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La misión de infiltrada fue mejor de lo que esperaba.

De momento nadie sabía mucho sobre ella, casi nada hasta de su existencia, parecía que había algo mayor de lo cual aún no estaba enterada, en ocasiones algunos secuaces de menor rango huían de ella, no faltaba la gente que recordase lo que pasó hace unos años en donde salió de un portal cubierta en sangre ajena y a punto de matar a medio estadio.

Qué vergüenza.

El objetivo, jefe, o simplemente el joven señor Bernstein como le decía le pedía cosas mínimas, teniéndola de reserva solo cuando el momento llegue, casi como una sorpresa tal cual como él era.

Admitía estar nerviosa, digamos que no le dio buena espina cuando, en un descuido, el joven señor Bernstein la tocó, casi pudo jurar que sintió su frente arder.

No era por dolor exactamente, fue un cosquilleo que le fue desde la punta de los pies hasta la cabeza y, cuando se vio en un espejo, estaba lo que temía.

Allí, en su frente, estaba la figura de un serpiente, tal y como aparecía en el pecho de Leona, o la que estaba en el hombro y ojo de esas mujeres grotescas; eso solo le demostraba que él estaba relacionado de alguna forma al Orochi, pero no tenía sangre de Orochi.

A los únicos que conocía así, como ella, con la sangre mixta de Orochi y la humana, eran Leona y el hombre de cabello rojo, Iori Yagami; pero lo de Iori Yagami era más profundo que el de ellas dos o así lo sentía en sus entrañas.

Se negaba a creer que una persona que se veía amable, o al menos aparentaba, como el joven señor, en verdad tuviera algo que ver con Orochi.

Diablos, ¿y si era otro loco que quería sacarlo del sello? Empezaba a dudar, ¿Debía decirle eso a los Ikari Warriors o a Kusanagi aún cuando sabe que la quemará viva si tiene oportunidad? Ese tipo le había dejado claro que si volvía a verla iba a hacerla sufrir una muerte dolorosa y lo entendía completamente, la mujer que casi mata era su familia, si él le hubiera hecho algo a su maestro Goro o a otro de sus conocidos tampoco lo hubiera dejado ir.

Mientras trataba de encontrar lugares secretos o compartimentos donde esconder armas se encontró al joven señor, sentado delante de una pantalla en donde se notaba a una mujer.

La sensación que le envió era cálida, nada que ver con el aura de muerte que había sentido de otros auspiciadores del K.O.F.

¿Sería que él...? No, no estaba segura, no podía dar nada por sentado.

Entre los días de peleas se dedicaba a ser una simple espectadora, mirando y recopilando datos de sus posibles futuros oponentes, dándose una cachetada al pensar cosas que no quería cuando sentía su energía tan cercana, en ocasiones soñando con poder sentir ese poder en su interior, un poder que quería.

No como esa sensación extraña dentro de ella, que le llamaba, haciéndole recordar entre sus sueños un enorme ojo de serpiente o reptil.

Detestaba estar ligada al Orochi, nunca lo había visto, pero de tan solo pensarlo ya le daba escalofríos; entonces, casi sin notarlo, las peleas de ese día habían acabado, no tenía nada más que hacer, había terminado su patrulla mucho antes de que empiecen los encuentros así que podía irse.

En un movimiento de su mano el portal se formó y entró en el, ese espacio oscuro era vacío y hasta le costaba respirar, había muchos otros más a la lejanía, reconociendo casi al instante al que quería llegar.

Kensou no sabía que ella llegaría, era por eso que estaba completamente tranquilo en su habitación, comiendo a escondidas los bollos de carne al vapor que tanto le gustan, hasta que vio una sombra siniestra y su espalda fue recorrida por un escalofrío que no pudo ocultar.

La cabeza de (...) fue lo primero en salir y luego el resto de su cuerpo, iba a saludarla enérgicamente como siempre pero, tal y como era su suerte, olvido que hay que tragar y luego hablar.

- ¡Sie! -exclamó ella al verlo ya azul, llegando a ayudarlo dando, según ella, ligeros golpes en su espalda, la verdad, es que casi hace que escupa uno que otro bronquio- pensé que aún estarías entrenando -sabe que a él nunca le ha gustado entrenar, pero la pérdida de sus poderes se ha convertido en un incentivo poderoso para ser serio en su progreso como luchador.

- Estoy en un descanso -se limpió el borde de la boca con la muñeca, atrayendo a la muchacha entre sus brazos, o al menos lo intentó, porque ella estuvo a punto de darle una patada al estómago.

Últimamente su reflejo de alejar a las personas se hacía cada vez peor.

- Ya te lo he dicho, no puedes tocarme así de la nada -le recordó, tomando una postura lista para la batalla.

- Esta bien, esta bien -junto sus manos en una plegaria para que lo perdone.

Digamos que aún no estaba acostumbrado a no poder tocarla, entendía todo su tema de que, si la llegaba a tocar ahora, sin su fuerza interior por el Alma del dragón, podría acabar chupandole el alma.

Era exagerado y no estaba segura de ello, pero no dejaría que él corriera riesgo alguno.

- ¡Eh! (...)-chan, ¿de dónde vienes? -se vio realmente preocupado, no era para menos, en China estaban atravesando el invierno, pero ahí estaba ella, con ropa ligera y el cabello corto- ¡Debes estar muriendo de frío! -sin dejarla decir nada o al menos tratar de explicarse ya habis corrido por una manta o alguna de sus baquetas para cubrirla y ayudarla a captar algo de calor, sus chaquetas eran ligeras también y ya estaba usando lo más abrigado que tenía, entrando en pánico para saber que hacer casi le da algo, pero la mano de ella le quitó las prendas y solo tomó una manta azul.

Esa era su manta, la azul de algodón, su manta favorita, aquella que tenía su olor y que había usado para ayudarla ese día.

- ¿Recuerdas ese día? -preguntó con el objeto en la mano.

- ¿Cómo podría olvidarlo? -sonrió con melancolía ante el recuerdo, una pequeña (...) de 11 años que se sentaba al fondo del salón y que un día regresó empapada con el agua de un balde en una broma demasiado cruel, todo lo que tenía a la mano para ayudarla a secarse era esa manta, ahora esa pequeña (...) seguía siendo pequeña para él, venga que ella no había crecido mucho que digamos ante sus ojos- allí, listo -puso la manta sobre sus hombros, manteniéndola arropada tras hacer que la mantenga con sus manos- creo que tenemos algo de té, no creo que quieras tomar el licor del maestro.

- No estaría mal...

- ¡¿Eh?! ¡No! ¡(...)-chan tu organismo debe permanecer virgen de esa bebida del mal! -se alteró bastante, ignorando que era un raro intento de la chica de broma, pero era difícil saber que era una cuando su rostro seguía sin cambiar de expresión- ¡te lo digo yo! Es tan amarga y quema, no puede ni tragar un sorbo sin obligarme.

Así siguieron hablando hasta entrada la noche, Kensou fue el primero en caer frito por haber hecho tanto ejercicio mental como físico, (...) seguía despierta, mirando con gracia cómo murmuraba entre sueños.

- Ah, la juventud -murmuró alguien a su lado, reconoció de inmediato la voz del maestro de su amigo- ha sido un tiempo, señorita -el hombre se veía igual de serio que siempre ante sus ojos.

- Maestro Chin -se puso sobre sus rodillas y pegó la frente al suelo en señal de respeto- gracias por ayudar a Sie.

- Es mi alumno, es mi deber y responsabilidad -dio un trago a su licor, su nariz colorada como de costumbre- tenerte aquí lo ayuda a animarse.

- Estar con él también me ayuda.

- Te ayuda a ser más fuerte -por un momento pensó no entender esas palabras y lo miró- quiero decir, ¿qué haces con esas guantes de pelea?

Tragó la saliva espesa que se le había acumulado en la boca por el susto, era obvio que no podría engañar al hombre y mucho menos decir una mentira, sería descubierta al instante.

- Tengo una misión, pero no puedo decirle cuál es o en qué conviene.

- Puedo saber que tiene que ver con el K.O.F. de este año, ¿no es así?-no preguntaba directamente o hacia preguntas determinantes a las que debía responder de una manera u otra, solo daba sus ideas al aire- tendrán sus razones para enviarte, así que espero que tenga cuidado y te protejas muy bien -se dirige a otra parte de la pequeña casa, pero antes de salir voltea hacia ella una última vez- muchas personas te quieren, recuerda eso.

Esas son sus últimas palabras antes de irse del todo, ella rememora en su mente aquel vídeo, sus ojos le pican y un llanto casi escapa de su boca, siente sus manos quemar al igual que su frente, la marca de la serpiente es casi visible al igual que sus ojos amarillos.

- ¿Qué pasa? -Kensou siente esa variación en la energía cercana a él, tantea en la creciente oscuridad y llega a alcanzar a la muchacha que aún está cubierta por la manta azul- es tarde, tendrás que quedarte a dormir, (...)-chan, como los viejos tiempos -la aprieta en contra de él en un abrazo, ignorando por completo su estado, ahogando sin saberlo la increíble pena y desesperación que la embargan cada vez que recuerda ese vídeo.

Se deja envolver por aquella amabilidad desinteresada, entre los brazos de la persona que siente que ama como a ninguna otra, traga saliva, no se mueve, solo se deja hacer, preocupada de romper aquel entrañable momento, dejando que la lleve más cerca pero sintiéndolo extraño y hasta lejano.

Quiere abrazarlo, quiere hacerle saber que le quiere como nunca creyó que podría querer a alguien.

A veces sentía que estar sola, por su cuenta era mejor, mucho más adaptable para ella, pero cuando él le hacía esto, cuando le sonreía brillantemente y la atraía a su lado en un abrazo amistoso.

Era solo eso, amistad; porque ella estaba muy lejos de ser aquel radiante ser de luz por la cual él tenía verdaderos sentimientos de amor.

Siempre se recordaba eso, pero cuando Sie iba y la trataba así, solo podía pensar que estaba en el lugar más feliz y seguro del mundo.

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