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Una gran victoria digna de su título de campeón mundial, vítores se escuchan en todo el Estadio Nacional de China por el campeón que porta la bandana con la bandera de su país en ella mientras es ovacionado.

A lo lejos, ve a una niña que lo observa casi sin pestañear.

- Señor -llama su atención, tomando su mano y dando un firme agarre que no se esperaba de esa pequeña- por favor, sea mi maestro.

De eso habían pasado ya unos cuantos años.

Ahora, en el presente, puso sobre la bandeja la infusión de té con frutas y algunas galletas, dirigiéndose a la sala de estar de esa casa al estilo japonés, en cuanto abrió la puerta se encontró a su hijo tratando de ejercer una llave de judo a la joven.

- Kogoro -llamó a modo de reprimenda- (...)-chan no es juguete para derribar.

- Esta bien, señora Jokyojo -al final el niño se rinde por la llamada de atención de su madre- es increíble que Kogoro-chi creciera tanto.

La última vez que lo vio fue en ese día, cuando descubrió su verdadera naturaleza, pensando que podría pasar otra vez.

La sola idea de que le volviera a pasar mientras, esta vez, entrenaba con su maestro, Goro Daimon, en su casa, como era usual, con su familia observando, con la señora Jokyojo sentada observando y el pequeño Kogoro en el regazo de su madre, la sola idea de poner ante ellos aquella bestia descontrolada le revolvía el estómago, quizás, esa era la mayor razón por la cual no había regresado en un tiempo.

- Lo niños crecen rápido -se acomodó los lentes en su lugar, mirando a la ahora joven, recordando casi como un fantasma a la niña apenas entrando en su pubertad que se encontró un día tras mudarse con su esposo- solo mírate a ti, estás mucho más hermosa -tiene una sonrisa dulce y calmada en su rostro, sus palabras la hacen enrojecer.

- Siento que, en realidad, no he crecido ni un poco -el pequeño se decide por sentarse encima de su regazo, con una galleta entre sus manos, tratando de alcanzar la boca de la joven para dársela- sigo teniendo las mismas preguntas de cuando era una niña, incluso tengo más, pero me siento más perdida que antes -se come la galleta y una vez la pasa sigue da las gracias al niño antes de seguir hablando- pensé que, una vez siendo adulta, podría hacerme de las respuestas que he estado buscando.

- Ser mayor de edad no significa ser adulta -comenta la mujer, tomando un sorbo al té- aún te falta un poco para ser realmente adulta, porque tiene que ver con tomar decisiones sobre tu propia vida, sobre lo que harás con ella y el cómo vas a tratar a los que te rodean.

(...) piensa que tiene toda la razón, siempre ha sido así; desde joven quiso ser como la señora Jokyojo; decidida, hermosa, inteligente, independiente.

Tener a alguien que la ama con devoción y que ella también ama de la misma forma.

Llegar a tener a un pequeño fruto de esa relación entre sus brazos como aquella vez que vio llegar a ese pequeño y a su madre del hospital.

Pero, cada día, veía que eso no era para ella.

Solo había ido para dar un saludo rápido, sabía que su maestro no estaría ahí, él se encontraba en el torneo en camino a la fase media del evento sin ser derrotado junto a todo su equipo, y ahí estaba ella, buscando refugio ahí por no saber qué hacer ahora que huyó del lugar al encontrarse al tercer tesoro sagrado tan cerca de ella.

Fue cosa de segundos, pero ver a Chizuru Kagura ahí, mirándola con odio y desdén puro, le hizo prácticamente salir corriendo y teletransportarse hasta la puerta de la casa de los Daimon.

Era una cobarde.

Que vergüenza.

- La verdad, (...)-chan, estuvimos muy preocupados después de ese día -regresa a mirar a la mujer, de repente se ve agotada de solo recordar- estuvimos tremendamente preocupados cuando solo desapareciste, sin decir nada a nadie, Goro estaba profundamente preocupado.

Sus palabras la hacen sentir culpable, hasta le dan vergüenza, había hecho preocupar a su maestro.

Qué vergüenza.

- Llamamos a tu hogar de acogida pero ellos dijeron que habían cortado toda comunicación contigo -cerró lo ojos, esa expresión de sus sentimientos la hizo sentir aún más culpable, incluso cuando el pequeño empezó a abrazarla con fuerza- no supimos casi nada de ti, pensábamos mo pero, pero nos sentimos muy aliviados cuando nos llegaron tus llamadas y ahora tu visita, Goro esta haciendo un receso para venir a verte ahora mismo.

- ¿Mi maestro? -pregunta sorprendida, bien era cierto que el torneo en esta fase era en Japón, pero estaba algo lejos.

¿El maestro viene a verme?

- Tenemos que hablar de algo muy importante, tenemos que estar todos juntos -conoce a la señora, sabe que, la mayoría del tiempo, es muy seria, pero ahora parece hablar con una mayor soltura y dulzura.

¿Qué es lo que iba a pasar?

Más tarde, cuando los Ikari Warriors apenas pasaron su encuentro, el Inter comunicador de Ralf se activó.

- ¿Ocurre algo, coronel? -Clark se dio cuenta al instante, mirando la mirada conflictiva de su amigo.

- Es el cabo -conectó la llamada, esperando nueva información o si era una llamada de auxilio, no lo creía posible, ella sabía que de ser la segunda opción no podía comunicarse por esa vía.

A no ser que esté en un inminente peligro que pudiera atentar contra su vida o la de otros.

- Cabo, ¿Cuál es-?

- ¡CORONEL! -se tuvo que alejar el aparato del oído, aún así, sintió que le empezaba a sangrar, del coraje, varias de sus venas se hincharon a punto de reventar.

- Cabo, ¿qué te está pasando? Habla -se preocupó, ¡Quizás estaba en una verdadera situación de vida o muerte.

- He adjuntado datos relevantes en este envió de información, además de nueva información sobre las habilidades del objetivo -comentó, parecía estar apurada en algo- todo indica que voy a aparecer en el estadio de las semifinales a finales.

- Bien, bien, pero, ¿por qué tanto apuro para eso? Tampoco había necesidad de gritar tanto.

La escuchó reír, dándole escalofríos.

Ah, quizás estaba de nuevo donde el chico con corte de hongo de los Psyco Soldiers.

- Quería pedir que cambie mi identificación de (...) a (...) Daimon -terminó sus palabras con una risa, dándole escalofríos.

- ¡¿Qué-?! -colgó deprisa, sin importarle sus interrogantes por el momento, tomó al pequeño Kogoro entre sus brazos, abrazando su cuerpo contra ella mientras se regocijaba.

Durante sus 18 años de vida solo había deambulando de un lado a otro en casas temporales, ahora, por fin, tenía una familia que la quería, una que no la iba a dejar.

El maestro Chin tenía razón, había gente que la quería.

- (...)-kun -escuchó a su maestro llamarla, queriendo que se acerque para que Jokyojo les pudiera tomar una foto a los tres juntos.

Ella sonrió, tanto que no sabía cuando fue la última vez que lo había hecho mientras sentía que ponía uno de sus brazos sobre sus hombros.

Era feliz, ese era su momento más feliz.

.

.

.

- Sie -la llamada demoró unos tonos en ser respondida, pero ya escuchaba el cansancio en ese suspiro que dio.

- (...)-chan, ¿qué es eso tan importante que decías por mensaje?

Ella rió, dándole escalofríos, parecía una risita tan aguda que le daba corte.

- Desde ahora, tengo una familia.

Quería gritarlo a los cuatro vientos, quería que todos supieran su felicidad.

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