Tradiciones y una reunión

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Giró la codorniz en el palo para que se fuese haciendo por todas partes por igual. En esos momentos, la montaña estaba llena de cambiantes, lo que significaba que los alrededores estaban repletos de depredadores buscando comida. Por suerte, ellos tenían un as en la manga que se tradujo en aquella codorniz y Nalbrek se marchó de nuevo a buscar más presas. A una parte de él no le gustaba aquello y lo instaba a conseguir su propia comida, pero no era tan irresponsable como para cazar sin sentido y acabar con las presas de forma innecesaria y si uno de los dos necesitaba cazar, correr o, en este caso, volar, y olvidarse de todo, ese era Nubecita. Ver a aquellos que lo encerraron, que lo encadenaron llenándolo de afrodisiacos para conseguir una nueva generación a la que torturar lo afectó. Necesitaba procesar esas emociones ya que durante aquella reunión no podía hacer nada contra Narg y sus locos habitantes. Y la mejor manera de conseguirlo para un depredador, era cazando y dejando todo pensamiento a un lado a favor de los instintos.

Y por eso él estaba allí, en medio de ninguna parte, dándole vueltas a una codorniz.

—Por más que me alejaba, tu sensación de aburrimiento me perseguía —le advirtió Nalbrek acercándose con dos piezas que dejó caer al suelo antes de cambiar, otra codorniz y una liebre.

—Eso es porque me aburro —contestó cogiéndolas antes de dirigirse al río y comenzar a limpiarlas con soltura sin perder de vista la codorniz que se cocinaba mientras Nalbrek regresaba a su forma humana comenzando a vestirse—. ¿Estás ya más tranquilo?

—No, pero no creo que pueda hacerlo después de lo que ocurrió. Quiero romperles el cuello a todos, pero al menos, el cazar, ha servido para que acepte que eso no es posible —añadió más tranquilo—. Atacarles no ayudará a nadie, sobre todo ahora, así que tendré que esperar a que se presente una ocasión más propicia.

—Al menos, ellos están en la misma situación —le recordó y cuando Nalbrek se acercó, le dio la otra pieza para que la limpiase.

—Su manera de mirarte es lo único que ha merecido la pena —asintió mientras él lavaba bien la carne antes de regresar al fuego, poniéndola en otro palo y comenzando a cocinarla mientras cogía la que estaba al fuego para revisarla antes de decidir que le faltaba un poco.

—Y a ti. El que te hayas escapado, ha herido su orgullo de alfas —añadió—. Ahora solo debes comer y recuperarte para que puedas patear sus culos.

—Ya estoy bastante recuperado —señaló Nalbrek algo molesto.

—Sigues estando demasiado delgado. Y no lo niegues —le advirtió serio—. Fueron muchos días sin comer y eso se cobró un precio. Por suerte, tienes un magnífico compañero que te alimenta muy bien.

—Todas estas piezas, las he conseguido yo —señaló Nalbrek regresando con la pieza limpia, así que la puso al fuego también.

—Detalles —replicó cogiendo la codorniz para darle un trozo a Nal el cual lo cogió comenzando a comer, así que lo imitó—. ¿Dormiremos aquí?

—La montaña estará llena —asintió.

—¿Y copular?

—Hay demasiados cambiantes en la zona —negó.

—¿Estás seguro?

—Esos lobos me afectan, pero me basta con tenerte cerca —le explicó.

—Como prefieras —aceptó y es que si Nalbrek y sus caderas estaban de acuerdo en algo, ¿quién era él para quejarse?—. Con esta comida deberíamos tener hasta mañana —cambió de tema.

—Bajaremos mañana después de la reunión.

—Y yo que pensaba que te gustaría ese lugar.

—Y me gusta, pero no los demás invitados —añadió.

—Hay todo tipo de animales. Espero que todo esto acabe pronto.

—Yo también —asintió Nalbrek antes de comenzar a comer de nuevo.




—Es así —repitió molesto mirando a Nalbrek aquella noche en el campamento que habían improvisado.

—Sigo pensando que es absurdo —se reafirmó este.

—Que es la tradición —repitió con los dientes apretados—. Lag, el dios carpa, salta en su estanque cada noche y las gotas quedan atrapadas en la bóveda celeste surgiendo las estrellas.

—¿Y por qué se mueven?

—Porque el cielo está enganchado al caparazón de Nil, el dios caracol, y este lo arrastra durante la noche.

—¿Y si son gotas de agua, por qué brillan?

—Porque Rav, el dios zorro mueve su caldero lleno de lava y esta se refleja en las gotas de agua haciéndolas brillar.

—La lava es roja.

—La de Rav está tan caliente, que, cuando la mueve, se vuelve blanca.

—Prefiero la historia de Andros y pensar que Irg, el lobo negro, corre por el cielo persiguiendo al sol, que huye de él y las estrellas es su sudor. La luna es su ojo.

—Mi historia también explica por qué el sol desaparece, porque Rav lo coge para calentar su caldero, así que está debajo y el espacio que queda vacío es la luna. Así, Rav sabe dónde debe colocarlo —replicó él con suficiencia—. Además, ¿qué es eso de que los terremotos son Arg, el lobo blanco, temblando de placer cuando copula con Irg?

—Arg e Irg son compañeros y los compañeros copulan.

—Cuando no está vigilando a las parejas con su ojo o persiguiendo al sol y haciendo que se esconda. Irg está demasiado ocupado. Y no solo eso, ¿qué es eso de que la lava es el semen de Irg saliendo del cuerpo de Arg? ¿Te das cuenta de en qué parte del cuerpo de Arg estaríamos entonces?

—Son dioses, sus cuerpos no son como los nuestros.

—Eso espero porque no me hace gracia vivir en el trasero de alguien, ni siquiera de un dios.

—No vivimos en el trasero de nadie. Arg es nuestra madre y nos permite vivir sobre su cuerpo, Irg es nuestro padre y nos cuida evitando que el sol nos queme.

—Vuestros padres —lo corrigió—. Según vuestra tradición, solo los lobos son sus hijos.

—Desde luego, de padres lobo, solo pueden salir hijos lobo.

Según la tradición de los lobos, una de las veces que Irg se corrió dentro de Arg, la lava salió con mucha fuerza y aquella lava especial, cuando empezó a enfriarse, se arrastró fuera endureciéndose y convirtiéndose en los primeros lobos, que fueron atacados por las oscuras criaturas que vivían en ese momento en el cuerpo de Arg, Esta, desesperada al ver que iban a matar a sus hijos, pidió ayuda a su compañero y este le ordenó a la lava ya endurecida que salvase a sus hermanos, comenzando aquella lava a moverse transformándose en los primeros alfas. Por eso, los alfas eran más fuertes que los demás lobos y su deber era protegerlos, porque era para los que fueron creados y cuando un alfa no cumplía con su deber y se volvía contra su clan, su castigo era volver a la lava de la que surgió desapareciendo sin dejar rastro.

—Tal vez fue por eso —murmuró pensativo.

—¿Fue qué? —le preguntó Nalbrek sin entender.

—El incendio —contestó—. Cuando quemé Narg, todo ardía muy bien, puede que fuese Irg castigando a aquellos alfas con fuego por no cuidar bien de su manada —le explicó pensativo.

—Eso es una tontería.

—No lo es. Los zorros somos sirvientes de los dioses en los cuentos, así que no es tan descabellado pensar que Irg me usó para darle una lección a los alfas —se reafirmó—. ¿Cuál es la explicación de las águilas sobre el cielo? —inquirió con curiosidad.

—Siempre te gustaron estos cuentos.

—Sí, así que dímelo.

—Las águilas creen que por la noche sale Kor extendiendo sus alas, que ocultan el sol. Las estrellas son el brillo de sus garras.

—No me hace gracia tener las garras de un águila sobre mi cabeza.

—Somos demasiado pequeños para que nos coma.

—Aun así, sigo prefiriendo mi explicación —murmuró mientras recordaba su niñez escuchando aquellas historias e imaginándose a Rav removiendo su olla a la entrada de su cueva que llevaba a las entrañas de la tierra haciendo que las estrellas, hasta ese momento invisibles, comenzaban a brillar formando el espectáculo que tenía en esos momentos delante de él.

Tocó distraído el pelo de Nalbrek mirando las estrellas. Los conejos pensaban que las estrellas eran el alma de los conejos no nacidos, por lo que, si mirabas con atención, podías encontrar la de tus hijos. ¿Cuántos hijos pensaban tener aquellos irresponsables?, pensó mirando todos aquellos puntos de luz.

—Creo que será mejor dormir —decidió levantándose para cambiar a zorro. Si tenían que regresar allí arriba, más le valía estar descansado.





Pasó a través de las puertas fingiendo sin éxito no estar impresionado. Quizás los humanos no eran tan torpes después de todo. Él sabía por las tradiciones orales que escuchó desde niño que Gammal era un templo en medio de un lago en una cueva, así que tuvo mucho tiempo para pensar cómo sería, pero lo que él imaginó estaba muy lejos de lo que estaba viendo. Fuera de allí la montaña eran paredes de piedra gris claro sin vegetación, solo algún que otro torrente de agua que aparecía entre las rocas para desaparecer de la misma manera poco después, eso hacía que uno se sintiese como si hubiesen robado el color. Incluso sus trajes verde oscuro y marrones resaltaban alegres en la explanada como destacaban las cintas en el pelo de las niñas conejos contra los trajes más sobrios de sus madres.

Pero, al cruzar el umbral, se encontró en otro mundo, un mundo oscuro en medio del cual brillaba, iluminado por la luz que entraba desde arriba, una piedra verde: el lago y el templo, que brillaba del mismo color debido a que la piedra de la montaña con la que estaba hecho reflejaba el color del agua. Avanzó en medio de la oscuridad mientras el frío del lugar lo asaltaba y la humedad y el olor a musgo se metían en su nariz.

Ahora entendía por qué existían tantos cuentos relacionados con aquel lugar y es que, para alguien que pasase días en medio de aquella nada gris castigado por el sol sin piedad, encontrar de repente un lugar así... Debió parecerle que había entrado en el refugio de algún ser mágico, sobre todo porque el viento impedía la entrada. Debían avanzar pegado a las paredes los primeros metros para evitar que el viento te sacase de allí.

Después de algunos esfuerzos, se alejaron de la entrada lo suficiente como para poder mirar mejor a su alrededor descubriendo que las paredes, que hasta ese momento se había ido distanciando poco a poco, giraban de repente perdiéndose ambas en la oscuridad más insondable. Lo único visible era el templo, el techo alrededor de la entrada y el suelo sobre el que ellos estaban, que se iba haciendo más nítido a medida que se acercaban a la fuente de luz.

Antes de entrar les advirtieron que no debían hacer ruido antes de entrar en el templo y que, aun dentro de él, debía ser prudentes, y aunque él se quedó mirando al pato que les explicó aquello pensando que, por más que fuese un lugar importante para ellos, llegar a esos extremos era excesivo, ahora entendía el motivo y es que cualquier pequeño ruido que producían de forma accidental al andar, rebotaba en las paredes repitiéndose el tiempo suficiente como para que todos tuviesen que respirar hondo para tranquilizarse. Aquellos ruidos no eran buenos para cambiantes sensibles a los sonidos como ellos.

Por fin llegaron al templo. Mientras se acercaban, él se preguntó cómo podrían cruzarlo, ya que no había ningún puente a la vista, pero ahora podía ver unas piedras planas oscuras que se confundían con el agua, por lo que comenzó a cruzarlas con cuidado de no caer. Miró el agua por un momento antes de seguir. No se veía nada, por lo que era posible tanto que, en realidad no tuviese profundidad, como que se perdiese en una sima sin fondo, incluso podría creer que allí abajo vivía algún monstruo esperando que alguien cayese para comérselo.

Apartó aquellas ideas absurdas de su cabeza avanzando hasta que llegó a la escalinata que daba al templo teniendo que hacer un esfuerzo por no suspirar de alivio mientras subía siguiendo a Baem, el cual avanzaba serio perdido en sus pensamientos. Cruzó la puerta de madera abierta encontrándose con una sala gran sala hexagonal que parecía ocupar todo el interior del edificio y, en cada una de las paredes, se podía intuir, medio borradas, pinturas de los diferentes lugares de su país. El lago Botlos, los bosques Joct, Narj, las grandes llanuras, dos hermanas y las costas Larus, poniéndose cada grupo delante de la pared donde su región estaba representada, encontrándose allí con el padre de Nalbrek, pero al ver que ninguno de los dos hacía más que un leve movimiento con la cabeza antes de que Giam comenzase a hablar con Baem, él los imitó mirando alrededor. Aunque entendía que aquello era inevitable, era extraño pensar que Nalbrek y Giam nunca podrían demostrar en público su verdadera relación bajo pena de muerte. ¿Y si Andros le hubiese dado a Nalbrek a su padre para que lo criase como águila? ¿Cómo hubiese sido su vida entonces? Giam podría haberlo adoptado y criado... se detuvo. Aquello era una tontería, cuando Nal nació Giam apenas tenía doce años, era imposible que alguien de esa edad se hiciese cargo de un bebé. Además, a diferencia de otros cambiantes, todas las águilas vivían en el pueblo de las águilas, por lo que no hubiesen podido explicar la existencia de aquel bebé. Nalbrek solo podía ser lobo y eso lo condenó a no tener padres.

A diferencia del lobo, que se mantenía justo detrás de Baem, él retrocedió un poco más y se mantuvo en un segundo plano que conservó cuando dieron la señal para que todos los presentes se sentasen. En cada grupo había un representante y su mano derecha, alguien que se haría cargo en caso de que el representante oficial no pudiese y sabía que el más adecuado de los dos era Nal. No es que le agradase, pero este era mucho más controlado y suspicaz que él y había demasiado en juego como para permitir que su orgullo interfiriese.

Aquello no tenía nada que ver con que, al ser un marcado, tenía tendencia a mantenerse en segundo plano y dejar los asuntos importantes en mano de su marcador.

Nada en absoluto.

Vio como Nalbrek le decía algo en voz baja a Baem, el cual asintió serio antes de seguir hablando con Giam hasta que un hombre de cabello rojo y edad indefinida, entró con lentitud hasta situarse en medio de la sala mientras todo quedaba en silencio. Una carpa. Esperaba que eso significase que no vivía nada peligroso en aquellas oscuras aguas.

—Gracias a todos por reuniros hoy de nuevo —comenzó el hombre en voz muy baja, a pesar de lo cual esta reverberó con fuerza en la habitación—. Como sabéis, hoy han llegado tres nuevos grupos, uno de Dos hermanas —explicó y Baem se levantó haciéndoles una seña, así que ambos lo imitaron saludando con la cabeza—. Y dos de Larus —prosiguió y él vio como dos grupos se levantaban al igual que ellos, saludando también serios—. Como todos sabemos estamos aquí por la invasión humana, pero antes de tratar ese tema, hay un asunto del que debemos ocuparnos —explicó mientras Baem se sentaba, por lo que lo imitó dejando vagar la vista por la habitación llegando a los lobos, lo cuales seguían mirándolo. Al parecer no les gustó que les quemase la ciudad—. Que pase —indicó un poco más alto, por lo que la voz resonó con fuerza dentro de la sala, haciendo que él dejase de prestar atención a los lobos mirando hacia la puerta cuando le llegó un olor familiar.

—¿Sabías algo? —le preguntó a Nalbrek a través de su conexión.

—No —negó este tan sorprendido como él mientras la sala, hasta ese momento en expectante silencio, se llenaba de comentarios cuando un humano entró.



Tenemos invitados, creo que ya sabéis quiénes 🤭 ¿Y he dicho alguna vez que me gusta cuando los personajes empiezan a contar sus cuentos y tradiciones? Por cierto, ¿cuál es vuestra explicación favorita? ¿Lobos, zorros o conejos? 

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