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Apenas podía recordarlo.

Era, primero, la sensación de líquido, agua, seguramente; esperaba el usual choque del metal de una cubeta, era ya la costumbre, pero lo que cayó fue más duro.

Las risas se contuvieron, logró escuchar gritos a mitad de camino, señales para callarse y luego pasos.

Poco le importaba, mayor era el dolor.

Entonces, simplemente, sucedió.

Logró levantarse, a duras penas, logró caminar y decidió, en su mente casi autómata, que debía ir a por su mochila porque los señores de su casa de acogida habían gastado mucho en ella; en su camino decidió ir al baño, limpiando la sangre que se había hecho en plena frente, juraba que era una herida abierta, pero ahora estaba cerrada, se pasó agua hasta quitarse la sangre, total, no habría forma de secarse y solo le faltaba esperar que de eso se ocupase el sol de inicios de verano.

En su camino al aula, tras abrir la puerta, no se esperó ver a un chico con cara de trauma, tomándose con fuerza el pecho con una mano y con otra la cabeza.

Es un raro.

Que vergüenza que me vea así.

Sus pensamientos como siempre eran demasiado contradictorios y le hacían doler más la cabeza.

Cuando estuvo cerca de su asiento pareció que se devolvió a la tierra, mirándola como si antes no la hubiera notado, luego de escanear su apariencia chilló como si hubiera visto una barbaridad y saltó sobre las sillas a lo que pensaba era su asiento, quizás para pirarse y alejarse de la rareza que ella emanaba.

Estuvo lejos de sus expectativas el ver que volvía a saltar las bancas, pensó que iba a atacarla, para cuando ya se había dado cuenta ya lo había lanzado al otro lado del salón, y la sensación de una manta caía sobre su cuerpo.

- No tengo una toalla -le escuchó decir después de unos continuos "ay" mientras se frotaba la espalda- la verdad, tenía esto desde el invierno pero ya no creo usarla, hace calor.

La mente de (...) estaba demasiado confusa, ¿quién en su sano juicio sigue sonriendo así luego de ser lanzado con una llave de judo? Entonces, recordó su cara- eres el rarito que me tocó la cara.

- ¡Oye! ¡no lo hagas sonar tan mal! -se levantó a toda velocidad, corriendo donde ella para tratar de explicarse, mantuvo su distancia al ver que ya estaba lista para volver a lanzarlo si invadía demasiado su espacio- bien, pasado es pasado, vamos, salgamos mientras aún hace sol, podrías enfermarte.

Por supuesto, huyó de él, cansada de los maltratos por ese día.

Eso no significó que ese chico se rindiera, porque, extrañamente, parecía haber desarrollado un raro sentimiento de protección hacia ella.

Por otro lado, lo de ella no era exactamente un sentimiento de protección.

¿Por qué recordaba todo eso? Ah, sí, era porque ahora estaba frente a la persona por la que Kensou tenía ese sentimiento que no era exactamente de protección.

Y tenía que morderse la lengua, porque lo más probable es que si habría la bica se rendiría.

Pero luego martilleaba en su cabeza el "no dejes que el grupo de esas niña pase, será peligroso" del coronel.

Ya habían pasado el equipo de Japón más Kusanagi, junto al chico raro que le dio las gracias por enseñarle de sus errores, luego de ganarle con todo el derecho, después otros varios, que lejos de tratar la como un monstruo por lo que ocurrió hace unos años, ahora la trataban como una digna rival y hasta la ayudaron a levantarse cuando era derrotada, misma acción que ella tuvo para los que fueron derrotados por su mano.

Casi le salieron lágrimas cuando el propio Kusanagi le dijo que "nada mal" junto a la sonrisa orgullosa de su maestro.

Qué vergüenza...

Casi lloró de la vergüenza y la emoción.

Aún así...

- ¡Athena, tú puedes Athena!

- ¡Enséñale quién manda!

- ¡Destruye a esa villana!

- ¡Que implore clemencia!

Muy bien sabia que Athena tenía unos fans muy intensos, al igual que veía que las chicas de su equipo, a las cuales ya había vencido, y gritaban por venganza.

Ser el centro de atención le daba escalofríos y poco faltaba para hacerla devolver.

Así debía ser, se decía, iba a ser peligroso, como cada maldita final del K.O.F., y no quería, como amiga, de tanto Athena como Kensou, que ella estuviera en peligro.

- ¡Asamiya Athena, aquí voy! -escuchó su usual "grito de batalla", tensando sus falanges para prepararse.

Esperaba, en lo profundo de su corazón, que al menos Sie le diera algún ánimo desde su hogar.

- ¡No! ¡déjeme ir! -gritaba desesperado, tratando de escapar de su entrenamiento para ir y encender la televisión y ver lo que estaba pasando- ¡Maestro, se lo imploro, si Athena sale herida, o (...)-chan!

Esa niña llorará si sabe que apenas a mitad de tu pensamiento la recordaste, eso fue lo que pensó.

(...), por otra parte, estaba más a la defensiva que a la ofensiva, si bien Athena era algo así como su amistad, no iba a quedarse de brazos cruzados, esperaba que al menos se sirviera unos segundos para poder atacar aunque una parte de ella casi parecía refutarse a atacarla o tan solo tocarle un cabello.

Pero se veía tan centrada y todos los brillos que la rodeaban empezaban a afectarle la vista.

Una pequeña abertura, fue todo lo que le tomó para tener una oportunidad, fue con todo, esquivó, golpeó, pateó; la sensación que le daba al pelear le hacía sentir viva y con el gozo en cada célula como iba sintiendo en todos los combates.

Quizás fue demasiado gozo, porque antes de darse cuenta Athena ya venía hacia ella con su ataque final.

La lanzó de un lado a otro, golpes continuos, por un momento pensó que iba a perder, pero se negó.

Por lo menos, al menos una vez, quería destacar más que Athena.

Quizás fue eso lo que le dio el impulso deiberarse de ella antes de que acabe su ataque, usando en su contra el hecho de que la lanzó al aire, cruzando sus brazos en frente de ella en un ataque aéreo.

- ¡Eso es! -Clark gritó, haciendo a un lado a Ralf, reconociendo de inmediato el movimiento.

Esa partida ya estaba ganada.

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