31._ Big girls cry

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ADVERTENCIA:

Recomiendo leer con pañuelos, helado y en un espacio apartado. Porque esto está para reír y llorar. Guerra avisada no mata soldado, pastelillos.

Dedicado a la fiel  y amorosa Lopito_Copito 

__________________

Después de las últimas palabras que Mirana dirigió a su ex pareja, esta no volvió ni a cruzarse en su camino, afortunadamente la mansión Demon era lo suficientemente grande para este fin. La albina tomó sus tres comidas del domingo en su habitación, pero de igual manera realizó sus tareas diarias de manera impecable; Zeldris al ver el gesto abatido del empresario intuyó que algo había sucedido, algo grave, pero no se atrevió a preguntarle a su progenitor por su estado anímico.

El lunes auguraba ser un día implicado para los habitantes de la casona Demon, pero ni sus empleados o propietarios se podrían imaginar que tanto.

Antes del despunte del alba ya había movimiento en la enorme edificación. Una dama silente como ratón concluía la extenuante labor de empacar todas sus posesiones, Mirana pasó toda la madrugada sin dormir, con su corazón y mente inquietos por los posibles eventos de su futuro inmediato, estaba aterrada, confrontar el pasado era su mayor temor; pero estaba determinada a hacer lo que fuera necesario para proteger a Meliodas y Zeldris.

Cuando las dudas y temores estuvieron a punto de someter a la ojiazul, ella decidió buscar la serenidad en su mejor amiga. Caminando sobre la punta de sus pies descalzos, Mirana abandonó la habitación que le pertenecía y descendió las escaleras. Pasos vacilantes la condujeron hasta un pequeño salón de descanso de la planta baja con vista al enorme patio.

Mirana pasó de largo los bonitos muebles, mesas y estanterías, parando frente a una elaborada estructura de madera con diversos y simbólicos objetos en ella. Siguiendo la tradición japonesa, la albina tomó asiento en los almohadones color ciruela que reposaban en el suelo frente al altar. Observando con infinito cariño la fotografía de la rubia y sonriente Elise, tomó uno de los inciensos que había en una vasija, con la otra mano tomó un encendedor y con la llama de este prendió una pequeña vela, segundos después de que la flama permaneció danzando ante la atenta mirada de la albina, esta le acercó la varilla de incienso.

El delgado palillo que desprendía aromático humo fue usado por unos instantes como una especie de varita mágica, creando intrincados diseños con la estela blancuzca que desprendía, hasta que la dama que lo sostenía decidió ponerlo sobre la base correspondiente. Un suave golpe con el cilindro metálico al cuenco del mismo material, el armonioso sonido de campana reverberando por la habitación, una palmada y silencio. Por los siguientes cinco minutos Mirana permaneció con la cabeza levemente inclinada y con la palma de las manos juntas, elevando una plegaria por el alma de su amiga.

-Ayúdame, Elise -suplicó con la voz rota- Solo tu entiendes lo duro que me resultan las pruebas venideras, acompáñame, dame de tu valor. Tú que me conoces incluso más que mi hermano, a quien he rogado en mis momentos de aflicción -susurró llena de pena mientras sentía los ojos arder por las incipientes lagrimas que amenazaban con abandonar sus cerrados ojos- Quiero hacerlo, no solo por ti, no es por nuestra promesa. Deseo ayudar a Meliodas y Zeldris porque los amo. Quisiera también rescatar a Damián de su oscuridad, pero yo no soy tú, no podría hacerlo de la manera en que tú lo hiciste, temo no poder salvar su corazón ni su relación con los chicos -respiró profundamente- Te lo suplico, por favor.

Luego de vocalizar su temor y que las amargas lágrimas se deslizaran por la blanquecina piel, extrañamente, Mirana se sintió ligera como pluma, con una inusual sensación de seguridad que hacía años que no sentía. Inevitablemente la mujer evocó aquella época en la que solia vivir sobre patines de hielo, la sensación de libertad y fluidez que tenía cuando rápidamente las navajas se deslizaban en la fría superficie, la impresión de abandonar toda carga en cuanto entraba al hielo y se mostraba tal cual es.

Una sonrisa curvó los rosáceos labios.

-Tú siempre sabes que decir -murmuró la sonriente albina mirando los verdes ojos de la rubia en la fotografía.

Renovada y convencida, Mirana abandonó el salón, haciéndose un recordatorio mental de reemplazar las flores del altar por unas frescas antes de irse.

De regreso en su habitación, la ojiazul tomó su laptop e imprimió el documento que había quedado en espera desde hacía un buen rato. Una larga ducha le permitió limpiarse de cada partícula de polvo que pudiera existir sobre su cuerpo. Recogió las pocas pertenencias que quedaban desperdigadas por la alcoba: la laptop, impresora, llaves, algunos documentos personales y otros pequeños objetos. Minutos más tarde bajó a la cocina cómodamente vestida con unos jeans rasgados, botines de tacón y un crop top negro sobre el que usó una holgada camisa de mangas largas en estampado de cuadros azules totalmente desabrochada y arremangada para equilibrar su provocativa y rebelde imagen.

El sol despuntaba a través de las enormes ventanas de la cocina cuando se empezó a escuchar movimiento en la parte superior de la casa, fue en ese momento que Mirana decidió ir a recoger las flores más bonitas del invernadero para embellecer el altar de Elise.

Luego de que las flores estuvieron en su sitio en la mejor disposición posible, la albina regresó a la cocina, donde se encontró con Zeldris y Damián sentados. Al verla a ambos hombres se les desencajó la mandíbula, no era que se viera mal, es que el estilo rebelde no era precisamente lo que acostumbraban ver en la siempre elegante y recatada albina.

-Buenos días -pronunció la sonriente mujer- Ya les sirvo el desayuno -indicó.

Al pasar junto al azabache menor, la ojiazul lo abrazó por la espalda y deposito un maternal beso en la sien de este, provocando que Zeldris se sonrojara.

-¿Dormiste bien, mi Zel? -preguntó Mirana amorosamente.

Ahora sí, Damián lo había visto todo. Sus ojos verdes no podían apartarse de la figura femenina ataviada en aquellas sensuales ropas, con sus ojos pulcramente delineados como los de un peligroso felino y ni hablar de los sedosos cabellos blancos atados en una larga coleta de caballo que se bamboleaba tras su dueña en un encantador baile.

-Ma... -se corrigió- Mirana -llamó Zeldris- ¿Anoche te abdujeron los aliens o algo parecido? -se atrevió a preguntar.

-Para nada -respondió la sonriente mujer mientras ponía el suculento desayuno frente a Damián sin mirarlo- Tal vez no lo recuerdes porque eras un bebé, pero así solía vestirme antes -explicó antes de dar un giro sobre su eje, para que Zeldris la viera mejor- ¿Me veo mal?

-Te ves fantástica, parece que te quitaste diez años de encima -halagó el menor- Y eso que ya difícilmente uno puede calcularte la edad solo por la apariencia.

-Eres un encanto, mi pequeño príncipe -comentó abrazando al menor- Bueno, provecho -deseó a los comensales.

-¿No desayunas? -se pronunció Damián preocupado.

Los ojos esmeraldas de Zeldris buscaron a su nana, ansioso por la respuesta que daría a la pregunta de su progenitor. Y solo por él fue que Mirana contestó al cuestionamiento.

-Lo siento, cariño. Me adelanté, hoy desperté muy temprano -dijo observando fijamente al menor- Regreso en un instante -se excusó la albina antes de salir del espacio.

No pasaron ni tres minutos cuando la ojiazul regresó con una carpeta amarilla en mano, pasó al lado de Damián y la dejó con discreción junto a su brazo, luego continuó su trayecto hasta la cafetera y llenó una gran taza para ella antes de sentarse junto a Zeldris.

El menor observó con temor como su figura materna se llevaba la taza humeante a los labios y bebía de ella con los ojos cerrados, la tensión en el ambiente podía cortarse con un cuchillo, su padre miraba atónito la carpeta como si deseara que el trozo de cartulina y lo que fuera que contenía desapareciera. Eternos minutos de silencio después, Damián tomó el folder entre sus manos y lo abrió, segundos después la cartulina se estampó con fuerza sobre la superficie de granito de la mesada.

-¡NO PUEDES! ¡No lo acepto! -gritó el mayor.

-En guerra avisada no muere soldado, jefe -argumentó la albina apartando la taza de sus labios en un movimiento elegante.

-¡No lo harás! -exclamó rotundo.

Mientras Damián deambulaba por la cocina como león enjaulado haciendo girar todos los engranajes de su cerebro y Mirana permanecía sentada en el mismo lugar aparentando serenidad mientras lo veía, Zeldris extendió la diestra discretamente para tomar aquella carpeta, el documento que esta contenía, tenía escrito en letras grandes y gruesas: "Notificación de renuncia".

-¿Renunciaras? -susurró el perplejo Zeldris.

Aquella incrédula pregunta gobernó la habitación de manera tan notoria como lo hubiera sido un vaso estrellándose contra el piso.

-Zel, he hablado de esto contigo -comentó Mirana inclinándose en su asiento para tocar al joven azabache, pero Zeldris se alejó de su alcance en un respingo.

El reflejo en el cuerpo del menor hirió a la albina profundamente, por lo que esta dejó caer su mano en gesto de derrota.

-Mi príncipe, en el momento en que te sientas listo, contestaré todas tus preguntas -aseguró Mirana observando con amor al más pequeño.

-No tendrás que explicarle nada, porque tú no te vas de aquí -replicó Damián.

-¿Y con que argumentos piensa impedírmelo, jefe? -inquirió la ojiazul altivamente mientras se cruzaba de brazos.

-Una notificación de renuncia debe hacerse en un plazo prudencial de un mes al menos -rebatió el adulto mirando fijamente los ojos azules que lo escaneaban con desdén.

-De hecho, no -dijo sabionda- Mi contrato, que también podrá encontrar en la carpeta, estipula una cláusula de renuncia forzosa que me brinda la oportunidad de evadir esa formalidad -informó la albina.

Los ojos verdes de Damián buscaron los de su hijo, quien se movió rápidamente por las páginas del contrato leyendo aceleradamente. Zeldris asintió con tristeza para su progenitor en cuanto encontró la cláusula mencionada.

-Yo no recuerdo tal cosa -argulló el patriarca.

-¿Cómo podría hacerlo? Sí mi contrato fue estipulado y redactado por su esposa, usted simplemente firmó cuando ella se lo pidió -razonó- Ahora no me culpe por su descuido.

-Mirana yo...

-Ahórreselo, para que no tenga la desfachatez de echar tierra sobre mi nombre, le ofrezco tres semanas de trabajo más, sin salario, donde cumpliré cada una de mis labores y capacitaré al personal que suplirá mis deberes -ofreció- De esa manera no podrá decir que Mirana Arelian no hace su trabajo a la perfección.

Damián estaba por replicar algo más cuando una melodía de violines cortó toda queja. La albina sacó su celular del bolsillo trasero de los jeans y contestó con una sonrisa.

-¿Ya están afuera? -indagó al contestar, esperó unos segundos y dijo: -Claro, ya aviso a los de seguridad para que puedan entrar -rió por unos segundos- Son unos encantos.

Mirana colgó y procedió a realizar una nueva llamada frente a los incrédulos ojos de los pasmados azabaches.

-¿Hola? ¿Ayase? -esperó- Soy Mirana ¿Podrías abrir las rejas para la camioneta blindada de placa AJF-369? -solicitó- Gracias, eres un amor -halagó antes de colgar.

-¿Quién está afuera? -inquirió Damián con el ceño fruncido.

-Unos amigos que van a ayudarme con la mudanza -avisó tranquilamente.

-¿Qué? ¡Qué! -exclamó Damián.

-Jefe, no creerá que seguiré viviendo aquí después de renunciar -argumentó Mirana con la ironía pura destilando de sus palabras- En fin, como me mudaré, tomaré el día libre para solventar todo. Y como se nota que no está al tanto de las cláusulas de mi contrato... -dijo burlona- Este también estipula que en caso de una emergencia personal forzosa puedo tomar días libres en la semana luego de la mayoría de edad de Meliodas y Zeldris.

Damián no necesitó indicarle a Zeldris que consultara el contrato nuevamente, porque por la expresión de su hijo, todo lo que salía de la boca de la albina era la absoluta verdad.

-¡Has lo que te venga en gana! -bramó furioso, antes de salir a zancadas de la cocina.

La albina ignoró la rabieta de su ex y se concentró en el más joven que quedó perplejo dentro de la cocina, acercándose con el cuidado con el que se aproximaría un amante de los animales a una indefensa y herida bestia.

Instintivamente, Mirana alzó ambos brazos en dirección del joven hombre de cabellos alborotados, sin llegar a tocarlo, dándole la oportunidad de rechazar o aceptar su toque. El confundido Zeldris observó el vacilante gesto con culpa, por lo que simplemente cerró la distancia entre él y su madre, permitiendo que ella le estrechara fuertemente entre sus cálidos y delgados brazos.

-Hace semanas creí que no tendría que verte partir -murmuró el triste azabache.

-Las cosas entre tu padre y yo no han funcionado -confesó Mirana- Es antinatural que continúe aquí -dijo con la voz quebrada.

Zeldris sacó la cara de su escondite en el cuello materno y sintió la rabia crecer dentro de él cuando vio los ojos azules cristalizarse ante las lágrimas.

-¿Tu partida tiene que ver con Meliodas y conmigo? -indagó sintiendo la culpa pesando en el pecho.

-Mi Zel... -murmuró- Prometo que pronto te explicaré todo, a ti y tú hermano. Se acercan momento difíciles y si su padre no recapacita tendrán que apoyarse fieramente el uno en el otro -aconsejó mirando fijamente los verdes ojos de menor mientras acariciaba maternalmente su cabello -Tienes que ir a trabajar, mi pequeño príncipe -recordó.

Luego de un profundo suspiro, Zeldris asintió y se separó del contacto materno

-¿Dejaras visitarte? -indagó el ojiverde.

-En cuanto tenga todos mis asuntos listos, sí. Todas las veces que quieras -aprobó sonriente.

El estruendo de la puerta principal cerrándose violentamente llamó la atención de los no consanguíneos, quienes entendieron perfectamente que era momento de seguir con sus quehaceres.

Zeldris subió por el portafolios, y Mirana se apresuró a recibir al grupo de guardaespaldas, a quienes guió hasta su habitación. Cuando Zeldris vio al grupo de hombres sacando cajas de la habitación de Mirana sintió una profunda tristeza, pero en cuanto la albina lo notó parado cual estatua en el medio del pasillo depositó un amoroso beso sobre la frente masculina, justo como hacía en el pasado para ahuyentar los temores y tristezas del azabache.

Esa mañana, el menor de los Demon condujo lentamente hasta el trabajo, atascándose en el tráfico casi a propósito para darse tiempo de pensar en la oleada de circunstancias en las que se estaba hundiendo su familia. De esa manera, el puntual y serio Zeldris Demon llegó tarde al trabajo, aunque no le costó mucho atajar el paso de las horas.

En la oficina de presidencia, un cansado y ojeroso Meliodas leía en voz alta un conjunto de documentos para su padre, apenas iba por la tercera hoja del futuro contrato cuando se percató de la mirada ausente de su progenitor.

-Y es por eso que debemos comprar la fábrica de chocolates de Willy Wonka, imagínalo, por unos cuantos granos de cacao tendremos mano de obra gratis de por vida -comentó Meliodas fingiendo seriedad- ¿Qué te parece?

Damián alzó la mirada al sentir el escrutinio de su primogénito.

-Sí, me parece una idea brillante -respondió por inercia.

-¡¿Qué demonios?! -vociferó Meliodas- ¡Llevo diez minutos hablándote de un contrato automotriz sumamente importante! ¡Y cuando noto tu cara de astronauta perdido, te dije que debíamos comprar la fábrica de chocolates de un cuento infantil! ¿Dónde carajos está tu cabeza, viejo? -exigió frustrado- ¿Sabes qué? ¡No me importa! ¡Te puedes refundir en el infierno con tus problemas! ¡Todos los tenemos! Pero dentro de estas cuatro paredes no necesito estorbos -reclamó sacándose las gafas de montura cuadrada.

-¡No me hables así, Meliodas! Soy tu padre -gritó Damián.

-¡Eso le dijo Darth Vader a Luke Skywalker y mira que hizo un pésimo trabajo! ¡Al menos esa saga fue entretenida! ¡Pero nadie haría una saga de un empresario aburrido que gusta de fastidiarle la vida a sus hijos! -explotó el rubio.

-¡Ya cállate, Meliodas! -exclamó el mayor- Hoy no estoy para tu humor de perros.

-Pues fíjate que humor de perros es lo único que tendré para ti hasta el día de tu muerte, así que yo tú lo programaría pronto si es que tanto te fastidia -rebatió el furioso rubio.

-Lo-lo ciento, Meliodas. Pero me retiro por hoy -se apresuró a decir el mayor recogiendo rápidamente sus pertenencias y largándose de la oficina dejando a Meliodas con la palabra en la boca.

El rubio acababa de presenciar dos hechos prácticamente sobrenaturales; uno Damián Demon diciendo: "Lo siento", y dos que Damián Demon saliera de la oficina antes de terminar su horario laboral. La mente del heredero no acababa de compaginar aquellos dos hechos cuando el sonido seco de nudillos sobre la madera llamó su atención.

-Adelante -respondió el ojiverde por inercia.

La persona que tocó resultó ser Zeldris, que al no ver a su padre dentro de la oficina buscó con la vista a Meliodas. Los verdes ojos de ambos hermanos se enfrentaron por primera vez desde que el hermano mayor fue dejado por Elizabeth.

-¿Dónde está padre? -cuestionó Zeldris con el ceño fruncido.

-Salió temprano -respondió el rubio sintiendo la frase totalmente antinatural.

-¡¿Qué?!-exclamó sorprendido.

-Justo como lo oyes -reafirmó el mayor cruzado de brazos.

-Supongo que la ruptura y mudanza lo dejaron hecho polvo -murmuró el azabache más para sí mismo que para su hermano.

-¿Ruptura? ¿Mudanza? -repitió el atónito rubio dejando caer los brazos a sus costados.

-No conozco los detalles, pero Mira no solo lo mandó al carajo, también abandonó hoy la mansión -informó Zeldris con una expresión de pesar al mencionar el ultimo hecho.

Lo siguiente que ocurrió, fue que el grito del mayor de los hermanos reverberó por cada espacio conocido y desconocido de la Torre Demon.

Desde que los guardaespaldas descargaron todas las pertenencias de Mirana dentro del amplio departamento, estos intuyeron que la amiga de su jefe necesitaría unos momentos a solas, después de todo, la albina tenía una expresión de profunda pena que se esforzaba por ocultar, aunque fallara estrepitosamente en su cometido.

Bastó un abrazo de su platinada inquilina y amiga para que Mirana se derrumbara.

-¡Maldita sea, Ellie! -gritó entre sollozos- He pasado doce años enamorada de ese hombre -confesó- ¿Y justo ahora es que a él se le ocurre convertirse en un monstruo? ¿Cuándo al fin estamos juntos? ¿Cuándo creí que al fin podría construir algo verdadero con alguien?

-¡Oh, Mira! -susurró Elizabeth mientras apretaba aún más fuerte el tembloroso cuerpo de la adulta.

-¿Cómo puedo seguir amando a un hombre que le hace eso a sus propios hijos? ¿Qué los manipula como títeres? -razonó destrozada- Sí eso hace con ellos ¿Qué tipo de peón seria yo en su vida? He sabido de que varias mujeres han desfilado por su cama con el pasar de los años, nunca trajo a ninguna a la mansión, pero a veces me las encontraba en ciertos eventos a los que me veía obligada a asistir -relató- Me abordaban en lugares apartados... ¡Las horribles cosas que me decían! ¿Será que tienen razón? ¿Damián solo me vio cómo su perro faldero durante tantos años?

» ¡Me siento tan estúpida! Por todas esas veces que me dije a mi misma que él no las llevaba a la mansión por respeto a mi... ¡Tantas noches mintiéndome a mí misma! -decía mientras las lágrimas empapaban el hombro de la blusa de Elizabeth- Pensé que si me parecía un poco más a Elise, él me notaría -confesó- No es que no me guste el estilo de dama elegante de la alta sociedad, pero es tan doloroso llevarlo, me recuerda a...

-¿Tu madre? -indagó Elizabeth.

Sin más respuesta que su reacción, Elizabeth prefirió continuar en silencio y apoyar a la mujer en la nueva oleada de lágrimas. Luego de que Mirana llorara hasta que sus ojos adquirieron un aspecto rojizo, las dos mujeres de cabellos incoloros optaron por recrear su ritual de despecho: comida rápida, golosinas y una moderada dosis de alcohol.

Armadas con todo lo necesario, Elizabeth y Mirana pusieron música fuerte, para que las emotivas letras sacaran todo el dolor de sus corazones mientras ellas coreaban la canción. Horas después y en un estado de relativa ebriedad, Elizabeth decidió abrir su corazón.

-¿Por qué él no me busca, Mira? -preguntó la sonrojada platinada.

-No sabe ni como encontrarte, Ellie. Te recuerdo que tu celular ha permanecido apagado por días y desde que terminaron lo bloqueaste de todas tus redes sociales -razonó la albina.

-Hay otras maneras -se quejó formando un puchero con sus labios- Pudo contactar un investigador privado igual que su tirano padre -en cuanto la mención a Damián fue procesada por Elizabeth esta levantó rápidamente la mirada, sintiéndose culpable por devolver una triste expresión al rostro de Mirana.

-Elizabeth, aunque Mel te buscara ¿Lo perdonarías? -indagó la mayor abrazando sus piernas contra el pecho.

-Yo... -pronunció la platinada vacilante- Yo no volvería a ser su novia nunca -confesó la deprimida joven.

Por un instante la ojiazul mayor estuvo por volver a llorar, pero la frase pronunciada por la menor encajó en su cabeza de una nueva manera. Los ojos de Mirana se desorbitaron ante su descubrimiento y observó con verdadera emoción a Elizabeth.

-¡Ellie! ¿Quieres decir que...? -pero fue interrumpida antes de terminar la frase.

-Mirana, en el caso hipotético y extremo en que el señor Demon cambie su concepción cuadrada del mundo y te bese los pies para que vuelvas con él ¿Lo harías? ¿Le perdonarías?

La insistente expresión de Elizabeth provocó la risa de la mayor, la unigénita Goddess daba la impresión de un niño confundido y solitario que deseaba con todas sus fuerzas que reafirmaran su posición en el mundo.

-Tú y Melodías son jóvenes, las cosas son un poco distintas para ustedes -razonó amargamente- Pero... En el hipotético y remoto caso de que algo así sucediera, tomaría la misma posición que tú -dijo con una sonrisa.

Ambas soltaron una carcajada de pura felicidad, al menos no estaban solas en aquel foso momentáneo de tristeza, se tenían la una a la otra. Y aunque podían contar con mucho más apoyo, prefirieron dejar a los demás como estaban; Merlín tenía una boda que planear; Elaine tenía las manos llenas con dirigir un negocio vía online; y Nadja, Diane y Gelda tenían relaciones amorosas bastante jóvenes en las cuales involucrarse.

Cansadas de hablar de sentimientos, Elizabeth y Mirana decidieron hacer un duelo de karaoke, con cada canción las chicas se dejaban llevar por las letras sin importar que tan afinado cantaran, a través de sus voces intentaban expulsar todo aquello que las dañaba.

-Used to sing along, when you played guitar. Just a distant memory. Hope she treats you better than you treated me -cantó Elizabeth mientras sus ojos se humedecían-

Al concluir esa tonada, la hermosa platinada tenía los ojos rojos al igual que su nariz, pero su fuerza para llegar al final llenó de orgullo a la albina.

-If all the kings had their queens on the throne. We should pop champagne and raise a toast. To all of the queens who are fighting alone. Baby, you're not dancing on your own -cantó Mirana sin ver a la pantalla que reproducía la letra, en cambio tenía sus ojos fijos en la menor, tratando de transmitirle la fuerza necesaria para continuar- In chess, the King can move one space at a time. But queens are free to go wherever they like. You get too close, you'll get royalty high. So Breathe in to feel alive.

La letra caló profundamente en Elizabeth, por lo que decidió cuales serían sus siguientes pasos. Después de todo, una reina es libre de moverse a donde quiera.

Cantaron hasta sentir la garganta molestarles, por lo que apagaron la música y se pusieron a ver la cronología Marvel, saltándose el poco contenido romántico para simplemente disfrutar del Chris "Trasero de América" Evans.

Apenas iban por la primera película de Ironman cuando Elizabeth pausó el largometraje.

-Hablas muchos idiomas, Mira -comentó recordando los múltiples idiomas en los que la albina cantó.

-Producto de tener amigos en muchas partes -explicó la mayor con una sonrisa.

-Por lo que me has contado algunos me resultan lógicos, pero realmente ¿Cuántos idiomas puedes hablar? -indagó curiosa.

-Veamos... -murmuró viendo el techo- Ruso y Francés son mis idiomas natales, Ingles y Japonés -soltando una carcajada por lo obvio del ultimo- Hablo Italiano, Español, intenté aprender Griego, Árabe y Alemán, pero me fue fatal -bromeó- ¡Oh! Y Chi...

-¿Chi? -intentó alentar Elizabeth para que completara el comentario.

-Me prometí no volver a hablar ese idioma, así que de nada sirve mencionarlo... -razonó Mirana con una expresión de nostalgia en su rostro.

-¿Y eso? -volvió a preguntar llena de curiosidad.

-Una vieja y dolorosa historia de un amor que no pudo ser -respondió automáticamente recordando a un joven alto de impresionantes ojos dorados y un tatuaje en la espalda.

Mirana se sonrojó ante el recuerdo y volvió a reproducir la película, dejando a Elizabeth con las ganas de seguir preguntando.

-Debemos repetir esto con las demás en cuanto nos sea posible -dijo la menor en voz alta en cuanto la película acabo.

-Es una promesa -aseguró la adulta convencida de sus palabras extendiendo su meñique derecho hacia la menor.

La ex heredera de la fortuna Goddess sonrió y enlazó su meñique derecho al de la adulta.

-Esta es la promesa del dedo chiquito -dijeron ambas damas de cabellos incoloros- Y el que tenga la desgracia de romperla tendrá que tragarse un millón de agujas.

Al día siguiente las chicas amanecieron precariamente acomodadas en el sofá grande de la sala, mientras la televisión reproducía algún programa al azar. La mayor hizo lo imposible por salir de esa situación sin despertar a Elizabeth, pero falló estrepitosamente, apenas logró sacar una pierna fuera del mueble y la menor ya tenía sus grandes ojos azules abiertos.

-¿Qué hora es? -murmuró somnolienta.

-Hora de que yo vaya al trabajo -confesó Mirana con una gota de sudor bajándole por la sien.

-¡Oh! -dijo la adormilada platinada.

Elizabeth se levantó del sofá mientras abrazaba una almohada, y como toda una niña pequeña caminó hasta su habitación dando tumbos. Ante esa imagen Mirana sonrió, pero aunque deseara quedarse en casa y seguir compartiendo con Elizabeth, tenía que trabajar. Con paso apresurado la albina ingresó a su alcoba, se duchó y maquilló con minuciosidad para ocultar las evidencias de su atropellada noche, ese día tampoco se esforzó por ser la dama perfecta por lo que solo se vistió con un pantalón de cintura alta, botas y una blusa color crema estilo victoriano que dejaba los hombros al aire, completó su imagen con una cola de caballo y una chaqueta de cuero corta, algunos accesorios y al terminar abandonó el departamento sin desayunar, después de tantas golosinas nocturnas en lo que menos pensaba su estómago era en comida.

Minutos después el taxi que había abordado la ojiazul la dejó frente a las rejas de la mansión Demon. El equipo de seguridad observó con la mandíbula desencajada a la su jefa, si antes era hermosa, ahora, vestida como una femme fatale de labios rojos y ojos ahumados, era totalmente un espectáculo ambulante para cualquier hombre.

-Buenos días -saludó la albina con voz musical.

-Se-señorita Arelian -saludó uno de los ruborizados guardias- Buenos días.

-Buen día señor Nishigori, buen día para todos -comentó la dama mirando a los empleados con cariño.

Luego de atravesar las puertas, la ojiazul recorrió el trecho adoquinado hasta la entrada de la imponente casa, ingresando a esta con tranquilidad haciendo uso de su copia de las llaves. Dispuesta a cumplir sus deberes matutinos en la cocina, avanzó por la sala hasta que se topó de frente con dos pares de ojos verdes.

-Mel, Zel... Buenos días, mis príncipes -saludó la sorprendida mujer por ver al rubio allí.

El ceño fruncido de ambos hermanos no auguró nada bueno para la albina, y por haber criado a esos dos le daba a Mirana la certeza de que no la dejarían escapar hasta que le hicieran un interrogatorio completo y se sintieran satisfechos con sus respuestas.

-¿Ya solicitaron algo para desayunar? -cuestionó la mayor con una gota de sudor bajando por su sien.

-¿Dónde carajos andabas, Mira? -preguntó primero Meliodas.

-¿Y porque tu celular estaba apagado? -siguió Zeldris.

-Fuimos a tu departamento y el personal de vigilancia dijo que parecía que no estabas porque no respondiste el interfono -relató Meliodas.

-Si no aparecías en los próximos cuarenta minutos íbamos a poner hacer un reporte de persona desaparecida en la policía -contó Zeldris con tono huraño y los brazos cruzados.

-¿Y? -apremió el rubio.

-Esperamos una interesante excusa al menos -completó el azabache.

-Chicos, cálmense -pidió nerviosa por el frio escrutinio de los ojos verdes- ¿Por qué no les respondo a sus preguntas mientras les hago un rico desayuno? -ofreció.

Meliodas superó fuerte antes de lanzarse sorpresivamente a los brazos de la adulta.

-Ya tengo suficiente con una sola platinada huyendo de mí, mamá -confesó el hijo mayor con la voz de un hombre destrozado- No hagas más larga la lista -suplicó.

-Estábamos muy preocupados -convino el azabache dándole a su hermano el tiempo necesario para superar parte de su angustia en el regazo materno.

Mirana abrazó al rubio hasta que sintió el agarre masculino aflojarse, en ese momento liberó uno de sus brazos y lo extendió en dirección a Zeldris, invitándolo a unirse. Era increíble la escena de dos hombres jóvenes aparentemente indestructibles refugiándose en el cuello de quien consideraban su madre en busca de consuelo.

-Entonces... ¿Panqueques con miel y frutas? -sugirió la mayor tratando de aliviar el ambiente.

-Hecho -aceptó Zeldris.

-¿Y tú, Mel? -indagó la madre acariciando los rubios cabellos con su mano derecha.

-No tengo mucha hambre -respondió Meliodas.

Por primera vez, Mirana se permitió observar atentamente el rostro de su hijo, las profundas ojeras bajo los anteriormente hermosos ojos verdes que ahora lucían apagados, el cabello más descuidado de lo normal y el tono pálido enfermizo de la piel que normalmente lucia rozagante y levemente bronceada.

-Espero que ni se te ocurra decir eso otra vez frente a mí, jovencito. -opinó la mayor con el ceño fruncido y un tono de madre enfadada.

Rato después la albina contestaba la oleada de preguntas de los menores lo mejor que podía mientras preparaba un abundante desayuno. Al poco tiempo ambos hermanos tenían suculentos platos frente a ellos, Zeldris comió de buena gana, pero el rubio estaba distraído moviendo las frutas sobre sus panqueques de un lado a otro.

-¡Meliodas Demon, más te vale empezar a comer o prepárate para una eternidad de sufrimiento! -amenazó.

-Llevo cinco días nada más y ya me parece una eternidad -murmuró el rubio.

Mirana intercambió una mirada con Zeldris y este negó con la cabeza discretamente, por lo que la fémina tomó la decisión de acercarse al mayor de los hermanos con sutilieza.

-Mel -llamó y el rubio alzó la cabeza para mirar atentamente a su segunda madre- Este no es el Meliodas que conozco. El Meliodas que conozco hace planes sobre los planes, lucha contra todo y siempre obtiene lo que quiere. Entiendo que justo en este momento no sea fácil lo que estás pasando, pero tú que has sido bautizado con el nombre de un rey, debes pensar como uno, mira el tablero desde lo alto, calcula tus ventajas, fortalécete, dale tiempo al tiempo y cuando se presente la oportunidad ve por tus objetivos sin piedad, sin detenerte por terceros. Este juego es tuyo, es tu vida y tú decides sobre ella -aconsejó Mirana, intentando reavivar la llama agonizante del coraje de Meliodas- Aun tienes oportunidad.

Las palabras sanadoras de la ojiazul parecieron surtir efecto en el rubio, porque justo en cuanto ella terminó de hablar, Mirana vio un atisbo de vitalidad volviendo a los orbes esmeraldas.

Meliodas empezó a comer con apetito bajo la complacida vista de la albina, quien disfrutaba una fragante taza de té.

-Entonces... ¿Cuándo podremos visitarte? -se decidió a preguntar Zeldris.

-Po-por el momento el departamento está hecho un asco por toda la mudanza -se apresuró a contestar la nerviosa Mirana -También pienso hacer un viaje corto, al concluir mi contrato aquí -comentó- No creo disponer de mucho tiempo para adecentar el lugar y...

-Pero dos pares de manos más pueden hacer la diferencia ¿No es así, Zel? -la atajó Meliodas.

-¡N-NO! -exclamó la adulta para sorpresa de los menores- ¿Por qué no mejor nos reunimos en casa de Meliodas? -sugirió.

-Creo que volveré a la mansión por un tiempo -confesó el rubio nuevamente decaído- Esa casa... Está llena de recuerdos con...

-¡Miren la hora que es! -exclamó Mirana interrumpiendo el rumbo tétrico de los pensamientos de Meliodas- ¿No es hora de que vayan a la empresa? ¿Y su padre? ¿Por qué no ha bajado? -se apresuró a preguntar.

Zeldris y Meliodas se vieron entre sí, discutiendo en silencio si sería correcto avisarle a la peliblanca del comportamiento errático de su padre.

-Estoy indispuesto, Mirana. Hoy faltaré al trabajo -anunció el antes mencionado al entrar por el arco de la cocina.

La albina no pudo evitar preocuparse por el hombre frente a ella, pero reprimió todos sus impulsos y comentó:

-Entonces el desayuno de hoy no es apropiado para usted. Le prepararé algo mejor enseguida para que recupere su salud rápidamente.

A ambos hermanos se les desencajó la mandíbula, después de todo su padre no era el tipo de hombre que se ausentaba del trabajo ni aunque estuviera a punto de morir, tal fue el caso de cuando pilló un resfriado en invierno que se transformó en una neumonía por negarse a descansar en casa y aun cuando estaba más enfermo siguió asistiendo a la oficina acompañado de la fiel Mirana y un tanque de oxígeno en caso de que le faltara el aire.

El mismo evento casi paranormal se repitió durante toda la semana, lo que tenía a todos los empleados de Damián con los nervios de punta, porque todos asumían que su jefe padecía de un mal extremadamente grave como para ausentarse toda la semana de la oficina. Pero la más irritada era Mirana, ya que no necesitó de un día entero para darse cuenta que el patriarca Demon estaba faltando a propósito al trabajo solo para vigilarla y acosarla en cada instante posible durante su horario laboral.

Durante esa larga semana, la albina había recibido extravagantes obsequios de parte de su ex, desde costosos juegos de joyería e inmensos buques de flores, hasta pastelería exclusiva decorada con láminas de oro de veinticuatro quilates. Y para el viernes, la paciente ojiazul estaba harta, por lo que explotó en cuanto Damián intentó acercársele por la espalda cuando preparaba el almuerzo, sosteniendo un hermoso ramo de orquídeas.

-¡Aparta esas malditas flores de mi vista, Damián Demon! -exclamó.

-Pero Mirana, yo solo quiero que hablemos... -suplicó el mayor.

-¡NO! Te he devuelto cada mísero regalo que me has ofrecido ¿Acaso no te cabe en la cabeza que no puedes comprarme ni con una mina de diamantes o todas las flores del mundo? -inquirió sumamente enojada.

-Esa no es mi inten...

-¡Eso es lo que parece! ¡Sí quisieras que te escuchara serias más astuto, Damián! Tan astuto como eres para leer las mentes de tus enemigos financieros -acusó- No voy a escucharte, tus regalos no valen nada, tus gestos vacíos de despilfarrar dinero y mover el universo con una llamada es lo que te han convertido en el monstruo que eres, que no sabe apreciar lo realmente valioso de la vida -razonó- Escúchame bien, Damián. Solo el día en que pases algo peor que las malditas doce tareas de Heracles voy a considerar escucharte.

-¿Por qué eres así? ¿Qué es lo que no te satisface? Te he comprado los obsequios más caros de cada catalogo que he consultado y... -reclamó a gritos el mayor.

-Y aun así crees que no estas intentando comprarme... -murmuró llena de tristeza- Dime ¿Acaso has intentado cortar una flor para mí? ¿Te has siquiera molestado aprender lo que significa regalar determinada joya? ¿Siquiera sales de tu casa para elegirlas?

-Esas son tonterías, no es práctico -rebatió Damián.

-El amor no es práctico, Demon. El amor es muchas cosas: racional, doloroso, apasionado, triste, feliz, loco; pero no práctico -declaró- Si quieres practicidad es mejor que regreses a estar solo.

Mirana estaba por dejarlo solo en la cocina pero una firme mano masculina se aferró a una de sus muñecas. Él la acercó a su cuerpo, aun cuando ella intentaba resistirse. Él quería besarla, abrazarla, disfrutar su aroma igual que antes del caos que los separó. Pero el timbre sonó, el agarre masculino se aflojó y ella huyó como conejo asustado.

Damián permaneció en absoluto silencio mientras esperaba que la albina regresara, sin tener ni idea de lo que sucedía en la puerta.

-Buenas tardes, joven Estarossa -saludó educadamente Mirana al visitante.

-¡Vaya! Creí escuchar de mis primos que ya no trabajabas aquí -comentó groseramente el pelicenizo.

-En dos semanas mi servicio para los Demon habrá concluido, joven -explicó sumisamente.

El muchacho de ojos oscuros escaneó la provocativa imagen de la albina y rechistó audiblemente.

-Y ahora que llega el fin del contrato ¿Te muestras con tus verdaderos colores, eh zorra? -cuestionó con burla- ¿No te funcionó lo de imitar a mi tía y ahora tomas medidas desesperadas? ¿Qué sigue? ¿Una peluca pelirroja como la putita Goddess?

Mirana quedó pasmada ante el ataque verbal, meditando se aquellas descaradas ofensas si estaban saliendo de los labios de Estarossa Demon, uno de los niños que solía cuidar, el mismo sensible niño que alimentaba los pájaros del jardín junto a ella. Antes fue borde y grosero, pero ahora el odio que destilaban sus palabras era tal que casi le producían dolor.

El tiempo prudente para recibir a un visitante había pasado, por lo que Damián decidió ir en busca de la albina.

-¿Tantos años de rodillas entre las piernas de mi tío no sirvieron de nada? ¡Debes sentirte terrible! -continuó con el ataque el de cabellos grisáceos.

-Yo... -susurró la atónita Mirana.

-¿Tú qué? ¿Ahora planeas ir tras alguno de mis estúpidos primos? -dijo sarcástico- Lastima que pasaste tanto tiempo fingiendo ese papel maternal que ahora ninguno de ellos sería capaz de verte como mujer.

El líder de la familia Demon no lo soportó y Mirana tampoco.

-¡Estarossa! -exclamó Damián, pero su grito se vio interrumpido por la voz furiosa de la ojiazul.

-¡Ya he escuchado suficiente de ti, Estarossa! -gritó Mirana.

El pequeño cuerpo de la dama se acercó al peliceniza, con sus ojos brillando con la ira haciendo y uso de todo el carácter de los mil demonios que se había guardado durante casi toda su vida, Mirana encaró al musculoso y alto joven, mirando directamente aquellos ojos oscuros que daban la impresión de estar carentes de vida y emociones.

-¡Escúchame bien, Estarossa Demon! Durante años toleré tu comportamiento por una sola razón, porque en el pasado fuiste el preciado primo de Meliodas y Zeldris, el tercer hijo de Elise, incluso te quise tanto como a tus primos. Pero ya fue bastante -declaró la iracunda mujer.

-¿Crees que tienes el derecho para sermonearme? -cuestionó irónico y altanero.

-¡Lo tengo estúpido, cabeza hueca! -afirmó- Cuidé de ti más que tus propios padres, soporté en silencio como ellos te envenenaban la cabeza. Y te salvé de la jodida putiza que Meliodas y Zeldris quisieron darte en aquella ocasión, pero es hora que te diga una o dos cosas. ¡No me interesa lo que tus difuntos padres pensaran de mí! ¡Pero eso no les daba derecho a contaminar a un niño inocente! ¿Crees que no lo sé? ¿Cómo te decían día y noche que solo quería ocupar el puesto de la señora Demon? ¿Qué yo era una persona malvada? ¿Crees que no sé porque me odias? -ironizó- Hiciste de esos asquerosos pensamientos los tuyos, incluso después de la muerte de tus padres, te distanciaste de tus primos por ellos negarse a que supuestamente les abrieras los ojos.

»Y aunque digas odiarlos, has intentado durante años que ellos se pongan de tu lado, a tu manera has intentado protegerlos de lo que estas convencido es un demonio. Pero déjame informarte, Estarossa. ¡Eres un estúpido y un imbécil! Te has aislado voluntariamente con tu comportamiento, solo por no intentar salir de tu mente cuadrada. Incluso por tu mal juicio colaboraste en el plan rastrero de tu tío para alejar a Meliodas y Elizabeth -explicó con rabia- Creyendo y anhelando que las cosas se enderecen algún día, para que puedas volver a acercarte a tus primos, para dejar de estar solo. Esa es tu verdad, no cuentas con nadie y te sientes solo y abandonado, te has rodeado de tanta mierda que no tienes un segundo de paz en esa cabeza tuya, te has hecho enemigos imaginarios y eres incapaz de pensar por ti mismo, es por ello que jamás has logrado estar a la altura de Meliodas o Zeldris por mucho que te esfuerces, por ello eres el Damon mas mediocre de la familia. No sabes jugar tus cartas, niño. Afortunadamente tu mal no es irreversible, y te sugiero que empieces a reorganizar tu cabeza.

-¡¿Quién te crees que eres para hablarme de esa manera?! ¡No creas que me conoces! -gritó- No tienes moral para decirme esas cosas, perra.

-¡Estarossa! -gritó Damián haciendo que los otros dos notaran su presencia.

-¡Damián! -exclamó la sorprendida Mirana al ver al ojiverde tras ellos.

-¿Así que lo tuteas y aun así quieres hacerte ver como una mujer recta? -ironizó Estarossa- Admítelo frente a él, solo lo has buscado por dinero.

-¡Vete al carajo! -bramó la albina antes de abofetear al alto joven- ¡Todos los Demon pueden irse al maldito infierno! ¡Ustedes creen saber de mí, pero no me conocen! Viven controlando y manipulando a la gente como si fueran dioses, pero olvidan que en el maldito panteón mitológico no solo existen ustedes ¡Se pueden ir muy a la mierda con su falsa corona dorada! ¡Yo no necesito una corona! ¡Necesito es una alabarda dorada para abrirles el cerebro y meterles allí algo de raciocinio! -gritó harta, para luego desaparecer rumbo a la cocina y reaparecer segundos después con su bolso colgado al hombro.

Una grácil y frágil mano cortó el espacio hasta tomar la oreja de Estarossa y halarla de manera dolorosa, arrastrando al peligris fuera de la mansión.

-Zeldris te prohibió la entrada a esta casa, Estarossa -le recordó la irritada mujer- Largate antes de que llame a los de seguridad- ¡Y tú! -dijo volviéndose a ver al pasmado Damián- Hoy me tomo el resto del día y los preparativos del almuerzo y cena quedan en manos del resto del personal ¡Mirana se larga!

Y justo como un monzón, Mirana se largó en su nuevo automóvil rápidamente luego de destruir todo lo que encontró a su paso en su explosión de ira.

A pesar de haber sido testigo principal del carácter de inframundo que se escondía dentro de la tranquila Mirana. Damián, quien parecía querer hacer gala de su inexistente instinto de autoconservación, decidió molestar nuevamente a la albina, haciendo que esta planeara una cena familiar dentro de la mansión, ya que en el contrato de la ojiazul se estipulaba que ella debía permanecer dentro de la mansión cuando ese tipo de eventos se daban.

El jueves por la noche mientras Meliodas y Zeldris se arreglaban, Damián solicitó hablar en privado con la albina.

-Quiero que cenes con nosotros.

-No estoy vestida para sentarme a la mesa -argumentó la cansada mujer señalando su ropa con una mano.

Los ojos verdes escanearon el pantalón rasgado, las sensuales botas de cuero y la blusa escotada de color vino que exhibía el bonito y modesto escote de la dama.

-Así esta perfecta -aseguró Damián.

-Me niego -aseguró cruzándose de brazos.

-Por favor, Mira. Invité a la señorita Danafor y ella se sentirá incomoda solo con compañía masculina a su alrededor -suplicó el hombre.

Mirana pensó la propuesta y cedió ante la lógica de los argumentos, aunque sentía que sentarse en la misma mesa con Liz y Meliodas era una abierta traición a Elizabeth. Media hora después el timbre sonó y ella fue a recibir a Liz, encontrándose cara a cara con Estarossa. La mueca de abierto disgusto no pudo ser disimulada por la ojiazul, aunque por dentro ella deseaba echarse a reír por la expresión de pánico que mostró el más alto al verla.

Aquella cena fue la definición exacta de incomoda. Zeldris y Meliodas intercambiaban algunos comentarios entre ellos e ignoraban deliberadamente a su padre, era claro que los hijos no estaban contentos con su progenitor luego de enterarse de que él permitió que ofendieran a la albina en su presencia. Estarossa parecía que deseaba desaparecer en cada momento que su mirada se chocaba con la de Mirana. Y Liz solo podía conversar de vez en cuando con Mirana y Damián, quienes se esforzaban por sobre llevar el difícil ambiente, ya que Meliodas tampoco estaba por la labor de integrar a la pelirroja.

-¿Y dónde te estas quedando Liz? -preguntó Damián fingiendo que no lo sabía.

-Meliodas tuvo la amabilidad de cederme su departamento ¿No es así, Mel? -indagó la gentil chica, solo obteniendo un mudo asentimiento por parte del rubio- Pe-pero, no estamos viviendo juntos, él... -se esforzó por explicar la europea al entender las posibles implicaciones de su comentario, ignorando que todos en la mesa sabían de donde pasaba el rubio la noche desde hacía casi dos semanas.

-No deberías avergonzarte, Lizzy -comentó amablemente Damián- Después de todo tú y Meliodas se casaran.

-Además, lo sabemos -intervino Mirana conteniendo su irritación- Mel lleva semanas durmiendo en la mansión.

-Aunque ciertamente me preocupa tu seguridad, Lizzy. ¿No es un poco peligroso que vivas sola? -indagó el patriarca fingiendo preocupación- ¿Estas comiendo apropiadamente?

Ante las preguntas raras que hacia su padre, Meliodas alzó la mirada de su plato y buscó los ojos del mayor, intentando descifrar sus intenciones.

-Mirana es una cocinera maravillosa -volvió a comentar Damián.

-N-no se preocupe, mi dieta es bastante sencilla y el vecindario... -intentó argumentar Liz pero fue interrumpida por su "suegro".

-Podrías venirte a vivir aquí, sirve para que Meliodas y tú pasen más tiempo juntos, y que Mirana te conozca mejor ¿Sabes que ella es como una segunda madre para él?

El comentario de Damián inició la guerra fría. Meliodas miraba a su padre con rabia. Zeldris estaba perplejo y enojado. Mirana fulminó a su ex con la mirada. Y Estarossa sudó frio por la expresión de la albina.

-¡Oh por todas las Diosas, lo olvidé! -exclamó Mirana fingiendo vergüenza- Hablando de vivir juntos... ¡Ay, que pasa conmigo últimamente! ¡Tengo la cabeza en la luna! Olvide que un AMIGO vendría hoy a mi departamento a pasar la noche -se lamentó falsamente resaltando la palabra amigo- Ay, de verdad que vergüenza. Pero debo irme. Una no puede hacer esperar a los hombres guapos. Lo siento chicos -se disculpó antes de abandonar la mesa precipitadamente.

Meliodas y Zeldris se levantaron de sus asientos como si les hubieran puesto un resorte en ellos, los celos filiales se retorcían en sus entrañas ante la idea de un hombre desconocido durmiendo con Mirana. Estuvieron a punto de seguir a la albina, pero el brusco sonido de una silla estampándose contra el piso detuvo su acción. Los ojos verdes se concentraron en la silla de su padre que estaba derribada contra el suelo, pero no había ni rastro del mayor que en su carrera por perseguir a Mirana, echó el mueble al suelo.

La ojiazul estaba por subirse a su vehículo luego de furtivamente escapar de la casa por la puerta de garaje, cuando Damián la toma de la muñeca impidiendo que se fuera.

-¿A dónde crees que vas? -inquirió furioso- ¿Qué maneras son esas de abandonar la mesa?

-¡Suéltame, Damián! ¡Tú descaro es más grande que tu ego! ¡Suelte o no respondo de mí! -gritaba tironeando su brazo cautivo.

-¿Quién demonios te espera en tu casa?

-¡Vete a la mierda! Estoy harta de ti y de tus porquerías, tú no aprendes. ¡Eres un imbécil! -dijo en claro japonés- Bien lo decía la bruja esa, los hombres son unos perros, uno no puede quererlos bonito... No, a los descarados esos les encanta lanzar todo a la chingada -argumentó en español- ¡Te mereces que te den una golpiza! -gritó en su ruso natal.

-¿Puedes hablar en un solo idioma? -pidió el irritado Damián.

En ese momento Mirana entendió que habló en tres idiomas distintos en menos de un minuto.

-¡Claro! -dijo irónica volviendo a hablar en japonés- Dije que te vayas a la mierda, renuncio, me voy. Adiós, me voy, me fui y no me importa. ¡Conviértete en un descerebrado como Estarossa! ¡Pon a Lizzette a dormir en la misma cama que Meliodas! ¡Convierte la casa en la réplica japonesa de la mansión Playboy! ¡Hazte un sombrero de rocas lunares, si quieres! ¡No me importa! -gritó fuera de sus cabales- Pero te advierto una cosa Damián, todos te abandonaran algún día, tus hijos se cansaran de tu manipulación y te dejaran, incluso Estarossa será incapaz de soportar un prepotente como tú. Y yo soy la primera que se va de este barco destinado a naufragar llamado Damián Demon.

La albina empujó al anonadado hombre, liberándose de su agarre. Y sin mirarlo nuevamente se subió al vehículo. No importaron los gritos de él, los golpes de sus puños en el vidrio del conductor; de igual manera Mirana arrancó y abandonó la propiedad.

Esa noche, Mirana volvió a cantar y atiborrarse de comida chatarra junto a Elizabeth. Sintiendose plena y verdaderamente libre por primera vez en su vida.

Ambas mujeres despertaron cerca del mediodía del viernes luego de una madrugada llena de música y alcohol, las dos prepararon el almuerzo entre risas y compartieron una amena conversación mientras comían:

-Tienes una voz virtuosa, Mira -halagó Elizabeth antes de llevarse un bocado de pollo a la poca.

-Solo soy buena imitando a verdaderas voces virtuosas -razonó la peliblanca.

-Pudieras vivir de eso si quisieras -acotó.

-No lo creo, cuando canto me concentro en cantar lo más parecido posible al artista, para serte sincera no sabría cantar con mi propia voz -confesó un poco decaída.

-Bueno, ahora que estas libre, tienes tiempo de encontrar tu voz -consoló Elizabeth.

-Eso suena a que ya tienes un plan -comentó con una sonrisa resplandeciente.

-Aún no está todo planeado, pero me moveré bastante en el futuro -confesó con las mejillas rosadas por la emoción.

-¿Qué tan cercano está ese futuro? -preguntó la mayor.

-Tal vez me vaya antes de que regreses de Tokio.

-Es una pena... -expuso entre suspiros- Pero, bueno. Una no puede quedarse a llorar sobre la leche derramada -filosofó en actitud solemne.

-Seguiremos en contacto todos los días -remarcó Elizabeth.

-¡Eso es obvio! ¡Y si no me contestas iré por ti!

El duo de féminas rió estridentemente por largo rato. Al terminar con sus alimentos que se habían empezado a templar durante su conversación dejaron la cocina perfectamente ordenada y se dispusieron a ver una película.

Por la tarde, Mirana abandonó el departamento ataviada en ropa deportiva y con una maleta pequeña al hombro. Minutos después la emocionada mujer estacionó frente a la pista de hielo de la ciudad.

El susurro de las navajas sobre el hielo llevó paz a la atribulada alma de la ojiazul, por lo que al dar un paso en la resbalosa superficie estaba totalmente centrada en sus propósitos. Los viejos patines eran como una extensión natural en sus pies, de lustrosa superficie negra con una pequeña bandera tricolor en el talón y navajas de un peculiar tono dorado, cada elemento en ellos era un recuerdo, un homenaje. El primer impulso fue como volar y con los recuerdos de su amado entrenador como energía, el cuerpo femenino empezó a realizar con elegancia y experticia distintos movimientos por la fría superficie.

Justo en ese instante una conocida canción comenzó a manar de los altavoces de la pista. Nuevamente sintió la energía vigorizante del momento en que visitó esa pista de hielo junto a Elizabeth. Con una enorme sonrisa en los labios intentó recrear los movimientos de ese día, esforzándose por no cantar, ya que podría morderse la lengua. Pero dentro de ella, su mente acompañaba aquel grito de guerra: "I'm unstoppable, today".

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¡Wow! Hasta ahora no había notado que ni agregué los créditos, pero bueno aun sea tarde, hay que dar honor a quién honor merece.

Un fuerte aplauso para mis veteranos:

@Rocio16_WuW _Nicole_liones_ Trejo285 mena_0912 Lopito_Copito MaryuraBlueFlash15 Mekishikato124 dburgosb Kimta29 bustamante-chan SrtGenesisVillamar jazz2304 KarenSoacha KaiserGT LupitaZac Family_Mafer_Goddess Whichiii rmnat1142003 kagome1315 CarrieKristell @SanjaJockic0 Dulcemaria2308 suirine20 Isabeli4567 ErnestoGarcia909 Jennifer_Lo29 myrivaille _Aileen-beth AndreaCorredor085 _paracetamol_xd__ @ElizaAgreste27 anakarentorrez ist_jazmin Lily_Liones LaMeteora17 Lucero14_chan MelissaDemonsGoddess SakuraUchija110 estefanyV32 mandanight

Y ahora un caluroso abrazo de bienvenida a los nuevos Mia Readers

@saylachimba @sani-tan LizethHerreraTinoco Violetteliddel Javi2299 isabela051212 elizabeth903002 13ppppppp7 IsisKiara132

Un millón de besitos para mis adorados fantasmitas.

¡Mia, fuera!

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