25._ I'm alive

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En Japón, cuando apenas despuntaban los primeros rayos del sol de la fría mañana de lunes, Elizabeth ya se encontraba levantada y vestida con un atuendo informal, luego acabarse una taza de café cargado y dejar una nota a la durmiente Mirana, salió de su departamento. Una vez en el estacionamiento se dirigió a su deportivo y con la capota recogida puso rumbo al centro.

El aire frio acariciaba las mejillas rosáceas y desordenaba el cabello platino, Elizabeth coreaba con ánimo las canciones que emitía la radio matutina. Al detenerse en un semáforo observó con algo de nostalgia la intersección que conducía a la autopista que pasaba junto a la playa, la misma vía que se tomaba para ir a la casa costera que compartía con su amado. Y aunque deseaba con todas sus fuerzas tomar aquel camino, esa no era su intención aquella mañana.

Cuando la luz del semáforo cambio a verde continuó con su camino al corazón de Kioto, donde estacionó junto a una de sus cafeterías preferidas. Al entrar al local, varios de los trabajadores la reconocieron y se apresuraron a atenderla, ella, como de costumbre trató de que estos se relajaran a su alrededor y no la trataran como algún tipo noble. Hizo su pedido y esperó por el cómo cualquier mortal, minutos después salía del comercio con un portavasos desechable y una gran caja con el logo de la tienda estampado en la superficie de cartón. Al dejar los comestibles en el vehículo se acercó al kiosco de revistas más cercano, donde pidió al encargado varias de las recién impresas publicaciones en blanco  negro.

Con al menos seis diarios entre manos volvió a su deportivo y luego de noventa minutos de haber salido, regresó a su departamento, donde ya la esperaba una nerviosa Mirana.

-¡Volví! –canturreó Elizabeth de buen humor.

-¿A dónde fuiste? –preguntó la mayor un poco histérica- ¿Y qué es eso que escribiste de: “No tienes que cocinar”? ¿Acaso crees que una taza de café sustituye un buen desayuno? Responde, señorita –desafió con su azul mirada a Elizabeth.

-Calma Mira… -dijo con voz conciliadora y una gota de sudor bajando por su sien.

-¡¿Qué me calme?! –gritó la peliblanca alzando los brazos- ¿Acaso no sabes que esa frase equivale a apagar un incendio con gasolina? –argulló.

-¿Podrías ayudarme con estos periódicos? Aplastan la caja –pidió ignorando la anterior pregunta de la mayor.

Mirana alzó el fajo de hojas grises y finalmente reparó en la presencia de la caja blanca de panadería y el portavasos desechable en la otra mano de su cuasi nuera.

-No soy buena cocinando, pero puedo asegurarte que estas donas y croissants rellenos son los mejores de Kioto –explicó Elizabeth con ánimo.

La sonrisa sincera que Elizabeth tenia dibujada en su rostro, consoló a Mirana y la dejó sin ganas de discutir o argumentar, después de todo, aquella era una excelente señal luego de todo un fin de semana de lágrimas intermitentes en el rostro de la menor.

-Ellie… Deberías dejar notas menos cripticas –aconsejó la albina luego de dejar la caja en la isla de la cocina.

-Habló la reina del misterio –bromeó Elizabeth.

-Por cierto ¿Para qué son los periódicos? –preguntó recibiendo el vaso de poliestireno que la platinada le ofrecía.

-Buscaré en los anuncios clasificados algunas empresas que estén buscando personal –informó.

-Me parece una buena idea –apoyó la de cabellos blancos- ¿Quieres que me quede a ayudarte?

-¿No deberías ir a la mansión Demon? –cuestionó mientras seleccionaba alguna de las delicias contenidas dentro de la caja de la cafetería.

-Sí, pero honestamente no quiero ir, aunque tampoco me gustaría faltar y no hacer nada relevante –explicó tomando al azar un croissant.

-¿Y, solo no vas y ya? –cuestionó con escepticismo, ya que Elizabeth esperaba algún tipo de trato riguroso a los empleados de los Demon.

-Solo tengo que hacer una llamada y listo –comentó con una sonrisa triunfal –Aunque es posible que deba llamar a Zeldris o se preocupará –murmuró mirando al techo pensativa.

-Pues luego de comer, haces esa llamada –animó Elizabeth- ¡Hoy tenemos mucho que hacer!

-La secretaria Mirana a sus servicios, señorita Goddess –bromeó la mayor haciendo uso de una voz monótona y respetuosa, lo que causó la risa de Elizabeth.

Mirana finalmente mordió el extremo de su croissant y sus ojos parecieron brillar.

-¡Esto está delicioso! –exclamó.

-¡Te lo dije! –declaró Elizabeth.

Algunas horas después, en la mansión Demon el teléfono fijo sonó y prontamente fue contestado por el mayordomo de la familia.

-Buenos días, soy el mayordomo de la familia Demon ¿En qué puedo ayudarle? –cuestionó el hombre mayor vestido con un impecable traje oscuro.

-¿Tanaka? –cuestionó una voz masculina.

-¡Oh, señor Demon! Gusto en oírlo ¿Puedo ayudarle en algo? –indagó el servil empleado.

-Comunícame con Mirana –ordenó

-La señorita Arelian se reportó enferma hoy, amo Damián –informó.

-¿Se encuentra muy mal? –inquirió el azabache con voz preocupada.

-No sabría responderle, amo. Como bien le he comentado, la señora no ha estado durmiendo en su habitación últimamente, viene por la mañana y se va antes de anochecer. Y hoy llamó para reportarse enferma y hablar algunos minutos con el joven Zeldris –relató el anciano.

-Gracias, Tanaka ¿Cómo están marchando las cosas por allá?

-Como los engranajes de un reloj bien aceitado, señor –respondió.

-Bien, me comunicaré luego –comentó antes de colgar la llamada.

En China, Damián sentía que las cosas se le estaban escapando de las manos, a pesar de que sabía de qué algunas cosas estaban saliendo tal cual como las había planeado, no estaba seguro de que estuvieran desencadenando los efectos deseados. Meliodas seguía retenido en Italia y Liz hacia su parte de causar escándalos entre las revistas de chismorreos, pero no estaba seguro de que eso estuviera socavando la relación de su hijo y la heredera de Nerobasta. Por otra parte, Zeldris estaba demostrando una capacidad absoluta para manejar la empresa en usencia de Meliodas, lo que le dificultaría sus movimientos a la hora de coaccionar a su primogénito con arrebatarle la empresa a favor de Estarossa.

Y lo más angustiante de todo, eran los movimientos de Mirana, ella jamás había faltado al trabajo o dormido en otro lugar. Desde que recibió las fotos del que fue la difunta pareja de su empleada no quiso cavar más en el pasado de la albina, estaba negado a ciertas cosas, por lo que se concentró en la relación inapropiada de Meliodas, por lo que, cuando el rubio salió de Japón perdió contacto con Hughes.

Damián descartó la idea de que Mirana hubiera permanecido todos esos días con la muchacha Goddess, según él, la brecha de edad impediría que dos generaciones tan distantes pudieran convivir juntas demasiado tiempo, por lo que nuevas ideas se formularon en su cabeza, aquella persona misteriosa que lo había amenazado no había vuelto a aparecer, además de que era obvio que esta persona no podía tratarse del padre del hijo de Mirana, ese hombre estaba muerto. Entonces ¿Con quién estaba la albina en esos momentos?

Él no podía vivir con esa duda, por lo que buscó aquel contacto que se le había hecho tan familiar en las últimas semanas.

-Hola, señor Demon. Temía que le hubiera pasado algo –respondió el teléfono Maes Hughes usando un tono burlón.

-Déjate de altanerías, Hughes. Aun se te paga semanalmente el monto que acordamos, trabajas para mí –advirtió Damián.

-Entonces ¿En qué puedo ayudarlo, jefe? –cuestionó con irritación.

El detective escuchó atentamente lo que le pedía Damián, mientras en un rincón de su mente se preguntaba si valdría la pena continuar trabajando para ese hombre.

-Señor Demon, tengo una idea de cómo realizar lo primero, pero lo segundo que me pide, es ilegal ¿Lo sabe? –cuestionó Maes.

Luego de escuchar lo que Damián argumentó, Maes suspiró.

-Yo no manejo ese tipo de conocimientos –advirtió- Pero déjeme ver qué puedo hacer a través de mi red de contactos –comentó antes de colgar, para no escuchar una palabra más del patriarca Demon.

Damián observaba el orden y tranquilidad de su oficina, mientras se mantenía en silenciosa y profunda meditación.

-Chandler no es buena idea –susurró- Le es más fiel a Meliodas que a mi… Cusack está en la misma línea respecto a Zeldris y por lo que sé, a Zel le cae bien la niña Goddess –de pronto un recuerdo atravesó la mente del adulto- Ya sé a quién debo contactar.

Mientras Damián pensaba en su oficina de China; Elizabeth y Mirana habían concluido agotadas su mañana de llamadas y correos en búsqueda de empleo para la platinada, y lograron concertar algunas entrevistas para la semana. Las cansadas chicas decidieron llamar a Gelda e ir a almorzar las tres juntas a algún restaurante y de paso comentarle a la rubia sobre la búsqueda de vivienda para Mirana.

El martes por la mañana, Elizabeth salió del departamento vestida con un conjunto de falda tubo y saco en color azul marino, lista para arrasar con las entrevistas de ese día. Llegó a la primera empresa que se encargaba de una marca de cosméticos local y esperó junto a los demás solicitantes en un cómodo salón.

Uno a uno los solicitantes fueron llamados por el gerente de recursos humanos, con el paso de los minutos Elizabeth encontró insólito, que aunque llegó bastante temprano, algunos solicitantes que llegaron después fueron entrevistados antes que ella. Aun cuando ese hecho llamó su atención y la irritó, optó por mantenerse serena, cuando la sala estuvo vacía, finalmente la asistente del gerente anunció su nombre.

-Se-señorita Goddess –saludó nervioso el obeso gerente- No creí que esperaría tanto –susurró para sí mismo, pero ella lo escucho perfectamente.

-Buen día, señor Kasanoda –saludó ella con una sonrisa amable antes de sentarse frente al escritorio del hombre.

Elizabeth entregó al hombre una copia de su currículo y esperó que este lo examinara. Luego de un largo tiempo en silencio, el nervioso hombre le hizo algunas preguntas superficiales y halagó su experiencia para lo joven que era, más jamás profundizó en aquello que era realmente importante para un futuro empleado.

El gerente dio por finalizada la reunión pero cometió el error de devolver el papeleo a Elizabeth en vez de ponerlo junto al de los demás solicitantes, y ella se percató de este hecho.

-¿Puedo hacerle una pregunta, señor Kasanoda? –cuestionó Elizabeth con los papeles en mano.

-L-la que usted guste señorita Goddess –aceptó el sudoroso hombre.

-¿Por qué me devolvió el currículo? –indagó con serenidad.

-E-es que en un-nuestra base de datos ya almacenamos los currículos que los solicitantes enviaron por correo… ¡Sí, eso! –contestó con miedo.

-¿Entonces los papeles junto a usted no son las copias que le entregaron los demás solicitantes? –cuestionó, aunque era obvio, ya que, dada su altura, Elizabeth podía ver perfectamente de que se trataba la pila de documentos junto al hombre.

-¡Cla-claro que no! Señorita Goddess – negó intentando cubrir con su robusto brazo la visión de la platinada de los documentos.

-Gerente Kasanoda, cuando entré escuché perfectamente que usted dijo: “No creí que esperaría tanto”. Además, en mi currículo uso mi apellido paterno y no materno, aun así no ha dejado de llamarme señorita Goddess, obviamente soy una persona conocida en el mundo financiero y no insultaría su intelecto con tal juego –argumentó con tranquilidad- Por lo que esperaría que usted tuviera la misma cortesía conmigo, y no intentara engañarme con una entrevista falsa o haciéndome gastar mi tiempo como si fuera una niña mimada que al hacerla esperar haría una rabieta y se retiraría.

El hombre no podía sudar más de lo que ya lo hacía, daba la impresión de que se derretiría allí mismo.

-Se-señorita, no-no quise insultarla, hace poco hicimos un trato con Goddess y su madre nos llamó preocupada, ella quiere que vuelva y nos pidió… -intentó convencer el hombre hasta que la platinada lo interrumpió.

-Y no intente hablarme de mi madre –exigió con voz seria- Usted no puede conocerla más que yo. Imagino lo que pudo pedirles y sé lo que sucederá cuando ustedes le informen que no pudieron convencerme –afirmó Elizabeth levantándose- Pero a usted le tocará aprenderlo por las malas.

Elizabeth se retiró de la oficina, dejando al gerente en un estado catatónico.

Al salir de la pequeña empresa, Elizabeth suspiró profundamente.

-Sabía que no sería fácil, pero no hay imposibles para una Liones –murmuró al aire.

Aquella solo fue una muestra de lo que la platinada viviría en las siguientes entrevistas, en una le aseguraron que no comparecía en la lista de solicitantes por lo que no podían entrevistarla, en otra le dijeron que el puesto se había ocupado frente a otros solicitantes a quienes hacían pasar a las instalaciones; al menos en una tuvieron la decencia de que la gerente de recursos humanos tuvo la ética para hablarle con la verdad y no jugar con ella como si fuera una niña sin experiencia en el mundo laboral.

Para la hora del almuerzo, Elizabeth volvió a su departamento con el amargo sabor de la derrota pegado a su paladar. Pero en la sala la esperaban Gelda, Zeldris y Mirana dispuestos a animarla, rellenando cada momento de su triste anécdota con chistes y comentarios en su favor, evitando que la oscuridad quedase asida a sus pensamientos. Fue tan efectivo y sanador compartir el almuerzo con aquellas personas que la querían, que pronto todo lo malo fue olvidado y pasaron a un tema más alegre, la búsqueda de casa para Mirana. La cual no tenía todo el apoyo de Zeldris, aun, porque a Gelda solo le harían falta un par de caricias al pelinegro para que este se doblegara a su voluntad.

El miércoles la búsqueda de empleo tuvo el mismo resultado. No obstante, Elizabeth no tuvo ni un momento para lamentarse, ya que luego del almuerzo, Gelda, Mirana y ella salieron a ver algunas de las propiedades que habían seleccionado la tarde pasada.

Para sorpresa de las más jóvenes, Mirana resultaba ser una persona muy quisquillosa con los detalles; algunos departamentos, según la albina, tenían demasiadas habitaciones, otros muy pocos baños, una sala muy pequeña, cocina no apta para claustrofóbicos, y eso solo era parte de una infinita lista de contras salía de la boca de la mayor cada vez que un angustiado asesor de bienes raíces les preguntaba su opinión por la propiedad.

Era el sexto complejo de departamentos que visitaban y antes de entrar a la recepción, Gelda detuvo a la albina.

-¿Mira, que tanto espacio necesitas? –cuestionó la agotada rubia.

-Uhm… -la albina se ruborizó- Me gustaría que de vez en cuando ustedes y los muchachos me visiten, espacio para los cinco seria agradable, aunque vivir sola en un espacio tan grande me pone nerviosa –confesó.

-Mira, siempre puedes visitarnos –alegó Elizabeth.

La mirada de la peliblanca se volvió esquiva, y las más jóvenes comprendieron lo que sucedía, a pesar de que siempre seria bien recibida, ella quería tener un espacio donde sus “hijos” pudieran convivir juntos, era una especia de ramificación del síndrome de nido vacio. Elizabeth y Gelda se sintieron conmovidas por la actitud de la albina, por lo que la sumieron en un asfixiante abrazo a tres bandas.

-Bien, continuemos con esto –propuso Elizabeth.

-¡Sí! –exclamaron Mirana y Gelda.

El jueves en la noche, luego de una larga mañana de infructíferas entrevistas y de inspecciones a propiedades igualmente inconcluyentes, Mirana y Elizabeth reposaban agotadas sobre los sofás de la platinada.

Fue entonces, que el teléfono de la platinada sonó, indicando una videollamada entrante.

-Hola, rubio –saludó Elizabeth con cara de cansancio.

-Hola, guapas. Nishishi –dijo en español- ¿Por qué tan cansadas? –cuestionó al notar en una esquina de la toma a Mirana con la misma cara de agotamiento que su novia.

-Entrevistas –dijo Elizabeth.

-Búsqueda de departamento –se sumó Mirana alzando su brazo derecho.

-Les dije a ambas que eso podía esperar un poco –recordó Meliodas frunciendo el ceño.

-¡NO! –exclamaron ambas mujeres al unísono.

-Harías lo imposible porque no me mude –acotó Mirana irguiéndose un poco para ver la pantalla del celular de Elizabeth.

-Y como ya hablamos, no soy tu mujer para que me estés manteniendo –acotó Elizabeth.

-¡Claro que eres mi mujer! –discutió el ojiverde.

-¡Sabes a qué me refiero! –reclamó Elizabeth con las mejillas rojas.

-Los convencionalismos sociales no se aplican a nosotros –argumentó.

-La sociedad y la falta de anillo en su anular izquierdo no dice lo mismo –intervino Mirana.

-¡NANA! –reclamó Meliodas con ojos tristes de niño pequeño.

-Lo siento, Mel. Pero sabes lo que opino, sin anillo no hay contrato, por lo tanto Elizabeth puede ser tuya y del vecino guapo del otro lado del pasillo –argumentó Mirana alzando los hombros.

-¿Vecino guapo? –cuestionó él- ¡La última vez que estuve allí, tu vecino era un hombre de cincuenta años!

-Podrá tener cincuenta, pero ni una cana se le ve. Sería un perfecto sugar daddy –se burló Mirana.

-¡Mirana ni se te ocurra! –dijo Meliodas notoriamente enfadado.

-¡Déjame tranquila, rubio oxigenado! Que ya va siendo hora de que yo tenga un marido y hogar propio, pudiera adoptar un niñito de mofletes regordetes –argumentó la albina cruzada de brazos.

-¡No necesitas ningún niño! ¡Tus niños somos Zeldris y yo! ¡Y no creo que él tampoco esté de acuerdo con que nos des un hermanito postizo! Suficiente con que te vas de la casa –verborreó en medio de su berrinche.

La risa de Elizabeth interrumpió la discusión “madre e hijo”, por lo que ambos dirigieron su vista a la tercera en la conversación que había permanecido en una esquina de la toma en silencio, hasta ese momento.

-¿Qué? –cuestionaron al mismo tiempo la albina y el rubio.

-I-ignórenme, jajaja –habló con dificultad Elizabeth entre carcajadas.

-Dilo –presionó Meliodas.

Mirana permaneció en silencio atravesando a la platinada con la mirada, en espera de que esta confesara.

-Tranquilos… -dijo Ellie- Solo que me parece la discusión madre e hijo más hilarante del planeta. Normalmente son más dramáticas que graciosas –razonó.

Meliodas y Mirana se sonrojaron ante la mención de su parentesco emocional, por lo que apartaron la mirada por la vergüenza.

-¡Ay, por las Diosas! ¿Cómo se avergüenzan de eso? –reclamó Elizabeth- En privado tú hablas de Mel y Zel como tus hijos –dijo señalando a Mirana- Y tú, por poco y se te escapa la palabra “mami” cuando hablas de ella –acusó viendo directamente la imagen del rubio en la pantalla.

-¡Mira la hora! Debo preparar la cena –exclamó Mirana antes de desaparecer del alcance de la cámara.

-¡Cobardes! –acusó Elizabeth en voz alta.

-Déjanos ser… -suplicó Meliodas con ojos de cachorro- Ella es muy conservadora y yo tímido al respecto –admitió con el rostro enrojecido levemente.

-Bien –aceptó a regañadientes- ¿Qué tal el trato? –cuestionó.

-Excelente, al fin vamos a firmar el contrato mañana y el sábado haremos la inspección del complejo. Por fin volveré a casa –comentó con alivio en la voz- ¿Sabes? Antes quien hacia los tratos internacionales era Zeldris, yo causaba demasiado revuelo al salir, muchas fiestas, poco trabajo, pero ahora extraño con locura mi cama y no estar rodeado de guardaespaldas hasta para ir al baño, nishishi –bromeó.

-¿Es lo único que extrañas? –cuestionó Elizabeth con las cejas levemente fruncidas y un adorable puchero en los labios.

-¡Preciosa, como puedes sugerir lo que sugieres! Sí tú formas parte de mi cama, no duermo plenamente si no estás conmigo, a tu lado puedo dormir solo dos horas y sentirme totalmente descansado –agregó con galantería- ¡Y ni hablar de la ducha! Bañarme solo ya no es divertido –comentó subiendo y bajando las cejas repetidamente- De solo pensar en ello me pongo duro, nishishi.

-¡IUH! –gritó Mirana desde la cocina- ¡Si van a hablar de cochinadas mejor ponte audífonos, Elizabeth!

Elizabeth y Meliodas se largaron a reír por el comentario de la mayor, pero minutos después y con audífonos en los oídos de la platinada, continuaron hablando.

-¿Y tú, Ellie? ¿Qué tal las entrevistas?

-Pésimo –respondió ella con gesto decaído- Nerobasta ha interferido en todo lo que ha podido, a este paso tendría que buscar trabajo a distancia en otro país o mudarme fuera Kioto –se quejó.

-Cariño ¿Has pensado en hablar con tu padre al respecto? –aconsejó.

-No, sería mi última opción, prefiero seguir esforzándome a encasillarme directamente en la categoría de “niña mimada que no puede lograr nada sin el apoyo de sus padres” –explicó haciendo comillas en el aire con su mano libre.

-Entiendo y te apoyo en eso, pero creo que sería sabio esperar a que la ira de Nerobasta se enfrié.

-Te recuerdo que estoy buscando trabajo para no tener la mente libre para pensar en tus hermosas apariciones con Liz en la prensa rosa –bufó.

-Lo siento, mi diosa. Es circunstancial, pronto volveré y si no has encontrado algo podrás tomarte un tiempo de descanso, repartiré mejor el tiempo que pase en la empresa y haremos lo que tú quieras. Cine, cena, escapada de fin de semana, lo que sea que quieras, lo tendrás –aseguró.

-Siendo sincera, con una siesta junto a ti me basta por ahora –confesó Elizabeth.

-Bien, en cuanto nos veamos tendremos una siesta en una hamaca bajo la sombra de las palmeras –en ese momento Meliodas desvió la mirada un momento- Lo siento, preciosa. Tengo unas cosas que atender de la empresa. Hablamos mañana. Te amo –dijo lo último en español a modo de despedida.

-Te amo más, cariño –habló ella en alemán.

-Eso lo entendí, nishishi.

El viernes llegó prontamente, Elizabeth salió a sus últimas entrevistas programadas, tratando de mantener el buen ánimo, y fue debido al horario de estas que no fue capaz de acompañar a Gelda y Mirana en la cacería del departamento perfecto.

La rubia y la albina, visitaron tres opciones y ninguna tuvo la capacidad de convencerlas. Abordaron el vehículo de Gelda para llegar a la última propiedad por ese día, esperando que fuera la correcta, tras la camioneta de Gelda iba un discreto sedan azul oscuro que las féminas no habían notado, que las seguía desde que salieron del departamento de Elizabeth.

En el vehículo que seguía a las hermosas mujeres, estaba Maes Hughes, quien por orden de Damián Demon había vuelto a vigilar a la albina. Los últimos tres días el detective las había vigilado mientras buscaban la nueva residencia para la mayor, pero dadas las dimensiones de los lugares que visitaban y lo lujosas que eran, este dio por sentado que era Gelda quien buscaba un departamento, y que tal vez compartiría con el Demon menor en un futuro cercano, y fue esto lo que se le informó al patriarca Demon.
Al entrar al espacioso departamento Mirana quedó fascinada por la decoración, era femenina pero sobria, había una combinación de blanco y gris plomo bastante agradable, con ligeros toques de rosado pálido, sofás cómodos en la sala, electrodomésticos nuevos y de acero inoxidable en la cocina, tres habitaciones, un balcón espacioso con jardineras y dos baños completos. El vendedor les indicó que vendían el lugar parcialmente amoblado, por lo que el precio incluía los muebles de la sala y comedor.

La discusión del precio fue rápida, Gelda demostró sus conocimientos en bienes raíces y Mirana hizo uso de sus habilidades como negociante, obteniendo un excelente precio por la propiedad, por lo que, al abandonar el lugar este prácticamente le pertenecía a la albina; y luego de concluir el papeleo el sábado por la mañana seria oficial, por lo que podría comenzar a mudar sus cosas.

Ambas mujeres se fueron, pero en esa oportunidad Maes no las siguió, en cambio abordó al vendedor con preguntas que cualquier comprador haría, pero este rápidamente lo frenó con una frase:

-Me disculpo, señor. Pero el trato por la propiedad disponible en este edificio ya está cerrado.

-¿No hay oportunidad para ofertar? Los jóvenes de hoy en día suelen ser muy volubles con este tipo de decisiones –comentó Maes.

-De verdad lo siento, pero estoy muy seguro que la compradora fue una mujer muy decidida, ella y su hija fueron excelentes negociantes –dijo el vendedor inmobiliario gratamente sorprendido.

-¿Ella y su hija? –cuestionó el detective.

-Sí, la compradora es una mujer adulta probablemente es sus treinta y cinco, supongo que la jovencita que la acompañaba era su hija, eran un poco parecidas. Pero estoy muy seguro de que no cambiará de parecer, tengo experiencia en esto, señor; el pent-house es un trato cerrado –dictaminó el vendedor- Pero puedo enseñarle propiedades cuando guste –comentó sacando de una carpeta una tarjeta de presentación- Llámeme y según sus requerimientos le encontraré una excelente propiedad –dijo a modo de despedida antes de subirse a su auto.

El viernes terminó sin buenos resultados laborales para Elizabeth, pero sí con buenas noticias. La platinada miró con emoción las fotografías del espacioso departamento que Mirana había negociado junto a Gelda, y se lamentó por no estar allí para dar la aprobada final al lugar. Aunque, como consolación estaría presente en la firma de cierre del contrato y luego, la albina, Zeldris, Gelda y ella irían de compras a las galerías de muebles.

Elizabeth recostó su cabeza en la almohada deseando que el siguiente día desplazara por completo aquella sensación de derrota que le dejó toda una semana de entrevistas infructuosas, estuvo tan abatida al llegar a casa que ni recordó cargar su celular. Consciente de que probablemente Meliodas la habría llamado hasta enloquecer, conectó el aparato al cargador, esperó unos minutos y encendió el dispositivo.

Rápidamente la pantalla le mostró las llamadas perdidas que tenía, las de Meliodas eran totalmente predecibles, pero la docena de llamadas sin contestar de su padre eran completamente alarmantes. Con las manos temblorosas remarcó el número de su progenitor, quien contestó a los tres tonos.

-¡Elizabeth! –exclamó el adulto- ¿Dónde estás hija? Te llamé toda la tarde y no te localicé, estaba aterrado.
-Estoy en mi departamento ¿Qué sucede, papá? –indagó.

-Ellie, estaba preocupado. Llamé hoy a tu oficina y me dijeron que ya no trabajabas allí ¿Cómo es eso de que renunciaste? –cuestionó el mayor.

-Papá, es una muy larga historia que me encantaría contarte en persona. Aunque la versión corta es… Ya no quiero que mamá dirija mi vida, no soy una niña y quiero elegir, equivocarme y aprender de ello, no soy un títere –explicó con la voz quebrada.

-Mi niña… -susurró Baltra- ¿Has pasado por mucho, verdad? –cuestionó en tono conciliador.

-Ha sido difícil, pero necesitaba esto, las razones finales te las contaré después –consoló a su padre.

-¿Y que hacías mientras no me contestabas, jovencita? –indagó Baltra.

-Disculpa por eso, estaba en entrevistas de trabajo –confesó avergonzada.

-Uhm… ¿Y qué tal te va con eso? –preguntó aunque ya se imaginaba la respuesta.

-Mamá no me lo está poniendo fácil –admitió- Al principio quise esperar un tiempo hasta que su ira se calmara, pero por ciertas razones no puedo quedarme quieta ahora.

-¿Otro misterio que no puedes contarle a tu padre? –cuestionó sarcásticamente.

-Algo así, pero pronto iremos a verte y te explicaremos todo –dijo con seguridad, imaginando el día en que su padre y Meliodas se conocieran.

Baltra decidió dejar pasar aquel curioso uso del plural.

-Hija, sabes que siempre tendrás un lugar en Lyonesse –le recordó el mayor- Aquí un talento como el tuyo será respetado y bien recibido.

-Lo sé, papá. Pero por ahora, prefiero labrarme yo misma un camino.

-Será duro –advirtió.

-Pero yo soy más dura –afirmó Elizabeth.

-Bien, hija. Respeto tu decisión, pero ya conoces que las puertas aquí esperan porque tú las empujes.

-Eres el mejor, papá. Te llamaré mañana y te mantendré al tanto de los resultados de las entrevistas. Tengo planes de ir con una amiga a buscar muebles para su nuevo hogar –contó ella.

-Se te escucha animada al respecto –comentó un poco más tranquilo por escuchar el optimismo en la voz de su hija menor.

-¡Lo estoy! Es una excelente amiga.

-Está bien, te dejo descansar, Ellie –se despidió Baltra.

Mientras Elizabeth conversaba con su padre; en China, Damián miraba con indecisión su celular, días atrás había encontrado la solución a uno de sus problemas, pero justo en ese momento no sabía si tenía la claridad mental suficiente para abordar esa situación. Contrario a sus hijos, el patriarca Demon se emborrachaba con un par de tragos, la champaña era lo único que toleraba por largo tiempo y había sus excepciones, momentos en los que ni eso. Pero luego de que recibió el reporte de Maes Hughes, avisándole que quien se mudaba era Mirana, sintió su mundo tambalear, ni siquiera pudo concluir su jornada de trabajo y alegando malestar general volvió a su habitación de hotel, donde atacó el minibar.

En aquel momento, Damián dudaba si llamar o no a su sobrino, dudaba en si continuar controlando a Meliodas, dudaba de lo que sentía por Mirana, dudaba de si era lo correcto continuar socavando su relación con sus hijos, dudaba que sí Demon Enterprises realmente valiera pisotear a todos incluidos sus hijos. Pero, en cuanto sin querer marcó el número de Estarossa, la duda se fue y llegó el aplomo.

-¿Tío? –contestó la irritada voz masculina de Estarossa.

-Antes me dijiste que usaste a un hacker para recuperar el video que me mostraste de Meliodas –comentó hablando un poco pausado por la borrachera.

-Sí ¿Por qué lo preguntas? –cuestionó el peligris confundido.

-¿Crees que pueda intervenir celulares a distancia? –cuestionó.

-E-eso creo, si se tienen los datos de la operadora –respondió Estarossa con nerviosismo.

-Quiero el número de ese hacker –dictaminó Damián.

-Como usted diga, tío.

A Estarossa no le dio tiempo de despedirse de su pariente, rápidamente buscó entre los contactos el número de la persona mencionada, antes de enviarlo dudó en si eso era lo correcto, por un instante sintió que abriría la caja de Pandora en cuanto enviara aquellos datos. Pero una voz lo llamó.

-Ross –susurró la voz femenina junto a él- ¿Sucede algo? –preguntó la hermosa mujer en francés.

-Nada, solo me pidieron una información de la empresa –contestó el hombre a su acompañante en el mismo idioma, antes de enviar el mensaje.

Estarossa Demon amaba Francia, aunque lo que realmente le gustaban eran las francesas.

El mundo podía ir rumbo a un cataclismo de proporciones colosales, pero aquella mañana de sábado Zeldris despertó sumamente feliz ¿Y cómo no hacerlo? Si dormir con su preciosa novia era como un reinicio a su sistema. La pareja desayunó animadamente en la tranquilidad del comedor de la mansión Demon, Gelda le daba bocados de su plato al azabache cada vez que este siquiera desviaba la mirada al periódico puesto en la mesa, y él complacido por la sonrisa de su amada, se dejaba alimentar como niño pequeño.

Un par de horas después se reunieron con Elizabeth y Mirana en la inmobiliaria, donde la emocionada albina plasmó su firma en la documentación. Al tener las llaves y la documentación completada, todos fueron hasta el departamento, donde midieron concienzudamente todas las superficies que pensaban decorar.

Con todas las medidas debidamente detalladas y anotadas en una libreta que Mirana usaba como agenda, fueron hasta una enorme tienda departamental, donde podías encontrar desde material de bricolaje y modernos muebles hasta aparatos electrónicos de alta gama.

Elizabeth, Gelda y Mirana pronto se precipitaron a las exhibiciones de juegos de cuarto, Zeldris se mantuvo callado disfrutando de la felicidad de las féminas, solo interviniendo cuando estas pidieran expresamente su opinión. Ya casi habían terminado de concretar la compra de los muebles cuando el azabache llamó a su novia.

-Muñeca, quiero hacerle un regalo a Mira ¿Me ayudas? –susurró a la rubia.
-¿Cómo que se te ocurre? –cuestionó la de ojos carmesíes.

-Quiero el mejor sistema de entretenimiento para ella, consola, altavoces integrados, blue-ray, pantalla plana HD. Pero, me avergüenza admitir que no soy muy dado con la electrónica, entiendo de teléfonos y no mucho más –confesó.

-Entonces ¿Qué esperamos? –dijo ella con tranquilidad.

Gelda tomó la mano de su novio y lo arrastró a la sección de electrónica, donde observó concienzudamente todos los aparatos, comparando unos modelos con otros y consultando algunas cosas con una empleada.

-Zel, corrígeme si me equivoco ¿Pero en el departamento incluyeron un mueble apropiado para todo el equipo? –cuestionó Gelda.

-Si mal no recuerdo en el espacio de la sala no había estantería –dijo haciendo memoria.

-¿Podrías ir a elegir una, para agilizar las cosas? –pidió.

-Sí, supongo. ¿Color?

-La pared es blanca y estoy escogiendo todo en color negro, escoge una de ese color o gris plomo, puede ser parecida a la que tienes en tu habitación –explicó.

-Ok. Vuelvo en unos minutos con las fotos de lo que encuentra parecido –convino el azabache.

Zeldris se movió con tranquilidad entre las estanterías. Quince minutos después Gelda continuaba indecisa sobre la consola que llevarían, no estaba segura si Mirana era tan exagerada como Meliodas y Zeldris que tenían una de cada compañía, pero por lo que recordaba de las noches de juegos la albina era entusiasta de Nintendo y Play Station.

-¿Gelda? –llamó una voz masculina.

La rubia alzó la mirada encontrándose con quien jamás pensó volver a ver, seguía tan alto como ella, ahora usaba lentes, seguramente por el desgaste en la vista que le causaban los videojuegos, cabello negro y ojos marrones muy oscuros, de tez morena.

-Gelda de las mil tentaciones, sigues tan hermosa como la última vez que te vi –halagó él descaradamente, mientras la escaneaba de pies a cabeza.

Ella no sabía qué hacer, estaba paralizada, la última vez que le habló no le quedaron ganas de volverlo a hacer, él la había sumido en unos meses de absoluta tristeza, y no lo había perdonado, aun tenia pesadillas que lo involucraban.

-Muñeca, encontré algunos modelos muy parecidos a… –intervino la voz de Zeldris desde el inicio del pasillo.

Zeldris notó la postura tensa de su novia, por lo que apresuró el paso y frunció el ceño, al llegar junto a su novia se encontró con la desagradable vista del hombre frente a ella, la forma en la que el desconocido miraba con lujuria el cuerpo de Gelda le hizo apretar los dientes.

-¿Me presentas a tu amigo, Temptations? –cuestionó el chico desconocido.

-¿Él es…? –murmuró Zeldris rodeando la cadera de la rubia con su brazo derecho.

-Zel, él es Axel –respondió Gelda estoicamente.

Axel sonrió con suficiencia, Zeldris apretó su agarre a la cadera de su novia y ella rodeó el cuello de Zeldris con ambos brazos.

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Nishishi.
Yo como de costumbre haciendo de las mías.
¿Creen que Zeldris se agarre a vergazos con Axel en la tienda?

En fiiiin técnicamente ya no es miércoles de Nanatsu no taizai,  pero el amor es el mismo.

Chiquillos, ya saben, tomatazos, sugerencias y chistes en la sección de comentarios. 

Les debo los créditos por ahora.
Besos y abrazos
Mía_Gnzlz

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