera estaba siendo abusivo de alguna manera. No lo empujaba ni lo agarraba de algún brazo con fuerza, tampoco le insultaba ni lanzaba comentarios pasivo-agresivos. Simplemente parecía concentrar todo ese enojo para encargarse de hacérselo saber a través de sus intensos ojos grisáceos.

Y eso, por alguna razón, era más inquietante que ser golpeado en la cara.

Por supuesto, eso ocurrió antes de que Min optara por sentarse en medio del inmenso colchón, indicándole que debía recostarse boca abajo sobre su regazo, con su culo al descubierto y listo para recibir su merecido "castigo".

Jimin volvió a mecerse, experimentando otro pesado azote en su mejilla trasera. Apretó los labios con fuerza para sofocar un sollozo; no deseaba mostrarse nuevamente como un bebé llorón.

—O-ocho... —gimió, meneando como pudo sus caderas.

El mayor soltó una risa ronca.

—¿En verdad han sido ocho?

Jimin frunció el entrecejo, ¿había contado mal? ¿Acaso algún azote había pasado desapercibido? Es verdad que estuvo perdido durante unos segundos en sus pensamientos, pero...

—¡Ouh! —se sobresaltó cuando otro golpe fue depositado en el mismo lugar—. D-duele...

—Ese es precisamente el punto —declaró Min de manera irónica—. Quiero que sientas el dolor y observarte retorcer de agonía.

La firme mano del mayor comenzó a deslizarse sobre la piel caliente al rojo vivo, marcada por los constantes azotes. Jimin anhelaba apartarse; cada roce, incluso el más leve, le provocaba un dolor agudo. Sin embargo, Yoongi no se lo permitió, forzándolo a permanecer en su tortuosa posición.

—¿Crees que ya has obtenido suficiente? —Min enarcó una ceja, analizando la piel bañada en rojo—. ¿Fue suficiente castigo para ti?

Jimin tragó saliva, haciendo una mueca cuando esta le supo agria. No tenía idea de si su respuesta afectaría en algo, pero decidió irse a la segura.

—Y-ya tuve suficiente —masculló entre dientes, sorbiendo por la nariz.

La mano de Yoongi recorrió de nuevo la piel ardiente y lisa, su sonrisa llena de autosuficiencia se amplió al notar que Jimin, esta vez, no se atrevió a apartarse.

—Bien —respondió el mayor, poco convencido.

Con extrema cautela, Min guió a su alumno para que este pudiera sentarse a horcajadas sobre su regazo. Jimin, con muecas de dolor en su rostro, comunicaba cuánto le afectaban los azotes propinados por Min, provocándole al mayor un sentimiento extraño que iba más allá de la satisfacción.

—Deja de llorar —le ordenó, frunciendo el entrecejo.

Jimin hipó, pero se esforzó por obedecer, lográndolo con cierta dificultad.

—Buen chico —agregó, inclinando su rostro hacia el cuello del menor.

—Oh —Jimin jadeó, sintiendo cómo la fuerte dentadura de su profesor se incrustaba en la frágil piel de su cuello, seguido de una larga succión.

Siendo honesto, esto era algo que extrañaba: sentir a Min reclamándolo (de cierta forma) como suyo. Era, hasta cierto punto, curioso el cómo su cuerpo parecía estar satisfecho con esos momentos de dolor a cambio de quedar marcado con un moretón, como prueba de lo mucho que Yoongi lo "quería".

Min continuó mordiendo y succionando por donde quiso, un escalofrío recorrió el cuerpo de Jimin al notar algo escurrir por sus clavículas. Cuando Yoongi se apartó, dejó a la vista una pequeña hilera de sangre que resbalaba por su barbilla. Y esa imagen, por alguna extraña razón, no le pareció desagradable en lo absoluto.

«Quiero lamerla» fue el pensamiento que tuvo Jimin ante eso. Por supuesto, no dijo nada al respecto.

—Ve a ducharte —exclamó Yoongi con la voz ronca—. Hoy vas a dormir conmigo.

Jimin parpadeó.

—P-pero tengo que regresar a mi casa; mañana aún es día de escuela y mi madre... —se interrumpió al notar aquella mirada sepulcral, era evidente que su profesor no aceptaría negativas de su parte—. De acuerdo.

Yoongi asintió simplemente, ayudándolo a ponerse de pie. Fue inevitable no notar el leve temblor del menor una vez que fue depositado sobre el suelo; estaba claro que los azotes le dolerían (cuando menos) durante la próxima semana. Observó en silencio a Jimin, quien se dirigió lentamente hacia la ducha.

Y antes de que pudiera sumergirse en sus pensamientos sombríos, un celular empezó a vibrar en una mesita de noche. Min observó el aparato, leyendo el nombre de la persona responsable de la llamada en cuestión.

"Tae-Tae 💕" decía en grande.

Min tomó el aparato entre sus manos, frunciendo el entrecejo mientras un sentimiento amargo se extendía por todo su pecho y estómago. La necesidad de descubrir el por qué Kim Taehyung se dignaba a molestar a Jimin comenzaba a abrumarlo. Así que, antes de tomar una decisión de la que pudiera arrepentirse, simplemente colgó la llamada y apagó el aparato.

Después de todo, Jimin no lo necesitaba. No en ese momento.

A los pocos minutos, Jimin salió de la ducha. Su cabello estaba ligeramente húmedo y su cuerpo envuelto en una bata que era, cuando menos, tres veces más grande que él. Si Min era honesto, el chico se veía estúpidamente adorable.

—Ven aquí —exclamó el mayor, palmeando el lado libre de la cama—. Necesito tratar tus golpes.

Había algo en la palabra "golpes" que sonaba aún peor que "azotes". O al menos, esa fue la impresión de Jimin, quien hizo una mueca apenas el mayor terminó de recitarla. Pero no hizo gran escándalo por ello; simplemente se subió a la cama, no sin antes quitarse la bata que cubría su cuerpo.

Siseó cuando algo frío hizo contacto con su piel, probablemente algún tipo de ungüento. Las manos de Min comenzaron a darle ligeros masajes, apretando sin llegar a lastimarlo realmente; estaba siendo demasiado cauteloso con la piel dañada.

—Listo —dijo Yoongi después de unos minutos—. Si sientes alguna molestia a lo largo de la noche, puedes despertarme para revisarte adecuadamente.

Jimin asintió solemnemente, dejando que su cabeza reposara sobre la esponjosa almohada. Apenas percibió a Min cubriéndolo con una ligera sábana y notó cómo la luz se apagaba. Escuchó un susurro de ropas y sintió el hundimiento del colchón en el lado opuesto, señal de que su profesor ya se había recostado también.

Cerró los ojos, pero conciliar el sueño le resultaba imposible. Detestaba esa extraña tensión entre él y su profesor, una que, en primer lugar, no entendía por qué se había creado. Jimin suspiró, atreviéndose a mirar de soslayo la figura de Min, que le daba la espalda.

Inconscientemente, comenzó a acercarse, dejando una distancia prudente entre ambos. Anhelaba tocarlo, abrazarlo; Dios, deseaba que Yoongi lo besara y volviera a mirarlo como si fuera lo más valioso que existe. No quería irse a dormir con aquella mirada furiosa grabada en sus recuerdos.

—Profesor... ¿está despierto?

Jimin murmuró con suavidad, pero lo suficientemente fuerte como para ser escuchado. Se mordió la lengua algo incómodo cuando no recibió respuesta.

—Yo... lamento haberlo ignorado, no quise herirlo —volvió a disculparse, reteniendo un suspiro—. U-usted es m-muy importante para mí y me importa cómo se siente; no volverá a pasar.

De nuevo, no hubo respuesta.

—Buenas noches... —Jimin exclamó, algo decaído.

Con cuidado, Jimin se dio la vuelta, acomodando una mano debajo de la almohada, listo para descansar. Sin embargo, el peso de un cuerpo sobre el suyo le hizo abrir los ojos y antes de que pudiera reaccionar, ya tenía los labios de su profesor reclamando los suyos en un beso desordenado.

Jimin jadeó, intentando devolverle el beso, pero Yoongi no se lo permitió. Fue un beso duro y cruel, diseñado para castigar, destinado a recordarle lo molesto que estaba incluso en ese momento. La lengua de Min reclamó cada centímetro de su boca, y sus dientes mordieron su labio inferior con, quizá, demasiada fuerza.

—Quiero que algo quede claro —murmuró el mayor entre besos—. Te estoy besando porque yo lo quiero, no porque te haya perdonado.

—Uhm... —Jimin quiso responder, pero los incesantes besos no se lo permitieron.

Esta sería una noche larga.


[...]

Apenas podía creer que su madre no se molestara con él por no llegar a la hora que ella tenía estipulada.

Cuando la señora Park le preguntó por qué llegó hasta la madrugada del día siguiente, Jimin simplemente respondió: "estuve con una amiga en el instituto, terminamos un proyecto final". Su madre pareció creerle, para fortuna de Jimin.

El último día antes de la semana de exámenes finales se sintió eterno. Jimin apenas pudo pasar tiempo con sus amigos, ya que tanto Taehyung como Ryujin tenían ciertos asuntos que resolver en sus respectivos clubes. En un momento del día, se encontró con Hoseok en la cafetería. El novio de Taehyung fue demasiado amable, invitándole a pasar el rato con sus propios amigos mientras esperaban a los suyos.

La convivencia no duró mucho, ya que tanto Hoseok como los demás tuvieron que retirarse a sus clases correspondientes. Jimin decidió caminar hacia su próxima clase aunque aún faltara media hora; sabía que después se encontraría con Taehyung en el aula.

Sin embargo, al llegar a un pasillo en particular, su corazón pareció detenerse por un fugaz microsegundo. Al final del recorrido se encontraba la figura de alguien a quien hubiera deseado no cruzarse de nuevo en lo que restaba del año: Kim Mingyu.

Jimin dio media vuelta, dispuesto a llegar a su destino por algún otro camino. Sin embargo, una irritante voz le detuvo.

—Alto ahí, Park Jimin.

Su cuerpo quedó estático en su lugar, por alguna razón, esperando pacientemente a que el contrario se acercara lo suficiente. Jimin se maldijo en silencio, preguntándose por qué no lo había ignorado en primer lugar.

—Al fin sales de tu escondite —canturreó el castaño, posicionándose frente a él—. Ha pasado un tiempo desde que nos vimos, ¿eh?

Jimin tragó saliva, nervioso.

—Hola, Mingyu...

—¿Qué pasa con esa cara? —se burló, enarcando una ceja—. Tranquilízate, "ricitos", no he venido a hacerte nada.

El más bajo frunció el entrecejo, incapaz de creer en esas palabras. Desde la expulsión de Jae, Jimin no había tenido el infortunio de encontrarse con alguno de sus otros acosadores, incluyendo a Mingyu. Pero si algo le había enseñado la vida, es que no podía ser tan agradable.

—En verdad tengo que irme a clase, así que...

—Solo escúchame, Park, necesito hablar contigo —le cortó, tomando su silencio para continuar—. Desde que Jae dejó el instituto, no hemos podido charlar tú y yo. Sé lo que piensas, pero no planeo hacer una venganza en contra tuya o algo así, solamente quiero disculparme contigo.

Los ojos de Jimin casi se salen de sus órbitas ante esas palabras.

¿Mingyu se estaba disculpando?

—Mingyu...

—Reconozco que no estuvo bien lo que te hicimos —continuó explicándose, cruzando los brazos—. No busco alguna justificación, solo quería que lo supieras.

Jimin asintió, en verdad quería creer en un arrepentimiento, pero...

—Ya veo —murmuró Jimin, haciendo una mueca—. En verdad agradezco tus disculpas, pero no te perdono.

—¿Qué?

—Es... difícil perdonar a alguien que te ha lastimado mucho. Incluso cuando no participabas directamente, eras cómplice de Jae, así que no, no te perdono.

Mingyu le observó fijamente, entonces, una inquietante sonrisa se formó en sus labios.

—Entiendo —exclamó, mirando por encima de su hombro—. Será mejor que me vaya, no quiero que Taehyung me rompa la cara.

Antes de que Jimin pudiera preguntar al respecto, una mano sobre su hombro le hizo sobresaltarse.

—Wow, tranquilo amigo —se mofó Taehyung ante su reacción—. ¿Qué quería ese idiota? ¿Te hizo algo?

—N-no —Jimin negó repetidas veces con la cabeza—. Mingyu solo quiso... disculparse.

—¿Disculparse? —Taehyung alzó ambas cejas, incrédulo—. Es un poco tarde para eso, ¿qué se cree ese imbécil?

Jimin alzó los hombros.

—Realmente no lo sé, fue tan repentino.

—Por favor dime que no lo perdonaste —bufó Taehyung, frunciendo el entrecejo—. Lo último que necesita ese idiota es estar bien consigo mismo.

—No lo hice —dijo—. Le hice saber que no lo perdono. Creo que nunca lo haré.

Taehyung sonrió, abrazando a su mejor amigo.

—Estoy orgulloso de ti, Minnie —le apretó más fuerte, casi asfixiando al menor.

—Vamos a clase, antes de que me disloques algún hueso por tanto amor —exclamó Jimin con una sonrisa, dando golpecitos a los fuertes brazos de su amigo.

—Vamos —respondió Taehyung, dejando en libertad a su amigo.

Jimin dio unos cuantos pasos, deteniéndose cuando no escuchó los de Taehyung.

—¿Tae?

El castaño estaba en medio del pasillo, mirando con el ceño fruncido en todas direcciones.

—¿Tae? —Jimin volvió a llamarlo, extrañado por su repentino cambio de actitud.

—Lo siento, creí que alguien me llamó —dijo con una sonrisa torcida.

—A veces me preocupas —bromeó Jimin, caminando a la par de su mejor amigo.

Lo que Jimin ignoraba, era que la verdadera razón de su actuar fue que Taehyung sintió la intensidad de una mirada asesina sobre su espalda, oculta entre las sombras.

Quizá solo fue su imaginación.

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