━ seven: mischief managed

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CHAPTER SEVEN
MISCHIEF MANAGED

✪ ✪ ✪ ✪ ✪ ✪ ✪ ✪

HABÍA TOMADO UN par de horas y un sinfín de intentos de soborno antes de que los tres actualmente en posesión del mapa del merodeador aceptaran colectivamente que ya era hora de entregarlo. Habían llorado en él, lo habían abrazado, anotado todos los pasadizos en caso de que se les olvidaran y no pudiera tener el mapa de nuevo, hasta que los tres estuvieron completamente felices para darle el mapa al siguiente.

Harry.

Briar se había dado cuenta de que era lo que tenía que suceder después de visitar a Sirius y que él dijera aquellas bromas acerca de que sus hijos lo tendrían. Harry debía ser capaz de utilizarlo, sobre todo porque Briar se aprendió todos los caminos como las líneas de su mano. Sería egoísta que se lo quedaran ella y los gemelos. Así qué, en la cena, Briar sugirió la idea. Las siguientes dos horas dieron lugar a que estuvieran de acuerdo, entonces uno se sentía inseguro, y luego de acuerdo, otra vez inseguro, de acuerdo, una vez más inseguro y el ciclo se repitió hasta llegar a los pros y los contras y se dieron cuenta de que los "contra" no se podían comparar con la lista de los "pros."

Briar, Fred y George estaban planeando darle el mapa a Harry una vez que estuviera solo. Ron criticaría el mapa ("Él no lo entiende, él simplemente no entiendo cómo esto es más que un elemento perturbador, no va a entender a los merodeadores.") y Hermione se lo llevaría para inspeccionarlo ("Sin duda, le pediré a tu madre, o algún maestro, y que lo confisque. Sangre, sudor y lágrimas de Filch serán derramados por conseguir este mapa.") por lo que, estaban esperando el momento adecuado para dárselo. El confeti estaba en alerta.

La noche del viernes, Briar, Fred y George habían hablado de cómo entregárselo en la sala común, pero negaron con rapidez ya que el mapa era un secreto de esos que eran dignos de guardar. Briar todavía estaba orgullosa de que uno de sus padres hubiera sido uno de los creadores del mapa.

Sin embargo, rápidamente se dio cuenta aquella mañana, que el viaje a Hogsmeade era hoy, y que Harry se quedaría solo. Ya empezaba diciembre y Ron y Hermione habían hablando sobre los regalos de Navidad en el Comedor durante el desayuno.

Los tres se habían escondido detrás de una de las estatuas del pasillo. Briar miró por encima de su hombro, donde George susurró que había visto a Harry, y los tres asomaron la cabeza desde detrás de la estatua—¡Pss, Harry!

Harry se dio la vuelta. El hábito de esconderse cada vez que alguien miraba en la dirección estaba temporalmente en pausa—¿Qué hacéis? —preguntó Harry—. ¿Cómo es que no estáis camino de Hogsmeade?

—Hemos venido a darte un poco de alegría antes de irnos —dijo Fred. Las cejas de Briar se fruncieron ante la elección de sus palabras—. Entra aquí...

Briar se frotó las sienes mientras caminaba—Fuera contexto, eso ha sonado mal —suspiró para sí misma—. Pensará que somos extraños.

Los cuatro entraron en un aula vacía. Briar era todavía consciente de la elección de palabras. Se puso de pie cerca de la puerta, en caso de que un profesor entrara y cuestionó el mapa, sobre todo porque había desaparecido misteriosamente del despacho de Filch hace unos años.

—Un regalo navideño por adelantado, Harry.

—O de cumpleaños —dijo Briar, rodando los ojos. Los tres chicos fruncieron el ceño—. Tu cumpleaños es a mediados de invierno, ¿verdad? —Harry negó con la cabeza. Briar no entendía porque se había sentido mal. Por lo general, ella recordaba esas cosas y predecir incluso el momento del nacimiento—. Ah, pero... um, sí, lo que sea, no importa...

Fred sacó el mapa del merodeador y lo puso en una mesa y Briar abandonó su puesto en la puerta. Ella sonrió ante la confusión en el rostro de Harry, pero la súbita comprensión de que él hubiera conocido todo sobre el mapa, si sus padres no estuvieran muertos, causó que Briar se sintiera mal por la sonrisa en primer lugar.

—¿Qué es?

—Eso, Harry —dijo George—, es el secreto de nuestro éxito.

—Y el hecho de que uno de nosotros pueda predecir el futuro —dijo Fred. Briar se sentía orgullosa—. Anoche llegamos a la conclusión de que tú lo necesitas más que nosotros.

George dijo—De todas formas, nos lo sabemos de memoria.

Briar añadió—Y hemos anotado todos los pasadizos en caso de que tengamos amnesia contagiosa.

—Tuyo es —dijo George—. A nosotros ya no nos hace falta.

Dejando escapar un dulce suspiro, Briar dijo—Hay que dejar libre las cosas que amas.

Briar estaba a punto de poner de dar un paso y darle a Harry el mapa, pero Harry todavía se veía confundido. Su mirada pasó de Briar a Fred y a George, como si estuviera esperando que alguno de ellos le dijera que era una broma—¿Y para qué necesito un pergamino viejo? —dijo Harry.

—¡Un pergamino viejo! —exclamó Fred. Hizo una mueca y colocó la cabeza en la parte superior de la de Briar, cómo si se estuviera protegiendo del pensamiento—. Explicádselo, George, Briar.

George y Briar intercambiaron miradas. Briar alzó las cejas—Bueno, cuando estábamos en primer año, Harry... cuando éramos jóvenes, despreocupados e inocentes...

—... muy poco conscientes de los pasadizos, de los trucos muggles tan maravillosos —continuó Briar, puso una mano en su corazón—. Tan inocentes, tan despreocupados. Desconocíamos el más allá...

Harry resopló. Briar sonrió.

—Bueno, más inocentes de lo que somos ahora —dijo George—, tuvimos un pequeño problema con Filch.

—Tiramos una bomba fétida en el pasillo y se molestó.

—Así que nos llevó a su despacho y empezó a amenazarnos con el habitual...

—... castigo...

—... de descuartizamiento...

—... y fue inevitable que viéramos en uno de sus archivadores un cajón en que ponía «Confiscado y altamente peligroso».

Harry comenzó a sonreír y dijo—No me digáis...

—Bueno, ¿qué habrías hecho tú? —preguntó Fred. En ese momento, había levantado la cabeza, para gran felicidad de Briar—. George se encargó de distraerlo lanzando otra bomba fétida, yo abrí a toda prisa y cajón y cogí... esto.

Briar dio un paso hacia delante y extendió sus brazos, y con orgullo modeló el pergamino—No fue tan malo como parece —dijo George—. Creemos que Filch no sabía utilizarlo. Probablemente sospechaba lo que era, porque si no, no lo habría confiscado.

Ella rió para sí misma—Bueno, teniendo en cuenta a quién se lo quitó.

Fred y George rieron. Briar continuó sonriendo. Ellos no lo entendían. Su propia broma la hacía feliz.

—¿Y sabéis utilizarlo?

—Sí —dijo Fred—. Esta pequeña maravilla nos ha enseñado más que todos los profesores del colegio.

Briar estrechó sus ojos hacia él—Con la excepción de los maravillosos profesores que me hicieron.

—Sí, excepto ellos —murmuró él.

Harry todavía miraba el trozo de pergamino—Me estáis tomando el pelo.

—¿Ah, sí? —dijo George—. Briar, haz los honores.

—Oh, no tenías que haber preguntado, Georgie —dijo Briar. Sacó su varita y, sonriendo alegremente, tocó el pergamino con ella—. Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.

El pergamino entró a la vida, diferentes líneas de tinta empezaron a crear el mapa. La sonrisa en el rostro de ella se triplicó en tamaño con la escritura y vio el apodo de su padre en la parte superior.

LOS SEÑORES LUNÁTICO, COLAGUSANO, CANUTO Y CORNAMENTA

PROVEEDORES DE ARTÍCULOS PARA MAGOS TRAVIESOS ESTÁN ORGULLOSOS DE PRESENTAR

EL MAPA DEL MERODEADOR

La maravilla y el asombro lavaron el rostro de Harry mientras los otros tres compartían expresiones de orgullo. Diferentes etiquetas para diferentes personas que aparecían en el mapa. En el aula de Defensa Contra las Artes Oscuras había dos etiquetas que decían LUNÁTICO y PRÍNCIPE, y Briar apartó la mirada torpemente.

—Exactamente a Hogsmeade —dijo Fred, su dedo indice recorría cada uno de los pasadizos—. Hay siete en total. Ahora bien, Filch conoce estos cuatro. Pero nosotros estamos seguros de que nadie más conoce estos otros. Olvídate de éste de detrás del espejo de la cuarta planta. Lo hemos utilizado hasta el invierno pasado, pero ahora está completamente bloqueado. Y en cuanto a éste, no creemos que nadie lo haya utilizado nunca, porque el sauce boxeador está plantado justo en la entrada.

La sonrisa de Briar se desvaneció por un momento. Miró el reloj de la pared y se preguntó a que hora irían a Hogsmeade una vez que llegaron allí. Esa mañana, corrió hacia su padre y le explicó el plan, ya que ella pensó que se sentiría mejor si lo supiera.

—Pero éste de aquí lleva directamente al sótano de Honeydukes. Lo hemos atravesado montones de veces. Y la entrada está al lado mismo de esta aula, como quizás hayas notado, en la joroba de la bruja tuerta.

—Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta —dijo George—. Les debemos tanto...

Briar sonrió—Yo diría que les debo mi vida.

—Hombres nobles —dijo Fred—. Que trabajaron sin descanso para ayudar a una generación de quebrantadores de la ley

—Su legado vive —dijo Briar—. A través de mapas, posibles hijos...

Fred declaró—Sí alguno de ellos tiene una hija, me casaré con ella.

Briar parecía absolutamente y completamente horrorizada. Harry había parecido notar la expresión en su cara, pero Briar se dio cuenta de que él iba a interpretarlo como algo más, lo que provocó a Briar pánico a nivel interno.

—Bueno, es decir —dijo ella—, ve a por ello.

El tono en su voz no parecía ayudar en absoluto. Briar sintió como se ocultaba detrás de su pelo, antes de que sus mejillas se pusieran rojas.

—Bien —añadió George—, no olvides borrarlo después de haberlo utilizado...

—... de lo contrario, cualquiera podría leerlo —dijo Fred.

Briar dijo—No tienes más que tocarlo con la varita y decir, travesura realizada, y se quedará en blanco.

—Así que, joven Harry —dijo Fred. Puso una cara y una voz diferentes, tratando de imitar a Percy. Briar y George rieron—. Pórtate bien.

—Nos veremos en Honeydukes —dijo George.

Los tres se marcharon, los gemelos sonreían y Briar miraba por encima del hombro para despedirse de Harry, un hijo de un merodeador a otro. El resorte de su paso se quedó con ella, incluso cuando vio a sus padres caminar hacia la oficina de Dumbledore y Briar hizo todo lo posible para enviarle un pulgar hacia arriba sin que los gemelos y Laurel se dieran cuenta.

(Sin embargo, Laurel se dio cuenta.)

(Claro que se dio cuenta.)

(Briar no debió haber incluido tratar de evitar a su madre.)

Pasaron a Harry, Ron y Hermione, ya que entraron en Honeydukes. Briar se cruzó de brazos, viendo el cartel que había pegado en la puerta de Honeydukes. Se aferró a la manga de George para detenerlo, durante el tiempo suficiente para que pudiera murmurar—Os veo en un minuto.

—Diviértete —dijo George.

—Oh, lo haré —murmuró ella.

POR ORDEN DEL MINISTERIO DE MAGIA

Se recuerda a los clientes que hasta nuevo aviso los dementores patrullarán las calles cada noche después de la puesta de sol. Se ha tomado esta medida pensando en la seguridad de los habitantes de Hogsmeade y se levantará tras la captura de Sirius Black. Es aconsejable, por lo tanto, que los ciudadanos finalicen sus compras mucho antes de que se haga de noche.

¡Felices Pascuas!

—Es el peor anuncio de Navidad que vi en mi vida —dijo Briar mirando a Hermione. Ella mantuvo el ceño fruncido cuando oyó hablar a Ron, el trío estaba interesado por el anuncio—. No se puede tener felicidad sin locura.

—¿Lo veis? —dijo Ron en voz baja—. Me gustaría ver a Black tratando de entrar en Honeydukes con los dementores por todo el pueblo. De cualquier forma, Hermione, los propietarios de Honeydukes lo oirían entrar, ¿no? Viven encima de la tienda.

—Sí, pero... —parecía que Hermione se esforzaba por hallar nuevas objeciones. Miró a Briar en busca de ayuda, pero parecía como si hubiera recordado algo y se volvió hacia Ron y Harry. Briar frunció el ceño—. Mira, a pesar de lo que digas, Harry no debería venir a Hogsmeade porque no tiene autorización. ¡Si alguien lo descubre se verá en un grave aprieto! Y todavía no ha anochecido: ¿qué ocurriría si Sirius Black apareciera hoy? ¿Si apareciera ahora?

—Pues que las pasaría moradas para localizar aquí a Harry —dijo Ron, señalando con la cabeza la nieve densa. Briar rodó los ojos, dándoles la espalda para comprar algunos dulces que recordó que su padre había dicho que le gustaban a Sirius. Sirius no dañaría a Harry. Lo peor que haría para dañarle sería abrazarlo con mucha fuerza. Pero, en realidad, eso era bueno—. Vamos, Hermione, es Navidad. Harry se merece un descanso.

Briar sonrió para sí misma, tomando muchos chocolates que a Sirius le gustaban. Había una canción que ella soñaba con un título en torno a esas líneas. Ella continuó caminando, tarareando una canción del futuro de Broadway mientras se dirigía hacia Fred y George.

—Une, deux, trois, quatre, cinq...

✪ ✪ ✪ ✪

Briar y Angelina habían escrito sus tarjetas de Navidad y envolvieron los regalos en uno de los sofás de la sala común. En el otro extremo de la sala, los gemelos y un par de sexto año estaban tratando de hacer que el gramófono reprodujera música muggle cursi. La pequeña colección incluía un disco llamado LA EXTRAVAGANTE NAVIDAD DE LOS MERODEADORES — cuando ellos lo descubrieron en su primer año, Remus le explicó a Briar que hicieron su propio registro e hicieron que Sirius copiara las canciones muggles de Navidad que Laurel tenía y las pasara.

Así que, Happy Xmas (War is Over) sonó bastante alto por toda la sala. Briar tenía el pelo recogido con una de las cintas de Navidad, después de quejarse de que iba a rasurarse si otro mechón caía en su cara. Angelina había fruncido el ceño, le dijo que su cabello era demasiado brillante cómo para cortarlo, y le dijo que se quedara quieta mientras ella la ponía. Briar se imaginó que Angelina no confiaba en su propio cabello, en caso de que se lo quitara del cuero cabelludo. Pero Angelina consiguió una cinta de Navidad y Briar admiraba eso.

Después de eso, Briar había pegado un adhesivo rojo en la nariz de Angelina y la hizo parecer Rodolfo el reno de la nariz roja. A continuación, Angelina había envuelto las muñecas y antebrazos de Briar con más cinta. Briar contraarrestó aquello poniendo cintas sobre Angelina hasta que pareciera un árbol de Navidad.

—No le habrás mencionado nada a George, ¿verdad? —preguntó Angelina surcando las cejas mientras bajaba la voz. El dedo de Briar cruzó su corazón—. Está bien. No sé, es que ha estado hablando conmigo últimamente más de lo normal.

Briar, tratando de atar un arco, preguntó—¿Eso es malo?

—¡No, no! —dijo ella, moviendo la cabeza frenéticamente—. Sólo me lo estaba preguntando.

—Tal vez a él le gustes también —dijo Briar. Su mirada pasó cuidadosamente de Angelina, quién escribía una carta. Miró a los gemelos y atrapó la mirada de George, dándose cuenta de que había estado buscando a la chica de su lado. Briar sonrió a George. George parecía mortificado—. Creo que sí.

Angelina sonrió y dijo—Lo dudo.

Briar trató de no fruncir el ceño. George, literalmente, había estado mirando a Angelina.

—No tendrás tinta a mano, ¿verdad? —dijo Angelina. Briar negó con la cabeza, haciendo un gesto hacia el bolígrafo de tinta que Laurel elogiaba como el Santo Grial—. Voy a preguntarle a Alicia, un segundo...

Se puso en pie, caminó de puntillas con cuidado entre los montones de papel de regalo, los regalos y las cintas. Apenas treinta segundos habían pasado antes de que Briar sintiera que alguien se había sentado en el brazo del sofá, ya que ella estaba usando el brazo como un respaldo. Girándose, vio a Fred.

—Feliz Navidad —dijo ella—, ¿quieres cintas en el pelo? Resaltarían con el color de tus ojos.

—¿A ella le gusta George?

—Ah, mierda.

Briar dejó las cintas y demás cosas para que pudiera darse la vuelta y mirarlo a la cara correctamente, sin romper accidentalmente la caja de casetes de Livvy o los dulces que Remus decía que le gustaban a Sirius.

—Te lo iba a decir —dijo Briar—, pero no quería por si te molestaba. Como ahora.

—¡No estoy enfadado! —dijo él—. Sorprendido. No me importa. ¡Es algo bueno para George! Angelina es agradable, sólo hay que esperar que a él le guste y ya podrían salir...

—¿No has visto como la mira? —dijo ella. Briar levantó los brazos con exasperación, refunfuñando—. Está bien, pero, de todos modos. ¡Serán felices juntos! ¡Un amor correspondido! ¡Una de las maravillas por descubrir en el mundo de los adolescentes! Verás que el próximo documental de David Attenborough será sobre ellos.

Fred preguntó—¿Quién?

—El muggle favorito de todos —respondió ella—. No lo niegues.

Continuó frunciendo el ceño ante ella. Briar no entendía porque los gemelos seguían confundidos por sus referencias. Su madre era Laurel Crouch y la profesora de Estudios Muggles. Era natural que Briar tuviera una cadena de conocimientos sobre hechos muggles al azar.

—De todos modos, ¿estás bien? —preguntó Briar—. Si quieres llorar, me han dicho que soy buena consolando. Y abrazando. Creo que mi jersey hace que mis hombros sean más cómodos para llorar.

Él dijo—¿Quién lo dice?

Mamá, en cada aniversario de las muertes de tía Marlene, tío Aster, tía Lily y tío James, pensó Briar. Con excepción de este año. Mi padre ha tomado probablemente el papel ahora.

También se incluía a Sirius, pero Laurel no lo admitía. La única razón por la que Briar lo sabía era que a los diez años, en Halloween, había escuchado a Laurel decirle a Remus—Juro que él no los mató, no fue Sirius. Cuando llegué él quería matar a Peter, porque él causó las muertes de Lily y James. ¡Nadie nos va a creer! Aster se volvió peor de lo que imaginaron ¡y di la cara por él durante meses! Y los hechizos, y la varita, y mi padre, todo... el Ministerio me odia y pensará que estás tratando de que tu amigo vuelva. Sirius se está pudriendo allí. Remus, nuestro mejor amigo es el mejor hermano que hemos podido tener.

Briar suspiró. Había una razón para no decirle a sus padres que Sirius estaba escondido en la Sala de los Menesteres. Ellos la creerían y la ayudarían y serían enviados a Azkaban si atrapaban a Sirius.

—¿Ha vuelto Harry? —preguntó ella. Fred negó con la cabeza y Briar se puso en pie—. Tal vez debería ir a hablar con él, sobre el mapa —él se fue a levantar, pero Briar le puso una mano en el hombro—. Siéntate.

—No soy un perro.

—Ya lo sé.

—Si vamos los dos, sería como un interrogatorio —dijo Briar. Angelina estaba haciendo su camino de regreso al sofá. Miró por encima de su hombro—. Volveré en unos minutos. No te diviertas sin mí, Johnson.

—Oh, mírame —dijo Angelina, refiriéndose a los trozos de cinta.

Briar sonrió a Fred—No te ahogues en la tristeza mientras no esté. Si vas a morir joven para que tu fantasma se vea joven y atractivo, al menos dame tiempo, así podré advertir —dijo ella. Él rodó los ojos. Ella le lanzó una mirada y susurró—. ¡Oh, por supuesto Briar! ¡Oh, Briar, tú pelo es tan maravilloso y brillante! ¡La verdadera belleza!

—¡Yo no hablo así!

—Eso es mentira —dijo Briar—. Todos lo pensamos.

—Ya sabes —dijo Fred—, tu amor propio a veces se siente arrogante.

Ella se encogió de hombros—Me preocuparé de eso más tarde.

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