10

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

- ¡(...)! ¡Kogoro! ¡mis dos hijos! -ser abrazada la ayudó a disipar sus erráticas emociones, de paso el increíble miedo que la invadió al entrar en las tierras de los Kusanagi, era como si algo le gritase al oído que allí no era bienvenida.

Ah, pero no tenía que ver con la señora de la casa, era un amor de persona que la trató de lo mejor apenas la vio ingresar a la casa.

- Así que la señorita se nos va a unir el día de hoy -escuchó del rubio que estaba sentado en la sala, a diferencia de a como lo conocía, hoy su cabello caía lacio y sin estar de punta como era la costumbre.

No le habló en respuesta pues como ya se imaginaba le tenía corte, sin mencionar el miedo que seguía sintiendo al estar en las tierras Kusanagi.

Estaba tan pálida pero aún así trataba de hacer como si nada pasase, rezando desde el fondo de su vacía alma por no toparse con cosas raras ahí mientras iba en camino al baño para tratar de quitarse el sudor de la frente por el miedo, todo lo que Kusanagi le dijo que era una puerta que estaba al fondo pero ni idea de cual era el fondo de la casa.

- Por supuesto que es la que está al final del pasillo, tonta -gritó, gritó con todo lo que pudo más todo el esfuerzo de hacerlo en silencio y sin hacer el más mínimo ruido- hala, no he estado aquí desde hace siglos -cual Pedro por su casa empezó a ver el corredor, mirando por una de las puertas japonesas hacia lo que era una buena parcela de tierra y plantas- ah, ver eso me trae recuerdos, el aroma de la carne quemada y los gritos de esa mujer, recuerdo haberla tirado aquí con los otros...

- No quiero saber de tus homicidios de juventud o vidas pasadas -ahora sudaba hasta en las axilas, podía apostar a que empezaba a destilar un terrible aroma.

- Ah, aún te comportas como una niña... -se quedaron en silencio cuando, sin quererlo, abrió la puerta incorrecta.

A ambos se le erizaron los cabellos y (...) estuvo a nada de echarse a llorar por el miedo que ya era demasiado mientras que Grant trataba de tragarse el odio inconmesurado.

Con un filo que parecía cortar la misma luz, el mango aventajado por el paso de los años, la tela en este aún se mantenía y el plateado metal trabajado por el mejor herrero de sus tiempos, a pesar de mostrarse algo sucio por los años, seguía siendo brillante y terriblemente amenazante para ambos.

- Oi, niña -la voz despreocupada del joven dueño de la casa hizo que cerrase la puerta corrediza con una velocidad impresionante y provocó un sonido bastante fuerte, ella se quedó en su lugar, temblando como una maraca y Kyo solo pudo llevarse una mano al cabello al pensar que se había asustado de sobremanera al ver a la espada de su familia ahí.

Sí, es cierto que la niña no le caía bien, pero era una niña, tal cual su prima siempre le recordaba cada vez que venía a colisión el tema del día en que la atacó, incluso ahora hasta era hija adoptiva de Goro; nunca fue bueno con el sexo opuesto, por eso, no tenía la menor idea de qué hacer cuando la mocosa había visto algo que de verdad le pudo freír los nervios del miedo.

- A ver, no seas quejica, sólo se fuerte y pasa la página de lo que pasó -no hubo respuesta, incluso pareció que su sola voz hizo que se pusiera a temblar peor y escuchó su primer llanto, sudó frío, empezando a tener temor.

Odiaba tener que dar cara a chicas llorando.

- Mi dedo... -sollozó finalmente, apenas siendo audible.

- ¿Tu dedo?

- Mi dedo... -volvió a sollozar con mayor fuerza, tratando de halar su dedo que había sido atrapado en la corrediza de la puerta japonesa, dejándose caer con su mano aún atrapada, era como si hubiera pasado una mini explosión de kétchup.

- Ah, ¡mierda!

Deslizó de a pocos la puerta, dándose cuenta de que la uña estaba pegada a la superficie alterna y que cada que trataba de retirarla la separaba del dedo.

Peor no pudo ponerse peor cuando los demás llegaron al escuchar los sollozos de la menor.

- ¡(...)-kun! ¡¿Que ocurrió?!

- ¡No puede ser Kyo! ¡¿Cómo pudiste atacar a una chica menor que fuera de combate?!

- ¡Cállate Benimaru!

Por otra parte, específicamente en China, cierto castaño se levantó de golpe de donde estaba comiendo tranquilamente, atorandose de paso y asustando a su maestro y a su compañero más joven.

- Maestro, ¿qué le pasa a Kensou? -el hombre solo suspiró, algo cansado de los cambios abruptos que tenía su joven discípulo el tiempo en que la muchacha que era du amiga se fue hecha una furia.

No sabía mucho del clan de Orochi, no más de lo que ya estaba a la vista, pero podía decir que la conexión que tanto la niña como el hombre tenían era una que solo podía verse en familia cercana, en resultado, ese espíritu era lo que quedaba de su familia de sangre.

¿Quién podría culparla? Decidió dejar ese tema para ellos, quería que tanto Athena como Kensou pudieran entender ese problema por su cuenta, teniendo confianza de que sin usar sus poderes podrían entender a (...); aunque parecía que seguían con la idea tenía esperanzas que la dejasen de lado, sin mencionar que a su discípulo parecía afectarle no haber visto a la muchacha hace más de unos días.

Tras varios golpes en su pecho, Kensou por fin fue capaz de pasar el trago, mirando en una dirección en específico.

- ¿Estás bien, hermano Kensou? -tenía una clara expresión de circunstancias, sepase cuales fueran.

Pero era esa sensación, la que le hacía saber si ella estaba mal, fuese física como sentimentalmente, era como un radar para saber su ubicación y saber que le estaba pasando, justo como todas las otras veces, justo como la vez en que fue a por ella a la casa de Athena y la encontró con mucha pintura encima.

¡Era lo que el llamaba: el detector de desgracia de (...)!

¡Idéntico a los radares de los power rangers que siempre veían juntos!

- ¡Maestro, (...)-chan está en peligro!

- Primero siéntate y termina tu comida, Kensou.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro

#kof