Solo una noche

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Se abrió paso entre la gente que hablaba animada o bailaba en pequeños grupos al son de la música improvisada. La primera noche del festival, y aunque la gente se reunía para charlar alrededor de las hogueras con eola, todos los que participaban en el juego no podían hacerlo por una razón: dado que te podía tocar como compañero cualquiera, a veces te emparejaban con niños pequeños, como le había ocurrido a Hilmar, emparejado con Lea, una niña gorrión de cinco años que participaba por primera vez en el juego y a la que había llevado en brazos todo el día, y que ahora dormía contra la pierna de su madre.

—Por fin aparecéis —los saludó Hilmar al verlos.

—Lo llevé a la roca que hay subiendo el río para tirarlo desde ella y ver como se lo llevaba la corriente. Hasta que recordé que, al estar unidos, me arrastraría a mí también —le explicó lúgubre sentándose a su lado y cruzando los brazos.

—A pesar de lo cual lo intentaste dos veces —añadió Nalbrek sentándose a su lado.

—Porque lo recordé después de intentarlo. Además, la culpa es tuya, ya estaba cansado, ¿cuántas veces vas a decir que somos pareja y que estamos destinados?

—Las necesarias —contestaron ambos lobos a la vez.

—¿Lo ves?, hasta Hilmar se sabe tus respuestas. Hilmar, se un buen amigo y corta la cuerda para que me pueda alejar de este idiota —le pidió.

—¿Y estar maldito durante cuatro generaciones? No, gracias. Si quieres cortarla, hazlo tú.

—Pensaba que no eras supersticioso.

—Y no lo soy. Pero córtala tú.

—Yo no pienso permitir que nadie corte esta cuerda —les advirtió Nalbrek.

—Sí, sí. —Hizo un gesto despectivo sin escucharlo mientras miraba alrededor buscando algo cortante.

—¿De nuevo vais a dormir en tu cabaña? —le preguntó Hilmar.

—¿Acaso tengo otra opción? Porque es su cabaña o la mía y no me apetece tener que subir hasta allí a estas horas solo para regresar mañana.

—¿Y de nuevo compartiréis la cama?

—Dado que cada vez que lo tiro al suelo, vuelve a subirse... —asintió suspirando.

—El suelo es demasiado duro para dormir. Y eso me recuerda, esta vez también dormiré en el lado de la pared, no quiero que me vuelvas a empujar cuando esté durmiendo.

—Sí, sí. Si al menos pudiese ir a una de las hogueras —se lamentó

—Si yo no puedo ir, tú tampoco —le advirtió Hilmar.

—Gracias por el apoyo —le agradeció con sorna.

—Vamos, no es tan malo. Llevas los últimos doce años durmiendo con él estos dos días.

—Eso no me ayuda —negó dejando caer los hombros, derrotado.

—Lo siento —se disculpó revolviéndole el pelo y él sintió como su corazón se aceleraba a la vez que sentía algo cálido que salía de donde Hilmar estaba tocando.

—Te recuerdo que es mi pareja —le advirtió Nalbrek a Hilmar cogiéndolo para abrazarlo.

—¿Y si te lo intentase quitar? —le preguntó este provocador mientras lo recuperaba abrazándolo.

—No soy una cosa, así que dejad las tonterías ahora mismo —exigió él enfadado soltándose. ¿Qué había sido aquello? Por más que, al ser un zorro, fuese más pequeño que ellos, aquello era excesivo.

—No te serviría de nada. Tú ya tienes la tuya —contestó Nalbrek ignorándolo.

—¿Y quién es la mía? —inquirió Hilmar con genuina curiosidad.

—Aún no está aquí. Pero Dawi está unido a mí, así espera a tu pareja.

—Me voy —lo interrumpió molesto levantándose—. Yo no soy nada tuyo, ni nos une nada. Y no me llames Dawi.

—Todos te llaman así, así que con más razón yo, que seré tu pareja. Y en cuando a lo de irte, por el momento, nos une esta cuerda —le recordó Nalbrek enseñándosela.

—La cortaré —decidió comenzando a morderla para desgarrarla.

—Tus descendientes no te lo perdonarán —le advirtió Hilmar.

—Este lobo idiota siempre dice que no tendré descendientes —replicó cuando dejó caer la cuerda al darse cuenta de que era el centro de atención y que se estaban riendo de él. Aquello daría tema de conversación para, al menos, medio año en un lugar como ese—. Y todo por tu culpa -se volvió hacia Nalbrek.

—Yo tan solo he dicho que tú eres mi pareja porque estamos destinados y que eso me da derecho a llamarte Dawi —replicó el lobo sin dejarse afectar por su enfado.

—Exacto. Y deja de decirlo y de llamarme así —exigió apretando los dientes.

—Veo que este año has vuelto a hacer trampa sin que te atrapen —intervino Karima mirando a Nalbrek—. Y veo que tú sigues tomándote en serio lo que dice alguien que siempre se equivoca —añadió volviéndose burlón hacia él.

—¿Y cuándo me he equivocado yo? —intervino Nalbrek mirándolo antes de él pudiese decir nada.

—Dijiste que nunca tendría pareja, pero Lin y yo lo somos. Una feliz pareja —replicó Karima burlón—. Y eso significa que te equivocaste.

—No me equivoqué. Dentro de poco os separaréis y tú vivirás solo el resto de tu vida —contestó el lobo mirándolo serio.

—¿A pesar de que la marqué y está embarazada de mí?

—Eso no tiene nada que ver. Ella no es para ti, nadie lo es. Y todo por tu culpa —añadió. Por un momento Karima lo miró molestó apretando los puños, cuando se relajó.

—Deberías admitir que te has equivocado, Nalbrek el raro —le advirtió marchándose para pararse de inmediato a charlar con otro grupo.

—No veo la necesidad —murmuró el lobo mientras él miraba a uno y luego al otro.

Que Nalbrek era "raro" fue evidente para todos desde el principio y no solo por su manera de hablar, de quedarse mirando a la gente como si, en realidad, no los viese, o aquellos movimientos desgarbados que provocaron más de una burla. La principal razón fue porque hablaba de las relaciones de los demás como si fuesen algo que ya estuviese decidido y aunque nunca decía cómo lo sabía, de igual manera que cada vez que lo veía a él le decía que era su pareja, a veces le decía a otros niños, e incluso a los adultos, quien era su pareja. No tardó mucho tiempo en extenderse el rumor de aquel extraño comportamiento y empezar la gente a buscar a Nalbrek para preguntarle con quién debería estar, quién era su pareja destinada, por más que este se negase a decir nombres y solo señalase a la persona si estaba presente, a veces ni eso, limitándose a mover la cabeza y negarse en redondo a responder por razones que solo él entendía.

Y lo más sorprendente era que, si te contestaba, siempre acertaba.

En un lugar donde lo más emocionante era ver en primavera como el nivel del río subía hasta las rocas, la gente comenzó a preguntarle a Nalbrek sobre sus futuras relaciones cuando se lo encontraban en parte incrédulos, en parte fascinados. Y entre los que fueron a preguntarle estuvo Karima, el cual acudió con sus amigos para burlarse pero, por alguna razón, mientras a los demás niños les dijo quiénes serían sus parejas, en el caso del conejo, se quedó mirándolo antes de negar con la cabeza sin contestar. Aquello continuó los siguientes años, con Karima preguntándole a Nalbrek y este limitándose a negar con la cabeza, hasta que una de las veces, cuando ya tenían casi quince años, este lo miró y le dijo "Nadie. Has destruido todas las posibilidades de tener una pareja. Estás condenado a estar solo y la culpa es tuya".

Como era de esperarse, Karima no se tomó muy bien aquello, sobre todo porque tenía una cierta fama, ya que, como la mayoría de los conejos, era alto y delgado, con un suave pelo negro y unos grandes ojos que volvían locas a las chicas. Por desgracia para estas, aquella apariencia iba acompañada de una personalidad caprichosa y egoísta y aún antes de que comenzasen a tener el celo, ya había salido con más de la mitad de las chicas del pueblo. Luego se descubrió que presumía del número de novias y que apostaba con sus amigos a quién conquistaría la siguiente vez o cuántas novias podía conseguir en un tiempo determinado, siendo rechazado por todas las chicas. Algo que pareció confirmar las palabras de Nalbrek.

Por eso se sorprendió cuando, al regresar de su último viaje, descubrió que no solo tenía una compañera, sino que esta estaba embarazada.

Y, al parecer, Karima no podía perdonar a Nalbrek por lo que le dijo, tal vez porque cuando se descubrió lo que estaba haciendo y las chicas lo rechazaron, todos comentaban que aquel extraño lobo tuvo razón y ahora, cada vez que se le presentaba la ocasión, no dejaba de recordarle que se equivocó. Sin embargo, Nalbrek no solo no se molestaba o se justificaba, sino que miraba a Karima como si ya hubiese roto con su pareja, emporando las cosas con el conejo.

Un ruido lo devolvió a la realidad y, al mirar, vio a un grupo de chicas conejo que se acercaban belicosas.

—Conejo inútil, ¿qué haces aún aquí? —exigió una de las hermanas de Lin apoyada por sus primas y es que, en aquel lugar, todos los conejos eran primos o estaban emparentados de alguna manera entre sí al ser siempre muchos hermanos.

—Ya regreso. No hay que ponerse así —contestó Karima sonriendo conciliador.

—Eso dijiste hace media hora cuando nos encontramos. Y mientras tú estás aquí, Lin...

—Y por eso me iba —asintió Karima alejándose a paso lento mientras el grupo de chicas lo miraban con odio mal disimulado.

—¿De verdad Lin no es la pareja de Karima? —le preguntó Hilmar a Nalbrek cuando estas también se marcharon.

—Él ya no está unido a nadie —confirmó Nalbrek.

—Pues te recuerdo que en pocos meses van a tener hijos. Muchos hijos —replicó él.

Karima y Lin violaron las reglas y tuvieron relaciones con su forma animal y como consecuencia Lin tenía un embarazo múltiple, por lo que no podía regresar a su forma humana, estando condenada a permanecer en su casa sin poder salir al ser demasiado peligros estar fuera con su forma animal.

Cuando ellos estaban en su forma animal, prevalecían los instintos sobre la razón y en el caso de los conejos, eso significaba que, ante cualquier sobresalto, huían despavoridos, algo muy peligroso en un lugar en el que estaban rodeados de depredadores y cuando Lin no podía regresar a su forma humana ni huir con rapidez debido a su estado.

—Demasiados. Espero que los castiguen con dureza. Como si los conejos no fuesen ya bastante fecundos de por sí, el primer embarazo en su forma animal... —murmuró la madre de Lea disgustada y varias personas asintieron.

Los conejos solían tener unos diez hijos por pareja a lo largo de su vida, lo cual significaba que siempre eran mayoría fuesen a donde fuesen, aumentando con rapidez. Incluso corrían rumores cada vez más insistentes de que en varios pueblos habían llegado a acuerdos con los pueblos de alrededor para mantener a chicos y chicas separados hasta que no cumplían veinte años y evitando que pudiesen tener más hijos después del quinto. Y aunque allí aún no habían llegado a esos extremos, cada vez más gente se quejaba de los conejos y su creciente número. Y lo ocurrido con Karima y Lin no ayudaba.

—Nalbrek, ya que estás aquí, ¿tú no podrías decirme quién será la pareja de Lea? —le pidió la mujer y este miró a la niña antes de dejar vagar su vista por la fiesta mientras todos los presentes lo miraban con mal disimulado interés cuando se volvió hacia la madre.

—No puedo hacerlo —rechazó.

—¿Y por qué no puedes? —exigió la mujer molesta.

—Porque no puedo —contestó Nalbrek mientras él asentía satisfecho. Así alguien más sabría cómo se sentía cada vez que intentaba hablar con aquel lobo loco.

—Entonces no puedes decir quién es la pareja de Lea, mi pareja no está aquí, Karima se quedará solo y Dawi sigue siendo tu pareja —resumió Hilmar y Nalbrek asintió—. ¿Y eso cómo lo sabes?

—Porque es así —respondió el lobo.

—Yo no soy tu pareja. Y nunca lo seré —le advirtió.

—Creo que será mejor que nos vayamos a dormir —dijo Nalbrek en lugar de contestar.

—Es demasiado temprano. Si tienes sueño, vete tú solo.

— Yo lo decía por ti —negó.

—¿Por mí?

—Estás cansado.

—¿Y tú cómo lo sabes?

—Porque llevo observándote desde que teníamos cinco años.

—Eso da miedo —le advirtió.

—Pero es cierto. Además, no es como si pensase hacerte nada antes del próximo celo.

—En primer lugar, atrévete a intentarlo y tendré una hermosa piel de lobo como alfombra de mi habitación.

—Me alegro de que te guste mi pelaje —asintió Nalbrek

—No me gusta —negó apretando los dientes—. Y en segundo lugar... da igual —se rindió. Aquella conversación no iba a ninguna parte, como todas las que tenía con él—. Estoy cansado —admitió derrotado. Aquel estúpido lobo lo dejaba sin fuerzas.

—Por eso te decía que era mejor irse a dormir.

—No lo decía en ese sentido. Pero tienes razón. Cuanto antes nos vayamos a dormir, mejor —decidió levantándose y despidiéndose de los presentes.

—¿Tantas ganas tienes de dormir conmigo? —le preguntó mientras se alejaban camino de su cabaña.

—No. Pero cuanto antes nos vayamos a dormir, antes dejaré de escucharte.

—Tan solo no me golpees —le pidió.

—Pues no te acerques —replicó.

—No lo digo por eso, me refiero a cuando duermes. Desde niño te mueves mucho en la cama, espero que este año hayas mejorado y no me des tantos golpes y patadas.

—No me hables como si fueses un viejo cuando tenemos la misma edad. Y si no quieres que te dé patadas mientras duermo, es fácil. Duerme en otro sitio.

—Prefiero tus patadas al suelo, después de todo, no tienes tanta fuerza.

—Tú lo que quieres es que te dé una paliza, ¿verdad?

—No. Yo lo que quiero es marcarte para que nadie pueda separarnos nunca —replicó haciendo que él pusiese los ojos en blanco. De verdad que no se cansaba.





Varias discusiones, rendiciones de su parte e intentos de asesinato después, por fin llegaron a su cabaña, consistente en una simple y sencilla habitación con una chimenea a un lado, la cama y una pequeña mesa con dos sillas.

—Siempre me sorprende lo ordenado que lo tienes todo. Serás un buen compañero.

—Sí, sí —respondió sin oírlo comenzando a quitarse la ropa para doblarla y ponerla en la silla. A pesar de que aún era temprano, debía admitir que estaba cansado. Discutir con aquel lobo idiota durante todo el día agotaba su energía.

—Pondré mi ropa donde siempre —le dijo y él asintió.

—Tan solo recuerda no quitarte los pantalones —le advirtió.

—Tú duermes sin pantalones.

—Y tú te despiertas demasiado enérgico por la mañana a pesar de no estar en época de celo.

—Eso es por tu culpa.

—Me niego a aceptar la responsabilidad de tus problemas de líbido. Eres un lobo, no un humano.

—Somos cambiantes.

—Sigue así y no te dejaré dormir en la cama.

—¿Por qué este año la cama no está pegada a la pared? —Él, en respuesta, sonrió—. ¿Tanto quieres tirarme?

—Sí —admitió metiéndose en la cama y Nalbrek lo imitó. Al menos le había hecho caso y no tenía que empezar una discusión por los pantalones.

—No sé si voy a poder dormir con esto —murmuró Nalbrek acomodándose.

—Pues tendrás que hacerlo —zanjó dándole la espalda.

—¿Y si duermo con mi forma de lobo?

—No, gracias. No quiero que todo esté lleno de pelos —rechazó—. Eso sin contar con que lo impregnarías todo con tu olor.

—Cuando te marque, todo olerá a mí.

—Entonces esperaremos a que me marques para disfrutar de esa experiencia —contestó sarcástico.

—Si lo prefieres así... —aceptó y él suspiró cerrando los ojos. Ya discutiría al día siguiente.

—Buenas noches —le dijo comenzando a dormirse cuando sintió el aliento de Nalbrek en su nuca—. Intenta marcarme y te arrancaré los dientes uno a uno -le advirtió sin abrir los ojos.

—No puedo marcarte por primera vez fuera de la época de celo, me expulsarían del pueblo y perdería cualquier oportunidad de estar juntos.

—¿Entonces qué se supone que haces?

—Tu olor, es más dulce, estás preparándote para el celo.

—Muchas gracias por la información, pero ya lo sé. Y mi olor no es dulce —negó.

—Desde luego que lo es, eres un intermedio y este año tu olor es más dulce que los anteriores, deberías tener cuidado.

—Nalbrek, soy un zorro, sé cuidarme.

—Eso es cierto. Además, el que este año tengas más predisposición a ser marcado no importa.

—No lo digas —le advirtió.

—Porque yo me ocuparé de que nadie te moleste hasta que te marque yo.

—Lo has dicho —lo acusó volviéndose molesto.

—Es que quería ver tu cara una vez más antes de dormir, y sabía que decirte eso era la forma más efectiva de hacer que te volvieses —le explicó sonriente.

—Buenas noches —replicó entre dientes dándose la vuelta. Aquel lobo era imposible.





Nalbrek siempre ha sido el raro del pueblo, pero con una habilidad interesante 😇

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