LVI

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Esa misteriosa voz proviene de Luck, quien se acerca lentamente al lugar donde yo me encuentro, y en el cual estaba solo antes de su presencia.

—Deja de molestar —susurro, sin prestarle mucha atención, mientras dejo el traje nuevamente donde estaba.

Sé que él quiere llevarme a la desesperación y sacarme de control, pero no caeré en su juego.

—¿Por qué? No estoy diciendo ninguna mentira. Tan sólo te digo que para qué pierdes tiempo buscando un disfraz si bien puedes ir a la fiesta a como eres. Sólo debes transformarte. —Sonríe con malicia.

—¿Transformarme? —Me doy la vuelta y lo miro—. ¿De qué estas hablando? —Ahora sí lo confrontó.

Su comentario ha puesto alerta mis sentidos. Deduzco que él dice eso por lo que sucedió en la mañana luego de salir del bosque, cuando tuvimos un enfrentamiento y yo terminé golpeándolo, pero debo dejarle claro que está equivocado, aunque realmente no es así.

—¡Ay, no te hagas! —Ríe sarcásticamente, lo cual me enoja aún más—. Yo te vi cuando estuviste a punto de transformarte en un vampiro cuando me golpeaste hoy en la mañana. ¿No te acuerdas? —pronuncia con sorna—. Mi sangre por poco te hace caer en la tentación, vampirito. No me vengas con que no sabes de lo que te hablo. Yo te vi con mis propios ojos.

—¿Qué? ¡Estás loco! —Comienzo a preocuparme—. A mí no me importa lo que hayas visto, pero viste mal.

Ya Luck sabe muchas cosas y secretos sobre mí, y eso no me ayuda en nada.

—Cuídate, mi querido Keyland. Te estaré viendo de cerca. —Luck intenta amenazarme.

—No te quieras pasar de listo. No sabes con quién te estás metiendo, Luck. —Le devuelvo la amenaza.

Nos miramos uno al otro, diciéndonos con nuestras miradas más de lo que podemos expresar con el habla. Luck ya me está cansando. Quiere pasarse de listo conmigo y tratar de intimidarme con los secretos oscuros que sabe de mí, y es algo de lo que ya me estoy hartando, y sé muy bien una gran y rápida forma de quitarlo de mi camino. Es tanto el odio que siento por él que hasta estoy pensando en olvidar la abstención sangrienta que tengo, y no me importará romperla si con ello me quitaré un estorbo de encima, pero debo pensar en las consecuencias; las cuales serán muy graves si cometo un asesinato.

En ese momento en el que nuestras miradas están unidas en un odio profundo, Keren llega escandalosamente e irrumpe en la escena.

—¿Qué te parece esta cola de gata? ¿Se ve tentadora y excitante? —pregunta, agitada—. Keyland —pronuncia en un tono alto, luego de carraspear su garganta, en la plena cara de Luck, dándole a entender que las preguntas son para mí.

—Sí, sí, lo que digas —respondo con indiferencia. Ni siquiera vuelvo a ver lo que me muestra, ya que mantengo mi mirada fija en los ojos de Luck.

—¡Pero ni siquiera lo has visto! —me dice Keren, un poco enojada. Se queda mirando fijamente la caja de disfraces, en la cual yo curioseaba recientemente, hasta que capta algo que le parece interesante, así que lo toma con su mano derecha. Es el traje de vampiro—. ¡Mira, Keyland! ¿Qué te parece este traje? ¿No te gusta? —Me lo enseña en plena cara—. ¡Está perfecto para ti!

Luck me muestra una sonrisa de medialuna, dándome a entender de que él tiene razón, y se retira a seguir viendo los demás trajes de Halloween.

Aprieto mi puño con gran fuerza. Quiero llevarlo a su cara de nuevo, pero debo contenerme. Sé que esto es lo que él quiere, sacarme de control y llevarme al enojo máximo que me convertirá en un completo salvaje y así dejarme en evidencia frente a todos, así que no le daré gusto.

—Yo no estoy buscando disfraz, Keren —digo lo más sereno posible.

—¡Pero éste te quedará bien! No seas amargado. Mira, posees los rasgos básicos de un vampiro. Eres delgado, tienes el cabello tan negro como la noche, la piel blanca como la nieve, un momento... ahora que lo pienso, yo también tengo esas características físicas. Quiere decir que... ¡Yo también podría vestirme de vampiresa!

Keren se emociona tanto que olvida el tema de mi disfraz, por suerte, y vuelve a hundirse en la búsqueda de disfraces, esta vez de vampiresas, supongo. Yo me llevo ambas manos a los bolsillos y trato de buscar un lugar donde haya sombra, pero en todo el sector en el cual se están mostrando los disfraces, la radiación solar es dominante.

—¿Qué les parece este disfraz? —pregunta Luck mientras muestra un traje de príncipe color azul rey.

—¡Está muy bonito! —responde Ámbar.

—Gracias por opinar. Además, creo que combina muy bien con mi belleza, así que creo que es el traje ideal para mí —dice Luck, agrandándose, mientras mira fijamente el disfraz.

—Parece que nunca te has visto en un espejo —digo, sin mirarlo a los ojos.

—Claro que lo he hecho, y muchas veces. No como "otros" que desearían poder ver su reflejo en el vidrio, pero no pueden. —Luck aclara su garganta.

Enseguida capto su indirecta. Los humanos y sus tontas suposiciones acerca de los impedimentos que tenemos los vampiros y las cosas que nos perjudican o que no podemos hacer. Yo me he mirado más de mil veces en el espejo, y siempre que lo hago obtengo mi reflejo en él, pero no pelearé con Luck por eso, ya que, si lo hago, le daré a entender que, en efecto, soy un vampiro, y obviamente no es lo que quiero.

—De verdad que estás engañado con tu supuesta belleza, mi querido Luck. Pero total, ese traje creo que esta perfecto para ti. ¿Sabes por qué? —Keren hace su pose de diva—. Porque la fiesta es de temática de Halloween, y hasta miedo das con lo feo que eres. Tan sólo la idea de imaginar que haya un príncipe tan horripilante como tú...

Luck refunfuña con enojo, resignándose a que Keren le ha ganado una vez más, y coloca el disfraz en uno de los ganchos nuevamente, mientras que Keren continúa sumergida en la búsqueda de un traje que sea de su agrado.

Ámbar se encuentra mirando unos trajes de aspecto infantil, entre los cuales hay algunos de superhéroes, villanos, payasos y animales, pero de tamaño grande, hasta que mira uno perfecto para alguien que viene con nosotros, y que hasta ahora yo no he sentido su presencia, sorprendentemente.

—¡Dressler, he encontrado un traje perfecto para ti! —le grita alegremente.

Dressler se encuentra perdido, cabizbajo y muy triste. Está recostado a una de las cajas de disfraces y parece no escuchar las palabras de Ámbar.

—¡Dressler! —repite en un tono elevado—. ¡Dressler! —llama una vez más—. ¡Dressler!

El último grito es con tal intensidad que es posible que se haya escuchado en toda la universidad, y es imposible que Dressler no lo haya oído.

—¡No me mates! —grita de inmediato—. ¡Aún soy muy joven para morir! —continúa suplicando con los ojos cerrados y con las manos extendidas en posición de defensa. Parece que está pensando en lo que le dijeron los chicos sobre la habitación mil, y de seguro cree que ya alguien ha llegado a matarlo.

Los demás se ríen al ver la reacción de Dressler, y no es para menos. Él se da cuenta de que no está en peligro al escuchar las fuertes risas de los estudiantes, así que abre sus ojos y respira aliviado de forma profunda para tranquilizarse, pero cuando intenta caminar hacia donde está Ámbar, se resbala y cae de espaldas en la caja de disfraces, haciendo que las carcajadas aumenten entre los espectadores de la ridícula escena. Dressler saca su cabeza de las profundidades de la caja y toma una gran bocanada de aire, pero luego se vuelve a hundir. Parece que se está ahogando, y, viéndolo bien, sería extraño, y para muchos divertido, que él se muera de esa manera. Sólo Dressler puede morir de esa forma tan estúpida.

—¿Dressler? ¿Estás bien? —pregunta Ámbar, preocupada, mientras se acerca a la caja donde Dressler está sumergido.

Todos miramos fijamente la acumulación de ropa, la cual vibra levemente, pero esa vibración aumenta poco a poco, y después frena por un momento, haciendo que la tranquilidad se mantenga por unos pequeños segundos, y luego de dicha acumulación sale disparada la cabeza de Dressler, la cual es expulsada con una sorpresa: una tanga de hilo femenina, color negro. Como es de esperarse, la gente no para de reírse, excepto Keren, la cual lanza un grito de emoción y se acerca y le quita la ropa interior de la cabeza bruscamente.

—¡Mil gracias! Lo estaba buscando —dice la de cabello negro mientras mira fijamente la prenda interior femenina y le da un fuerte abrazo.

El supervisor de la exhibición de los disfraces se entera de la prenda que Keren posee y se acerca a ella y le arrebata la tanga.

—¡Deme eso! —Se lo quita con brusquedad—. Esta prenda no está disponible. Es una confusión —Sonríe vergonzosamente mientras esconde el hilo detrás de su espalda.

Su aspecto es bastante extraño. Es pelón, jorobado, muy flaco, tiene una enorme nariz que destaca en su rostro, es de baja estatura y su piel es blanca, pero parece que está muy quemada por el sol. Además, tiene el cuerpo de un joven adolescente, pero es evidente que tiene más de cuarenta años, y eso se ve evidenciado en su cara.

En ese momento veo a una chica pasar junto a mí, y siento que la conozco de algún lugar. Me quedo pensando en su rostro e intentando recordar dónde lo vi antes, hasta que mi mente recuerda todo lentamente. Esa chica estaba en la biblioteca hablando con la señora Grace, junto a otros estudiantes. Así que, si ella anda rondando por estor sectores, lo más probable es que los demás también ya hayan salido de la biblioteca, lo cual quiere decir que la bibliotecaria se encuentra sola. Parece que ha llegado el momento de dirigirme al centro de lectura de la universidad.

Observo a Dressler y veo que comienza a ponerse de pie y sale de la caja de disfraces, ayudado por Ámbar, y ya pronto todos paran de reír y continúan buscando más trajes, e incluso algunos se pelean, ya que, en el momento en que Dressler protagonizó la ridícula escena, otros aprovecharon el descuido para quitarle el disfraz que querían a alguien que ya lo tuviese.

—¡Atención! —anuncia el supervisor mediante un altavoz—. Los disfraces aún no se los pueden llevar. Sólo pueden apartarlos, pero si mañana, cuando vuelvan a exhibirse los trajes, viene alguien primero que ustedes y se lo lleva, ese ya no es mi problema —habla con indiferencia, finalizando el aviso con un eructo—. Ah, casi lo olvido. Si alguien encuentra... ya saben... lencería femenina, deben devolvérmela. Ésta no está en exhibición. Gracias —agrega, con vergüenza.

Vuelvo a mirar la escena y veo que se avecinan más peleas, ya que observo que dos estudiantes se pelean un vestido negro mientras se maldicen por todo lo alto, y jalonean tanto la prenda que la rompen. Y ellas no son las únicas. Esa escena es vista en cualquier sector del lugar, así que el supervisor se acerca para tratar de calmar el asunto, pero no lo logra.

—¡Deténganse! ¡Llamaré a la señora directora! —El jorobado intenta frenar las discusiones.

—¡Cállese, flacucho! —Una estudiante que está en plena pelea, se detiene por un momento para darle un puñetazo en la cara al supervisor, haciendo que su nariz se lleve todo el golpe.

—¡Mi nariz! ¡Mi nariz! —El hombre se queja de dolor mientras se mantiene tirado y encorvado en el suelo.

Ruedo los ojos y aparto la mirada de esa escena tan idiota para, posteriormente, encaminarme a la biblioteca. Tendré una conversación de alto riesgo, así que tomo una gran bocanada de aire para darme el valor necesario. Me alejo poco a poco del desastre que hay en la exhibición de disfraces de Halloween, y, por suerte, Ámbar no se entera de mi retiro. Todos están concentrados en la pelea y el desorden que se ha armado. Doy un último vistazo antes de alejarme del todo de allí para ver si ya se ha calmado el asunto, pero veo que no.

El jorobado se encuentra de pie, al parecer ya se ha recuperado del golpe que le dieron, y también creo que está peleando con Keren, ya que ella intenta quitarle la tanga de hilo que el le arrebató hace un momento.

—¡Démela! ¡Yo la vi primero! —exclama Keren, furiosa.

—¡Ya le dije que la lencería femenina no está en exhibición, señorita! Fue un error —responde el hombre mientras sigue forcejeando.

Quito mi vista de allí, ahora sí en definitivo, y continuó el recorrido que me llevará a la biblioteca. El cielo empieza a tornarse más anaranjado. Las aves que vuelan en busca de comida, o tal vez de una nueva vivienda, se miran imponentes ante tal paisaje, complementadas con la sombra que reflejan sus cuerpos gracias a los rayos naturales de la luz solar. Observo mis manos y veo que mi piel está un poco rojiza, ya que, en el lugar donde muestran los disfraces, está pegando mucho el sol, así que me expuse mucho a su radiación cuando estuve allí presente, y eso me está pasando factura.

Termino de mirar mis manos y llevo mi vista al frente, así que me percato de que ante mis ojos tengo mi destino. La gran biblioteca está frente a mí, por lo que, sin pensarlo, me apresuro en caminar para verificar que la bibliotecaria esté sola y que mi caminata no haya sido en vano. Subo la pequeña escalera que me lleva a la entrada y me dirijo de inmediato a la puerta. Miro a través de ella, gracias a que es de vidrio, y puedo ver a la señora Grace sola, sin compañía humana. Sus únicas compañeras son las rosas rojas que tiene en su florero, y las cuales acaricia desde que vine la primera vez. Además, se encuentra tarareando una canción desconocida para mí, como es costumbre en ella.

Abro la puerta e ingreso decidido y con el ímpetu necesario. Mi entrada provoca el ruido necesario para que la bibliotecaria se dé cuenta, así que para de tararear y, sin mirarme a los ojos, dice:

—Bienvenido joven, ¿qué necesita? —pregunta Grace, con su tono angelical.

—Muchas cosas, señora Grace —le contesto con seriedad.

La mujer para de mirar sus rosas para verme a mí, y traga saliva. Parece que se ha sorprendido mucho de verme, e incluso está como paralizada, así que, como consecuencia de ello, el rociador con el que echaba agua a sus rosas cae de sus manos hasta chocar contra el duro suelo de la biblioteca, y el agua que contenía dentro se derrama por todo el piso del lugar.

Espero que cuando salga de aquí pueda tener respuestas a muchas de mis preguntas.

Pregunta: ¿Cuál es su personaje favorito?

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