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La casa siempre era silenciosa, en momentos como esos podía oír el canto de las aves en el jardín sentada en el sofá.

Tanta paz y armonía.

- ¡Llevenlos a un punto muerto!

Por supuestos, las aves ya habían volado lejos y los "cantos" que escuchaba ahora eran balas cortando el aire.

El sofá de su casa estaba ahí, en su casa, lejos de la banca de parque que estaba usando como escudo contra la balacera.

Por supuesto, necesito ayuda para tener ese escudo de cemento puro con metal, aunque no era nada para la fuerza de un ciborg y tampoco parecía pasar nada por ese escudo de hielo frente a ella.

Esos tipos no se lo pensaron bien al aparecerse en esa fría mañana de invierno.

La primera del año.

El día más esperado por cierta señorita que ahora estaba muy molesta.

Era realmente obvio, siendo que vio a uno volar en el aire con un pedazo enorme de hielo antes de casi aplastarlo junto a las quejas de Kula.

- ¡No es justo! ¡es la primera nevada! -quejándose por lo bajo, pudo imaginarla pateando la nieve a sus pies.

- Siempre habrán otras oportunidades, princesa -Claro, escuchó la voz de Máxima luego de una explosión.

Agradecía que este parque estuviera en un ciudad diferente a la suya.

Aunque se hacía la idea de que K' ahora se molestaría al no haber ido con ellos para tener esta pelea espontánea.

Conociendo su humor de perros en esta época del año, aunque era su usual humor la mayoría del tiempo, dudaba que en primer lugar se hubiera tomado las molestias de despertarse temprano, ponerse capas de ropa abrigada, porque era bien friolero, y subir al bus para llegar a la otra ciudad donde tenían un parque muy grande que cada año se llenaba de centímetros considerables de nieve.

Estaría desolado en este frío y hora tan cercana a la mañana, agradecía que no hubiese nadie más a esa hora cuando una explosión hizo volar a un grupo de los agresores.

Para cuando volvieron a casa, llenos de nieve y con Máxima quejándose por tener que descongelar unos circuitos, K' seguía metido en ese cuarto que él denominaba como suyo cuando se quedaban en su casa, atrás había quedado la idea de remodelar ese mismo cuarto.

Tras hacer chocolate caliente, con una bolita de helado encima para Kula y malvaviscos para Máxima, decidió ir a verlo aunque ambos le negaron con la cabeza cuando vieron sus intenciones de ir escaleras arriba y ver si seguía vivo.

Porque enserio, al tipo le podría dar un infarto y nadie ni enterado de que estaba tieso.

Aunque, tras escuchar algo caer en el suelo se dijo que sí, que estaba bien, al menos se movía dentro del cuarto porque escuchaba sus pasos.

Lo que ella no sabía es que él había lanzado un pequeño paquete, de colores brillantes, al suelo, en un pequeño impulso de ira, para cuando volvió a tomarlo y abrirlo se dio cuenta de que el contenido, un caramelo de fresa de color rojo chillón, estaba roto en varios pedazos.

Luego, simplemente, lo tiró al cesto de basura.

Ese tampoco era el que estaba buscando, se dijo a sí mismo, mientras volvía a tirarse sobre la cama, sintiendo la forma de la cruz sobre su pecho bajo su peso.

Poco después, escuchó gritos venir del piso de abajo.

- ¡¿Tomaste mi caramelo de edición limitada, tío?!

- ¡Que dejes de decirme así! Y no lo hice.

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