━ 𝐗𝐗𝐗𝐈𝐈: Mi deber es protegerles

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───── CAPÍTULO XXXII ─────

MI DEBER ES PROTEGERLES

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── 「 𝐓𝐇𝐀'𝐄 𝐌𝐀𝐑 𝐃𝐇𝐋𝐄𝐀𝐒𝐓𝐀𝐍𝐀𝐒 𝐎𝐑𝐌 𝐀𝐍 𝐃𝐈̀𝐎𝐍 」 ──

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        EL ADIESTRAMIENTO ESTABA EMPEZANDO a dar sus frutos. Sin embargo, por más que su tío la felicitara y la elogiara por los progresos que estaba realizando, Neisha no se consideraba una guerrera. Al contrario que Sirianne, ella no había recibido ninguna clase de entrenamiento antes de arribar al Campamento Rojo. Si bien era cierto que la mayoría de los niños arcanos se iniciaban en el uso de las armas al cumplir los ocho años de edad, a la más joven de las pelirrojas nunca le había interesado la lucha ni nada que estuviese relacionado con ella.

En ese sentido —y en muchos más— era clavada a Hildreth, cuya condición de pitonisa la había apegado más a lo místico y a lo esotérico que a lo bélico. Sabía manejar una espada y era perfectamente capaz de desenvolverse en un combate cuerpo a cuerpo, pero sentía una mayor conexión con el mundo espiritual que con su vena guerrera. A Niss, por otro lado, le atraía todo lo que estuviese relacionado con la sanación y los procesos curativos. Ella quería ayudar y salvar vidas, no arrebatarlas. No obstante, la situación actual la había empujado a entrenar todos los días hasta la extenuación, al igual que a los hermanos Pevensie, quienes poco a poco se iban familiarizando con la tensión característica de una guerra venidera.

Aquel día no estaba siendo diferente en ese aspecto. Solía alternar su adiestramiento con Oreius y Kalen, siendo este último el que se estaba encargando de sus prácticas con la espada y el escudo aquella tarde.

Habían comenzado con un pequeño calentamiento para activar sus músculos y evitar cualquier tipo de lesión, y ahora Neisha se encontraba inmersa en un duelo con Peter. No se trataba de nada serio, tan solo un simple combate amistoso, pero su tío había sido claro a la hora de pedirles que actuaran como si estuviesen en un enfrentamiento real. Era cuestión de semanas —o hasta incluso días— que la batalla por la liberación de Narnia tuviese lugar, de modo que el tiempo apremiaba.

La pitonisa alzó a Èirigh para frenar un nuevo ataque por parte del humano, quien estaba más distraído de lo normal. Niss notaba que Peter no estaba tan centrado como debería, que no tenía todos sus sentidos puestos en la pelea. Cometía errores de principiante —cuando había mejorado su destreza como espadachín a pasos agigantados, siendo aquella una muestra más de que era el elegido, aquel que debía ocupar el trono de Cair Paravel como Sumo Monarca— y le costaba adelantarse a sus movimientos. No había que ser muy sagaz para darse cuenta de que aquello era debido a los últimos acontecimientos, a la tensión de los últimos días... Y al hecho de que Jadis estuviera al acecho.

Fue entonces cuando Neisha fintó a su derecha. Sus pies fueron rápidos a la hora de llevar a cabo un quiebro que descolocó enormemente al rubio, a quien le resultó imposible reaccionar a tiempo. Veloz como un rayo, Niss condujo su mano derecha, aquella en la que sostenía la espada, hacia la de Peter, ocasionando que este soltara su propia arma debido al impacto del acero contra el acero. Acto seguido impulsó su broquel hacia delante, a fin de derribar al mayor de los Pevensie y así hacerse con la victoria. Sin embargo, un fallo de cálculo provocó que el umbo metálico se estrellara contra el rostro de Peter.

Aquel pequeño traspié por parte de los dos acabó con el muchacho tirado en el suelo mientras se llevaba una mano a la nariz. La pelirroja, por su parte, no lo dudó a la hora de soltar su espada y su escudo para poder agacharse a su lado con desasosiego. La vislumbre de varios hilos de sangre manando de las fosas nasales de Peter fue más que suficiente para alarmarla y urgirla a disculparse una y otra vez.

—¡Por todos y cada uno de los elementos! —exclamó Neisha, azorada—. ¿Estás bien, Peter? Lo lamento muchísimo... No era mi intención hacerte daño —se apresuró a decir, atropellándose con sus propias palabras. Tenía la frente perlada en sudor y las mejillas arreboladas a causa del ejercicio físico.

El susodicho negó con la cabeza en tanto se hacía ligeramente a un lado para no manchar su ropa con su propia sangre. La arcana le había propinado un buen golpe, hasta el punto de que estaba empezando a dejar de sentir su nariz y su labio superior. La hemorragia era bastante escandalosa, pero el dolor que aguijoneaba gran parte de su faz era, sin lugar a dudas, lo peor. Aunque de sobra sabía que se lo tenía más que merecido, por no haber estado lo suficientemente concentrado.

—T-Tranquila, Niss... No es nada, estoy bien... —balbuceó él con voz entrecortada. Nunca había sido aprensivo, pero la visión de tanta sangre le estaba mareando—. Parece más de lo que en realidad es...

Kalen se aproximó a grandes zancadas a ellos, quienes se habían convertido en el centro de atención del campo de entrenamiento. Se acuclilló junto a Peter y le pidió que se destapara la cara. El joven así lo hizo: apartó su mano y dejó que el instructor apresara su mentón para que pudiera cotejar la gravedad de sus heridas. Este no se inmutó cuando la sangre del humano manchó sus gruesos dedos, así como tampoco parecía molesto por su metedura de pata durante el duelo. Los años de experiencia que cargaba a sus espaldas habían hecho que su paciencia fuese prácticamente inagotable, y más cuando se trataban de chiquillos jóvenes.

—Bueno, podría haber sido peor —declaró finalmente Kalen—. Id a la zona de descanso y quedaos allí hasta que se os corte la hemorragia. Si veis que esta no se detiene, pasaos por la enfermería para que Einar o cualquier sanador os revise. —El hombre se puso en pie y ayudó a Peter a recuperar la verticalidad. Neisha no demoró en imitarles, angustiada—. Niss, quédate con él mientras tanto —le pidió a su sobrina, a lo que esta asintió con vehemencia.

Después de eso la pitonisa condujo al mayor de los Pevensie al área de descanso del campo de entrenamiento. Esta zona contaba con un pequeño cenador bajo el que había dispuestas un par de mesas y varias sillas. Sobre dichas superficies de madera podían avistarse jarras llenas de agua fresca y zumos de todos los sabores y texturas, además de vasos de bronce para que los narnianos pudieran saciar su sed entre práctica y práctica.

—Sé que ya me he disculpado, pero lo lamento tanto... —volvió a decir Neisha. Se notaba que estaba acongojada y que se sentía mal por cómo había terminado el combate entre ellos—. Ven, siéntate —adujo a la par que señalaba con un suave cabeceo uno de los tantos asientos que había libres. Guio a Peter hacia uno de ellos y le ayudó a acomodarse en él—. Déjame ver... Por todos los dioses, sí que te he dado un buen golpe. Tu nariz no para de sangrar —se alarmó.

Peter hizo el amago de echar la cabeza hacia atrás, a fin de frenar la hemorragia, pero Niss no tardó en corregir su postura, explicándole que para los sangrados de nariz lo mejor era inclinarse hacia delante y dejar que el flujo siguiera su propio curso. A continuación la menor se hizo con un paño que había encontrado sobre una de las mesas y, tras humedecerlo con un poco de agua, se lo tendió al rubio.

—No estaba atento, así que lo tengo más que merecido. Aunque eso no significa que no duela... —manifestó Peter en un improvisado tono jocoso. Estaba pálido como un muerto, pero a Neisha le alivió comprobar que no había perdido el sentido del humor. Esa era una de las cosas que más le gustaban de él, el hecho de que siempre estuviera dispuesto a ofrecer una sonrisa.

—Podría haberte roto la nariz... ¡O un diente! —lo reprendió la pelirroja, justo antes de aferrar un vaso y llenarlo de agua—. Anda, ten. Tienes suerte de seguir de una pieza —apostilló sin poder contener la risa.

Peter se unió a ella, aunque sus carcajadas no demoraron en convertirse en un quejido lastimero cuando su nariz y su boca se resintieron debido a aquel repentino ataque de risa. Niss le entregó el recipiente con agua y el humano lo aceptó de inmediato. Primero se enjuagó la boca —que tenía un regusto bastante desagradable a hierro— y luego dio un largo trago que su garganta reseca agradeció inmensamente. Un par de minutos más tarde, cuando le devolvió el vaso a una expectante Neisha y se cubrió nuevamente las fosas nasales con aquel trapo que había dejado de ser blanco, Peter expulsó por la boca todo el aire que había estado conteniendo.

—No somos guerreros —bisbiseó con la vista clavada en los tallos verdes que había bajo la suela de sus botas. De repente lucía abatido, como si hubiera dejado caer su máscara... Como si la carga que llevaba sobre los hombros se hubiese tornado insufriblemente pesada—. Tan solo somos unos niños. ¿Cómo podéis esperar que participemos en una batalla cuando ni siquiera sabemos cuidar los unos de los otros? —cuestionó al tiempo que se encogía de hombros—. Dudo mucho que podamos serle de ayuda a alguien.

La mencionada exhaló un tenue suspiro, para posteriormente dejarse caer en la silla que había a la izquierda de Peter. Entrelazó las manos sobre sus delgados muslos y se puso a juguetear con sus dedos pulgares, meditando sus próximas palabras. Debía pensar muy bien lo que iba a decir, puesto que lo último que deseaba era que el mayor de los Pevensie se cerrara en banda.

—Sé que... Sé que abruma bastante, el hecho de verse inmerso en una guerra de la que no quieres ser partícipe —pronunció Niss en un susurro—. Pero no tenemos otra opción, Peter. Hay muchas vidas en juego y todo está listo para...

—Para mis hermanos sí que hay otra opción —la cortó el humano—. Ellos pueden regresar a casa, a nuestro mundo... Son demasiado jóvenes para esto.

Todo cuanto pudo hacer la arcana fue alzar las cejas con desconcierto.

Aquello la había pillado desprevenida, con la guardia totalmente baja.

—Pero os necesitamos a los cuatro —le recordó—. La profecía dice que...

—Desde que estamos aquí mis hermanos no han hecho más que estar en peligro —volvió a interrumpirla Peter, a lo que Neisha arrugó la nariz—. Susan y Lucy casi se ahogan en la cascada y a Edmund casi lo matan. Sé que la Bruja Blanca ha renunciado a él, pero ¿qué nos garantiza que eso se mantenga en un futuro? —expuso sin poder disimular un timbre nervioso en la voz. No se fiaba de Jadis, era más que evidente—. Yo puedo quedarme rezagado y ayudaros en todo lo que necesitéis, pero ellos... Creo que lo mejor es que se marchen.

La pelirroja negó con la cabeza.

No podía estar hablando en serio.

—Es que las cosas no funcionan así, Peter —rebatió ella con severidad—. La profecía señala claramente que dos Hijos de Adán y dos Hijas de Eva derrotarán a la Bruja Blanca y devolverán la paz a Narnia. No... No podéis abandonarnos ahora.

Una dolorosa punzada le atravesó el pecho al muchacho al escuchar aquella súplica velada. Habían sucedido tantas cosas desde que habían puesto un pie en aquel mundo de fantasía que realmente no sabía cómo debía sentirse al respecto. Quería ayudar a toda esa gente, por supuesto, pero también temía por la seguridad y el bienestar de sus propios hermanos. Su madre le pidió una única cosa antes de que se subieran al tren de evacuación: que cuidara de Susan, Edmund y Lucy. Y eso era lo que pensaba hacer, costara lo que costase.

—Yo no... No puedo arriesgar a mi familia, Niss —musitó, incapaz de seguir sosteniéndole la mirada a su interlocutora. Le dolía en el alma tener que recurrir a aquellas palabras, a aquella medida tan extrema, pero no encontraba otra solución. Llevaba pensando en ello desde que Jadis se había presentado en el asentamiento para reclamar la vida de Edmund—. Soy el mayor, mi deber es protegerles... Y aquí no están a salvo. Ya has visto lo cerca que hemos estado de perder a Edmund.

Aquello fue como un jarro de agua fría, como un golpe en el plexo solar. Neisha tragó saliva, consciente de que Peter ya había tomado una decisión; una que implicaba enviar de vuelta a su mundo a sus hermanos menores. Le torció el gesto al rubio y parpadeó varias veces seguidas, sin ser capaz de entender aquel fortuito cambio de actitud. Bueno, puede que sí lo comprendiera, pero en aquellos momentos se sentía tan desbordada y contrariada que no podía pensar con claridad. Lo único que resonaba en su mente era el hecho de que los Pevensie no se quedarían para llevar a término la profecía... Aquella que llevaban más de un siglo esperando que se cumpliera.

—Creo que tus hermanos también tienen derecho a opinar, ¿no te parece? —consiguió articular la pitonisa tras varios quiebres de voz—. Estás tomando una decisión que no solo te compete a ti —le recriminó.

Peter suspiró.

—Porque yo sé qué es lo mejor para ellos —se defendió—. ¿Acaso tú no harías lo mismo de estar en mi lugar? ¿O Sirianne?

Niss comprimió la mandíbula con fuerza, haciendo rechinar sus dientes.

¿Lo harían?

—Pues si vais a iros hacedlo ya —farfulló con una impotencia que nunca antes había experimentado—. Dejad de darnos falsas esperanzas y largaos de una maldita vez, porque posponiendo vuestra partida solo estáis empeorando las cosas —soltó, punzante. Había cerrado las manos en dos puños apretados, señal inequívoca de que se estaba conteniendo, de que aquello la estaba sobrepasando. Podía sentir cómo sus uñas se clavaban en la carne sensible de sus palmas, pero ni siquiera aquel pellizco de dolor la ayudó a mantener la cabeza fría.

Las facciones de Peter se crisparon en una mueca compungida.

—Niss, por favor...

Ignorando la quemazón que se había extendido por gran parte de su semblante, el humano dejó caer el paño al suelo y tomó la mano de la susodicha con delicadeza, queriendo transmitirle con aquel simple gesto cuánto lo lamentaba. Neisha, por su parte, se apartó tan rápido como los dedos de Peter rozaron sus pálidos nudillos.

La pelirroja se puso en pie como una exhalación, con las mejillas ruborizadas y los ojos —aún más— brillantes a causa de las lágrimas reprimidas. Dioses, ¿por qué dolía tanto?

—No. —Aquel vocablo salió firme y contundente de sus labios—. Puede que al final estés en lo cierto y que todo esto no haya servido para nada —declaró, enronqueciendo la voz—. Porque empiezo a pensar que no sois a quienes estábamos esperando.

Sin nada más que añadir, Niss forzó a sus temblorosas piernas a que se pusieran en movimiento, ansiosa por abandonar el campo de entrenamiento lo antes posible. En aquella ocasión ignoró los llamados de Peter, quien no paraba de pedirle que se quedara, que no se marchase de esa manera. Incluso le pareció oír la potente voz de su tío en la lejanía, aunque a él tampoco le prestó la menor atención.

Mientras avanzaba por aquel mar de hierba verde y fresca un lacerante dolor comenzó a martillear su caja torácica, justo donde se encontraba su corazón. Un dolor tan intenso y sofocante que hizo que todas sus demás emociones quedaran relegadas a un segundo plano. Y ella... Ella deseó fervientemente poder arrancárselo del pecho para así dejar de sentir todo aquello que solo el mayor de los Pevensie era capaz de despertar en lo más profundo de su ser.

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N. de la A.:

¡Hola, mis amados lectores!

Se ha hecho de rogar, pero aquí tenéis el nuevo capítulo de Canción de Invierno. Soy consciente de que es bastante cortito y que no es nada del otro mundo, pero quería añadir algo de drama y realismo a la situación que tenemos entre manos. En la película (y creo recordar que también en el libro) se obvian ciertas cosas que, a mi parecer, tendrían que ser lógicas. Y es que no me cabe en la cabeza que Peter, siendo como es, no haya tenido varios mental breakdowns en todo lo que respecta a la seguridad de sus hermanos menores. Es decir, no sé si se habrá visto forzada o innecesaria, pero he considerado importante meter esta escena con Neisha porque no dejan de ser unos críos.

Creo que la historia necesitaba este punto de inflexión, este pequeño conflicto para no dejar cabos sueltos ni agujeros en la trama... Porque ya sabéis que, aunque sea un simple FanFic basado en un universo de fantasía, me gusta cuidar hasta el más mínimo detalle. De modo que espero que no se os haya hecho extraño ni pesado :')

Ahora bien, ¿os esperabais esa reacción por parte de Neisha? De las dos hermanas, Sirianne es la que tiende a dejarse llevar por los impulsos y las emociones, pero debemos recordar que Niss también tiene su corazoncito. Ella también es joven e inexperta, por lo que tiene el mismo derecho a colapsar y a sentirse desbordada ante situaciones que no puede controlar. Y es que, aunque ambas son muy diferentes (casi opuestas), no dejan de compartir el mismo fuego. Neisha también tiene su carácter, aunque solo lo saca a relucir en determinadas ocasiones... Y esta vez le ha tocado a Peter experimentarlo en carne propia xP

Pero bueno, ¿qué creéis que pasará ahora? ¿Realmente los Pevensie intentarán marcharse o lograrán disuadirlos para que se queden? ¿Y qué me decís del Neiter? ¿Qué se está cociendo entre ellos para que Niss se haya visto TAN afectada? Ya sabéis que me encanta leer vuestras teorías :3

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el cap. y que hayáis disfrutado la lectura. Si es así, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

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