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Ahora en su cuarto, mirando casi con rabia el vendaje en su dedo, se levantó para un nuevo día, aún tenía du permiso de los Ikari, en ocasiones pensaba que ellos estaban más que encantados en verla regresar a su nueva familia con regularidad.

Quizás porque ella tenia una familia a la que volver mientras que ellos se tenían los unos a otros.

De paso, en su mente cambiante por sus emociones dispersas, no se olvidaba de maldecir a Grant por abandonarla en cuanto Kusanagi apareció, aunque del todo no podía culparlo porque tampoco tenía idea de lo que ocurriría si Kusanagi encontrase a un Hakkeshu en su casa.

Demasiado tenía con su vida ahora y no quería más desgracias.

Casi como tentando a la suerte, su teléfono sonó, por un momento pensó que era su alarma pero era una llamada.

Con el letrero bien en claro de quién era el remitente de la llamada después de tanto tiempo.

"Qīn'ài".

Se la pensó antes de contestar, recordando las palabras de su supuesto abuelo-adulto-responsable: "Es el mejor prospecto de pareja para ti", mientras respondía la llamada y escuchaba su voz grave.

Se empezaba a cuestionar de que tiempos era ese hombre, al igual de sus pocas aptitudes para entablar conversación, como esa vez, cuando se conocieron, que se le tiró encima.

Qué vergüenza.

Aunque eso no la detuvo de seguir en contacto, siendo que en el último tiempo compartían más desgracias en común.

Claro, ella aún no llegaba al punto de Jin, que sentía que morir era la única forma de expiar sus pecados, pero no es que ella hiciera mucho para tratar de sacarlo de ese estado por preferir no inmiscuirse mucho en sus decisiones.

Sin mencionar que aún sentía ese algo por Kensou y no veía que algún día fuera a esfumarse de la nada, porque quería seguir sintiéndolo aún cuando estuviese enojada con él de increíble manera, pero no se dio tiempo de explicar, lo mejor sería ir a China y tratar de hacerle entender, ahora con la cabeza fría podía siquiera ponerse a pensar de que en verdad pensó en hacer eso porque pensaba que la libraría del Orochi.

Pero ella no se libraría nunca de eso, había nacido con ello y moriría con ello, quizás más temprano que tarde debido a todo lo que sabía hasta ahora, como el simple hecho de ser una mestiza al igual que unos cuantos otros.

La primera que conoció: Leona, hija del Hakkeshu del agua, Gaidel y de una mujer sudamericana, posiblemente brasileña; luego Iori Yagami, maldito por el Orochi para morir a no ser que mate primero a los Kusanagi; al último solo lo conocía por los informes que llegaban a la base de los Ikari, un tal Yamazaki, huérfano y como le decía el coronel, "un maníaco sangriento", por lo que ella sabía podía controlar mucho mejor el disturbio de la sangre que el resto de mestizos.

Qué envidia.

Ni mencionar a los que seguían con vida que podían estar en cualquier lado o los que habían muerto pero seguían caminando entre los vivos como sombras sin descanso.

Quizás los que habían muerto ya hace unos años en el K.O.F. del 97' ya debieron volver a la vida, si mal no recuerda fueron 3 más otro que murió un año antes.

4 posibles catalizadores del fin de los tiempos que vendrían todos juntos.

Quería saber más del tema pero Grant se negaba a decirle algo y ni hablar de las mujeres que iban con Yagami, ellas le daban miedo y sabía que fueron las que la indujeron a su primer ataque.

En su camino a una librería local por mandado de su madre seguía pensando en todo eso, tenía demasiadas preguntas y a diferencia de Leona quería saber sus respuestas en lugar de enterrarlas en lo profundo de su subconsciente, era por ello que, en ningún momento, se dio cuenta de quién venía corriendo hacia ella con los brazos extendidos, su cuerpo, como de costumbre, se movió por su cuenta y ya tenía atrapada a la persona que le saltó por la espalda.

Y una vez más la soltaba y se cubría la cara con las manos al ver quien era.

- Sie, ¿qué es lo que estás haciendo aquí? -su voz fue amortiguada por sus palmas, viendo a su amigo doblado, con las piernas por sobre su espalda de manera casi anormal y agradeció a los cielos que el practicar Kung fu le dio la flexibilidad suficiente para que hasta ahora no le hubiese roto algo- ¿cómo llegaste aquí en primer lugar?

- Ah, sí -a gran velocidad se sentó en plena calle con las piernas cruzadas y las manos sobre las rodillas- le pedí a Athena que me trajera en uno de los aviones de su empresa de idols, así que, aquí estoy, ¡para salvarte, (...)-chan?

Se quedó en silencio tras escuchar su loca y apurada explicación, se quedó pensando un buen rato, un bien rato que él aprovechó para revisarla a conciencia hasta dar con su dedo vendado.

- ¡(...)-chan! ¡¿quién te hizo esto?!

- Fue un accidente -se escapó de su tacto, si bien era cierto que ahora que sus poderes regresaron ya no había riesgo de matarlo.

Pero le daba corte cuando la agarraba de la mano así nada más.

- No debes encubrir a los que te molestan, (...)-chan -sus palabras le llevaron a la secundaria, de nueva cuenta; ella nunca le dijo quiénes eran los chicos o las chicas, aunque, al final, al verlos a los dos juntos, ya no hacían tantos problemas, claro, si la encontraban sola, la cosa se pondría peor.

- No lo hago, en serio fue un accidente.

- Ya decía que los conocía -ambos voltearon a ver la fuente de la voz, al instante, Sie tomó a (...) de su cintura y la puso detrás de él.

- Nos volvemos a encontrar, Kyo -Kensou estaba en pose de batalla, haciendo que Kyo eleve una de sus cejas.

No todos los días se ve a ese loco chico tratando de retarlo fuera de la arena y con la niña detrás de él demasiado roja mientras tocaba su cintura, específicamente en donde el otro puso sus manos.

Ah, conque así estaba la cosa.

Pobre de ella, fue lo que pensó al recordar lo idiotizado que estaba el tonto de Kensou con Athena.

- Kyo-san -(...) salió de detrás de Kensou, quien se quedó con la boca abierta al ver que ella era la que tenía la iniciativa de salir de su protección y acercarse sin temor alguno al recién llegado.

¿De qué se había perdido? La última vez que vio a los dos juntos era como ver a un demonio oni escupiendo fuego por la boca y una pequeña niñita escondida en una esquina, temblando y con lágrimas en los ojos.

Si (...) supiera que Kensou la veía como una niña pequeña, puede que le dé un buen golpe en la cara o se le acaben las esperanzas.

- ¿Ese dedo tuyo va bien?

- Sólo pasaron unas horas pero ya no duele.

Kensou iba a desmayarse, ¿desde cuándo el Kyo que conocía era tan bueno con (...) que era del clan Orochi?

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