1._ Grind me down

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ADVERTENCIA

En alguna parte de este capítulo hay lemon, lo mas explícito que pude, no soy totalmente experta en el género pero hice un esfuercito (chiquito)

El punto es: que el que sea sencible se lo salte.
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-Es extraño… -murmuro Zeldris con una cerveza recién abierta en mano.

-¿De qué hablas? –interrogo King.

-La fila esta hasta la otra cuadra afuera, y este lugar solo está a media capacidad –puntualizo el azabache.

-¿Por qué no dejaran entrar a más personas? –se unió Escanor.

-Esperando algo supongo… -argumento Gowther.

-¿Algo como qué? –dijo el rubio.

- La happy hour… -dijo Ban con su tercera cerveza en mano.

-Ya lo perdimos –dijo King con el ceño fruncido.

-Volviendo a lo nuestro –se pronunció Zeldris- Son casi las 12:40 y no he visto nada que me interese.

-Yo tampoco… -comento decepcionado Meliodas- Tal vez deba hablar con Wandle para saber que sucede…

- ¡Estamos perdiendo el tiempo aquí, capi~! –hablo el muy achispado Ban.

El rubio del grupo se levantó del cómodo sillón, listo para buscar al dueño extravagante del local y preguntar por aquel ambiente algo “apagado”. La mirada verde se paseó por diversas parejas disfrutando de la música atronadora, sin señales del joven dueño. Durante un minuto entero lo busco con la mirada, cuando estuvo dispuesto a buscarlo dando una ronda por el local, entro Wandle flanqueado por un grupo variado de hermosas chicas y tras el grupo principal una horda de gente, dando así inicio a la verdadera noche de viernes que Meliodas y sus amigos vinieron a buscar.

Wandle llego hasta los amigos, hecho todo risas y comentarios jocosos con las seis despampanantes chicas, rápidamente el nuevo grupo se acomodó en el reservado junto al de los chicos y fueron servidos rápidamente por Cath.

-Al parecer comenzó la verdadera acción… -murmuro Ban levantándose de su asiento para perderse entre la multitud y dar una ronda de exploración.

King, Escanor y Gowther estaban sumergidos en una conversación tranquila entre ellos, hasta que el hombre de lentes desvió la mirada hasta un rostro conocido aproximándose a su ubicación.

-¡Arthur! –llamo el castaño naranjo al joven de ojos amatistas que se acercaba.

-¡Escanor! –exclamo el joven acercándose al grupo masculino.

Ambos amigos se dieron un fuerte apretón de manos, el de lentes presento al nuevo joven entre sus amigos.

-No sabía que vendrías con Merlín –comento muy sonriente el de ojos amatista.

-¿Merlín? Ella salió en noche de chicas con sus amigas –comento el hombre confundido.

-Pero… -murmuro el pelinaranja señalando al reservado de al lado.

El grupo de amigas y Wandle se encontraban brindando levantados,  vaciaron sus copas de un trago. Unos ojos ámbar captaron por el rabillo del ojo a su asistente en el reservado de al lado, volteo para llamarlo y le encontró parado junto a su novio. Un poco impresionada la azabache ataviada en un vestido negro se acercó hasta los hombres.

-M-Merlín… -murmuro confundido el de bigotes.

-Esto sí que es una coincidencia… -hablo en voz alta la azabache.

La presencia de la novia de su amigo llamo la atención del resto de los chicos, quienes voltearon a ver la escena, Merlín saludo a su joven asistente con un abrazo y luego rodeo la cintura de su pareja con los brazos de forma confiada.

-Al parecer elegimos el mismo antro para esta noche –comento con sencillez la azabache.

-¿No era noche de chicas? –pregunto Escanor un tanto receloso por la imprevista presencia de Arthur.

-A veces trabajo aquí… -se explicó el muchacho.

-¿Por qué? –cuestiono Gowther entrometiéndose en la conversación.

-La verdad es que ser Dj es mi hobbie y Wandle me deja un rato libre en la cabina cuando vengo con las chicas… -se explicó el pelinaranja.

Escanor acepto la explicación un poco receloso, ya que siempre se había sentido un tanto inferior al joven y apuesto asistente de su novia. Merlín distrajo el hilo de pensamientos pesimistas de su pareja invitando al grupo masculino a unirse con sus amigas.

Meliodas y Zeldris dieron el primer paso al grupo de féminas, siendo seguidos por el resto de sus amigos. La de ojos ámbar presento a una castaña de bastante altura y buenas caderas como Diane Megadozer; a una pequeña rubia de mirada tierna como Elaine Fairy quien resultó ser la hermana menor que King se empeñaba en “proteger” de sus amigos; una albina de ojos rojos y buenos pechos como Gelda Edinburgh; una rubia ceniza de tentadores labios y grandes ojos grises como Nadja Liones quien era vecina de Gowther, de la cual este llevaba enganchado desde hace un par de años; y por ultimo una belleza de pechos generosos, caderas medias con una melena castaña quien era prima de Nadja, de nombre Elizabeth Liones.

Los ojos cetrinos de Elizabeth se conectaron por un segundo con la mirada verde bosque de Meliodas, ambos sonrieron con cierta perversión, pero luego se dejaron de mirar para escuchar las sugerencias de Wandle para acercar los sillones de ambos reservados. Zeldris y su hermano realizaron las indicaciones sin problema alguno y pidieron una ronda más de Cosmopolitan para las chicas, además de una botella de Whiskey para ellos. La noche se empezaba a poner interesante.

Arthur luego de terminar su primer vaso de Whiskey se levantó del sillón que compartía con las féminas.

-¡Bueno es hora de encender esto! –exclamo Pendragon lleno de confianza.

-¿Pondrás la lista que te di? –pregunto Elizabeth con voz coqueta, removiendo algo en el interior de Meliodas, por su entonación pecaminosa.

-Esta noche es tuya, princesa –respondió guiñándole un ojo a la ojiazul.

Algunos minutos después una canción potente sonó por las bocinas; las chicas animadas, comenzaron a levantarse en grupo para ir hasta la pista a bailar, incluso las que se veían más tímidas se contoneaban con confianza y sensualidad. Los orbes verdes de ambos hermanos se oscurecieron hasta casi pasar por negros al ver las caderas moviéndose de una castaña y albina.

Mientras las chicas se divertían, Ban llego buscando a sus amigos y Meliodas lo llamo con un silbido, indicándole su relativamente nueva posición. El ojicarmesí se sentó con su grupo y sirvió un vaso para él.

-¿Algo interesante? –pregunto Meliodas.

-Nada que pueda tentarme… -descarto el zorro- Juraba que estábamos más a la izquierda ¿Acaso ya estoy borracho? –cuestiono.

-Movimos el mueble para acompañar a las amigas de Merlín –explico Zeldris.

-¿Merlín?

King interfirió y le conto rápidamente los acontecimientos sucedidos en su ausencia. Y como remate Meliodas se encargó de indicarle a la distancia a las chicas, una por una. Una sonrisa curvo los labios del albino, quien se levantó con decisión para acercarse hasta el grupo de chicas, siendo presentado a estas por Merlín. Una canción después la azabache fue al sillón en busca de su pareja y lo convenció para que bailase con ella. El tímido Escanor apenas lograba llevar el ritmo de las caderas de su novia, además de tener toda la cara teñida de rojo.

-Pobre hombre… -murmuro King.

-Secundo –dijeron los restantes al unísono.

Diane y Nadja se acercaron al sillón, se sentaron a los lados de Gowther y King para iniciar una conversación trivial.

-¿Escanor siempre fue así de tímido? –cuestiono Diane para romper el hielo.

-Sinceramente sí, cuando entre a la universidad él y Merlín estaban por terminar sus carreras. Fue una constante lidia para que fuera más asertivo con sus acercamientos con ella, a veces se desmallaba, y ya llevaban un par de años como pareja –conto King.

-Aunque yo conozco casos peores –dijo Nadja en tono confidencial señalando a Gowther “disimuladamente”.

-¿Yo? –Pregunto el pelimagenta haciéndose el desentendido- Nunca he tenido problemas para comunicarme asertivamente.

El nuevo subgrupo se zambullo en una conversación llena de risas y trivialidades para conocerse. La canción nuevamente volvió a cambiar y la chica de cabellos blancos vino en busca de Zeldris, le tomo la mano, para guiarlo hasta la pista de baile, una vez dentro del grupo de cuerpos sudorosos comenzó a rozar rítmicamente sus caderas contra las del azabache. Eventualmente, Gelda bajaba meneándose y le dedicaba una sonrisa traviesa al más bajo, la cual era regresada por él, para cuando volvía a subir rozaba tentadoramente el cuello y labios del menor de los Demon.

Meliodas disfruto un momento ver a su hermano juguetear con la voluptuosa albina, algunos segundos después busco con la mirada a Elizabeth, pero no la encontró, pensó en buscar a cualquiera que medio cumpliera sus estándares para bailar en ausencia de la castaña, la música volvió a cambiar, esta vez por una melodía cadenciosa, las luces cambiaron y la intensidad de los reflectores sobre los tubos de baile subió y allí frente a él, agarrada al tubo con total confianza y sensualidad, estaba Elizabeth.

Ella se movía como una profesional y contorsionaba su cuerpo de manera espectacular contra la barra de metal pulido; pero lo que más llevo al límite al rubio fue que cada movimiento lo ejecutaba mirándole directamente a los ojos. Aquella mirada azul con maquillaje negro ahumado, esos labios rojos como el infierno, los pantalones cortos de mezclilla, medias de rejilla y los tacones que hacían ver sus blanquecinas piernas como infinitas; le llevaron a la locura.

Con una poderosa erección en sus pantalones y con el mensaje completamente captado, Meliodas dejo su vaso en la mesa, y se encamino hasta la pequeña plataforma, donde bailo el resto de la canción con aquella diosa de cabellos chocolates. Las miradas perversas de otros hombres tuvieron que apartarse de Elizabeth, porque el rubio se había encargado de hacerles entender a esos hombres inferiores que: ella, esa noche, era suya.

Para cuando bajaron al final de la canción, Elizabeth sentía todas sus hormonas revolucionadas por el rubio, necesitaba de sus manos tocando ciertos puntos de su cuerpo; se moría por descubrir de lo que era capaz ese hombre en la cama. Con una mirada había logrado que los demás hombres en el antro apartaran la mirada, avergonzados por la forma tan sensual en la que interactuaron, las manos de Meliodas recorriendo su cuerpo, rozando los límites de sus zonas erógenas, la tenía al borde del orgasmo, además de su potente erección restregándose contra ella y la caliente respiración en su cuello.

King se animó a bailar un par de canciones con Diane, al igual de Gowther con Nadja, eventualmente todos se cansaron de tanto bailar y volvieron al reservado, esta vez con un orden de asientos totalmente distinto. Diane y King hablaban animadamente en un extremo; les seguían Zeldris con Gelda hablando de trivialidades para conocerse mejor; Escanor con Merlín sobre sus piernas mientras ella le susurraba cosas al oído; Wandle, Elaine y Ban hablando sobre tragos con buenos sabores; Gowther y Nadja estaban inmersos en una conversación sobre directores de cine; y Meliodas recién regresaba de la pista con Elizabeth.

El rubio y la castaña hablaban amenamente, pero era indudable que entre ellos había un ambiente diferente; la temperatura y las chispas saltando era completamente distinta a la química que habían establecido el resto de las parejas.

-¿Segura que no nos hemos visto antes? –preguntó Meliodas.

-No –respondió tajantemente- Aunque… esta noche me encantaría poder conocerte bien –susurro en el oído del rubio con voz sensual.

-Eso podemos solucionarlo –corroboro el rubio acercándose al cuello de la chica y lamiendo de allí una gota de sudor.

Coqueteos descarados iban y venían entre ellos, intercalado con prolongados minutos de baile: grupales y por parejas, hasta que la primera pareja en irse fue Gowther y Nadja a las tres de la madrugada.

-¿Ya se van? –cuestiono Diane ante la despedida de su amiga rubia ceniza.

-Sí, ya me siento algo débil. Pero no se agüen el resto de la noche por mí –se disculpó la ojigris.

-¿Seguro de irte con ella Gowther? Viniste conmigo puedo dejarte de nuevo en casa… -comento preocupado King.

-Vivimos en el mismo sitio, irme con Nadja será más eficiente que contigo. Menos consumo de gasolina –argumento el de gafas.

La pareja se despidió cordialmente de todo el grupo.

-¿Piensan que moje el pan? –pregunto Ban.

-¡Ban! –exclamaron ambos hermanos Fairy por los comentarios descarados del albino.

-Gowther lleva prendado de la señorita Nadja desde hace mucho –comento Escanor.

-¡Cariño! Esos detalles no se comentan –“regaño” Merlín con la lengua suelta por el alcohol.

Merlín comenzó a comentarle a Escanor ‘quien sabe que cosas’ en voz baja y este se sonrojo hasta la orejas, momentos después el hombre del bigote cargo estilo nupcial a su amada, se despidió rápidamente de sus amigos y salió despavorido de allí.

-¡Si Escanor no moja el pan hoy, me dejo la barba! –aposto Ban.

-¿No sería divertido dar una vuelta por la costa? –comento Elaine.

-Es una excelente idea –acepto Diane.

El grupo acepto de forma unánime ir a ver un amanecer a la costa, les quedaba a una hora aproximadamente y a excepción de Ban, todos los demás se encontraban relativamente sobrios. El grupo pagó y se despidió de Wandle que aun debía quedarse un par de horas más para hacer el cierre del local. King subió con Ban de copiloto, las chicas habían ido repartidas en el auto de Nadja y Diane, pero la rubia se había ido y solo quedaba la castaña, Elaine subió de copiloto con ella; pero la albina decidió subir al auto de Zeldris por petición de él, y encantada acepto. Lo mismo sucedió en el caso de Meliodas y Elizabeth; los vehículos  se enfilaron en dirección a la autopista. 

-Tienes una excelente máquina –comento Elizabeth disfrutando de las pulcras líneas del convertible de Meliodas.

-Es de este año.

-Lo supuse, la casi insonoridad del motor es cuasi orgásmica –rebatió.

-¿Así que a la niña le gustan los autos deportivos? –pincho el rubio con una ceja alzada.

-Tengo la generación pasada de este, es como mi bebé… Les tengo cierto gusto a los deportivos, gracias a mi cuñado -comentó recordando el escándalo que montó su madre por tener un vehículo de la "competencia", aun cuando su compañía no participaba en la industria automotriz.

-Pudiera regalarte uno de este año, como lo gustes… -ofreció el Demon con voz sedosa.

-El gran Meliodas Demon ofreciéndome un deportivo lujoso ¿A cambio de qué? –quiso saber Elizabeth.

-De nada preciosa, no pienses mal de mí –comento haciéndose el inocente.

-Sinceramente hay solo una cosa que pudiera aceptar de ti esta noche… -susurro de forma seductora inclinándose hasta el hombro de Meliodas- Que me demuestres si… el “Pecado de la Ira” es tan bueno en la cama como dicen –concluyó mordiendo el lóbulo de la oreja de su acompañante.

-Eso puedo solucionarlo –respondió- Pero y tus amigas…

-“Nos vemos mañana” –cito mientras escribía en su celular y presionaba enviar, cortando todo cuestionamiento del rubio.

Meliodas dio un volantazo y regreso a la ciudad, casi rozando los límites de velocidad, zigzagueo entre las calles con precisión, viendo por el rabillo del ojo de vez en cuando a Elizabeth. Quien disfrutaba de provocar al ojiverde, lamiéndose los labios o jugueteando con su cabello.

-¿Sabes? Mientras bailábamos en la plataforma, deseaba que me destrozaras la ropa y me hicieras tuya contra ese tubo –murmuraba mientras deslizó su mano sobre la erección que Meliodas se esforzaba por controlar desde esa primera canción- Había partes de mi cuerpo donde deseaba desesperadamente sentir tus manos, piel con piel –confesaba mientras el miembro del rubio sacudía contra su mano.

-Eso puedo solucionarlo también –invito.

-¿Ahora? –cuestionó.

-Sí.

El de ojos esmeralda estaciono en una avenida desolada, faltaban un par de kilómetros para su hogar, pero necesitaba tocar a esa perversa castaña justo en ese instante; le picaban las manos por rozar su cuerpo. Meliodas ataco los labios de la castaña con ferocidad, ella gimió bajo su ataque y este dirigió las manos hasta el short  de Elizabeth, metiendo su mano por debajo de este, para rozar con sus dedos la intimidad de la castaña. Estaba lo suficientemente lubricada, para que sus dedos resbalaran hasta su caliente centro, que ansiaba por ser tocado.

Mientras Meliodas retorcía sus dedos ágilmente en la intimidad de la ojiazul, ella dejaba escapar ligeros gemidos y sus mejillas se ruborizaron un poco. Desesperada por mostrarse menos sumisa, desabrocho el pantalón de Meliodas y extrajo su miembro para comenzar a masturbarlo. El rubio subió la blusa de la castaña hasta sus clavículas, exponiendo los voluptuosos y suaves pechos retenidos por el encaje negro de la ropa interior, sin dudar subió el brasier de Elizabeth para lamer aquellas cumbres blancas coronadas por duros botones rosas.

-¡Diablos! –maldijo, preso de las sensaciones que Elizabeth le brindaba con sus manos- Necesito estar dentro de ti... -admitió con voz ronca.

-Conduce... -sugirió ella.

La ojiazul se inclinó hasta la erección del rubio, dejando escapar un jadeo cuando sus senos rozaron la fría superficie de la palanca de velocidades que dividía ambos asientos, el miembro de Meliodas se movió un poco frente a ella. No lo dudo más y llevo su boca a la palpitante erección. Para mantener el aparente control de sus acciones, Meliodas empuñaba fuertemente el volante cuando Elizabeth hacia las arremetidas más profundas e intensas. Un poco más lento de lo que quería, llego a su hogar.

Ella tenía su perfecto labial rojo cereza algo corrido, sus cabellos levemente despeinados y la ropa mal acomodada, pero para él estaba tan arrebatadora como en el inicio. La castaña saco del vehículo la cartera de tamaño medio que llevó al antro y fue conducida por Meliodas hasta el ascensor. 

Elizabeth se distrajo por un segundo buscando una toalla desmaquillante para pasarla por sus labios y luego los cubrió con un bálsamo incoloro, todo ante la atenta mirada del rubio. Una vez lista aparto su mirada de su reflejo en el espejo del elevador y lanzó sus brazos por los hombros del Demon, para besarlo con ferocidad.

-Ni creas que esto ha terminado -susurro sobre los labios del ojiverde.

Se besaron de manera desenfrenada hasta llegar a la puerta de Meliodas dando tumbos, a regañadientes se separaron para abrir la puerta, una vez resuelto eso; Elizabeth entro primero, con paso seguro como si fuera la dueña del lugar, él observo atentamente sus acciones y casi se le desprende la mandíbula cuando la vio quitarse la blusa lentamente. Y luego se sento en la mesa baja de la sala con las piernas cruzadas, regalándole una mirada picara desde su posición.

-Estoy a tu completa disposición... -dijo provocativamente.

Meliodas se acercó hasta ella, pasando su mano lenta y ligeramente desde el cuello femenino, por entre los senos y resiguiendo la unión de ambas piernas cruzadas hasta las rodillas, tomo una, alzándola levemente para descruzar aquellas piernas que le prometían el paraíso. Se cernió sobre ella como una sombra, le alzo el mentón con su diestra, sintió su mirada dilatarse cuando se encontró con la mirada decidida de Elizabeth, unió sus labios en un fogoso beso y solo se detuvo cuando un gusto ligeramente metálico se hizo presente.

-Sígueme -ordenó ronco.

En cuanto la pareja entro a la habitación principal, él más bajo empujo a la chica contra la cama y se subió sobre ella, con desespero tomo entre su derecha el brasier de encaje negro.

-Dijiste que querías que te arrancara la ropa -murmuró él.

-Sí -suspiro ella sintiéndose ser consumida por esa mirada oscura de Meliodas.

Su susurro fue el detonante de todo, el rubio arrancó la prenda rompiéndola por el frente, los suaves senos quedaron frente a su mirada lujuriosa,  los amasó con ambas manos y apretó aquellas cúspides rosas a su antojo hasta que ella empezó a removerse ansiosa por mas contacto en zonas más satisfactorias.

Él se deshizo del short de Elizabeth, rompió las medias de rejilla a la altura de la zona intima, sin retirarlas, hizo a un lado la tela mojada de las bragas y ataco con sus dedos la entrada de Elizabeth. Mientras ella era masturbada, sus manos inquietas desprendieron los botones de la camisa del rubio, retiró la corbata, y desabrocho los pantalones.

Tomando un momento de distancia, Meliodas se desvistió completamente y la halo de las piernas al borde de la cama, dejando a la altura ideal la intimidad mojada y caliente.

Se colocó un preservativo y se hundió en la rosada piel ajena,  ambos profirieron un jadeo de éxtasis, no paso más de un segundo cuando él rubio retomó su papel dominante y empujo repetidamente su cadera contra la fémina. 

Elizabeth solo podía gemir presa de las sensaciones,  el rubio la torturo de vez en cuando alentando sus movimientos, pero ella contraía sus músculos pélvicos para incitarle a seguir. Los besos iban y venían, las manos inquietas de ella no sabían de donde sostenerse para evitar rasguñar la espalda de su acompañante.

-No te contengas –gruño Meliodas tomando las manos blanquecinas y llevándolas a su pecho.

Él la levanto en vilo sosteniéndola por la parte posterior de las rodillas dejándola completamente acoplada a él, ella intensificó el roce moviendo sus caderas lo poco que podía en aquella posición, sujetándose del cuello masculino. La fémina se estremeció ante la llegada de su orgasmo, con la mente un poco perdida noto que el rubio la devolvió a la cama.

Meliodas salió de ella dispuesto a darle su espacio para que recuperase el aliento, pero tan rápido como el mismo poso la espalda en el colchón, Elizabeth se subió sobre él, dirigió su miembro a su entrada, dándole la bienvenida de nuevo en su interior. Una cascada de cabellos castaños y algunos mechones platinados crearon una cortina que oculto sus rostros, ambos se miraban intensamente, disfrutando de la simple sensación de estar unidos, escuchando los latidos del contrario.

Elizabeth unió sus labios con los contrarios, en una caricia lenta y decadente, tomo las manos de Meliodas y las puso en su cadera, mientras comenzaba un vaivén sensual entre sus cuerpos acoplados. Los roncos gruñidos del rubio la animaban, los vestigios del orgasmo anterior, junto con su típica fatiga desaparecieron. Ella necesitaba más, aumento el ritmo al compás de una canción imaginaria, mientras que Meliodas se encontraba perdido en el valle de sus senos; disfrutando del "baile" de aquella diosa, que perdida en una música sensual le estaba haciendo perder la cordura.

En aquella posición, sentados en el borde de la cama; Elizabeth alcanzo su segundo orgasmo, junto con el primero del rubio. Ella dejo escapar un gemido alto seguido de un largo recorrido de sus uñas en la espalda masculina y él sofoco sus sonidos guturales ocultando su cara en el cuello de su acompañante.

-Ni creas que esto ha terminado... -imitó Meliodas con la respiración alterada.

-Nunca lo dude...

Ambos disfrutaron aun unidos las últimas sensaciones de su orgasmo, hasta que regularon completamente su ritmo cardiaco. La ojiazul se levantó de su posición y se arrodillo frente a Meliodas para quitarle el condón y practicarle sexo oral, ayudandole a limpiar los restos de líquido seminal en su miembro que nuevamente abandonaba su estado de flacidez post orgásmica. Él le pasó un condón y ella se lo colocó lentamente tratando de torturarlo, se levantó y se posicionó en el centro de la cama, mirando al rubio con una mirada traviesa desde su lugar entre las almohadas de plumas. El ojiverde sonrió con satisfacción y gateo como algún felino peligroso hasta la castaña, quien lo recibió afectuosamente rodeando la cadera masculina con sus piernas y enredando sus delicadas manos entre los mechones rubios, Meliodas intento llevar un ritmo lento para evitar lastimar el interior inflamado de ella, pero, los gemidos femeninos y los senos rebotando contantemente frente a él, se llevaron su caballerosidad al carajo, logrando que reanudara un ritmo fuerte y constante contra la pelvis femenina.
Durante la madrugada repetidas veces se entregaron el uno al otro, probando posiciones distintas, ritmos lentos y rápidos, explorándose hasta conocer el último rincón de sus cuerpos.

El alba llegó y Meliodas abrazaba a la mujer por la espalda sin ninguna tela separando sus desnudeces, apenas cubiertos por una ligera sábana, con algunos trozos de envoltorios plateados desperdigados por toda la habitación.  Ella despertó primero, no le importaba realmente verle la cara a su ligue de una noche y despedirse, después de todo al final fue complacida y llenada de maneras inexplicablemente placenteras, liberandose de los brazos del rubio sentandose en la cama de espaldas a su acompañante, volteo a ver a Meliodas y le encontró mirándola con una sonrisa pervertida.

-Buenos días -saludo sonriente.

-Buenos días, Meliodas.

-Ya decía que te conocía de algún lado... -comentó.

-¿De qué hablas? –cuestionó con una ceja levantada.

Él estiró la mano hasta la cabellera castaña y halo levemente uno de los mechones, un peso cayó de la cabeza de la chica, mechones marrones se deslizaron por su espalda liberando su auténtico cabello; cayendo cual cascada,  una cabellera platinada de suavidad y brillo exquisito.

-En realidad eres Elizabeth Goddess -dijo Meliodas sin dejar de sonreír.

-Elizabeth Goddess Liones -aclaró ella- Mis padres se divorciaron hace mucho y mi madre, Nerobasta Goddess, me nombró con su apellido ¿Asustado? -preguntó con arrogancia.

-Excitado, más bien -contesto con simpleza- Hijos de empresas rivales duermen juntos...

-¿Dormir? -preguntó entre risas.

-Tienen el mejor sexo del mundo ¿Te parece mejor? -propuso perversamente.

-¿Repetimos?

-Todo lo que quieras, hermosa... -aceptó lanzandose a los rojizos y sensibles labios.

Ya era más allá del mediodía y recién la "pareja" abandonaba la cama, tomaron una ducha juntos y volvieron a tener sexo bajo la regadera, pero al final ambos salieron para vestirse.

Él llamaba desde la cocina ordenando una pizza en pantalones vaqueros a medio abrochar con el pecho descubierto, y ella peinaba su largo cabello luego de ponerse un vestido ligero blanco que llevaba en su bolso.

-Esa es la Elizabeth Goddess que veo en las entrevistas -dijo el rubio viendo la apariencia angelical de la mujer.

-Todos tenemos uno o dos secretos... -rebatió con una sonrisa altanera.

-A ti te quedaría más el apellido Demon...

-¿Por qué?  -cuestionó con el ceño fruncido levemente.

-Eres toda una chica rebelde, por no decir una demoniza en la cama… -respondió.

-Lástima que todo tiene un fin.

-Nadie dice que tiene que ser así ¿Lo intentamos? -preguntó alzando su mentón para que lo mirase directo a los ojos.

¿Intentar? –pregunto haciéndose la desentendida.

-¡Vamos! Las mujeres son más perceptivas que los hombres y si yo lo sentí, tu también…

-Eres el primer hombre con el que me acuesto que inicia una conversación sobre “sentimientos” a la mañana siguiente… -intento parecer ruda.

- Tú me estas entendiendo, preciosa. No te hagas la dura.

-Pero...

-¡Al diablo los apellidos y las empresas! Son disputas de viejos cuyos nombres ni recordamos, no son nuestras -argumento- Estamos hechos del mismo fuego... encontrarse en esta situación no es de todos los días.

-Estás hablando de amor -dijo ella con una ceja alzada.

-Hablo de química... ¡De reacciones!  De consumirnos hasta que desaparezcamos. -argumentó.

-Consumámonos juntos -respondió Elizabeth.

-Así se habla... -murmuro para volver a capturar aquella boca de pecado

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I'M BACK

Un pequeño angel nuevo se estaba comiendo las uñas por la continuación y aquí está,  conta viento y marea, con luz y sin luz! Contra las trabas que me puso el gobierno socialista de Nicolás Maduro

Para ti: 
SilviaRamirez245

Y para tú:
Oriana_GQ

NO TIENES PERMITIDO MORIR HASTA QUE TERMINE ESTA DELIRANTE IDEA.

Esperare sentada cual buen perrito sus comentarios, estrellitas, sugerencias o tomatazos.

Besos y abrazos:
Mia_Gnzlz

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