15._ Me muero

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Holaaaaa criaturitas, espero que pasaran unos buenos dias de descanso, yo mas o menos, un poco decaida por no poderles actualizar antes ya que estuve sin rayita de señal hasta hoy, pero bueno, sin mas dilación.

Agradesidisima eternamente con ustedes por lo siguiente:

TENEMOS 3K DE LECTURAS, SÍ TENEMOS USTEDES Y YO, PORQUE ESTE PROYECTO ES DE TODOS, ADEMAS DE LAS MAS DE 400★ Y ENTRAMOS AL TOP 10 DE LA ETIQUETA MELIZABETH ¡Somos los 7 bebés!

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La mano izquierda del ojiazul se posó en la cintura de Elizabeth. Esta, incomoda, se removió inquieta todo en el reducido espacio entre el pecho masculino y mano de Mael, tratando de que su rubio novio no le diera por iniciar la tercera guerra mundial allí mismo.

Meliodas notó la incomodidad de su novia e inhalo profundamente, frunció el ceño, sintiéndose impotente ante la situación. Dentro de su pecho reverberaba la rabia contenida de haberle visto toda la noche pegado a ella, como si fuera el príncipe encantador, una mueca de superioridad se curvo en sus labios. Todo dejó de importarle, incluso Damián Demon.

-No has cambiado nada, Seraph –comento burlón el rubio.

-¿Qué quieres decir? –cuestiono Mael con el ceño fruncido.

-Sigues siendo el mismo chico inmaduro, que cree que haciéndose el príncipe conseguirá a la chica –se burló.

-¿De qué hablas, Mel? –cuestiono Liz.

-Lizzette… -pronuncio con la voz helada como un tempano- Deja de llamarme de esa manera, nunca acepte que te tomaras tales confianzas.

-¡P-pero Meliodas! –intento replicar.

-Creo que nosotros nos retiramos –Mael trato de salir de la extraña situación.

-Al parecer eres de lento aprendizaje ¿La nariz rota no fue suficiente? –Cuestiono con superioridad- Aquella vez quedó claro, pero tendré que refrescarte la memoria. Mantén tus manos quietas y alejadas de mi mujer ¿No quieres una o dos muñecas rotas, verdad? –Dejo escapar una carcajada- Ya lo dije hoy, pero te lo diré a la cara: Un Seraph solo existe para lamer el suelo que un Demon pisa –argumento con arrogancia.

-¿De qué demonios estás hablando? ¡Estas alcoholizado! –exclamo el peligris.

-Eres retrasado definitivamente –avanzó dos pasos hasta Mael y Elizabeth- ¡Quita tus repugnantes manos de MI novia! –exclamó fuerte y claro, tomando la muñeca derecha de Elizabeth para posicionarla a su lado, rodeando con su brazo la cintura femenina.

La platinada continuaba atónita y sin poder pronunciar palabra, tanto había subido el tono de la conversación que los invitados a su alrededor voltearon en su dirección para detallar la escena. De los ojos azules de Liz salían algunas lágrimas. Mael se encontraba pletórico, temblando en su posición, esperando alguna reacción de Elizabeth.

-¡Meliodas! ¿Qué significa esto? –exigió Lizzette- ¡Tú y yo estamos comprometidos!

-¿Meliodas? –pronuncio finalmente Elizabeth volteando a ver a su amado con los ojos abiertos del desconcierto.

-¡Já! ¡Ridículo! –exclamó el ojiverde, apretando más a la platinada contra sí- Lizzette, déjame ponerlo claro, JAMÁS ha existido algo entre los dos y mucho menos un compromiso, intente escoltarte como un caballero, pero tus intenciones eran tan claras y repugnantes como las de este intento de hombre.

-P-pero tu padre…

-¿Mi padre? ¿No deberías decir yo? –ironizó- ¿Querías casarte conmigo o con él? Nunca has sido más que una amiga para mí, pero esta treta entre tú y el viejo ya paso los limites, lo pondré claro para ti también, Elizabeth Goddess Liones es mi UNICA novia –declaro viendo con dureza a la pelirroja, su gesto fruncido era tal que sus ojos se ensombrecieron dando un matiz verde petróleo a sus orbes esmeralda- Ahora, si me disculpan, me apetece bailar con mi Ellie.

Meliodas extendió su mano izquierda a la platinada, quien entrelazó sus dedos con los masculinos con una sonrisa discreta, tratando de mantener oculta la verdadera felicidad que bullía en su pecho. Los chismosos a su alrededor abrieron paso a la pareja, una vez fuera del anillo de espectadores de su altercado, las personas que no sabían nada, los miraban pasar con confusión, la incredulidad aumentó cuando ambos llegaron al centro de la pista de baile.

Como si estuvieran diseñados el uno para el otro, se deslizaron con maestría por el mármol, dibujando intrincados diseños con sus pasos. Vueltas, flexiones y extensiones perfectas plagaron el momento de ambos; ajenos a la mirada incrédula de Bartra y las hermanas mayores de Elizabeth o la iracunda de Damián, Lizzette y Mael.

La pieza musical concluyó y continuaron bailando la siguiente.

-¿Verdaderamente estaban comprometidos? –se decidió a preguntar finalmente Elizabeth abandonando su mutismo.

-Para nada ¿No me escuchaste allá atrás? –cuestionó con una sonrisa.

-¿Por qué Liz creía lo contrario?

-Mi padre me amenazo, desposar a Liz o perder la empresa.

-¡Meliodas! –exclamo impactada- Esa empresa es tu vida.

-No, Ellie. Es la vida de un montón de viejos irracionales, no la mía. Mi vida es ser libre, eres tú, mis amigos, Zeldris… - argumentó- No quiero perderte.

-Mel… -susurro con lágrimas amenazando con desbordarse de sus ojos.

-Preciosa, no llores –pidió secando las gotas saladas con los dedos- Soy capaz de lo que sea, es solo un nuevo comienzo. Los dragones no morimos tan fácil y no nos ponen cadenas –bromeó.

-¿Y qué piensas hacer?

-¿Con el trabajo? Ya veré, será difícil porque el viejo intentará presionarme todo lo que pueda, pero ya veras, prometo protegerte, Ellie. Siempre –comento inclinando hacia atrás el cuerpo de su amada en un vistoso pasó de baile, el cabello de ella rozó el suelo como una cascada plateada y el rubio aprovecho la conveniente postura para besarla apasionadamente, robándose el aliento de la contraria.

Erguidos nuevamente y aun tomados de las manos abandonaron la pista de baile ante la mirada atónita del público, algunos reporteros invitados se acercaron a la pareja para obtener las declaraciones que serían la notica estelar de la semana, tal vez del mes. Pero Bartra y las hermanas Liones llegaron primero a la polémica pareja.

-Elizabeth –llamó el mayor- ¿Qué está sucediendo?

-Déjeme que yo le explique –intervino el rubio- Soy Meliodas Demon, su hija y yo estamos de novios hace unos meses, no lo sacamos a la luz porque creímos conveniente esperar a establecer algo serio.

-P-pero los Goddess y los Demon… -expreso incrédulo hombre.

-¿Son enemigos? –completo el rubio- Lamento decirlo, pero en mi opinión la enemistad personal murió hace mucho tiempo con nuestros ancestros y la competencia entre las empresas es un argumento infantil para odiar a desconocidos ¿No lo cree, suegro? –comento jocoso dejando impresionado, en más de un sentido, al patriarca Liones.

-Me gusta tú manera de pensar, muchacho –acepto, para ofrecer su mano al rubio, quien la recibió gustoso- Aunque lo del noviazgo es…

-Entiendo, es su princesa. La menor de sus hijas, un tesoro que se ha esforzado por mantener alejado de las malas personas. No puedo decirle que soy el mejor partido para ella, pero si puedo prometerle ser su aliado y protegerla junto a usted –inhalo profundamente para continuar-  Déjeme demostrar que puedo ser digno de su hija.

Bartra quedó sin palabras y objeciones, solo le quedó asentir. En señal de felicidad, su hija menor se echó a sus brazos para agradecerle repetidamente con la voz rota de la alegría.

-Entonces… ¿Tú eres Mel? –cuestiono Margaret.

-El que viste y calza, cuñada. Nishishi.

-Me gusta, al menos tiene carácter, no como ese pseudo muñeco de torta de Mael –convino Verónica.

-Tu y yo nos llevaremos muy bien, cuñada dos –bromeó.

-¡Solo Verónica, rubio! No intentes pasarte de listo. Mira que puedo ponerte una bala en las pelotas si te atreves a dañar a Ellie.

-No se puede caerle bien a todo el mundo –dijo entre suspiros- Te buscaré yo mismo si necesito esa bala.

-¡Meliodas! –exclamó una nueva voz.

El rubio volteo encontrándose con su iracundo padre, aunque solo tenía el ceño ligeramente más fruncido de lo habitual, Meliodas sabía que estaba verdaderamente cabreado.

Damián se acercó a su hijo como un depredador tras su presa; Elizabeth temerosa se enganchó al brazo del ojiverde, preparada para detenerlo si se le ocurría irse a las manos con su progenitor.
-Te ordeno que te alejes de esa “señorita”. INMEDIATAMENTE –dijo en tono gutural y despectivo.

-No –respondió con simpleza.

-¡NO! ¿No? ¡Estas demente! Eres una vergüenza para los Demon, te daré veinticuatro horas para que recapacites o tomaré acciones –amenazó.

-Déjame ser claro, padre. Métete la empresa y el apellido Demon por donde mejor te parezca –habló con su perfecto español- Destrúyela poniendo al mando al incompetente de Estarrosa, yo no soy un peón que puedas mover a tu antojo, soy el rey de mi propio juego… ¡No, que digo! Soy un dragón y quemare cuanto se interponga en mi camino, tomaré el castillo que quiera y volaré como me apetezca –explicó para luego darle la espalda.

Damián se movió con rapidez por el recinto, esquivando a los chismosos, rumbo a la salida, seguido de cerca por un preocupado Elliot Danafor. Atrás quedo Liz, viendo la espalda del rubio con tristeza.

-Meliodas –llamó.

-… odas… liodas…

-Vuelve a casa, Liz –dijo el rubio.

-liodas…Meliodas… Mel…

-Y-yo –pronuncio la pelirroja.

-¡Mel!

Los ojos verdes se abrieron de par en par. Sábanas blancas, techo con vigas decorativas de madera, el aroma a brisa marina. Estaba en la casa de playa, con ella frente a él, impulsado por una fuerza a la que no supo poner nombre, abrazo a la platinada fuertemente para caer juntos en la mullida superficie.

-Te amo, te amo Elizabeth. No hay nadie más, nunca habrá nadie más ¡Lo juro! Por los restos de mi madre.

-Y-yo, solo quería saber si te apetecía desayunar –dijo contra el pecho masculino.

-Quiero aclarar las cosas, Elizabeth.

-No sé si estoy lista para esta conversación. Creo que necesito una enorme taza de café –rebatió.

-Ellie, con café o sin él, no estaremos preparados para esta conversación.

-Supongo…

Ambos dejaron que el silencio los acompañara, aun abrazados. Los brazos de él afirmaban los hombros femeninos contra su pecho y las extremidades superiores de ella empuñaban con fuerza la camiseta de algodón. Negados a separarse, solo escuchaban sus respiraciones, sin saber cómo iniciar aquella temida conversación.

-Mi viejo quiere quitarme la empresa –se decidió a hablar por fin- Y pretende entregársela a Estarrosa.

-¿Está loco? –cuestiono Elizabeth separándose del cuerpo masculino para ver directamente los ojos verdes.

-Es una amenaza, Ellie. Quiere que despose a Liz para que siente cabeza, lleva toda la semana intentando acercarnos, le deje claro que no quería nada con ella, porque te tengo a ti. Pensé que estaba presionándome para que te presentara, insistió un par de veces y luego lo dejaba estar.

>>Creí que solo estaba siendo tan asfixiante como siempre, pero me descuide, le metió ideas locas a Liz en la cabeza. Le vendió totalmente la idea de que solo estaba siendo reservado y que por ello no me acercaba, la manipulo como quiso. Ella es muy influenciable y…

-Entiendo, estudiamos juntas un año, suele enamorarse con facilidad y siempre sale herida por elegir a los hombres incorrectos –apoyo al rubio, recordando a una Lizzette mucho más joven, acurrucada en su pecho llorando por algún chico que no resultó ser su príncipe azul- Ella en parte, es la razón de que me decidiera a no creer en el amor; Liz y mi madre.

-¡Diablos! –exclamo Meliodas- He trabajado tanto por esa empresa, me partí el lomo desde joven por llenar las inmensas expectativas de mi padre, y ahora esto.

-La respuesta es sencilla –susurró.

-Tú dirás, yo no la veo.

-Tenemos que terminar.

-¿Qué? ¡No! –dijo rotundo- ¿Quieres dejarme? –pregunto consternado.

-¡Por supuesto que no! Pero es más fácil dejar de lado algunos meses de relación que una vida de esfuerzos –analizó fría y en voz muy baja.

-Pareces no entenderlo. Estos meses han sido lo más significativo de mi vida entera, te amo y no estoy dispuesto a perderte –confesó logrando que Elizabeth soltara el aire que estaba conteniendo de manera involuntaria.

-Mel –susurro con la voz rota, para lanzarse a llorar en su pecho- ¿Y q-qué sugieres? –pregunto entre hipidos.

-Necesito hablar con Liz y hacerla entender, yo puedo hacerla razonar. Así ella desistirá y dejara sin opciones a mi padre. Anoche lo intenté pero estaba ebria, hablaba incongruencias y… -paró, seguro de que aquella confesión terminaría por alejarlo de la platinada.

-Te besó –completó Elizabeth.

-¿Lo sabes? –cuestionó exaltado.

-Yo los vi –contestó- Estaba destrozada luego de que ella dijera que estaban prometidos y tampoco lo negaras, intente despejar mi cabeza paseando por el jardín y los vi sin querer –confesó con una nueva tanda de lágrimas abandonando sus ojos.

-Elizabeth, lo siento, te juro que no le correspondí.

-No la apartaste tampoco.

-¡Claro que lo hice! Luego del shock inicial –admitió- Llame a  uno de nuestros guardaespaldas para que la llevara de regreso al hotel, regrese al salón para informarle a su padre y me encontré con el rumor de que te retiraste junto a Mael. Me volví loco de ira, le pedí su auto a Zeldris y así llegue aquí.

-¿Cómo supiste donde encontrarme? Pude quedarme en casa.

-Encontrarte fue una casualidad, pero me aseguré de que no estabas con Mael o en la casa de tu padre –respondió el rubio.

-¿Cómo?

-Di unos cuantos incentivos –bromeo sin humor, recordando el par de miles que se gastó buscando a la platinada.

-Eres un caso.

-El peor de todos –admitió- Elizabeth ¿Me perdonaras?

-¿Por qué? ¿Por besarla, no aclarar las cosas antes o por lastimar mi corazón?

-Por todo, y aunque no me perdonaras, yo te seguiré amando, eres el inicio y final del mundo para mí –se sinceró.

-Meliodas, no sé si perdonarte –dictaminó- Estoy segura de que te amo y por ello te daré la oportunidad de arreglarlo –concedió.

La pareja se fundió en un apasionado beso, movían los labios con necesidad y de una manera brusca, apretaban sus brazos en torno al otro, como temiendo que desapareciera de un instante al otro; se separaron entre jadeos, para mirarse intensamente. El momento fue roto por un leve gruñido proveniente del estómago de ambos, dejaron escapar una carcajada de auténtico buen humor y bajaron de la mano a la cocina.

Conversaron de cualquier tema al azar mientras cocinaban; caídas de pequeños, las eventualidades antes de la fiesta de aniversario, mal hablaron de Nerobasta y Damián por joderles a cada rato y hasta se contaron confidencias de ex parejas; todo con tal de evitar la incomodidad, aunque esta regresó por un segundo mientras desayunaban.

-Ellie ¿Cómo estamos? –quiso saber.

-No bien, no mal. Es como un limbo, no podemos ignorar lo que paso… -argumentaba antes de ser interrumpida por el rubio.

-¿Ah, sí? Pruébame, estoy desesperado por olvidar las garras del repugnante Seraph en tu cintura, toda la noche pavoneándose el muy imbécil como si fuera el mejor, lo único de interesante en él era que tenía a la dama más hermosa de la fiesta del brazo –se quejaba.

-Eres incorregible, rubio.

-Incorregible y tuyo, preciosa –coqueteo guiñando un ojo a su amada.

-Igual que yo tuya, mi amor –correspondió al jugueteo que surgió entre ambos.

-¡Se alinearon los planetas! –exclamo dichoso- Ven acá –invito con los brazos abiertos, mirando su regazo con picardía.

Elizabeth con una sonrisa coqueta se levantó de su asiento y acomodó en las piernas del rubio; retomaron su desayuno como si nada en su universo estuviera colapsando, ella jugaba con los dorados mechones de su hombre y él repartía coquetos besos al cuello femenino, todo mientras se alimentaban el uno al otro, restableciendo la conexión perdida por la prolongada distancia.

Ambos decidieron desaparecer ese fin de semana en su paraíso privado, Meliodas solo aviso a su hipocondríaco hermano de su localización y Elizabeth subió una historia a su WhatsApp “avisando” de su desconexión total hasta el lunes en la noche, encargando de sus citas y llamadas a su secretaria. Por lo que restaba del día, esos dos no pretendían abandonar la cama, salvo para comer, cuando fuera absolutamente necesario. Inclusive planearon la fiesta de despedida para Ban y Elaine durante su tercer “descanso” post-orgásmico.

A varios kilómetros de distancia, un turbado pelinegro miraba el techo de su habitación de hotel como si fuera lo más interesante del mundo, sobre su brazo izquierdo dormitaba su amada, giró y abrazo la cintura femenina contra su pecho fuertemente, provocando que Gelda se despertara.

-¿Zeldris?

-Disculpa por despertarte –hablo en tono dulce.

-¿Aun con eso? Probablemente no soy la persona idónea para consolarte, pero apóyate en tu hermano, ambos pueden…

-Él ya tiene suficiente con su propia carga –murmuro contra el cabello rubio platino.

-Las cargas entre dos son mejores, Zel.

-Y te tengo a ti –recordó.

-Sabes a lo que me refiero, te amo, pero insisto. Debes hablar con Meliodas, se necesitan el uno al otro.

Zeldris dejó escapar un profundo supero, perdiéndose en sus recuerdos.

Flash Back

Un azabache y una rubia se besaban con pasión contra una de las paredes del museo, en un pasillo poco transitado. Habían salido del salón principal con la total intención de hacer una travesura y el sexo museístico* resultaba muy tentador. En su búsqueda de un lugar apartado terminaron desesperándose y por ello ahora bailaban un ardiente tango contra una pared, escondidos por dos columnas romanas.

-Nhg, Zel –suspiró Gelda presa de las sensaciones que le proveía su novio.

-Ssh, muñeca. Nos van a encontrar –dijo coqueto.

Gelda se mantenía en un increíble equilibrio sobre una pierna, mientras la otra estaba enganchada a la cadera masculina, con la falda subida en torno a su cadera y cintura , obra de Zeldris en un viaje sensual de besos que inicio desde los tobillos a los muslos femeninos. El azabache restregaba su erección con vehemencia contra el calor femenino, oculto por un minúsculo trozo de encaje negro.

Ansiosos por consumar su travesura, Zeldris empezó a desabrochar su cinturón, cuando una exclamación los detuvo. La voz era conocida por ambos:

-¡Es una ridiculez! –exclamó la voz de Meliodas

El tono alterado de su hermano lo impulso a acercarse, un salón alejado a unos diez metros de donde ellos estaban ocultos, fue el sitio del que provino el grito. Zeldris estaba por ingresar, pero capto la figura imponente de su padre junto a la silueta oscura al contraluz de su hermano.

-Son muy parecidas, pero prefiero creer que conozco verdaderamente a mi hijo, que no eres un traidor de nuestro legado familiar –argumento Damián desconcertando a Zeldris.

Estarrosa siempre ha buscado obtener lo que quiere como sea, menos haciendo su trabajo ¿Cómo puedes siquiera dar cabida a esa teoría descabellada en tu cabeza? –cuestionó el rubio.

¿De qué demonios discutían su padre y su hermano?

-Meliodas, eres el futuro de los Demon y no puedes hacerlo solo, necesitas un ancla.

-Y la tengo, nació del mismo útero que yo –aquella aseveración conmovió el corazón del menor, nunca había escuchado la opinión de su hermano como su jefe.

-No me refiero a Zeldris, hablo del matrimonio, necesitas la solidez de un hombre casado, no te permitiré heredar la empresa hasta que te centres en el mundo real –dictamino.

-¿Qué te hace creer que no lo estoy?

-Vi el video –aseveró- Estabas entrando con una mujer a la compañía, aprovechaste la falla de seguridad para borrar tus aventuras, no permitiré que destruyas todo por cuanto la familia ha trabajado – ¡Maldita sea! Su padre sabia del supuesto ataque informático que armó junto a Meliodas y King

-¿Qué sugieres? –fue directo al grano.

-Cásate –reveló.

-Ellie y yo no estamos preparados para algo cómo eso.

-No hable de tu supuesta novia, ni siquiera la conozco, mucho menos aceptaría una desconocida como la siguiente portadora del apellido Demon.

-Entonces…

-No eres tonto, rompe esa relación y comprométete con Liz –ordenó Damián.

¿Qué había dicho? ¡Era una locura! Su hermano había cambiado para bien gracias a Elizabeth ¿Acaso su padre no era capaz de comprenderlo? Intercambio una mirada de angustia con Gelda, regresando su atención a la conversación ajena.

-¿Y si me rehusó?

-Tomaré a Estarrosa bajo mi tutela estricta para que sea el siguiente heredero –expuso.

Destruyendo a su hijo menor en el proceso ¿Era realmente inferior a Estarrosa? ¿No tenía las capacidades? Obviamente Meliodas era un líder nato, con una sagacidad y habilidades perfectas para el mundo empresarial. Además ¡Es el mayor! Era lógico que fuera el heredero, pero ¿Debajo de Estarrosa?

-¡Estas demente! ¿Saltarías a Zeldris? ¡¿Tu propio hijo, solo por obligarme a hacer lo que quieres?! –exclamó.

-Zeldris no tiene la ambición necesaria para la presidencia; y creo que bajo mi mando directo Estarrosa podría llegar a ser aceptable –dijo haciendo amago de retirarse.

Gelda arrastró rápidamente al anonadado Zeldris hasta una bifurcación del pasillo, donde se escondieron hasta que Damián desapareció en dirección contraria a ellos.

-Zel… -llamo a su novio que parecía una estatua entre sus brazos- Meliodas…

Zeldris avanzo de regreso a la puerta y vio a su hermano destrozado, tanto o más que él, quiso entrar, consolarlo, pero se sentía tan roto que no se creía capaz ni  de sanarse a sí mismo. Se alejó de la puerta, dejando a su hermano solo, avanzó rápidamente por los pasillos del museo, sin una dirección exacta, eventualmente encontró una salida de emergencias que lo llevo  a los jardines, se dejó caer sobre una banca oculta por arbustos altos.

Segundos después, Gelda se sentó al lado del abatido azabache, rodeo con sus brazos el cuello masculino y lo recargo entre sus pechos, este se dejó hacer y se permitió derramar unas cuantas lágrimas. Impotencia, traición, empatía, amor y rencor; todo se arremolino en Zeldris de una manera devastadora. Su novia no tenía palabras para consolarlo, no podía hacer más que ser su pilar, para que su amado no se hundiera.

Algunas horas más tarde, con Zeldris calmado y sin signos de haber llorado, regresaron al salón, evitando a Damián como la peste, manteniéndose con los Edinburg en todo momento, inclusive recuperaron algo de buen humor cuando Zeldris y Orlondi iniciaron una de sus típicas peleas por la atención de Gelda, discutiendo por quien era el preferido de la mayor. Bailaron juntos unas cuantas piezas, pero siempre con la sombra de la tristeza a sus espaldas. En algún punto de la noche apareció Meliodas, pidiéndole su vehículo a su hermano, luciendo desesperado, iracundo y casi roto.

Y sin muchas preguntas o conversaciones innecesarias, Zeldris apoyo a su hermano, como siempre desde que tenían uso de razón, los dos mosqueteros, los que quedaron; “Uno para ambos y ambos para uno”*.

Fin del Flash Back.

-Hablaré con él –acepto suspirando oculto en el regazo femenino.
-Me parece lo mejor, querido –dijo Gelda acariciando los cabellos color ébano.

-Te amo, inmensamente –le recordó a su amada.

-Y yo a ti –secundó, bajando las manos a los hombros masculinos- Estas tenso ¿Quieres un masaje? –cuestiono mientras hacía algo de presión en los rígidos músculos.

-Gelda, sabes muy bien como terminan esos masajes –razonó.

-¿Y no quieres? –pregunto fingiendo pesar.

-Aahh –suspiro- Lo que mi reina pida se lo daré.

-No te hagas el que no quiere –bromeo.

-Yo nunca dije eso –acotó con una sonrisa.

-Más te vale, ponte de boca abajo, querido –pidió en tono seductor.

-Lo que su majestad ordene –comentó.

Gelda le dio espacio a Zeldris para que se posicionara en el centro de la cama matrimonial, a un lado de la cama ella se desató la bata de seda, dejándola caer al suelo como un charco color rosa pálido, exponiendo su desnudez, volvió a la cama y se sentó sobre las caderas masculinas, iniciando a masajear la musculosa espalda con movimientos lentos y sensuales, ejerciendo presión en los sitios correctos, dejando que la punta de sus senos acariciaran ligeramente la piel ajena.

-Nhgg, Gelda… -suspiro el hombre.

-Déjate llevar, Zel –pidió seductora.

-A ti es a quien voy a llevar, muñeca –dijo para luego levantarse y tumbarla sobre la cama, se dio la vuelta encarando a su amada, acercándose a ella como un depredador, listo para comerla y empezaría por aquellos botones rosados que le llamaban a gritos.

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Sexo museístico: referencia a mi saga de libros favorita,  el infierno de gabriel, si alguien esta interesado me puede pasar un mensaje privado dejandome su correo que yo le envío los PDF hay que compartir la buena literatura amigos jejeje.

Uno para todos y todos para uno: lema de los tres mosqueteros,  este punto lleva a una retrospectiva de cómo los hermanos llegaron a odiar a Estarrosa. Obviamente lo cambie levemente para fines de la trama.

Antes de iniciar con los agradecimientos, hay una personita a la que le deseo que se recupere, ENORMEMENTE, esta malita de salud y todos sus seguidores debemos hacerle saber cuanto la queremos, apreciamos y deseamos que se recupere CoconaniAzul para tus fines lúdicos y el de quién tuvo curiosidad:

Algo así era el vestido de Elizabeth

AGRADECIMIENTOS

SanjaJokic0 antoniaLAotakuXD GiAr_12 zeldrisygelda__12 Soygelda2009 Lucero14pinto lizbclili elizabeth28100 NonniMaldives Vivianariosclaros Lopito-Kawaii ina-Kya515 kagome1315 CoconaniAzul wolffriki Mafer240711 KiranCatiri randompersonX3 otaku0706 UMR386 MelissaDemonsGoddess Mei_Dragneel HatoriChise2004 ValyW13 ammybp2 NaomiMH3 sakurawolf24 PatriciaLicones -Helado_de_Vainilla- yeri1924 Papu_Escanor @antonnyalexander Jennifer_Lo29 potacioarla Michelparrales AlissonSalluca invxilsx apull123

Bueno personitas, gracias por las estrellas, las listas de lecturas, comentarios, por subir el numerito de lecturas, inmensamente GRACIAS.

A todos los amo, los nuevos, los que llevan un tiempito, los que se van y regresan, a los que no regresan, a los que son fantasmitas, TODOS

Cómo regalo si gustan,  pasense por esta nueva y corta historia, que fue la que someti a votación por San Valentín y dos o tres personitas insistieron en que querían saber de que trataba. Tarde pero seguro:

Vive por mi.


Besos y abrazos
Mia_Gnzlz


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