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Todavía recuerda ese momento, en Australia, cuando su maestro estaba concursando en nombre de su país y la llevó a ella para que viera técnicas que aún no le había enseñado.

Con 12 años, y a cierta distancia para que nadie la vea, específicamente a la altura del techo, copiaba los movimientos de su maestro, tenía ese raro talento de poder imitar y reproducir muchas técnicas que veía, claro en ocasiones se hacía daño por no tener el cuerpo preparado para llevarlas a cabo.

En una de esas, la presencia de una mujer casi le quita el aliento, era bellísima, una belleza que iba más allá de su rostro de niña, así lo sentía al menos, entonces, a su lado, había un chico que parecía tener su edad.

Y (...) saltó encima de ese chico sin pensarlo dos veces.

Si lo pensaba bien, su lista de ataques sorpresivos a la gente iban desde hace mucho tiempo, cuando Grant volviera tenía que preguntarle sobre muchas cosas.

Pero de ahí al tiempo actual, habían pasado unos años y seguía con lo mismo.

Sabia muy bien que, al tomar el papel que tomó en toda esa misión, habría algo de odio, estaba preparada, mental como físicamente.

Aunque en esos momentos toda preparación se fue al caño.

Al menos reciclen, por favor; fue su pensamiento al ver que otra persona volvía a tirarle una bebida, otra lo que quedaba de su comida y otra parte de quien sabe donde tiró un micrófono, solo para ver que era alguien del equipo de producción.

Incluso la gente del catering la miraba con odio, muchos la miraban con odio y la abucheaban, tirando cosas y hasta insultando después de que el narrador la puso como ganadora ante Athena Asamiya.

Fue completamente legal y aún así parecía que había hecho algo terrible.

- No tomes sus palabras en tu corazón -su voz grave y salida de la nada la hizo gritar internamente, miró a ese hombre, a Adelheid Bernstein, quien le devolvía el gesto y hasta parecía querer confortarla- estas personas no saben nada de ti, al igual que solo hablan por el calor del momento -se acercó y ella se sintió diminuta a su lado, agradeció que parte de un pan se hubiera pegado a su frente por las salsas y no dejase ver su marca de serpiente- lo mismo hicieron con mi padre, y ellos no lo conocían, es fácil criticar, no debes dejarte llevar por esas tontas conjeturas que los demás tiene de ti, como decir que él era un asesino.

...

¿Qué cosa de su padre? Es decir, ¿acaso este hombre no tiene idea de que, en efecto, su padre si era el loco del que todos hablaban? Le dio tanta pena que olvidó su actual desgracia.

Pensar que el joven señor Adelheid era tan bueno y que no sabía que su padre, que ese hombre era... tan capaz de su locura para tratar de ganar que hizo cosas terribles.

Se quedó callada, asintiendo para agradecer sus palabras de apoyo, pensando que no mejor era mandar esa información en su informe de hoy, quizás y estaba en lo cierto, que Adelheid Bernstein no era como su padre y que tenía otros motivos para este torneo lejos del fin del mundo.

Mientras se paseaba de toda la ceniza, tierra y demás suciedad pudo darse cuenta de algo, su teléfono ni una sola vez había sonado, raro porque a estas alturas Sie le estaría llamando con cualquier grito o disparate.

Tampoco es que le emocione mucho escucharlo reclamarle por ganarle a Athena.

Buscó pero no lo veía en ningún lado, quizás y lo había dejado en alguna otra parte.

Lo que ella no sabía, es que lo había dejado en casa de la misma persona en la que estaba pensando.

- Disculpa, no entiendo, ¿quieres hablar con (...)-chan? -Chin veía a su alumno, parecía al punto del colapso- ¿se puede saber quién es? Oh, ¿Kazama? No, ella nunca me habló de ningún chico con ese nombre -se quedó callado otro rato, con una cara incómoda- ¿qué ella te menciona como Qīn'ài? -por un segundo, pareció no respirar- no, estoy perfectamente seguro de que nunca te mencionó, adiós.

Colgó, el silencio pareció perpetuo.

- Kensou, ¿acabas de colgar a un conocido de (...)-chan?

- ...

- Pero decirle Qīn'ài, debe ser seria su relación.

- inocencia...

- ¿Qué?

- ¡La inocencia de (...)-chan!

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