El juego del hilo rojo

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En su pueblo, durante el festival, como parte de la tradición, se realizaba un juego llamado "el hilo rojo". Basada en la idea de que todos tenemos un compañero destinado, los niños desde que cumplían cinco años hasta que se unían a alguien, debían participar en él sin excepción. El juego era muy simple, cada uno elegía un símbolo que lo representase y lo escribía en una placa de madera. Una vez metidos todos los símbolos en la olla, y después de ser mezclados para darle más emoción, los niños se acercaban y cogían una cuerda, convirtiéndose la persona a quien correspondía el símbolo en su pareja durante dos días, dos días en los que ambos estaban atados por una cuerda roja de dos metros que los condenaba a estar siempre juntos. Aquello había creado muchas amistades y también las había roto y es que podías ser emparejado con cualquiera sin importar sexo, edad o animal, creándose parejas que daban lugar a muchas anécdotas, de hecho, los demás chicos de su edad ya empezaban a hablar con nostalgia de las cosas que les ocurrieron durante aquellos dos días, siendo un tema más de conversación, pero él no tenía ni un solo recuerdo divertido por una razón: su pareja siempre era Nalbrek.

Nalbrek llegó un par de meses después que él al pueblo, la primera vez que ambos participaban, y dado que Nalbrek llegó apenas un mes antes del festival, Baem les pidió a todos que dejasen elegir en primer lugar a Nalbrek, algo a lo que nadie se opuso, ni siquiera él, que no imaginaba lo que iba a ocurrir. Cuando aquel estúpido lobo escuchó la explicación de Baem, miró la olla, luego a él y se volvió de nuevo a la olla para coger la cuerda con su símbolo sin dudar. Aquello los condenó a pasar aquellos primeros dos días juntos, pero, de nuevo, él no le dio importancia pensando que fue la casualidad, hasta que, al año siguiente, cuando Nalbrek eligió antes que él, de nuevo acertó con su cuerda. Aquello levantó rumores, sobre todo cuando al año siguiente él fue llamado primero, pero, cuando iba a coger la cuerda, este lo detuvo dándole otra y cuando los demás lo azuzaron para sacarla y ver de quién era, acabó obedeciendo tan solo para descubrir que era la de aquel lobo estúpido. Aquello causó mucho revuelo, pero dado que Nalbrek solo decía que lo sabía porque ambos estaban unidos y nadie era capaz de saber cómo lo hacía, aquella tradición se fue convirtiendo en un espectáculo para ver si de nuevo acertaba su cuerda, algo que siempre hacía. Incluso si alguien cogía su cuerda antes que él, gruñía amenazador hasta que la soltaba y, a partir de la sexta vez, que Nalbrek eligiese primero se convirtió en una parte más de la tradición al querer todos saber si lo lograría un año más y, sobre todo, descubrir el secreto de cómo lo hacía.

Pero aquel año, de nuevo, nadie logró desvelar el misterio y él, otra vez, estaba condenado a pasar los siguientes dos días atado a aquel lobo. De manera literal.

—Me gustaría estar atado a alguien diferente por una vez —se lamentó lanzando una piedra al agua, la cual, después de rebotar varias veces, se hundió pesada. Habían salido del pueblo y acabaron allí, aunque no estaba muy seguro de la razón.

—Estamos destinados —replicó Nalbrek.

—Sí, claro. Solo porque tú lo digas —asintió disgustado—. Tú no me gustas —le advirtió.

—Eso no tiene nada que ver. Tú eres mi pareja.

—¿Te das cuenta de que lo que estás diciendo es absurdo? —le preguntó, cuando se detuvo. Habían tenido aquella conversación tantas veces que había perdido la cuenta—. Al menos podrías decirme cómo sabes cuál es mi cuerda, porque el olor no es, me lavo muy bien las manos y lo toco lo menos posible, por lo que el olor está oculto por el de los demás, y no hay ninguna marca —murmuró pensativo.

—Lo sé porque eres tú.

—Al menos podrías explicármelo después de tantos años —se lamentó sentándose antes de dejarse caer hacia atrás—. Y yo que pensaba que a estas alturas ya tendrías pareja y yo sería libre —murmuró y es que, aunque Nalbrek no se podía comparar con Hilmar, era un lobo joven y con cierto atractivo, incluso cada vez se comportaba de una manera más normal, por lo que no eran pocos los que estaban interesados en ser marcados por aquel lobo.

—Tú eres mi pareja.

—Que sí —asintió poniendo los ojos en blanco. ¿Cómo se suponía que una a poder tener una conversación con alguien así?—. Te aceptaré después de que ambos tengamos cada uno diez hijos y cuatro parejas.

—Ninguno de los dos tendrá hijos ni parejas aparte de nosotros.

—¿Sabes? Así no hay quien bromee. Y mi respuesta sigue siendo no. No me gustas. Y no me digas que eso no importa, nosotros tenemos la libertad de elegir a nuestra pareja.

—Y tu pareja soy yo.

Abrió la boca, dispuesto a replicar, cuando la cerró. Llevaba doce años intentando hacer que aquel estúpido lobo entrase en razón y si no lo había conseguido los doce años anteriores, dudaba mucho que lo lograse ahora.

—¿Y qué quieres hacer? —le preguntó en lugar de comenzar una absurda pelea.

—Estar contigo —respondió haciendo que él pusiese los ojos en blanco.

—Hablo en serio.

—Yo también.

—¿Sabes algo de tu tío? —cambió de tema. No es que tuviese interés, pero era mejor que escucharlo desvariar.

—No desde el otoño pasado.

—Eso es bastante tiempo —murmuró. Hacía casi medio año de aquello y si bien era cierto que el tío de Nalbrek no iba a verlo con frecuencia, dada la edad que tenía, las ausencias podían ser una mala señal—. Estoy seguro de que está bien.

—Lo sé —asintió Nalbrek haciendo que él pusiese los ojos en blanco de nuevo al recordarlo.

De igual manera que estaba unido a él, lo estaba a su tío y sabía cuándo este tenía algún problema. O eso afirmaba cada vez que alguien le decía que no se preocupase por su tío cuando este se ausentaba.

Aunque a aquel hombre todos lo llamaban tío de Nalbrek, ya que era la manera en que este y Baem lo hacían, nadie sabía quién era ni la relación que tenía con Nalbrek en realidad, por eso existían tres teorías: que en realidad era el padre, pero que lo mantenían en secreto; que era un familiar que lo estaba ocultando; o que no tenían ningún parentesco y tan solo salvó a Nalbrek cuando era niño. En lo único en lo que todos coincidían era en que, por alguna razón, tuvo que ocultar a Nalbrek del resto de los lobos llevándolo allí. ¿Acaso no se suponía que los lobos vivían en manadas porque eran como una gran familia? ¿Entonces por qué parecía haber tantos problemas entre ellos?

—¿Ocurre algo? —inquirió aquel lobo al darse cuenta de que lo estaba mirando.

—Es tan solo que se supone que los lobos vivís en manadas todos juntos, que os protegéis, pero tanto Hilmar como tú os estáis ocultando aquí del resto de los lobos a pesar de que sois familia. Y si Hilmar tiene un buen motivo, el tuyo también tiene que ser igual de bueno -añadió mirándolo perspicaz.

—Las relaciones de los lobos son complicadas.

—¿Cómo que son complicadas? Alfas y betas, los lobos obedecen de forma instintiva a los lobos más fuertes que ellos, por eso el alfa más fuerte se convierte en el líder de la manada, tan solo los lobos solitarios son la excepción y no sienten ese impulso de obedecer por lo que acaban marchándose. Ah, y luego están los fieles, esa familia que solo sirve al alfa dominante, aunque al parecer ya no queda nadie, por lo que no cuenta. No es tan difícil.

—¿Has escuchado hablar de los fieles? —le preguntó Nalbrek sorprendido.

—Hilmar me lo dijo que él, de niño, soñaba con tener a su propio fiel hasta que acabó... —se detuvo—. También me contó que, aunque era una familia bastante grande, ahora han desaparecido —añadió—. Según le dijo su madre, hasta poco antes de que él naciese, quedaban dos hermanos, chico y chica, incluso ella tuvo un hijo, pero nació débil y, a pesar de todos los cuidados, murió a las pocas semanas por la epidemia que asoló el pueblo de los lobos ese invierno, y la madre con él. Hilmar dijo que su madre también estuvo a punto de morir por la epidemia. Y en cuanto al hermano, escuché en el pueblo que murió hace mucho en una emboscada humana. Al parecer los lobos arrasaron varias poblaciones humanas como venganza y es que la sangre de aquel lobo era muy valiosa al ser el último de su estirpe, perdiéndose sin más. Lo que no entiendo es cómo lo dejaron luchar antes de tener hijos.

—Yo no sé mucho —negó Nalbrek—. Pero, al parecer, su obsesión con el alfa hacía muy difícil que tuviesen pareja o hijos.

—¿Eso te lo contó tu tío? —Nalbrek asintió.

—Me ha hablado de ellos. Que servían al líder de la manada, protegiéndolo, pero que ya no quedaba nadie con esa sangre maldita.

—¿Sangre maldita?

—Eso decían de ellos los demás lobos. Mi tío me dijo que se obsesionaban con el alfa al que servían y eso causaba muchos problemas —le explicó—. Varias veces, incluso atacaron a la pareja del alfa o a sus hijos por sus celos incontrolables. Al parecer ni siquiera hablaban con otros miembros de la manada por su obsesión. Por eso, entre los lobos, muchos piensan que es mejor que una familia tan inestable haya desaparecido.

—Vaya —murmuró sorprendido. Él se imaginaba a los fieles como estoicos guerreros que siempre estaban al lado del líder protegiéndolo de todo, pero, al parecer, tenía más que ver con un amante celoso-. ¿Y de la epidemia? ¿Te habló de ella tu tío?

—Solo que murió mucha gente, sobre todo niños menores de tres años, pero no quería hablar demasiado. Creo que no quería recordar aquellos días.

—Hilmar dijo lo mismo. Que su madre apenas si le contó cosas de la epidemia. Pero dado que aquí, a pesar de que apenas ocurrieron algunos casos, nadie quiere mencionarlo, imagino que para los lobos, que perdieron a más de la mitad de los niños menos de tres años, debe ser un tema tabú -murmuró mirando a Nalbrek.

Dado que Nalbrek nació un par de meses antes que él, eso significaba que nació en plena epidemia. Se preguntaba si su madre murió debido a la enfermedad y por eso no tenía familia. Tal vez perdió a sus padres y lo expulsaron de la manada al no haber nadie que se hiciese cargo de un bebé que, seguramente, estaría enfermo. Pero dado que Nalbrek no parecía dispuesto a hablar del tema, él tampoco se sentía con el derecho de preguntar.

—¿Tú puedes ir a la ciudad de los lobos? —cambió de tema.

—¿Por qué me lo preguntas?

—Porque Hilmar no puede acercarse al ser peligroso, pero tú tampoco has ido, ni siquiera has salido de estas montañas, yendo solo de la cabaña al pueblo. ¿Hay alguna razón?

—No. Solo que me resulta más cómodo vivir en las montañas. Me gusta ese lugar.

—Eres la única persona que piensa eso —le advirtió.

—Puede ser —admitió Nalbrek sonriente.

—Entonces, si puedes, ¿por qué nunca te has marchado? —le preguntó con genuina curiosidad.

—Porque todo el mundo se marcha para buscar pareja, pero dado que mi pareja eres tú, no lo necesito —contestó haciendo que él suspirase. Otra vez al punto de partida.

—No menciones ese tema —le advirtió levantando la mano.

—Eso no cambiará nada —negó haciendo que él lo mirase molesto dispuesto a replicar, pero en lugar de eso respiró hondo.

—¿Entonces puedes ir a la ciudad de los lobos?

—Claro.

—¿Y por qué no lo haces? ¿No sientes curiosidad? Ese lugar está lleno de lobos. Aparte de estar entre tus iguales, puedes encontrar una pareja con la que tener hijos

—Mi pareja eres...

—Sí. Sí —lo detuvo—. Entonces puedes ir cuando quieras.

—Cuándo quiera no —negó pensativo—. Antes de ir, necesito hacer una cosa.

—¿Qué?

—Marcarte para que seas mi pareja.

—No pienso permitir que me marques.

—¿Por qué no?

—¿Cómo que por qué no? ¿Acaso tú permitirías que te marcase yo a ti?

—Soy un alfa.

—Y yo un macho.

—Los machos se pueden marcar, sobre todo los intermedios como tú. Los alfas, no.

—¿Quieres que te marque?

—No podrías —negó con seguridad.

—Como sea, no pienso permitir que me marquen. Ni tú, ni nadie.

—Hilmar es un lobo y un alfa, como yo —replicó Nalbrek.

—¿Y por qué sale Hilmar aquí? —exigió sintiendo como enrojecía—. ¿Qué? —le preguntó a la defensiva cuando se lo quedó mirando.

—Nada. Solo pensaba en el día en el que te pongas así de rojo solo por pensar en mí —contestó.

—Me voy —zanjó levantándose para marcharse cuando, al alejarse, sintió el tirón de la cuerda.

—No durante los próximos dos días —negó Nalbrek levantando la muñeca para que viese la cuerda.

—Estás disfrutando esto —lo acusó.

—Desde luego. Son dos días junto a ti y sin que puedas escapar —asintió sonriente.




Bueno, ya sabéis lo que consiguió Nalbrek al acertar la cuerda de Dawi: dos días atados juntos y ya sabéis porque Dawi estaba planeando escaparse 😆

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