Capítulo 46

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Mis ojos se abrieron despacio y sentí como si los rayos del sol, incluso siendo tenues, me fulminaran. Enterré mi rostro en la almohada y traté de voltear mi cuerpo para quedar completamente boca abajo, ahí fue cuando la punzada proveniente de mi parte baja me hizo despertar completamente. Aspiré entre las sábanas un aroma familiar no propio y eso bastó para que las imágenes de todo lo sucedido durante la noche llegaran a mi mente y el carmín se subiera por mi rostro. «¿Qué tan profundo era mi sueño como para olvidar que es la cama de Jimin sobre la que descanso? ¿Cómo una noche tan majestuosa cayó, aun cortos segundos, en lo profundo de mi subconsciente?».

Paseé mi mirada por mi propio cuerpo, notando su pulcritud y desnudez. Supongo que Jimin se encargó de limpiarme, anoche terminamos hechos un desastre. Mis ojos se desviaron al resto de la cama y sus alrededores, ya todo estaba bastante recogido, de seguro él lo hizo también, pero las sábanas se notaban muy arrugadas y desordenadas. Me sonrojé. Obviamente fue una noche salvaje.

—Bueno, teniendo en cuenta justamente lo que pasó, no me extraña haber caído casi en coma —susurré tocando mis labios, a la vez que una sonrisa aparecía en mi rostro y se agrandaba, a medida que las imágenes florecían una por una en mi mente.

—Veo que despertaste. —Escuché la voz de Jimin en la entrada del cuarto y me volteé a verlo—. Iba a dejar una nota para ahorrarnos esto, pero veo que tengo que cambiar de planes. —Se acercó un par de pasos.

Su traje no muy bien acomodado, el nudo torcido de su corbata, su cabello algo despeinado y unas profundas ojeras mal disimuladas con maquillaje me dan a entender que algo no anda bien, pero hay otra cosa que me ha quitado todo el sosiego: ¿qué significa esto? ¿Qué es ese tono gélido y distante, esa mirada ausente de brillo o emoción alguna?

—Buenos días, Jimin. —Me incorporé lentamente, recargándome de la cabecera y ocultando una pequeña mueca de dolor—. ¿Has dormido bien?

—Sí —respondió a secas—. Sobre la mesita de noche hay agua y analgésicos. Tómatelos. —Su voz continúa tajante.

—¿He hecho algo malo? ¿Te ha cogido tarde o has perdido el vuelo por mi culpa? —Lo miré con inocencia, completamente ajeno al motivo de su mal humor, tratando de buscar respuestas en su mirada.

La respuesta no estaba ahí, lo único que había era indiferencia y un profundo "algo" que no sabría definir.

Estiré mi mano para sostener la suya, pero la apartó con brusquedad. Un rictus inmediato se extendió por todo su cuerpo y su mirada se inyectó de sangre y lágrimas, que no sé si son de furia o de qué. Vi cómo apretó sus puños tan fuerte que se volvieron blancos y cómo su mandíbula de tensó y tragó grueso.

—¿Jimin?

Ok, me estoy asustando.

—Tengo un vuelo que tomar, así que seré breve. —Miró la hora en su reloj y acto seguido clavó su seria mirada en mí—. Todas las pertenencias que trajiste anoche están ya en tu mochila. Puedes darte un baño antes de irte. Las llaves están sobre la mesa de la sala, cierra antes de marcharte y déjala en el buzón.

Asentí lentamente, demasiado descolocado como para procesar este giro de ciento ochenta grados. Mis ojos solo tienen cabida para la confusión y la perplejidad.

—Bien. —Se acomodó el saco con movimientos rígidos—. Fue un placer conocerte, Jungkook... Espero no volver a verte.

—¡¿Qué?! —Oficialmente, no sigo el ritmo de esta conversación.

—Creo haber sido bastante claro.

—Pues no estoy de acuerdo. Después de lo que hicimos anoche, no veo donde está la claridad de tus palabras. —La sorpresa y confusión han comenzado a mezclarse con una creciente e inexplicable furia en mi interior.

—¿Qué hicimos anoche? Simplemente tuvimos sexo, no es nada del o...

—¡Cállate! —lo interrumpí, más alterado de lo que pensé sonar—. ¡¿Sexo?! ¡¿En serio?! ¡Hicimos el amor, Jimin! ¡El amor!

El hecho de que se refiera tan banalmente a lo que compartimos juntos, hace que me hierva la sangre de sobremanera y mi ecuanimidad se pierda completamente. Soy incapaz de tolerar que hable así de la que fue la mejor noche de mi vida. No puedo creer sus palabras por más verídicas que parezcan, por más que sus ojos no me desvíen la mirada y su expresión sea indiferente.

Una carcajada burlona estalló de sus labios. ¿Qué es este cinismo desconocido?

—No seas ridículo.

—¿Ridículo? ¡Me dijiste que me amabas! Eso no fue una ilusión.

Mi respiración comenzó a volverse cada vez más irregular, traté de controlarla y recuperar la compostura que había estado perdiendo. Algo inexplicable está sucediendo y necesito cabeza fría para encontrarle sentido, uno correcto.

—Por eso no me gusta salir con niños, siempre malinterpretan las cosas y creen todos los cuentos que uno les hace. Aunque, pensándolo bien, eso los vuelve presa fácil, así que es conveniente. —La postura relajada que me muestra, unida a la seguridad que prima en su rostro, me hace pensar que estoy haciendo el ridículo.

«No pierdas la calma. No lo hagas. Esto es mentira, tiene que serlo».

—Mientes —aseguré mirándole a los ojos—. Por más que lo niegues, tu comportamiento de anoche no fue una farsa. Lo sé —afirmé contundente.

Hubo un corto silencio que fue interrumpido por la voz de Jimin, esta vez en un tono diferente, consolador y suave.

—Tienes razón... Lo lamento. —Sus ojos se cristalizaron y todo su cuerpo comenzó a temblar—. Te amo tanto, Jungkook. —Me miró con devoción—. Perdón por haberte puesto a prueba de esta manera —concluyó y un par de lágrimas descendieron por su mejilla.

Esta es la expresión y la voz del Jimin de siempre, la devoción del Jimin de anoche.

Yo solo pude mirarlo con ganas de golpearlo por bromear así, pero demasiado aliviado por haber tenido razón como para consumar mi violenta idea. Mis manos se acercaron a acariciarlo al notar que sus temblores no desaparecían, pero tuve que detenerlas en seco al escuchar una carcajada comenzar a emerger y ganar volumen rápidamente, era histérica, casi desquiciada. ¿Qué significa esto?

—¿Qué soy, Jeon Jungkook? ¿Qué soy? —preguntó irónico.

La impresión por este nuevo cambio de ánimos me ha dejado en una mudez absoluta.

—Soy un profesional de las artes escénicas, me especializo en proyección corporal. ¿Qué tan difícil crees que es para mí engañarte? A ti o a cualquiera. ¿Me idealizas a tu manera y ahora no puedes aceptar la realidad?

Mi boca comenzó a abrirse y cerrarse incontables veces, pero manteniéndose incapaz de emitir algún sonido aún. La rotunda claridad con la que me ha mostrado que puede perjurarme amor al igual que anoche y que antes, sin sentirlo realmente, ha derrumbado todas mis defensas. Mis lágrimas se han agolpado en mis ojos con tanta velocidad, que todas las imágenes a mi alrededor se vuelvan borrosas y desfiguradas.

—Esto no es cierto —susurré, más para mí mismo que para él—, no puede ser cierto. —Mi mirada se clavó en las sábanas y no me sentía capaz de alzarla.

—Mientras más lo niegues, peor será asimilarlo. —Acercó su rostro hasta escasos centímetros del mío y prosiguió—: Te recomiendo que comiences a procesarlo. —Su aliento etílico me golpeó entonces. Levanté la vista y pude notar sus ojos aún llorosos.

—¿Por qué bebiste? —pregunté mecánicamente—. ¿Necesitabas algo que te diera valor para orquestar esta mentira? —Sé que, a sus ojos, debo parecer un niño tonto haciendo un berrinche y negándose a aceptar la realidad, pero necesito algo, aunque sea lo más mínimo, para mantenerme cuerdo—. Ni siquiera has dejado de llorar. —Mi voz tiembla más de lo que quisiera.

—Tus niñerías me tienen harto. —Se puso de pie en un movimiento rápido—. Piensa lo que quieras, ya me da igual. Solo no vuelvas a aparecer frente a mí. —Caminó hacia la salida sin mirar atrás.

—¡Espera, maldita sea! —Me arrastré por la cama, pero mis caderas me fallaron y caí arrodillado en el piso al intentar ponerme de pie.

Se volteó desde el marco con el sonido del estruendo y me observó. Yo, imbécil enamorado, pensé que correría a socorrerme, me ayudaría a sentar, me besaría en la frente y me pediría perdón por todo lo que dijo, dándome una explicación que, por más loca que fuese, aceptaría solo para hacer desaparecer este dolor que me desgarra el corazón y el alma. Sin embargo, sin regresar ni un solo paso, pronunció una frase sin ápice de emoción:

—No olvides dejar la llave en el buzón de abajo.

Salió del cuarto y escuché sus pasos alejarse velozmente hasta que la puerta principal se abrió y se volvió a cerrar en pocos segundos. El silencio embargó el departamento.

—Por favor, dime que es mentira...

Y me rompí a llorar.

Bueno... Dejo este capítulo por aquí para ver el mundo arder, y me retiro silenciosamente.

Chao chan 😘

Hasta la próxima actualización.

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