23._ Bad Girls

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-Hola, preciosa -dijo Meliodas al contestar la nueva llamada entrante.

-Buenos días, rubio sexy -respondió Elizabeth con voz coqueta.

-Cariño... -murmuró el rubio con voz grave- Sabes que me pones como un caballo cuando hablas así -advirtió.

-Jaja. Eso lo sé -admitió la platinada con coquetería.

-¡Demonios! -exclamó con frustración, ganándose las miradas extrañadas de algunos clientes de la tienda.

-Bien... Dejo de provocarte -declaró la paz- ¿Qué estás haciendo?

-Compro un smoking -informó mientras pasaba las perchas de impolutos trajes alineados.

-Entonces decidiste acompañar a Liz... -murmuró.

-¿Celosa, cariño? -se burló el rubio.

-Para nada -negó, aun a sabiendas que mentía.

-Tranquila, preciosa. Solo estaré sentado como un niño bueno y jugaré flappy bird mientras acaba la pasarela - intentó tranquilizar a su pareja- Por cierto ¿Quieres ayudarme a elegir?

-Pon la cámara, rubio -contestó animadamente.

Segundos después, Meliodas pasaba algunas perchas con la diestra y con la izquierda apuntaba su teléfono a los trajes, mientras de vez en cuando ojeaba la graciosa cara de concentración de su amada.

-¡Para! -exclamó la platinada.

El rubio observó el smoking que llamó la atención de su amada, encontrándose con un tejido de acabado mate en color azul medianoche de solapas negras. Alzando la mano llamó al dependiente que había esperado en silencio tras él y le indicó que se probaría aquel modelo en un perfecto inglés.

Caminó hasta los probadores junto al dependiente, ignorándolo mientras escuchaba atentamente las opiniones de su novia respecto al atuendo, las palabras corte, silueta y adecuado a su fisionomía se repitieron al menos tres veces antes de estar frente al probador. Estaba por ingresar amplio cubículo cuando el dependiente le informó que no podía ingresar con la videollamada en curso.

Meliodas miró al inocente empleado como si este le hubiera insultado.

-¿Acaso no sabes con quien estás hablando? -preguntó al empleado con una sonrisa tétrica curvando sus labios.

-Mel, cariño. Tu sabrás si te queda bien, te llamo en algunos minutos... -intentó tranquilizar a su volátil pareja, siendo deliberadamente ignorada por Meliodas.

-Se-señor, lo lamento pero son políticas de la tienda -informó el empleado, intimidado por la vibra que desprendía el heredero.

-Bien -aceptó Meliodas, dándose la vuelta para salir del probador.

-¿Se-señor? -tartamudeó el dependiente ante la retirada del rubio.

El rubio inició su marcha de la tienda, caminando con elegancia, aunque en su rostro se veía su evidente descontento, mientras su novia intentaba dialogar con él y este solo miraba su rostro en la pantalla para que ella supiera que no la ignoraba. El empleado del costoso local quedó de piedra ante la actitud del cliente, observándolo marcharse, pero más fue su impresión cuando su elitista jefe salió de su oficina para acercarse en actitud dócil al cliente, por lo que se acercó a ambos discretamente, aun con el smoking colgado a su brazo.

-Sí no encontró algo de su gusto, señor Demon, podemos hacerle un diseño exclusivo -informó el solicito gerente.

-No tengo tiempo para esas tonterías -respondió Meliodas- Necesitaba un smoking para la apertura de la semana de la moda esta noche, pero... -murmuró el rubio volteando a ver de refilón al pálido empleado que observaba incrédulo aquella situación a unos pasos de distancia.

El empleado temió por él y su trabajo, si aquel rubio hablaba, seguramente sería despedido por no doblar las políticas por aquel, en apariencia, importante cliente. Meliodas sonrió ante su expresión de pánico.

-Al parecer su mercancía no satisface los exigentes gustos míos y de mi prometida -concluyó el ojiverde mirando la pantalla que reflejaba el rostro conmocionado de Elizabeth.

-¿Nos vamos, señor Demon? -intervino el asistente del rubio acercándose a él con la gabardina de este entre sus manos.

El gerente vio con desesperación a todas las direcciones, buscando la manera de retener al rubio, quien de usar uno de sus trajes en la apertura de la exclusiva semana de la moda, traería publicidad invaluable para su negocio. Y la salvación, llegó al notar el rostro incomodo de la dama platinada en el celular del rubio y el traje azul en las manos de uno de sus empleados.

-Mi señor, si me concede unos minutos más, mandaré a traer para usted una nueva colección que aún no se muestra al público, la peculiaridad de esta son sus tonos azules y verdes, tenemos desde el celeste al esmeralda -informó el gerente- ¿Gustaría verlos, señorita? -habló directamente a la platinada.

Por unos instantes, Elizabeth habló en japonés para su novio y aunque él estaba dispuesto a negar su solicitud. La platinada se le adelantó y aceptó la propuesta del gerente en su nombre. Por lo que, para no llevar abiertamente la contraria a su novia, y enfadarla, se dejó guiar hasta una elegante sala de espera donde le serian mostrados aquellas prendas de la supuesta nueva colección.

Mientras esperaba, fue servido con pleitesía por el empleado de antes en lo que el gerente regresaba, el hombre joven se desvivía por lograr que Meliodas aceptara aunque fuera un simple vaso con agua de su parte, pero él continuamente le ignoró mientras conversaba con su novia, quien no parecía muy contenta con su actitud de príncipe. Dos minutos y Elizabeth ya lo había convencido de que al menos debía dirigirle la palabra al inquieto hombre, que parecía rondar los treinta y estar al borde de un ataque de pánico.

-Trabajas para atender a hombres poderosos -habló el ojiverde.

-¿Se-señor? -preguntó el hombre confuso.

-En un trabajo como este deberías aprender a diferenciar a los clientes con poder de los normales -aconsejó- De ahora en adelante deberás estar al pendiente de la farándula y revistas de economía, si sabes a quien sirves la situación no te sobrepasará -concluyó finalmente volviendo a dirigir la mirada a su teléfono.

Segundos después, el hombre entendió que aquellas palabras eran una muestra de "amabilidad" por parte del imponente rubio, dejando así enterrada el hacha de guerra entre ambos.

-¡Gracias, Señor Demon! -exclamó el empleado.

-Que no se te olvide ese apellido -comentó sonriendo con arrogancia- ¿Podrías traerme una botella de agua mineral sin gas? Por favor -pidió con modales fríos.

-¡Enseguida!

Algunos minutos después, Elizabeth examinaba concienzudamente a través de la cámara los smoking que había traído el gerente, todos de tres piezas y en vibrantes colores. Meliodas observaba los diseños con duda, ya que colores brillantes no eran lo suyo, a excepción del blanco y no usaría un smoking blanco a menos que se fuera a una boda y él fuera el novio.

-Me gustaría algo más sobrio, los colores son demasiado brillantes. Las siluetas son perfectas pero hay algo que no termina de convencerme -indicó Elizabeth al descartar un diseño de tres piezas color esmeralda.

-¿Podría sugerir algo? -intervino el empleado- Antes le gustó el modelo azul media noche, pero puede ser algo apagado para el evento en cuestión -razonó acercándose al perchero que contenía los trajes- ¿Qué les parece este?

Entre sus manos, el empleado tenía el gancho de un saco color azul, muy parecido al anterior, pero la tela era distinta, en vez de acabado mate al incidirle la luz destellaba en azul rey, dando un efecto parecido al de la gamuza, los botones y solapas eran de color negro mate con un fino reborde plateado.

-¿Te lo probarías? -preguntó Elizabeth al rubio en inglés.

-Por ti, hasta traje de payaso me pondría -bromeó Meliodas en el mismo idioma.

Algunos minutos después Meliodas abandonaba el cambiador ataviado en el soberbio traje que le quedaba como un guante, resaltando sus exóticos rasgos.

-Luce fantástico, señor Demon -halagó el empleado mientras sostenía el teléfono de este para que Elizabeth le viera de cuerpo completo.

-Parece que fue hecho para usted -convino el gerente.

-¿Tu que dices Elizabeth? -preguntó el rubio a su novia.

Ella guardo silencio algunos minutos, poniendo nerviosos a los dependientes.

-Que lamento no estar allí, rubio -contestó en inglés para que los empleados dejaran de contener el aliento.

-Me lo llevo, nishishi -se burló Meliodas al notar la mirada oscura de deseo en la platinada.

En caja, rápidamente facturaron y el rubio salió de la tienda con más bolsas de las que planeaba, ya que Elizabeth pidió hablar un momento con el dependiente a solas, por lo que al abandonar la tienda, su asistente cargaba un paquete que obviamente contenía la caja de unos zapatos que la platinada le pidió no ver. La pareja se despidió asegurándose que se amaban y extrañaban

Llegada la noche, Meliodas sonrió al ver el calzado elegido por su novia.

-Esa mujer definitivamente me conoce -bromeó a sí mismo en la soledad de su habitación.

Una hora después, la camioneta blindada en la que viajaba el rubio se detuvo ante la alfombra roja del inmenso centro social donde se celebraba la pasarela, el vehículo pasó desapercibido por los reporteros porque entre tanta limusina, asumieron que nadie importante llegaría en aquel tipo de transporte. Pero todo cambió en cuanto uno de sus guardaespaldas abrió la puerta trasera del carro y él pisó la estela carmesí.

-¡Es Meliodas Demon! -gritó uno de los reposteros y todos los demás voltearon en su dirección, como girasoles hacia el sol.

La avalancha de flashes arrancó destellos azul metalizado de su traje, posó algunos segundos para los camarógrafos, con ambas manos enfundadas en los bolsillos, sonriendo espléndidamente, porque sabía que al otro día aquellas fotos darían la vuelta al mundo y su novia le vería usando los zapatos elegantes de cuero italiano negro y azul, que ella había escogido para él.

-¡Señor Demon! ¡Señor Demon! -gritaban los reporteros.

-¿Quién lo viste esta noche? -preguntó en ingles uno de los periodistas y Meliodas giró en su dirección.

-Las piezas que visto fueron especialmente escogidas por mi novia del inventario exclusivo del Atelier Prímula, allí ellos estarán encantados de hablarles del genio del diseño tras este traje -respondió Meliodas con una sonrisa altiva.

El rubio continuó con su camino por la alfombra sin detenerse a responder nada más, una vez en la puerta entregó su invitación al guardia y uno de los empleados del evento se encargó de guiarlo hasta su asiento y servirle un coctel de su agrado.

Tras la pasarela, en los vestidores una de las modelos gritó de emoción y corrió en búsqueda de su compañera pelirroja.

-¡Esta aquí! ¡Está aquí! -gritó la castaña abrazando su celular.

-¡Por Dios, Mía! ¿Es necesario gritar? -cuestionó la irritada Ren.

-¿Quién está aquí? -preguntó Liz.

-¡Mira! -exclamó la modelo mostrándole su celular a la pelirroja, donde atrasó una transmisión en vivo en Youtube sobre el evento.

-Es... -susurró ahogadamente Liz al ver la cabellera rubia de Meliodas.

-¡Sí! ¡Vino por ti! -afirmó la emocionada Mía.

Del video se escuchó:

-Las piezas que visto fueron especialmente escogidas por mi novia del inventario... -y la castaña lo pausó al ver el gesto sombrío de Liz.

-¡Que importa esa fulana novia! ¡Él está aquí por ti! -afirmó con seguridad.

-No sé qué pienses tú, pero él habla de ella y vino solo -razonó la mediana de los Edinburgh- Yo no dejaría que mi pareja viniera solo a un evento donde está la chica con la que su familia quiere casarlo. Ella no se interesa por él verdaderamente -dictaminó.

-Puede que tengas razón... -aceptó Liz.

El evento dio inicio entre aplausos y bullicio, mientras renombrados diseñadores presentaban sus colecciones, y como Meliodas había prometido, se la pasó jugando con su teléfono ya que aquellas cosas no eran lo suyo, la única vez que alzó la cabeza fue cuando anunciaron la marca para la que trabajaba su amiga de la infancia. Aplaudió sin emoción en cuanto terminó el discurso y buscó entre las diversas modelos el distintivo cabello de Liz.

Al momento de posar frente a todos los camarógrafos, ella escuchó la voz de Meliodas, alentándola.

-¡Liz! -exclamó el rubio sin importarle la posible censura de los otros asistentes.

Por la esquina del ojo, la pelirroja visualizó a Meliodas aplaudiéndole y ella sonrió encantada. El resto de la colección pasó igual. Al Lizzette llegar al último tramo de la pasarela el rubio le aplaudía fuertemente, en una de esas oportunidades, él grabó un corto video y lo subió a sus redes sociales, con el pie: ¿No luce fantástica? #Pride a)DanaforEliott a)LizzDana4.

Tres horas después y al menos dieciséis partidas de Flappy Bird, Meliodas fue conducido por uno de los organizadores tras el escenario, donde Liz le recibió con un fuerte abrazo.

-¡Gracias por venir! -exclamó ella.

-Fue un gusto, subí un poco de tu pasarela a Instagram para que tu padre la viera -comentó con amabilidad- Aunque seguramente vio la transmisión en vivo, nishishi.

-Igualmente, él agradecerá el gesto -razonó conmovida por el gesto.

-Bueno, Liz, yo... -intentó hablar Meliodas, mas fue interrumpido por una voz femenina que llamaba a su interlocutora.

-¡Liz! ¡Allí estas! -gritó una rubia acercándose al dúo- La limusina llegara en unos minutos -avisó- ¡Oh, tú debes ser el amigo de Liz! Soy Fabiana Spósito -se presentó en un fluido ingles extendiendo la mano al ojiverde, y este la estrechó levemente en silencio- Tu también vendrás con nosotras ¿Verdad? Así todas vamos acompañadas. Iremos en la limo un grupo de doce, contándote, la fiesta será muy divertida -reveló.

-¡Fabi! -gritó la pelirroja avergonzada.

-¡Vamos, es cierto! -rebatió la rubia.

-Fabi, Meliodas está en la ciudad por negocios y es posible que... -Liz trató de disuadir a su amiga.

-Iré -aseguró Meliodas- Un par de tragos no han matado a nadie -comentó con tranquilidad- Por cierto, soy Meliodas Demon -se presentó con las manos en los bolsillos.

Y así el rubio cayó en el plan retorcido de las modelos.

Cuarenta minutos más tarde, Meliodas entraba al suntuoso local alquilado para la fiesta inaugural de la semana de la moda, por supuesto, con Liz asida a su brazo derecho. La chica de cabello carmesí lucia radiante al lado del heredero, enfundada en un vestido dorado de corte sirena que le sentaba como un guante y con un bonito maquillaje que resaltaba sus azules ojos, sin duda Lizzette era una belleza, mas no la belleza que habitaba el corazón de Meliodas, pero eso no lo sabían los reporteros, que al ver el grupo caminar por el alfombrado, los bañó con la luz de los flashes, captando a la "pareja" Demon/Danafor.

Durante las dos primeras horas fue una fiesta bastante aburrida, el típico y monótono evento de alta sociedad al que Meliodas estaba acostumbrado, y aunque fue presentado a gente importante con las que conversó fluidamente, tendiendo nuevas relaciones provechosas para la empresa Demon, a esas alturas ya estaba harto de insípida champaña y cocteles con nombres en francés.

Intentó irse en dos ocasiones, pero Liz y sus amigas le retuvieron prometiéndole que luego de que se fueran los inversionistas avanzados en edad, la reunión tomaría otro tipo de ambiente más juvenil. Por lo que esperó.

A eso de las dos de la madrugada, la música fue cambiada por una más actual, el bartender sirvió preparaciones más fuertes y de gustos novedosos, y los invitados comenzaron a moverse en la pista de baile siguiendo los ritmos eclécticos seleccionados por el Dj, animados por el ambiente discreto y oscuro, brevemente iluminado por las luces de colores de discoteca.

Meliodas comenzó a divertirse en serio con el alocado grupo de modelos, tomándose fotos con las amigas de Liz y sus acompañantes, a veces siendo captados por los flashes de cámaras profesionales, pero no estaban haciendo nada malo y no había nadie severamente borracho cuya dignidad quedara por los suelos en la prensa al día siguiente, por lo que dejaron a los camarógrafos estar.

Las cuatro de la mañana sobrevino sobre la capital de la moda italiana y a esa hora Meliodas se acercó al oído de su amiga para hablarle sin que la música distorsionara lo que quería decirle.

-¡Hey, Liz! ¡Tengo que irme, a las diez tengo una reunión en la sucursal de la empresa y necesito descansar algo! ¡O me veré como mapache frente a esos estirados! -informó- ¿Te llevo? -preguntó con buena intención.

-¡Sí! ¡Gracias! -aceptó la pelirroja.

El rubio y la pelirroja se despidieron a gritos del resto del grupo y caminaron lentamente a la salida del local, haciendo tiempo para que los empleados del rubio llegaran por ellos.

-Fue una buena fiesta -murmuró Meliodas con la garganta adolorida de tanto gritar y los oídos silbándole.

-¡Te dijimos que sería divertido en algún momento! -exclamó ella en voz demasiado alta para los sensibles oídos del rubio.

-No grites, Liz -la reprendió como a una niña pequeña- Ya llegaron -advirtió mirando a través de las puertas acristaladas.

Los porteros abrieron la puerta para ellos y una corriente de aire frio los envolvió a ambos; Meliodas notó que la piel de los hombros descubiertos de Liz se había erizado, por lo que se desprendió de su saco y con el cubrió a la fémina. Ofreciéndole su brazo para ayudarla a bajar los cuatro peldaños que les esperaban al salir, consciente de que ella debía de tener las piernas cansadas por los altos tacones que usaba.

Avanzaron por la alfombra tranquilamente, mientras el guardaespaldas del rubio mantenía abierta la puerta del coche para ellos, cuando Liz se adelantó para abordar, captó a unos reporteros escondidos en una esquina cercana y los consejos de sus amigas pasaron por su cabeza, fingiendo tropezarse y cayendo a los brazos del ojiverde.

-L-lo siento -murmuró ella, incorporándose lentamente mientras se acercaba en demasía al cuerpo masculino.

-¿Estas mareada o te duelen las piernas? -indagó Meliodas preocupado.

-So-solo estoy un poco mareada -explicó con coquetería- Demasiados martinis -soltando una pequeña risa, manteniéndose fuertemente asida al cuerpo musculoso, acercándose peligrosamente al rostro contrario.

Meliodas cuadró los hombros al sentir el aliento alcohólico de la pelirroja sobre sus labios, alejándose cuidadosamente para que ella no perdiera el equilibrio en un movimiento brusco. Con caballerosidad puso una mano en la estrecha cintura femenina y la condujo lentamente dentro del vehículo. El guardia cerró la puerta por indicación del rubio, luego Meliodas dio la vuelta hasta la otra puerta, tratando de evitar que el supuesto mareo de Liz empeorara con el exceso de movimiento.

Aquella deferencia y cortesía fue captada toma a toma por la cámara de un experimentado periodista de escándalos, quien tenía la fama de siempre conseguir asombrosas tomas y exclusivas de los grandes empresarios y estrellas a lo largo y ancho del mundo. Y las fotos de Meliodas y Liz serian un aporte muy jugoso a su cuenta bancaria en cuanto vendiera aquel material al mejor postor de las revistas de cotilleo.

Luego de dejar sana y salva a Liz dentro de su apartamento, Meliodas apresuró a sus empleados para que lo llevaran a su hotel, estaba ansioso por poner la cabeza en la almohada.

Mientras el rubio dormía, las imprentas y páginas Web de toda Italia estaban haciendo públicas las fotos de su aparición en la semana de la moda y posteriormente fiesta privada, del brazo de Liz.

El jueves despuntó en Japón con su usual tranquilidad. Elizabeth recién despertaba, abandonó con pereza su alcoba y arrastró los pies hasta la cocina encontrándose con su compañera de casa temporal frente a la estufa haciendo el desayuno.

-¡Qué bien huele, Mira! -felicitó la platinada al ver como la maestra culinaria de cabellos blancos volteaba panqueques como una profesional- Seguro que en estos pocos días, mínimo he aumentado un kilo.

-Estas esplendida, Ellie. Ahora nada de quejas y desayuna -comentó poniendo un par de panqueques con miel en manos de la más joven.

Mirana desde que Meliodas había salido, no había vuelto a dormir en la mansión Demon y aunque estuviera descuidando a Zeldris, quien tenía el mal hábito de salir al trabajo sin desayunar, sabía que todos sus movimientos estaban siendo reportados a su jefe y que él no estaba nada feliz por su repentina ausencia, la cantidad de mensajes en su chat de Whatsapp lo demostraba. Damián estaba iracundo, pero a ella no le importaba, su rebeldía era la manera de castigarlo por tener la osadía de investigarla.

En sus momentos de mayor irritación, cuando notaba el descarado seguimiento del investigador privado a sus espaldas, que había perdido hasta la discreción al seguirla desde que ella misma le dio acceso a su computadora, se le ocurría que debía llamar a Giotto para enterarse de que fue lo que enviaron a Damián, solo para reírse a su costa.

Como recientemente acostumbraban, ambas mujeres se alistaban para sus empleos luego de desayunar juntas, posteriormente subían al deportivo de Elizabeth, que tenía los vidrios polarizados, conducían a la mansión Demon donde Mirana iniciaba su jornada de trabajo y para finalizar la platinada se dirigía a su empleo.

Elizabeth atravesó con tranquilidad la puerta de su oficina e inició su computadora, revisó algunos documentos mientras esta completaba el proceso de acceso, pronto se encontró revisando su correo, cuando una barra de noticias arrojó un titular que le llamó la atención: "Meliodas Demon en la semana de la moda".

Abrir ese enlace, equivalió a la caja de pandora. Frente a los ojos azules se mostraron muchas fotografía del rubio, donde lucia increíblemente guapo, lo que no le gustó, fueron las tomas en las que salía acompañado, trató de mantenerse centrada, ya que ella misma estaba consciente de que él asistiría a aquel evento y que de una u otra manera terminaría en la prensa junto a Liz.

Lo peor vino después, cuando una noticia la redirigió a otra, donde un grupo de modelos rodeaban al rubio en actitud coqueta, aunque la peor era Liz, que lo abrazaba hundiéndolo en su escote, y según ella, Meliodas no tenía ni una pizca de incomodidad en el rostro.

Respiró profundamente, conversaría con Meliodas luego, primero su trabajo, ese día tenía que concluir varios acuerdos importantes y no podía estar dispersa. Planeaba reanudar sus labores cuando la voz de Zaneri en su puerta la distrajo.

-¿Qué sucede? -cuestionó tratando de disimular su irritación.

-La presidenta desea verla, señorita Elizabeth -informó la castaña.

-Enseguida.

Acomodándose el saco sobre los hombros se encaminó a la oficina de su madre, donde la esperaba la puerta abierta.

-Te ves bien, Elizabeth -saludó la pelirosa.

-Tú también, madre -halagó la platinada fingiendo voz de niña buena.

-Cierra la puerta -indicó y Elizabeth obedeció- Es bueno que una mujer madura sepa mantener la compostura frente a la adversidad.

-He aprendido de tu ejemplo.

-Y dime ¿Valió la pena? -pausó y cuando Elizabeth estaba por responder volvió a hablar- ¿Valió la pena acostarte con el enemigo para que a la primera señal de cambio te tirara como la basura?
-¿Disculpa? No te estoy entendiendo, madre.

-¡Eso! ¡Lo que hiciste! ¡Acostarte con el bastardo de Demon y que ahora esté con su puta modelo en Italia! -reclamó.

-No... -no la dejó terminar.

-¿Acaso piensas negarlo? -gritó- ¡Fui a tu departamento, Elizabeth! ¡Vi la ropa de ese asqueroso pedante, firmada con su nombre orgulloso de su nombre y su asquerosa estirpe! ¿Cómo pudiste dejar que esa abominación te humillara? ¡Contéstame! ¿Acaso no entendiste que los Demon y los Goddess no se mezclan? -lanzando al suelo el álbum de recortes que había sustraído del departamento de su unigénita.

-¿Podrías callarte de una vez? -cuestionó con molestia.

-¿A quién demonios crees que le hablas de ese modo, niña ingrata? ¡Todo te lo he dado! ¡TODO! -gritó con el rostro enrojecido- ¡Tirar tu dignidad por ese maldito gusano!

-¡Cállate de una vez! -exclamó Elizabeth- No permitiré que vuelvas a hablar así de Meliodas -amenazó.

-¡Encima lo llamas por su nombre! ¡Es una basura! -repitió- ¿Cómo puedes defenderlo cuando te engañó? ¡Insultas a Mael al revolcarte con ese tipo! ¡De todos los hombres! E irte a vivir con él fue la peor de tus ofensas ¿Qué pensabas? ¡Elizabeth ya no tienes quince años!

-¡Y por ello decidí por mí misma con quien quiero estar, madre! ¡Estoy harta de que crees para mí una vida que no es la mía! Decides mi ropa, mi novio oficial, los proyectos que debo o no atender -reclamó furiosa.

-¡Solo hago lo mejor para ti!

-¿Y si lo mejor para mi es estar con él? -dijo señalando la foto del rubio del álbum abierto que había sido arrojado a sus pies.

-¡No lo permitiré! ¡Una desgracia así!

-No me importa que lo permitas o no, esta es mi vida, mi cuerpo -advirtió.

-¿Piensas que el Demon padre te recibirá? -se burló- Tu solo eres un juego excitante en la oscuridad, pero ese canalla no te dará nunca la posición de prestigio a la que perteneces ¿Pretendes ser una amante? ¿Una puta para siempre?

-Te dije que no hablaras así de él -siseó con el ceño fruncido.

-¡Claro! ¿Ese asqueroso es un buen hombre, verdad? ¡No me hagas reír, Elizabeth! ¡Abre los ojos! ¡Estás a tiempo de reparar esto!

-¡No quiero reparar nada! ¡Amo a Meliodas y me voy a quedar a su lado! -dictaminó.

-Sí lo eliges a él ya no serás mi hija -amenazó- Te despediré, te quitaré todo lo que posees, voy a repudiarte Elizabeth Goddess.

-Liones... -susurró- ¡Mi apellido es Liones! Pero tú me lo cambiaste luego del divorcio con un trato sucio que hiciste con el juez del tribunal de violencia infantil -reclamó- ¡Eres una serpiente venenosa! Con ello quisiste separarme de mi padre, pero nunca pensaste en que la compañía Lyonesse tendría tanto auge y podría combatir tu influencia -razonó viendo el rostro sorprendido de Nerobasta.

»No soy estúpida, madre. Y te lo advierto, no podrás manipularme a tu antojo nunca más, no soy tu títere. Ni tú segunda oportunidad de vivir la vida -dijo inclinándose a recoger el álbum.

-Elizabeth... Sí no haces lo que te digo considérate despedida y desheredada, nadie te dará empleo, no puedes ir en mi contra, no sabes vivir sin poder -respiró profundamente- Piénsalo bien, te daré hasta...

-No necesito pensarlo... -esbozando una sonrisa confiada, una que Nerobasta había visto un millón de veces en el espejo, la suya- Renuncio. Hoy corto todos los lazos que tengo contigo.

Elizabeth se dio la vuelta y no escucho más de lo que Nerobasta gritaba o amenazaba, salió de la oficina y fue hasta la suya. Tomó su teléfono e hizo una llamada importante, al tercer tono le contestaron.

-Mirana... ¿Puedes venir a Goddess y traer la camioneta de Meliodas? Necesito hacer una mudanza -informó.

-Entendido. Estoy allá en diez, tal vez menos -respondió la albina.

Al colgar, rápidamente buscó un archivo en su computadora y lo envió al gerente de recursos humanos por correo, aunque era una mera formalidad con la que no tenía que cumplir, la escueta carta de renuncia agitaría los ánimos dentro de toda la compañía y molestaría en sobremanera a su madre cuando se enterara, y ese era el verdadero objetivo tras aquel archivo que llevaba años guardado en una carpeta de su computadora.

Mientras recogía algunas cosas, Mirana la llamó, avisándole que ya estaba en la recepción. Bajó a buscarla y notó que Zaneri no estaba en su escritorio. La albina al verla salir del elevador se lanzó a abrazarla.

-¿Lo hiciste? -cuestionó Mirana.

-Sí.

-¿Cómo te sientes? -preguntó preocupada.

-Libre -respondió con una enorme sonrisa.

Las mujeres subieron al elevador y al entrar a la oficina escucharon nuevos gritos de Nerobasta, que al parecer hablaba desesperada con alguien por teléfono. La pelirosa lo había descubierto, Elizabeth durante años le hizo creer que dependía de ella o su dinero para progresar, pero siempre jugó un paso antes, redirigiendo sus ingresos a cuentas privadas, inmuebles con título de propiedad a su nombre y pagados con cuentas privadas, y todo debidamente notificado al departamento de impuestos fiscales, por lo que nada de lo que pertenecía a Elizabeth podría ser tocado por su madre, al menos no por los caminos legales.

Elizabeth llevaba años planificando su emancipación, pero siempre fue la lastima y empatía que sentía por Nerobasta por lo que toleraba todos sus agravios, no sabía si lo que sentía por ella era amor y piedad de hija, no se atrevería a llamarlo así, pero se llamara como se llamara lo que sentía por la mujer que le dio la vida, fue lo que la mantuvo soportando tanto, hasta ese día en el que las amenazas se salieron de control.

Mirana y Elizabeth recogieron todo lo material en cuestión de instantes, no era mucho lo que se podían llevar, objetos personales como fotos y novelas, algunos archivos contables propios, documentación, artículos decorativos con valor sentimental y la magnífica computadora de escritorio. Todo embalado cuidadosamente en cajas. La platinada llamó a seguridad para que las ayudaran a bajar las cosas al vehículo de Meliodas y mientras esperaban, Nerobasta entró a la oficina.

-¿Quién eres tú? -exigió saber.

-Mirana Arelian -respondió la adulta con amabilidad.

-Mi suegra -informó Elizabeth sonriente, sacándole un sonrojo a la albina.

-¡Ellie! -protestó Mirana.

-¡No es posible! La esposa de Demon murió hace años... Y no se ha vuelto a casar... -intervino Nerobasta anonadada.

-Trabajo para el señor Demon, crié a sus hijos desde antes que la señora Elise muriera -informó la ojiazul.

-¡Tú! ¡Has de haber sido tú! -gritó señalando a la albina- ¡Eres la amante de ese hombre! ¡Tú convenciste a mi hija de ser una prostituta!

-¿De qué está hablando? -cuestionó Mirana.

-No la escuches, está tan enfadada que buscará insultar a todos a su paso -comentó Elizabeth.

-¡Ahora todo tiene sentido! ¡La amante de ese asqueroso viejo fue quien engatusó a mi hija para que aceptara ser la puta del hijo de puta ese! -exclamó.

Los de vigilancia ingresaron y por indicación de Elizabeth tomaron las cajas, los hombres estaban por retirarse, ignorando los murmullos psicóticos de Nerobasta, cuando ella reaccionó.

-¿A dónde creen que van con eso? -preguntó a los empleados.

-Son mis pertenencias, madre -informó Elizabeth- Renuncié, me voy.

Los ojos azules de Nerobasta observaron detenidamente la oficina, notando la carencia de decoración y otros objetos en los espacios vacíos de la biblioteca.

-¡Falta la computadora! ¡No puedes llevártela es propiedad de la empresa! ¿Eso te ha enseñado ese rastrero, a robar? -acusó, molestando a Mirana con sus palabras.

-Te dije que no ofendas a mi novio -recordó con rabia contenida- La computadora es mía, aquí tengo la factura -dijo Elizabeth mostrándole una factura y documentación de cuatro años atrás.

-Pero dentro está almacenada la información de la empresa, no puedo permitir que eso salga de aquí, lo venderías a ese proxeneta que tienes por amante -insultó nuevamente, acrecentando el enfado de la peliblanca.

-No. Está en este disco duro externo, podemos pasar por el departamento de informática constatándolo -mostrando un rectángulo negro en sus manos- Puedes quedártelo, es de buena calidad, un regalo de mi parte -razonó poniendo sobre las manos de la pelirosa.

-¡No necesito que me estés dando regalos! ¡Yo no soy una puta como tú que me compra un hijo de perra con obsequios! -agredió y Mirana ya no pudo contenerse.

El sonido del impacto de la mano de la albina contra la piel de Nerobasta reverberó por la habitación, Elizabeth aprovechó para indicarle a los de seguridad, que parecían haberse petrificado en sus sitios, que le esperaran con las cajas en recepción.

-¡Vuelve a decir algo en contra de mi hijo o Ellie y te emparejo la otra mejilla! -amenazó Mirana con voz tétrica.

-¡¿Quién te crees que eres?! -exclamó Nerobasta.

-Tu peor pesadilla si me haces enojar, y te aseguro que no querrás conocerme enojada, Nerobasta -informó- Puedo ser muy peligrosa si me enojo.

No fueron las palabras de la albina lo que dejaron helada a Nerobasta, más bien, fue la vibra que el cuerpo de esta expidió al amenazarla, dándole credibilidad a lo que decía. Ante el silencio de la Goddess mayor, Elizabeth y Mirana tomaron sus bolsos y un par de cajas pequeñas y la Goddess Company con un aire triunfal.

Mientras Elizabeth enfrentaba a su Goliat personal, Meliodas bebía vodka con ositos de gomita en su habitación de hotel. Estaba absolutamente deprimido, las negociaciones se tornaban cada vez más absurdas, reteniéndolo más del tiempo necesario en Italia, alejado de su novia, a quien llamó muchas veces al salir de su junta, sin recibir respuesta, luego de almorzar descansaba en su habitación cuando su asistente llamó a la puerta.

-¡Esto es malo, señor Demon! -dijo el joven al verlo.

-¿Qué sucede?

Como respuesta el muchacho le mostró las diversas publicaciones que traía en sus manos y el rubio sudó frio, si Elizabeth no le contestaba y aquella información había alcanzado Japón, como estaba seguro que lo hizo, eso respondía la pregunta de sus llamadas sin contestar.

Meliodas pidió al empleado que lo dejara solo, ojeo cada una de las revistas y periódicos donde se le mostraba a él en una actitud más íntima de la que creyó estar con Liz, era posible que las hayan retocado con Photoshop para hacer ver aun peor el cuadro, pero no contaba con que su novia pudiera deducir aquello. Por lo que la llamó y llamó, sin repuesta alguna.

Lo siguiente que hizo, sin detenerse un segundo fue llamar a su asistente y le encargó comprarle una botella grande de vodka y la bolsa más grande de ositos de gomita marca Haribo que encontrara.

Así Meliodas terminó medio desmayado sobre su cama, luego de una hipotética sobredosis de alcohol y gomitas, ignorando completamente a su teléfono repleto de llamadas perdidas, mensajes de su hermano y al menos cien notificaciones en sus redes sociales.

Despertó el viernes antes de mediodía con una resaca de los mil demonios, colocó a cargar su teléfono y se fue a dar una ducha para despejarse, al terminar encendió su celular, encontrándose con la abismal cantidad de mensajes sin leer de Zeldris, Mirana y Elizabeth, además de al menos cincuenta llamadas perdidas. Rápidamente marcó a su novia y otra vez le cayó la contestadora, estaba por estampar el aparato contra el piso, pero esforzándose por mantener la calma, respiró hondo.

Y llamó a Zeldris:

-¿Qué mierda quieres Meliodas? -resopló el menor.

-¿Qué demonios significa eso de: "Tienes que hablar con Elizabeth"? -exigió saber.

-Meliodas, no estoy para tus mamadas, recién acabo de poner la cabeza en la almohada -al fondo sonó una voz femenina diciéndole a Zeldris que bajara su tono.

-¡No me importa si recién terminas de follar con Gelda! ¿Qué sucede con Elizabeth? Tengo la ansiedad hasta las orejas, no me contesta desde ayer, temo que esté enojada por unas fotos que publicaron con Liz y te juro que si alguien no me explica que infiernos está pasando en Japón abandono este estúpido negocio a la mitad ¡Me importa más mi mujer que esta pandilla de vejetes, incluyendo a papá!

-Espera, salgo de la cama para no despertar a Gelda -aceptó el azabache con fastidio

Por el altavoz se escucharon objetos moverse y cinco minutos después Zeldris volvió a ponerse el aparato en la oreja.

-¿Sigues ahí? -preguntó.

-¡Claro que sí! -respondió el rubio irritado.

-Bien. Ayer Elizabeth y Mira estuvieron juntas en Goddess Company, recogiendo las cosas de Ellie -contó.

-¿Por qué? -atajó.

-¡Callado o te cuelgo! -exclamó- Nerobasta se enteró de los suyo contigo y le exigió que terminara la relación si pensaba seguir siendo la heredera de la familia. Escucha esto... -dijo riendo- Ellie, renuncio. Y lo más cumbre, Mirana abofeteó a la bruja por insultarte -relató soltando una fuerte carcajada.

-No puede ser... -susurró anonadado- ¿Y porque no me llamó?

-Lo hizo, pero no dio contigo. Por eso te llamamos Mira y yo como dementes, al final nos comunicamos con tu asistente, que nos dijo que recién te había llevado vodka y gomitas a tu cuarto. Decidimos dejarte tranquilo y regañarte después, tranquilizamos a Ellie que estaba preocupada.

-¿No está molesta? -indagó.

-Honestamente, creo que está tan aliviada que lo de Liz pasó por debajo de la mesa, aunque estoy seguro que algo tendrá que decirte al respecto después -informó, siendo cortado por un bostezo- ¿Ya puedo irme a dormir?

-Gracias, Zel.

-De nada... -bostezó- ¡Por cierto! No deberías llamar a Ellie aun, debe estar muy cansada -el instinto posesivo del rubio se activó.

-¿Cómo que cansada, Zeldris? -rugió.

-¡Cálmate! Ayer en la noche, Ellie nos llamó a todos, claro, salvo tú, el zorro y Elaine, quería celebrar su libertad de la bruja, fuimos al ladies night en Taizai, a eso de las dos o tres fue que salimos de allí. Probablemente ella y Mira duerman hasta tarde -informó soltando otro bostezó.

-Ve a dormir, hermano -dijo Meliodas con tranquilidad- La llamaré más tarde. Buenas noches.

-Eres un maldito con suerte, te escapas de los problemas por los pelos -comentó Zeldris a modo de broma.

Meliodas suspiró al colgar, buscó entre sus chats de Whatsapp el de su novia y escribió un breve mensaje:

Ellie♥.

"Preciosa, acabo de despertar"

"Me estaba volviendo loco y exagere con el vodka y los ositos de nuevo"

"Sé que estas dormida"

"Molesté a Zel para que me contara lo que paso"

""Hablamos de ello cuando te despiertes"

"Te amo"

Una vez con la mente y el corazón tranquilo, decidió vestirse y dedicar el día a disfrutar de las instalaciones del hotel mientras esperaba por la llamada de su bella novia. A eso de las cinco de la tarde, una videollamada entró al smartphone del rubio que recién llegaba del gimnasio.

-¡Hola, cariño! -saludó él.

-Hola, mi amor -dijo ella.

-¡Hola, su amor! -gritó Mirana al fondo.

Elizabeth tenía el cabello revuelto y los ojos cansados, pero sonreía como nunca antes.

-Me enteré de lo que pasó con tu madre -tanteó.

-Mel, honestamente no quiero hablar de eso -atajó la platinada- Por el momento me siento eufórica y libre, no quiere decir que tal vez mañana me sienta arrepentida por las cosas que dije.

-¿A-arrepentirte?

La expresión desencajada en el rostro de Meliodas le indicó a la platinada que este tomó sus palabras por el peor ángulo.

-Cariño, no pienses demás. Hable muchas cosas con mi mamá, le dije la verdad de cómo me sentía viviendo con ella, le hablé sin filtro y puede que si me sienta culpable sea de no decirle como me sentía con más tacto -razonó- Pero nunca, jamás me sentiré arrepentida de lo que dije sobre nosotros -aclaró- Te amo, eres lo mejor que me pudo pasar en la vida. Ya lo sabes, tonto.

Meliodas dejó escapar el aliento que no sabía estaba conteniendo.

-Ellie, yo... -la boca se le secó y las palabras no llegaron a su cabeza- Te amo tanto... -susurró.

La expresión del rubio demostraba sinceridad absoluta y sus ojos resplandecían por las lágrimas que pugnaban por salir.

-Y yo a ti, mi amor. Tenemos mucho que hablar, tendré que buscar un nuevo empleo y luchar contra las barreras que me ponga mi madre, pero estaremos bien, siempre que estemos juntos -animó.

-Siempre tú y yo, preciosa -convino Meliodas.

-Y lo de Liz -el rubio tragó en seco- Lo hablaremos luego.

-Estoy de acuerdo -aceptó- Por cierto, cariño ¿Qué planeas para hoy?

-Merlín tiene cita en una tienda de vestidos de novia y todas iremos -comentó emocionada.

-Tendrán un día ocupado -comentó- Merlín es muy exigente con lo que viste -advirtió.

-Jaja. Es posible, pero si quiero llegar a tiempo debo empezar a arreglarme, no parezco persona -bromeó.

-Para mí te ves hermosa -halagó.

-¡No mientas tan descaradamente! -gritó Mirana desde alguna parte.

-¡Mira! -exclamaron los enamorados al unísono.

-¡Mejor cuelguen! -aconsejó.

-Está emocionada -Elizabeth constató lo obvio.

-Solo a criado varones, debe ser un sueño frustrado -argumentó Meliodas.

-¡Frustrado, tú! ¡Rubio oxigenado! -intervino la adulta en la toma.

-¡Es natural! -dijeron Meliodas y Elizabeth al mismo tiempo, él ofendido y ella imitándolo en son de burla.

La pareja se despidió. Meliodas ingresó a la ducha. Al igual que Elizabeth, solo que en países distintos.

A las diez de la mañana el grupo de siete despampanantes mujeres atravesaron las puertas de una famosa boutique de vestidos de novia de Kyoto. Rápidamente fueron atendidas por una dependienta que acompañó al diverso grupo mientras observaban los vestidos de novia. Luego de haber tomado suficientes opciones, la futura novia fue llevada a los vestidores y sus amigas a un salón de espera amplio y luminoso, con espejos y sofás de color crema.

El primer vestido fue la elección de la novia, un vestido sencillo de falda de gasa semitransparente con transparencia en la espalda y escote hasta el ombligo. Al cuerpo definido de la azabache aquel vestido le sentaba de maravilla, más cuando la mujer se paró frente al espejo torció el gesto.

-Hermoso... -dijo Gelda.

-Pero... -prosiguió Nadja

-No parece de novia -entonaron en coro las restantes, incluida Merlín.

-Todo junto es demasiado -dijo Merlín.

El siguiente fue la elección de Elizabeth, un vestido princesa con escote recto y hombros descubiertos. Al verlo, todas quedaron fascinadas, pero sabían que era un vestido demasiado grande para la "alocada boda espontanea" que planeaba Merlín, aunque fue lindo para todas verla de tal manera.

La opción de Gelda fue un vestido de corte sirena que casi convence a la azabache, pero decidieron ponerlo en la lista de los tal vez para que su amiga se probara más modelos. El vestido escogido por Nadja era bastante bonito, pero tenía mangas largas, sin escote, en resumen demasiado contrario a Merlín.

Elaine que miraba aquel acontecimiento a través de una videollamada estaba más concentrada en los complementos para su amiga, ideaba diseños de buques de novia para cada vestido mostrado y ejemplificaba sus ideas con un bosquejo para sus amigas.

Diane escogió un vestido sin mucho volumen en la falda, pero con un escote demasiado pronunciado, que a pesar de todo terminó en la pila de los tal vez, aunque todas deseaban encontrar un vestido que lograra hacer brillar las emociones en su serena amiga. La última opción llegó, el vestido elegido por Mirana tenía una falda velada de tul con una sugerente abertura en un costado, la parte superior era de encaje de patrón grande que simulaba hojas y flores dándole un aire angelical, un escote pronunciado pero discreto hasta el tórax y finos tirantes. No hubo palabras, todas quedaron mudas en cuanto vieron a Merlín llorar mientras veía su reflejo en el espejo.

Ellas se miraron entre sí y se levantaron para ir a abrazar a la de ojos ámbar que no apartaba la mirada del gran espejo que abarcaba toda una pared del salón.

-Luces hermosa, Mer -halagó Gelda.

-Me siento así -confesó la futura novia con la voz quebrada.

Luego de limpiarse las lágrimas, la dependienta le ofreció algunos accesorios a escoger a Merlín, decidiéndose por una diadema con aplicaciones metálicas con forma de flores, engarzadas con piedras moradas del mismo tono que la amatista de su anillo de compromiso, descartando la idea de un velo y aceptando que le hicieran un recogido bajo. No compró más accesorios porque en cuanto aceptó comprometerse con Escanor, la madre y abuela de este le enviaron joyas familiares que esperaba que usara cuando contrajeran matrimonio, por lo que los accesorios faltantes los tenia cubiertos.

El grupo salió lleno de sonrisas y en una algarabía de comentarios sobre otros detalles de la boda, cargando el porta trajes que contenía el vestido de novia como si fuera un tesoro invaluable.

Todas tenían otros compromisos, por lo que tuvieron que reorganizarse. Gelda, Mirana y Elizabeth fueron al centro comercial a pasear por las tiendas, eventualmente se sentaron a descansar en un café mientras conversaban. Pasada una hora decidieron abandonar el local e ir al cine. En su camino al cine pasaron por un puesto de revistas, donde se detuvieron, rápidamente un reflejo amarillo captó la atención de Elizabeth.

En la portada del semanario Blonda's estaba una foto de Meliodas, muy abrazado a Liz. Elizabeth compró la revista sin dudarlo y al abrirla, aun sabiendo que aquello era mentira, porque Meliodas se lo dijo y ella confiaba en él, sintió unas intensas ganas de llorar, por la manera tan íntima en que interactuaban ambos, por los celos que la comían por dentro, porque de su relación no ser secreta aquel artículo tendría otra orientación, otra co-protagonista, ella.
★★★★★★★★★★★★★★★★★★

¡Mis pastelitos! 

Al fin tuve tiempo de editar los créditos, espero que disfrutaran el primer miercoles de Nanatsu no taizai, demas estan mis opiniones, pero debo decirles que lloré.

En fin, espero que disfrutaran ampliamente la lectura, dudas sugerencias y tomatazos al privado o los comentarios. 

Por el momento aquí tenemos la lista de agradecimientos, este capitulo ha sido dedicado a la maravillosa CarrieKristel por ser la primera en votar en el capitulo anterior. Les recuerdo que los resaltados en verde son aquellos nuevos en la historia, por lo tanto... ¡BIENVENIDOS!

Y como podrán ver, ahora dibujo un pequeño personaje para que les exprese mi amor a los fantasmitas, a los hermosos soldados desconocidos que ADORO con el alma. 

Hasta aqui mi reporte, Joaquín. Volvemos contigo a los estudios. Mía, FUERA.

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