Capítulo 30

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—¿Por qué me hiciste esto hermana? —gritó una hembra.

—¡Cortaste mi rostro! ¡Mi rostro!

Maleon miró sus manos cubiertas de líquido rojo, era viscoso y caliente. Sus uñas se habían alargado y convertido en duras garras, trocitos de carne desconocida residía bajo ellas diciéndole que en algún momento las había hundido en otro cuerpo con severa brutalidad. El sabor en su boca era horrible, le entraron ganas de llorar porque sabía que no le pertenecía a ella y sí a aquellos niños. Sin importar que la doblaran en tamaño y quisieran aniquilarla, seguirían siendo su familia, su única fuente de luz en aquella tortura.

Oh, Dios. Las cadenas ceñían fuertemente en su cuello y pies; odiaba con cada fibra que la constituía estar encadenada. Presa en la oscuridad sofocante. Recluida entre sus propios gritos que le rajaban las paredes de la garganta conforme la esperanza la abandonaba. Esperando el nuevo arranque de ira que la salvara de consumirse en el miedo a la expectativa de un cruel azote en su cuerpo.

—¡Arrancaste mis dedos, hermana! —lloró una de sus atacantes.

—¡Lo siento! —aulló consternada.

Le dolía, pero ellos seguían viniendo en su busca y su primitiva mente sabía que pedir piedad era inútil. Recibía los zarpazos mortales de todos, no esquivaba las mordidas y las recibía sin luchar, no huía de las avalanchas de aquellos cuerpos animales que le saltaban encima; tras morir había entrado en el infierno y lo aceptaba.

—¡Maldita seas, tú siempre quisiste esto! ¡¿Verdad?!

Esa era la voz de un macho.

—No, yo jamás... mátenme ya... por favor.

Se tapó los oídos y juntó los parpados para no ver esto, conocía a la perfección este recuerdo que por muy doloroso que fuera en su corazón no quería olvidar nunca. Olvidarlo significaba eliminar la única evidencia de que tanto el Pozo como cada uno de sus hermanos había existido en el vacío del mundo. Ya no le quedaban vidas que perder, la última se marchó mientras miraba a Gavriel dormido en el suelo... el calor de su mano entrelazada a la suya aún prevalecía en su piel. El dolor de haber muerto, de haber abandonado a sus Vigilantes y a su gente a merced de los demonios del Concejo, de que su cuerpo hubiera terminado mutilado frente a los ojos del amor de su vida y... y... ¡Estaba muerta! Maldición, realmente había ocurrido. El final de todo, la relatividad de la muerte y el verdadero infierno. Aquí estaba, repitiendo una tras otra vez su peor pesadilla.

Su mayor pecado.

El Pozo cernía sobre sus cabezas como un agujero de roca tan profundo que no permitía la entrada de luz. Un círculo oscuro con un suelo de pálida arena que absorbía la sangre que se derramaba, una claustrofóbica cámara de oscuridad que reproducía los rugidos y los gritos como ecos de un agónico horror. Las bestiales figuras irreconocibles de sus hermanos la acechaban, ella era el centro de su odio y furia. Querían destruirla.

—¡Dijiste que nos salvarías! —bramó una voz diferente.

—¡Lo sé, pero fallé... lo lamento! —balbuceó Maleon con la garganta lastimada.

—¡Me heriste!

—¡Perdónenme!

—¡La mataste! ¡La mataste! ¡La mataste!

—¡Cállense, por lo que más quieran! ¡Mátenme, pero no me torturen así! ¡Déjenme morir en paz! —exclamó la reina de los híbridos con el alma a una respiración de abandonarla—¡Castíguenme, pero no me hieran así... yo quería verlos! ¡Yo peleé para llegar aquí y... y encontrarlos! ¡Por favor, perdónenme! Hermanos míos, abrácenme... se los suplico. Lo he extrañado. Los amo. Los amé cada día.

—¡Asesina!

—Lo sé —murmuró.

—¡Asesina!

—Lo soy... yo los maté...

—¡Asesina!

Le temblaba todo el cuerpo y sentía tanto frío.

—Por favor...

—¡Asesina!

Repetían lo mismo como un canto terrorífico. Maleon se arrojó al piso con las rodillas contra el pecho y gritó afligida, las lágrimas descendían por sus ojos hasta alcanzar su boca; aportando el sabor salado del sufrimiento al de la sangre ajena. Se hizo un ovillo intentando desaparecer, manos desconocidas herían su carne haciéndola gemir de dolor y lo peor de todo es que su mente seguía reviviendo esa noche, la imagen de sí misma masacrando a su familia. Quedando sola para siempre. Muriendo en un ciclo para encontrar este momento, ilusamente había esperado un recibimiento más agradable que lo que le hacían ahora. Juntó los párpados para dejar de verlos, era más cobarde de lo que aparentaba y el miedo superaba la culpa. Un abrazo. Había soñado con una noche, un segundo, donde podría acurrucarse con ellos y descansar después de tantos siglos luchando.

Ella.

La hembra más joven de sus hermanas.

La esclava.

La novia del viejo rey.

¿Algunas vez había sido otra cosa?

Nunca. Incluso con los años que cargaba jamás dejó ir su pasado.

—Hermanos míos, quiero decirles que está bien... hoy soy suya. Viviré aquí pagando lo que les hice y lo que no hice en el mundo terrenal. Fracasé de nuevo al morir sin salvar a... a mi familia. —Durante un breve instante los ataques cesaron—. Tuve una familia, hermanos. Fueron ellos quienes me escogieron y se quedaron hasta el fin de mi vida. Mis Vigilantes, esos seres que decidieron seguirme con una fidelidad absoluta... me amaron como si fuera buena. Encontré a mi vínculo, Cor Meum. Él me pidió ser su esposa. Me prometió amarme para siempre y yo... morí amándolo. Lo amaré aunque pase mil años en el infierno. Lo amaré siempre. Cor Meum... Cor Meum... te amaré en mi eterno castigo.

Todo quedó en silencio y a ella le entró sueño ¿Podía uno dormir en el infierno?

—¿Saben que más? —cuestionó emocionada—. Nuestro Tohma está vivo y es un macho enorme. Es tan fuerte... será libre, sueño con que sea libre.

Entonces una maravillosa calidez la abrazó, múltiples manos le acariciaron la piel y el cabello, cuerpos calientes se pegaron a ella para protegerla; Maleon sollozó sintiéndose a salvo con sus hermanos acurrucándose a su alrededor. Desconocía si sus palabras habían cambiado su destino, pero no iba a protestar contra ello y con simpleza se rendiría. Descansaría en paz en el Pozo, con las almas de sus hermanos encontrando salvación en la idea de que uno de ellos hubiera salido y quedado libre. Porque Tohma vivía. Sería liberado y habría una esperanza de que fuese dueño de su vida, contrario a todos ellos que eran esclavos en la negrura sofocante y a ella que nunca le permitió a su mente salir de allí. La reina abrió los brazos, algunos de sus hermanos la dejaron abrazarlos y la abrazaron para recibirla.

La muerte le había traído el perdón que deseaba.

—No, hija mía, tú misma te has dado el perdón que deseabas. Tus hermanos jamás te culparon de lo ocurrido, la única alma inquieta ha sido la tuya.

La leona se estremeció, espió entre las sombras y la oscuridad del agujero; una figura tenuemente brillante ondeaba sobre ellos con tonos azules y desprendía un Poder que la hizo temblar por lo débil que estaba en comparación a ella. La incredulidad la sacudió, había visto demasiadas imágenes y templos que las ninfas adoraban e incluso peleó con las hadas por sus pinturas, esa mujer icónicamente preciosa que la miraba no podía ser otra que la Vestal del Novilunio... o un demonio que venía a torturarla, cualquiera de las dos opciones la asqueaba.

Gruñó sonoramente en señal de amenaza.

—¿Qué quieres, bruja? —escupió.

La Vestal descendió hacia abajo con lentitud, toda su presencia imitaba la sensación de estar bajo el agua.

—¿Esa es forma de hablarle a tu madre? No me hables así.

—Tú no eres mi madre. Eres una lunática mentirosa con aspiraciones románticas frustradas que maldijo a las criaturas mitológicas con un vínculo letal.

El velo cubría la mitad de aquel rostro femenino, solo dejaba ver la mueca de su boca frente a su agresiva contestación.

—Yo concedí tus poderes, te cuidé todos estos siglos que has estado peleando y llené tu vida de seres que te juraron fidelidad. Eso hace alguien que ama a sus hijos. Te convertí en una de las reinas más influyentes que ha tenido nuestra raza...

—¡Tú no me diste nada! ¡Yo peleé con mi gente y para mi gente! ¿Dónde estuviste cuando todos ellos pedían por ti? ¿Qué hiciste para salvarlos?

—Te envié a ti.

Maleon apretó los dientes, sus hermanos la abrazaron más fuerte como si quisieran tranquilizarla y ella ocultó su rostro en el refugió que le daban.

—Vete, ya estoy muerta.

Un silencio sepulcral se extendió entre ambas.

—Estas en mi mundo ahora, Elíseo, la tierra donde mis guerreros caídos vienen para vivir en paz y felicidad durante la eternidad. Aquí las almas se encuentran y todo es posible. Sin embargo, veo que usaste esa capacidad para crear una pesadilla para ti. Creaste un infierno en el paraíso solo para castigarte —narró la Vestal—. Siento lástima por ti aunque seas tan impertinente.

—Me siento honrada —escupió sarcástica.

—Como mientes —dijo secamente—. Levántate, reina. Veré tu rostro.

—Jodete y muérete esperando porque no me moveré.

Maleon no hizo nada para apartar un "Maldita bruja" de su boca, con la esperanza de camuflar el "Oh, demonios. Realmente es ella". Maldita fuera. El Consejo siempre la había amenazado con entregarla a la Vestal si no se comportaba y nunca les tomó en serio. Estando muerta, era de suponer que ya se había dejado caer
esa moneda.

Mientras se acurrucaba, supuso que lamer la sangre de sus labios partidos y tomarse una merecida siesta de medio siglo sería percibido como un insulto.

—Sí, lo sería —dijo la deidad—. Pero haz lo que tengas que hacer.

Tragó saliva como si fuera agua y dejó de pensar. Esta hembra mágica podía leer sus pensamientos. Quería beber algo o desaparecer, tenía esperanzas de que no se quedara mucho tiempo.

—El propósito de mi visita no tiene nada que ver con el Consejo de Antiguos. —La Vestal del Novilunio flotó hacia adelante, deteniéndose cuando estaba a un solo pie de distancia. La leona luchó contra el impulso de erguirse y blandir sus garras en el estómago de la condenada, especialmente cuando la deidad extendió la mano y le rozó la mejilla. Su Poder fue como el de un relámpago: mortal y preciso. La electrocutó por completo, jadeó incapaz de resistir el pánico. Nadie querría ser su blanco—. Es la hora, reina mía.

¿La hora de qué?

Pero se contuvo a sí misma, preguntar sonaba peligroso.

—En el mundo terrenal, tu cuerpo está por convertirse en cenizas. Es una tragedia considerando que tu cumpleaños se acerca.

Oh, eso la sorprendió. Maleon era meramente consciente de los siglos que cargaba, únicamente conocía un número aproximado porque nunca averiguó exactamente el día de su nacimiento. Jamás le interesó demasiado y lo descartó de su lista de prioridades. Gracioso que la Vestal viniera a revelarle semejante idiotez, pero no se le ocurría por qué eso justificaría una visita privada de su parte. Si deseaba dirigirle unas felicitaciones de cumpleaños podía enviarle algo rápido como una tarjeta y darse por satisfecha.

Joder, esto era estúpido.

—Y tengo un regalo para ti.

—Me siento asqueada y confundida.

—Tu vínculo está roto.

A ella se le estremeció todo el cuerpo, como si alguien le hubiera clavado con trabajo un cuchillo sin filo en el corazón.

Cor Meum...

—Él sobrevivirá a tu muerte. —La deidad bajó el brazo—. Le escogeré una nueva hembra de entre todas mis hijas para ser su primera compañera. Una sangre más pura, la más bella que encuentre. —Cuando Maleon abrió la boca, la Vestal le pasó por encima como una apisonadora hasta pasar al otro extremo del lugar—. Ciertamente se emparejará, y ambos engendraran niños. Hijas e hijos que se convertirán en reyes que salvarán a los híbridos. Aunque tu destino sigue siendo el mismo: convertirte en cenizas.

La palabra "compañera" cayó como una bomba atómica.

—Ah... —Le fue imposible no levantarse, por mucho que sus hermanos quisieron retenerla bajo su protección y se aclaró la garganta. Le dolió el cuerpo y le molestaban los colmillos, se recordó a sí misma que si cabreabas a esta bruja, se necesitarían pinzas de barbacoa para recoger tus humeantes pedazos—. No pretendo ofenderla, pero... ¿Qué mierda me está diciendo?

—Insulta de nuevo y te arrepentirás —amenazó la otra hembra—. El antiguo humano con el que te vinculaste se presentó ante mí, ahora es un Tenebris. Uno de mis hijos. Y yacerá con una hembra en el futuro, engendrará a mis próximos guerreros.

Parpadeó perpleja ¿Gavriel era un Tenebris? ¿Desde cuándo? ¡¿Y por qué la maldita Vestal quería emparejarlo con una hembra cualquiera?!

Su vínculo sería borrado como si nunca hubiera existido, la marca de él perdería valor y todo el sufrimiento de su amor valdría nada. Tembló de furia. Incluso si el emparejamiento de Gavriel traía a los salvadores de su raza, lo detestó y también vio la letra pequeña del contrato. Llegarían reyes. ¿Pero cuándo? ¿En uno o dos siglos?

La situación estaba jodida ahora y no había tiempo de esperar a que esos "reyes" crecieran, aprendieran de guerra y salieran a conquistar el mundo que ella ya había proclamado en el pasado. Visiones de los híbridos siendo atrapados durante eones en lugares como el Pozo, rodeados de muerte, incapaces de luchar, incapaces de ver a la luz... oh... Dios, su gente...

La ira arrebató la mordaza de su boca.

—Eres la hembra más despreciable que conocí.

Esperaba que la fulminara por la acusación. En vez de ello dijo:

—Que osadía la tuya, reina mía. Tales modales te trajeron ante mí ahora. Tendrías que estar agradecida.

Error. Sus modales habían hecho que la mismísima Vestal del Novilunio se presentara frente a su persona.

—Vete mientras puedo controlarme, bruja...

—Debes aceptarlo. Necesito que me des tu Poder, en Elíseo ya no lo necesitas. Seguirás alterando el equilibrio de este mundo si lo conservas. Debes someterte por voluntad propia o me veré obligada a enviarte al verdadero infierno.

Su respuesta salió disparada, dura y fría.

—Necesito un condenado buen motivo para permitir que esto pase, tú vas a dejar que el Consejo masacre y destruya todo lo que una vez gané por mi gente. Los van a liquidar y me dices que me someta a esperar aquí sentada.

—Estas muerta, hija.

Maleon había dejado de respirar hacía bastante, su pecho se había vuelto de hormigón. La leona se tambaleó alejándose de ella. Cuando golpeó la pared, se dejó caer de culo y se dijo a si misma que este no era el momento de perder la cabeza... Oh, espera... ya la había perdido hace años. Buena noticia, de lo contrario en ese momento estaría absolutamente aterrada.

—¿Cómo... es posible que los dejes morir así como así? —balbuceó.

La Vestal flotó alrededor del oscuro círculo de piedra, moviéndose sin caminar, su ropa se veía igual que una proyección bajo el agua. Maleon se dio cuenta de algo. Allí estaba la verdadera reina, la única entre todas las demás en el tablero que podía moverse en todas direcciones. Mientras que ella había sido toda su vida un peón.

Cuando la deidad finalmente habló, su voz era profunda. Autoritaria.

—Yo hago todo cuanto puedo para acabar esta guerra. Jamás imaginé que además de luchar con los humanos, debería lidiar con mis propios hijos también. Yo no puedo lastimarlos, mi corazón no me lo permite. Necesito que entiendas mis propósitos.

¿Sus propósitos? Mierda, ¿es que acaso ella no tenía voto?

La voz de la Vestal se hizo más baja.

—Un día tú también fuiste mi pieza principal. Mi invicta reina, pero lastimosamente la suerte jugó en nuestra contra.

Su queja se hizo un gruñido.

—¿Tu pieza principal? ¿Sabes lo que me hicieron? ¿Lo que me hicieron aquí?

—Sí.

Enviando todas las reglas de etiqueta al carajo, dijo:

—Me alegra saber que tu maldito corazón permanecerá intacto, incluso si tus hijos no lo hacen. Sip, es un intercambio jodidamente justo.

—Me estás haciendo enfadar, ya deja de dirigirte a mí de esa forma. Puedo entender tu enfado...

—¿Puedes, bruja? Eso me hace sentir mucho mejor. Pasé años de mi vida luchando por sobrevivir en este infierno negro ¿Qué obtuve a cambio? Un corazón lleno de culpa y un cuerpo marchito ¿Y ahora quieres que me quede quieta? ¿Qué renuncie a mi Poder? —Sonrió fríamente— ¿Qué sucede si no puedo hacerlo? Sabiendo lo malditamente loca que me volviste, ¿no se te ocurrió pensar en eso?

—Eres capaz.

—¿Cómo lo sabes?

—¿Piensas que hay alguna parte de mis hijos que no pueda ver?

—Tú... perra... —susurró.

Una ráfaga de frío salió del cuerpo de la majestuosa entidad, lo suficientemente helada como para congelarle las extremidades a un punto doloroso que la paralizó, y su voz estalló contra las paredes de piedra.

—No te olvides de quien soy, guerrera. Te advertí que me respetaras. Yo no te elegí imprudentemente, ambas lloramos por tu sufrimiento. ¿Piensas que permanecí indemne mientras veía qué curso había tomado tu vida? ¿Piensas que te observé de lejos sin verme afectada? Muero cada día por ti.

—¡Bueno, mira si no eres la maldita Madre Teresa! —gritó, consciente de que su propio cuerpo había comenzado a ignorar las heridas para enfrentarla incluso con la tortura que consistía el movimiento de su pecho al respirar—. Se supone que eres todopoderosa. Si te hubiera importado una mierda, podrías haber intervenido... salvarnos a todos.

—Los destinos no son elegidos, son otorgados, se marcan desde nacimiento...

—¿Por quién? ¿Por ti? Entonces, ¿es a ti a la que debo odiar por toda la mierda que me han hecho? —Sacó sus garras lista para atacar. Sería su fin absoluto, pero al menos le rebanaría la linda cara que ocultaba tras el velo—. Yo... te maldigo.

—Hija mía...

Enseñó los colmillos.

—No me llames así. Nunca. Madre e hija... ni pensarlo. Mi madre huyó hace siglos. Cuando estaba desamparada, me salvé yo misma... tú no estuviste jamás.

—Quería estar...

—Cuando estaba sangrando, desgarrada y aterrorizada en este suelo, mi madre hubiera estado allí. Hubiera oído mis rezos. Así que no me vengas con esas mierdas de hijita mía.

Hubo un largo silencio. Luego la voz de la Vestal del Novilunio salió clara y fuerte.

—Regresaré cuando estés adecuadamente preparada para salir de esta pesadilla que has creado en mi paraíso y te someterás a aceptar tu destino. Lo harás por propia voluntad.

El Poder de esa hembra la dominaba, sus huesos se estaban rompiendo por tratar de pelear contra ella y las venas en su cuello se hallaban a punto de explotar por la fuerza que ejercía.

—Y una mierda que lo haré. Mándame a la tierra, dame una vida más para pelear contra tus hijos de pura sangre y rescatar a mi gente. A mi familia.

—Maleon, reina de los híbridos mitad Bestiam y mitad Extinct, sométete y acéptalo porque si esto no ocurre, la raza no sobrevivirá. Ya has perdido las vidas que se te otorgaron. Para poder conservar la esperanza de que los Bigeneri sobrevivan se necesitan
reyes fuertes. No puedo hacer más por ti.

Entonces la Vestal la liberó de su congelamiento, ella se dejó caer de rodillas agotada y mareada.

—¿Y la visión de la bruja? Lily sería mi predecesora, pero no la mencionaste ¿Acaso el destino ha cambiado y no sobrevivirá a lo que está pasando? —cuestionó sin aliento.

—Ella también sobrevivirá y será una reina junto a los otros en un futuro lejano.

—¿Y mis Vigilantes? ¿Daraan y los padres de los niños? ¿Mi hermano?

—Solo el ex macho humano y la niña saldrán de allí con vida. Es un triste final.

Maleon apartó la vista. La supervivencia de los híbridos. El homicidio de sus Vigilantes, de Daraan y los demás, ni siquiera Luke se salvaría. Tohma moriría siendo esclavo. Todos menos Gavriel y Lily.

Mierda. Jodido destino.

Paseó por el lugar y terminó de golpe cuando notó que sus hermanos ya no estaban. La tristeza la invadió y se le llenaron los ojos de lágrimas.

—Déjame regresar te lo ruego.

—No puedo.

—Muchos van a sufrir, no puedes dejarlos así.

—Para ganar se requiere de sacrificios.

Maleon rió con una dura carcajada

—Es fácil decirlo cuando no son tuyos. —Se arrancó el cabello furiosa e impotente—. Mierda.

Mientras rumiaba la situación, la Vestal permaneció en silencio. Como si supiera que si decía una palabra dejaría todo el asunto de lado y se volvería un demonio que ni siquiera ella podría frenar fácilmente.

Entonces la leona se giró para enfrentarla.

—Vamos, déjame volver. Rompe las reglas una vez y envíame. Te rezaré el resto de mi vida, dejaré de burlarme de ti, pero concédeme ese privilegio.

—Tu destino está aquí, ya has peleado y es hora de descansar. Tus hermanos te esperaron demasiado.

—Y yo a ellos, pero saben que estoy muy demente como para quedarme en tu paraíso de Elíseo, así que tómame o déjame. —La miró enfurecida —. Y que te quede claro. Soy una bastarda lo suficientemente suicida como para luchar contigo si no estás de acuerdo. Mi Poder no se compara al tuyo, pero créeme que puedo ser un dolor de culo si me lo propongo. —Sonrió fríamente—. ¿Qué dice el destino acerca de eso?

Ahora era el turno de la Vestal de recorrer el Pozo. Mientras la observaba y aguardaba, odiaba el hecho de que parecía que nada la perturbaba. Tardó tanto que la puso nerviosa.

—Vamos, mi monstruo necesita salir y aun puedo pelear mil años más.

El frío se elevó de nuevo hasta que el agujero estuvo como la Antártida, pero entonces la poderosa madre de las criaturas mitológicas, dijo:

—Tu destino termina aquí, te lo he dicho ya. Lo que pase ahora depende de la unión del macho que amas con otra hembra. Está decidido.

—¡Eres una maldita perra!

La Vestal iba a decir algo, pero entonces cerró la boca como si se tragara sus palabras y miró al techo de forma que parecía que podía ver algo más allá de este plano espiritual.

—Las lágrimas de tu hermano han caído en tus labios, es un desperdicio ya que no puedes ser salvada.

Maleon se paralizó un instante y apartando su orgullo se arrodilló delante de ella.

—Por favor, envíame. Dale un latido a mi corazón. Las lágrimas de mi hermano pueden sanarme, pero debo volver para que funcione. Necesito salvarlos. Lucharé hasta quedar sin aliento con mi cuerpo destruido y lo haré en tu nombre, te lo pido. Madre mía, concédeme esta petición. Por una vez en tu existencia, contesta una súplica mía.

Lloró y como el silencio se alargó, elevó la cabeza para encontrar que el velo flotante de aquella deidad se había alzado, sin que utilizara las manos. Esa hembra era un dibujo particular, su cabello azulado y la oscuridad de su piel, las pecas brillantes como estrellas en el cielo nocturno; unas galaxias reverentes como el océano hacían camino en sus iris. Su nariz era un poco puntiaguda, pero todo en ella tenía un aire de perfección. No supo si lo que veía en aquellos ojos únicos y hermosos era compasión o reverencia. Justo antes de que el velo bajara sobre su bronceado y poético rostro dijo:

—El destino es egoísta y muy difícil de cambiar... tan difícil. —Suspiró—. Hasta que nos volvamos a ver. Que estés bien, hija mía.

Maleon no supo qué significaba su respuesta, ignorante de lo que pasaría se echó a llorar a lágrimas viva y un rugido brotó de sus boca en la oscuridad del Pozo.

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