17._ Sucker

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¡AVISO!
Para los que querían lemmon GELDRIS:
AQUÍ TIENEN LO QUE PEDIAN!!!!

¡2do AVISO!
Propuesta de dinámica

A todas aquellas personitas que tengan mucha o poca experiencia con la confección de portadas:

La idea es la siguiente: Que cada lector que quiera prepare una portada para este fanfic, las unicas dos condiciones son:

Que no contengan imágenes sensuales (Ya que por eso denunciaron la historia la vez pasada)
Y tampoco imágenes de Meliodas en modo asalto (Esto es por petición propia ya que esta historia surge en un Universo Alternativo, en el cuál nuestro amado rubio no tiene estos poderes)

De ser aceptada esta dinámica, usaré cada una de las portadas que envíen, una cada vez que tengamos nuevo capítulo,  y ese capítulo será dedicado al lector que creó la portada y tendrá la oportunidad de sugerirme una idea que quiere que sea incorporada al fanfic, una escena,  un beso, un personaje original que quieran que aparezca y tenga un momento con algun personaje del mundo de NNT, etcétera.

Y antes del capitulo final pondremos esas portadas en votación para elegir la portada final del fic.

Esa es la idea
¿Quién dice yo?

De ser aceptado esto entra en vigencia a partir del próximo capítulo.

Ahora sí...
¡A leer!

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Luego de la cena, todos los habitantes de la casa se movieron a la sala, para disfrutar de unas cuantas películas de comedia a las que dejaban de prestar atención de a ratos mientras conversaban. Era entrada la noche cuando todos los agotados habitantes subieron a sus respectivas habitaciones. Mirana se despidió de ambas parejas con una enorme sonrisa llena de gozo.
M

eliodas y Elizabeth ingresaron a su respectiva alcoba luego de asegurarse de que su invitada estaba absolutamente cómoda.

En el caso de Zeldris y Gelda, estos fueron los primeros en encerrarse en su habitación y a pesar de estar bastante agotados por el largo día, los minutos pasaban con rapidez mientras conversaban entre susurros en la oscuridad.

-Verdaderamente que Mirana es una persona maravillosa –decidió comentar Gelda.

-Y eso que apenas la conoces… –respondió el azabache- Honestamente no sé qué habría sido de mí si no es por ella.

-¿A qué te refieres? –indagó la rubia volteándose para quedar frente a frente con su amado.

-Mi mamá murió cuando yo tenía cuatro años –explicó- Me sentí perdido sin ella, mi padre nunca podría suplir el vacio que ella dejó y cómo lo sabía no lo intentó siquiera. Se encerró en su trabajo para lidiar con la perdida, nunca volvió a ser ni una sombra del hombre de antaño. Aunque no es como que yo recuerde mucho, quien más sintió la pérdida de un padre fue Meliodas –comentó con algo de humor, para quitarle tristeza al asunto- Mirana trabajaba para la familia desde los dieciséis,  era la protegida de mamá y siempre vivió con nosotros.

«Cuando el cuerpo de mi mamá cedió ante la enfermedad, Mirana apenas tenía veintitrés años y se hizo cargo total de nosotros, nos recogía personalmente de la guardería, preparaba nuestras comidas y meriendas, jugaba con ambos y mediaba nuestras peleas; tal cual lo haría una madre. Ella se encargó de llenar el vacio en nosotros, sin dejar que la convirtiéramos en algo más… -pausó un segundo para humedecerse los labios con la lengua- Recuerdo los regaños que nos ganábamos cuando le decíamos mamá.

-¿Por qué los regañaba por eso? –preguntó con curiosidad la ojicarmesí.

-Mirana amaba a mi mamá, no se decirte si fue su figura materna o su mejor amiga y tal vez pensó que era un insulto a la figura de nuestra madre y no lo permitía, pero nosotros éramos testarudos y continuamos llamándola mamá durante algunos años –relató.

-¿Y qué los detuvo?

-Ella nunca lloraba, para nosotros solo tenía sonrisas, en las buenas y en las malas, aun en los meses oscuros luego del funeral, nunca la vimos llorar, pero cuando tenía siete años, Meliodas y yo escuchamos una conversación que no debíamos entre nuestros tíos, en nuestra inocencia nos dejamos contaminar con aquellas palabras y le reclamamos a Mirana, dijimos cosas demás, que verdaderamente no sentíamos –pausó para respirar profundamente.

«Esa noche ni mi hermano ni yo pudimos dormir, la culpa nos comía vivos y buscamos a Mirana por toda la casa sin encontrarla ni siquiera en su habitación, aterrados empezamos a llamarla a gritos, yo admito haber llorado, pero Meliodas dice que no lo hizo –recordó con una escueta sonrisa- De repente ella entró corriendo al salón y nos abrazó, su piel estaba fría, había estado paseando por el patio, nos arrulló hasta que pudimos explicarle coherentemente porque estábamos fuera de la cama en plena madrugada y le pedimos perdón de manera tormentosa y repetida mientras nos removíamos en sus brazos, rogándole que no nos dejara, prometiéndole que nos portaríamos bien.

-¿Qué pudieron decirle que fue tan fuerte? Eran solo unos niños –indagó Gelda, sin obtener más respuesta que el silencio del contrario. Y entendiendo que Zeldris no estaba listo para hablar de aquello, preguntó: -¿Y qué pasó luego? –usando un tono comprensivo.

-Ella nos abrazó más fuerte ocultando su rostro en nuestros hombros, mientras su cuerpo temblaba un poco, no nos miraba, pero cuando alzó la cara, la tenía llena de lágrimas. Y nos susurró una promesa: “No puedo ser su mamá, pero puedo ser su amiga. Sí aceptan, jamás me alejaré de ustedes”. Nosotros asentimos y ella nos dijo: “Es una promesa”.

«Dormimos en su cama lo que restaba de la noche. Desde ese momento solo hemos sido ella y nosotros, no tenemos secretos. Aunque supongo que ella sabe más de nosotros, que nosotros de ella –admitió en un suspiro.

-¿Qué te hace pensar así? –inquirió la fémina.

-Bueno, Mirana nunca nos ha dicho directamente que siente algo por mi padre y a veces… Se le nota, pero supongo que tiene demasiados años de experiencia moviéndose en mi disfuncional familia cómo para saber disimular muy bien. Pero lo más importante, es que… No sabemos nada de su pasado –confesó Zeldris con pesadumbre.

-Imagino que le han preguntado directamente.

-Algunas veces, pero ella siempre responde: “Hay cosas que dejé atrás y es mejor que se queden dónde están” –respondió con cierta irritación.

-Zeldris –llamó Gelda- ¿Estás seguro de que ella te quiere?

El azabache frunció el ceño ante aquella inesperada pregunta.

-¡Por supuesto que sí! –exclamó sin un ápice de duda. A lo que Gelda esbozó una sonrisa.

-Baja la voz, Zel –“regañó”- Entonces, no tienes por qué preocuparte. Ella los ama a ustedes tan sinceramente que ningún pasado o futuro podría alejarla de sus vidas –expuso con convicción- Además… Una dama tiene derecho a un par de secretos ¿O no?

-¡No! –exclamó encaprichado- Mi Mirana no debe tenerme secretos, si ella conoce hasta mi pijama de Pikachu yo le debo saber hasta cuantas canas tiene –argumentó de manera absurda.

-¿Pijama de Pikachu? –cuestionó la rubia sacándole un enorme sonrojo al azabache- Y no creo que pudieras saber cuántas canas tiene, tiene el cabello blanco, lo cual es muy conveniente –analizó- Pero más importante… ¿Tú Mirana? –preguntó escrutando seriamente el rostro masculino de sorprendidos ojos verdes.

-E-eh-ehm y-yo… -tartamudeó nervioso- No lo decía en sentido de pertenencia de un hombre a una mujer, másbiendeunhijoceloso –habló muy rápido causando que Gelda se riera sonoramente.

-Entendí, Zel. La amas cómo a una madre y tu instinto protector es bastante valido en mi opinión –razonó la mayor- Pero… No puedo pasar esto por alto –dijo en un tono de voz “amenazante”- ¿No es así, Zel-dris? –cuestionó en tono sensual apegándose al pecho masculino para separar el nombre del contrario en un susurro pecaminoso al oído del azabache.

Zeldris tragó saliva ruidosamente, para asentir en aprobación a la no propuesta de su amada, quien había llevado ambas manos a su cabeza para realizar exquisitas caricias a su cuero cabelludo, con las largas uñas de sus gráciles y pálidas manos.

-Te voy a castigar, Zeldris Demon –susurró la rubia antes de lanzarse a atacar los labios masculinos con fiereza.

La succión entre ambos pares de labios era pecaminosa, potente y exudaba deseo; ambas lenguas se enredaban en una batalla campal por el dominio, pero ninguno estaba dispuesto a ceder. Las manos femeninas abandonaron el cabello negro para pasearse por todos los contornos de la musculatura ajena, logrando que la piel del ojiverde se erizara ante el familiar tacto.

Gelda abandonó los labios masculinos, llevando su boca a la oreja de su amado, donde mordió y lamio el lóbulo de esta, deleitándose con los rugidos que ahogaba el azabache dentro de su pecho, mientras que sus manos delineaban cuanta zona erógena conocía del Demon menor.

Realizando un camino de besos, trazó un húmedo recorrido por ambas clavículas masculinas. Mientras Zeldris se removía inquieto bajo ella, empuñando las sabanas para contenerse de tomar el dominio de la situación, sabiendo muy bien que su prioridad era satisfacerla y sí Gelda quería dominarlo para “castigarlo”, él se dejaría hacer.

Los besos de la rubia llegaron a los pectorales del ojiverde, donde se detuvo largo rato, brindando húmedos besos a los pequeños botones pardos que coronaban los ejercitados músculos, mordiéndolos levemente a su antojo, disfrutando del tacto de la piel erizada contra sus hambrientos labios.

-Gel-da… -articuló en tono ronco el azabache.

-¿Sí, querido? –cuestionó la rubia en tono inocente, alzándose sobre el cuerpo masculino, observando con deleite la mirada oscurecida por el deseo en Zeldris.

-N-no creo… -siendo atajado por Gelda, quien se subió sobre sus caderas a horcajadas.

-¡Oh no, mi amor! –dijo sonriente- Esta noche tu serás mío y no oiré replicas al respecto.

Gelda emprendió un pequeño vaivén con sus caderas sobre la erección palpitante del azabache, que se sacudía por la deliciosa fricción entre ambos sexos, aun estando separados por la ropa interior de cada uno.

Ella estaba extasiada por el calor que se generaba por el roce de ambos y más aún por ver a su amado sometido ante sus palabras, los principios de Zeldris no le permitían ir mas allá de lo que ella le ordenara y tenía tal control sobre el mismo que era capaz de renunciar a parte de su placer con tal de que ella se sintiera totalmente complacida, era un amante generoso y dedicado.

Enternecida por la muestra de lealtad de su amado, disminuyó la fricción, inclinándose sobre el cuerpo masculino, para unir nuevamente sus labios en un fogoso beso.

-Te amo –susurró la ojicarmesí al separarse de la boca ajena.

-Y yo a ti, mi reina –respondió Zeldris con voz profunda y segura.
-Casi siento pena por no dejarte tocarme –admitió traviesa, con un brillo maligno en sus ojos cual rubíes- Casi… –repitió con una ceja alzada.

La boca rojiza y sensible de la fémina volvió a dibujar formas abstractas con sus besos por todo el abdomen firme de su hombre, acompañando los besos con sensuales masajes en los costados de este. La incursión bajó más, hasta el valle de su pelvis, donde se dibujaban los últimos abdominales, y justo donde reposaba el elástico del bóxer.

Con picardía, Gelda friccionó la poderosa erección contra sus senos, mientras aun besaba el abdomen ajeno, demorando el momento que Zeldris seguramente anhelaba, alzó la mirada para conectar sus orbes rubíes con las cuasi obsidianas de su amado, regodeándose en la desesperación de este. Y con ademanes casi ceremoniosos, besó los huesos de la cadera contraria, tomando el elástico de la ropa interior entre sus dedos, descubriendo la erección, donde depositó ligeros besos y lengüetazos que robaban gruñidos al contrario, continuo bajando con tranquilidad la tela por las musculosas piernas, lamiéndose los labios ante la visión de la gloriosa anatomía de su novio.

Al deslizar el bóxer fuera del cuerpo del azabache, se paró a los pies de la cama, mientras escaneaba la víbora carmesí de aspecto amenazante que se abrazaba al muslo izquierdo de Zeldris. Un deseo primitivo recorrió su cuerpo desde la columna hasta su palpitante y húmedo centro de placer. Llevó ambas manos a los delgados tirantes de su pijama y recorrió su cuerpo caliente en un viaje hasta el borde del vestido de dormir, levantándolo sobre su cabeza para quitárselo y dejarlo caer en el suelo de la habitación como un charco satinado de color blanco, quedando solo “vestida” con una minúscula y húmeda tanga de encaje negro.

Dio un rodeo a la cama, acariciando a Zeldris desde la punta de su pie izquierdo, pasando la yema de los dedos por el tatuaje carmesí, sobre el asta caliente que ansiaba por ella, los abdominales y pectorales, hasta posarse sobre los labios masculinos.

Zeldris al tener al alcance los dedos de su amada, besó sus dactilares con un amor tan puro cómo el de un padre que besa la frente de su hijo en las noches.

Gelda se mordió los labios y sonrió para su novio, reuniéndose en el lecho junto a él, subiéndose sobre su cadera, aplastando sus pechos contra los duros planos contrarios y besando con devoción al receptor de todos sus sentimientos.

Separando sus bocas, la rubia procedió a frotar su humedad contra el calor ajeno, haciendo que ambos exclamaran sonidos de éxtasis. Preparada para unirse con él, llevó su mano hasta la hombría de Zeldris, donde deslizó su mano con firmeza por toda su longitud y con el pulgar dio un breve masaje por el glande, esparciendo el líquido pre seminal,  con la mano libre hizo a un lado la húmeda tela de encaje que cubría su intimidad, decidida a hundir el asta en su carne, se acomodó y estaba por bajar cuando la mano de Zeldris la tomó por la muñeca.

-Gelda –llamó- Hay condones en la mesita, sabes que allí los pongo –recordó con firmeza.

La rubia rió ante la mirada seria de Zeldris, dejándolo atónito.

-Tomo pastillas anticonceptivas desde los quince años –confesó en cuanto logró parar de reír, pero ante la cara confundida de Zeldris agregó: - Tengo síndrome de ovarios poli quísticos, eso regula las hormonas y evita la proliferación de quistes.

-¡¿Y porque yo no sabía eso?! –reclamó.

-Una chica debe tener uno o dos secretos –recordó- Además… Estaba probándote –confesó.

-¿Qué? –cuestionó incrédulo, estaba por protestar, pero lo siguiente que escapo de sus labios fue un potente gemido.

Gelda había bajado sobre su erección, apresándolo en su cálido interior, dejando a Zeldris sin palabras y abandonando el hilo de sus pensamientos, para ser presa de las sensaciones. La rubia lo montó con maestría, llevando las manos masculinas de las sabanas a sus senos.

El azabache, dándose por entendido, jugueteo con los pechos de su amada, pellizcando y retorciendo los botones rosados que coronaban las voluptuosas cumbres, mientras proyectaba sus caderas al encuentro de la calidez femenina. Proclamando incoherencias, frases inconexas, maldiciones y sonidos guturales.
La rubia jadeaba  mientras aumentaba la velocidad de sus saltos, hasta que sintió sus rodillas empezar a fallarle, y pasó a restregarse sobre la pelvis masculina, gimiendo, todo esto mientras sentía un enorme calor concentrándose en su vientre, que luego de un par de minutos estalló en miles de fragmentos, catapultándola al éxtasis total y contrayendo fuertemente sus paredes vaginales alrededor del pene del azabache, quien poco después la acompañó con su propia liberación.

Minutos después la pareja normalizó sus respiraciones, sin deshacer su conexión. Zeldris acariciaba los rubios cabellos con gentileza y Gelda solo se dejaba hacer, sintiendo el cuerpo laxo.

-Entonces ¿Me estabas probando? –inquirió el ojiverde.

-Ahm… Bueno… -balbuceó mientras su cuerpo se tensó.

-Supongo que lo entiendo… -exhaló- Novio nuevo, con una reputación dudosa, quien asegura estar enamorado como un imbécil de una chica algo escéptica y pesimista, pero una romántica empedernida, que decidió guardarse algunas cartas para proteger su salud y corazón –argumentó- Lo entiendo, aunque llevemos tres meses de noviazgo en los cuales pudiste encontrar una oportunidad para contarme, dado que he sido brutalmente honesto contigo, Gelda – razonó- Pero… No puedo pasar esto por alto ¿No es así, Gel-da? –copió la frase de su amada en tono pícaro.

El cuerpo de Gelda se tensionó aún más, pero no de miedo, sino de expectación, conocía ese oscuro y travieso brillo en la mirada de su novio, y conducían a una tortura MUY placentera.

Zeldris, animado por las deliciosas contracciones de la rubia alrededor de su pene, ostentó una nueva erección. Y con una sonrisa maligna, afirmó el cuerpo femenino contra el suyo, para rotar con ella y que ahora Gelda quedara totalmente a su merced.

La mañana siguiente ambos necesitarían de mucha cafeína para mantenerse despiertos.

El sol despuntaba en el horizonte y los hermosos colores del amanecer iluminaron a dos amantes que dormitaban, luego de una intensa noche de hacer el amor en repetidas ocasiones, la dama abrazaba el cuerpo contrario con felicidad, mientras recibía pequeñas caricias de su novio en la espalda y Zeldris observaba el techo de la habitación mientras este se hacía más y más claro con el pasar de los minutos.

-Debería levantarme y poner la primera cafetera del día –bromeó Zeldris.

-Tú lo dirás de chiste, pero a mí se me antoja un buen expresso –dijo la rubia en tono perezoso.

-Tus deseos son ordenes –comentó con buen humor, mientras se soltaba de su amada y buscaba que ponerse.

Minutos después, el azabache bajaba las escaleras de madera, hasta la cocina, donde tardó un rato en localizar el café en las múltiples repisas de la amplia cocina, al dar con el recipiente donde guardaban el producto, programó la lujosa cafetera electrónica y se dispuso a esperar mientras miraba el amanecer por las puertas de cristal que daban a la terraza.

Percatándose de una figura femenina sentada en los escalones de madera que conectaban la terraza con la arena de la playa. La blanca cabellera de Mirana se mecía con el viento, mientras el amanecer dotaba de sus colores a las delicadas hebras blanquecinas. Por un segundo, Zeldris creyó que se trataba de Elizabeth, ya que de espaldas lucían bastante parecidas, pero su instinto rechazó aquella elucubración.

El azabache se acercó hasta la puerta, abriéndola de un suave tirón, llamando la atención de la mayor, quien lo vio con gesto desconcertado, pero, de inmediato bajó la mirada, ocultando algo.

Zeldris tomó asiento en la escaleras junto a ella, en completo silencio, tratando de descifrar aquel ambiente melancólico que flotaba alrededor de la mujer.

-Un paisaje hermoso ¿No crees? –cuestionó la peliblanca con la voz levemente rota.

-Meliodas siempre ha tenido ojo para las buenas propiedades –comentó.

-Ese niño tiene múltiples talentos, pero aun no descubre el más importante de todos –murmuró más para sí misma que para el azabache.

-¿Acaso yo no los tengo? –cuestionó haciéndose el enfadado.

-Nunca los compararía, son el día y la noche para mí –respondió- Creí que dejaste esos celos en el pasado –dijo en tono jocoso.

-Lo hice, pero a veces me sigue jodiendo que siempre digan Meliodas esto, Meliodas aquello –confesó.

-Meliodas es lo que tú no eres y tú eres lo que Meliodas no es, cada uno perfecto  e imperfecto a su manera. Tal y como Elise los hizo… -comentó con cariño, mientras depositaba una maternal caricia en los cabellos negros.

-Quisiera que alguien le diga eso a mi padre… -suspiró.

-Damián… Tu padre… Ese hombre necesita con urgencia una paliza. Va errado y ciego por la vida, ruego todas las noches a Elise, para que lo guíe al camino correcto. O terminará en un abismo sin luz… -argumentó con rabia y dolor reflejándose en sus ojos.

-Mi-Mira… -susurró Zeldris, percatándose de que la mujer frente a él se esforzaba por contener las lágrimas.

-Por cierto… ¿Qué haces tú despierto a esta hora? –cuestionó para desviar el tema.

Las mejillas de Zeldris se colorearon de un fuerte rojo, tan avergonzado que apartó el rostro del escrutinio de los detallistas ojos zafiro.

-Bien –aceptó la mayor- Mejor me adelanto con el desayuno –comentó feliz.

-¡Ma-mamá no es necesario! –exclamó el azabache.

Ambos quedaron paralizados ante las palabras del más joven, sus ojos no se apartaban  de los contrarios, azul contra verde. Mirana rió y solo atinó a darle un leve coscorrón al de cabellos oscuros, para ingresar a la casa y apoderarse de la cocina.

Cuando Meliodas y Elizabeth bajaron de su habitación casi dos horas después, encontraron a Mirana sirviendo el desayuno a Zeldris y Gelda, mientras que ambas féminas conversaban animadamente frente a un sereno y callado Zeldris.

-Mirana –habló Meliodas- No era necesario que te ocuparas del desayuno.

-¡Ya lo intenté! –advirtió Zeldris.

Meliodas se acercó al sartén donde Mirana preparaba tostadas a la francesa, dispuesto a encargarse del resto de la preparación para que la peliblanca se sentara a comer.

-¡Aléjate de mis tostadas, Meliodas Demon! –regañó la ojiazul mientras le pegaba en la mano al rubio con una paleta de madera.

-¡P-pero…!

-Nada de peros y anda a sentarte –dijo la mayor entrando en modo mamá.

Mientras Meliodas era regañado; Elizabeth sacó silenciosamente dos cartones de jugo de naranja del refrigerador, para ponerlos en el centro del mesón, al igual que vasos, mermelada y dos tazas para su novio y ella.

-¿Y porque Elizabeth si puede ayudar? –cuestionó el rubio regañado desde su taburete.

-¡Oh! No lo noté… -admitió la peliblanca, dándose cuenta que la platinada sostenía el plato donde estaba depositando las tostadas que iba sacando de la sartén.

-Buenos días, Mira –saludó con gentileza la platinada- Ve a sentarte, así estamos bien –señalando las tostadas y los otros alimentos que ella puso en el mesón, cómo yogurt líquido, fruta picada y cereales.

-Ahm… Está bien, Eli –aceptó impresionada.

-Mirana 0. Elizabeth 1 –bromeó Gelda.

Todos se sentaron a comer mientras charlaban trivialidades, hasta que el tema de la fiesta salió y Elizabeth comenzó a dejarle “tareas” a Meliodas, quien dócilmente aceptaba, ante la atónita mirada de Mirana, y la risa burlona de Zeldris y Gelda.

Luego del desayuno las mujeres comenzaron a limpiar lo usado y organizar la casa, para los invitados que llegarían en pocas horas. Además de preparar diversos postres y aperitivos para la larga velada que se avecinaba.

A eso de las once, los invitados comenzaron a llegar, los primeros fueron King y Diane, seguidos de Escanor y Merlín quienes comunicaron su compromiso a una extasiada Mirana, quien grito cómo niña pequeña de la emoción.

Los siguientes fueron Gowther y Nadja junto a un inesperado pelirosado; Hawk, y por último los invitados de honor Ban y Elaine haciendo una algarabía al entrar con diversos aparatos electrónicos que comenzaron a conectar al sistema de sonido de la casa, dando más potencia a la música que imperaba.

Por la tarde la mayoría de los hombres se encargaron de preparar la parrillada, mientras Escanor preparaba cocteles para las damas, quienes jugaban como niñas en la arena. Tomándose cientos de fotos con el transcurrir de las horas, mientras nadaban, corrían, jugaban voleyball o tenis, construían castillos de arena, hacían luchas en el mar o enterraban a King cuando se quedó dormido.

Para la noche, lo único que mantenía a todos activos eran las grandes cantidades de alcohol y azúcar que tenían en su sistema, luego de cenar comida chatarra casera, Ban se acercó al complicado equipo que había instalado junto con Elaine y encendiendo luces, la pantalla plana y conectándole una laptop, posteriormente tomó un micrófono.

-Buenas noches, queridos alcohólicos presentes –bromeó.

-¡El burro hablando de orejas! –exclamó Hawk.

-¡Gracias, maestro! –respondió irónico el ojicarmesí- Bueno, como iba diciendo, para hacer memorable esta despedida en honor a mi amada Elaine y yo, afinen sus voces y pasos de baile, que aquí se armó la noche de talentos –anunció, a lo que todos gritaron de aceptación.

Para romper el hielo, lo primero que hizo Ban fue conectar a la pantalla plana una consola de videojuegos, mostrándoles a sus amigos todas las versiones disponibles del juego Just Dance hasta la fecha, a lo que las chicas gritaron emocionadas.

Las primeras en levantarse fueron Diane, Elizabeth y Gelda quienes bailaron I’m an albatraoz, luego Nadja y Elaine pasaron con Daddy, Merlín se atrevió a bailar sola Oops… Did it again! Cuando los hombres se animaron, todo fue más divertido, Meliodas y Elizabeth jugaron Gibberish, Zeldris y Gelda Limbo, y así sucesivamente. Participaron por parejas o grupos de solo hombres o mujeres, inclusive Hawk bailó dos o tres canciones, la única que no se había levantado era Mirana.

No contentos con la reserva de Mirana, todos empezaron a animarla para que se atreviera y ella se negó hasta que Gelda y Elizabeth la halaron de ambos brazos, levantándola de su lugar en el sofá, la rubia eligió una canción, mientras la platinada le daba charla moral a la mayor.

Cuando la enérgica música de Hey Mamma, sonó por los altavoces, Gelda y Elizabeth posicionaron a la peliblanca en el centro, quien incomoda empezó a seguir los pasos del personaje que le correspondía, pero, ante los aplausos y ánimos de parte del resto del grupo se soltó, demostrando un dominio total de su cuerpo y una confianza que exudaba por todos sus poros, los demás solo estallaron en gritos y aplausos, incluyendo a los hermanos Demon, quienes eran los más impresionados con aquel lado recién descubierto de su niñera.

La música finalizó y los hermanos corrieron a abrazar a sus chicas y niñera, haciendo comentarios burlones, sonrojando a la mayor y coaccionándola para que bailase con cada uno. Nuevas rondas de baile pasaron, mas mescladas que antes y en una de ellas Mirana aceptó bailar con el pelirosa, dejando que él escogiera la canción.

Y cuando Animals inició, Mirana bailó con confianza, ignorando que los hermanos de ojos verdes estaban grabando su presentación, mientras todos gritaban, cumplidos y vulgaridades jocosas.

Al cansarse del juego, pasaron a hacer karaoke, algunas las cantaban todos juntos coreando a quien sostenía el micrófono, en otras oportunidades se presentaban en tríos, hasta Zeldris y Meliodas pasaron a cantar juntos. En una oportunidad Mirana se levantó por voluntad propia y le pidió a Ban una canción: Alice’s Tango, la primera parte de la canción fue cantada casi en susurros, con una voz bastante armoniosa, aunque nada sorprendente, pero al llegar al crescendo de la canción, la voz de la peliblanca se transformó, a una potente y maravillosa, pero lo que más impactaba era la actitud con la que fue escenificada.

Todos en la casa estallaron en aplausos para la sonrojada peliblanca, seguido de ello Ban se posicionó junto a ella, tomando otro micrófono:

-¡Cuánto talento hay en la casa Demon! –exclamó- Pero ahora toca un grupo muy especial, que está muy cerca de mi corazón, únanse a mí, la víbora y el dragón, por favor –dijo jocoso.

Meliodas y Zeldris se pararon junto al ojirojo, quien les pasó un micrófono a cada uno y les susurró algo al oído, a lo que asintieron y se posicionaron dándole la espalda a la pantalla, al parecer se conocían de sobra la canción.

-Y con ustedes… ¡Ban y sus perras! –exclamó el ojirojo en tono jocoso, ganándose un puñetazo doble de los hermanos.

-We go together. Better tan birds of a feather, you and me… -inició Zeldris.

-I’ve been dancin’ on top of cars and stumblin’ out of bars. I follow you througt the dark, can’t get enough… -entonó armoniosamente Meliodas.

-I’m a sucker for you. You say the Word and I’ll go anywhere blindly… -corearon los tres.

La música avanzaba mientras las tres voces masculinas cantaban armoniosamente, ante las impresionadas novias de los poseedores de esas voces. Meliodas, Ban y Zeldris, se movían con confianza, divirtiéndose verdaderamente mientras cantaban y lanzaban guiños a sus chicas, quienes solo acertaban a gritar como fanáticas enfebrecidas, mientras Mirana grababa todo, dispuesta a agregar ese video a su colección de “Momentos Demon”.

-I’m a sucker for all the subliminal things. No one knows about you (About you), about you (About you). And you’re makin’ the typical me break my typical rules. It’s true, I’m a sucker for you. I’m a sucker for you –entonaron los tres el ultimo coro.

-Estos fueron: Zeldris y sus perras –bromeó el azabache, aludiendo a que la mayoría de los versos eran con su voz.

La algarabía continúo por un par de horas más, mientras el grupo hablaba variedades y se compartían las fotografías y videos tomados a lo largo del día, subiéndolas a sus redes sociales, excluyendo las que revelaran el secreto de Meliodas y Elizabeth.

Cuando la madrugada sobrevino todos los invitados se acomodaron en las diversas habitaciones para descansar, en especial Zeldris y Gelda quienes llevaban un poco más de treinta y seis horas despiertos.

En su habitación, Mirana revisaba las fotografías y videos tomados, en especial los que le tomaron a ella bailando con Hawk y cantando, se convertirían en recuerdos muy preciados para ella, ya que, a pesar de los años que llevaban juntos, ella y los hermanos Demon nunca habían salido de esa manera, pero ahora que conocía la experiencia, esperaba poder compartir más con aquellas almas maravillosas que ella había ayudado a criar y que amaba con locura.

Abrió la aplicación de WhatsApp y subió un par de clips de video a sus estados,  un trozo de la canción que había cantado, su divertida experiencia de baile con Hawk y una foto que ella y el pelirosa se tomaron juntos riendo para la cámara. Encontró en el hombre rellenito un buen amigo. Al final de lo poco que posteo colocó un mensaje: “Una noche inolvidable, con amigos inolvidables”. Bloqueo el celular y se sumergió en las sabanas para descansar del agotador día.

Ignorando que horas después, aquellas publicaciones serían vistas y malinterpretadas por su jefe. Con peculiares y catastróficas consecuencias.

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¡Yaaaaay Actualización!

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Gracias por las listas, los comentarios, las estrellas, las visualizaciones, la paciencia y los ánimos que me han brindado. Mi trabajo es por y para ustedes, este mundo es de todos y todos podemos participar de el. 

¡Saludos a los fantasmitas!
Espero que entre ellos esten esos nombres que ya no veo entre los comentarios o votos.

¿Sugerencias, preguntas, estrellas, tomatazos?

Besos y abrazos
Mia_Gnzlz

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