[MarkSon] Niñero

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14/10/2020

En donde un Mark malhumorado -que no soporta los tontos disfraces, los dulces y la humanidad en general- se ve obligado a hacerle compañía a Jackson, el niño más escandaloso del mundo.

~Mark x Jackson.

》Advertencia: ninguna.

Comedia, crack. 

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.

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Mark adoraba a Jae Beom, era su mejor amigo, pero eso no le daba el derecho de hacerlo trabajar de la noche a la mañana sin su consentimiento. El maldito lo comprometió sin ningún aviso y ahora tenía que hacerla de niñero. 

Le habló a sus tíos sobre cuán responsable, educado y paciente era, lo cual es una reverenda mentira porque Mark siempre llega tarde, es indiferente y cortante, además de ser explosivo ante cualquier situación que perturbe su estado de ánimo por más insignificante que fuera. 

Todo el embrollo en el que estaba metido resultaba desfavorable, porque si se irritaba hasta la coronilla con las personas grandes, era peor cuando se trataba de niños. Mocosos, gritones y asquerosos niños. 

Y ese día tenía que cuidar precisamente de uno. 

Mark soltó un suspiro de resignación cuando divisó la casa de los tíos Lim desde la esquina. Miró la hora en su reloj, nueve en punto. Era la primera vez que llegaba a tiempo a un lugar donde lo hubieran citado. Antes de pararse frente a la puerta, se encargó de quitar polvo inexistente en su ropa y comprobó nuevamente si la vestimenta que llevaba podría considerarse decente. Jae Beom le había dicho que no podía mostrarse como un vago frente a sus tíos, así que la ropa holgada y cómoda de su guardarropa quedó descartada. Mark miró si sus botas negras seguían impecables y sacudió los pies por si se le había impregnado lodo durante al camino a la casa. Pantalón de mezclilla sin hoyos en las rodillas o muslos, camisa negra que no podía verse bajo un hoodie rosa con cordones morados, ocultó su cabello rebelde con una gorra del mismo color, así que no estaba tan mal. Era lo más decente que podría llevar considerando el estilo desaliñado que lo caracterizaba.

Inhaló profundamente, tocó el timbre de la casa y luego apretó los puños en un intento de controlar su inquietud. Pasaron diez segundos y nadie abrió, Mark se estaba conteniendo para no soltar patadas a la puerta. Justo cuando iba a gruñir y tirar la maceta de la entrada, la puerta se abrió y Mark cambió su expresión en un segundo, mostrando una sonrisa enorme y fingida que siempre pasaba desapercibida para su familia.

—Buenos días señora, soy Mark.

Se encargó de usar un tono alegre, como si en verdad estuviera emocionado por cuidar a un mocoso durante todo el día.

Jae Beom le advirtió que le harían preguntas antes de permitirle entrar, pero la señora vio una expresión amable en su rostro con toques de inocencia y generosidad, o eso fue lo que el color rosa había reflejado en su persona. No era tonto, se tomó la molestia de investigar exhaustivamente el significado de los colores para ver cuál le convenía usar ese día, así como también había practicado sus expresiones de chico bueno frente al espejo.

—Hola, Mark. Adelante. Llegaste justo a tiempo.—la señora usaba un vestido largo de tiras pequeñas y unas sandalias con brillos, tenía una cabellera lacia y pulcramente peinada que caía con gracia hasta su cintura. Él se había imaginado que la tía de Jae Beom sería una señora gorda pero ante él se presentaba una mujer sacada de los cuentos de princesas que leía durante la primaria. Mark tuvo una clase de flechazo instantáneo con ella. Lucía exactamente igual a la mamá de Jae Beom, por quien desarrolló el mismo flechazo desde niño.—Jae Beom no me dijo que eras un chico muy adorable.

Y también se escuchaba como la mamá de Jae Beom.

La señora comenzó a explicarle paso a paso lo que debía hacer, más que nada vigilar al niño y mantener cerrado el gabinete donde guardaba las golosinas que iba a repartir esa noche de brujas.

Tampoco tuvo problema cuando el esposo de la tía se presentó y comenzó con el mismo bla bla bla.

En fin, agradables personas que no lo irritaron demasiado.

—Espero que puedas soportar a mi hijo. Es un niño muy extrovertido.

—No se preocupe, señor. Adoro cuidar a los niños.— mintió. Todo sea por la buena paga que vendría después.

—Me tranquiliza saber que tienes experiencia en esto.

—Así es.— ahí escapó una mentira más. —No es la primera vez que me hago cargo de un niño.

Alabados sean sus dones de actuación. Maldito sea Jae Beom por haberle hecho pasar de niñero.

—Dejé dinero en el segundo cajón, la comida está lista, sólo tendrás que ponerla en el microondas.— dijo el señor mientras tomaba las llaves de la casa y el auto. —Nuestros números están escritos en un post it pegado al refrigerador, por cualquier cosa.— bien, Mark iba a tenerlo en cuenta para evitar hacer llamadas innecesarias.—Él aún está durmiendo, pero procura despertarlo para comer. Siempre desayuna a las diez.

—¿No se levanta por su cuenta?

—Aveces sí, otras no.—declaró la mamá.—  Es un poco flojo.—Mark se alivió momentáneamente, si no hacía ruido puede que el niño no se despertara hasta más tarde y así no tendría que lidiar tanto con él.—Por favor, recuérdale que tiene que alimentar a Batman y a Robin.— dijo señalando hacia una pecera mediana en la mesa.

—No se preocupe, me encargaré de todo.

Comenzaba a creer que todo iba a salir bien. Lo mantendría entretenido con la televisión o sus juguetes.

—Jackson está muy emocionado por tener a alguien que lo acompañe a pedir dulces. Espero que se diviertan mucho comprando sus disfraces.— canturreó la señora antes de salir y dejarlo solo con el niño, Batman y Robin.

¿Jackson? Seguramente era el nombre del mocoso.

¿Pedir dulces? Eso sólo lo hacían los niños. ¡Él ya no era uno!

¿Comprar? Jae Beom no mencionó nada de hacer mandados.

¿Disfraces? Tampoco le dijo que tendría que ponerse un molesto disfraz como parte del trabajo.

Inmediatamente sacó su teléfono del bolsillo y marcó a Jae Beom. Tenía que gritarle a alguien y el malnacido de su mejor amigo se lo había ganado muy bien.

—¿Sí?

—¡Me dijiste que sólo iba a cuidar a tu primito!

—Y eso es lo que tienes que hacer.

—¡No mencionaste nada de comprar disfraces y acompañarlo a pedir dulces!

—Ah, eso. Creí que ya sabías. Es Halloween.—dijo con obviedad. —Todos salen a pedir dulces.

—Ya sé que es Halloween, idiota.— la irritación se hizo evidente en su voz. Escuchó suspirar a Jae Beom a través de la línea y Mark se lo imaginaba de brazos cruzados, negando ante su actitud volátil de siempre.

—Sólo será esta vez.

—¿Por qué no lo acompañas tú?— preguntó mientras metía el dedo a la pecera y jugaba ociososamente con los pececitos.—No es mi primo, es tuyo.

—Estoy ocupado, Mark.

—No te creo.

—Hablo en serio. Si no fuera así yo estaría cuidando de él. Todos los años salgo a pedir dulces con él, pregúntale.

—Qué bebé.— se mofó de Jae Beom.

—Cállate grandote, que hoy tú también serás un bebé.— Mark se mordió los labios y apretó el teléfono en su mano. No debía lanzarlo, éste recién lo consiguió luego de haber destruido el anterior. Sí, él se enojaba con mucha facilidad y reaccionaba de manera exagerada. Estaba trabajando en eso. —Ve el lado positivo, tendrás dulces gratis.

Como si eso compensara todo lo que tendría que hacer.

Los peces se escondieron cuando Mark dejó de remojar el dedo en la pecera, no quería tirarla por accidente y ser el culpable de la muerte de las mascotas preciadas de la casa.

—Me voy a vengar de ti.

—De nada, Mark.— dicho esto, el chico colgó.

Sintió como hervía por dentro. En un arrebato -como esos que siempre tenía- se quitó la gorra y la lanzó al suelo ocasionando que sus rulos semi largos salieran desordenados sobre sus ojos. Difícilmente pudo ver su reflejo en la casita donde Batman y Robin nadaban a gusto, pero bien sabía que su cara estaba tensa al igual que su cuerpo.

—Mierda.

Era absurdo, él mismo sabía que estar molesto por ese motivo con Jae Beom quizás era de lo más infantil. Pero Mark no podía evitarlo, apenas estaba aprendiendo a controlar su fuertes emociones.

Ya, Mark. Recuerda lo que dijo la terapeuta.

Cerró los ojos y pensó en su mamá, en rebanadas de pizza, su querido perro Milo, en las tartas de manzana de la abuela, en Jae Beom... Cosas que lo hacían feliz.

Abrió los ojos después de inhalar varias veces, con pesar levantó la gorra del suelo y cubrió sus alborotados cabellos con ella.

Bien, primero lo primero. No debía importunar el sueño de su niño.

Ugh, Mark tembló ante esas palabras en su cabeza.

En contra de todas las indicaciones que le habían dado acerca de que el niño no debía quedarse en cama, creyó que sería bueno -para él- dejar que el niño durmiera horas y horas.

Se dio la vuelta con intención de ir hacia el sofá y pasar todo el día en él, no esperó encontrarse unos grandes y brillantes ojos marrones, llenos de curiosidad. El niño lo miró con asombro al verse descubierto desde su escondite, pero no hizo el ademán de huir, aunque tampoco parecía querer acercarse.

¿No había dicho el papá que el niño era extrovertido? ¿Por qué seguía ahí?

¿Será que lo había visto descontrolado? Mark sintió una corriente de preocupación al imaginar que pudiera decirle a sus padre y entonces, adiós Mark y olvídate del dinero.

—Hola.— dijo con cautela, porque aún no estaba seguro de lo que el chico había visto.

Sin embargo, se arrepintió de inmediato después de haber hablado, porque Mark recibió una enorme sonrisa a través de la cual pudo ver que le hacía falta un diente.

—¡Hola, soy Jackson!

Sus oídos aún retumbaban luego del saludo-grito. No quería ni pensar en lo que le esperaba el resto del día.

Piensa en la paga, Mark. Piensa en la maravillosa paga.

.

.

.

Al final de cuentas el pequeño de seis años resultó el ser humano más extrovertido con el que ha tenido que lidiar. No tuvo tantas complicaciones al principio, Mark lo sentó a desayunar junto a Batman y Robin, durante ese tiempo el castaño se mantuvo entretenido con su comida y contrario a lo que pensó, Jackson no hizo desastre en la cocina. 

Verificó que se cepillara los dientes y que se lavara muy bien las manos después de haber usado el inodoro. Afortunadamente Jackson sabía hacer las cosas por su cuenta, él sólo tuvo que estar ahí para checar que lo hiciera correctamente.

Sin embargo, pareciera que después de comer hubiera recargado batería al doscientos por ciento, fue ahí cuando comenzó el martirio. Se la pasó brincando de lado a lado como si tuviera resortes en los pies, las estrellas de rock pesado quedaban en ridículo al comparar sus gritos con los del menor, corría tan rápido por todas partes que a Mark se le hacía imposible mantener la vista en él. Fue una completa locura, el adolescente supo que a ese paso iba a quedar completamente loco para el final del día.

Por fortuna, las aguas se calmaron, Jackson lo llevó de la mano hasta su recámara y pidió que jugara videojuegos con él. Eso no estuvo tan mal, incluso cuando se trató de un juego de carreras con cochecitos. Mark adoraba los videojuegos, los de pelea y matar zombies habían sido sus favoritos pero después de que la terapeuta le recomendara los menos violentos, Mark decidió dejar por su cuenta aquellos. No se le prohibió jugarlos, simplemente se había dado cuenta que llegaba a frustrarse demasiado con ellos, tenía en mente regresar a los zombies y peleas una vez que supiera controlarse mejor. 

Se mantuvo sentado con Jackson durante horas y solamente se pusieron de pie cuando el trasero del niño comenzó a acalambrarse. Fue divertido verle caminar como un pingüino hasta el momento en el que finalmente recuperó la movilidad de las piernas.

Mark tenía que darle crédito por sus acciones graciosas, incluyendo las que no hacía intencionalmente. Oh, y ni hablar de las preguntas.

Jackson lo llenó de toda clase de cuestionamientos e inclusive cuando se portaba cortante con él, no paraba de hablar y hablar, las palabras le fluían igual que una cascada. Después de pensarlo un rato, se dio cuenta que fue un bobo al esperar que Jackson pudiera entender su comportamiento distante, un niño de seis difícilmente se daría cuenta de sus respuestas sarcásticas y el significado de ellas.

—¿Cómo te llamas?

—Mark.

—Mi nombre se deletrea así: Jack-son. ¿Cómo deletreas el tuyo?

—M-a-r-k.

—Wow, deletreas muy bien.— ¿Qué sabía Jackson sobre deletreo? Ni siquiera podía deletrear su propio nombre. —¿Dónde vives? Mi mamá dice que no debes decirlo a los extraños pero me puedes decir a mi, no le diré a nadie.

Mark le respondió con su dirección verdadera, de todas maneras no creía que Jackson pudiera recordar las calles y cruzamientos. Le había hecho gracia su expresión seria, sabiendo que el menor estaba tratando de imaginarse cómo era el vecindario donde vivía.

¿Tienes mascotas? Sabes lo que es una mascota, ¿verdad? Son animalitos que cuidas, cualquier animalito. Pueden ser aves, perros, gatos, caballos, jirafas y ballenas.

Mark se había encargado de hacerle ver la diferencia entre animales que se podían tener en casa y las que no, aunque Jackson entristeció porque nunca podría tener un león, entendió los motivos. También le enseñó cómo deletrear correctamente su nombre y el pequeño Jackson saltó muy contento cuando de los labios de Mark salió: J-a-c-k-s-o-n.

No supo qué fue lo que hizo que el menor se quedara pegado a él y no quisiera soltarlo para nada. Se había aferrado a sus manos o sus piernas cuando tenía que ir a la cocina o a otro lugar de la casa y en esos momentos se encontraba sentado con él en el sofá, con Jackson apretándolo en una especie de abrazo mientras veían unos dibujos animados.

Todo marchaba bien hasta que...

—Mark, ¿a qué hora vamos a comprar los disfraces?

Cierto, los malditos disfraces. No había tenido la intención de olvidarlos. Estaba demasiado cómodo en ese sofá, aún con Jackson aplastándolo, pero sería muy cruel de su parte no llevarlo a conseguir los dulces que quería. Con esos ojos de cachorro, el niño lo miraba expectante por una respuesta.

—¿Por qué no te lo compraron antes?

—Jae Beom lo hace siempre, pero no pudo esta vez. — el castaño se levantó de un salto y sujetó la manga de su hoddie con sus pequeños dedos. —Vamos, Mark. No quiero quedarme sin dulces, quiero ganar el concurso.

—¿Concurso?

—¡Sí! El que tenga más dulces gana un premio. Yo quiero ganar, Mark. Porfis, porfis, porfis, porfis...

Jackson comenzó a saltar alrededor de la sala y no fue hasta ese momento que se percató de su vestimenta. Seguía con la pijama y aún no se había bañado, pero no podían perder tiempo en la bañera, dentro de poco cerrarían las tiendas por ser "noche de brujas". Podría bañarse cuando llegaran a la casa nuevamente.

—Ve por un suéter.

.

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Salieron de la casa con un Jackson recién bañado, que presumía su disfraz de Batman al perro del vecino.

Haber ido de la mano con el niño fue una mala idea, pero no tuvo opción. En todo el camino hacia la tienda de disfraces más cercana que encontró en Google Maps, estuvo con el corazón acelerado, sintiendo preocupación por si Jackson salía corriendo de la nada o si lo soltaba por accidente y se perdía entre el gentío que comenzaba a incrementar con el paso de los minutos.

Era de esperar que terminara irritado por el ruido y las molestas personas que chocaban ligeramente con él, Mark tuvo que morder sus labios para que no se le escaparan insultos, todo para evitar que Jackson pudiera aprender esas palabras.
Le quedó muy claro que lo había visto haciendo una rabieta en la sala ya que el niño salió preguntando de manera repentina:

¿Qué es mierda?

Esa había sido su pregunta favorita.

El tiempo corría y el sol estaba mostrando sus últimos rayos. El maldito concurso empezaba pronto y aún faltaba registrar al menor, así que cuando llegaron a la tienda, Mark se encargó de escoger los disfraces en menos de cinco minutos.

El niño fue terriblemente castroso en insistir que debían tener el mismo disfraz. Mark iba a escoger un simple antifaz, pero cuando se dio cuenta que Jackson iba a cambiar el suyo por un antifaz como el de Mark, se resignó al ostentoso traje de Batman, aunque le dejó en claro que no se pondría esa cosa negra en la cabeza.

Estuvo a punto de llegar a su límite cuando un mocoso se acercó a tomar el disfraz que Jackson dejó sobre un montón de máscaras. Por fortuna, la madre de aquél no estaba presente cuando Mark se lo arrebató de las manos.

Pagó con los billetes que le dejó el papá de Jack y salieron corriendo hacia la casa. Estuvo a punto de chocar con un bote de basura, Jackson pisó un chicle y ambos se quedaron atorados entre la gente cuando cruzaron la calle.

Su capacidad para mantenerse sereno se vio cuestionada cientos de veces en lo que terminaban de vestirse, el niño se puso el traje al revés y eso causó que cayera de cara contra el suelo. Mark se espantó muchísimo, por un momento pensó que a Jackson se le había caído otro diente, pero suspiró con alivio al ver ese único hoyito en su sonrisa.

—Jackson, deja de mostrar tu disfraz al perro. Vámonos.

—Sí, Markie.— el niño corrió estirando su capa y se colgó del brazo de su niñero. Al mayor ya no le importaba el contacto que mantenía, se había acostumbrado rápidamente a mantener su pequeña mano entrelazada con la suya.

A tres casas de distancia, se encontraba una mujer sentada frente a una mesa que obviamente había sacado de su pórtico. Ella anotaba los nombres de los que iban a participar y les daba un número que tenían que pegar en su disfraz.

—Hola, ¿tú eres el nuevo niñero de Jackson?— preguntó un chico con orejas de gato que cargaba a un niño de unos dos aproximadamente, mientras sostenía de la mano a otro que aparentaba tener la edad de Jackson.

—Supongo que sí.

—Vaya, haz de ser muy paciente. Los anteriores no duraron ni medio día.— bueno, Mark sabía muy bien por qué, sin embargo le asombró saber que él -un tipo con problemas de ira- pudo sobrellevarlo mejor que cualquier persona normal.—Soy JinYoung. Él es YoungJae— dijo señalando al pequeño fantasma que se escondía detrás de sus piernas.— Y ésta adorable calabaza es YuGyeom.

—Soy Mark.— como el chico se había presentado, se vio en la obligación de hacerlo.—¿Él va a participar en el concurso?

Mark quería saber si esos tres iban a ser sus aliados o sus enemigos.

—No quiso hacerlo por más que insistí. Una lástima, yo sí quería hacerlo.— el pelinegro hizo una mueca pero después lo miró sonriendo.— ¿No quieres que te ayudemos?

—Claro, nos vendría bien.

—A YuGyeom le encanta ayudar, ¿no es así, Gyeomie?— el niño se chupó el dedo y después negó un par de veces.—Él dice que sí.

—A mi me pareció que dijo no.

—Se confunde. Cuando quiere decir sí, mueve la cabeza de lado a lado, y cuando asiente, en realidad quiere decir no.

—¿Tiene dos?

—Tiene tres. Estoy seguro que aprenderá a diferenciar el sí y no muy pronto.

—¡Mark! ¡Mark!— Jackson corrió hasta dónde estaban los dos niñeros y señaló un pequeño panfleto.—Si gano me darán dinero.

—¿Cuánto?— ahora ese concurso le interesaba más que antes.

—Un dólar.

¿Un jodido dólar? Mark esperaba que fuera por cada dulce.

—Déjame ver eso.

De acuerdo, era muy evidente que además de tener problemas para deletrear, Jackson también tenía problemas con los números.

—Son cien dólares, no uno.

—¿Cien? ¿Cuánto es eso?

—Cien es más que uno.— respondió JinYoung por él. Aunque se escuchó tonto, era simple y concreto, una respuesta excelente para un niño.

—¡Genial! Podré comprar un león de peluche.

—Entonces es mejor que empecemos.— JinYoung bajó al nene calabaza y miró su reloj.—Tenemos una hora para juntar todos esos dulces.

Apenas escuchó eso, Jackson tomó al tal YoungJae de la mano y salió disparado hacia la primera casa. Mark se encargaba de llevar la cuenta de dulces así como lanzar miradas amenazantes a los que tenían la intención de cerrar la puerta. Rápidamente llenaron dos bolsas con paletas y caramelos en su mayoría, aunque también podía verse uno que otro chocolatito y goma de mascar.

Parecía que todo iba bien, las bolsas pesaban lo suficiente como para hacerle saber a Mark que tenían esos cien dólares asegurados.

Muy en el fondo, el adolescente se estaba divirtiendo y el hecho de estar fuera logró quitarle el estrés que acumuló a la hora de ir por los disfraces. Ya podía entender por qué Jae Beom acompañaba a su primito cada año, era relajante y entretenido.

Cuando regresara a su casa se iba a encargar de llamar a Jae Beom para ofrecerle una disculpa.

—Mark.— YoungJae le tomó de la capa negra y comenzó a llevarlo a otra parte. —Algo le pasó a Jackson.

Tal vez se ha caído. Pensó.

Pero no fue así. Al doblar la esquina, Jackson apareció frotando sus ojos mientras salía corriendo del jardín de una casa decorada con telarañas y lámparas de calavera.

—¿Qué tienes, Jack?

—Ese niño me quitó mis dulces.— dijo señalando a un panzón vestido de momia que llevaba la bolsa de Jackson como si fuera suya.

—Hey, tú. Ven acá.

El mayor comenzó a perseguir a la bola de papel durante varios minutos, pero fue imposible, el idiota corrió bastante rápido. No pudo alcanzarlo. Con la respiración irregular, Mark se vio obligado a detenerse, no le quedó más que verle rebotar la panza mientras huía con la bolsa que les robó. —¡Espero que revientes, mocoso obeso!

Lanzó un suspiro agotado y cerró los ojos. Se sentía mal por no haber recuperado los dulces, no podía ni imaginarse la tristeza de Jackson cuando viera sus manos vacías.

Se tomó su tiempo en regresar con los niños, ya que además de no querer ver a al pequeño Batman desilusionado, la persecución le drenó toda la energía.

Cuando llegó por fin, JinYoung estaba dándole palmaditas a Jackson en la espalda, haciendo un gran intento por calmarlo. YoungJae lo alentaba con sus palabras amigables y YuGyeom los veía sin saber qué es lo que pasaba.

—Lo siento, Jack. No pude alcanzarlo.

El niño se aferró con fuerza a sus piernas y musitó con la voz temblorosa —Mark, yo quería ganar.

Mark hablaba en serio cuando decía que no soportaba a los niños, pero ese día junto al castaño fue más que suficiente para hacerle sentir apego por el chiquillo.
Había sido escandaloso e irritante, pero era un buen niño. Quizás ninguno de los niñeros anteriores pudo verlo, pero él sí.

Su corazón se apretó en su pecho al ver unas lágrimas diminutas que bajaban por sus mejillas manchadas del chocolate que JinYoung le dio para ponerlo contento, cosa que no había funcionado del todo.

—Lo sé, Jack.— dijo acariciando su cabeza.— No llores, aún puedes ganar. JinYoung tiene una bolsa para ti.

—Sí, mira. YuGyeom y yo recolectamos todos estos dulces para dártelos.

Eso detuvo su llanto pero no lo animó por completo. Incluso cuando llevaron las bolsas a la mesa de la señora para poder pesarlas y ésta les dijo que se habían ganado los cien dólares.

JinYoung y sus niños se habían ido a su casa. Se habían asegurado de devolver los dulces que YuGyeom juntó arduamente, y el mini Batman repartió el dinero con sus amiguitos porque el primer lugar se había alcanzado gracias al trabajo en equipo.

—¿Por qué sigues triste? ¡Ganaste!

En esos instantes, se encontraban caminando sin apuro en la acera. Todos habían regresado con sus padres, sólo se podía ver a unos pocos que también comenzaban a tomar camino hacia sus hogares.

—Estoy feliz. —Mark sabía que esos ojos apagados no reflejaban lo que Jackson decía.

—¿Pasa algo?— preguntó deteniéndose en la puerta de la casa. —¿Ese niño te dijo algo?

Mark sintió ese familiar cosquilleo de enojo al escuchar su respuesta.

—Dijo que te vas a ir. Que no volverás a cuidarme porque no me quieres. Eso no es cierto, ¿verdad, Mark?

Si Mark volvía a ver a ese panzón se iba a encargar de darle un golpe en la cabeza, no importaba si la terapeuta o su mamá le reclamaban por ello.

—No me voy a ir, Jackson. Yo soy tu niñero y mi responsabilidad es cuidarte.

—Pero te quedas porque me quieres, ¿cierto?

—Así es. Me quedo porque te quiero.

Mark se sintió aliviado al ver esa sonrisa chimuela que lo caracterizaba. Él también sonrió feliz de haber aceptado el puesto y convertirse oficialmente en el niñero de Jackson.

Mark tenía al niño en sus brazos cuando entraron a la casa. La mamá del castaño los saludó y se vio sorprendida por ver que su hijo no pensaba soltar a Mark.

—¿Regresas la próxima semana?— preguntó.

Jae Beom lo comprometió sin aviso, pero al final resultó grandioso para Mark. Se levantó temprano, llegó a tiempo y supo controlar sus emociones, todo en esa misma tarde.

No fue difícil responder, Mark lo decidió antes de entrar por la puerta.

—Por supuesto.

La paga iba a ser buena, pero él mismo sabía que el motivo de trabajar para los tíos de Jae Beom no era el dinero, sino el chiquillo de seis años que lo abrazaba con fuerza.

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Y aquí volvemos a las historias Halloweenezcas.

Éste año decidí iniciar con algo ligero antes de entrar a lo sangriento.

Si quieres alguna temática y couple en especial, déjalo aquí. También me servirá demasiado, esta vez tengo muy pocas historias en la cabeza.

Sin más que agregar, nos leemos en la siguiente.

¡Booo!

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