3._Bulería

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-¡Es un asno! -exclamo la albina por el accesorio manos libres de su Smartphone.

-Y tú defendiéndolo justo esta mañana -contesto la voz irritada de Meliodas al otro lado de la línea.

La pareja dispareja, al salir de la oficina, condujeron sus respectivos vehículos en dirección a la mansión Megadozer; para entregarle su automóvil a Diane antes de dirigirse a su "escapada" romántica como le había nombrado Meliodas a su cita.

Una vez frente a la enorme reja que bordeaba la propiedad, el rubio estaciono en paralelo, mientras la pelirroja temporal se enfilo frente a la entrada. Elizabeth saco su mano por la ventanilla y presiono un botón del interfono en la pared. Una empleada contesto con voz educada preguntando por su identificación.

-Ellie Liones -contesto la ojiazul.

-Señorita Elizabeth, sea bienvenida -respondió la empleada.

El enrejado se abrió automáticamente, dando paso al vehículo. Elizabeth condujo hasta el frente de las escalinatas de piedra pulida de la mansión, estaciono en paralelo y se bajó encontrándose con una empleada y el jefe de mayordomos.

-Señorita Elizabeth ¿En qué podemos ayudarla? La joven Diane me temo que no se encuentra -informo el hombre alto de aspecto estirado.

-No se preocupe, Señor Alfred*. Diane y yo intercambiamos autos hoy, vine a regresarlo -contesto Elizabeth con una sonrisa amable.

El mayordomo escruto la vestimenta de la joven y frunció un poco el ceño, debido a lo poco acostumbrado que estaba a aquellas "pintas".

-Bien, Señorita le informare a la joven Diane en cuanto llegue.

-Yo le escribí un mensaje, pero imagino que puede estar ocupada y por ello no lo ha contestado. Hasta luego -se despidió en tono cordial.

-Señorita, espere -hablo el mayor- ¿Gusta que la enviemos de regreso? -ofreció el empleado.

-No se preocupe, yo...

Pero por arte de magia, o de algún tipo de arranque de impaciencia en Meliodas. Este hizo rugir el motor del auto y se posiciono frente a la reja de entrada, para que Elizabeth lo viera o que él pudiera observarla ¿Quién podría saber con certeza que pasaba por la cabeza de ese rubio? Una sonrisa escapo de los labios de la ojiazul cuando visualizo el vehículo deportivo negro con el techo cerrado.

La joven se despidió educadamente del personal de su amiga con una inclinación de cabeza. Elizabeth casi corrió hasta la salida y se subió al vehículo con una resplandeciente sonrisa, cosa que no paso desapercibida para el mayordomo de los Megadozer.

Ya con la joven en el asiento de copiloto, Meliodas arranco con una sonrisa curvando sus labios. La ojiazul no hizo más que observar los ojos esmeraldas y aquellos brazos masculinos en tensión mientras manejaba por las concurridas calles, con un control y precisión absolutos.

-Espero no te moleste que tenga que pasar por casa algunos minutos -hablo el rubio con la voz levemente incomoda.

-¿A la mansión Demon? -pregunto incrédula- ¿Es realmente necesario?

-Sí, o no podré llevar a cabo mi plan de esta noche -razono Meliodas.

-Está bien, pero no pienso bajar del auto -respondió levemente molesta por tener que esconderse.

-¡Hey! No te molestes, preciosa -pidió extendiendo su diestra hasta la mano de su acompañante- No es que me queje, pero planeaba hacer todos los preparativos antes de tu visita inesperada.

-¿Insinúas que no te gusto mi sorpresa? -cuestiono con un tono ofendido, obviamente falso.

Meliodas bajo la velocidad con la intención de quedarse atascado en la siguiente luz roja del semáforo. Una vez con su cometido realizado, apoyo su codo izquierdo en el volante y volteo su torso en dirección a Elizabeth.

-Fue lo mejor de mi maldito día -expreso sincero capturando la barbilla femenina con su diestra, para lograr que le mirara directo a los ojos.

-Entonces... Considerare hacerlo más seguido -propuso Elizabeth con las mejillas rojas.

-Te visitara yo; pero... No me quedan las pelucas -bromeo Meliodas.

El rubio atrajo el rostro contrario hacia sí mismo, atrapando aquellos labios tentadores en un beso lleno de anhelo. Las caricias que Meliodas daba en el cuello femenino lograban que Elizabeth se estremeciera de anticipación. Aunque tuvieron que detenerse cuando el sonido de los claxon de los vehículos a su alrededor comenzaron a sonar de forma tormentosa, el semáforo apenas llevaba dos segundos en verde y el tumulto de vehículos habían iniciado a sonar sus bocinas para apurar a los de adelante.

La pareja se vio a los ojos para luego soltar una estruendosa carcajada, ante la irritación de los demás conductores.

-¡Esta ciudad es de locos! -exclamo el rubio.

-¿Acaso creen que viven en Rápidos y Furiosos o qué? -cuestiono entre risas.

Ambos hablaron sobre su semana de trabajo, o se quejaron sobre la asfixiante actitud de sus progenitores y entre risas llegaron a la entrada de la mansión Demon. Elizabeth reviso la posición de su peluca en el espejo de su paleta de sombras y luego se colocó sus gafas oscuras.

Meliodas toco un interruptor en el control de su llavero, que activo el sensor de las rejas dando paso al vehículo. A penas el automóvil avanzo unos metros, se acercó a la ventanilla del conductor un vigilante vestido de negro, el rubio bajo el vidrio y fijo su mirada verde bosque al empleado.

-Bu-buenas tardes, Joven amo Meliodas -saludo el hombre nervioso ante el ceño fruncido del rubio- Dis-disculpe, es solo el protocolo -se excusó.

-Uhm -murmuro con un asentimiento para luego subir nuevamente el vidrio.

El deportivo se estaciono frente a las escalinatas de la entrada a la enorme mansión. Meliodas tomo su celular de un compartimiento en el tablero y marco un número rápidamente.

-Mirana... Estoy afuera -indico Meliodas luego de algunos segundos de espera- ¿Está Zeldris? -Elizabeth frunció el ceño ante la pregunta por el paradero de Zeldris a una mujer- Bien, dile que use su llave y saque de mi habitación la del estuche azul -espero unos segundos más por respuesta y luego colgó.

Minutos después una albina de ojos increíblemente azules, de apariencia de unos treinta y pocos, salió de la mansión seguida de algunos empleados que cargaban unas canastas y una hielera enorme.

-Baja el vidrio, te presentaré a Mirana -dijo el rubio con una enorme sonrisa.

Desconcertada, Elizabeth miro la escena en cuanto el rubio salió del vehículo, este fue abrazado efusivamente por la albina, mientras los empleados depositaban los objetos que portaban en la cajuela. Un ataque de ira logro impulsar a la joven a salir del auto y en cuanto la puerta chasqueo al cerrarse, Meliodas volteo confundido en dirección de su pareja, aunque al ver la postura recta con el ceño levemente fruncido de Elizabeth al dirigirse hasta ellos, lo entendió, estaba celosa.

En cuanto Elizabeth estuvo a su lado, Meliodas prendió su brazo a la cintura femenina.

-Ellie, ella es Mirana Arelian -presento señalando a la mujer de zapatos de tacón, vestido blanco de espalda abierta y baja estatura que solo sobrepasaba a Meliodas por un par de centímetros producto de los tacones.

-Un placer, Ellie Liones -se presentó de forma seca.

-Es una belleza, Mel -expreso la albina con una sonrisa- Un gusto conocerte, Ellie. Por cierto, Mel; todo está como lo pediste, supongo que Zel bajara en unos minutos. Aún seguía en la cama cuando baje.

Aquel comentario logro que Elizabeth respingara de forma notoria, y mucho más en cuanto la imagen de una albina de ojos rojizos pasó por su cabeza. La puerta de la mansión chasqueo mostrando a Zeldris que bajaba con un estuche rectangular en su izquierda.

-¡Zel! ¡Ya creí que tendría que subir a sacarte de la cama! -regaño la mujer ignorando la cara ruborizada del azabache por el escarnio público.

-¡Oigan! ¡Luego se entretienen! -grito Meliodas para el par- Súbela a la cajuela, Zeldris. Necesito irme.

-¡Yo estaba muy feliz hasta que mandaste a interrumpirme, hermano! -exclamo con hastío Zeldris para obedecer el pedido del mayor.

Una vez cerrada la cajuela, Zeldris volvió rezongando hasta la mansión. Los empleados y la albina esperaron a que Meliodas y su acompañante arrancaran el vehículo rumbo a la salida de la propiedad para ingresar. Ya fuera de la mansión Meliodas tomo rumbo a la autopista principal. Ambos iban en absoluto silencio, pero este fue roto por el rubio.

-¡Vaya que tiene carácter! ¿Verdad? -pregunto sonriendo.

-¿Uhm? -murmuro Elizabeth confundida.

-Mirana -se explicó- Seria una excelente Demon, o eso pienso...

-¡Oh, por supuesto! -exclamo cruzándose de brazos- ¡Y lo mejor! ¡Es albina! ¡Supongo que los Demon las prefieren así! -bramo.

-Sería una coincidencia graciosa, pero el viejo las prefiere rubias -argumento Meliodas sacando a Elizabeth de su ataque de ira- Mi mamá lo era, nishishi. De allí mi cabello.

-¿Qué?

-¿Qué creías preciosa? -cuestiono con una sonrisa traviesa.

-Zeldris y... -murmuraba con los ojos abiertos como platos.

-¡No! Aunque confieso que fui vago en las presentaciones para ponerte celosa, no creí que llegaras a esa conclusión -confeso.

-¿Yo? ¿Celosa? -dramatizo Elizabeth- ¡En fin! ¿Qué querías que pensara ellos hablaban de camas y esas cosas? -exclamo con las mejillas rojas.

-Mirana fue nuestra niñera desde que mi madre murió. De niños Zeldris y yo hacíamos travesuras para acercarla al viejo, ya que queríamos que fuera nuestra madre -conto- Pero los años han pasado y aunque no necesitamos niñera, Mirana sigue allí. Él la mueve de cargo en la mansión a su antojo aunque sea de forma ridícula, ya que ella no debería estar allí, pero él se niega a dejarla ir. Supongo que es lo único que mantiene las esperanzas de que algún día pueda volver a decirle mamá.

El ambiente paso de pesado a melancólico, mientras el rubio avanzaba con la historia de su niñera. La ojiazul dejo salir un suspiro y desecho todos sus antiguos pensamientos, envió una plegaria a los 'Dioses de los líos amorosos de más de un fin de semana'*, para encontrar las palabras correctas a decir en aquella situación.

-Lo siento, no quise...

-No te preocupes, preciosa. Yo mismo quise ver tus reacciones estando celosa -dijo sonriendo ampliamente.

-¡No estaba celosa, Mel! -exclamo con las mejillas arreboladas.

-¿Mel? -repitió incrédulo.

-E-ehm, yo...

-Me gusta que me digas así -anuncio brindándole una resplandeciente sonrisa a la ojiazul- ¿Sabes que más me gusta? -cuestiono, cambiando el tema.

-A parte de la Bernia Ale, o las chicas de senos grandes... Ni idea -bromeo.

Meliodas mantuvo la mano izquierda en el volante, mientras la derecha se dirigió al cuello de Elizabeth. Ella lo miro confundida mientras una sonrisa traviesa se extendió en el rostro masculino, sin apartar la vista de la autopista. De un suave tirón logro sacar la peluca rojiza, dejando la cascada de hebras platinadas libre.

-Tu cabello. Pareces bendecida por la luna o algo así... Nishishi.

Las palabras del rubio dejaron sin habla a Elizabeth. La fémina tenía su mente trabajando a toda velocidad para decidir, si decirle algún cumplido o bromear para quitar tensión a la situación. Después de todo, ellos no habían puesto nombre a lo suyo, y lo más cercano a una definición para su situación; era, amantes. Un retortijón recorrió el estómago femenino ante sus pensamientos. Pero toda cavilación fue interrumpida por la siguiente acción del rubio, quien abrió el techo del deportivo y sintonizo una emisora de música de moda en la radio. Ambos solo cantaron a todo pulmón mientras seguían en su viaje de destino "misterioso".

-If you love me let me hear you... -cantaba Elizabeth en un perfecto inglés al ritmo de la canción.

-Eres candela, tu mi única nena. Escucha cómo digo tu nombre...-continuo con la letra Meliodas bajo la impresionada mirada de la platinada.

Treinta segundos después la canción concluyo y Elizabeth estiro su mano hasta la perilla del volumen; una vez en un sonido moderado, escaneo al rubio detenidamente, quien esbozo una sonrisa por el descarado escrutinio.

-¿Qué? -termino por preguntar sonriente.

-No sabía que hablabas español -argumento Elizabeth.

-Ni yo que hablaras inglés -refuto el rubio.

-No, pero es algo bastante predecible. Dado quienes somos... -debatió.

-Bien, me dejo de vacíos legales. Sé un poco de español, no soy muy bueno. Aparte del japonés e inglés, obviamente. ¡Oh! Se palabrotas en alemán ¿Te sirve? -dijo con voz alegre.

-¡Claro! -respondió emocionada- Aparte del japonés e inglés, sé hablar francés fluido y algunas palabrotas en Ruso... -revelo.

-¿Bromeas? -dijo incrédulo.

- Para nada.

-Debes enseñarme -dijo el sonriente Meliodas.

Ambos conversaron largamente sobre temas superficiales, que era extraño que desconocieran, ya que lo normal al conocerse es contar lo banal primero. Pero su relación no era normal. El crepúsculo comenzaba a tintar el firmamento cuando el rubio entro a una desviación de la autopista, una carretera de tierra que los condujo a un mirador natural en lo alto de un peñasco.

Meliodas estaciono el vehículo y salió de este. Abrió la cajuela y tomo una de las cestas que los empleados de su padre prepararon, saco una botella de vino de la hielera y se dirigió al pie de un roble a una distancia segura del borde del peñasco.

-¿Me trajiste aquí para asesinarme y tirar mi cadáver al vacío? -bromeo Elizabeth al bajar del vehículo viendo como el rubio extendía una manta a cuadros en la hierba.

-Deberías dejar de ver CSI o The Mentalist -rebatió Meliodas- ¿Acaso no es mejor tener una cita poco lujosa y privada juntos?

-¿Llamas poco lujoso a un picnic con vino francés de cosecha exclusiva? -argumento con humor señalando la botella en las manos del ojiverde.

-¿Nunca te quedas sin algo que decir? -cuestiono un poco irritado.

-Prefiero no hacerlo -respondió acercándose al rubio- Gracias -susurro para enganchar su brazos tras la nuca masculina y besarlo profundamente.

La pareja hablo de tonterías mientras degustaban los aperitivos que según el rubio habían sido preparados por su niñera. El crepúsculo iba atenuando sus colores progresivamente mientras el rubio y la platinada compartían besos y caricias.

-¡Las mejores fresas con crema y chocolate de la vida! -exclamo feliz la ojiazul.

-Mirana es una maravilla -halago a su niñera.

-¿Crees que quiera enseñarme a cocinar? -pregunto entusiasmada.

-¿Quieres aprender a cocinar? -pregunto incrédulo.

-Pues, quisiera saber más que solo lo básico. Nunca salgo de mi zona de confort en la cocina y cuando me pongo creativa, suelo ser un fracaso -confeso.

-No puedes ser peor que yo -refuto Meliodas.

-Bromeas... -comento escéptica.

-¡Lo juro!

Una sonora carcajada de ambos rompió el ambiente. Cuando las risas pararon, Elizabeth noto que casi habían acabado con la botella, ellos solos.

-Deberíamos dejar de tomar -dijo señalando la botella. -No podemos conducir en este estado.

-Tranquila, apenas estoy achispado. Tengo mucha resistencia ¿Sabes? -comento con una sonrisa egocéntrica - Además, tenía pensado que pasáramos el fin de semana juntos -propuso.

-¿En el bosque? -bromeo.

-Noo... -negó para dejar una risa escapar por sus labios- Allá...

La mano de Meliodas señalo una cabaña frente a la costa, que se encontraba bajando por la carretera de tierra a la izquierda de ellos. La poca iluminación de la cercana noche, permitió ver las luces encendidas dentro de la casa de fachada rustica. Aquella dónde, Elizabeth y Meliodas habían concertado su primera cita privada, una semana luego de conocerse en Taizai. Justamente la misma donde la fémina había terminado teniendo el sexo playero más fabuloso de la historia, aunque por ello había tenido que desechar un vestido de diseñador exclusivo, valuado en unos cuantos miles de dólares, aunque había valido totalmente la pena.

-Me fascina la idea -susurro Elizabeth.
Rubio y platinada recogieron las copas y demás cubertería usada durante su merienda, posteriormente subir al vehículo y bajar a la cabaña.

-No puedo creer que la volvieras a alquilar -dijo emocionada la fémina al entrar.

-Uhm... La compre -murmuro Meliodas.

-¿De verdad? -exclamo impresionada.

-¿Dudas de mí?

-Para nada -respondió para lanzarse a besar al rubio

La pareja disfrutaba de caricias sobre el amplio sofá de cuero, hasta que el rubio recordó descargar el contenido del baúl de su vehículo. Meliodas se disculpó con Elizabeth para realizar la tarea, mientras esta inspecciono la casa. Encontrándose la cocina bien provista de alimentos, bebidas y condimentos necesarios para un fin de semana, la habitación con ropa masculina y algunos bikinis de dos piezas para ella, además del baño con múltiples productos de aseo nuevos.

Meliodas entro a la habitación principal buscando a su pareja, encontrándola con la nariz metida en el armario.

-¿Solo bikinis para mí? -interrogo divertida.

-Podemos estar desnudos si quieres -propuso en tono pícaro- Usa mis camisas, te verás preciosa en ellas.

-Un verdadero honor -susurro Elizabeth muy cerca de los labios masculinos sin llegar a besarlo.

Ambos bajaron al primer piso dispuestos a hacer la cena, Elizabeth cocinaba, divirtiéndose con los comentarios de Meliodas sobre como el habría hecho el mismo platillo que ella, aunque de una manera muy poco ortodoxa. Cantaron y bailaron desinhibidamente, acompañados de unas copas de vino en lo que esperaban los tiempos de cocción adecuados para la carne y vegetales al vapor. Una vez listos los alimentos se sentaron lo más juntos posible a la mesa, para compartir caricias y besos, entre los bocados a su platos y comentarios.

-¿Qué te parece volver a ir a Taizai? Ustedes y nosotras, como la vez pasada -propuso.

-¡Genial! Avisare a los chicos.

-¿El próximo fin de semana?

-Aunque tenga que llevarlos a rastras -bromeo.

-Excelente.

Salieron de la casa al porche trasero, para contemplar la playa ser iluminada por la luna, mientras conversaban disfrutando de otra de las delicias preparadas por Mirana. De un momento a otro Elizabeth se quedó contemplando el paisaje, sin decir ni una palabra. A mitad de un comentario sin sentido, Meliodas se percató de que la albina ya no le escuchaba, pero, más que molestarse, quedo embelesado, el contraste del rostro femenino ser iluminado por la luz de la luna y su cabello con un tenue brillo amarillo por la iluminación artificial de la casa a sus espaldas.

-Elizabeth -llamo el rubio.

-¿Uhm? -percatándose de que hacia minutos no escuchaba lo que le hablaban- Disculpa -se excusó avergonzada.

-Descuida, llevare las copas adentro -le aviso para depositar un beso en su mejilla y regalarle una sonrisa conciliadora.

La mente de Elizabeth se recriminaba por haber dejado de escuchar al rubio, por un segundo el miedo se atenazo en sus entrañas. El rubio probablemente estaba enfurecido por su falta de interés, e intentar explicarle que la noche y la placidez que sentía la hizo dejar volar su mente lejos de donde estaba y en compañía de quien.

Un par de minutos después llego el rubio con el estuche alargado que le entrego Zeldris en la mansión Demon. Meliodas abrió el maletín revelando una guitarra acústica de color ébano, con un diseño discreto en color blanco, aunque en un costado tenía un dibujo exactamente igual al tatuaje que el rubio tenía en su hombro izquierdo. Rodeando al símbolo del dragón mordiendo su cola, había una frase que la platinada no entendía del todo por la poca luz, pero leyó algo parecido a "Seven Deadly Sins", una palabra más que no pudo apreciar y el nombre del rubio escrito en color esmeralda.

Inesperadamente, Meliodas comenzó a tocar algunas notas tranquilas. Composiciones algo desconocidas para la platinada, aunque su expresión de sorpresa seguía sin variar. El supuesto pecado de la ira, tocando una guitarra acústica, viéndose tranquilo como un ángel e iluminado por la luna. Definitivamente nada de lo que decía la prensa o la sociedad sobre el rubio era siquiera cercano a lo que Elizabeth estaba contemplando con sus propios ojos.

El rubio toco unos acordes bastante rítmicos y bailables, seguido de su ronca voz cantando en español, los acordes de la guitarra salían uno tras otro con fluidez, un ritmo español lleno de pasión salía del instrumento. Elizabeth no entendía casi nada de lo que el rubio decía, a pesar de que este cantaba despacio y entonando correctamente todas las palabras. En ese momento la platinada maldijo su terquedad al no querer asistir a clases de español.

-Más te quiero cada día. De ti vivo enamorado desde que te vi -recito el rubio apartando la mirada de las cuerdas para mirar los ojos azules incrédulos de la contraria- Tienes el embrujo de la luna, la belleza de una rosa y la tibieza del mar. Vino dulce de las uvas, donde bebo con tus labios de una fuente para amar. - continuo con su tono ronco -Ganas, de vivir aquí a tu lado, a tu cuerpo encadenado hechizado de pasión. -entono con las mejillas comenzando a ruborizarse.

>>Sin tu amor, yo no soy nada. Soy un barco a la deriva que naufraga de dolor. -prosiguió con su "canción" acercándose más a la platinada -El perfume de tu aliento quiero respirar y esa magia que hay en tu mirar. -deteniéndose en la mirada azulina por un segundo que casi fue eterno -Ser el héroe de tus sueños. Y mucho más, quiero ser tu calma y tempestad-saco la zurda de la guitarra para tomar la derecha femenina y llevarla a tocar el lugar en su pecho donde el corazón le latía desbocado -Enciende este fuego que hay dentro de mí, no me dejes sin tu amor, sin tus besos soy un pobre corazón. A tu lado no hay pesares no hay dolor -termino de interpretar aun con la mano de Elizabeth en su pecho.

-Increíble -musito ella- ¿A eso llamas poco español?

-Uno debe guardarse buenas cartas para sorprender a las chicas correctas -coqueteo.

-Seguro le dices eso a todas -dijo desviando el tema emocional.

-No es tan así... -contesto metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón.

Desde dentro de la casa se escuchó el sonido de un celular. La pareja se miró por un eterno minuto, mientras el ruido del aparato clamaba por atención. Meliodas dedico un gesto con la cabeza a la platinada, indicándole que entrara. Cuando Elizabeth entro Meliodas dejo escapar un suspiro y saco de su bolsillo su propio teléfono, colgando la llamada que él mismo realizo al celular de Elizabeth. Comenzó a enviarle mensajes al Whatsapp repetidamente.

"Léelo"

"Lee el archivo que te envié"

"Por favor"

"Léelo"

"Léelo"

Una vez el chat de la platinada mostro el doble check azul, dejo salir un profundo suspiro. Conto hasta sesenta tres veces de manera apresurada, tratando de darle tres minutos de espacio antes de entrar a la cabaña. Contaba demasiado rápido para llamarlos segundos y mucho menos minutos, pero la desesperación lo venció primero. Tomo la guitarra y el estuche.

Entro a la casa encontrando a Elizabeth sentada en el mueble con el teléfono en mano, la mirada perdida en la pantalla y los ojos brillosos, a punto de derramar las lágrimas. El rubio, reposo el instrumento contra una pared, se acercó de manera cuidadosa hasta la platinada y se arrodillo frente a ella, con el miedo asentado en sus entrañas. Podía esperar lo que fuera de aquella mujer indómita. Meliodas no estaba acostumbrado a exponerse de esa manera, tal cual era.

-Elizabeth -susurro, la mirada azul se fijó en él, esmeralda contra celeste- ¿Quieres ser mi novia?

Él le había enviado la traducción en japonés de la canción que le acababa de cantar. Silencio; todo fue consumido por el silencio absoluto. Meliodas comenzaba a sentir que el aire escaseaba, ella lo rechazaría. Las lágrimas se desbordaron por los ojos celestes y ella se levantó de su asiento sin decir nada. Ojos esmeraldas la vieron desde el suelo, esperando su sentencia con miedo. Ella se lanzó a los brazos de Meliodas, quedando arrodillada junto a él, sollozando muy cerca de su rostro, él desesperado limpiaba las gotas saladas con sus pulgares.

-S-sí -musito- ¡Dioses, sí! -exclamo sobresaltando al anonadado Meliodas quien solo se lanzó a los labios rozados.

Besos que sabían a lágrimas y a felicidad pura. Meliodas cargo a Elizabeth estilo nupcial y la llevo a la habitación. A pesar de que él no tenía intención de poseerla, su lujuria se encontraba muda ante la felicidad exultante que sentía, pero los besos y las caricias desencadenaron la necesidad en ambos de fundirse en uno solo. Ansias de derribar las paredes que los convertían en individuos, ansias de ser uno del otro. Era diferente, totalmente diferente; no era lujuria desbordándose como en otros encuentros, esta vez, aquello que había nacido entre ambos y que se empeñaban en dejar oculto salió a relucir. Jadeando y sonrientes, se durmieron compartiendo la calidez de su desnudez.

En la ciudad reinaba la oscuridad desde hacía un par de horas, pero en algunos edificios de oficinas aun había luces encendidas, lo cual no era raro en la Torre Demon, que un par de ejecutivos se quedaran haciendo demás era de lo más común. Pero no en el caso de Estarossa Demon, quien espero bebiendo en su oficina hasta que ningún sonido se escuchó en todo el edificio. El cenizo de ojos azabaches saco la cabeza por la puerta de su oficina para corroborar que la secretaria de su primo se había marchado. Al no ver a la secretaria de Meliodas se acercó hasta la puerta de la oficina del rubio, por un segundo estuvo por desistir, ese rubio paranoico siempre cerraba con llave todo en su oficina, nunca se le escapaba nada.

-Ya estoy aquí, de todos modos -murmuro tomando con la derecha la manilla de la puerta.

Inesperadamente la manilla bajo, dándole acceso al peliceniza. Una sonrisa curvo los labios masculinos. Estarossa tanteo cuanto archivador y gaveta encontró, pero ninguna estaba abierta, sabia de sobra que las llaves solo las tenían el rubio y la Señora Roberts. A punto de retirarse un papel cuadrado pequeño llamo su atención bajo la mesa de cristal junto a los sillones.

-"Elizabeth Goddess Liones" -leyó el cenizo con una sonrisa en sus labios, aquella tarjeta en la oficina de Meliodas era peculiar.

Este apenas recordaba el rostro de la joven Goddess, sus compañías eran enemigas, por lo cual el trato entre ellos era inexistente, hasta el punto que se evitaban como la peste en las fiestas a las cuales eran invitados por socios comunes.

Con la tarjeta de presentación entre manos, Estarossa volvió a su oficina, hizo una rápida búsqueda en Google sobre la señorita Goddess. Era una diferencia entre el cielo y el infierno de la mujer con la cual vio a Meliodas en la tarde, pero aquellos expresivos ojos celestes eran inconfundibles para un ojo crítico en mujeres, como el suyo. Maquillaje súper recargado y una peluca larga de color rojo. Era ella, tenía entre manos aquel fallo que siempre busco en el "orgullo" de los Demon.

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Alfred: referencia al mayordomo de Bruce Wayne ¿Les mencione que adoro Batman?

Dioses amorosos: en el libro el Infierno de Gabriel la protagonista gusta de rezar a deidades menores inventadas cuando esta nerviosa. Y me parece una actitud divertida, quise sumarsela a Ellie un rato.

Hola; holita~

Regresé, no me he muerto y no me deje un mes sin actualizar...

¡Es un milagro de navidad!

En fiiin, quisiera preguntarles si alguien ha notado algún error de formato, números que no deberían estar allí o incongruencias gramaticales. Es que la amable Lopito-Kawaii me hizo saber de esto y quiero asegurarme porque es triste escribir chingos de horas y los dolores de espalda para que ustedes no puedan disfrutar una lectura como es debida. Ayuuuda

Ahora... -redoble de tambores- Los saludos y agradecimientos.

AnaCarol0507 Muuuuchas gracias por agregar esta humilde historia a tus listas.
NaluMelizabhet ¿Cómo no voy a agradecer tu colaboración? Mantenerme con animos de escribir es muy dificil ¿Sabes? Y agregarme o a la historia a tus listas me anima mucho.
eliliones vi tu votito en el prólogo. Asumo que eres nueva en mi delirante mundo de ideas, asi que BIENVENIDA Y GRACIAS.
sakurawolf24 mi angelito, gracias por tu apoyo a esta amante del fanservice de NNT ♥
ValyW13 ¿Mi amor dónde te habías metido? Ya me sentía abandonada.
Vivianariosclaros Gracias y bienvenida, por cierto... Creo que te gusta el Starco a mi también ¡Give me 5!
kagome1315 Gracias por agregar a tus listas, espero sacarte una o dos sonrisas con mis ideas delirantes.
AzucenaRodriguez9736 Mi amor, sea billetera o cartera. Igual que lo agradezco no es fácil hablar castellano uno no sabe si se hace entender, y siempre una sugerencia con atino ayuda a mejorar.
Lopito-Kawaii Espero por Dios y la Virgen santa que este lo puedas disfrutar tal cual creo que lo estoy publicando. He luchado por encontrar la falla y nada que lo logro.
Oriana_GQ Yo sé que lees de madrugada y aunque duermas porque ya es bien tarde, espero que mi actualización te haga feliz.
nerieml Ya tengo listo el Tag, lo subo mañana en la noche a mi libro 'Be Creative'. Disfruta el capitulo que yo te acoso en los tuyos ¡Que difícil es ser lector obsesivo y escritor! ¡Es cómo ser Batman! De día una y de noche otra.
HannaKarime15 Tu sabes que yo te acoso las historias y te leo en lo oscurito. A veces por ti, quiero madrear a Mael. Disfruta el capítulo.
king_delapereza Tu pareces nueva en la locura de mis ideas. Wilkomen para ti. Espero todo sea de tu agrado aunque también se aceptan las sugerencias.

ESTA DEMÁS REPETIR, QUE SON MIS ANGELITOS Y LOS ADORO. QUE SUS ESTRELLITAS★, COMENTARIOS, AGREGADAS Y LISTAS DE LECTURA ME INSPIRAN A CONTINUAR. SE ACEPTAN SUGERENCIAS Y TOMATAZOS (SIN CRUELDAD PORFI:D)

SALUDOS AUN MÁS ESPECIALES A ESOS LECTORES FANTASMITA O QUE NO SE QUIEN RAYOS SON, PERO WATTPAD ME DICE QUE ESTAN ALLÍ. ME GUSTARIA CONOCERLES.

Mi trabajo es para ustedes.
Besos y abrazos.
Mia_GnzlzR

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