3. Cenicienta entre fustas y esposas

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-¡Vamos apúrate! Hada madrina. Se nos hace tarde -Le decía Cenicienta al hada mientras los ratones le ayudaban con el vestido. El hada levantó su varita, convertía una calabaza en carruaje, así también lo hizo con los otros animalitos para que fueran su paje y su cochero.

Cuando todo estuvo listo, Cenicienta se subió a su carruaje, inmediatamente el carruaje comenzó a moverse; al llegar a una intersección, por las prisas, el ratón cochero tomo el camino equivocado. Cenicienta estaba muy nerviosa, a cada vuelta de rueda se ponía más nerviosa, había soñado con ese día, ni su madrastra o sus hermanastras le impedirían asistir a esa fiesta.

Por casi una hora recorrieron aquel camino, lúgubre y abandonado, la chica y sus acompañantes no notaron nada extraño, ya que nunca habían ido al castillo. Al acercarse a su supuesto destino, notaron el imponente castillo, Cenicienta se puso emocionada porque ya casi llegaba a cumplir su sueño, de conocer al Príncipe Encantador.

Llegaron y les sorprendió que todo estaba en silencio, no había muchas luces y sobre todo no escuchaban música que alegrara el lugar, se suponía que era la fiesta de cumpleaños del príncipe, todo debería ser alegría y lo más extraño no había invitados. El paje le ayudo a salir del carruaje. Procedió a caminar hacia la puerta, misma que estaba cerrada.

-Qué extraño ni los mayordomos están esperando en la puerta por los invitados -Dijo en voz alta Cenicienta, había escuchado a una de sus hermanastras hablar de ello y de lo importante que sentiría ser recibida de esa manera.

Toco la puerta con energía y espero, mientras abrían, Cenicienta se sumergió en sus pensamientos. De pronto escuchó un carraspeo.

-Lo siento, no lo escuché abrir la puerta, soy Cenicienta -La chica se disculpó y luego se presentó.

-En que le puedo ayudar -Preguntó con solemnidad el mayordomo.

-Bueno, he sido invitada a la fiesta de cumpleaños del príncipe -Contestó ella con educación.

-El mayordomo la miro de pies a cabeza, la estudio. La chica es hermosa, no lo dudaba; sin embargo, sabía que su señor no celebraba su cumpleaños, así que dedujo que la chica estaba para lo que generalmente llegaban las visitas de su señor.

-Pase adelante, señorita, el señor ya bajará a recibirla -Cenicienta asintió con alegría, le extrañaba no ver a ningún invitado. No le importó, estarían solo los dos, sonrío triunfadora, al menos por una noche no vería las feas caras de las que decían ser su familia.

Luego de unos minutos oyó pasos acercarse, sintió un escalofrío, recorrer su cuerpo, se volteó lentamente, cuando lo hizo completamente se quedó embobada mirando al hermoso hombre de ojos grises que la miraban con intensidad.

-Su majestad -Cenicienta se inclinó en una corta reverencia.

-No te esperaba, sin embargo. La visita en muy acertada -El hermoso hombre le beso la mano. Cenicienta había perdido el habla y solo sonreía.

-Ven acompáñame -El misterioso caballero la tomo de la mano y la guio por un pasillo hasta llegar a un área más pequeña. El joven la invitó a tomar asiento.

-No sé quién te ha enviado. Sin embargo, has llegado en el momento justo. Hace tiempo que no tengo con quién jugar, por lo que empezaremos hoy mismo. Me gustaría saber ¿qué experiencia tienes y que tan dispuesta estás? -El joven hablaba y cenicienta no entendía a que se refería.

-No entiendo, señor -La inocencia brillo en el rostro de la chica y él se puso duro como una piedra al escucharla decirle señor.

-Vamos Cenicienta, sabes a qué has venido, no te hagas la inocente -Ella lo miro con sorpresa.

-Yo venía a su fiesta de cumpleaños -Informó ella, inmediatamente el joven entendió, aquella chica creía estar en la fiesta de cumpleaños de su hermano gemelo y sonrió, aprovecharía el equívoco de la joven para saciar sus más bajos deseos.

-Bueno, como es mi cumpleaños, espero que hayas traído mi regalo -Él sonrió con malicia. -Lo siento, príncipe. No he traído ningún regalo -La chica bajo la cara y miró al suelo.

-No preciosa, si has traído un regalo -Se lamió los labios.

-Mi regalo es lo que ocultas debajo de ese magnífico vestido -Se acercó a ella, le levanto su barbilla con un dedo y se apoderó de su boca con violencia. Cenicienta jamás había sido besada y eso la éxito demasiado, no se dio cuenta en qué momento le respondió el beso. El tomo entre sus brazos y la llevo a una habitación muy grande donde había una serie de artefactos, una cama, un diván, armarios con fustas, látigos y otras cosas más que Cenicienta ni se había percatado por estar en la nebulosa del deseo.

-Cierra los ojos -Le ordenó el joven. Ella así lo hizo. Sintió que le tapaban los ojos con una venda, a al joven le había encantado el sabor de esos labios rojos como cerezas, por los que se apoderó nuevamente de ellos. Cenicienta empezó a sentir cosas que jamás en su vida había experimentado, su entrepierna se mojaba. El bajo a su cuello y ella ladeó la cabeza para darle mejor acceso a su cuello, miro sus pechos los cuales son generosos. Se lamió los labios, quería probarlos, quería saber si son tan dulces como esos labios. Desabrocho el vestido, ella instintivamente se llevó las manos a su pecho.

-No te cubras. Dije que quiero mi regalo y tú me lo darás -Ella estaba nerviosa, no sabía que se estaba refiriendo.

-En mis ropas no tengo ningún regalo -Aseveró Cenicienta.

-Su cuerpo es mi regalo y hoy beberé de él -A Cenicienta le temblaron las piernas, sin embargo, no razono más, ya que el príncipe oscuro como le gustaba que le llamaran, se apoderó de uno de los rosados pezones de Cenicienta, lo que provoco descargas eléctricas en su sexo, estaba experimentando nuevas sensaciones y le gusto tanto que no se dio cuenta de que ya estaba completamente desnuda.

-Te quiero probarte -Le informo con voz ronca. Pero antes de que se diera cuenta, el joven le estaba atando las manos y luego los pies. No sabía qué haría, tenía frío o era la marejada de sensaciones que estaba sintiendo que su cabeza daba vueltas. Trato de soltarse, pero no pudo.

-No jales o te quedarán marcas muy feas y tu piel está inmaculada y por ahora la quiero así -Le informo.

-¿Qué harás? -Le dijo nerviosa.

-Te probaré y luego te follaré hasta dejarte sin sentido -Ella no sabía de qué hablaba, mientras analizaba cada palabra, comenzó a sentir como aquel apuesto hombre de cabello castaño y ojos grises le besaba desde la boca, luego bajo a su cuello, se entretuvo un rato en sus pechos. Por su parte Cenicienta sentía que la cabeza le daba vueltas, su vientre se contraía en una sensación exquisita, no pudo evitar gemir y retorcerse.

-No te muevas, no te lo he pedido y tampoco gimas. Si te corres te castigaré -Él sonrió con eso último, había descubierto que la chica era una principiante porque no lograba mantenerse quieta ni callada. Continuo su camino de bajada hasta llegar a ese montículo bellos púbicos, quería ver aquel manojo de nervios que como un tesoro estaba escondido debajo de esos bellos. Con delicadeza los aparto, se lamió los labios, luego sé a posero del pequeño y rosado nudo.

-¡Aaahh! -Grito Cenicienta de placer. El príncipe oscuro se apoderó del sexo de la joven sin piedad, estaba molesto porque no había cumplido su orden. La lamió, mordisqueo su núcleo, sabía que, ya que está al borde del abismo, por lo que se detuvo.

-¿Qué... qué haces? ¿Por...por qué te has detenido -Sin responder, el príncipe se desvistió, estaba que ardía de la rabia? Le soltó los grilletes de sus tobillos. Con una agilidad impresionante le dio la vuelta dejándola con su trasero levantado y cara pegada a la cama. Luego separó sus piernas para luego engancharlas en una barra separadora.

-Así no podrás cerrar las piernas y tampoco moverte. Quiero que cuentes cada azote que te dé, serán diez. ¿De acuerdo? -Le ordeno. Cenicienta no sabía que hacer; lo que estaba viviendo no sabía si era un sueño o una pesadilla. Asintió por costumbre. Cenicienta, solo sintió el primer golpe en una de sus mejillas y aunque esperaba que le doliera, lo que sintió fue puro placer.

-Uno -Dijo ahogando un gemido. Luego sintió el segundo golpe, se excitó más. -Dos -Se mordió los labios para no gemir nuevamente. Luego sintió el tercero en su sexo, eso la elevó y no pudo contener el grito de éxtasis. El orgasmo que sintió fue demoledor, su excitación fue tan fuerte que su orgasmo escurría por sus piernas, eso no escapo a la vista del príncipe.

-Voy a probarte, Quédate quieta -Cenicienta no podía pronunciar palabra alguna, su cuerpo estaba en esa cama, sin embargo, su mete estaba en otro lugar. Cenicienta estaba apenas regresando de su viaje cuando sintió la legua del príncipe en su sexo. Su corazón se aceleró, el príncipe bebió toda la excitación de Cenicienta, cuando sintió que la chica llegaría a su siguiente orgasmo, se detuvo, se acomodó entre sus piernas, acodó su miembro en la entrada de su sexo y entro inicialmente despacio.

-Estás muy estrecha. Parece como si esta fuera tu primera vez -La chica asintió con la cabeza, no sabía ciertamente lo que el apuesto príncipe decía. Entro lento, no obstante, la excitación lo embargo, por lo que se introdujo en ella de una sola estocada. El dolor embargó a Cenicienta tanto que grito de dolor, el príncipe no se detuvo, él confundió el grito con uno de placer. No le daba tregua, la estreches de la chica lo instaba a que la penetrara fuerte y rápido. El dolor que sentía Cenicienta se transformó en placer, pronto se vio ella meciendo las caderas en un vaivén delicioso y decadente.

-Más... qui...quiero más. No pares -Eso fue como un cerillo en gasolina. Eso lo encendió y comenzó a penetrarla con fuerza y ella no se cansaba de pedir que no se detuviera, hasta que los dos alcanzaron el orgasmo, el príncipe se derrumbó en la espalda de la chica, mientras recobraba el aliento. Ambos jadeaban. Cenicienta comenzó a cerrar los ojos. El príncipe comenzó a retirarse del interior de la joven, ella emitió un quejido de dolor.

-¡¿Qué... que es esto?! -Dijo el príncipe oscuro. Cenicienta no tenía fuerza para pensar en esa pregunta. El joven comenzó a soltar las ataduras de la joven. Por último, le quito el pañuelo que cubría sus ojos.

-Abre los ojos, quiero que me respondas -Ella hizo lo que le pidió con un bostezo. -¿Qué pasa? -Preguntó.

-¿Qué es eso? -Señalo sus piernas y ella bajo la mirada donde apuntaba el príncipe con su dedo.

-¿Es sangre? -Se miró asustada.

-Sí, ese sangrado solo les sucede a las mujeres en su primera vez con el sexo -Cenicienta abrió mucho los ojos. Recordó un comentario de su madrastra con su hermanastra Griselda.

-Yo... Yo...no sé. Yo nunca había pasado por esta experiencia, nunca había conocido a un hombre de esta manera. Mi madrastra y hermanastras me mantienen en cerrada haciendo todos los quehaceres de la casa.

-El príncipe estaba viviendo un sueño, las mujeres que siempre llegaba él eran expertas en complacerlo y no eran vírgenes, por lo que tomo una decisión.

-Bueno, no estoy acostumbrado a compartir mi palacio con nadie que no cea el personal de mi servicio- Por lo que tú te quedarás conmigo, lo único que harás es cocinar para mí y follar conmigo. Cenicienta asintió felizmente. Era un alivio, jamás volvería con las personas que le hacían daño. En cambio, él solo le pedía cocinarle y follarán, asocio el término follar con lo que habían compartido minutos atrás.

-Ven que dije que te follaría hasta hacerte perder la conciencia y todavía estás muy consciente -La tomó de la mano y la llevo a unos grilletes que colgaban del techo. Le sujeto de las muñecas, luego ajusto la altura.

-Enrolla tus piernas en mis caderas -Ella dio un pequeño salto, encajo a la perfección en las caderas del príncipe y de una estocada la volvió a penetrar, el príncipe se bebió los gritos de placer de Cenicienta.

-¡Mía! ¡Mía! -Dijo el príncipe en cada movimiento de cadera. Y así fue, Cenicienta, jamás volvió con la madrastra y sus hijas.

Fin

Número de registro 2306164598765

Fadi, está historia es para ti. Gracias por leer mis historias. Me pediste una de Cenicienta y aquí la tienes. Espero te guste.

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