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Khissa se llevó la mano a su abultado vientre y movió las manos en el vaso, ahora vacío con nerviosismo. Evitaba mirar a Idalia mientras sopesaba si hacer la pregunta que llevaba tiempo carcomiéndola. Podía ver qué Idalia, se sentía bastante perturbada e incómoda, imaginó que había pasado por mucho con lo poco que la contó y ese rostro tan apagado que no era para nada característico de ella, al menos que ella recordase, la hacía dudar, pero al final, después de reflexionar por varios minutos más, decidió hacer la pregunta.

—Siento si te molesta o incomoda la pregunta, por lo que no es necesario que respondas si no quieres, ¿pero...?

—No lo sé—se anticipó a responder Idalia.

—¿Qué?

—Quieres saber que pasó ese día ¿No? Pues la respuesta es, que no lo sé. Lo único que recuerdo es estar frente al lago hablando por teléfono con mis padres y luego nada, hasta que desperté en el hospital—explicó aferrándose al tenedor que tenía en mano.

Esa había sido la versión que había contado a lo largo de esos años y así quería que siguiera siendo.

—¿De verdad no recuerdas nada más que eso?—insistió  Khissa y ella negó con la cabeza, respirando hondo.

Khissa al verla tan incómoda, no indagó más en el tema e Idalia lo agradeció enormemente con un suspiro, por qué ella sabía que había mentido. Ciertamente, había cosas que se la escapaban, no recordaba las horas en las que estuvo desaparecida, pero tenía vagos recuerdos de lo que pasó cuando la encontraron inconsciente.

En un principio pensó que se trataban de meras pesadillas, pero la realidad la golpeó cuando vio las heridas en las personas que había hecho daño y supo que todo había sido real y se espantó. Temerosa de que tuviera que cargar con consecuencias más graves y con la culpa y la vergüenza carcomiéndola, prefirió mentir, por ella y por sus seres queridos. No quería que la viesen o creyeran que se había convertido en un monstruo.

Después de aquella conversación tan tensa e incómoda, ambas decidieron ir por un terreno menos pantanoso, hablando de todo y nada al mismo tiempo, recordando sobre todo los momentos felices y animados cuando ambas eran más pequeñas, y el cómo a pesar de quejarse de muchas actividades que las dejaban la mayor parte del tiempo con agujetas al día siguiente, lo pasaban de maravilla en AL.

Las dos mujeres salieron de la cafetería, en un ambiente más relajado. Khissa se ofreció a ayudar a Idalia a realizar las compras que la faltaban, ayudando a transportar todo porque tenía coche y sería más cómodo, fácil y rápido.

Para cuando el sol se estaba escondiendo, ambas estaban colocando las últimas compras en la cocina.

—¿Has decidido cuanto tiempo te quedarás aquí?—preguntó la morena, guardando en los armarios varios paquetes de arroz y macarrones.

—No lo tengo decidido, todo fue tan rápido que aún lo estoy procesando.

—Entiendo.

Otro silencio.

—Entonces... ¿Qué te parece trabajar para mí?—propuso Khissa e Idalia se giró bruscamente a mirarla.

—¿Trabajar para ti?

—Sí.

—¿Dónde y haciendo qué?

—¿Dónde si no? En AL, como una de las monitoras, por supuesto—dijo con una sonrisa.

—¿Qué locuras estás diciendo? Yo no tengo idea de nada de eso.

—¿Cómo puedes decir eso? Has estado viniendo al campamento todos los veranos desde que ambas tenemos memoria, se podría decir que era como tú segunda casa, te conocías todo tan bien que a veces no participabas en algunas actividades por qué te resultaba demasiado aburrido—la recordó con entusiasmo.

—Pero han pasado años desde eso he cambiado, y...

—Estoy más que segura que lo harás bien, aún queda unas semanas para abrir oficialmente, así que tienes tiempo para ponerte al día y aprender todo lo que tendrías que hacer y me vendría bien una ayuda.

—Pero yo sería más una carga que una ayuda, Khissa.

Khissa resopló ante la negativa constante de Idalia, pero no se iba a rendir tan fácilmente, por que pensaba que sería una buena forma que su antigua compañera recuperara un poco de vitalidad y no estuviera regodeándose en la soledad.

—Sería divertido, como en los viejos tiempos, y si te preocupa las actividades, podemos encontrar algo que seguro puedes hacer—habló rebuscando en su bolso, sacando una pequeña tarjeta rectangular que depositó en la encimera de la cocina.

—Tienes hasta mañana para darme una respuesta, solo piénsalo ¿Sí?—pidió con voz casi suplicante.

Sintiéndose acorralada asintió y Khissa sonrió. Después ambas se despidieron, porque se estaba haciendo tarde. Cuando Idalia se quedó sola de nuevo en la casa, fue a la cocina y tomó aquella tarjeta de presentación. Era azul, en los bordes tenía estampados de flores lavanda, donde ponía el nombre, Khissa Scott, con el nombre del campamento de verano, AL, y su logo característico de un fénix abriendo sus las en tonos blancos.

También estaba escrito el número de teléfono y dirección del campamento, Idalia suspiró con pesadez reconsiderando la propuesta.

Quizás ella tenga razón, quizás esto me venga bien para distraerme y no estar pensando tanto en todo lo que me pasaba.

Pero a la misma vez que reflexionaba aquellas palabras, el miedo se instó en ella. ¿Y si al volver allí no pudiera soportarlo y recaía otra vez?

 ¿Qué pasaría si volviera a pasar lo de aquel día?

No únicamente eso, también estaba aquel sentimiento de desgana y luego sus ojos, ¿y si desanimaba a todo el mundo e incomodaba el hambiente?

Su mente se llenó de tantas preguntas y situaciones negativas que empezó a dolerle la cabeza, por lo que soltando el aire una vez más, desistió de pensar. 

Le daría su respuesta mañana, sea buena o mala.

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