2._ Little bad girl

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Hola Angelitos♥

Explico rápidamente lo que sucedió con la resubida del capitulo anterior, lo cambie un poco, oraciones mas congruentes, eliminar errores de sintaxis. Nada grave, el verdadero cambio esta en el lemon que estuve insatisfecha con el desde hace un tiempo y ahora lo siento más completo. Mas picoso, mejor redactado y un poco mas explícito.

Sí le quieren dar un ojito suban a verlo, aunque la trama no cambia en nada.

Continuen a su gusto
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“¿Elizabeth Goddess en una relación?”

Aquel era el polémico titular de la revista frente a la platinada de ojos azules, la publicación había sido arrojada a su escritorio sin ninguna amabilidad por su progenitora, cabía destacar que Nerobasta Goddess estaba muy enojada y con su mirada exigía una explicación, que Elizabeth no estaba dispuesta a dar.

-¿Y bien? –pregunto la ojiazul con desinterés.

-¡Explícame qué diablos está pasando! ¡Esto es un escándalo! –exclamo la pelirosada señalando la revista.

-Es solo otra revista de chismes ¿Qué tiene de nuevo? Cada semana inventan uno nuevo –argumento Elizabeth devolviendo la vista a la pantalla de su portátil trabajando en un informe contable de la Goddess Company.

-¡Es más que eso! –Recalco Nerobasta- ¡Aquí hay números de placas automotrices, lugares, fotos y mil datos más!

-Mamá, calma… -hablo con suavidad- La próxima semana tendrán otra cosa de que hablar… -insistió.

-Eso no es todo, yo también he notado tu extraño comportamiento la última semana ¡Exijo saber que sucede contigo!

-Tengo 25, tengo muchos conocidos y salir con algunos no tiene nada de malo, además de que siempre confunden las placas de las chicas con algún nuevo “galán” en mi vida –argumento realizando comillas en el aire con los dedos- Solo es trabajo; salidas inocentes y nada más…

-¡Estoy segura de que algo ocultas y lo averiguare!

-Recuerda; nosotras quedamos que: si nada de lo que hacía desmoralizaba a la empresa, yo era libre de hacer lo que quisiera… Todo lo sucio al armario ¿Verdad? –pregunto la platinada de manera altanera.

Furibunda, Nerobasta salió de la oficina de su única hija. Una sonrisa curvo los labios de Elizabeth ante la situación, tomo con tranquilidad la revista, se dirigió al artículo que hablaba de su nuevo romance. Ella y Meliodas seguro se reirían de ello más tarde; fotos borrosas que intentaban captar al conductor tras los vidrios oscuros de los vehículos que pasaban por ella, pedazos de mechones rubios entre el muro de guardaespaldas que a veces los cubrían, fotos de las diferentes placas de los diversos automóviles de la división automotriz de la Demon Enterprises Inc. a los que subía cuando él pasaba buscándola al trabajo, fotos de ella entrando a lujosos restaurantes u hoteles, y lo más gracioso era la última travesura de Meliodas para los reporteros: usar una alianza de matrimonio y botar por una minúscula rendija de los vidrios algún papel a la calle para que captaran el anillo con las cámaras fotograficas.

Una notificación llamo la atención de Elizabeth. Un mensaje del polémico rubio:

“¿Viste la revista Blonda’s* de esta semana?”

“Has sido diabólico, rubio.”

“La próxima semana serás tú…”

“Encantado”

“Esos paparazzi necesitan involucrarse en sus propias vidas”

“¿Paso por ti?”

“Trato”

“¿Tu casa o la mía?”

“Iremos a un sitio diferente hoy”

“¿Algo que necesite saber antes?”

“¿Alguna ropa en particular?”

“Prometí no volverte a lanzar al mar con vestidos costosos”

“Casual estará bien”

“Lleva un abrigo”

“Lo demás corre por mi cuenta”

“Nos vemos, preciosa”


La pareja dispareja llevaba una semana idílica, en la cual habían conectado de formas distintas, dando a conocer a la verdadera Elizabeth Goddess y al verdadero Meliodas Demon; ambos habían concluido que él no era aquel galán vacío, déspota e implacable que describían usualmente los rumores; y por supuesto que ella no era la mujer angelical y perfectamente correcta que creían los medios de comunicación, sumándole que no era la niña mimada que él creía. Para ellos era un hecho que necesitaban hacerse de sus propias impresiones, descubriendo que eran perfectamente compatibles, sus mundos eran complicados por tantas apariencias que debían guardar, y en el fondo de sus corazones tenían ciertas reservas a que aquel “romance perfecto” condujera a algo que no supieran manejar. La realidad es que ambos tenían miedo de lo que pudiera salir mal; pero a ambos les gustaba mandar a esa vocecita interior al carajo.

Horas pasaron rápidamente y llego el momento del almuerzo. Elizabeth, ya hastiada de la oficina decidió cambiar de ambiente durante un rato, la de ojos cetrinos tomo su cartera y portafolios, paso llave a su oficina y camino hasta el elevador que la llevaría hasta el estacionamiento subterráneo de la compañía Goddess, subió a su convertible de un salto, sin importarle quien pudiera estarla viendo, puso las llaves en el contacto y presiono el botón de arranque que dio vida al motor con un rugido suave.

Condujo por las calles de la ciudad a velocidad moderada hasta su departamento. Normalmente ella vivía con su madre, pero compro aquel piso de penthouse en un arranque de necesidad, necesitaba espacio lejos de su asfixiante progenitora, en las paredes de su hogar ella podía ser como quiera sin que Nerobasta la corrigiera, ni que insistiera en “modificar” su temperamento “desviado e incorrecto”, pero eventualmente debía volver a la mansión Goddess para evitar que su madre restringiera sus movimientos. Ella era “libre”, como un ave con una cuerda atada a su pata. Aunque por algunos años, aquella libertad fuera suficiente, ella ansiaba más.

Elizabeth estaciono su vehículo en el espacio correspondiente a su departamento, salió del convertible y camino hasta el elevador, algunos segundos después estaba frente a la puerta de su santuario personal. Abrió el portal y lanzo sus cosas al suelo, camino unos cuantos pasos y se derrumbó sobre el sofá. Pasó eternos minutos tirada sobre la mullida superficie hasta que decidió levantarse, cansada de pensar en la nada; se quitó casi con rabia el vestido de diseñador amarillo pastel hasta las rodillas que usaba,  se descalzo tirando los zapatos a algún rincón de la estancia.

Camino en ropa interior hasta la cocina, con parsimonia saco los ingredientes para una ensalada del refrigerador y una milanesa de pollo, preparo el pollo a la plancha y corto los vegetales con rapidez. Media hora después, la albina se encontraba frente al televisor degustando su improvisado almuerzo y viendo The Big Bang Theory, mientras la joven se reia de las ocurrencias del colorido Sheldon Cooper, su teléfono comenzó a sonar.

Un poco irritada por verse interrumpida contesto el molesto aparato sin ver el identificador de llamadas:

-Buen dia, se ha comunicado con Elizabeth Goddess Liones, en estos momentos no puedo contestar su llamada pero deje sus datos y prontamen… -contesto la joven con una voz dulce, pero una risa masculina la interrumpio.

-Preciosa… No debes fingir que eres la contestadora, soy yo… -hablo con un tono jocoso el hombre.

-¡Meliodas! –exclamo la chica sorprendida- ¿Qué puedo hacer por ti, rubio? –pregunto cambiando su voz aguda por una más controlada.

-Decirme que ropa interior estas usando… -bromeo Meliodas.

-Pudiera no estar usando nada… -provoco Elizabeth.

-¡Demonios, Elizabeth! –exclamo con voz ronca- Solo con eso me pones como un toro…

-Nunca he montado toros, pero si he domado unos cuantos broncos salvajes… -tentó con voz ronca.

-Me encantaría tenerte sobre mi escritorio justo ahora –imagino el rubio.

-Pues, nos veremos pronto… Sabiendo eso, es extraño que me llames cuando nos veremos en unas horas –razono Elizabeth.

-Acabo de salir de una reunión que fue un infierno y necesitaba alguien que evitara algunas decapitaciones.

-Meliodas, seguro los mandamientos no son tan malos. Además estamos hablando de la Demon Enterprises Inc. debe ser un infierno o el apellido quedaría sin credibilidad –bromeo Elizabeth.

-¡A veces son un nido de víboras! Me hartaron por hoy, me hace replantearme dirigir la empresa yo solo, pero prefiero mi libertad.

-Seguro Zeldris te cubriría unos días si se lo pidieras –propuso.

-Mi hermano estaría bien sin mí, pero Estarrossa es un imbécil cuando yo no ando cerca, el solo es capaz de destruir la empresa en una borrachera.

-Seguro no es para tanto…

-No defiendas a ese tarado. Por cierto ¿Estás en tu departamento?
-Sí, pero en un rato regreso a la compañía, entrego una documentación y salgo.

-¿Almuerzas? –pregunto Meliodas.

-Sí –afirmo- ¿Tú ya lo hiciste?

-Apenas salí de la junta, supongo que le pediré a mi secretaria que busque algo para mi

-Bien, nos vemos al rato, se me hace tarde para regresar a la oficina.

-Cuídate, preciosa.

-Meliodas… -llamo.

-¿Sí? –cuestiono el rubio.

-Nada, nos vemos… -murmuro para rápidamente colgar.

Elizabeth rápidamente llamo a un nuevo número telefónico:

-Zaneri… -llamo- Necesito por favor que pidas un almuerzo para mí, se me hizo tarde y ya voy de regreso.

-Sí, señorita Elizabeth ¿Algo en particular? –cuestiono con educación.

-Pure de papas gratinado con cuatro quesos, filete de ternera macerado de vino tinto y ensalada primavera con aderezo de miel; además pídeme dos cafés en el Starbucks del frente, un Caramel con extra crema y un expresso con un solo sobre de azúcar –pauso por un momento para pensar- Y un pastelillo de hojaldre relleno con Nutella.

-¿Dos café? –cuestiono la secretaria.

-Una amiga pasara por mí y ella no tiene gustos dulces –se explicó sabiendo que Zaneri era una informante para su madre- Además necesitare que imprimas los documentos que te estoy enviando al correo.

-Enseguida.

La albina colgó y envió rápidamente el correo desde su Smartphone, termino los restos de la ensalada, programo el lavavajillas con todos los trates sucios y corrió hasta su habitación para alistarse. Entro a su vestidor y el contraste tan drástico de las prendas nuevamente la abrumo, por un lado había todo tipo de prendas seductoras que moldeaban su figura como si fueran guantes y por el otro cientos de vestidos, faldas plisadas y blusas, todo en tiernos colores pastel o claros.

De uno de los cajones saco ropa interior negra de encaje delgado, por lo rápido saco del perchero un vestido blanco de falda volada y un blazer azul perlado, se vistió y se calzo unos tacones bajos de color azul, tomo un bolso de un estante y lanzo algunas prendas oscuras dentro de este, además de unos zapatos de tacón aguja negros. Abrió una de las puertas dejando ver las diversas pelucas que guardaba allí, se decantó por una roja y la acomodó en el bolso con cuidado, tomo un estuche de maquillaje de otro estante, guardo y cerro la pequeña maleta.

Minutos después; ya perfumada, peinada, con los dientes cepillados y muy ligeramente maquillada se hallaba nuevamente en el ascensor rumbo al estacionamiento, presiono el control del auto para desactivar las alarmas de un auto distinto al que uso anteriormente, un Rolls Royce tipo sedán de diseño bastante discreto encendió las luces internas. Elizabeth subió al vehículo y 15 minutos después se encontraba ingresando al estacionamiento de Goddess Company, subió hasta la penúltima planta y fue recibida por Zaneri con la documentación que le envió.

Firmo rápidamente las hojas que debían ser entregadas a la presidencia y las envió con su secretaria, organizo algunas carpetas con los pendientes, repaso algunas citas y confirmo compromisos del día siguiente, y así estuvo por algunos minutos hasta que tomo su móvil para llamar a su mejor amiga.

-¿Diane? –pregunto al ser respondida.

-Elizabeth ¿Cómo estás? –pregunto con alegría la castaña.

-Necesito un favor –fue al grano.

-¡Que mala eres Elizabeth! Ya no llamas para saludar ¿Dónde queda la amistad? –dramatizo la de orbes amatistas.

-¡Diane! –exclamo avergonzada- Es que quiero ver a Mel y necesito evitar a la prensa, quería que intercambiáramos autos.

-¡Que romántico! –exclamo embelesada- ¡Voy para allá!

La castaña corto de golpe la comunicación, por la puerta de su oficina entro Zaneri con dos bolsas de papel, una grande y otra más pequeña, además de un portavasos de cartón con dos recipientes de poliestireno con el icónico logotipo verde de una sirena.

-Me salvas la vida –agradeció Elizabeth con una sonrisa.

-¿Le sirvo el almuerzo? –pregunto la castaña diligentemente.

-No hace falta, ya vienen por mí. Comeré en el auto –comento mientras dirigía la vista a los papeles que firmaba, leyéndolos rápidamente para estampar firma y sello en los lugares correspondientes –Déjalo sobre la mesa.

Zaneri hizo caso de la orden de su jefa y dejo los paquetes sobre la mesa ratona de cristal y mármol, para luego salir de la oficina. Elizabeth recibió una alerta de notificación de su celular y en la zona de visualización rápida leyó: “Diane: Llegue”. Bloqueo el celular y se levantó con varias carpetas en mano, poniendo rumbo a la oficina de su madre. Frente a la puerta blanca con placa de letras doradas que indicaba a quién pertenecía la oficina, toco levemente con los nudillos, al escuchar el leve: “Pase” desde adentro, ingreso en la estancia.

-¿Elizabeth? –inquirió la pelirosa.

-Vengo a dejarte los contratos para la nueva fusión con Megadozer Inc. –informo.

-¿Por qué no los trajo Zaneri? –cuestiono.

-Le pedí que adelantara una documentación para mañana, además tengo un compromiso con Diane para esta tarde. Voy de salida –comento pasando las carpetas a manos de su madre.

-Te he dicho que dejes de perder el tiempo en horario laboral –recrimino con el ceño fruncido.

-Diane tiene una salida informal con su madre, y espero que uniéndome a este evento pueda encontrarla más receptiva a las nuevas clausulas establecidas luego de la renegociación de la semana pasada.

-¡Bien! –alabo con gesto de satisfacción- Al parecer algo he logrado inculcarte.

-¿Me puedo retirar? –pregunto algo impaciente.

-Adelante, no hagas esperar a Matrona, esa mujer es de pocos nervios.

Al salir de la oficina de Nerobasta, Elizabeth rodo los ojos ante las últimas palabras de su madre. Rápidamente volvió a su oficina, cerró la sesión de su computadora, guardo su agenda personal y celular en su cartera, tomo las bolsas de comida y el portavasos, los deposito un segundo en el escritorio de su secretaria mientras cerraba con llave su oficina y por último se despidió de la castaña para emprender su camino al elevador.

Diane la esperaba estacionada junto al Rolls Royce, ambas se abrazaron al verse, se subieron al vehículo de la platinada y conversaron de trivialidades mientras Elizabeth se cambiaba de ropa y se maquillaba en los asientos traseros.

-Entonces… ¿Tú y King? – pregunto la ojiazul mientras se acomodaba correctamente la peluca mirándose en el espejo retrovisor.

-Pues… Supongo que hay algo, pero él es muy tímido y no quiero lucir como una lanzada –argumento Diane.

-¿Quieres saber lo que yo opino?

-Ya que estas tan dispuesta a decirlo –bromeo con tono sarcástico.
-Que no debes preocuparte de ello, te gusta, obviamente, él siente algo pero no dará el primer paso… -relato volteando a ver directamente a la de ojos amatistas- ¡Ve por él!

Diane no sabía que era lo más convincente del argumento de su amiga; tal vez, el sencillo trasfondo de sus palabras, esa actitud de Femme Fatale que adoptaba su amiga una vez libre del prejuicio que conllevaba ser Elizabeth Goddess Liones, quizás era que sabía que su amiga era capaz de ver a través de ella por conocerse desde el inicio de los tiempos; o solo era algo más simple: el look de pelirroja sensual con maquillaje ahumado, tenía un alto poder de convencimiento.

-Tienes razón –acepto la castaña.

-Bien, hablare con Mel para acordar entre los chicos y nosotras. Sera divertido –esbozo una sonrisa traviesa en sus labios cubiertos de carmesí.

-Hablando del diablo –murmuro Diane- ¿No se está haciendo tarde para tu plan romántico? –argumento señalando las bolsas de comida para levar.

-Cierto, pero antes necesito una parada más –comento extendiendo a su amiga las llaves de su auto.

-¿Qué planeas?

-Luego te lo cuento… -dijo Elizabeth misteriosa.

-¡Diablos estas TAN enamorada! –bromeo Diane.

El ceño fruncido de la ojiazul hizo que Diane desistiera de su comentario con un suspiro, entrego sus llaves a la ahora pelirroja y salieron del estacionamiento de la empresa con direcciones distintas. Elizabeth aparco frente a una tienda de conveniencia cercana a la "Torre Demon", dónde todo el conglomerado Demon tenía su sede principal, se bajó del auto con la cartera colgando se su codo derecho, hizo malabares para cerrar correctamente vehículo, con ambas manos ocupadas por el portavasos y las bolsas de papel, entro a la tienda con paso seguro dirigiéndose al mostrador con un adolescente pecoso tras el.

-Disculpa –murmuro con un tono tímido- ¿Podría molestarte con un favor? Se me hizo tarde para regresar con el pedido de mi jefa, la comida esta algo fría al igual que el café ¿Podría pedirte recalentarlo un poco? –dijo en tono angustiado mirando el microondas tras el chico.

-¿No tienen microondas en tu oficina? –pregunto un poco fastidiado.

-Sí, pero ella es muy especial. Dice que no le gusta la comida recalentada ¿Podrías ayudarme? Si lo hago en la oficina se enterara, he visto gente perder su empleo por ese tipo de tonterías –suplico quitándose las gafas mostrando sus espectaculares ojos azules con las cejas fruncidas.

La mirada azul de Elizabeth logro que el joven la mirara de pies a cabeza, deteniéndose más de lo necesario en las voluptuosas curvas de ella y en sus labios carmesíes, con un poco de rubor en su cara el chico tomo el recipiente de poliestireno de la comida para meterlo en el microondas. Mientras el chico programaba el aparato, Elizabeth fue hasta una de las neveras de bebidas alcohólicas y tomo dos botellas de Bernia Ale bien frías, fue hasta la caja y las puso ante el chico, quien la miro con una ceja levantada.

-Ella es una insufrible, las necesitare… -conto como algún tipo de confidencia entre ellos, guiñándole un ojo.

-Te entiendo, los jefes pueden ser así –contesto con una sonrisa- ¿Y dónde trabajas? –pregunto con supuesto desinterés.

Elizabeth señalo la Torre Demon con su índice, para luego sacar un billete de veinte dólares para cancelar su compra.

-Debe ser duro, escucho muchas cosas sobre los jefes de esa compañía, muchos empleados vienen aquí durante el día.

-Es horrible allí, aunque el sueldo es bueno –comento Elizabeth siguiendo el rollo del joven.

El chico pecoso devolvió la comida a la bolsa de papel con sumo cuidado y calentó rápidamente los cafés, envolvió las cervezas en una bolsa de papel discreta guiñándole un ojo a Elizabeth, esta guardo las cervezas en su bolso, saco su celular y envió un mensaje al rubio.

“¿Te dignaste a almorzar?”

“Atrapado”

“Me quede colgado revisando un contrato”

Ella soltó un suspiro de alivio al no ver su plan arruinado, pero debía darse prisa.

-¿Algún novio? –pregunto el dependiente.

-¡No! Me avisan que mi jefa aún no ha salido de su junta. Estoy a salvo por el momento.

-¡Bien! Me alegra ser de ayuda –dijo envolviendo los empaques de comida en una bolsa plástica para mejor transporte, luego regreso los vasos al transportador desechable –Nos vemos; por cierto me llamo, Justin.

-Ellie –respondió- Gracias Justin eres un sol –dijo mientras tomaba las cosas y se disponía a salir.

-Ellie –llamo.

Elizabeth se volteo en dirección al chico y este había salido de detrás del mostrador para entregarle un pequeño bombón de chocolate.

-Para que endulces tu día –dijo el chico tratando de parecer galante.

-Gracias.

Apresurada, Elizabeth salió del establecimiento y cruzo la calle, entro al inmenso edificio sin demostrar nerviosismo, era la primera vez que iba a la Torre Demon sin la compañía de Meliodas, y una visita nocturna entre los dos para tener sexo sobre el escritorio de él, no era precisamente una "visita", de día el edificio era más intimidante por la presencia de los guardias, se dirigió al elevador privado de los altos ejecutivos, mientras subía pensaba en como sortear a la secretaria sin tener que llamar a Meliodas y arruinar la sorpresa, el elevador se detuvo y por un momento sintió pánico de encontrarse con algún directivo que la reconociera, o peor que no la reconociera para nada y la hicieran echar del edificio. Para su alivio subió un pelinegro conocido, que si bien no la miro, tampoco se dedicó a cuestionar su presencia. Justo antes de llegar a la planta seleccionada por ambos Elizabeth se percató que tenía ante ella a quien la ayudaría con la secretaria.

-¿Qué tal todo con Gelda? –pregunto simulando una voz diferente.

-Bien –respondió en automático Zeldris, pero un segundo después las puertas se abrieron y el volteo a la desconocida, quien se bajó las gafas oscuras y mostro sus característicos ojos azules.

-¡¿Elizabeth?! –susurro sorprendido saliendo del elevador.

-La que viste y calza –dijo orgullosa.

-¿Qué haces aquí? ¿Y pelirroja? –cuestiono.

-Vengo a ver a Meliodas. Sabes que tengo afición por los disfraces –dijo confidente.

-¿Por qué no bajo a buscarte él?

-Es lo interesante de las sorpresas, son sorpresa –bromeo con una sonrisa.

-¿Y cómo planeabas burlar a la secretaria de Meliodas? –rebatió cruzándose de brazos.

-Ya se me ocurriría algo.

-Bien –acepto derrotado- Te acompaño.

Los "cuñados" caminaron con firmeza por el pasillo hasta llegar a la puerta de hoja doble de caoba con un membrete indicando la oficina del presidente, Zeldris paso por un lado de la secretaria sin saludar y tras él, Elizabeth quien fue escrutada por la mirada inquisidora de la empleada. El azabache toco la puerta y abrió tras recibir un "pase" del otro lado, abrió la puerta y dejo entrar a la pelirroja, los ojos esmeralda de ambos hermanos chocaron y el menor guiño un ojo cómplice para el rubio cerrando la puerta tras de sí.

-Le traje el almuerzo, señor Demon –indico Elizabeth simulando una voz diferente pero retirándose las gafas.

-Esta sí que es una pelirroja sorpresa –bromeo el rubio.

Elizabeth se dirigió hasta mesa baja del centro de la oficina donde coloco las bolsas y el portavasos,  tiro su cartera sobre uno de los sillones y a pasos largos llego hasta el rubio que seguía sentado en su silla giratoria con una sonrisa complacida. Volteo la silla en su dirección y se sentó en el regazo de su amante, Meliodas la recibió gustoso y dejo escapar un suspiro cuando ella estampo sus labios con los suyos, el contacto se volvió fiero y necesitado hasta que la falta de oxígeno el exigió que fuera culminada la caricia.

-¿Y a que debo el honor? –pregunto mientras acariciaba el rostro de alabastro de su compañera.

-Nada en especial –dijo depositando un leve beso en los labios del rubio y levantándose de su regazo.

La ojiazul camino hasta las bolsas y saco el contenido de la más grande para dejarlo frente a Meliodas al igual que unos cubiertos que trajo desde su departamento. Ante la visión de la comida el estómago del rubio protesto por la falta de alimentos, este empezó a comer animado mientras la joven frente a él se dirigía nuevamente a su bolso y se le acercó con una botella que reconoció inmediatamente.

-El vino es lo que mejor acompaña, pero supuse que esto sería más de tu agrado.

-Eres la mejor -pronuncio luego de un largo trago a su bebida.

Ella guardo la otra botella en la nevera de minibar que encontró en una esquina de la oficina y se volvió a sentar frente a él con su café en mano, ambos hablaron amenamente sobre temas sinsentido hasta que él termino de comer.

-¿Café y postre? –pregunto Elizabeth.

-¡Eres una maravilla! ¿De dónde saliste? – medio en broma halago a su chica.

-De una caja de cereales –contesto ella en el mismo tono jocoso.

Elizabeth deposito el café en la mano del rubio y se sentó en sus piernas, acerco el estético pastelillo de hojaldre a la boca de Meliodas y este le dio un mordisco, lo deposito en el envase vacio de comida, mientras rodeaba a su amante con los brazos y limpiaba con sensuales lamidas un delgado hilo de chocolate que mancho la comisura izquierda del ojiverde.

Las manos inquietas de Meliodas resiguieron todo el cuerpo de la joven, tentando con picardía las zonas erógenas más "inocentes" de ella, lentamente subió las manos hasta la peluca de vibrante color como la lava volcánica, el gusto de Elizabeth por los disfraces lo encendía, pero más aún, le quemaba las entrañas ver a la "tímida" Elizabeth Goddess mirándole con lujuria con su cascada de cabellos plateados alrededor de ellos. Suavemente halo la peluca rojiza logrando que esta callera al suelo, liberando los platinados mechones de Elizabeth.

-Tienes habilidad para quitar pelucas, Demon –hablo provocativamente la ojiazul.

-Y para quitar otras cosas, cariño –comento pícaro- Te lo demostrare más tarde.

Ambos amantes estaban entretenidos en hacerse confidencias sin sentido mientras se besaban y exploraban sus cuerpos provocándose el uno al otro. Hasta que el teléfono fijo de la oficina sonó, interrumpiéndolos. Antes de contestar, Meliodas consulto la hora en su reloj de muñeca, era cerca de las 4:30 y normalmente su horario laboral terminaba entre las 5 y 6 pm.

-Preciosa, quisiera adelantar unos documentos antes de irnos –consulto sin pensar a la albina.

-Por supuesto, rubio –contesto con una sonrisa levantándose de las piernas de este, tomo la peluca del suelo y se dirigió al baño privado de la oficina.

-¿Diga? –contesto el teléfono con una sonrisa socarrona.

-Joven Demon, llego una documentación de su padre. Dice que es urgente –informo la secretaria.

-Por supuesto, tráela.

Segundos después la estricta secretaria de aproximadamente cincuenta años entro a la oficina, paso los documentos a Meliodas y escruto con la mirada toda la estancia, en búsqueda de la mujer que entro una hora atrás.

-¿Qué sucede, Sra. Roberts? –pregunto el rubio notando el ceño fruncido en la mujer.

-Joven Meliodas, sabe perfectamente que la oficina no es un lugar para traer a sus "amigas" –opino sin pelos en la lengua usando un tono despectivo en la última palabra.

-Sra. Roberts, ella no es ese tipo de amiga –contesto Meliodas usando el mismo tono en la última palabra.

-Joven Meliodas, le he visto crecer y sabe que a su padre no le gusta que involucre su vida personal con la empresa.

-He aprendido una o dos cosas desde la última vez, y ese tipo de incidentes no volverá a suceder –dijo en tono firme.

-Queremos lo mejor para usted y esta empresa –recordó la cincuentona antes de marcharse.

Elizabeth salió del baño con una sonrisa calmada, deposito un beso en los labios del rubio. Se dirigió hasta su cartera y se sentó en uno de los cómodos sillones, todo ante la mirada atenta de Meliodas. Ella le devolvió una sonrisa serena y él regreso la vista a los documentos entre sus manos. La joven Goddess saco su agenda personal  y comenzó a revisar las citas que tenía programadas para el mes, realizo algunas anotaciones en los bordes de las hojas. El teléfono de la ojiazul sonó rompiendo abruptamente el ambiente, ella lo alzo pidiéndole una muda autorización a su amante, él le respondió con una inclinación de cabeza.

-Buenas tardes –hablo con educación y entonación musical, escucho algunos minutos- Bien, me comunicare inmediatamente con el CEO Howser, supongo que algo podemos hacer para concertar esa cita antes de la reunión en dos semanas, aunque si mal no lo recuerdo supe algo de un viaje a Marruecos… -la conversación se alargó un rato sobre cambios de agenda y reuniones aunque nombres de hombres iban y venían, lo cual estaba molestando un poco al rubio.

-¿Problemas? –pregunto el ojiverde cuando Elizabeth corto la comunicación.

-Nada que no pueda resolver luego… -contesto sonriendo- ¿Cómo vas? –quiso saber cuándo noto el ceño fruncido de su acompañante -¿Sucede algo? –cuestiono acercándose a él.

Cuando la ahora peliroja estaba a escasos centímetros del rubio, este le halo la mano para hacerla caer cobre sus piernas. Con ella a su merced, la acomodo en su regazo, desato el bonito lazo que tenía el cuello de la blusa de Elizabeth dejando expuesta la piel de su pecho mostrando un generoso escote, la piel  blanca como la nata resulto tentadora para el rubio.

Meliodas desperdigo besos por todo el escote de ella, arrancándole gemidos cuando hacia succiones más profundas.

-¿Q-qué s-sucede? –pregunto Elizabeth entre jadeos.

-Solo disfruto de ti, preciosa ¿Acaso no puedo gozar de lo que es MIO? –respondió en un tono gutural.

Elizabeth entendió lo que sucedió ante aquel tinte posesivo en la voz de su amante, estaba a punto de soltarle un comentario ocurrente sobre sus celos, pero este le hizo una marca en el nacimiento de sus senos provocando que un gemido se escapara desde el fondo de su garganta. Meliodas se encontraba tanteando con la lengua por debajo del encaje del brasier, toco con la punta de la lengua la piel caliente y dura del pezón femenino cuando la puerta de su oficina se abrió de improviso, el rubio atrajo protectoramente el cuerpo femenino contra su pecho, para que el intruso no viera la piel de SU Elizabeth y esta escondió avergonzada su rostro en el cuello masculino.

-¿Qué quieres Estarossa? –pregunto Meliodas con evidente enfado.

-¡Hola primito! ¿Ya no puedo venir a conversar? –cuestiono con descaro el peliceniza.

-Di a que viniste y lárgate –ordeno frio.

-Lamento si interrumpí tu affair*. Perdona mi brusquedad, señorita –dijo en tono burlón- Pero las visitas de tu tipo no deben estar en la oficina.

-¿De mi tipo? –Pregunto Elizabeth separándose de pecho de Meliodas, cubriendo con discreción curva de sus senos con el cabello -¿Y de qué tipo soy, Señor Estarossa? –cuestiono desafiante.

La mirada azul de Elizabeth desprendía fuego, tan grande era su enfado que no le importaba descubrir el escote de la blusa o mostrar la marca hecha por el rubio. Estarossa ante la forma altiva en que lo veía la fémina casi le temblaron las rodillas, aquella era una diosa de fuego en todo su esplendor, una exquisitez que el mismo se moría por degustar, la discreta erección que se formó en su pantalón al ver a su primo con semejantes curvas entre las manos, se removió entre sus pantalones, y más al observar la mirada de odio puro de la fiera roja.

-¡Pero si es una preciosidad, primo! Entiendo porque no pudiste dejar las manos tranquilas mucho rato –comento esquivando la mirada de odio de la mujer y paso al ojiverde -¿No te molestara compartirla no es así? –pregunto acercándose al escritorio peligrosamente.

-Intenta tocarla y perderás las manos –amenazo Meliodas.

-Entonces es mejor preguntarle a ella…

-Ni aunque fueras el ultimo espécimen masculino copulable en la tierra -dictaminó levantándose del regazo del rubio y cruzando los brazos por debajo del busto.

-Tiene carácter, señorita… –murmuro morboso.

-Déjame ponerlo de la siguiente manera, si fueras el único hombre en la tierra… Me inclinaría por la zoofilia –insulto Elizabeth.

-Vamos, primo. Sabes que justamente con ese carácter me ponen a mil.

-Estarossa… -murmuro el rubio tomando la mano de Elizabeth y halándola para sentarla en sus piernas- Ellie, es mi novia y lárgate antes de que quieras salir y no puedas hacerlo.

-Aguafiestas –dijo el pelicenizo- Linda, si cambias de parecer, tercera oficina a la derecha, director ejecutivo –invito para luego salir.

Meliodas estaba lo suficientemente enfadado para destrozar la oficina entera, pero al tener a la ojiazul sobre sus piernas no podía destrozar todo sin lastimarla en el proceso, cerró sus manos en torno a los posa brazos, hasta que sus nudillos se pusieron blancos. Elizabeth noto la ira corriendo por el rostro del rubio, tomo la barbilla de él y la alzo para besarle.

El beso de ambos expresaba necesidad y furia, Meliodas apretaba fuertemente las caderas de Elizabeth como si quisiera evitar que se fuera. Cuando el oxígeno se acabó, se separaron y la ojiazul pego su frente a la del rubio.

-Recuerda que soy solo tuya… -murmuro ella para luego depositar un casto beso en la frente masculina.

-Deberíamos irnos de aquí.

-Pero…

-Aunque quisiera, no puedo revisar nada con la mente clara en este estado… -atajo la protesta de Elizabeth.

Elizabeth se encargó de botar todos los recipientes de comida y vasos desechables, recogió sus objetos de la mesa baja. Meliodas tomo sus llaves y teléfono celular, guardo todo en sus bolsillos, apago su computadora, guardo los contratos en los archiveros correspondientes y se dirigió hasta Elizabeth para atravesar juntos la salida de la oficina.

-Sr. Demon, intente detenerlo, pero el Joven Estarossa no me escucho –se excusó la secretaria al ver al rubio salir.

-No te culpo –hablo para la mujer- Pero por hoy, no puedo seguir. Me retiro, buen fin de semana –explicó estoicamente.

-¿P-pero el contrato para su padre?

-Alcance a leer ciertas cosas, necesita correcciones… Me encargare de eso luego, mándame una copia por correo, yo me encargo de comunicárselo a él.

Con eso ultimo dicho, Meliodas se marchó caminando a la par de Elizabeth mientras rodeaba la cadera de ella con su brazo izquierdo.

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*Affair: aventura de fin de semana.

Como ya salude arriba...
Entramos a la sección para darle amor a las lectoras y lectores que hacen que esta historia siga :

TaniaZeller
Michelparrales
AzucenaRodriguez9736
azafra92

Gracias desde el fondo de mi corazoncito por seguirme, agregar la historia a sus listas y dejar estrellitas.

gallardoanaclara

ERES LO MÁXIMO EN LA VIDA. Ame de verdad la forma tan original en la que organizas tus lecturas. Y gracias por responder a mis preguntas de escritora insegura.

Lopito-Kawaii

Tus comentarios me siguen llenando de fuerza y ternura.

nerieml

SÉ QUE TE DEBO UN TAG! No te ignoro solo que la memoria de cacahuete no colabora.

Además muchísimas gracias a aquellos timidos en las sombras que logran animarme solo con subir el numerito de las vistas.
Si les gustó el capítulo expresen su amor y lo principal es que lo disfruten mi trabajo es para vosotros.

Estos ultimos meses no han sido los mejores, pero cada uno logra sacar genuinas sonrisas en mi.

Besos y ABRAZOOOOTES

Mia_GnzlzR

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