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Leona sabía que no tenía la suficiente experiencia educando, menos a una muchacha con la cual no era tan lejana en edad, incluso aún le costaba entenderla y hacerse entender, estaba bastante segura que en ocasiones no debía meterse en sus asuntos y que con tal de que alcance el objetivo de las misiones que se le daban sería suficiente para verla progresar.

Pero sabía que había algo mal al verla tan agresiva, destrozando el pequeño tanque que Ralf había empleado para el entrenamiento de hoy, por supuesto, fue en broma, pero (...) se lo había tomado en serio y ya estaba arrancando el cañón de la base de metal.

Algo en definitiva no estaba para nada bien.

- Siento que algo está mal -fue todo lo que dijo, Clark, a su lado, solo podía preguntarse de dónde sacó la fuerza esa niña de su aún pequeño cuerpo.

- Sea cual sea la razón, el coronel está encantado.

- ¡Cabo! ¡ese es el espíritu! -Ralf gritaba por lo alto, emocionado de que, al fin, la niña dejase de ser netamente defensiva y ahora hasta arrancaba las mitades de un tanque a la mitad- ¡ahora prepárate para lo que sigue! -sin aviso alguno, la atacó por la espalda, antes ella nunca hacía caso a sus palabras de "no todos van a atacarte por el frente" pero, ahora, no sabía que le había nacido para agarrarlo de la cabeza y lanzarlo a los restos del tanque.

- ¡Coronel! -Clark fue rápido en ir al ver que, casi como película de ficción, lo que quedaba del tanque explotó, todo detrás de la espalda de (...) que solo la hizo ver monstruosa mientras se dirigía a las instalaciones.

Aún con su cara de póker, Leona sólo miró lo que acontecía- algo definitivamente no esta bien -fue lo que dijo antes de seguir a la muchacha mientras Clark salía de los escombros en llamas, por supuesto eso no era nada para él aunque estaba bastante golpeado.

- ¡Estoy orgulloso de ti, cabo!

- ¡Podrías decírselo luego de tratarte!

Para cuando (...) se dio su tiempo de respirar con calma quiso volver fuera y ayudar a su superior, pensando que esta vez se había pasado y se las había agarrado con él por su pequeño arrebato.

Qué vergüenza.

¿Cuántas veces al día sentía verguenza de sus actos? Ya perdía la cuenta.

- (...) -saltó en su lugar, dándose la vuelta con los brazos en alto queriendo expresar que era inocente, pero quien estaba frente a ella era Leona, que con la usual cara de seriedad de siempre venía a su encuentro.

Esperó por sus palabras, pero, entonces, ella sacó un libro de su estuche de cintura, donde creía que solo guardaba explosivos, no alcanzó a ver el título cuando ya le volvió a hablar.

Con una inusual sonrisa y ojos tan cálidos como podrían ser de parte de ella, al menos fue un intento.

- "¿Hay algo que te incomoda, cariño?"

(...) se quedó completamente muda.

Al no tener respuesta, Leona cambió la hoja del libro hasta encontrar lo que quería- "¿Te están molestando en la escuela? No te preocupes, yo puedo ayudarte, puedes hablarme de todo lo que te está molestando".

...

- Pensé que iba a funcionar -tenía ambas manos sobre la mesa y enlazadas cubriendo su boca, a su lado estaban Ralf, Clark y Seirah, todos mirando impresionados el libro de ayuda al adolescente que el primero tenía en las manos- (...) aún es joven, por eso pensé que debía hablarle diferente para darle a entender mis palabras.

- ¡No! Digo, esto no es, es decir, es una gran iniciativa pero... -Seirah no sabía cómo hacerla entender, no hubiera creído que esta clase de libros siguieran existiendo.

Ahora era completamente entendible el por qué (...) había salido huyendo con tremenda cara de pánico y pidiendo por un tiempo de descanso con su familia.

- Hay que decirlo princesa, de solo imaginarte decir algo de esto me dan escalofríos -Ralf seguía moviendo las hojas, borrando de su mente todo intento de su imaginación de crear alguna de las raras frases ahí dichas por Leona.

Era simplemente perturbador.

- ¿De dónde sacaste este libro? -Clark trató de calmar las aguas, en especial la incomodidad de pensar de qué lugar extraño habría sacado Leona esto.

No hubo respuesta al igual que (...) no dio mayor explicación antes de desaparecer en uno de sus portales a quien sabe qué parte de Japón.

- Vine a recoger a mi hermanito -dijo en frente de la institución estudiantil de infantes entregando su nueva identificación a la maestra, esta era una buena escuela y ya desde la enseñanza de jardín de niños era muy renombrada, como se esperaría de los contactos en el sistema estudiantil de su nueva madre; a paso rápido vio al pequeño, abriendo los brazos en cuanto lo vio tomar impulso, recibiendo su golpe en la boca del estómago en cuanto la abrazó y haciendo oídos sordos al grito espantado de las maestras y otros presentes cuando ella llegó a impactar con la pared al otro lado de la calle.

Y hubieron más gritos cuando ella se levantó sin más.

- Como se esperaba de Kogoro-chi, vas a ser muy fuerte -el niño sonrió orgulloso mientras era llevado sobre sus hombros- hasta luego, señorita maestra.

El camino a casa se hizo corto, siendo que, aunque ninguno hablaba, o más bien era que el niño solo hacía sonidos de bebé y ella solo asentía a lo que decía, ambos se llevaban muy bien.

En parte del tramos casa, (...) se dio cuenta de que también habían muchos estudiantes de secundaria, quizás salían temprano por exámenes, pero juraba que ese uniforme lo había visto en algún lugar.

Y se detuvo en seco en cuanto se dio cuenta de donde lo había visto al divisar ese corte en forma de hongo.

- ¿Hum? -Kogoro no entendía porqué su hermana mayor se ponía a temblar así.

- Ah -quiso desaparecer antes de ser notada pero ya era demasiado tarde- eres la niña loca.

Sin duda, algo malo estaba en contra de ella ese día, demasiadas cosas locas habían sucedido.

- Joven señor Kusanagi -dijo con todo respeto y dando una ligera reverencia a la par que el niño movía su mano a modo de saludo, ella estaba deseando haber venido con alguien más porque aún estaba aterrada de estar junto a él, no quería que su hermano viera que era asesinada en frente de él.

Si tenía que pelear, que así sea.

- Mantente tranquila, ¿qué estás haciendo aquí? Pensé que estabas con los mercenarios -su tono era mucho más relajado y eso la asustó aún más, ¿qué trama?- ese es el hijo de Goro, ¿lo estás recogiendo de la escuela?

- -por un momento, Kyo pensó que le estaba hablando a uno de esos animales que se mueren de un infarto por demasiado estrés, la chica tenía una cara de nada pero era obvio su sudor en toda la cara.

- Pues, vamos -avanzó un poco, volviendo su mirada atrás al verla en el mismo lugar- Goro esta en mi casa junto a Benimaru, estamos hablando del nuevo K.O.F. y mi casa queda más cerca que la suya -explicó con calma, algo poco visto en él, pero (...) seguía como estatua en su lugar- ¿qué esperas? Apura.

Ante su comando, lo siguió, con tal de ir donde su maestro-padre y sentirse más segura, pero, tampoco podía evitar que le tiemblen las piernas al pensar en que iba a ir a la casa de los Kusanagi, ese lugar debería de estar lleno de otros como Kyo, trató de distraerse con algo más, quizás y así iba a calmarse.

Trató de buscar tema de conversación mirando a todos lados, notando el gakuran que portaba el castaño e hilando la época estudiantil del año.

- Joven señor Kusanagi, ¿cómo le fueron sus exámenes? -ahora que lo pensaba mejor, ¿acaso él no era mayor que ella? ¿Por qué vestía un gakuran y salía de exámenes? Pareció tocarle una fibra sensible porque la vio de manera asesina.

- Cállate.

- ¡Mis más sinceras disculpas!

Esa tarde iba a ser tremendamente larga.

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