LVII

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¡Hola, lectores! Si aún siguen ahí :-(

Primero que nada MIL MILLONES DE DISCULPAS. Sé que ya ha pasado muchísimo tiempo desde la última vez que actualicé, y la verdad me apena mucho. Tal vez muchos ya se hayan ido y no continúen leyendo la historia, y realmente me duele, pero estuve pasando por un gran problema que me imposibilitaba actualizar. Tengo varios capítulos escritos y me pondré a editarlos para subirlos cuanto antes y pronto poder actualizar con normalidad a como lo estuve haciendo desde que inició la historia. Espero que puedan comprenderme y disculparme por esta irresponsabilidad, pero era una situación que se salía de mis manos ):

Tengan claro que la historia no se pausará ni se cancelará, sólo fue un periodo sin actualizaciones, pero espero que pronto pueda volver a subir capítulos normalmente. Tengo muchísimas notificaciones y mensajes pendientes que estaré respondiendo en estos días.

¡Sin nada más que decir, disfruten del capítulo!

Me encuentro de pie en la entrada de la biblioteca, mirando fijamente a la señora Grace, y entre nosotros se encuentra el reguero de agua proveniente del rociador que la bibliotecaria ha dejado caer al suelo.

—Discúlpeme joven. Enseguida limpio todo —me dice con seriedad y apartándome la mirada.

La bibliotecaria empieza a buscar un pañuelo en los cajones de su escritorio para limpiar el reguero de agua que cada vez se expande más por el piso de ajedrez de la biblioteca. Yo camino lentamente hasta acercarme a su escritorio, y comienzo de una vez por todas con el confesionario.

—¿Está soleada la tarde, no? —le digo para meter conversación.

—Sí. —Se limita a responderme mientras se agacha y empieza a limpiar el líquido transparente que está en el suelo.

Me quedo mirando fijamente la escena. La mano de piel blanca de la señora Grace sostiene un pañuelo amarillo fosforescente, el cual desliza por el suelo constantemente para succionar toda el agua que hay regada. Es una acción totalmente normal y que no debería de darme ningún problema, pero mi maliciosa mente de vampiro le da un cambio radical. Ese líquido trasparente tan inofensivo llamado agua, en mi imaginación es espeso y de un color rojo muy profundo. Es sangre.

Grace no se encuentra limpiándolo, sino más bien sobre él, tirada, y el charco de sangre rodea a su cadáver. Al parecer la bibliotecaria está muerta. La han asesinado brutalmente. Los chorros sangrientos le salen disparados con gran intensidad de sus oídos y orificios nasales, además de su boca. Ella empieza a moverse lentamente, lo cual me hace pensar que en realidad no está muerta. Levanta su cabeza a duras penas y me deja ver su rostro. Sus labios se miran secos y fríos, y su piel adapta una textura muy débil, como de muerta, además de que parece derretirse, pero eso no es lo peor.

Sus cuencas oculares están vacías. No tiene ojos, pero sí un gran hueco espacioso del cual le llora sangre a más no poder. La mujer empieza a reír levemente, pero luego esa pequeña risa se transforma en grandes y graves carcajadas, lo cual hace que su boca se abra de gran forma y que su risa tenga un tono diabólico. El jolgorio es tanto en ella que la risa empieza a ahogarla y a dificultarle su respirar, así que empieza a toser con demasiada intensidad hasta que de su interior salen expulsadas dos pelotas blancas, acompañadas de un poco de sangre y saliva.

Son sus ojos.

Esas dos esferas avanzan hacia mí  rodando lentamente y se detienen cuando chocan con mis zapatos. En eso, escucho una voz que me hace reaccionar, así que sacudo mi cabeza para eliminar esa sangrienta escena de mi mente. Cuando vuelvo a normalizar mi estado, me entero de que esas pelotas que creí que eran ojos humanos no son nada más y nada menos que dos aretes circulares de color blanco.

—¡Muchacho! —brama la bibliotecaria.

Tallo mis ojos rápidamente y trago saliva. Levanto mi mirada del suelo y se la dirijo a la señora Grace. Al parecer ya ha limpiado el agua que estaba regada en el suelo y ahora se encuentra de pie, en medio de la biblioteca.

—¿Ah? —respondo, desorientado.

—Discúlpeme por gritarle y tirarle mis aretes, pero desde hace rato le hablo y no me escucha —pronuncia con seriedad luego de aclarar su garganta.

Me agacho y tomo ambos aretes y los miro con detenimiento. Tan sólo son dos comunes e inofensivas pelotas. Es sorprendente pensar cómo mi mente es tan perversa en transformar algo tan simple en una cosa tan macabra.

Camino hasta donde Grace se encuentra y se los entrego.

—Gracias —musita mientras se vuelve a colocar los aretes—. Le preguntaba que qué necesita.

—¿Yo? —pregunto, señalándome.

—Sí, usted.

Todavía me encuentro algo tonto y sorprendido con lo increíble, pero a la vez maldita, que es mi mente. Es inigualable como puede recrear una escena tan vil y sangrienta en mi cabeza basándose simplemente de una señora limpiando un charco de agua.

—Eh... bueno, yo... necesito un libro —tartamudeo a duras penas.

—¿Un libro? —La señora se mira sorprendida por mi comportamiento—. ¿Qué libro?

—El libro de Biología de la profesora Marie Potter —digo, esta vez sin interrupciones.

—¿De Biología? —me pregunta. Yo afirmo con la cabeza—. Ese aún no ha llegado. Ya me avisaron que hubo un atraso y que llegará mañana en horas de la tarde.

La bibliotecaria se mira muy tranquila y serena, todo lo contrario a mí, y también todo lo opuesto a lo que yo imaginé. Mi idea al venir aquí era ser el dueño de la conversación y tratar de intimidarla hasta sacarle la información que ocupo, pero ese estúpido pensamiento que he tenido me ha volcado el plan. No es que la escena me haya sorprendido por su maldad, ya que he visto e imaginado cosas peores, lo que más me afecta es la sangre que vi en él. Se veía tan espesa, tan dulce, tan deliciosa... Ya van dieciocho años absteniéndome a probarla, y creo que no podré resistir mucho más tiempo.

Aquel día en el cual probé la sangre animal, cuando asesiné al perro Mörder, mi cuerpo cambió de gran forma. Necesitaba esos nutrientes, eran necesarios en mi cuerpo. Ni la sangre artificial me brinda lo que ocupo, y el medicamento mucho menos, pero si la sangre de un perro me hizo sentir de tal forma, no imagino cómo me sentiré cuando pruebe la de un ser humano.

Observo fijamente el cuello de Grace mientras mi boca empieza a semi-abrirse levemente. Además, siento como mis colmillos quieren ensartarse en algo... o alguien.

—¿Dijo que no ha venido el libro? —pregunto, lamiendo mis labios y tratando de contenerme.

—No, aún no. ¿Necesita algo más? —Grace se mira muy segura de sí misma.

Trato de pensar rápidamente en qué hacer. Si me voy, mi visita habrá sido en vano y no me habrá servido de nada; así que habré perdido mi tiempo, pero si me quedo, no veo otro escenario posible que uno muy sangriento. Mis ansias están en un descontrol inmenso, y es tanta la tentación que necesito insertar mis colmillos cuanto antes. Puedo aprovechar que estoy solo con la bibliotecaria. Nadie se dará cuenta de que yo la asesinaré, pues no le he dicho a ninguno de los chicos a dónde me encuentro.

—Sí, quisiera... un libro... un libro de terror, el que usted quiera darme —comento, ya con la malicia apoderada de mi ser.

—¿De terror? —me consulta sorprendida, y creo que un poco asustada.

—Sí, es para una tarea... una tarea de Química —aclaro. Ella sigue mirándome con un poco de incertidumbre e incredulidad—. ¡El profesor Dössel y sus extrañas ocurrencias! —Finjo una risa—. Es sobre el comportamiento humano ante distintas emociones. Ya sabe que nuestra mente no reacciona de la misma forma si nos asustamos o nos divertimos mucho, y quiere que eso lo asociemos con las sustancias químicos.

—Bueno, hay muchos libros del género. —Grace se mira más tranquila—. Veamos cuál es de su agrado. Sígame por favor.

La bibliotecaria se encamina a los pasillos que están al fondo de la biblioteca, así que yo la sigo. Camino con una sonrisa diabólica dibujada en mis labios, sumiéndome en la profunda oscuridad que abunda en las profundidades del centro de lectura. Por fin hoy mis instintos tendrán acción. Ya hace mucho que no uso mis colmillos, y ya quiero probar esa deliciosa sensación de ensartarlos en algún cuello humano.

Grace empieza a rebuscar entre los estantes que contienen los libros de terror y toma uno por uno mientras observa sus títulos. Yo me encuentro a sus espaldas y la observo con detenimiento.

—¿Qué le parece éste?

Me muestra un libro color vino de tapa dura, en el cual puedo leer como título "El asesino secreto de Berlín", y bajo dichas palabras, una imagen de una silueta masculina en un callejón de la ciudad bajo la sombra nocturna. Ella no me vuelve a ver, ya que me lo enseña estando de espaldas, delante de mí, para seguir viendo los demás libros que hay.

—¿No tendrá uno que no se centre sólo en la ciudad de Berlín? —le digo, mirando su cuello con sadismo—. ¿Y que sea un poco más... sanguinario? —hablo maliciosamente.

Grace me mira con incomodidad.

—Es para que el miedo sea mayor. —Río con nerviosismo.

Ella accede con un poco de duda y continúa revisando los estantes y buscando un libro que esté acorde a lo que yo le pido.

—¿Qué tal este? —pregunta.

La bibliotecaria me muestra otro libro, nuevamente sin mirarme fijamente. Éste es de color gris y tiene como título: "Fantasmas en Alemania". Posee una silueta blanca de dicho ser en la carátula.

—¿No habrá otro que no se centre sólo en Alemania, sino en el mundo en general? —le consulto para tener más tiempo para fantasearme.

La oscuridad es nuestra fiel compañera en el frío pasillo de la biblioteca. Dos estantes llenos de libros nos resguardan y hacen que la luz artificial no ingrese en dicho sector. Empiezo a caminar lentamente hacia la nuca de la bibliotecaria dando pasos sigilosos. Tan sólo de pensar que mis dientes pronto estarán allí, me llena de ansias y hace que un poco de saliva se derrame de mi boca.

La mujer sigue buscando entre los estantes para encontrar un libro que sea de mi agrado, según ella. Se siente muy segura y confiada, pues no ha visto mi salvaje comportamiento, ni se ha percatado de que está apunto de morir.

—¡Creo que éste si le gustará! —exclama luego de exhalar.

Veo que forceja para sacar el libro del estante, ya que parece que está muy apretado. Me acerco a ella lo más que puedo y llevo mi nariz hacia su cuello y empiezo a olfatear con mucha tentación. Puedo oler su sangre viviente, la cual recorre por sus venas. Lo que más me encanta de todo esto es que pronto esa sangre estará derramándose en mi boca.

—¡Lo tengo! —exclama.

Grace me enseña un libro de un color tan rojo como la sangre. Se mira bastante antiguo, deteriorado y descuidado. Puedo observar distintos seres en la portada, como brujas, calabazas vivientes, hombres lobo... e inclusive vampiros.

—Se titula "El origen de Halloween" —pronuncia Grace, con una pizca de emoción.

La furia y el enojo invaden todo mi ser. Esa fecha no es para nada de mi agrado, y cada vez que oigo que alguien la nombra, mis impulsos entran en un descontrol incontrolable que me llevan a hacer cosas de las que después pueda arrepentirme. La bibliotecaria empieza a darse la vuelta para quedar frente a mí, al mismo tiempo que yo abro mi boca y dejo que mis colmillos sobresalgan para ensartarlos en su suave piel blanca.

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