30; LOS NIÑOS

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LOS NIÑOS

En su regreso a Dragonstone la familia presenció el nacimiento de Moonax, un dragón de escamas blancas que encantó a todos con su belleza. Haelyn estaba más que feliz con el nacimiento de su dragón y sus hermanos también estaban felices por ella, el único que no se podía sentir plenamente feliz era Aemond. La falta de dragón estaba comenzando a molestarle, aunque alrededor de su hermano esto no le afectaba porque él tenía un huevo de dragón y Aegon no tenía. Su segundo huevo de dragón había pasado a su sobrina Alyssa, tal como Aiyana y Viserys habían pasado sus segundos huevos de dragón a sus hermanos menores, y él se sentía feliz por ser incluido en aquella tradición familiar.

Aparte del nacimiento de Moonax también celebraron la llegada de Aemond a Dragonstone. El príncipe se unió a las clases de sus sobrinos adaptándose con facilidad a la vida en el lugar, aún si veía muy poco a sus padres. Cerys se había ocupado en sus deberes como princesa heredera desde que habían llegado y Daemon siempre trataba de ayudarla en todo lo que podía, los dos repartiendo su tiempo entre responder cartas y atender a la pequeña Alyssa. Los niños, por su parte, pasaban la mañana con los dragones antes de atender sus clases con los maesters, por las tardes salían a dar un paseo por la playa en compañía de Haizea antes de tener su entrenamiento con Daemon. Era una rutina sencilla que ellos mismos habían establecido, pero siempre había un día en el que rutina se tenía que romper.

—¡No quiero!—gritó Haelyn corriendo por la playa.

—¡Lyn!—Rhaella la llamó siguiendo sus pasos—¡Regresa!

—¡Viserys se va a molestar si no estamos todos aquí!—Aemond corrió detrás de ellas buscando detenerlas.

—¡No me dejen!—Jaehaerys iba de último tratando de alcanzarlos.

Los cuatro niños habían estado esperando a sus primos mayores y su cuidadora, pero estos se habían tardado demasiado dejándolos completamente a la merced de sus pequeñas mentes revoltosas. En algún punto de su espera habían comenzado a jugar poniéndose retos y Rhaella retó a su hermana a ir con Vhagar sabiendo que la niña le tenía temor a la enorme dragona.

—¡Lyn!—Rhaella gritó con horror al ver a su hermana tropezarse—¿Estás bien?

—¿Dónde está mamá?—la niña de tres años comenzó a retorcerse intentando huir del agarre de su hermana—¡Quiero a mamá!

—Hae, mamá está ocupada, no podemos molestarla—Aemond intentó ayudar a Rhaella sosteniendo a Haelyn.

—¡No!—Haelyn pataleo lanzando arena en todas direcciones.

Un jadeo se escuchó de repente haciendo que los tres niños dejarán de moverse, detrás de ellos Jaehaerys estaba ocultando su rostro con sus manos y su cuerpo estaba comenzando a sacudirse.

—¿Jaehaerys?—Su hermana mayor lo llamó.

Entonces el niño rompió en llanto, todo su cuerpo sacudiéndose con sus sollozos.

—Jaehaerys, ¿Qué tienes?—Rhaella se arrastró por la arena hasta su hermano—¡Háblame!

Aemond y Haelyn miraron en silencio como Rhaella intentaba quitar las manos de su hermano menor para verle el rostro, pero el niño se negaba y continuaba llorando desconsolado.

—¿Crees que le cayó arena en el rostro?—Aemond preguntó al ver la arena en el cabello blanco de su sobrino.

—¡Es mi culpa!—Haelyn gritó comenzando a llorar también.

El llanto de los gemelos incrementó y Rhaella comenzó a desesperarse. Se suponía que ella y Aemond estaban a cargo de los gemelos al ser los mayores, pero ellos solo tenían cuatro años. En ese momento Rhaella sintió admiración por sus hermanos mayores, ellos si podían lidiar con cuatro niños llorones, ella no.

No tardó mucho para que Rhaella también se soltará a llorar murmurando como era un fracaso de hermana mayor, totalmente olvidándose que Aemond tenía la misma edad que ella y también estaba a cargo de los gemelos. El hijo del rey se quedó de pie en medio de los niños llorando sin saber qué hacer, pero finalmente se decidió en buscar ayuda lo más rápido posible. Para su suerte no tuvo que ir muy lejos porque sir Erryk ya los estaba buscando, el guardia tenía una expresión preocupada en el rostro que sólo desapareció cuando lo vio aparecer.

—¡Jaehaerys necesita ayuda!—exclamó tomando la mano del caballero—¡Rápido!

Aemond llevó al guardia hasta sus sobrinos dejando ir su mano apenas logró verlos, aún llorando.

—¡Príncipe!—Sir Erryk corrió hasta Jaehaerys—¿Qué sucedió?

—Arena—fue todo lo que dijo Rhaella en medio de sollozos.

En menos de un segundo Jaehaerys fue levantado por el caballero que lo tomó en brazos antes de darse la vuelta y correr de regresó al castillo. Los tres niños siguieron sus pasos enseguida escuchando como el hombre pedía un maester, en la entrada del castillo se encontraron con Aiyana y Viserys, los dos con preocupación brillando en sus ojos. Haizea los había dejado solos apenas vio a sir Erryk llegar con Jaehaerys en brazos pidiendo por un maester.

—¿Qué sucedió?—Viserys miró a sus hermanas y a su tío—¿Por qué están llorando?

—Yo...yo...—Haelyn se soltó a llorar una vez más.

—Es mi culpa—Rhaella corrió a brazos de su hermana mayor sin dejar de llorar.

—Mis príncipes—un guardia se acercó a ellos—, la princesa Cerys requiere su presencia.

Al escuchar el nombre de su madre las niñas se tensaron y Aemond tuvo que tragarse el miedo que le generó escuchar aquellas palabras. Viserys frunció el entrecejo viendo a sus hermanas, pero se limitó a tomar la mano de Haelyn comenzando a caminar de regreso al interior del castillo. El resto lo siguió en silencio, el llanto de Haelyn y Rhaella siendo lo único que se escuchaba en el pasillo. El guardia los guio hasta la habitación de Cerys y Daemon, las puertas estaban abiertas por lo que pudieron ver sin dificultad a las personas que se encontraban en el interior. Cerys y Daemon estaban de pie junto a la cama, los dos mirando a su hijo menor ser atendido por los maesters. Haizea estaba de pie del otro lado de la cama ayudando en todo lo que pudiera, los cinco recién llegados miraron como pasaban una toalla mojada por el rostro de Jaehaerys.

—Solo fue un susto, princesa—habló el maester Gerardys—. No mucha de la arena entró en su ojo, el príncipe estará bien.

Rhaella, Haelyn y Aemond dejaron salir el aire que sabían estaban reteniendo. Daemon giró a verlos en ese momento asustándolos, Haelyn se movió para ocultarse detrás de su hermano mayor.

—Déjenos a solas con nuestros hijos—ordenó el príncipe.

Los maesters, los guardias y Haizea abandonaron la habitación enseguida dejando a los niños solos con sus padres.

—¿Alguno quiere decirnos qué sucedió?—Daemon pasó la mirada por todos sus hijos.

—¡Fue mi culpa!—Haelyn gritó aún ocultándose tras su hermano—¡Lo siento!

—Les he dicho muchas veces que tengan cuidado cuando juegan en la playa—Cerys habló desde la cama—, si sir Erryk no los hubiese encontrado a tiempo quién sabe qué habría pasado.

—Lo sentimos, mamá—Rhaella bajo la mirada.

Alyssa dejó salir un chillido desde su cuna llamando la atención de todos.

—Es su hora de comer—avisó su madre—. Ustedes, vayan a prepararse para su entrenamiento.

Los cinco asintieron y no tardaron en salir corriendo con miedo de recibir un regaño. Aunque cuando llegaron al patio de entrenamiento no pudieron salvarse del regaño de Viserys. El niño de siete años miró a sus hermanos con el entrecejo fruncido y los brazos cruzados en su pecho, incluso Aiyana se sintió intimidada por su hermano.

—Saben que no podemos hacer que mamá se preocupe tanto—comenzó, su voz infantil sonando más seria que nunca—, está ocupada y solo espera que nosotros nos portemos bien. También ponemos el riesgo de Haizea si nos portamos mal, ¿Quieren que padre la despida?

Los cuatro negaron con la cabeza, todos con la mirada puesta en el suelo. Daemon los encontró preparados en una línea bien formada cuando llegó un par de minutos después y una sonrisa se formó en su rostro. Siempre que sus hijos hacían algo mal se portan de maravilla en los días siguientes hasta que vuelven a cometer otra travesura que les gana otro regaño.

El entrenamiento procedió sin problemas, Viserys y Aiyana estaban más adelantados en su entrenamiento por ser los mayores así que Daemon los dejaba entrenar entre ellos mismos mientras se ocupaba de guiar a los menores. Terminaron de entrenar unos minutos antes de la cena para que pudieran tomar un baño y ponerse presentables. Cada niño fue atendido por una doncella que se encargó de peinarlos y vestirlos, los cinco vistiendo los colores de la casa Targaryen. Cuando Aemond había llegado a Dragonstone fue recibido con un ropero lleno de ropa hecha para él, todas con los colores de la casa Targaryen, lo único verde que había entre todo el rojo y el negro eran las ropas que su madre le había empacado antes de dejar King's Landing, pero él nunca usaba esas ropas.

Jaehaerys los acompañó en la cena, sus ojos estaban un poco rojos, pero se desenvolvió en sonrisas apenas vio a sus hermanos. Como si los eventos de aquella tarde nunca hubiesen pasado. Después de la cena los niños fueron llevados a sus habitaciones para que descansaran, esa noche los seis niños durmieron con tranquilidad completamente ajenos a la falta de sueño de sus padres gracias a Alyssa.

Al día siguiente los niños siguieron correteando por el castillo como si nada, sus risas llenaban el lugar de vida haciendo sonreír a los sirvientes que las escuchaban. Después del desayuno los seis fueron llevados al patio donde los esperaban tres dragones, Baexar, Hellfyre y Sunflare los recibieron con chillidos de felicidad apenas los vieron. Durante la clase con los dragones Aiyana y Aemond se quedaron de lado viendo a sus hermanos interactuar con sus dragones, Haelyn se había unido a las clases desde que Moonax nació. Aiyana tomaba sus clases aparte ya que Caníbal no era muy amable con los dragones más jóvenes y todos tenían miedo que se los fuese a comer. Y bueno, Aemond aún no tenía un dragón así que no se unía a la clase, solo observaba buscando ganar algún conocimiento nuevo.

—¿Quieres ir a Dragonmont?—Aiyana se giró para mirar a su tío.

—Mamá dijo que no podía ir—Aemond apartó la mirada de los dragones para ver a su sobrina—, dijo que era peligroso.

—No es peligroso—le aseguró ella—, los dragones no te van a atacar a menos que los hagas enojar.

Aemond lo pensó por un rato, pero al final acabó negándose. Si iba a Dragonmont sus padres se iban a preocupar y él sabía lo ocupado que estaban.

—Quizás otro día—murmuró mirando detrás de su sobrina—. Vinieron por ti.

En la colina detrás de ellos Caníbal estaba erguido en todo su tamaño con sus ojos verdes puestos en los dragones que comenzaron a gruñir en su presencia. Aiyana sonrió y no dudó en correr hacia su dragón acariciándolo y murmurando palabras llenas de cariño en alto valyrio. A todos les parecía de los más chocante ver a la princesa dar semejantes muestras de cariño al dragón, sobre todo cuando este los miraba como si fuesen su próxima cena.

—¡Regresaré para las clases!—exclamó la niña de seis años trepando a su dragón—¡Vuela!

El resto vio como el enorme dragón emprendía el vuelo desapareciendo poco después entre las nubes. Jaehaerys jadeo de emoción y se apresuró a acariciar a Baexar diciéndole lo mucho que ya quería poder volar con él. Aemond, por su parte, decidió abandonar la clase para ver a su padre.

—¡Dracarys, Hellfyre!—Rhaella sonrió cuando su dragona rugió dejando salir una ráfaga de fuego—¡Buena chica!

Príncipe, Viserys—los cuidadores se acercaron al mayor de los príncipes—. Pronto estará lista la montura de Sunflare, ya tiene el tamaño adecuado para poder volar cortas distancias con un jinete.

Viserys con siete años entendía a medias el alto valyrio, pero pudo entender a la perfección lo que quisieron decir los cuidadores. Pronto podría ir en su primer vuelo solo.

Gracias—Sunflare dejó salir un chillido de felicidad empujando a su jinete con su cabeza.

Al igual que los dragones de su madre, los dragones de los príncipes no eran encadenados en el pozo, sino que eran libres de volar y caminar por los alrededores del castillo sin problema. Esto había influido al crecimiento de los dragones, muy a diferencia de los dragones que crecían encadenados en el pozo que no crecían tan rápido.

Los pasos de Aemond resonaron por los pasillos del castillo, el niño iba cargando su huevo de dragón, sus ojos mirando hacia todos lados esperando ver a su padre. Cuando por fin pudo encontrarlo lo hizo en el salón donde se encontraba la mesa de piedra con el mapa de Westeros, pero no estaba solo. Sus pasos se detuvieron en la puerta del salón, solo podía ver la espalda de su padre, pero podía ver claramente el rostro del hombre que lo acompañaba. Un guardia de los Velaryon.

—Quizás la princesa pueda pensarlo—el hombre llevó su mirada a la puerta y se sorprendió de verlo ahí parado—. Mi príncipe.

Daemon se giró para mirar lo que el hombre estaba viendo, una sonrisa asomando en su rostro apenas lo vio.

¿Qué haces hijo?—Aemond bajo la mirada—¿Sucedió algo?

El niño negó con la cabeza y comenzó a caminar en su dirección, apenas estuvo frente a su padre sintió brazos rodeándolo y sus pies dejaron de tocar el suelo. Por instinto rodeo el cuello de su padre con su brazo derecho sosteniendo el huevo solo con su brazo izquierdo.

—Le diré a la princesa que lo piense—el peliblanco mayor continuó con su conversación como si no tuviera a un niño en brazos—, aunque no aseguró una respuesta que vaya a satisfacer a Lord Corlys.

—Lord Corlys tiene a la princesa en muy alta estima—el guardia miró al niño por un segundo—, para él sería un honor que la promesa de casar al príncipe Viserys con su primera nieta se haga oficial.

—Me aseguraré de hablarlo con mi esposa y con Lady Laena.

El hombre se despidió con una reverencia y abandonó la habitación dejando a los dos Targaryens solos. Aemond miró a su padre y sonrió.

—¿Podemos ir a volar con Caraxes?—sus ojos brillaron.

—Tienes clases, hijo—los ojos de Daemon bajaron al huevo—. ¿Qué haces con eso?

—Quería llevarlo a dar un paseo—murmuró el príncipe.

—¡Aemond!—varias voces llamaron su nombre.

—Parece que te están buscando—Daemon se inclinó dejándolo en el suelo otra vez—. Te buscaré después de tus clases para ir a volar.

—¡Gracias, papá!

Daemon miró con una sonrisa como Aemond corría hacia la puerta con cuidado de no dejar caer el huevo. Cuando su hijo desapareció de su vista la sonrisa también lo hizo, le quedaban apenas dos días más con Aemond antes de regresarlo a las garras de la reina y su séquito de arpías, la sola idea de dejarlo ir le resultaba amarga, pero era el trato que había hecho con su hermano. Solo esperaba que con su regresó a King's Landing Aemond no se dejará manipular de su madre, y secretamente pedía que Laenor hubiese salvado a Aegon. Él sabía que las cosas solo se pondrían peor a medida que los niños crecieran y no descarta la idea de una guerra, guerra en la que sus hijos iban a verse metidos y él no podía permitir eso. Jamás expondría a sus hijos al peligro de una guerra.

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NOTA:

Primero que nada quiero agradecerle a AnaLopez960 por la portada, muchísimas gracias. Me alegra mucho saber que la historia te este gustando tanto como para hacerle una portada. <3

Este capitulo fue más como un vistazo al desastre que causan los niños, ¿Les gustó? Creo que haré más capítulos así para que vayan conociendo las personalidades de los niños.

Una última cosa, ¿Tienen algún fancast para Daeron? Ya que lo agregué a la historia necesito un cast para su versión adolescente y el único fancast que e visto de el es Lucas (el que tengo para Jaehaerys).

Gracias por leer, espero les haya gustado, Lu.

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