El trato

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Se dirigió a la casa de Hilmar y, de nuevo, aún antes de que llegase a la puerta, este la abrió.

—Aparta —le advirtió empujándolo de malas maneras entrando para encontrarse al humano frente al fuego cocinando algo que olía bastante bien, pero lo ignoró.

—Adelante, pasa —lo invitó Hilmar con sorna.

—Gracias —contestó sentándose en el suelo con las piernas cruzadas antes de cruzar los brazos.

—Estás de mal humor.

—Muy perceptivo.

—Nalbrek.

—Me desperté porque estaba durmiendo encima de mí. Con forma de lobo. ¿Sabes cuánto tardaré es deshacerme de todos esos pelos?

—A veces nos pasa. Cuando se acerca la época de celo, podemos cambiar cuando dormimos.

—Ese lobo estúpido dijo lo mismo, y no me importa los problemas de sonambulismo de los lobos. Además, lo peor no es eso, lo peor es que después... —comenzó cuando se detuvo—. No importa —murmuró—. El oso, ¿ha venido?

—No —negó y él lo miró. Incluso él podía notar el ligero olor del oso traído por el viento, lo cual solo podía significar una cosa. Sujan estuvo moviéndose cerca de la casa, pero no se acercó y dado que el humano no se dio cuenta, Hilmar fingía ignorarlo para no preocuparlo.

—Eres un estúpido, Hilmar malas pulgas.

—No más que tú, Dawi el torpe.

—¿Dawi? ¿Te llamas así? —terció el humano.

—No —contestó mirándolo evaluativo.

—¿No? —le preguntó el humano sorprendido.

—Se llama Dau —le explicó Hilmar—. Dawi es como lo llamamos sus amigos.

—¿Entonces puedo llamarte Dawi yo también?

—Si quieres que te desgarré esa delgada garganta —asintió mientras sonreía enseñándole los colmillos evitando hacer una mueca y es que aún tenía el olor de Nalbrek en la boca.

—Tienes razón, no podemos ser amigos cuando tú no sabes mi nombre. Me llamo...

—Rishi —acabó por él.

—¿Cómo lo sabes? —le preguntó el humano sorprendido.

—Porque el idiota aquí presente no dejaba de decir tu nombre en sueños —contestó.





Corrió con todas sus fuerzas hasta que se sintió lo bastante cansado para dejarse caer de lado transformándose en humano mientras suspiraba.

—He cometido un error —se lamentó tumbándose bocarriba tapándose la cara con el brazo.

Cuando Hilmar le dijo su nombre al humano sin consultárselo antes, se sintió molesto, tanto que le contó que Hilmar decía su nombre en sueños ya que todos sabían que los humanos despreciaban a la gente que mantenía relaciones con alguien de su mismo género, algo condenado por los dioses a los que servían. Sin embargo, la reacción de aquel chico no fue de asco y rechazo, tal y como esperaba, sino que se puso rojo mientras Hilmar lo sacaba de la cabaña de malas maneras enfadado. Y, ahora, él tenía la seguridad de que había conseguido justo lo contrario a lo que pretendía, estropeándolo todo.

Debería haberse dado cuenta de que aquel chico era diferente cuando, al hablar de Nalbrek y él, parecía curioso, pero no mostró rechazo. Sin embargo, no lo hizo. Ni votó para que lo expulsaran cuando tuvo oportunidad. ¿Acaso aquel lobo loco tenía razón y aquellos dos estaban destinados a estar juntos? ¿Hilmar con un humano? ¿Además uno que lo tuvo como mascota? Solo con pensar lo que podían haberle hecho mientras estuvo en sus manos, ya se sentía de un pésimo humor.

Detuvo aquellos pensamientos. En primer lugar, era cierto que el humano parecía interesado en Hilmar, al menos no le disgustaba, y también era cierto que aquel lobo idiota parecía decidido a protegerlo, pero si lo pensaba con frialdad no sabía la razón. Tal vez solo le debía un favor y se lo estaba devolviendo. Era extraño, pero no lo podía descartar. Además, por más que el humano fuese más del gusto de Hilmar que él, eso no significaba que este lo prefiriese antes que a él. Después de todo eran amigos desde hacía años, muy buenos amigos, y entre un humano que lo torturó y él, la elección era obvia. Eso sin contar con que aquel chico era un humano y estos no tenían celo, por lo que era muy difícil para animales estacionales como ellos emparejarse con uno.

Lo sabía. Todo eso lo sabía. Lógicamente lo hacía.

En realidad, ni siquiera estaba seguro de si a Hilmar le gustaba el humano como pareja o no. Todos decían que lo mejor para emparejarse, era escoger a la persona con la que te llevases mejor, ya que los sentimientos se harían más fuertes con la convivencia. Que esa simpatía mutua era producto del instinto, algo que se equivocaba mucho menos que los cambiantes sentimientos humanos. Y si bien para ellos era difícil distinguir cual era cual, sobre todo cuando eran tan jóvenes, sin duda la persona con la que él se llevaba mejor era Hilmar. Era cierto que no quería ser marcado, pero también era cierto que, si tenía que elegir entre que marcase al humano o ser marcado él, sin duda prefería lo último.




Varios días después caminaba cerca del río de regreso al pueblo en su forma de zorro. Había visto al lobo cuatro veces desde que lo echó, y aunque al principio estaba enfadado, al menos no lo ignoró. Lo que le molestaba era que el tema principal de conversación de Hilmar era el humano. El humano solo come esto, tengo problemas porque el humano siempre tiene frío, el humano tiene que dormir en la cama, el humano, el humano... ¿Cuántas veces podía pronunciar aquella palabra en una sola conversación? Como la escuchase una sola vez más iba a matar a alguien, pensó disgustado cuando sintió el olor del humano y, al mirar, lo vio en la orilla del río, rodeado de varios niños ardilla. Al parecer estaban siendo traviesos y, al parecer, aquel invitado era incapaz de detenerlos. Los humanos eran tan inútiles como se decía, pensó disgustado marchándose a buen ritmo cuando se detuvo volviendo irritado y es que, a pesar de todo, no lo podía dejar así.

—Vosotros, dejadlo en paz —les advirtió bajando desde arriba a toda velocidad enseñando los colmillos y los niños desaparecieron entre gritos mientras el humano caía de espaldas—. Patético —le dijo, cuando recordó que era inútil y es que este no podía oírlo en su forma animal.

Se dio la vuelta para regresar cuando el humano lo llamó.

—Espera —le pidió deteniéndolo por lo que se volvió—. Esos niños, ellos se llevaron mi ropa —le explicó incómodo por lo que él lo miró antes de marcharse de nuevo—. Espera —repitió haciendo que suspirase.

—A nadie... —comenzó cuando se dio cuenta de que así era inútil, por lo que cambió a su forma humana—. A nadie le importará verte así, humano.

—Pero mi ropa...

—Esos niños eran ardillas, solo tienes que ir a hablar con sus padres y te la devolverán, si es que no la han dejado en la puerta de la casa de Hilmar para evitar problemas. Lo que no entiendo es cómo has permitido que te quiten la ropa unos niños...

—Estaba bañándome y, de repente, aparecieron.

—Eso sigue sin explicarlo —le advirtió.

—Es que eran varios...

—¿Y? Son niños, enséñale los colmillos y se irán.

—No tengo colmillos.

—Entonces un palo.

—No puedo golpearlos con un palo —negó escandalizado.

—¿Y quién está hablando de golpearlos? Solo debes asustarlos, demostrarles que eres más fuerte que ellos —le recordó. ¿Acaso era estúpido? Y se contestó que sí. Después de todo era humano y todos sabían que estos eran estúpidos.

En ese momento le llegó uno olor familiar y al volverse vio como pasaban cerca de allí varios chicos de un pueblo cercano, que parecían estar consolando a uno de ellos.

—Pero es que estaban durmiendo con las colas entrelazadas —estaba diciendo el chico al borde del llanto.

—Ya te advertimos que estaba interesada en él, no en ti.

—Pero yo quería proponerle que fuese mi pareja en el siguiente celo y ella...

—Quememos eola, verás cómo te das cuenta de que no es tan malo— lo consoló otro mientras se perdían por el bosque.

—¿Tan grave es encontrar a alguien con la cola enredada con otro? —inquirió el humano.

—Pregúntale a Hilmar —zanjó.

—Hilmar no quiere hablarme del celo y ese tipo de cosas. Cada vez que le pregunto algo, acaba marchándose molesto.

—¿Y a quién le importa eso? —lo interrumpió y es que a él le pasaba lo mismo con Hilmar cuando le preguntaba sobre su estancia con los humanos y no iba por ahí presumiendo... se detuvo—. Humano —lo llamó.

—Mi nombre es Rishi.

—No me importa tu nombre, pero sí hay algo que me interesa de ti —añadió acercándose mientras sonreía.

—¿Qué? —exigió intentando no parecer tan asustado mientras tragaba en seco. Por desgracia para él, su olor lo delataba.

—Tú quieres saber cosas del celo y yo quiero saber cosas de cuando Hilmar estaba con los humanos. ¿Trato? —le preguntó poniendo el puño.

—Trato —contestó el humano chocando el puño por lo que asintió. Al menos era lo bastante inteligente para ver una oportunidad cuando se la ponían delante.




—Entonces cada uno hará una pregunta por turnos, y el otro la contestará —concluyó el humano y él asintió.

—Lo que no entiendo es por qué pareces tan incómodo —murmuró.

—Porque no tengo ropa —contestó el humano enrojeciendo.

—Sigo sin entenderlo.

—¿Acaso a ti no te molesta estar... así?

—No, ¿por qué tendría que molestarme? Es mi cuerpo —contestó. Los humanos eran demasiado extraños.

—Pero en el pueblo la gente se viste —señaló.

—Cuando somos adultos y tenemos el celo, se considera mejor ir vestidos en público. No es que no podamos controlarnos, pero es mejor evitar tentaciones y malentendidos —le explicó—. Y ahora es mi turno.

—¿Tu turno?

—Yo te he explicado por qué vamos vestidos en el pueblo, ahora explícame tú cómo conociste a Hilmar.

—Mi padre lo compró —le explicó.

—¿Tu padre lo compró?

—Mi padre es un aristócrata, mi familia hace negocios con barcos desde hace generaciones y mi padre colecciona... cosas.

—Hilmar no es una cosa.

—Lo sé, pero es que a mi padre no le importa lo que sea, colecciona cosas, animales, personas... Si es raro, si puede presumir de ello, lo quiere —le explicó apartando la cara.

—Al parecer no estás de acuerdo —murmuro al oír su tono.

—Mi madre fue una de las cosas que coleccionó, le gustó su piel oscura —le explicó dejándolo sin saber muy bien qué decir—. Ahora mi turno, ¿por qué ese chico parecía tan afectado?

—Porque la chica que le gustaba estaba durmiendo con la cola enredada en la de otro chico.

—Eso no lo entiendo— le advirtió el humano, por lo que bufó.

—Nosotros, de pequeños, no tenemos control sobre nuestros cambios, por eso podemos tener épocas tanto mixtas como de animal o de humano. No es algo que funcione por etapas, solo pasa. Un día un bebe es humano, a la semana siguiente tiene orejas de su animal, tres días después le sale cola y luego se cubre de un esponjoso pelo... pero no está bajo el control de nadie, solo... pasa y una de las cosas que ocurren con más frecuencia es tener cola. Y, cuando sale, los bebes enredan la cola con la de su madre. Los tranquiliza. Una vez escuché que los humanos podían dormir abrazados. Nosotros no lo hacemos, pero sí esto.

—¿No dormís abrazados?

—Desde luego que no, ¿y si alguien te ataca? —le preguntó escandalizado.

—Ya veo. Pero yo pensaba que los adultos solo teníais forma animal o humana.

—Puede salirnos la cola —admitió incómodo—. Pero solo le pasa a los más jóvenes y con alguien en quien confían de verdad, a los adultos no nos pasa —añadió y es que aquella necesidad de contacto era algo muy infantil.

—Y por eso ese chico parecía tan afectado —murmuró el humano al comprenderlo.

—No tiene nada que hacer —asintió—. Y ahora mi turno. ¿Por qué huías de los humanos?

—Eso...

—Yo contesté tus preguntas y si rompes el trato, no volveré a hacer ninguno más contigo —le advirtió deteniéndolo.

—Yo tan solo...— comenzó cuando se detuvo—. Mi padre, mi familia, llevaba mucho tiempo molesto conmigo.

—¿Por?

—Sar. Yo lo ayudé a escapar. En realidad, estábamos a huyendo juntos, pero... —su voz se perdió—. Al menos Sar consiguió escapar.

—Hilmar —le advirtió entre dientes.

—Cierto, Hilmar. Aún no me acostumbro a ese nombre —murmuró incómodo.

—Pues hazlo, porque así se llama —le advirtió y el humano asintió—. ¿Y qué tiene eso que ver con que te persigan? Pasó hace mucho tiempo —señaló.

—Cierto, pero mi padre estaba muy molesto conmigo por eso y, por más tiempo que pasaba, la situación no mejoró. Las cosas en casa de mi padre son... complicadas —murmuró abrazándose a sí mismo mientras se estremecía—. Un día prepararon mis cosas y fui llevado a una casa donde vivía un conocido de mi padre. Me había cedido a él para obtener un trato ventajoso. Cuando aquel hombre intentó tocarme, yo me defendí y hui. Luego supe que estaba muerto. Pero yo no lo maté —le aseguró.

—¿Sabes quién fue?

—Yo solo era el último capricho, así que la casa estaba llena de chicos y chicas —negó—. Además, no es como si importase quién fue, lo importante es que se condene a alguien para que su familia pueda gastar la herencia con libertad.

—Y en tu huida acabaste aquí —adivinó.

—Empecé a huir hacia las montañas, ya que mi padre tiene muchos contactos en la costa y acabé saliendo de las tierras humanas. No era mi intención entrar en vuestras tierras —le aseguró—. Pero me perseguían y no podía volver y para cuando me deshice de ellos, no sabía dónde estaba. Por suerte me encontró Sar —añadió incómodo.

—No te encontró Hilmar, fue un grupo de conejos —lo corrigió—. Y te llevaron al pueblo porque Hilmar es el único que conoce cosas de los humanos.

—Entonces es mi turno. ¿Cómo es tener celo?

—¿Y cómo es no tenerlo y querer hacerlo todos los días a todas horas? —le preguntó él a su vez.

—Los humanos no queremos hacerlo siempre —replicó Rishi molesto.

—Eso no es lo que he oído —replicó condescendiente.

—Es cierto que no tenemos celo, y es cierto que algunos pueden ser muy activos, pero la mayoría necesitamos a alguien que nos guste para poder hacerlo —añadió colorado.

—¿La mayoría? —insistió con fingido interés.

—Sí —afirmó con fuerza.

—¿Y quién es el humano que te hace querer estar con él?

—No es... —comenzó cuando se detuvo de un color aún más rojo—. No me gusta nadie —casi gritó—. Y ahora contesta. Sar nunca quiere decirme nada sobre el celo.

—Hilmar. Y sobre el celo no hay mucho que decir, solo que empieza y acaba —murmuró.

—Gracias por la información evidente.

—De nada.

—Y ahora explícame algo que no sepa —exigió haciendo que suspirase.

—Es que no sé cómo hacerlo —admitió pensativo—. Cuando hablaron de la diferencia entre los conejos y los demás, dijeron que para nosotros era como un picor —le explicó por fin.

—¿Como un picor? —preguntó Rishi confuso.

—Sí, ya sabes. Los humanos queréis aparearos con otros porque es divertido, como les ocurre a los conejos, os sentís bien y por eso queréis hacerlo, pero para nosotros, es, al contrario. Lo hacemos para dejar de sentirnos mal. El celo es una sensación muy desagradable y, si no haces nada, solo sigue. Por eso te apareas. Para dejar de sentirte así.

—¿Podrías dejar de decir aparearte? —le pidió Rishi.

—¿Follar?

—Aparearse está bien —le aseguró y él lo miró. Si estaba bien, ¿por qué se quejaba?—. Entonces os sentís mal y como queréis que esa sensación se detenga, tenéis relaciones.

—Sí —confirmó mirándolo. ¿Qué era eso de "tener relaciones"?

—Y por eso os domina.

—Es difícil pensar en otra cosa cuando tienes el celo, cuanto más fuerte, más difícil de ignorar.

—Pero podéis mantener relaciones fuera de la época de celo.

—Por supuesto. Pero eso lo hacemos por el olor, para fortalecer el vínculo—le explicó cuando al ver su expresión suspiró por enésima vez—. Eres un humano, así que no te preocupes por eso —lo detuvo y es que ¿de qué le servía saber aquello a un ser que no tenía sentido del olfato? Y la respuesta era para nada.

—¿Y los afrodisiacos?

—Los afrodisiacos están prohibidos —le advirtió tenso.

—Lo sé —asintió con rapidez—. Sar... Hilmar me lo dijo —se corrigió.

—Son muy peligrosos ya que hacen que el celo siga sin importar si tu cuerpo puede soportarlo o no y pueden volverte loco, incluso matarte. Por eso están prohibidos, solo vosotros... —comenzó cuando se detuvo y es que acusar a aquel humano por lo que hacían los demás no iba a servir para nada.

—Pero Hilmar me dijo que existían activadores —prosiguió con curiosidad.

—Porque los activadores sirven para ayudar a que comience el celo en alguien cuyo cuerpo tarda demasiado. Es peligroso que alguien tenga el celo fuera de temporada, ya que no hay nada preparado —al ver que el humano lo miraba sin entender suspiró—. Todos nosotros tenemos el celo a la vez, incluso los conejos lo tienen estimulados por los demás. Eso significa que los niños y ancianos se van del pueblo y, para los que quedan, es fácil encontrar pareja ya que todos están en la misma situación. Pero si alguien tiene el celo él solo... Si es el que marca, no habrá nadie que desee ser marcado, el problema es que al estar en celo no será capaz de controlarse y acabará atacando a alguien. Y si es alguien que desea ser marcado, emitirá cada vez más feromonas para invitar a una pareja, hasta que afecte a alguien, el problema es que afectará a varios a la vez, siendo atacado por estos al ser el único disponible y provocando una oleada de ataques. Como ves, todo acabaría muy mal, por eso se crearon los activadores, para ayudar a los que tenían problemas con el celo estacional.

—Comprendo —murmuró—. ¿Y ese activador funciona en humanos?

—¿Vosotros tenéis celo que activar o producís feromonas? —le preguntó a su vez. ¿Era estúpido?

—Ya veo. ¿Y eso de marcar o ser marcado? —prosiguió tímido.

—¿Hilmar ni siquiera te ha explicado eso? —le preguntó y cuando el humano negó suspiró. Aquel lobo inútil—. En nuestras relaciones de pareja uno es el que lidera y el otro quien lo sigue, quien lidera es el que marca, quien lo sigue, es el marcado.

—¿Se obedecen?

—No —negó—, pero si pelean, es muy difícil que gane el marcado. No es algo lógico. Solo algunos de nosotros nacen para mandar, otros para obedecer y buscamos a alguien compatible con nuestra tendencia.

—Y Hilmar es...

—El que marca —contestó—. Los lobos alfa son marcadores, tanto machos como hembras, y además con un ascendente muy fuerte. Es difícil enfrentarse a ellos, incluso para otros marcadores.

—¿Eso significa que los demás obedecen a Hilmar?

—No, no tiene pareja, así que aún no es un marcador como tal. Una vez que tenga pareja, que la marque, podrá demostrar su fuerza. Estoy seguro de que pocos podrán imponerse a él —añadió con orgullo y es que Hilmar sería un marcador fuerte, muy fuerte. Solo había que conocerlo para saberlo.

—¿Y ese otro lobo? Nalbrek

—Ese inútil también es un alfa —admitió.

—Luego es un marcador —murmuró y él asintió—. ¿Y tú eres?

—¿Para qué quieres saberlo?

—Yo solo...

—No importa, lo averiguarás tarde o temprano. En este pueblo a todos les gusta demasiado hablar y los padres de esas ardillas te deben un favor. Soy un intermedio.

—Intermedio.

—Puedo ser ambos, marcar o ser marcado. No es tan raro. Unos años tengo preferencia por una cosa y otros años por otra. Tan solo no he encontrado a nadie que quiera marcar o que me marque —añadió.

—¿Y ese lobo? ¿Nalbrek?

—Nalbrek está loco, así que no cuenta.

—A mí me agrada.

—Dile que te marque.

—No, yo no podría —rechazó con vehemencia.

—Podrías, créeme, y a mí me harías un favor.

—No —se negó rojo y al oírlo chasqueó la lengua—. ¿Entonces es posible que uno de vuestro pueblo se aparee con un humano?

—Bueno, eres demasiado débil y tus dientes son demasiado planos como para marcar a alguien así que no puedes ser marcador, pero tienes un agujero, así que te pueden marcar. Otra cosa es el estado en el que te encuentres al día siguiente —añadió pensativo y es que los humanos sangraban con mucha facilidad.

—¿Un agujero? —le preguntó el humano enrojeciendo.

—Sí, ya sabes, si el marcador es macho mete su...

—No hace falta que me lo digas, ya lo sé, gracias.

—¿Entonces por qué preguntas?

—Los marcadores ¿son solo machos?

—No —contestó mirándolo de arriba abajo—. ¿No me has escuchado decir que hay algunos de nosotros, como los lobos alfa, que solo pueden ser marcadores? Si es hembra, ella es la que marca.

—¿A un macho también?

—A un macho también.

—¿Y cómo lo hacen?

—Creo que de repente entiendo muy bien cómo se sentía Sarnat —murmuró—. Hacen lo mismo que cualquier pareja. No soy un humano pervertido para ir espiando a las parejas y ver qué hacen con qué —le advirtió.

—Entiendo...

—Y se acabaron las preguntas. Las siete siguientes, es mi turno.

—¿Siete?

—Has hecho siete preguntas mientras que yo no he hecho ninguna. Eso significa que me debes siete preguntas. Y ahora regresemos —añadió levantándose.

—Pero mi ropa... —comenzó el humano.

—Espera le dijo cambiando a su forma animal para marcharse y poco después estaba de regreso—. Toma —le tendió la ropa que había traído, pero este se limitó a mirarla—. ¿La vas a coger o no? —lo azuzó.

—Gracias— contestó este cogiéndola.

—No malinterpretes esto —le advirtió—. No es que quiera ayudarte, pero eres capaz de perderte si intentas ir hasta el pueblo sin que nadie te vea y no quiero que Hilmar se pase las próximas horas buscándote, mucho menos que tenga que cuidarte porque has enfermado al andar de esa manera por el bosque.

—Aun así, gracias. Eres una buena persona.

—Lo sé —asintió antes de cambiar a su forma de zorro sentándose para ver como se vestía y, cuando acabó, se levantó comenzando a avanzar.

—Gracias por acompañarme —le dijo y él se felicitó por tener su forma animal y es que, gracias a eso, no tenía que contestar y este se cansaría rápido.

Sin embargo, se equivocó y aquel día, mientras regresaban, aprendió una importante lección: Los humanos no necesitaban a un interlocutor para hablar.






Un capítulo largo 🤔 Por cierto, por si a alguien le interesa, el padre de Rishi no tenía interés en él porque no salió de piel tan oscura como su madre. Un encanto de persona el hombre 😑

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