30._ Ciao Adiós

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Se dice que la honestidad es la mejor política, pero ¿Cuánto duele la verdad? Mirana cuando se decidió a conocer la verdad, tenía la certeza que le dolería, no obstante, la realidad superó increíblemente sus predicciones.

La última vez que la ojiazul lloró tanto, fue cuando le avisaron de la muerte de su hermano. Ni con la muerte de Elise, su mejor amiga, derramó tantas lágrimas como lo había hecho en la última semana. Se culpaba a si misma por su sufrimiento, inocentemente guardó la esperanza de que Damián no podía ser un monstruo tan terrible, pero fue Zeldris quien se encargó días atrás de hacerla aterrizar.

Flash Back.

La cabeza de la albina estaba llena de datos e inseguridades, en cuestión de dos días fue testigo de a cuanto podía llegar la ambición de Damián por consolidar sus planes. Pero le faltaba una pieza, lo presentía. Era lógico para el patriarca Demon pensar en su legado familiar antes que en su familia, era por ello que estaba desesperado por alejar a Meliodas de Elizabeth, ese romance dispararía un escándalo en el mundo financiero que tambalearía la posición de la empresa, Lizzette Danafor fue la pieza seleccionada para evitar el desastre, pero ¿Por qué Meliodas aceptó aquel absurdo?

Obviamente para el rubio debería significar un gran sacrificio darle la espalda a su familia, no obstante, Mirana conocía perfectamente a ese niño, después de todo, ella prácticamente lo crió. Tenía que existir una razón de mayor peso que su ambición personal que lo empujara a complacer los deseos de su padre.

Mirana observaba detenidamente su taza de café como si en ella fuera a encontrar las respuestas a sus preguntas.

Y fue sentada frente al mesón de la cocina que la encontró Zeldris. El azabache se preocupó por la mujer de mirada perdida con la taza con café evidentemente frio, no tanto por su expresión, si no por el contenido de la taza; Mirana no bebía café.

Sigiloso como ratón se acercó a la mayor y colocó sus manos sobre las de ella que sostenían la taza. La mirada azul ajena se posó sobre las esmeraldas llenas de preocupación.

-¿Pasa algo? –preguntó tranquilamente el menor.

-Pasan tantas cosas, Zel – suspiró Mirana.

-¿Es sobre Meliodas? –indagó.

-En parte –respondió la abatida mujer- Aun no entiendo su comportamiento –explicó frustrada- ¿Por qué de la noche a la mañana salir con este asunto de Liz? –cuestionó a la nada con expresión confusa.

-No estoy seguro, pero puede que yo tenga parte de la respuesta –confesó Zeldris, llamando la atención de la mayor.

La expresión de incredulidad en el rostro femenino solo impulsó a Zeldris a confesar el secreto que guardaba. Los ojos verdes se anegaron en lágrimas y el ceño del pelinegro se frunció.

-No, no es fácil para mi decirte esto, no solo por lo que implica para mí, sino porque temo lastimarte, mamá –murmuró con dificultad.

Mirana no pudo continuar viendo el gesto de sufrimiento del menor, por lo que lo abrazó y le dejó llorar en su regazo, larga y amargamente. Solo cuando las convulsiones del cuerpo masculino amainaron, la fémina se permitió apartarse para prepararle una infusión que le ayudara a relajarse.

Minutos después y habiendo apartado la taza con café frio de mesón, madre e hijo bebieron en silencio de sus respectivas tazas.

-Mi padre... -inició Zeldris luego de dar el último sorbo al contenido de su taza.

La peliblanca estrechó con fuerza ambas manos del menor entre las propias, como si con ese gesto buscara infundirle la determinación que parecía faltarle.

-Hace meses amenazó a Meliodas con arrebatarle su herencia a la presidencia del conglomerado Demon si no aceptaba iniciar una relación formal y duradera con Liz –declaró.

Los delicados y rosados labios femeninos se abrieron formando una "O".

-¿Qué? –susurró la ojiazul.

-Y beneficiar a Estarossa... –completó con la voz enronquecida- Le dijo a Meliodas que si no sede ante sus exigencias, lo prepararía a él para ser el futuro heredero de la compañía.

-¿Cómo descubriste eso? –cuestionó la sorprendida niñera.

Con la voz ronca y las lágrimas siendo precariamente contenidas, Zeldris relató a la mujer con lujo de detalles toda la conversación de la Gelda y él fueron testigos la noche del aniversario de la empresa que pertenece a Bartra Liones.

A cada palabra, la ira e impotencia crecía exponencialmente dentro de la albina, en esos instantes ella se creyó capaz de buscar a Damián Demon y armarle el escándalo de su vida, durante unos instantes se sintió como la madre biológica de Meliodas, entonces comprendió los arranques de violencia a los que era propenso el rubio cuando ese poderoso y siniestro sentimiento corría por sus venas. Pero a pesar de su enfado, ella debía conservarse racional, aquel embrollo no se resolvería con gritarle sus verdades a Damián, en cambio, debía convertirse en una salida de escape para sus hijos.

-¿Por qué no lo diste antes? ¿A Meliodas? ¿A mí? –cuestionó destrozada por el sufrimiento que el menor llevaba meses cargando casi solo.

-Meliodas logró resolver el asunto de Liz y pensé que podría dejar eso atrás. Él era tan feliz con Elizabeth y tú... Comenzaste la relación con mi padre que Meliodas y yo llevamos años anhelando ¿No lo entiendes? –cuestionó desesperado, llevándose las manos al cabello para tironearlo- ¡Por fin te convertirías oficialmente en nuestra madre! ¡No tendríamos que fingir que nuestro cariño por ti es el simple apego de dos huérfanos! ¡TE AMAMOS, MIRANA! Desde muy pequeños hemos anhelado que nos permitas llamarte mamá –exclamó- ¡No sabes lo doloroso que era que rechazaras nuestro deseo de verte como madre! ¡En cada reunión por del día de las madres te queríamos allí! ¡Cada reunión de padres en las que nos habría gustado presentarte como: mamá! ¡Sin tantas explicaciones y protocolos! –reclamó mientras se paseaba por la cocina como un león enjaulado.

Por primera vez en su vida se dio cuenta de lo cruel que había sido con ambos niños, los crió con todo el amor que le habría brindado a sus hijos biológicos de haberlos tenido, pero prefirió marcar ciertas distancias con ambos, diciéndose a sí misma que de esa manera no se estaría apropiando de un lugar que no le pertenecía ¡Creyendo que era por respeto a Elise! Imponiendo una barrera innecesaria entre ella y los menores, impulsada por sus propios miedos y pasado. Ignorante, siempre ignorante, intentando ser perfecta, intentando que su máscara no cayera y expusiera todas las debilidades de las que se avergonzaba.

Con las piernas temblando y llena de miedo al rechazo bajó del taburete y se acercó al inquieto azabache, deteniéndolo al sostener una de sus muñecas. Él la miró en silencio, con el miedo en lo profundo de sus orbes. Ella lo envolvió en sus brazos y dejó la máscara caer.

-Lo siento, Zeldris. Pe-perdóname, por favor –dijo entre amargos sollozos.

Zeldris le regresó el abrazo y se permitió llorar junto a ella, ambos mojando un hombro del contrario con saladas y cálidas lágrimas.

-Arreglaré esto Zeldris, lo prometo –dijo decidida al separarse del abrazo.

Luego de esa intensa conversación, Mirana y Zeldris pasaron la tarde viendo películas en la habitación de la mujer, ambos abrigados en la comodidad de sus pijamas enterizos especiales para pijamadas, el de Zeldris de Pikachu y el de Mirana de Raichu.

Fin del flash back.

Mirana POV's

Desde ese sábado no he parado de estar emocional, parezco catarata, al parecer mi mascara quedó desecha y ya no puedo contener mis emociones. Gracias a Dios aun puedo fingir ante Damián, supongo que la rabia es mi sustento para disimular frente a él.

Decido salir del pseudo nido de pena y desesperación en el que he convertido mi cama, paso un momento al baño a lavarme el rostro, que al contacto con el agua noto cuan irritado está por lo salado de mis lágrimas, al terminar vuelvo a sentarme frente a la computadora y mientras esta inicia repaso todo lo que he desenterrado últimamente.

Cuanto más descubro, mas enferma y llorona me encuentro. Aun no les cuento a Meliodas y Zeldris todo lo que sé, pero voy a hacerlo en cuanto tenga todas las piezas del rompecabezas. Fue gracias a la guía de un viejo amigo que logré averiguar ciertas cosas por caminos no tan legales, con mis medianos conocimientos de informática pude darme cuenta que todas las comunicaciones dentro de la mansión estaban siendo monitoreadas e intervenidas por un dispositivo externo, fue de esa manera que encontré el aparato que parasitaba las comunicaciones inalámbricas de la mansión. Antes de descubrirlo, mi principal ideal era intentar hackear los dispositivos electrónicos de Damián en busca de información, pero terminé dándome cuenta que no era la única con esa misión.

En ese momento necesité ayuda, me tomó casi un día contactarme con ese aterrador hombre y luego de una serie de "penitencias" por no contactarlo más seguido, accedió a ayudarme. Mientras estábamos en la llamada más costosa y complicada de mi vida logramos invadir silenciosamente la computadora del hacker, lo que me dio acceso a todo lo que se había intervenido para Damián.

Resultó que ese descarado no se ganó el apodo de Rey Demonio por nada, él tenía un cifrado altamente complicado para sus dispositivos y no estaba conectado a la misma red que los demás habitantes de la casa, supuse que esas prevenciones las tomó cuando decidió involucrarse con un hacker, por lo que para ingresar a sus dispositivos tendría que valerme de otras artimañas, muy al estilo de los ángeles de Charlie, bien puedo ir comprando mi traje de cuero sintético.

El acceso a los archivos del hacker era limitado, podía curiosear lo que quisiera, pero si me acercaba peligrosamente a las dos horas de uso, me arriesgaba a que los sistemas de bloqueo y defensa del desconocido me descubrieran. De esa manera supe de las conversaciones restringidas de Meliodas, la existencia de más de un dispositivo de intervención instalado en los lugares que Mel suele estar y uno que otro detallito interesante como: ¡A Chandler le gusta la señora Roberts!

Por otra parte, me percaté de que es cierto lo que dicen: "Mas sabe el diablo por viejo que por diablo". A pesar de que las comunicaciones en Demon Enterprises estén intervenidas, los datos de finanzas y seguridad estaban perfectamente protegidos, lo supe ya que noté que el hacker intentaba con demasiada insistencia ingresar a cierta información que estaba fuera de su alcance.

En los últimos siete días me he mantenido centrada en conocer hasta el último detalle de la amenaza que pendía sobre la cabeza de Meliodas, ya tengo pensado todo lo que voy a hacer, pero me faltaba alguien importante y por mucho que he intentado comunicarme con ella no lo he logrado, es por eso que le pedí a mi rubio y amargado profesor de informática personal que mantenga un ojo sobre los vuelos que salgan de Estados Unidos con destino a Japón comerciales o privados, en especial donde se haga mención de: Elizabeth Goddess o Bartra Liones.

Suspiré por millonésima vez en el día mientras repasaba los archivos recuperados de mensajes de texto y correos electrónicos que fueron desviados de entrar o salir de los dispositivos electrónicos de Meliodas, como si en leerlos por doceava vez encontraría la pista que me faltaba, aquella pieza de información que me revelaría los motivos de la chica Danafor para participar de esa treta. De verdad quería creer que no era el tipo de mujer despiadada que colaboraría con lo que sea que le permitiera alcanzar sus objetivos.

Mi vista se posó en un correo que no recuerdo haber leído. Al parecer los Dioses y Demonios si están de mi lado. Allí, escrito desde el correo personal de Meliodas estaba la parte faltante del rompecabezas: una deuda que tenía a Elliot Danafor cerca de la ruina; el correo era bastante impreciso, pero al menos demostraba que Meliodas hizo lo posible por preservar su relación en medio de aquella tormenta que se empeñó de afrontar solo.

-Parece que no me queda de otra que pisar el infierno por mi hijo –dije a la soledad de mi habitación.

Estaba a punto de tomar mi celular para llamar de nuevo a mi conflictivo amigo de ojos acero cuando el mencionado aparato sonó primero.

-Parece que invoqué al diablo –bromeé al contestar en inglés- Pensaba llamarte justo ahora.

-Tu amiga regresa a Japón en el vuelo de America Airlines del miércoles por la tarde, código AA406 –dijo la severa voz masculina.

-Es extraño que regrese en un vuelo comercial –comenté.

-Confirmé los demás pasajeros del avión y parece que vuela sola –acotó el americano.

-Imagino a que viene –dije con la tristeza reflejándose en mi voz- Por cierto, Alaude... Voy a necesitar ese malware del que me hablaste –solicité riendo ligeramente.

-Ya quiero saber qué es lo que pretendes, pequeña bruja –comentó con tono desinteresado.

-Pronto te lo contaré en persona –susurré.

-Esperaré por eso –murmuró antes de colgar.

Al colgar la llamada suspiré, será difícil enfrentar nuevamente esa parte de mi vida. ¡No tengo tiempo para lamentaciones!

Tomé nuevamente el celular y marqué un conocido número, minutos después la voz risueña de Giotto resonó a través de la bocina.

-Mira, que alegría que me llames –mencionó la sedosa voz italiana.

-Gio... -murmuré con irritación en italiano- No finjas que Alaude no te ha hablado de mis movimientos –desafié- Imaginaras que te llamo para pedirte un favor.

-Y yo como el genio de la lámpara estaré encantado de concederte lo que pides –bromeó con ese irritante tono galante.

-¿Significa que solo puedo pedirte tres deseos? –indagué.

-Tú eres diferente de Aladino, a ti te concedería el mundo si lo pidieras, mia cara –dijo con dulzura.

-Entonces... ¿Cuánto te tomaría reunir para mí un grupo de guardaespaldas de confianza? –pregunté determinada.

-¿Para ti? –preguntó burlón- Media hora.

-Quiere decir que no será difícil tener a lo mejor de lo mejor de tus empleados bajo mis órdenes para mañana temprano –argumenté.

-Un ejército si quieres –aseguró.

-Necesito seis –puntualicé.

-Adoraría ver en vivo la cara de papá Demon ante tu rebelión, pequeña Alicia –se burló.

-Te enviaré una foto –comenté- Claro, si es que acepta posar para mí.

-Los tendrás a tus órdenes desde las ocho.

-Gracias, te quiero, Gio –dije antes de colgar.

Fin del Mirana POV's

Mientras la albina segunda madre hacia los preparativos necesarios para comenzar a mover sus propios hilos, Elizabeth recién terminaba de arreglar sus maletas, porque en un poco más de veinticuatro horas abordaría el vuelo que la regresaría a Japón para confrontar a Meliodas.

El día en que se desmayó marcó un antes y un después para la herida platinada. Luego de ese instante en que colapsó, los hechos se dieron muy rápido, fue llevada a un centro asistencial donde le diagnosticaron anemia, todo producto de una infección estomacal por el cambio brusco en su dieta, aunado a ello el doctor también le advirtió que los niveles de estrés que estaba llevando últimamente no eran sanos y esto se reflejaba en sus nauseas, dolores de cabeza y retraso menstrual.

Pasó dos días de descanso absoluto en su habitación de hotel, totalmente distante de todo lo que tuviera que ver con Lyonesse Oils y juzgados; durmiendo, alimentándose apropiadamente e ingiriendo los complementos vitamínicos que le recomendó el doctor. De esa manera fue que la joven pudo recuperarse rápidamente. Además de que por decisión propia, mantuvo apagados todos sus dispositivos electrónicos y se los entregó a Gilthunder para que este los guardara.

Al tercer día, Elizabeth lucía un saludable rosado en sus mejillas, para alivió del preocupado padre. Pero, muy a su pesar, el progenitor se vio en la obligación de preguntar a la joven por aquellos terribles reportajes que encontró en internet.

Flash Back.

Padre e hija disfrutaban juntos de una apacible merienda en el balcón de la habitación de Elizabeth, cuando el adulto preocupado y con el ceño fruncido miró fijamente a la menor de sus retoños.

-Dime papá –pidió la platinada sin levantar la vista del líquido anaranjado de su vaso- Hace algunos minutos siento tu mirada fijamente sobre mí.

-Elizabeth... Cuando te desmayaste... ¿Acababas de ver el reportaje, no es así? –indagó el inquieto mayor.

La platinada suspiró con evidente tristeza, abandonando su postura perfecta, dejando caer sus hombros como si sostuviera una enorme piedra sobre ellos.

-No voy a fingir que no se de lo que hablas, papá –murmuró Elizabeth.

-¿Han hablado? ¿Sabías algo de esto? –inquirió el preocupado padre.

-Hace algunos meses, el papá de Meliodas le amenazó con quitarle sus derechos como primogénito si no se hacía un hombre de respeto, con una pareja formal y del mismo estrato social. El señor Demon por alguna razón se encaprichó con Liz Danafor, en aquel entonces resolvimos ese inconveniente, pero parece que en este momento las cosas son distintas –suspiró profundamente- No he hablado con Meliodas pero pienso hacerlo pronto.

-¿Demon no te aprueba? –cuestionó Bartra enojado.

-Él no sabe que soy novia de su hijo y sospecho que no le agradaría de todas formas –reveló.

-¿Crees que eso es lo correcto? ¿Esa es la manera en que quieres vivir?

-En un principio todo comenzó distinto, queríamos ser él y yo, a lo mucho nuestras amistades –relató- Al conocernos quisimos darnos la oportunidad de saber quiénes éramos realmente y para eso no tenía que enterarse todo el mundo, luego vino el amor y poco a poco deseamos involucrarnos más, terminé siendo amiga de su madre y hermano, pero siempre estuvo por allí la nube de la enemistad de nuestros padres, creí divertirme por un tiempo jugando a las escondidas, ahora; me doy cuenta que no sé cuando empecé a sentir aversión a ocultarme –concluyó con la voz quebrada.

-Creo que necesitas hablarlo con Meliodas –opinó el mayor.

-Creo lo mismo y volveré a Japón para hacerlo –dictaminó Elizabeth con la férrea decisión reflejada en sus azules ojos.

-En eso me alegra que te parezcas a tu madre –dijo con una sonrisa complacida- Una mujer para ser respetada en esta era debe hacer valer su posición y enfrentar las injusticias con determinación.

-"Para que una mujer prospere en un esquema dominado por el hombre debe exudar respeto y autovaloración*" –citó Elizabeth con una sonrisa.

-¿De dónde salió eso? –preguntó el sonriente y orgulloso padre.

-De una vieja caricatura que a mi madre no le gustaba que viera –confesó con un gesto travieso.

-Demostración inequívoca de que los adultos también cometemos errores.

Bartra dio un último trago a su taza con café y luego tomó las manos de su hija en señal de apoyo.

-Confió plenamente en ti, Elizabeth. Estoy orgulloso de la mujer con criterio en la que te has convertido –confesó causando que las lágrimas brotaran de los ojos ajenos- Pero siempre ten en cuenta, que puedes apoyarte cuanto quieras en tu viejo padre.

-Lo sé, papá –susurró la platinada antes de abrazar fuertemente a su progenitor.

Fin del flash back.

Con esa conversación, los caminos borrosos de la ojiazul se vieron aclarados, solo con saberse apoyada por alguien su determinación cobró una nueva dimensión de solides. Fue por eso que solicitó a su cuñado el regreso de sus dispositivos electrónicos, luego de tenerlos totalmente cargados se acercó con paso vacilante a la mesa donde se encontraban los brillantes y plateados artefactos.

La laptop fue a parar a su estuche acolchado junto a todos sus accesorios, el teléfono permaneció apagado, pero el Ipad fue tomado casi con miedo, una de las esquinas del acrílico protector estaba más opaco producto del golpe que se llevó en los juzgados.

Al dispositivo le tomó unos segundos iniciar luego de que su dueña apretó el botón con esa función. El fondo de pantalla mostraba la imagen de una hermosa costa donde en la lejanía se visualizaba una difusa figura masculina, el dedo índice de la platinada paseó sobre esa figura color durazno y amarillo, era él: Meliodas, su corazón se agitó.

Súbitamente cientos de notificaciones empezaron a llenar el dispositivo, haciendo que este prefiriera diversos sonidos una y otra vez, aquello aturdió a Elizabeth, por lo que desactivó el sonido de la tableta. Ignorando todas las notificaciones, abrió el buscador y escribió en el: "Entrevista a Lizzette Danafor".

La entrevista que vio con anterioridad no fue la única ni la última que había dado la pelirroja, pero como la noticia seguía siendo popular, la ojiazul no tuvo que batallar mucho para encontrarla, y como si estuviera intentando auto flagelarse, Elizabeth reprodujo el corto segmento donde su ex compañera de cuarto anunciaba su compromiso al menos unas veinte veces. La siguiente hora la platinada se dedicó a ver las otras entrevistas dadas por Liz durante los escasos días que habían transcurrido:

-No parece que en la joyería hubiera una propuesta formal y romántica ¿Cómo fue el momento en que Meliodas te pidió matrimonio? –preguntó la sonriente presentadora.

-Fue en una propiedad nueva que adquirió poco después de que empezáramos a salir –comentó la pelirroja.

-¿Propiedad nueva? ¿Algo así como un nido de amor para ambos? –curioseó la ruborizada entrevistadora.

-Él es un hombre muy romántico. Por supuesto quiso un lugar donde encontrarnos tranquilamente, un sitio para que ambos descansáramos de nuestra apretada agenda –se ufanó- Fue allí en la casa frente a la playa, bajo las estrellas, luego de pasar toda la tarde retozando en el agua que él dijo las siguientes palabras: ¿No te gustaría pasar toda la vida en momentos como este?

-¡Oh por Dios! ¡Que romántico!

-Cuando volteé para responderle se disculpó por no tener anillo, pero me confesó que es mejor hacer las cosas en el momento en que uno las siente, se puso de rodillas y me prometió el mundo si aceptaba ser su esposa –comentó Liz- Habló de la mansión estilo victoriano que siempre soñé, de las mascotas que tendríamos y de mudarnos juntos a Alemania apenas nos casemos...

En ese momento una irritada Elizabeth pausó el video.

-¡Absurdo! ¡Totalmente absurdo y ridículo! ¡Meliodas no soporta las casas extravagantes e innecesariamente grandes! ¡Aparte es alérgico al pelo de animal! ¿Cómo demonios tendrían mascotas? Y ¿Alemania? ¡Por las Diosas! ¡Ese adicto al trabajo no podría vivir fuera de Japón ni aunque lo amarraran de manos y pies! –exclamó totalmente iracunda.

Con rabia quitó la nueva oleada de lágrimas que bajaban por sus mejillas, solo una parte en todo el falso discurso de Liz era cierto, y eso la llenaba de rabia; Meliodas le había dado entrada a su hogar, solo así ella podría saber de la casa en la playa.

-¡Cuando vea a ese rubio voy a colgarlo de los tobillos de la torre más alta que encuentre! –gritó.

Horas después Elizabeth abordó el avión que la llevaría hasta Japón, luego de despedirse de su cuñado y padre, quienes no paraban de abrazarla y recordarle una y otra vez las indicaciones del doctor.

Catorce horas después, la agotada albina recién bajaba del avión, al ser las siete de la noche la terminal estaba bastante tranquila, buscó en su bolso el smartphone para encenderlo y llamar a su padre, avisándole de su llegada; pero primero encontró su manojo de llaves.

Se quedó abstraída viendo las piezas metálicas que correspondían a la casa que compartía con el rubio, meditando si era lo correcto volver allí, sus ojos se bailaron entre las llaves de la casa y las de su departamento de soltera.

-Elizabeth –habló una gentil y femenina voz.

Los azules ojos chocaron con unos más profundos que los suyos y el pánico se apoderó de la más joven.

-No te preocupes, Meliodas no vino conmigo y tampoco vengo para llevarte con él –trató de consolar Mirana.

-¿Co-cómo supiste que yo...? –intentó preguntar pero la mayor la atajó.

-¿Qué vendrías hoy? –completó- Tengo mis propios e ilegales métodos –confesó- Ahora deje que te ayude a salir de aquí, tenemos mucho que hablar.

-Si vienes para lavarle la cara a Meliodas... -pero nuevamente fue cortada por la albina.

-¡Ni loca! ¡Ese niño se merece que lo cuelgue de las pelotas de la torre más alta! –declaró la mayor con los brazos cruzados.

-¡Y yo que creía que colgarlo de los tobillos era cruel! –bromeó Elizabeth.

-¡Nah! Deberías escuchar la idea de Zeldris, colgarlo de un árbol y darle palazos como piñata mexicana –contó acercándose a abrazar a la recién llegada.

Ambas damas se fundieron en un necesitado abrazo y rieron amargamente por la escena antes descrita.

-Señora Mirana, los reporteros llegaran en unos diez minutos –avisó una voz masculina tras ambas mujeres.

La mencionada realizó un gesto al hombre y este tomó las maletas que estaban junto a la platinada.

-¿Te importaría pasar la noche escuchando las trágicas peripecias de una vieja como yo? –preguntó Mirana a Elizabeth.

-No me imagino una mejor manera de pasar la noche –respondió de manera sincera.

Elizabeth rápidamente se sintió protegida y en confianza con la albina, a pesar de lo extraño de la situación. Ambas mujeres y el hombre atravesaron rápidamente la terminal hasta reunirse con otros hombres corpulentos y trajeados, con los que se subieron a una camioneta negra de vidrios oscuros.

Durante todo el trayecto Mirana conversó parlanchinamente con la menor, presentándoles a sus "amigos", como ella los llamó, asegurándole que ellos estaban allí para repeler a los guardaespaldas de los Demon si era necesario. Minutos después el vehículo de detuvo en el estacionamiento del edificio donde la albina había adquirido recientemente una vivienda.

-Gracias, chicos. De aquí en adelante todo bien, yo me hago cargo solita –dijo la animada peliblanca luego de entrar al departamento.

Los seis hombres se despidieron amablemente de ambas, dejándolas solas segundos después. Fue en ese instante que Mirana permitió que su máscara cayera, mostrándole a la platinada la profunda tristeza con la que cargaba.

-Elizabeth, antes de las disculpas y de contarte parte de mi historia, voy a ponerte al corriente de todo lo que ha pasado aquí en el último mes –murmuró la triste mujer.

-Intuyo que es mejor que pidamos comida a domicilio y vayamos a una tienda cercana por licor y golosinas de esas que sacan espinillas solo de verlas –argumentó Elizabeth mostrando una expresión parecida a la de la adulta, pero esforzándose por hacer una mueca de sonrisa.

-Me he adelantado a los hechos y la despensa está a reventar de licor y chuches –comentó Mirana.

-Entonces nos falta una pizza extra grande.

- Y hamburguesas, papitas y nuggets de pollo –convino la albina.

-Quiere decir que la historia es larga.

-Mucho.

Durante esa noche Elizabeth y Mirana se contaron sus verdades, la relación con Damián, el investigador privado, los mensajes desviados, el miedo, los celos y la tristeza. Lloraron y maldijeron a viva voz. Abrazándose mutuamente cuando sentían que la otra estaba a punto de romperse. Los pocos eventos de su pasado que Mirana le contó destrozaron a Elizabeth. Y los sentimientos que carcomían a Elizabeth renovaron las ganas de Mirana por torturar a Meliodas con algún dispositivo viejo y oxidado usado en las cruzadas.

Apenas durmieron cuatro horas y a las ocho de la mañana ambas mujeres se encontraban arreglándose para lo que sería posiblemente el día más nefasto de sus vidas. A las nueve en punto ambas mujeres se encontraban recogiendo con ayuda de los guardaespaldas las pocas pertenencias que Elizabeth aún tenía en su antiguo departamento, con tantos pares de manos disponibles, dejar el espacio impoluto fue extremadamente rápido, además de que este estaba casi vacío a excepción de algunos libros, decoración y muebles.

Luego de llevar todos los objetos al departamento de Mirana, se encaminaron a la siguiente parada, el elegante vehículo se estacionó paralelo a la acera. Dentro, Mirana retocaba el perfecto maquillaje que llevaba la platinada.

-Y recuerda, suceda lo que suceda vas a tomar las llaves que Meliodas te dé, no importa que tan ambiguo sea el gesto, las necesitamos –recordó la albina dando unas ultimas pinceladas de rubor a las mejillas de la menor.

-Sí, lo sé –murmuró Elizabeth.

Al apartar la brocha de la cara ajena, la mayor abrazó a la joven, deseándole lo mejor en su fuero interno. La platinada bajó del vehículo flanqueada por cuatro guardaespaldas.

Como en otras oportunidades la ex heredera mostró el pase personal de Meliodas a los guardias de la Torre Demon y estos la dejaron seguir. Abordó el elevador privado junto a los silenciosos guardias de Mirana, cuando la cabina metálica se detuvo estos parecieron brindarle miradas de apoyo antes de salir.

Los hombres se rezagaron discretamente y le dieron espacio para acercarse hasta la secretaria. En el escritorio la señora Roberts la miró como si hubiera visto un fantasma y no parecía poder recobrar la compostura.

-¿Está Meliodas solo, señora Roberts? –preguntó amablemente la platinada.

-Uhm, sí, señorita Elizabeth pero espere un segundo le avisaré... -dijo la preocupada señora.

-Yo puedo sola –aseguró sonriendo para contrariada empleada.

Como un halo de luz Elizabeth abrió las puertas de la oficina y las cerró tras ella, al mirar al frente no encontró a Meliodas sentado en la silla del imponente escritorio, pero un sonido a la derecha llamó su atención.

-E-Elizabeth –pronunció dificultosamente el rubio que la veía pasmado.

-Hola Meliodas –dijo ella con tranquilidad.

El rubio parecía querer correr a abrazarla, pero se mantuvo parado tras su escritorio con los ojos desorbitados.

-¿Po-por qué viniste aquí?

-Cambiaste las cerraduras, vine por las llaves –explicó tranquilamente reduciendo penas unos pasos la distancia entre ella y él rubio.

-Pudiste llamarme yo te habría ido a buscar al aeropuerto y...

-No, preferí hacer las cosas por mí misma, no vaya a ser que hagamos enojar a tu prometida –dijo con tono hosco.

-Elizabeth, entiendo que estés molesta, pero te lo expliqué por correo, Liz está en una situación difícil y... -intentó explicar.

-Sí, supongo que es difícil –fingiendo haber leído desde antes el correo que Mirana recién le mostró la noche pasada- Aunque es mucho más difícil para mi ver a MI novio pidiéndome que soporte una situación como esta.

-Elizabeth por favor, baja la voz, no sé quién pueda estar allí afuera y...

-¿Y qué Meliodas? –cuestionó- ¿Pretendes que siga en las sombras? ¿Escondiéndome como si te avergonzaras de mí? –preguntó alzando la voz.

-Elizabeth por favor –suplicó en voz baja- Espérame en casa, hablaremos de esto, juntos encontraremos una manera.

Meliodas apartó la vista de la platinada para buscar la copia de las llaves en su portafolios, sin notar como las manos de su novia se empuñaban con fuerza. Al tener las llaves las extendió en dirección de la ojiazul pero nunca salió detrás de su escritorio.

-¿Esta es tu nueva forma de tratarme? ¿No nos vemos en dos meses y ni eres capaz de darme un abrazo? –preguntó dolida.

-Ellie no hables así, estoy desesperado por besarte ¡Solo Dios sabe cuánto deseo resolver esto! Dejarlo atrás y volver a tenerte entre mis brazos en nuestra cama –argumentó dolido por las palabras de la mujer que amaba.

-¿Por qué no lo haces? –susurró.

-No sería capaz de soltarte y si mi padre viene no tendría manera de inventar algo, en cambio desde aquí puedo fingir que estamos teniendo un dramático rompimiento –intentó bromear- Él volverá en cualquier momento, Elizabeth. Toma las llaves y vete tan rápido como puedas, me encargaré de lo demás ¿Quién te vio llegar? –preguntó nervioso.

Las hirientes palabras de Nerobasta asaltaron la mente de Elizabeth: "Tú solo eres un juego exitante en la oscuridad", "Ese canalla no te dará nunca la posision de prestigio a la que perteneces"; ella sacudió la cabeza intentando apartar esos pensamientos. Luego se acercó hasta la mano extendida del rubio y tomó las piezas metálicas procurando que su piel no tocara la ajena. Ante este gesto Meliodas sintió dolor en su pecho.

-Eres un cobarde, Meliodas Demon –dijo la ojiazul alejándose del escritorio.

-Elizabeth, no lo entiendes, hay mucho en juego, Zeldris y Mirana están de por medio y...

-¡Sé mucho mejor que tú lo que está de por medio! –gritó revelando su frustración- ¿Acaso olvidas que yo fui desconocida por mi madre por esta relación? ¡Nos defendí Meliodas, a ti y a mí, los dos!

-Ellie baja la voz por favor –suplicó viendo lastimeramente los iracundos ojos azules- Este no es el lugar.

-¡Me vale un demonio el lugar! –volvió a gritar- ¿Acaso esta empresa vale más que yo?

-Elizabeth lo estás malinterpretando todo –dictaminó intentando permanecer objetivo, luchando por no abalanzarse sobre su amada y besarla hasta apagar su furia- Sabes perfectamente que tu situación y la mía no son las mismas, tú tienes opción.

-¿Opción? –preguntó confundida.

-Tu padre estaría encantado de recibirte, en cambio yo, no tengo más... ¡Esta empresa es por todo lo que he trabajado desde que tengo memoria! –exclamó desesperado.

-Y lo entiendo, Meliodas. Valoro el trabajador tan esforzado que eres, incluso es una de las cosas que amo de ti. Pero no puedes hacer de mí una pieza en tu tablero que mueves a voluntad, yo no soy un juego.

-Te juro que no lo eres, preciosa. Pero te repito tienes que salir de aquí.

El tono apremiante en las palabras del rubio hería profundamente el corazón de la chica.

-Aun cuando me conoces mejor que nadie solo vez en mi a una niña consentida que hace su voluntad siempre que quiere. Piensas que es fácil para mi ser libre porque tengo a quien acudir luego de renunciar a mi herencia por ti –argumentó sin ver al ojiverde- Parece que las dificultades te han atrofiado el cerebro, Meliodas. Te has olvidado de mí; dijiste que era tu diosa, tu mujer, que jamás permitirías que quien fuera me apartara de ti.

Suspiró antes de continuar.

-A los dioses no se les abandona, ellos te abandonan cuando los traicionas –murmuró- Tú y yo no vamos a seguir juntos.

A Meliodas se le heló la sangre al escuchar lo último y buscó acercarse a la platinada.

-Elizabeth, no digas tonterías –susurró- Estas cayendo en su trampa ¿Qué no lo notas?

-No, Mel. Tú caíste, lo que está pasando es solo el fruto que cosechas –explicó apartándose del hombre.

Meliodas tomó con desesperación una de las muñecas de la ojiazul, viéndola con una expresión de tristeza absoluta.

-Suéltame, Meliodas. Tenías razón, debo ir a casa, necesito recuperar lo que he perdido –dijo Elizabeth logrando zafarse del débil agarre.

-Ellie... -susurró el hombre de corta estatura.

La mente del rubio no podía procesar correctamente las palabras de la platinada ¿Lo esperaría en casa? ¿Lo había dejado? No entendía del todo las cripticas palabras de la joven, pero se consolaba en el hecho que de haberlo dejado ella no habría tomado las llaves. Observó cómo su novia se reunía con el grupo de hombres desconocidos. Reprimió el impulso de ir hasta allí solo porque su mirada se encontró con los orbes ónix de Chandler que reflejaban una incredulidad inmensa.

Manteniendo su acto, cerró la puerta de la oficina fingiendo que nada había sucedido y volvió a su silla donde se permitió llorar unos instantes. Él no entendía porque, pero tenía el sentimiento de pérdida característico de quien vive la muerte de un ser querido. En su pecho se instaló un sentimiento pesado que lo acompañaría por el resto del día.

Por otra parte, Elizabeth se esforzó por mantenerse digna ante tan horrible situación, pero en cuanto estuvo segura dentro de la camioneta de vidrios oscuros, lloró amargamente en el regazo de Mirana manchando el celeste de su falda con lágrimas oscuras, tintadas por el maquillaje corrido.

Una hora después, la camioneta se estacionó frente a la casa de playa. El rostro de Elizabeth ahora libre de maquillaje contemplo con tristeza el lugar. La triste platinada dejó todo lo que había que hacer en manos de Mirana, mientras ella miraba anhelante casa superficie de lo que fue su hogar, pensando en que jamás volvería a pisar ese sitio. Por mucho que le doliera, la decisión estaba tomada, ella no perdonaba a quien la hería y mucho menos perdonaría a Meliodas quien aun permanecía ciego ante sus errores, eso estuvo claro al no notar la connotación de sus palabras ¡Decir que ella tenía opción! ¡Él era quien lo veía sus opciones!

Acarició las fotografías de sus amigos que estaban sobre la biblioteca central. Repasó con sus dedos cada superficie y rememoró cada beso, cada risa, cada abrazo y cada gemido. No se arrepentía de haber amado a Meliodas, tampoco era como que había dejado de hacerlo, pero si permanecía a su lado olvidaría lo que era amarse a sí misma.

Los amigos de Mirana se movían con sigilo y eficiencia por la casa, recogiendo las pertenencias de Elizabeth tratando de cometer errores mínimos a la hora de diferenciar las cosas de la platinada de las del rubio, salvo que a la joven no parecían importarle sus objetos.

La albina le dejó su espacio todo lo que pudo a la más joven, pero llegó un momento en que necesitó de la intervención de la devastada chica. Preguntarle que cables le pertenecían y sobre algunos perfumes distrajo la mente de Elizabeth un poco, obligándola a distanciarse efímeramente del dolor.

-Ellie, estas cosas aún están en su bolsa –dijo Mirana mostrándole algunos paquetes sellados de tiendas costosas- Meliodas trajo algunas cosas para mí de su viaje, si tiene esto guardado es que eran para ti –intentó animarla.

-Mira... Deja eso donde lo encontraste –pidió la menor.

La mayor evitó insistir y la dejó continuar con los objetos de algunos libreros, asegurándose de que nada se le pasaba. Revisó cada habitación de huéspedes y escaneó detenidamente hasta el baño de la alcoba principal, por lo que solo restaba la primera planta, cuando el mediodía se acercaba todos los objetos personales de Elizabeth o al menos la mayoría habían sido subidos al vehículo, por lo que el viaje de regreso al departamento de Mirana fue bastante incómodo.

Pidieron comida a domicilio y los ocho pares de mano se pusieron a organizar lo mejor posible cada uno de los objetos traídos. Y a pesar de lo lúgubre de los acontecimientos, pudieron pasar un buen momento ya que los preocupados y gentiles guardaespaldas empezaron a hacer tonterías para sacarle risas a las damas.

A las tres de la tarde los guarda espaldas y Mirana vieron oportuno retirarse.

-Ellie, llama a alguna de las chicas –suplicó la albina.

-No, te vas porque sabes que Meliodas empezará a buscarme como loco y en algún momento recurrirá a ti, pasará lo mismo con las demás –razonó la menor.

-Eso es cierto, pero no me gusta la idea de que te quedes sola –se lamentó Mirana.

-¡Yo puedo quedarme! –exclamó uno de los guardaespaldas fingiendo coquetear con Elizabeth.

-¡Atrás Sacconi! ¡Ellie es muy pequeña para hombres como tú! –exclamó Mirana envolviendo el cuello de la platinada con sus brazos de manera potectora.

Los presentes rieron y terminaron de despedirse, dejando a la ex heredera sola con sus pensamientos.

Mirana regresó a la mansión Demon y se hizo cargo de la cena, fingiendo buen ánimo para el resto de los empleados, quienes suspiraron aliviados por el regreso de la feliz Mirana Arelian, a quien habían extrañado últimamente desde que inició a evitar a Damián como si este tuviera la peste.

Cuando los habitantes de la casa Demon se sentaron en la mesa, Meliodas apenas llegaba a su hogar, dispuesto a disculparse con su novia tantas veces como cabellos tenía en su cabeza. Frente a la casa no había ningún auto estacionado, por lo que se olvidó de sacar las compras que había hecho. Apresurado tomó las llaves y con las manos temblando logró abrir la puerta al tercer intento, no se dio un momento para encender las luces, simplemente avanzó por la oscuridad hasta las escaleras y la subió a pasos acelerados, mientras intentaba convencerse en que Elizabeth solo se había quedado dormida.

Al encender la luz de la habitación, la soledad lo sobrecogió. La cama estaba vacía, las puertas del armario estaban abiertas y solo sus prendas estaban dentro de este, los productos de belleza de la platinada tampoco estaban sobre el tocador. Y por si el mensaje no era suficientemente claro, Elizabeth se había tomado la molestia de escribir sobre el espejo una desgarradora frase: "Te amo, pero adiós".

Enloquecido el rubio recorrió cada habitación de la casa, rogando porque la realidad no fuera aquella. Media hora después se rindió, no quedaba nada de ella, ni siquiera el cactus que ella puso en el ventanal de la cocina. Decidido a encontrarla volvió a su vehículo y puso marcha al departamento de la platinada.

No la encontró, inclusive sus autos en el estacionamiento tenían una ligera capa de polvo encima y ni hablar del departamento, allí no parecía habitar ni un ratón. En ese instante Meliodas se arrepintió de no adquirir un teléfono nuevo cuando estropeó el anterior, básicamente estaba incomunicado. Pensó y pensó hasta que su mente le arrojó la imagen de alguien en quien podía confiar ciegamente.

Como un lunático el rubio hizo aparición en la casa de su padre, donde se esforzó por mantener la compostura para solicitar hablar en privado con su hermano y madre.

Al ver la expresión en la cara del rubio no les quedaba de otra que ayudar. Reunidos los tres en la habitación de la albina y hablando en susurros, Meliodas les relató lo acontecido, ganándose los reproches de Mirana y un puñetazo de Zeldris en pleno estómago. La albina y el azabache realizaron varias llamadas a sus amigos preguntando por la platinada de ojos azules, siempre obteniendo la misma respuesta luego de poner en contexto la situación para no propiciar el pánico.

-Es menos de lo que esperaba, capitán –había dicho King.

-¡No sé dónde está Elizabeth y si lo supiera no te lo diría! ¡Eres un estúpido, Meliodas! –gritó Diane antes de colgar.

-Probablemente regresó a Estados Unidos, según Escanor aún no se acaban los juicios para la compañía Lyonesse –razonó Merlín.

-¡Vete al diablo, Meliodas! –dijo Gelda.

-Lo siento, capitán. Debo colgar para calmar a Nadja –dijo Gowher.

Esa noche Meliodas desistió de cerciorarse él mismo de la ausencia de Elizabeth en la casa de sus amigos gracias a Mirana, quien le insistió en que tal vez la platinada solo necesitaba un rato a solas para pensar.

A pesar de que la ojiazul sabía dónde estaba Elizabeth y que ella no perdonaría a su hijo mayor, como toda madre sufría al ver las lágrimas brotar de aquellos ojos verdes que adoraba con locura. Pero estaba perfectamente clara de que lo correcto era lo correcto, ella no había criado a un cobarde y mucho menos a un hombre que no cumpliera su palabra, y si estaba en su mano enderezar el camino del menor, lo haría, porque para eso estaban los padres.

Meliodas pasó la noche inquieto y con pesadillas, llorando en silencio en el regazo de Mirana quien acariciaba los finos y dorados cabellos para calmarlo, intentando ayudarlo a sumergirse en un sueño menos turbulento.

Al día siguiente el rubio insistió en volver a su hogar donde aguardaría por su amada. La albina lo despidió con una triste sonrisa y un beso en la frente ajena, conociendo los días oscuros que tendrían que atravesar ambos jóvenes a su cuidado.

Como era sábado Damián solo pasaría parte de la mañana en la oficina, lo que le permitió a la empleada visitar a la decaída Elizabeth, encontrándola triste pero centrada. Conversó largo rato con ella antes de irse, no obstante no volvió de inmediato a la mansión Demon, tenía un pendiente que hacer.

La noche sobrevino inexorablemente, y Mirana no se había atrevido a abandonar su habitación desde que regresó a la casa, dentro de esas cuatro paredes se preparaba en silencio la primera estocada para Damián.

Luego de una apacible cena con la única dama de la casa ausente, el azabache proveedor de la familia fue un rato a su estudio, donde prontamente se vio acompañado por la silenciosa presencia de Mirana, quien aparentaba leer un libro tranquilamente. Se suponía que ese era un comportamiento normal en la mujer ¿Pero porque en ese momento Damián sentía angustia?

-Damián –llamó Mirana cerrando el libro con suavidad- ¿Me permites un instante? –solicitó.

-Lo que quieras, querida –ese apodo irritó a la albina.

-Es sobre una de tus inversiones –reveló.

-¿Qué? –susurró sorprendido- ¿Qué puedes saber sobre...?

-Me parece que ya no necesitas seguir pagando los costosos honorarios de ese hacker, querido –expuso con sorna acercándose al escritorio como un depredador.

El azabache estaba sin palabras, quería refutar la declaración, pero justo en el instante en que pensaba abrir la boca, Mirana sacó de un discreto bolsillo en el interior de su chaqueta formal una bolsa hermética con los pequeños dispositivos que este había hecho instalar en su compañía, su casa y la de su primogénito.

-Te dije que descubriría lo que había sucedido con Meliodas –le recordó fingiendo amabilidad- Sabía que eras implacable como empresario, pero no te imagine indolente con tus hijos, no te preguntaré ni siquiera como o porque lo hiciste, ya lo sé todo, todo mísero centavo que moviste para comprar estos aparatos ilegales, el hacker, la deuda de Danafor y tu trato inicial con la frágil y crédula niña pelirroja –reveló- Seguramente tú te preguntes como lo hice ¿Cómo ingresé a tu computadora que expertos se encargaron de proteger?

La albina dejó caer la bolsa sobre el escritorio.

-Pero aunque preguntes no responderé, tu tiempo de hablar pasó –declaró mirando fijamente los ojos verdes del hombre que amaba- Mejor vuelve a enviar a tu patético investigador privado tras de mí, a ver si logras averiguar algo que yo no te facilitara.

-E-El hombre de la carta... ¿Eras tú? ¿Las llamadas y amenazas? –preguntó el sulfurado hombre.

-Dije que no respondería a tus preguntas. Por ahora me retiro –dijo la albina retirándose a paso lento de la habitación.

-¡Mi-Mira, espera! –exclamó levantándose de su asiento.

-Ya consiguió lo que quería, separar a Meliodas y Elizabeth. Y resultó su plan, jefe. Elizabeth no volverá a ser novia de su hijo jamás –pronunció de espaldas al azabache- Es algo irónico, a padre e hijo los dejaron en la misma semana –intentó bromear con tono amargo, tomando el pomo de la puerta y volteando el rostro para ver de refilón al pasmado hombre- Por si no es obvio, tu y yo, terminamos. Espere mi carta de dimisión pronto, jefe.

Con esa última frase, Mirana abandonó el estudio y volvió a su habitación, motivada a terminar de empacar.

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Como bien se expresa nuestra amiga myrivaille: "Se prendió la que no se apaga!"

Mis pastelillos, recuerden que los comentarios que aqui se hagan seran contestados en un video especial que publicaré en el grupo de Facebook: Mia Readers. 

Así que espero ver muuuchos comentarios, para que vean las caras de su autora al leer sus ocurrencias. 

Esquina de la cultura de Mia-sama:

Por si no conocen esta frase épicamente dicha por Carlota Pickles en la serie Los Rugrats, pues les digo que es una de la leyes de vida que deben seguir como mujeres; y como hombres deberían apoyar y promover este tipo de pensamiento. Las damas no solo servimos para pintarnos las uñas. 

"Para que una mujer prospere en un esquema dominado por el hombre debe exudar respeto y autovaloración"

Les comento que es super emocionante que fuera algo transmitido en televisión abierta en los años 2000, donde la igualdad de genero y la valoración independiente del sexo era aun mas escasa que ahora. 

En otras noticias, ya somos 350, estoy tan feliz que podría llorar, muchas gracias pastelillos, este logro es conjunto. Siempre lo digo yo escribo la historia pero sin ustedes este solo seria un anhelo perdido en el mar de Wattpad. 

CREDITOOOS.

Kimta29 mena_0912 AngieMuoz623 NonniMaldivas SrtGenesisVillamar _paracetamol_xd__ LupitaZac _Nicole_liones_ jazz2304 Princess25l SakuraUchija110 myrivaille CarrieKristell Mekishikato124 _Aileen-beth KarenSoacha Lily_Liones MaryuraBlueFlash15 LuisGabrielPerezAyon Rocio16_WuW Trejo285 dburgosb Isabeli4567 suirine20 rmnat11042003 Jennifer_Lo29 anakarentorrez kagome1315 LaMeteora17 Lopito_Copito ist_jazmin bustamante-chan @mariasuar youtube4080

Y mucho amor decorado con chispitas para mis fantasmitas.

Besos y abrazos


Mia_Gnzlz

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