14._ Anhelante

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Holaaa!
Creo que ya todos sabemos que ganó el doble capítulo.
Se me hizo largo y hasta emocionante para mi escribirlo.
En mi país oficialmente es 14 de febrero así que el capítulo 14 en un dia 14.
Extrañas coincidencias.

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El viernes por la mañana fue de lo más agitado en la mansión Demon, Mirana corría escaleras arriba y abajo para asegurarse de que los menores tuvieran, cuanta contingencia extrema se le ocurrió, cubierta, en especial con Zeldris, quien se presentaría esa noche con su novia a un evento de tal envergadura, por primera vez desde que se convirtieron en pareja. Para Meliodas no era más que otro evento de millonarios insípidos, se encontraba totalmente despreocupado, para irritación de su padre.

Damián y Meliodas partieron a la ciudad vecina en una camioneta blindada con chofer, y dos grupos de guardaespaldas en otros dos vehículos que seguían de cerca el transporte de sus jefes; Zeldris en cambio, se movilizó en su vehículo privado para viajar junto a Gelda, el resto de la familia Edinburg viajaría más tarde en su propio transporte. Los Danafor prefirieron tomar un vuelo corto.

-Pudiste ir con Lizzette –hablo Damián sin levantar la vista de su Ipad.

-Lo sé, pero no me apetecía ser el tercero en discordia entre Elliot y su hija, ya muy poco se ven como para tenerme incomodando en el medio –contesto seriamente sin apartar la vista de su propio Ipad.

-Muy considerado de tu parte, hijo.

-Normalmente lo soy –respondió con sarcasmo.

-Sé que quieres evitar acercamientos innecesarios con Liz, pero no es motivo para ser tan descortés.

-Lo siento padre, son tus invitados no los míos, y por lo que entendí de la posición de Danafor, quiere mantener cada rol en su puesto –argumento suspirando- Y no lo critico, más bien, todo lo contrario.

-Supongo, es un hombre testarudo, quiero ayudarlo y no se deja –opino el azabache.

-¿Por “ayudarlo” te refieres a tenderle la mano o absorber su empresa en el proceso? – fue directo al grano.

-Solo ayudarlo hijo, después de todo somos casi familia.

-Ese es un concepto demasiado abstracto en mi vida, padre. E involucrar a los Danafor en el, es muy difícil –puntualizo el rubio.

-¿Qué tanto?

-Imposible –dijo firme.

-Por cierto ¿Cuándo pensabas hablarme de la falla de seguridad informática de la empresa? –pregunto Damián con tono serio.

-Fue un error en los servidores externos, era equipo viejo y vulnerable, Zeldris ya había iniciado un proyecto para una actualización total de todo equipo electrónico en la empresa cuando sucedió, todos los gastos estaban contemplados previamente, pero se tuvo que acelerar el proceso, durante una semana hubo el triple de guardias, toda entrada y salida del edificio esta archivada por papel y en sistemas electrónicos externos. Afortunadamente el equipo de seguridad bloqueo todo ingreso a nuestros datos con eficiencia, no perdimos más que grabaciones de las cámaras de seguridad producto de un virus que lograron infiltrar brevemente. Te envié un informe detallado hace semanas, seguramente lo pasaste por alto ya que era un proyecto pautado ¿Quién te lo comento? –respondió con elocuencia y al finalizar volteo a ver directamente a su progenitor esperando su respuesta.

-Estarrosa –respondió con simpleza, viendo a los ojos a su primogénito.

-Mi primo siempre tan comunicativo, lástima que no fuera un chisme nuevo, así no podrá ser periodista de farándula –suspiro relajando su seño levemente fruncido.

En resto del viaje, padre e hijo no intercambiaron más palabras, de no ser por la suave música de fondo en el vehículo y el murmullo atronador proveniente de los audífonos de Meliodas, habría sido en absoluto silencio. Al llegar al hotel esperaron para reunirse con los Danafor, Zeldris y Gelda; compartieron un ameno almuerzo en el restaurante del hotel, el grupo se dividió, Meliodas subió a su habitación, Damián y Elliot se quedaron en el Lobby conversando mientras tomaban café, Zeldris y Gelda fueron a disfrutar un rato a la piscina mientras esperaban la llegada de los Edinburg, mientras que Liz fue a recibir múltiples tratamientos de belleza al spa del hotel.

La noche cayó con prontitud, varios hoteles de la ciudad tenían servicios de limosina a sus puertas, esperando por sus distinguidos usuarios, el trio Demon y el dúo Danafor, abordaron una de estas, minutos después la familia Edinburg también subió a un elegante coche negro. En el lugar designado para la fiesta, una horda de periodistas esperaban ansiosos a los asistentes, entrevistando a algunos fotografiando a otros. La llegada de los Demon fue de lo más polémica, Damián causó el revuelo principal, seguido de su amigo íntimo y Zeldris quien se rezago en espera de su novia, pero más fue el escandalo cuando Meliodas al salir estiro su diestra para ayudar a Liz, quien lucía un hermoso vestido rojo vibrante con un corte largo y seductor en su pierna izquierda, acorde con su cabello y labios color vino.

El rubio y su acompañante pasaron de largo a los reporteros, aun cuando la pelirroja quería disfrutar su momento de alfombra roja junto a Meliodas, pero este casi la arrastro, declinando los intentos de entrevista con un gesto serio y un movimiento de su diestra.

Poco duró aquella decepción en los reporteros porque luego llegaron los Edinburg; Izraf se bajó imponente trajeado en color negro, ayudo a su esposa e hija a salir del vehículo, el joven Orlondi bajo con soltura y arrogancia típica de él, mirando mal a Zeldris al pasarle a un lado.

Gelda extendió su mano siendo recibida por la diestra de Zeldris, salió luciendo un ajustado vestido tipo sirena de un solo hombro del que colgaba un trozo de tela que arrastraba a modo de capa en color platino, decorada con un exquisito juego de collar y pendientes de rubíes, el cabello lo llevaba suelto en desprolijas ondas adornado por un tocado hindú en pedrería roja. Zeldris contemplo estupefacto la visión fascinante de su novia y solo atino a llevar derecha  femenina a sus labios donde beso con devoción el rubí ovalado que tenía en el anular, encontrando un intrincado diseño pintado en henna negra sobre su mano, con anillas dibujadas antes del codo y antes del hombro.

 La ojicarmesí contemplo satisfecha el resultado de su larga semana de preparación para el evento, consiguió lo que quería, dejar a su amado sin palabras, rio al ver al azabache convertido en estatua, engancho su brazo derecho al izquierdo de Zeldris, tal acción lo trajo de vuelta de su mundo imaginario. Caminando felizmente a la entrada del museo por la alfombra roja, dando una imagen preciosa  a la prensa, deteniéndose brevemente para responder a ciertas preguntas con comentarios cortos, antes de perderse por las puertas de cristal.

Los invitados se reunieron en el salón de fiestas principal del museo, luego de pasar por hermosos salones decorados con obras de arte invaluables; los candelabros de cristal, ventanales altos y piso de mármol daban la ilusión de estar en un castillo inglés; en el salón se formaron diversos grupos aquí y allá, algunos sentados en sus mesas designadas y otros de pie, socios y conocidos platicaban de variados temas, en espera de que se diera por iniciada la velada con la aparición de los anfitriones.

La música interpretada por el cuarteto de cuerdas cesó y las luces bajaron un poco, llamando la atención de los invitados, quienes dirigieron la vista al área más iluminada, las escaleras de mármol del fondo, la imponente puerta de madera se abrió revelando al anfitrión Bartra Liones, seguido de un trio de jóvenes, cada una más bella que la otra; la de apariencia mayor y serena de cabellos lila, Margaret usando un vestido estilo falda amplia y hombros descubiertos en color aguamarina; la segunda hija de cabellos cortos y mirada desafiante, Verónica, usaba, para su incomodidad, un vestido de cascada corto adelante y largo atrás de un color lavanda tan sutil como su cabello. La tercera hija era harina de otro costal; mientras una Liones parecía serena, la otra veía el entorno con disgusto; pero aquella platinada de porte altivo, era completamente deslumbrante, una deidad caminando entre mortales.

Elizabeth portaba un vestido azul medianoche, falda amplia y sujeto al cuello, haciendo aún más provocativa la curva de sus pronunciados senos, ocultos por la tela semitransparente que cubría su lechosa y perfecta piel; el cabello lo llevaba atado en una coleta alta, el mechón que usualmente cubría uno de sus ojos había sido reemplazado por un flequillo recto con dos mechones a ambos lados de su cara que enmarcaban su perfecto rostro maquillado con sutileza para realzar sus hermosos ojos cetrinos.

Un escalofrió recorrió la espina dorsal de Meliodas y dejo escapar un discreto gruñido, con disimulo se reacomodo los pantalones donde un leve esbozo de erección amenazaba con delatarlo.

-Sean bienvenidos todos, para celebrar junto a mí el aniversario treinta de la fundación de Lyonesse, además de que me complace anunciar el compromiso de mi hija mayor Margaret con el joven Gilthunder Sacred, alcemos nuestras copas para brindar por ambos hechos memorables –hablo el hombre tomando una copa de champaña de la bandeja de un mesero.

Con diligencia, dos docenas de meseros se movieron entre la multitud para entregar las copas para realizar el brindis, cuando Meliodas aparto la mirada de sus familiares para volverla a posar sobre su anfitrión, identifico tres nuevas figuras en lo alto de las escaleras, todos hombres, un pelirosa que recordaba muy vagamente por el cabello de color poco común que acompañaba a Margaret, un hombre extremadamente corpulento en el traje de gala azul marino del escuadrón de las fuerzas armadas “Britannia” parado junto a Verónica, y para disgusto del rubio, junto a SU novia se encontraba un sonriente Mael Seraph vistiendo un traje platinado de dos piezas y el largo cabello tomado en una cola de caballo.

-¡Salud! –dijo Bartra a sus invitados.

-¡Salud! –corearon todos los asistentes para beber de sus respectivas copas.

Meliodas bajo de un trago el líquido por su garganta, tratando de mantener su enojo dentro de su cuerpo y enmascarado tras su cara de póker.

Zeldris miro con preocupación a su hermano, pero no hizo amago de acercarse, lo encontró capaz de controlarse a sí mismo. Observo atento como los caballeros que acompañaban a las hermanas Liones las ayudaban a bajar las escalinatas con gracia, siendo su cuñada la que más resaltaba, bajaba los escalones con tal seguridad, que no miraba el suelo que se suponía que debía pisar, manteniendo siempre el mentón erguido.

-Un total despliegue de mal gusto –comento el mayor de los Demon.

-¿A qué se refiere padre? –cuestiono Zeldris sin entender.

-Al mayor de los Seraph –puntualizo.

-Un hombre que le gusta demasiado resaltar, lástima que no pueda hacerlo con sus habilidades y por ello recurre a ropa de mal gusto –se incluyó Meliodas.

-Exactamente, hijo–comento Damián- Un verdadero hombre no requiere de vestirse con los colores de los árboles de navidad si sus logros hablan por él.

-¿Sintiendo pena de tus enemigos, Damián? –acotó Elliot con buen humor.

-¡já! ¿De los Seraph? –inquirió divertido Meliodas- A esos mequetrefes solo les queda besar el piso por el que camina un Demon.

-Precisamente, Meliodas –aprobó el orgulloso padre.

El azabache menor se retiró de su entorno familiar para dirigirse a donde los Edinburg socializaban, le agradaba particularmente el ambiente calmado que flotaba alrededor de su amada, lo único que arruinaba esa comodidad eran las reiteradas miradas indiscretas recorriendo el cuerpo de SU Gelda.

Rato después, la cena comenzó a ser servida, todos los invitados se sentaron en sus mesas asignadas, menos Zeldris, qué con autorización de su padre se quedó a cenar en la mesa de los Edinburg, Meliodas simplemente contestaba con monosílabos a los constantes parloteos de Liz, quien al acabar el brindis se perdió entre la multitud, diciéndole que buscaría a no sé quién, más el rubio no le prestó atención e iba por la misma cadena de acciones durante la cena, sin importarle mucho las miradas reprobatorias de su padre o el evidente desplante que hacía a la pelirroja frente al Danafor mayor.

La cena avanzo mientras los hombres hablaban de negocios y Liz intervenía en cuanto se daba la oportunidad, demostrando sus dotes como empresaria independiente, sin lograr que Meliodas alzara ni una ceja en reacción de sus acciones. Finalizada la comida, un grupo musical tomo el protagonismo logrando que varias parejas se movieran al centro de la pista de baile.

-Meliodas… ¿Me acompañarías un segundo? –cuestiono Liz.

-Si intentas hacer que baile estas pidiéndoselo al hombre incorrecto Liz –respondió el rubio a secas.

-Meliodas –llamo el Demon mayor- Acompáñame un momento.

Padre e hijo abandonaron el salón y caminaron por las exhibiciones de arte, hasta que se posicionaron frente a un cuadro al azar, en un ala sin invitados.

-¡¿Qué demonios sucedes contigo?! –exclamó.

-Padre, no voy a permitir que Liz se haga ideas locas en la cabeza –hablo con firmeza- Ella no me interesa y si tuerzo el brazo solo un poco creerá que tenemos algo.

-¿Y qué tiene de malo? Es hermosa, inteligente y educada ¿Qué más podrías pedir? –exigió una respuesta concluyente.

-Estoy en una relación, padre.

-¿Con una chica fantasma? ¿Qué no se digna a aparecer? ¿Qué esconde su rostro en las fotografías?

-Nunca te han interesado mis relaciones, siempre te ha dado igual con quien ande ¿Por qué la obsesión con Liz ahora?

-Esta “relación” tuya es una bomba de tiempo, cuando algo salga mal y saldrá, serás peor que antes, arrasarás con todo lo que he… Hemos hecho –se corrigió.

-No sabes de lo que hablas –aseveró tratando de contener la furia.

-Meliodas, hijo, ya hasta las ideas de Estarrosa comienzan a tener sentido.

-¿Qué ideas? –cuestionó.

-Qué tu novia es Elizabeth Goddess.

-¡Es una ridiculez! –negó para ocultar su terror.

-Son muy parecidas, pero prefiero creer que conozco verdejamente a mi hijo, que no eres un traidor de nuestro legado familiar –argumento tomando de los hombros al menor.

-Estarrosa siempre ha buscado obtener lo que quiere como sea, menos haciendo su trabajo ¿Cómo puedes siquiera dar cabida a esa teoría descabellada en tu cabeza? –cuestionó el rubio.

-Meliodas, eres el futuro de los Demon y no puedes hacerlo solo, necesitas un ancla.

-Y la tengo, nació del mismo útero que yo.

-No me refiero a Zeldris, hablo del matrimonio, necesitas la solidez de un hombre casado, no te permitiré heredar la empresa hasta que te centres en el mundo real –dictamino.

-¿Qué te hace creer que no lo estoy?

-Vi el video –aseveró- Estabas entrando con una mujer a la compañía, aprovechaste la falla de seguridad para borrar tus aventuras, no permitiré que destruyas todo por cuanto la familia ha trabajado.

-¿Qué sugieres? –fue directo al grano.

-Cásate –reveló.

-Ellie y yo no estamos preparados para algo cómo eso –dictaminó con los nervios a flor de piel.

-No hable de tu supuesta novia, ni siquiera la conozco, mucho menos aceptaría una desconocida como la siguiente portadora del apellido Demon.

-Entonces…

-No eres tonto, rompe esa relación y comprométete con Liz –ordenó Damián.

-¿Y si me rehusó?

-Tomaré a Estarrosa bajo mi tutela estricta para que sea el siguiente heredero –expuso luego de suspirar.

-¡Estas demente! ¿Saltarías a Zeldris? ¡¿Tu propio hijo, solo por obligarme a hacer lo que quieres?! –exclamó.

-Zeldris no tiene la ambición necesaria para la presidencia; y creo que bajo mi mando directo Estarrosa podría llegar a ser aceptable –dijo para retirarse de la sala, dejando al rubio abatido.

Meliodas paso la siguiente hora sentado en el frio suelo, empuñando su cabello múltiples veces, frustrado por sentirse como un animal enjaulado, todo aquello por lo que se esforzó durante años, sería entregado al imbécil de su primo solo para obligarlo a casarse con una mujer que no significaba nada para él.

Un rato después un suspiro abandonó sus labios, su cabeza ya pensaba con un poco de claridad, meses atrás no le habría importado nada casarse con quien fuera aprobada por su padre solo para mantener su posición en la empresa, ahora, las cosas habían cambiado, tenía a Elizabeth en su vida y no podía imaginarse un mañana sin ella. Mantenía el pensar de que era muy pronto para ellos siquiera mencionar el matrimonio, aun le desagradaba la visión de una fiesta social rimbombante con él como centro, la presión social establecida para el matrimonio, todo aquello de lo que huyó por años.

Se imaginó a sí mismo perdiendo a Elizabeth por no poder soportar la presión de un matrimonio, era todo demasiado “rígido” y asfixiante; de solo pasar mucho pensándolo sentía que le faltaba el aire, no le molestaría vivir con Elizabeth solo siendo novios, saliendo, disfrutándose mutuamente; pero en cuanto la palabra novia cambiaba por esposa todo se tornaba gris, le hacía sentir claustrofobia.

Decidió volver a la fiesta, se sacudió los pantalones y paso por el baño antes de volver para intentar reacomodar lo mejor posible su ya de por sí, rebelde cabello. Entro al salón principal del museo y en una décima de segundo fue atajado del brazo por un cuerpo femenino conocido: Liz.

Ella lo arrastró entre la multitud y sin dejarle preguntar siquiera a donde se dirigían, cuando al fin se detuvieron el rubio no presto atención las acciones de Lizzette, más bien, prefería concentrarse en arreglar su traje.

-¡Elle! –exclamó Liz llamando a una platinada que se dio la vuelta para encarar a quien la llamaba.

La platinada miró con incredulidad los ojos esmeraldas del rubio y este solo atinó a fruncir el ceño en cuanto reparo en la presencia masculina junto a Elizabeth.

-Señorita Lizzette; es un placer volverla a ver –dijo Mael con cordialidad a la pelirroja, mientras apretaba ambas manos de la joven entre las suyas y depositaba un casto beso sobre la mejilla femenina.

-¡Oh, Mael! La última vez que te vi fue hace un año ¡Parece que fue una eternidad! –dijo alegre la pelirroja sin soltar sus manos.

-Demon –saludo el peligris a la figura rubia tras la sonriente Liz.

-Hola, Seraph –devolvió el saludo.

-Elle, no me canso de decirte lo hermosa que luces esta noche, estas perfecta, como siempre –comento la pelirroja.

-Lo mismo digo, Liz –respondió Elizabeth.

La mano izquierda del peligris se posó en la cintura de la platinada. Elizabeth, incomoda se contorsiono todo lo que pudo en el reducido espacio entre el pecho masculino y mano de Mael, tratando de que su rubio novio no le diera por iniciar la tercera guerra mundial allí mismo y romperle algún otro hueso a noruego.

Meliodas notó la incomodidad de su novia e inhalo profundamente, frunció el ceño, sintiéndose impotente ante la situación.

-¡Cierto! Qué modales los míos… -exclamo Liz- Supongo que no se conocen, al menos no formalmente –dejo escapar una risa ligera- Elizabeth, te presento a Meliodas Demon, mi prometido –el color se escapó del rostro de la platinada- Bueno… Al menos así será pronto, aun no es oficial, son los primeros en saberlo –parloteaba sin percatarse de la mirada ida de la platinada y el cuerpo tenso del rubio.

-¿Ellie? –habló Mael, sacando a Elizabeth de su trance y subiendo un nivel más el enojo de Meliodas- ¿Te sientes bien?

-¿Uhm? Sí, supongo que la corriente de aire de hace un minuto me descompuso el cuerpo –argumentó ella.

-Deberíamos sentarnos un rato, entonces. Si nos disculpan –se excusó Mael y condujo a la platinada entre la multitud con un firme agarre en la cintura femenina.

-Qué lástima, quería hablar un rato más con ella, debe estar sumamente agotada, ella no es de las chicas frágiles que se enferman con una corriente de aire –comento Liz.

-¿De dónde se conocen? –quiso saber Meliodas.

-Pasé un año de intercambio en Cambrige, ella fue mi guía durante mi estadía, es una chica esplendida, muy inteligente y amable; me dio cientos de ideas con las que luego funde mi marca de ropa… -hablaba y hablaba aunque Meliodas ya no le prestaba atención.

El rubio y la pelirroja volvieron a su mesa, donde Liz se encargó de llenar el silencio con cientos de historias sobre su internado en Cambrige y los amigos que hizo allí. Meliodas de vez en cuando acotaba alguna oración para no ser tan evidentemente distraído para la ojiazul, aunque hacia un par de horas no le importaba disimular.

La música cambio y en la pista de baile entro Bartra con su hija mayor del brazo, bailaron una pieza lenta, hasta que el prometido ojiazul de la joven la saco de brazos de su padre, siendo reemplazada por Verónica, juntos ejecutaron unos movimientos más sencillos y casi mecánicos, hasta que la pelilila fue llevada por el militar musculoso.

Fue el turno de Elizabeth de bailar con su padre, la platinada colocó sus brazos con profesionalismo en los lugares correctos y pareció transformar a Bartra en un excelente bailarín, dieron pasos ligeros y vueltos dignos del vals de la Bella y la Bestia. Ella lucia encantada en los brazos de su progenitor, aunque al abrir sus ojos, había un brillo del cual carecía.

Mael ingresó a la pista y tomó a Elizabeth con consentimiento de su padre, Bartra se retiró, aunque permaneció lo suficientemente cerca para apreciar las acciones del joven Seraph con la menor de sus hijas.

Al terminar de bailar la platinada se dirigió al jardín del museo esperando que el aire fresco le aliviara el profundo dolor de cabeza que se había instalado en ella, eso o que el frio anestesiara su estrujado corazón, paseo entre los arbustos florales observando las esculturas del jardín, hasta que encontró una fuente, estaba dispuesta a descansar un momento allí, pero una pareja ya ocupaba el lugar, estaba por marcharse en completo silencio, cuando:

-Meliodas, por favor… -suplico la voz femenina.

-L-Liz, yo… -murmuro algo inentendible para la albina.

-En algún momento estaremos casados, debemos hablar de esto... –insistió.

-Sí, pero necesito que me escuches –pidió el rubio en un tono que destilaba incomodidad.

El marchito corazón de Elizabeth no podía soportar más, pero su curiosidad y masoquismo era mayor.

-¡Liz! –exclamó el rubio con severidad.

-¿Qué? No te entiendo Meliodas ¿Acaso no recuerdas nuestro primer beso? –cuestionó la chica.

-¿De qué demonios hablas? –cuestionó.

-Yo te hare recordar –y Liz lo besó,  Meliodas no la aparto y Elizabeth corrió, limpiando con agresividad la lagrima de su mejilla.

Media hora después el rubio ingresaba al salón totalmente iracundo, tomó una copa de vino de la bandeja de los meseros y la vació con rapidez, tenía su segunda copa en mano cuando escucho un cuchicheo escandaloso.

-Lo escuche de los reporteros –dijo una mujer obesa con un estrafalario collar de perlas.

-¿Entonces Seraph será el nuevo socio de los Goddess? –pregunto su interlocutora con un vestido verde.

-Seguramente, cuando la señorita Elizabeth y Mael consoliden su relación –dijo la mujer de las perlas.

-¿Qué las hace estar tan seguras de que esos dos andan? –intervino Meliodas.

-J-joven Demon –tartamudeo la mujer de verde.

-La señorita Goddess ya se ha retirado antes y en compañía del joven Seraph, se les vio muy juntos –cuchicheó la mujer de las perlas.

-¡Tch! ¡Repugnante! –murmuró Meliodas dejando su copa a medio acabar sobre una mesa cercana- Sí me disculpan, señoritas –se despidió galantemente.

Meliodas busco a Zeldris casi rozando el desespero, al localizarlo lo arrastro por el saco para alejarlo de Gelda.

-¿Dónde están las llaves de tu deportivo? –exigió saber.

-En mi habitación del hotel –contestó.

-Me lo llevo y sí alguien pregunta donde estoy, diles que me harte de esta mierda –comento en tono tétrico.

-¿Qué diablos pasa, Meliodas? –inquirió.

-Luego…

El rubio corrió acelerado, hasta el estacionamiento, pidió al chofer de la limusina que le llevara hasta su hotel, al bajarse solicitó la llave de la habitación de Zeldris y suya, recogió su maleta y las llaves de deportivo de su hermano, bajo y entrego ambas llaves, pago la cuenta de su cuarto. Con paso apresurado llego al estacionamiento e ingreso al vehículo, el motor rugió y abandonó el hotel lo más rápido que pudo, deambuló por toda la ciudad, realizó una docena de llamadas a su hermano para obtener información sobre el hotel donde se hospedaba Mael, sobornó algunos empleados y confirmo que el peligris estaba en su habitación de hotel solo, y su platinada no se encontraba en la casona Liones.

Llamó, sin respuesta, decenas de veces al número de Elizabeth y el resultado siempre era el mismo, estaba por volver a su departamento derrotado, metió la mano en el bolsillo de su pantalón sacando sus llavero, visualizó entre los metales, las que pertenecían a su casa de playa, estaba cerca ¿Sería posible?

Tomo la desviación de grava hasta la cabaña, el deportivo de Elizabeth estaba allí estacionado, un suspiro de alivio escapo de sus pulmones. Entro a la casa y cerro tras de sí, dejó la maleta cerca de la puerta, en caso de que tuviera que volver a irse, ella no estaba en la cocina, en la terraza o la sala, subió las escaleras y fue directo al cuarto principal, una maleta pequeña estaba junto a la cama, el sonido de los sollozos femeninos escapaban del baño.

Posó su derecha en el pomo de la puerta, inhalo y exhalo profundamente, abrió la puerta, allí en la tina con sus cabellos cubriendo su rostro, estaba Elizabeth, su adorada Elizabeth, llorando.

-Ellie –llamó el rubio en voz baja.

-Lárgate –susurro ella.

-Elizabeth, mírame por favor –suplico arrodillándose junto a la amplia tina.

-¡Qué te largues! –Gritó- ¡Vete con tu prometida! ¡Eres un maldito, Meliodas!

-Lo sé, lo soy, soy el peor… Pero no me iré de aquí hasta que sepas la historia completa, luego si aún lo quieres me iré –intentó razonar.

-¡No sé si lo has notado, pero no tengo deseos de verte, Demon! –exclamó.

-Y yo ya te dije que no me voy hasta que me escuches.

-¿Por qué? ¿Por qué me mentiste? ¿Era necesario enamorarme? –cuestiono rota.

-Elizabeth, yo no te he mentido… Yo te a…

-¡No te atrevas a decirlo! –Exclamó.

-¡Eres terca mujer! ¡Mírame a los ojos y sabrás si estoy mintiendo! ¡Me conoces mejor que nadie, tú lo sabrás! –suplico tomando las manos femeninas.

-¡No!

Cansado de la resistencia de la chica, Meliodas se descalzo, entro a la tina con todo y ropa acorralando a la platinada con su cuerpo, obligándola a conectar sus ojos azules con los verdes propios.

-Elizabeth… -susurro- Créeme, maldita sea, no quiero perderte, al menos no así. Qué sea por algo que yo mismo haya hecho… Por favor, por favor –suplico bajando el rostro para ocultar sus lágrimas.

El cuerpo masculino convulsionaba levemente por el llanto, sus palabras se oían sinceras tan sinceras como las de esa mañana, en la que propuso iniciar ese juego prohibido para ambos, uno que termino en amor para ambos.

Elizabeth llevo sus manos al rostro masculino y observo las lágrimas bajando de los ojos verdes que tanto amaba.

Ambos se miraron detenidamente, sus ojos viajaron por cada resquicio del rostro contrario, mejillas rojas, ojos irritados, pestañas húmedas; terminaron con la vista fija en los labios rojos de su contraparte, la distancia les pasó factura, se unieron en un beso, amargo, necesitado, con sabor salado.

-No pretendo que me perdones. Solo quiero que me escuches –volvió a suplicar el rubio.

-Bien, pero… No ahora, no aquí.

Meliodas reparo en la situación el con la ropa totalmente mojada y desarreglada, ella desnuda con el cabello húmedo y la punta de sus dedos arrugados por el agua.

-Sí, pero prométeme que no te iras, que hablaremos antes de que me des la patada, que me sacará de tu vida.

-Lo prometo –acepto Elizabeth.

Dejando escapar un profundo suspiro se irguió y salió de la tina, tomo unas toallas secas de una repisa, ayudo a la platinada a salir y luego la envolvió en las mullidas toallas. La cargo estilo princesa, para luego depositarla sobre la cama, seco con dedicación su cabello, aun cuando él mismo destilaba agua.

Al terminar se dirigió a la salida de la habitación, pero antes de salir volvió a preguntar sin mirar a su amada:

-¿Me juras no irte sin antes hablar?

-Lo juro –dijo convencida ella.

-Buenas noches… -susurro saliendo de la habitación.

-¡Meliodas! –exclamo la ojiazul, saliendo al pasillo tras el rubio- Durmamos juntos –invitó.

-¿Estás segura? –inquirió.

-Totalmente, mi amor –susurró.

El rubio se abrazó a su amada como si en ello se le fuera la vida, solo se separaron cuando el cuerpo de Meliodas había empapado toda la parte frontal de la toalla alrededor de Elizabeth.

Meliodas se cambió rápidamente en otro baño y volvió ataviado con una bermuda cómoda y camiseta de algodón. Elizabeth ya se encontraba en un pijama de seda de dos piezas de short y camiseta de tiros color celeste.

Ambos se acostaron en sus respectivos lados de la cama, sin saber cómo actuar, sintiéndose algo ridículos, tomando en cuenta lo antes practicado en la misma cama. Al mismo tiempo estiraron una mano en dirección al otro encontrándose ambas a medio camino, voltearon en dirección al otro y se fundieron en un abrazo, tan perfecto, que parecían dos piezas de rompecabezas, hechas el uno para el otro.

Lagrimas bañaron los ojos azules y el rubio las retiro del rostro femenino, a besos, mientras ella aferraba sus brazos a la musculada cintura masculina. Cerraron los ojos con miedo de despertar sin el otro, sumergiéndose en un sueño tormentoso lo poco que restaba de la madrugada, mañana sería un día diferente, uno mejor, esperaban.

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CHAN CHAN CHANCHAN!!!!

El mundo del Mel y Ellie comienza a arder.
¿Será Meliodas lo suficientemente hombre para decir TODIIITA la verdad?

Lo sabremos después

Mucho amor y buenos deseos para toda la gente bonita que tomó me comentó em respuesta a esta dinámica,  y que me hicieron llegar su amor y apoyo para comtinuar. Valen mil.

KiranCatiri HannaKarime15 UMR386 SanjaJokic0 Vivianariosclaros -Helado_de_Vainilla- NonniMaldives Lopito-Kawaii otaku0706 wolffriki Mafer240711 antoniaLAotakuXD Michelparrales elizabet109 Mari744 zeldrisygelda__12 Soygelda2009 Lucero14pinto MelissaDemonsGoddess

Son un amor de personitas, bellas criaturitas del señor.

Besos y abrazos:
Mia_Gnzlz♥

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