10; AMARGA DESPEDIDA

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AMARGA DESPEDIDA

Apenas tocaron el suelo del pozo de dragones los cuidadores le avisaron que su padre esperaba verla en sus aposentos y ella sabía claramente lo venía. Su padre la regañaría por ir hasta Dragonstone y ella tendría que soportarlo y prometer que nunca lo volvería a hacer. Claro que esa sería una promesa falsa, ella cometería alguna otra imprudencia que los llevaría a hacer otra promesa que no sería cumplida, pero era el ciclo en el que ella y su padre estaban metidos desde que Cerys pronunció sus primeras palabras.

Mientras sus pasos la llevaban a la entrada del pozo Dhagara rugió en advertencia a los cuidadores, la princesa se giró para mirar lo que estaba sucediendo y sintió un nudo formarse en su estómago cuando se dio cuenta que los cuidadores estaban intentando encadenar a la dragona. Cuando fue a Dragonstone no había pensado en las consecuencias de sus acciones y ahora se daba cuenta que quizás debió pensarlo mejor. En su hombro Drakon dejó salir un sonido de descontento, pero aunque Cerys se sintiera igual que él, no podía intervenir. Había desobedecido y ahora Dhagara pagaría por ello.

Al menos no le habían quitado a Drakon.

Incluso después de haber llegado a la fortaleza aún podía escuchar los rugidos de Dhagara y Drakon los respondía en esperanzas de ser escuchado, pero sin atreverse a ir a su rescate. La peliblanca unió sus manos a sus espaldas caminando con la cabeza en alto a los aposentos de su padre, en su camino logró ver a Rhaenyra observándola en las escaleras principales y solo pudo asentir en su dirección para asegurarle que el huevo había sido devuelto. Frente a la habitación del rey tomó una respiración profunda e ingresó bajando la cabeza con esperanza de no enfurecer aún más al hombre.

—Me desobedeciste—fue lo primero que dijo Viserys al ver a su hija mayor—, dejaste King's Landing sin avisar, poniendo en peligro a los cuidadores de dragones...

—Dhagara no...

—Actuaste sin el permiso de la corona—su padre la interrumpió caminando hasta ella—. Eres la heredera al trono—Viserys tomó sus manos ignorando las protestas de Drakon—, pudiste haber muerto.

Cerys miró a su padre a los ojos sintiendo un nudo formarse en su garganta, la mirada de su padre le recordaba al día que murió la reina. El día que ella le gritó cuánto lo odiaba frente a todos.

—Lo siento—la peliblanca liberó sus manos del agarre de su padre—. Drakon, tranquilo.

La princesa se movió a su derecha, sus ojos recorriendo la obra de Valyria que su padre tenía.

—Fuiste a Dragonstone—Viserys se acomodó junto a su hija mirando su perfil.

—Recuperé el huevo—ella giró su cabeza para mirarlo—, si no hubiese llegado te aseguro que ahora estaríamos de luto por la pérdida de Otto Hightower.

—Estoy seguro que eso te hubiese alegrado—Viserys rio por lo bajo apartando la mirada de su hija—. A veces olvido lo parecidas que eran.

—Diría que mi hermana es más parecida a ella—Cerys estiró su mano tomando una estatuilla de dragón.

—La ausencia de su madre es una herida que nunca sanará—Viserys observó cómo su hija cerraba los ojos—. Sin ella, la fortaleza roja ha perdido una calidez que temo que nunca recuperará.

—Sé lo que estás intentando hacer—la estatuilla fue regresada a su lugar—, sé lo que está por suceder. No olvides quién fue mi maestro—ambos sonrieron.

—Nunca te recuperaste—comentó él viendo la tristeza pasar por los ojos de su hija—, a veces me preguntó si lo harás en algún momento.

—No creo poder hacerlo—Cerys se giró para mirarlo—, el rey Jaehaerys fue un gran apoyo durante una época oscura, muchos dirían que era como otro padre para mí—tomó las manos de su progenitor sonriéndole—. Por eso sé lo que debes hacer, eres el rey y ese es tu deber con la gente del reino.

Viserys atrajo a su hija en un abrazo, los dos riendo cuando Drakon agitó sus alas dejando salir un resoplido de molestia al verse movido de su lugar en el hombro de la princesa. Esa noche los dos se fueron a la cama con la esperanza de un mejor mañana sin saber la tormenta que se acercaba.

A la mañana siguiente Cerys se encontró sentada en la mesa del consejo del rey con Rhaenyra de pie detrás de su silla, parecía ser una reunión cualquiera, pero las princesas sabían la verdad. Drakon, como siempre, estaba en el hombro de su madre descansando. Lo único que no encajaba en el lugar era la presencia de Alicent Hightower y eso le daba un mal presentimiento a la primogénita del rey que no se confiaba de nada ni de nadie.

—Buenos días, mis lores—los saludo Viserys cuando el último de los Lores había tomado asiento—. He decidido tomar a una nueva esposa—el rey miró a sus hijas y ambas asintieron en su dirección—. Pienso casarme...

Cerys siguió la mirada de su padre encontrándose con Alicent.

—Con lady Alicent Hightower antes del verano—para cuando esas palabras habían sido pronunciadas la ira ya estaba hirviendo dentro de Cerys.

Cerys cerró los ojos intentando controlarse, pero el sonido de la puerta siendo cerrada tras la salida de un muy ofendido Corlys Velaryon hicieron que algo dentro de ella se quebrara. Sintiendo el malestar de su madre Drakon se despertó de sus siesta dejando salir un rugido de descontento, esa fue la única advertencia que el consejo recibió antes de que Cerys se levantara de forma abrupta de su silla. Todos tenían la mirada puesta en la princesa esperando el estallido de ira y las palabras hirientes que siempre soltaba contra los que se atrevían a cruzarse con ella, pero en su lugar recibieron una sonrisa.

—Felicidades, Otto—todos la miraron como si le hubiese crecido otra cabeza—. Sigue susurrando al rey, quizás logres que te de su corona algún día.

—¡Cerys!—el rey avanzó hasta su hija, pero Drakon se interpuso rugiendo hacia él.

Todos en la sala contuvieron su respiración.

—¿Qué? No me digas que en serio tomaste esta decisión sin Otto sirviéndote a su propia hija en bandeja de plata.

—Princesa, no voy a permitir...—Otto también se había puesto de pie.

Drakon, dracarys—el dragón aterrizó en la mesa frente a Otto dejando salir una ráfaga de fuego que apenas alcanzó a rozar a la mano del rey.

Hija, es suficiente—Viserys le suplicó a su hija.

Será suficiente cuando te des cuenta de lo tonto que estas siendo—detrás de su hermana Rhaenyra se tensó—. Nunca la aceptaré como reina, tampoco pienso aceptar a sus hijos como mis hermanos, no importa cuantos tenga.

El rey intentó acercarse a su hija, pero ella dio un paso atrás alejándose. Una vez más Drakon dejó salir una ráfaga de fuego, esta vez en dirección al rey.

Drakon, ven a mí.

El dragón de inmediato voló hasta su madre que se dio la vuelta y abandonó la sala sin siquiera disculparse con su padre. Rhaenyra la siguió, demasiado dolida con su supuesta mejor amiga como para decir algo, incluso cuando su padre llamó por ella.

—Cerys—la menor de las princesas tomó la mano de su hermana—, ¿Podemos hablar?

—¿Qué más hay que decir?—la mayor tomó el rostro de su hermana entre sus manos. —Te amo, nyra. Eso es todo lo que necesito que sepas.

Yo también te amo, hermana—la princesa sonrió con lágrimas en los ojos—. Pero lo que hiciste allá...

—No hablemos de eso—Cerys soltó a su hermana.

—Pero...

—Todo estará bien, te lo prometo—Drakon dejó salir un resoplido—. Tengo que alimentarlo, nos vemos más tarde.

—Cerys.

Te amo, nyra—repitió alejándose de su hermana.

—¡También te amo!—gritó Rhaenyra viéndola irse por el pasillo.

La menor suspiro cuando la vio desaparecer al girar en la esquina al final del pasillo. Cerys siempre desaparecía después de haber discutido con alguien, "para protegerte de mi ira, hermana" le había dicho la segunda vez que sucedió, en ese momento ella no lo había entendido, pero ahora ya lo hacía y dejaba que su hermana tuviese un momento de paz a solas antes de hablar sobre lo ocurrido. Sin embargo, con lo que no contaba la princesa era que esa sería la última vez que vería a su hermana.

El resto del día Cerys se mantuvo encerrada en su habitación, no quería ver a nadie y esa vez en lugar de ir a visitar a su hija y decir que todo estaría bien, el rey ordenó que no la dejaran salir de sus aposentos. En el fondo de su mente sabía que sus acciones estaban erradas y que debería disculparse con su padre, pero en lugar de pensar en una disculpa se ocupó escribiendo cartas. Una para su hermana, una para su padre, otra para Laenor, e incluso una para sir Erryk. Cuando terminó de escribir dejó las cartas en la mesa junto a su cama para que fueran fáciles de encontrar.

Vamos, Drakon—el dragón voló hasta ella—. Debes ser silencioso, cariño.

Con el corazón pesado la peliblanca tomó la bolsa que había preparado de improvisto y se acercó a la pared junto a su cama revelando un pasadizo que casi nadie conocía. Los pasos de Cerys eran apresurados, ya era muy tarde en la noche y no quería perder la protección que las sombras le ofrecían, poco a poco las escaleras y los pasillos quedaron en el olvido y el aire de King's Landing llenó sus pulmones.

Aquí vamos, pequeño—susurró al dragón en su hombro subiendo la capucha de su capa.

Esa vez las cosas fueron más fáciles, solo llegar al pozo de dragones. Una vez en el lugar no vio a Dhagara en el patio como siempre, la dragona estaba probablemente encadenada dentro del pozo con el resto de los dragones lo que puso de mal humor a la princesa. Con cuidado de no llamar la atención se movió entre las sombras hasta la entrada del pozo, podía ver las escaleras claramente y por un segundo pensó que lograría salir sin problema alguno, pero la voz de uno de los cuidadores le hizo congelarse en su lugar.

¿Quién anda ahí?—el hombre miró en su dirección.

Tomando una gran bocanada de aire Cerys se impulsó hacia adelante corriendo hasta las escaleras.

—¡Dhagara, despierta!—exclamó cuando llegó al inicio de las escaleras—¡Dhagara, ven a mí!

—¡Es la princesa, deténganla!

De repente varios pasos apresurados se escucharon y Cerys se dio cuenta que su padre había ordenado la fortificación del pozo, seguramente para prevenir que se escapara otra vez. Sintiendo la amenaza Drakon rugió elevándose en el aire dispuesto a luchar por su madre, pero el sonido de cadenas rompiéndose y un rugido que sacudió el pozo hizo que todos se detuvieran. La princesa se giró justo a tiempo para ver a Dhagara aparecer de entre la oscuridad del pozo, la dragona rugió apenas notó a las personas rodeando a su jinete. Sin pensarlo mucho Cerys se trepó en el lomo de la dragona que comenzó a avanzar sin importarle quien estaba en su camino.

—¡Princesa!—gritaban los guardias del reino.

Dhagara, obedece—pedían los cuidadores sin éxito.

Sintiéndose al borde del colapso y con la ira aún burbujeando en su interior Cerys tomó con fuerza las riendas de la montura y abrió la boca para dar una orden que quizás no debería dar.

—¡Dracarys!

Apenas la palabra dejó los labios de la princesa los cuidadores se movieron fuera del camino de la princesa y los caballeros de la guardia intentaron hacer lo mismo, pero no todos corrieron con la misma suerte. La princesa miró desde su lugar sobre Dhagara, con la cabeza en alto, como varios hombres de la guardia real eran consumidos por el fuego de su dragón.

Vuela, Dhagara.

Con un resoplido la dragona avanzó hasta salir al patio donde agitó sus alas elevándose en el aire. Dhagara voló sobre King's Landing dejando atrás el pozo y la fortaleza, Drakon volando a su lado, ambos dragones disfrutando el viaje sin saber que esa posiblemente era la última vez que estarían en el lugar. La peliblanca giró su cuerpo lo más que pudo para ver la fortaleza una última vez, lágrimas corrían por sus mejillas mientras veía el lugar donde había crecido desaparecer de su vista, pero no iba a retroceder en su decisión. Tragándose su dolor Cerys afianzó su agarre en las riendas y tiró de ellas haciendo que Dhagara se elevara sobre las nubes, borrando la imagen de King's Landing a sus espaldas.

La noticia llegó al rey de inmediato y él no podía creer lo que escuchaba. Su hija, la que nunca se había atrevido a dañar a alguien hasta el punto de la muerte, había asesinado a siete caballeros de la guardia real en su escape. Escuchar las palabras de los guardias que habían estado presentes debilitó al rey que enseguida mandó a llamar a su segunda hija. Esa noche los aposentos del rey fueron llenados con el llanto de la princesa Rhaenyra que se negaba a creer que su hermana la había dejado atrás.

—Tenemos que encontrarla—ella suplicó a su padre entre sollozos—, padre, por favor. No puedo estar sin ella.

Viserys miró a su hija y sintió su corazón romperse aún más.

—Otto, prepara un equipo de búsqueda, no quiero que se detengan hasta que la encuentren—pidió el rey con voz débil—. Enviaré un mensaje a mi hermano y a mi prima.

Mientras su padre se levantaba de la silla para escribir los mensajes, Rhaenyra permaneció en el suelo con los ojos puestos en el fuego que mantenía la habitación caliente. Las personas se movieron a su alrededor apresurándose para cumplir las órdenes del rey, pero ella no se movió, no dio señales de estar prestando atención. No hasta que sir Erryk ingresó al lugar con la cabeza gacha y tres cartas en sus manos.

—Mi rey, mi princesa—el hombre se agacho poniendo una rodilla en el suelo, demostrando respeto—. Encontré estas cartas en los aposentos de la princesa.

Rhaenyra observó como su padre tomaba los papeles, el hombre lucía terriblemente cansado y ella se sintió mal por él, pero la presencia de Alicent cerca de la puerta le recordó la razón de la huida de su hermana y su corazón se cerró nuevamente.

—¿Qué es?—preguntó a su padre.

—Son cartas—el hombre extendió una en su dirección—, para ti.

La peliblanca tomó el papel, pero se negó a leerlo frente a tanta gente.

—Para sir Erryk—el hombre finalmente levantó la cabeza viéndose sorprendido.

—Mi rey, la princesa...

—No es tu culpa—lo interrumpió entregándole la carta—. Una para mi y otra para Laenor.

Después de escribir las cartas para Daemon y Rhaenys el rey ordenó al maester que las enviará, adjuntando la carta que Cerys había dejado para Laenor.

Cuando la carta llegó a manos de sus respectivos dueños en Driftmark tuvieron diferentes reacciones. Daemon se mostró preocupado por su sobrina, Rhaenys también se vio preocupada, pero más que nada estaba orgullosa de su sobrina por cumplir sus sueños. Y por último, la reacción que más los desconcertó fue la de Laenor. Corlys esperaba que su hijo se soltara a llorar, pero el joven comenzó a gritar de felicidad apenas leyó la carta y antes de que alguien pudiera arrebatársela para leer su contenido Laenor ya la había lanzado al fuego para que se consumiera. Y a pesar de los miles de intentos de sus padres por sacarle información, no pudieron obtener nada de él.

De igual manera, Rhaenyra se negó a hablar del contenido de la carta. La princesa también había lanzado la carta al fuego borrando cualquier evidencia de su existencia. En cambio, Viserys y sir Erryk tuvieron que divulgar el contenido de sus cartas dado que Cerys liberaba de cualquier tipo de culpa al guardia que debía cuidar de ella.

Tristemente, todos los equipos de búsqueda que salieron de King's Landing regresaron con las manos vacías y así fue por cuatro largos años. Años en los el reino se vio lleno de una tristeza profunda ante la pérdida de su princesa. En el cuarto año tras la desaparición de su hija, tras la celebración del tres año de vida de su tercer hijo Aegon, y recibir noticias de los avistamientos de Dhagara sobre Essos sin un jinete, el rey declaró a su primogénita como muerta. El anuncio sacudió al reino e incluso Otto Hightower se vio afectado por el. La noticia de la supuesta muerte de Cerys llegó a Daemon y Laenor que compartieron una mirada y una sonrisa cómplice al escucharla, otra vez Corlys no pudo sacarle información a su hijo, solo podía rezar que no fuese algo malo.

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NOTA:

Se acercan momentos decisivos.

No se preocupen, los próximos capítulos abarcaran los cuatros años que Cerys estuvo "desaparecida", prepárense que se viene lo bueno.

¿Qué les pareció el capitulo? Me estoy encariñando mucho con Drakon, esta chiquito, hay que protegerlo.

No se olviden de comentar.

Gracias por leer, lu.

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