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- Deja de mirarme así -apenas a cruzado y ahora el tema latente era aún mayor.

- No te hagas ideas raras como la chica de coletas -trata de reír, al menos falsamente, para quitar peso a la situación- sí, sí, vamos -dijo mientras volvía a captar su atención, le preocupaba esos ojos amarillos que le estaba presentando- esto es más fácil.

Nunca hubiera pensado ser tan cruel como para decir esas palabras, pero cuando fue a él por ayuda y recibió una afirmación ya no tenía vuelta atrás.

Y recordó lo bonito de su vida.

Las cosas lindas y felices que tuve durante esos variados fragmentos de su vida que resultaron ser más de las que pensó que serían en realidad.

Entonces lo vio.

Las grandes alas se mostraban ante ella y no dejaban que la luz que venía de fuera le cayese directo a ella, vio de a pocos su transformación.

Era necesario para que pudiese hacerlo, después de todo, solo un demonio puro y en control podía matar a otro.

- Le juro, maestro, siento que me estoy olvidando de algo -por otra parte, Kensou seguía sintiendo que algo le faltaba, Chin ya le había escuchado decir eso más de una vez en lo que iba del día, en realidad ya se había dado por vencido ya que cada vez que lo intentaban el muchacho no podía recordar nada.

- ¡Wow, Kensou! -ante su exclamación, Kensou dio la vuelta con rapidez a verla, Athena estaba mirándolo con gran asombro antes de sonreír- tu energía.

- ¿Mi energía?

- Pero, qué fue lo que hiciste para tener tanto de un momento a otro -se acercó con total curiosidad, en el pasado, desde que conoció a Kensou, su aura del dragón azul siempre estuvo así, con la imagen de una gran dragón poseedor de una gran energía, pero siempre parecía distar en algo a la energía de sus recuerdos pasados como diosa, ahora, sin embargo, podía decir con toda seguridad que era idéntico como en sus recuerdos.

- Pues, ¿entrenar?, ¡sí, entrené mucho estos días! -pero no recordaba del todo bien sus razones.

Sabía muy bien que siempre entrenaba si tenía un buen objetivo en mente, pero de ahí la pregunta.

- ¿Por qué lo hice? -aunque dejó la pregunta en algún lugar de su cabeza al seguir escuchando las ideas de Athena ante su mejorado poder.

La facilidad de manipular las mentes, el tomar recuerdos, sensaciones, sentimientos, emociones, ideales y poder hacer con ellas lo que querías.

Era perturbador, el tener esa habilidad era terriblemente aterrador porque literalmente cambiaba a una persona en otra que solo tendría el mismo rostro pero podría ser un monstruo por dentro; cuando leyó el informe hecho sobre las habilidades de manipulación o "lavado de cerebro" que le mencionó el teniente.

El caso de "lavado de cerebro" que sufrió Saisyu Kusanagi a manos de Vice, le hizo olvidar desde quien era hasta el punto en que el hombre trató de matar a su propio hijo, tal cosa terrible fue una razón más que se dio a sí misma para denigrar esa parte de ella que compartían.

Los que pertenecen al clan de Orochi son parecidos, entre lo que encabezaba la lista de parentesco "familiar" estaba la urgente necesidad de ir a un psicológico, eso para empezar, aunque dudaba que un pobre profesional pudiese hacer algo con tan poco para empezar a trabajar, siendo que muchos de ellos no tenían sentimientos.

Se preguntó, entonces, por qué eran tan diferentes.

Esas tres personas que murieron en el tercer torneo, si su memoria no le fallaba, eran descritas como "muchachos normales que amaban la música".

Su clan no podía amar nada, menos algo creado y disfrutado por los humanos, haciendo felices a muchas personas con algo que hacían.

Alguien de su clan se hubiese arrancado la cabeza al solo pensar en ello.

Había registro de que cuando esas dos mujeres estaban vivas, llegaron a tratar con Iori Yagami de manera muy diferente a la situación actual, llegando a ayudarlo sinceramente y hasta parecía haber cierto sentimiento de camaradas.

Incluso ese hombre que había matado a Grant llevaba una sotana de padre, cuando nunca se hubiese inclinado ante otro dios si hubiese estado en sus cinco sentidos.

El padre de Leona, si bien no sabía nada de él, Grant le había dicho lo suficiente como para hacerla entender que cuando ambos volvieron a recordar decidieron huir del Orochi.

Al último lo dejaba de lado porque todo lo que encontró es que estaba loco desde un inicio.

Pero había ese patrón consistente.

Todos habían tenido otra vida antes de ser así.

Pero solo sabía la de los que murieron en el 97'.

Fueron personas normales antes de caer en cuenta de lo que ocurría en realidad con sus existencias, obtuvieron poder del Orochi tras tener contacto con su poder, para al final decidir matarse para devolverlo sin riesgo usando sus poderes y sus vidas.

Y supuso que todo se volvía a repetir.

Le dio sentido cuando se encontró a sí misma, en la casa de los Kusanagi, con ambas manos a los lados de la cabeza del más joven del clan, una vez hubo noqueado a los otros dos.

Ya había acabado con el señores Kusanagi y los había puesto en su cuarto, Kyo era quien había aparecido de la nada al oír algo dentro de su casa cuando apenas se iba a la escuela, (...) apenas había dejado fuera de combate al señor Saisyu.

Sintió odio al verlo, tanto que estuvo por romperle el cuello al hombre, pero luego pudo recapacitar y callar las voces que le hablaban sobre venganza.

- ¿Qué fue lo que pasó aquí? -le dio cierta pena ver que a Kyo no le pasó por la cabeza que eso era obra de ella, así que, cuando le dio la espalda, lo empujó con ella a la nada, para luego sacarlo ya inconsciente.

Eso era lo que ella era.

Eso era lo que ella casi llegaba a convertirse.

Y supo que podría lograrlo porque era como esas personas.

Sus suposiciones fueron acertadas cuando se aseguró que no la recordaba al cruzarse cuando este salió corriendo diciendo que iba a llegar muy tarde, la vio unos momento pero no dijo nada.

Entonces continuó, agradeciéndole a su nueva naturaleza esa habilidad innata de no sentir dolor más allá del físico.

Cuando iba saliendo de la casa, por un momento pensó que iba a ser fácil, excepto cuando una vez más fue tomada por la espalda con fuerza.

Pensó que ya estaba en la escuela, pero su hermanito estaba ahí, abrazándose con fuerza a su espalda- Todo esta bien, todo está bien -decia mientras lo llevaba en brazos de vuelta a su cama, quizás sí era temprano, y eso ayudó a en entrar a Goro y a su esposa fuera de guardia para hacerles lo mismo- Tu hermana tiene que hacer unas cosas -lo volvió a recostar entre su colcha, el frío de la mañana la ayudó a convercerlo- Kogoro-chi, tu hermana te ama mucho -metió la mano a su portal, sacando la gorra con la bandera de Japón, nadie se la había visto aparte de Grant, todo estaría bien; un beso de buenas noches en plena mañana y una caricia fueron suficientes para hacerlo olvidar también.

Hubiese deseado tener el poder para hacerlo todo de una sola vez, en lugar de ir y hacerlo con sus propias manos.

La idea de ser olvidada, en su antigua yo, le hubiese aterrado, pero la de ahora sentía una mayor facilidad; hacer esto de una manera tan fácil, sin remordimientos, daba miedo.

Estaba más que segura, que la ella del pasado le hubiese dado ganas de llorar con ganas al hacer esto.

- Tan temprano en la... ¿madrugada? -Kensou tenía el cabello despeinado, frotando uno de sus ojos con su puño mostrando su obvio estado somnoliento- um, no sé decir si es muy tarde o muy temprano -aun con sueño usó el cuerpo de su acompañante como un soporte, acurrucado pudo hacerse un espacio en los espacios de su cuerpo para poder descansar a sus anchas mientras le tomaba en brazos.

Ambos en un pijamada, debajo de la manta azul, solo faltaba unas botanas y sería como en los viejos tiempos.

- Pensé que estarías enojada conmigo para siempre -susurra, y dado que su cabeza está junto a la de ella, su respiración y el aire que suelta al hablar le caen en el cuello, casi al final del lóbulo de su oído también.

La relación que tenían era muy profunda, intima.

Era bonita, porque le hacía sentir lindo.

- Lo siento.

Si le hubiese dicho esas palabras antes, le hubiera golpeado con fuerza, porque sentía su poder en ella, le estaba viendo lo que había sentido ese día.

Los poderes de Kensou le dejaban ver sus recuerdos, y por más que lo negase sabía que esa era una de las maneras en las que sabía cuando en realidad eran sus problemas de bullying los que le provocaban daños.

- Lo siento, lo siento tanto, no lo sabía, perdón.

Esa conexión era lo que le mostraban como se sentía en ocasiones, como en esa justamente, en donde todo sueño parecía haberse ido de su cuerpo y ahora la abrazaba con más fuerza de la que quería, le llegaba a doler como sus dedos se aferraban a su espalda y a su nuca, sentía sus lágrimas mojando su ropa y su piel.

- Lo lamento tanto, (...)-chan.

Qué asco.

Ya no había vergüenza, porque la vergüenza era algo que brillaba como propio de los humanos.

Quizás fue más fácil hacerlo, porque quería soltarse de su agarre, de sus lágrimas y sus palabras de arrepentimiento.

Y como con todos los demás, no sintió remordimiento al hacerlo.

Una vez volvió a dejarlo acostado tuvo que concentrarse, hizo un gran esfuerzo pero lo consiguió, en su mano brillaban unas pequeñas figuras que se movían, de color azul brillante que iluminó todo el cuarto y de un opaco color marrón la otra.

Un pequeño dragón azul y una pequeña serpiente marrón.

Lo que él me había dado y lo que quedaba de ella.

Gracias a esa mujer que se encontró en South Town, pudo recuperar un poco de sí misma, pero de igual manera, le dio la idea y el empujón final para llevar a cabo el plan que hasta ahora no veía posible.

Si uno miraba bien a la serpiente, estaba moribunda, desde siempre fue así, pero el dragón se apretaba a ella, moviéndose siempre para evitar que la serpiente termine de cerrar sus ojos, enredando su cuerpo largo al de la serpiente para tenerla despierta, esto era lo que aquella mujer le había mostrado.

Lo último que quedaba de la ella que fue y el último fragmento para completar al dragón azul.

Cuando recordaba a esos dos pequeños, esas dos energías juntas, aún cuando se las dejó a Kensou, aún seguía recordando el calor que producían.

Pero era obvio que la serpiente marrón iba a morir sin importar lo que hiciera y el dragón iba a tratar de mantenerla viva.

Cómo quisiera volver a sentir ese calor.

- ¿(...)?

- Cinco minutos más.

Puede que ese calor le ayudase a tener esos cinco minutos que quería.

- Las ganas de vivir siempre son un problema -estaba entre los brazos de Jin, mirando sus ojos ahora blancos y sus alas negras sobre ella.

Habían sido sus ganas de vivir las que la habían hecho evadir el golpe fatal de Jin, de nada funcionó, no le destruyó el corazón de una sola vez y ahora se estaba muriendo de a pocos.

En esos momentos daría mucho por obtener algunos momentos más para vivir.

- No dejes que nadie se lleve a esa persona -entre jadeos logra decirle eso, mientras sigue buscando aliento.

- Te prometo que no lo permitiré por el tiempo en que siga vivo.

Trata de reír ante su respuesta.

- Tú sí que me haces ver las cosas de la importancia de la vida en perspectiva.

Poco después sigue sin decir nada, cuando Jin se da cuenta su energía se ha ido, pero puede sentirla en algún punto de su mundo.

Su plan había funcionado.

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