El visitante

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Avanzó de buen humor y es que no pensaba admitir excusas. Aquellos conejos eran suyos ahora. Comenzó a tararear alegre mientras pensaba en el festín que se daría aquella noche cuando se detuvo al reconocer el olor. Humanos. Pensaba que Sarnat ya habló con los pájaros para que dejasen de robar cosas de aquellos seres, al menos para que dejasen de abandonarlas en el bosque cuando se cansaban de ellas, pero, al parecer, lo volvieron a hacer y alguien lo encontró, trayéndolo para que Hilmar, el único que había vivido entre ellos, dijese si era peligroso o no. Tendrían que hablar con ellos de nuevo, y es que Hilmar tenía cosas mejores que hacer que ver artefactos humanos.

Sin embargo, el olor era demasiado fuerte para ser solo un objeto robado hacía días. Olfateó de nuevo. Un olor tan denso solo podía provenir de un humano de verdad, pero ¿era posible? Los humanos tenían prohibida la entrada en su bosque desde hacía generaciones. Se regañó. ¿Acaso los humanos respetaban alguna vez las reglas? Y la respuesta era no. Los humanos entraban al bosque a robar crías, las cuales tenían muy buena acogida entre los ricos como mascotas. Por eso los pueblos que estaban más cerca de los reinos humanos mataban sin piedad a cualquiera de estos seres que encontrasen en sus tierras ya que eran traficantes de crías o asesinos en busca de alguna víctima a la que desmembrar para vender sus partes como componentes de elementos mágicos. Y es que los humanos, en su estupidez, creían que, si bebían su sangre o comían su carne o alguna parte de su cuerpo, podían obtener, aunque fuese de forma temporal, parte de sus capacidades animales. Como si aquello fuese posible.

Por eso era inverosímil que hubiese llegado uno allí, mucho menos uno vivo, porque por el olor, aquel humano todavía estaba vivo. Aceleró el paso, casi corriendo, cuando al llegar al pueblo se detuvo al ver que todos estaban delante de la casa de Baem intentando ver algo y también percibió el olor de Hilmar saliendo de la multitud, así que se acercó mientras agudizaba el oído.

—Luego lo conoces —estaba diciendo Baem serio—. ¿Y por eso lo quieres? —preguntó justo cuando él se abrió paso hasta la entrada de la casa, viendo como Hilmar asentía mirando algo que estaba entre los dos cambiaformas.

Siguió su mirada, encontrándose en el suelo con un humano que debía tener aproximadamente su edad, de piel y cabello oscuro algo largo, vestido con una ropa bastante lujosa y una capa, todo ello destrozado, tanto como las botas. Al parecer pasó varios días en el bosque antes de ser encontrado. Si a ello le unía que no percibía olor a sangre, la conclusión era obvia. Aquel humano se estuvo ocultando en el bosque por alguna razón, quizás intentando cruzarlo, hasta que la falta de alimento hizo que se desmayase. Los humanos eran unas criaturas tan débiles e inútiles como se decía. ¿Pero por qué quería Hilmar a ese humano? ¿Acaso lo conocía de cuando estuvo prisionero o era solo que odiaba a los humanos y quería a aquel chico por ser uno?

—Está bien, llévatelo. Es tuyo —decidió Baem haciendo que su espalda se llenase de voces cuando todos comenzaron a comentar y al ver que Hilmar se alejaba con el chico en brazos, lo siguió mientras tenía un mal presentimiento.

—¿Estás seguro de esto? 

—Sí, no te preocupes —contestó entrando en su casa y él se detuvo bufando. Aquello iba a traer muchos problemas.




Tal y como imaginó, antes de que cayese la noche, los problemas comenzaron cuando Sujan regresó al pueblo, dándose cuenta en seguida de la presencia de un humano en la casa de Hilmar y exigiendo que este se lo entregase, algo a lo que el lobo se negaba.

Se acercó entre la gente y al ver que, por alguna razón, Nalbrek estaba junto a Hilmar, estuvo a punto de marcharse, pero se contuvo. Su amigo iba a necesitar ayuda para hacer frente a Sujan.

Se situó al lado de Hilmar, que estaba obstaculizando la entrada con el oso tan cerca que no podría meter un palo entre sus caras.

—Apártate —le advirtió Sujan en algo más cercano a un gruñido que una palabra y al ver sus colmillos se obligó a tranquilizase. No debía ser el primero en atacar o solo metería en problemas a Hilmar.

—No —rechazó este con una calma envidiable y es que, si bien era cierto que, al ser un lobo, era más alto que él, también era más bajo y menos corpulento que Sujan, y es que un lobo no era rival para un oso. Esperaba que dos lobos y un zorro si lo fuesen.

—Ese humano es mío.

—Baem me lo dio a mí.

—Pues dámelo.

—No —repitió y él sintió como la tensión subía encrespándosele los pelos y comenzando a cambiarle los colmillos cuando sintió como Nalbrek lo cogía de la muñeca haciendo que volviese en sí.

—Ese humano que hay dentro no tiene nada que ver contigo —intervino Nalbrek mirando a Sujan.

—Es un humano.

—Cierto. Pero no tiene ninguna relación contigo —repitió.

—Todos los humanos que pasan cerca de donde estoy son míos —replicó Sujan.

—Este no —negó Nalbrek—. Está unido a él, no a ti. Así que déjalo—exigió haciendo que él lo mirase sorprendido, ya que ¿aquel humano unido a Hilmar? Y de nuevo tuvo un mal presentimiento.

Por un momento Sujan miró a los dos lobos y él estaba preguntándose si no cometería la locura de atacar, cuando apareció Baem haciendo que todos suspirasen de alivio.

—Sujan, ven —le ordenó antes de darse la vuelta comenzando a andar de regreso a su casa.

—Pero...

—Ven —repitió sin detenerse y él vio como Sujan chasqueaba la lengua disgustado, siguiéndolo. Baem lo haría entrar en razón.

—Gracias por la ayuda —les dijo Hilmar.

—¿Acaso no te lo advertí? —le recordó.

—No te preocupes —negó revolviéndose el pelo mientras regresaba dentro y él lo miró molesto. ¿Por qué se empeñaba en tratarlo con tanta condescendencia cuando era él quién se metía en problemas sin necesidad?

—No vayas —le advirtió Nalbrek cuando él iba a entrar también.

—¿Y eso por qué?

—Porque no debes interferir.

—¿Interferir? ¿Interferir con qué? No estoy interfiriendo en nada, porque no hay nada en lo que interferir. El único que estaría interfiriendo es Hilmar en la venganza de Sujan.

—Ese humano no tiene nada que ver con lo que le ocurrió a la familia de Sujan. El único con el que está unido es con Hilmar.

—¿Y cómo sabes eso?

—Porque lo sé —contestó Nalbrek serio haciendo que él chasquease la lengua, disgustado. Otra vez lo mismo. Estaba cansado de aquello, pensó dirigiéndose a la puerta para entrar, cuando Nalbrek lo volvió a sujetar—. No— le advirtió haciendo que él se soltase de malas maneras, pero Nalbrek lo detuvo de nuevo—. No —repitió más firme volviéndolo a sujetar para llevárselo de allí y él intentó soltarse hasta que por fin lo logró, deteniéndose.

—¿Se puede saber qué te pasa?

—Debes dejarlos –contestó Nalbrek y él lo miró.

—¿Por qué te entrometes? Y no me digas que porque somos pareja, eso es una tontería —le advirtió—. Después de todo, ¿cómo puedes saber quién está unido a quién? ¿No te das cuenta de que es una locura?

—No es ninguna locura. El humano está unido a Hilmar y tú lo estás a mí, no a él.

—¿Y cómo lo sabes? —exigió frustrado de que siempre dijese la misma estupidez para salirse con la suya, pero Nalbrek no contestó—. ¿Sabes qué? Prefiero no saber nada de tus locuras, así que aléjate de mí —le advirtió antes de cambiar de forma y marcharse.




Bufó disgustado. ¿Quién se creía aquel estúpido lobo que era para evitar que hablase con Hilmar? ¿Y por qué él lo permitió? Debería haberlo mordido en el trasero y haber entrado, pero, en su lugar, se marchó disgustado del pueblo comenzando a andar irritado mientras pensaba en Hilmar, en el humano, hasta que se dejó caer disgustado en el suelo. Una parte de él le decía que sería mejor cambiar a su forma animal, ya que pasaría menos frío, pero sabía que, de hacerlo, se acabaría quedando dormido.

No le gustaba aquel humano, tenía un mal presentimiento sobre él, como si supiese que había venido solo con el propósito de separarlo de Hilmar a pesar de no tener derecho a hacerlo y sabía quién era el responsable de esa idea: Nalbrek. Pero no podía negarla ya que tenía razón. Había algo extraño en todo aquello. Debería haber hablado con Hilmar del celo antes de la aparición del humano, pero ya era demasiado tarde. Su instinto se lo decía. Que entre el humano y su amigo existía algo mucho más fuerte que la relación que él podía tener con Hilmar, que lo había perdido.

Se regañó. Eso no era verdad. En realidad, ¿qué sabía del humano? ¿Del motivo por el que Hilmar lo reclamó? ¿De su relación? Y la respuesta era nada, tan solo los desvaríos de aquel lobo loco. Era cierto que este tenía un sexto sentido para saber si dos personas se iban a emparejar o no, incluso para saber si iban a mantener alguna relación; que cuando lo decía, siempre acertaba. Los dos únicos errores que había cometido eran con Karima y con él, por más que el interesado asegurase que no era ningún error y que era cuestión de tiempo que se cumpliese sus palabras. Pero, no tenía ninguna prueba de que fuese verdad, ninguna explicación de por qué decía aquello. Además, aunque le dijo que Hilmar y aquel humano estaban unidos, no especificó qué tipo de unión. Tal vez solo estaban relacionados porque se conocían de la época en que Hilmar estuvo en mano de los humanos. Existían demasiadas posibilidades.

Escuchó el ruido de algo que se acercaba volando, por lo que se sentó viendo un águila que venía del río y se dirigía a las montañas. Al parecer, regresaba a su casa, pensó mirando como se acercaba cuando comenzó a volar en círculos hasta que se posó en lo alto de uno de los árboles.

—Tan solo espero que no intentes comerme o tendremos problemas —le advirtió al ver que lo miraba con atención antes de volverse a tumbar. El pueblo de las águilas estaba sujeto a sus mismas reglas y es significaba que no podía atacarlo sin más—. Ese estúpido Nalbrek —murmuró disgustado.

Por su culpa no había podido ir tras Hilmar y pedirle una explicación sobre quién era el humano, sobre por qué lo había protegido de Sujan hasta ese punto.

Sujan tenía buenas razones para odiar a los humanos, que no solo entraron en su bosque, en el pueblo donde vivía, sin motivo, sino que secuestraron a la pareja y al hijo de Sujan, aún un bebé, siendo la pareja de Sujan asesinada para vender las diferentes partes de su cuerpo y muriendo el bebé pocos días después cuando se debilitó demasiado por la falta de comida, siendo desollado y su cuerpo sin piel abandonado por aquellos hombres, que estaban siendo seguidos por Sujan. Al final los humanos consiguieron huir y, desde entonces, Sujan perseguía y mataba a todo humano que encontraba, sin importar la razón por la que estaba allí y él no podía culparlo por ello ya que ¿quién no odiaría a los humanos en su lugar?

Y aunque en teoría Hilmar era quien mejor debía entenderlo, ya que fue vendido a los humanos, tratado como una mascota a la que exhibir, este no solo se estaba haciendo cargo de ese humano, sino que lo protegió de Sujan. ¿Acaso lo quería matar él mismo? Imposible. Tenía la intuición de que aquellos dos se conocían de antes, de cuando Hilmar estuvo con los humanos y de que quería protegerlo. Esa manera de mirarlo... Se restregó la cabeza con fuerza hasta que se levantó. Pensar no serviría de nada y eso significaba que solo podía hacer una cosa.



Por fin ha llegado 🥳

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