32._ Unstoppable

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Dedicado a la siempre fiel:
MaryuraBlueFlash15

Tus estrellas iluminan las oscuridades de mi mente cuando la creatividad escasea.
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En situaciones como aquella, él agradecía su resistencia sobrehumana al alcohol. Solo de esa manera era justificable haber manejado cuarenta minutos luego de ingerir cantidades nocivas de diversos y coloridos cocteles, cuyos ingredientes eran un misterio.

Aun no amanecía, y aunque llevaba semanas de no haber pisado ese lugar, su subconsciente lo condujo hasta allí. Sus pies levemente vacilantes recorrieron el irregular empedrado que lo llevó al pórtico de madera. Por un instante las llaves casi representaron un desafío, pero la memoria muscular era tan maravillosa que no necesitaba de ordenes complejas del cerebro para recordar que: la cuarta llave de la segunda arandela del llavero, la que tenía una textura rugosa por la vieja etiqueta que tenía pegada, era la que abría la puerta principal de la casa de playa.

Con pasos pesados Meliodas subió las escaleras luego de dejar la entrada perfectamente cerrada, se aproximó a la puerta de madera clara de la habitación principal, al abrirla el recuerdo fantasma del aroma de ella lo abrumó, junto con el torrente de felices recuerdos que ahora quemaban como acido. Una sonrisa amarga surcó los labios masculinos antes de continuar con el corto trayecto hasta la cama, sin preocuparse de desvestirse o del polvo que pudo haberse acumulado en las sabanas, se lanzó a la mullida superficie sin siquiera descalzarse los zapatos.

Y haciéndose un ovillo en el centro del colchón extendió una de sus palmas a la almohada de ella, tomándola con anhelo y llevándola hasta su pecho para abrazarla con fuerza, hundiendo la nariz en la tela e inhalando profundamente, buscando el aroma de Elizabeth.

Antes de caer dormido repasó los fatídicos eventos que lo llevaron a ese estado de melancolía: Liz mudándose bajo su mismo techo, el reporte infructuoso del investigador privado que contrató para localizar a su desaparecida novia, la nueva oleada de llamadas sin contestar, el departamento de ella totalmente vacío, su padre asfixiándolo, la ausencia de Mirana y por último el quiebre, junto a la necesidad desesperante de hundirse en alcohol, que lo encaminó hasta uno de los elitescos clubes que frecuentaba hasta que conoció a su amada ojiazul, y fue allí donde ahogó sus penas en un bullicioso ambiente rodeado de lamebotas que casi se ponían de rodillas con tal de compartir el mismo espacio y aire que él.

Durante ese mar de recuerdos y pensamientos confusos, Meliodas cayó profundamente dormido a solo pocas horas del amanecer.

Mientras Meliodas dormía la borrachera más emocional de toda su jodida existencia, Zeldris estaba con los nervios de punta.

El azabache llevaba horas sin saber de su hermano, desde que el día anterior al regresar a su hogar encontraron a una sonriente pelirroja de ojos azules recibiéndolos. Él había intentado ser cordial con la visitante, pero Meliodas ni lo intentó, directamente subió las escaleras, seguramente con dirección al despacho de su progenitor, para minutos después bajar hecho una furia gritando maldiciones que asustaron a la pelirroja. Y mientras Zeldris intentaba calmar a la invitada, el rubio desapareció de la casa con un fuerte portazo y posteriormente el sonido de las llantas acelerando bruscamente sobre el empedrado de la entrada.

Desde ese momento el hermano menor no supo más del rubio, y eso que le marcó al celular por lo menos dos docenas de veces. La noche anterior Zeldris concilió el sueño luego de asegurarse a sí mismo unas veinte veces que: "Meliodas aparecería en la oficina al día siguiente". Pero, pasaron las diez, las once y ya era mediodía y ni una señal de humo por parte del hermano mayor, por lo que el azabache estaba a media hora de un ataque ansioso.

Esa situación era más de lo que él podía soportar. Primero su padre, quien llevaba semanas ausente de la empresa sin justificación, lo que estaba poniendo de los nervios a todos los empleados que estaban al tanto de la situación, acrecentando el temor de una supuesta enfermedad grave en Damián, cuando la verdad era que: El líder de Demon Enterprises estaba en casa en pijama sumido en un misterioso mutismo desde que Mirana abandonó la mansión, del que solo podía sacarlo Meliodas cuando discutía con él. Segundo su desaparecido hermano adicto al trabajo, quien afortunadamente tenia la buena costumbre de avisarle de sus escapadas, lo que hacía aún más preocupante el hecho de que ni respondiera su teléfono ni notifcara su ausencia. Y para rematar no solo tenia que encargarse del trabajo de Meliodas, si no del de Estarossa también, porque este llevaba días siendo más incompetente de lo usual.

La una de la tarde, y al agotado y preocupado Zeldris no le quedó de otra que llamar a los refuerzos, o mejor dicho a la refuerzo. Un par de timbrazos y luego la cariñosa voz de Mirana manó del celular.

-Hola, mi niño ¿Cómo estas? -indagó la albina.

-Holis má' -saludó el azabache en tono travieso asegurándose de que la puerta de su oficina estaba correctamente cerrada.

-¡Oh, no! Cuando me hablas así no es buena señal -comentó la mayor.

Del otro lado de la línea Mirana tuvo que apartarse de la ocupada Elizabeth, quien se encontraba haciendo maletas, para poder preguntar al menor de sus hijos que era lo que sucedia, porque bien conocía a los hermanos Demon y cuando uno de ellos llamaba usando un tono de niño en problemas, eso significaba que el otro había hecho una estupidez monumental.

-Escúpelo, Zeldris Linden Demon -amenazó la ojiazul usando esa voz típica de las madres que te hiela la sangre.

-Bien... -suspiró el joven adulto- Meliodas está desaparecido.

-¡Qué Meliodas qué! -gritó Mirana haciendo que Elizabeth la escuchara.

En su oficina, Zeldris sudaba a mares caminando en círculos por la habitacion.

-Mi-Mirana, no es tanto así como lo dije, e-es solo que... -intentaba explicar el nervioso azabache en medio de tartamudeos.

-A ver, Zeldris -murmuró la mayor con voz calma- Inhala -indicó conteniendo el aire buscando que el menor la imitara del otro lado de la línea- Y exhala -siguió dejando escapar el aire contenido tras unos segundos- ¿Mejor?

-Sí, mejor -contestó tras una fuerte exhalación.

-Ahora dime ¿Qué pasa con el rubio de caja? -indagó mientrs intentba permanecer serena para no preocupar a Elizabeth, quien había detenido su labor tras escuchar su exabrupto y ahora la miraba con ojos brillosos desde el marco de la habitacion que ocupaba.

-Meliodas huyó anoche hecho una fiera cuando vio a Liz instalada en la mansión. Pero antes discutio con papá.

-Como cosa rara -interrumpió Mirana con ironia.

-Esta mañana no lo vi en el desayuno, creí que vendría a trabajar más tarde, a las diez llamé a casa para que alguien le despertara porque necesitaba su firma de manera urgente, y me dijeron que su habitación está vacía y la cama ordenada -relató- Sabes cómo es Chandler, inmediatamente se puso histérico y fue a buscarlo a la mansión y su apartamento, no está, no contesta su celular y yo también estoy a un susto de convertirme en Spiderman -terminó de confesar.

-¿Y la casa de la playa? -inquirió Mirana.

-No puedo dejar la oficina sola y... -intentó excusarse.

-¡Me debes estar jodiendo, Zeldris! -gritó- Ustedes los Demon y su maldita corporación están a punto de sacarme canas -argumentó- Salgo enseguida para allá, y te advierto Zeldris Linden Demon que si no estás allí para cuando yo llegue, voy a hacer de tu vida y de la de ese rubio de pacotilla un verdadero infierno.

El teléfono de Zeldris quedó emitindo tonos intermitentes contra su oreja luego de la brusca manera de colgar de su madre, pero intantes después reaccionó y corrió por la oficina tomando sus objetos personales. Cerró la oficina con prisa, topándose frente a frente con un confundido Cusack y un lloroso Chandler.

-¿Qué sucede joven Zeldris? -indagó el pelimagenta al ver al menor tan apresurado.

-Cancela la última reunión, que los pendientes esperen y reorganiza todo para mañana -indicó el ojiverde a su ex tutor mientras caminaba apresuradamente hacia el elevador- Los documentos que requieran inmediatamente la firma de presidencia envíenlos a mi padre, y que alguien le informe a Estarossa que si sigue haciendo el imbécil para mañana voy a matarlo.

-¿Pe-pero y usted que hará señorito? -preguntó el preocupado Cusack siguiendo con prisa al menor.

-Tengo que salir.

-Irá a buscar al joven Meliodas. ¿Verdad amo Zeldris? -cuestionó por primera vez el lloroso Chandler.

-Sí, voy por él junto a Mirana -avisó- Así que espero que mañana su oficina tenga una buena dotación de hielo y analgésicos para el dolor, porque mi madre está sumamente enojada con ese oxigenado.

Los asistentes quedaron petrificados ante las ultimas palabras del menor, primero la forma tan libre en que llamó a la albina "madre" y segundo por el terror puro que recorrio sus cuerpos al recordar la faceta mas oscura y estricta de la única mujer que en la actualidad podría llamarse matriarca de la familia Demon.

El elevador llegó a planta y Zeldris lo abordó sin dudar, dejando atrás a los empleados que parecían jugar a ser decoraciones de jardín.

-Voy a cobrársela caro a ese tarado -masculló el menor en cuanto se vio solo en el cubículo metálico- Hay un limite para las imbecilidades que un hombre puede hacer a lo largo de un año -murmuró para sí mismo mientras se recargaba en una de las paredes plateadas- Meterme en problemas con mamá ¡Yo soy el hijo tranquilo! ¿Por qué me pasa esto a mi? -dramatizó hablándole a la nada en lo que sentía el sudor frio de los nervios bajar por su nuca.

Y fingiendo mantener la compostura, el azabache salió del asensor en cuanto este llegó al estacionamiento subterraneo. Con paso apurado Zeldris se acercó hasta su vehiculo, agradeciendo el instante en que por la mañana olvidó de subir la capota, por lo que de un salto estuvo en el asiento del conductor, y segundos mas tarde ya maniobraba por las medianamente concurridas calles de Kyoto.

Una vez en la autopista aceleró hasta rozar el limite de velocidad, mientras en su fuero interno rogaba a todos los Dioses y Demonios conocidos o por conocer que le permitieran llegar al menos una fracción de segundo antes que Mirana. Zeldris solo bajó la velocidad en cuanto divisó la desviación sin pavimentar que conducia a la residencia privada.

En cuanto estacionó frente a la construcción de madera y no divisó ningún otro transporte aparcado suspiró aliviado. Y volviendo a su habitual actitud calmada inspeccionó la propiedad en búsqueda de señales que confirmaran la presencia de Meliodas allí. El camino de grava decorativa no se marcaba con los neumáticos, el recién construido garaje no tenía ventanas por lo que no podía asegurarse de que adentro estuviera el deportivo de Meliodas, no había ni una ventana abierta o cortina descorrida en toda la casa y no se escuchaba ni un murmullo proveniente del interior.

Dentro de la casa, un deprimido rubio decidió ocultarse dentro de su alcoba cuando escuchó el sonido de los neumáticos crujir en la entrada dejando a la mitad la enorme taza de café que se había preparado para compensar el desayuno perdido y eliminar los miserables restos de la resaca que cargaba. Meliodas había escuchado perfectamente como su hermano se movía por la propiedad e incluso ignoró las piedrecillas que este lanzó al cristal de la ventana, no quería ver a nadie, por una vez en su vida quería comportarse como un adolescente caprichoso e ignorar al mundo mientras maldecía su suerte. Pero con lo que no contaba era con la explosiva llegada de su albina figura materna.

Cuando Mirana llegó encontró a Zeldris con la oreja pegada a la puerta principal como si estuviera atento a cualquier sonido que pudiera provenir de adentro.

-Zel -llamó la ojiazul- Apártate de allí -indicó.

El sonrojado azabache se apartó de la puerta con las mejillas sonrosadas y se acercó hasta la dama, quien tenía medio cuerpo aun dentro de su vehículo. Lo siguiente que se escuchó por kilómetros a la redonda fue el estridente sonido del claxon de la camioneta blindada que conducía la mayor, una y otra vez por al menos cinco minutos, cuando por fin cesó y no hubo ningún movimiento visible dentro de la edificación, Zeldris la miró con expresión que mezclaba la derrota y preocpacion. Pero Mirana no sabia cuando detenerse cuando estaba enojada.

-¡MELIODAS DEMON MAS TE VALE QUE ABRAS LA PUÑETERA PUERTA ANTES DE QUE LLAME AL DEPARTAMENTO DE BOMBEROS PARA QUE VENGA CON UN ARIETE! -gritó la de cabellos blancos- ¡NO ME OBLIGUES A ROMPER UNA VENTANA DEL SEGUNDO PISO! ¡SÉ QUE ESAS NO ESTAN BLINDADAS! -volvió a gritar.

-Mamá... -murmuró nerviosamente Zeldris- ¿Qué tal si no está aquí?

-Tú y yo le conocemos perfectamente ¿Dónde más podría estar si no? -inquirió la ojiazul.

-No lo sé... Es por eso que estoy preocupado -admitió el azabache.

-Zel... -susurró Mirana al interpretar la genuina tristeza que se ocultaba en los verdes orbes del menor- Tiene que estar aquí. ¿A dónde más iría un hombre enamorado con el corazón destrozado?

-Pero Meliodas jamás ha estado enamorado antes, sus movimientos son impredecibles -razonó el Demon.

-Querido... Déjame iluminarte un poco. Aunque todas las personas son diferentes, los hombres con el corazón roto son iguales -dijo la dama revelando una verdad tan grande como el planeta mismo- Cuando extrañan a una mujer, los hombres sienten la necesidad de rodearse del ambiente donde estuvo con esa persona, dónde alguna vez fueron felices -pausó para inhalar profundamente- Podrán intentar ahogar su desdicha en alcohol, salir para aparentar que siguen tan indestructibles como siempre, pero inevitablemente vuelven al principio para torturar sus almas, como si con ello expiaran sus errores.

-Pareces muy segura de ello. Aunque te puedo asegurar que no es así, y he tenido mas hombres cerca que tú -objetó.

-Zeldris -llamó con dulzura mientras en los azules ojos se reflejaba un aura de sabiduría que pasmó al menor- Hablé del comportamiento de los hombres enamorados, aquellos que aman. Y confía en mí cuando digo que son muy escasos los que lo hacen. Los hombres quieren, sin duda alguna, pero pocos aman, pocos dejan que una mujer cale en su corazón. Contados son los que albergan verdaderamente a una pareja en su alma -aclaró- Ustedes son tan herméticos, tan confusos y temen tanto que prefieren no arriesgarse al dolor, es como si casi por naturaleza cerraran sus corazones a que alguien se acerque, se rodean de murallas emocionales y se dicen a sí mismos que no es así. No ponen en juego su corazón en cada relación. Nosotras en cambio apostamos todo, en cada ocasión, el cuerpo, el corazón, el alma y la mente, las ponemos sobre la mesa sin dudar e inexorablemente perdemos más de lo que ganamos, una y otra vez. Supongo que deberíamos aprender de ustedes. Tal vez así las mujeres podríamos abandonar ese triste concepto de débiles y dramáticas que tenemos.

-Piensas demasiado bien de nosotros, no es así -debatió cruzándose de brazos.

-¿Entonces porque tu hermano se comporta como si el mundo se derrumbara a su alrededor? -razonó Mirana- ¿Alguna vez te has pasado por el escenario de perder a Gelda? -inquirió.

De pronto Zeldris enmudeció.

-He criado a dos hombres. Alguna vez también tuve un hermano. Y he sido amada en el pasado. Ustedes jamás harán un discurso emocional, ni romantizaran sus debilidades como yo lo estoy haciendo, pero estoy segura de lo que te digo -murmuró.

El azabache por primera vez en su vida sintió que la albina le dejaba entrar de lleno en su vida, y lo entendió. Entendió porqué su padre la quería. Mirana era un misterio, como el lago más hermoso y profundo, ese que quieres explorar y conocer a fondo, en el que encuentras belleza aun en sus recovecos más oscuros y tristes. Desde ese momento Zeldris razonó que no solo la quería como madre por el vacío que la ojiazul llenó en su familia y corazón, la quería porque ella siempre los guió por el camino correcto, a los tres, como una luciérnaga en medio de la oscuridad, llevándolos a la luz, brindándoles lo que necesitaban, entregándoles todo a manos llenas sin temer quedarse vacía.

-¡MELIODAS ELIAS DEMON RESPETO TU PRIVACIDAD Y DESEOS DE ESTAR SOLO! ¡PERO REAFIRMO MI AUTORIDAD COMO TU MADRE BUSCANDOTE DE TODOS MODOS! -gritó la albina, regresando a Zeldris al tenso momento que acontecía.

Seguido del grito el sonido del claxon llenó la tranquila área por unos minutos. La irritada albina quitó su diestra del interruptor del volante, para dirigirse hecha una furia hasta la puerta y comenzar a propinar violentas palmadas sobre la madera, la rabia se convirtió en desesperación, y pronto eran los blancos nudillos de la dama los que colisionaban repetidamente contra la dura superficie.

-¡Meliodas, por favor, abre! -gritó suplicante- Hijo, te lo pido -murmuró con la voz rota.

Zeldris se apresuró junto a la adulta que se alejó un poco de la edificación y examinaba en silencio las ventanas superiores. El menor rápidamente adivinó lo que Mirana planeaba y el temor de que algo le sucediera se le atenazó en la entrañas, ella intentaría escalar a una ventana con su ayuda o sin ella.

-El techo de la cocina es el más bajo... -susurró Mirana para sí misma.

La ojiazul trazó una ruta con el índice de la diestra, haciendo que sin querer Zeldris notara sus maltratados nudillos rojizos y con leves rastros de sangre.

-Zeldris ayúdame a... -empezó a solicitar la mujer cuando una tercera voz la interrumpió.

-No lo hagas mamá.

La voz profunda de Meliodas manó desde la puerta de la casa y dos pares de ojos se voltearon en su dirección enseguida.

El cabello más revuelto de lo normal, la ropa desarreglada y sus rasgos infantiles endurecidos por la tristeza; esa era la estampa de un torturado rubio con el corazón destrozado. Mirana lo observó como si analizara a un desconocido, pero una décima de segundo después se precipitó sobre él, acunando al menor en sus brazos. La madre sustituta sintió al rubio estremecerse en sus brazos, seguido de humedad en su hombro.

-Vamos adentro -murmuró la mujer luego de largos minutos con el tembloroso hombre joven en sus brazos.

Meliodas respiró hondo y se separó de la albina, apartándose un poco de la puerta para que ella y su hermano entraran. Sentados en la sala en completo silencio, el rubio repasó la situación, Mirana esperaba pacientemente una explicación de su parte y Zeldris se mantenía impasible igual que la vez anterior, aunque obviamente conteniéndose de dar su opinión.

-Meliodas -llamó la adulta animándolo a hablar.

-Lo siento -murmuró el primogénito Demon- Anoche yo... Perdí el control.

-¿Qué hiciste al salir de casa? -indagó Zeldris con voz dura.

-Conduje por la ciudad algunas horas, quería calmarme y regresar. Paré en una cafetería por un café y...

-No luces como si hubieras tomado solo café anoche -acusó Zeldris de brazos cruzados.

-Déjame terminar -atajó Meliodas con el ceño fruncido- Bebía mi café cuando recibí una llamada del investigador privado... -murmuró pasando con frustración una mano por sus muy alborotados cabellos.

Mirana observó al rubio desconcertada, volteó a ver a Zeldris, pero este permanecía tranquilo con la información.

-¿De qué investigador hablas? -indagó.

-Hace una semana contrató a alguien para averiguar el paradero de Elizabeth -informó el azabache.

El Demon menor se sintió incómodo bajo el escrutinio de la albina.

-¿Acaso fue tú idea? -preguntó visiblemente irritada.

Zeldris permaneció en silencio tras la pregunta, dándole a Mirana la respuesta que pidió con su mutismo. A lo que la ojizarca se levantó de su asiento violentamente y comenzó a merodear por la sala como león enjaulado.

-¡Fantástico! -exclamó sarcásticamente mientras manoteaba en el aire- ¡Sencillamente increíble! ¡Es cierto cuando dicen que la manzana no cae muy lejos del árbol! -exclamó con el ceño fruncido.

La caminata ansiosa y errática de la dama fue interrumpida por la voz confusa del rubio.

-¿A qué te refieres?

La dama se derrumbó con pesar nuevamente en la superficie mullida del sofá, permaneciendo unos instantes en silencio mientras meditaba su siguiente oración. Mientras ella luchaba contra la vorágine de emociones adversas, un resquicio de su cordura la impulsaba a tratar a los menores como los hombres adultos que eran, por lo que debía confiarles la verdad.

-Meliodas- llamó la de cabellos blancos en medio de un suspiro.

El mas profundo arrepentimiento obscureció los orbes azules, causando pánico en el rubio ojiverde.

-Es mi culpa que Damián descubriera lo tuyo con Ellie -confesó mientras sentía los ojos escocerle.

Y como le hubieran pasado una fuerte corriente eléctrica por la columna, Meliodas se irguió bruscamente.

-¿Qué? -musitó confuso.

-Mirana, eso no es así -intervino Zeldris.

-Hay algo que aún no te he contado, Zel -comentó la triste mujer-Mel... ¿Podrías sentarte? -suplicó.

Pero Meliodas estaba petrificado en su lugar. Los ojos verdes estaban obscurecidos, hasta casi verse negros bajo su profundo ceño fruncido, con los músculos en tensión y las manos empuñadas fuertemente a cada lado de sus muslos.

-Por favor -musitó nuevamente Mirana con los ojos cristalizados por las lágrimas contenidas.

Lentamente, como si fuera un animal en cautiverio que desconfiaba de los humanos, Meliodas regresó a su asiento en completo silencio. La ex niñera suspiró profundamente.

-Damián envió un investigador privado a seguirme hace meses, por el momento ignoro los motivos -la primera lagrima bajó- Fue de esa manera que supo de lo tuyo con Elizabeth.

-¿Cómo te enteraste tú? -preguntó Meliodas, intentando ignorar la devastadora opresión en el pecho que le causaba escuchar el nombre de la platinada.

Mirana volvió a suspirar.

-Hay personas que velan por mí, protegen mi identidad de las personas de las que me oculto -explicó muy brevemente, frustrando a ambos hermanos.

-¿A qué te refieres exactamente? -incursionó Zeldris.

-¡Ese no es el punto ahora! -espetó la albina- El punto es que ese investigador me siguió durante semanas, descubrió lo de Mel y Ellie, y se lo informó a Damián -suspiró pesadamente- Y volviendo a tú pregunta... - comentó mirando al rubio- Recibí una llamada de una de las personas que me cuida, él interceptó al investigador y lo subcontrató para filtrar la información que se le daba a su padre. Soy la prioridad de esa persona, por lo que le dio igual cualquier otro dato que no me involucrara directamente. Cuando hablamos prácticamente me insinuó lo que tramaba Damián, pero supongo que una parte de mi quiso ignorar la alarmas -admitió sollozando.

»¡De verdad lo lamento, Meliodas! Hace semanas me contacté con el investigador ¡Necesitaba saber porque te estabas comportando tan errático! Él me informó de que hubo un trabajo que se rehusó a hacer para tu padre, porque iba en contra de su ética.

-Qué - exigió saber el rubio.

-Le pidió intervenir tus comunicaciones, pero al negarse, Damián contrató a un pirata informático profesional. El teléfono que destrozaste hasta hace poco estaba clonado, tus llamadas y mensajes primero pasaban por otro servidor antes de llegar a ti, y para dificultar que la contactaras a través de otro dispositivo se conectaron aparatos ilegales en los servidores de internet de la Torre Demon, mansión, departamento e incluso el de aquí -confesó.

-No... -susurró Zeldris desconcertado.

-Necesité ayuda de un amigo para hackear el sistema del pirata y averiguar todo lo que ahora sé, incluso examiné de cabo a rabo la computadora de su padre. Los movimientos bancarios, los datos del investigador privado, los mensajes y correos desviados entre Ellie y tú, y... La amenaza que te impulsó a fastidiarlo todo con ella -luego de decir eso, Meliodas se levantó de su asiento con una expresión de temor absoluto.

-Mirana no lo digas -solicitó desesperado.

-¿¡Por qué no!? ¿De qué te han servido los secretos hasta ahora Meliodas? -inquirió la albina desesperada- ¡Damián ha sido un absoluto cabrón! ¡Pero tú no tienes las manos limpias! ¡Te has comportado como un cobarde! ¡No has podido retribuir lo que Elizabeth hizo por ti! ¡Mereces que te dejara! -acusó- ¡Todos tenemos la culpa de algo aquí! Ingenuamente creí que si le daba la oportunidad a tu padre de confesar él cambiaría por lo que teníamos, que se volvería sensato sobre lo que te estaba haciendo ¡Pero no! ¡El amor que decía tenerme tenía un límite muy corto! -gritó con las lágrimas bajando sin parar por sus mejillas- Esto incluye a Zel, y aun cuando tienes las aguas hasta el cuello eres incapaz de confiar en tu único hermano ¡No solo sacaste a Ellie de tu vida! ¡También a Zeldris y a mí! ¿No nos crees lo suficientemente maduros para afrontar los tiempos duros junto a ti? ¿Acaso planeabas proteger una falsa felicidad mía junto a tu padre con tus "valeroso sacrificio"? -inquirió irónica- ¿O piensas que Zeldris sigue siendo el niño que tienes que proteger de...?

-¡CALLATE! - el grito de Meliodas interrumpió el arranque de la albina.

La dama de ojos azules fue silenciada por la dura orden del mayor de sus hijos, por lo que permaneció sentada con las lágrimas recorriendo abundantemente su sonrosado rostro de alabastro.

-¡No tienes derecho a hablarle así! -bramó Zeldris levantándose del sofá e interponiendo su cuerpo entre la ex niñera y la cruda mirada del rubio.

-Deberías callarte también, Zeldris. Hay cosas que no eres capaz de entender - advirtió Meliodas con voz helada.

En completo silencio la albina se levantó de su asiento, mientras Meliodas y Zeldris se fulminaban con la mirada el uno al otro, pero instantes después el sonido de la puerta al cerrarse los sacó de aquella iracunda conexión que mantenían.

-¿Era necesario desquitar tu rabia con mamá? -preguntó el azabache mientras se cruzaba de brazos en un vano intento por contener todas las cosas que deseaba gritarle a su hermano.

-Zeldris, hay cosas de las que es mejor mantenerse alejado ¿No viste lo destrozada que estaba? -razonó el rubio- ¿Acaso es necesario que por la verdad pase por tanto dolor?

-No le respondiste -murmuró el menor.

-¿Qué? -cuestionó sin entender.

-Respóndeme a mí, Meliodas. ¿Planeabas dejarla atrapada con un hombre que pisotearía a sus propios hijos para hacer su voluntad? ¿Es ese el tipo de amor que quieres para Mirana?

-¿Qué? ¡No!

-¿Entonces se lo habrías dicho? ¿Por tu propia voluntad le habrías contado que papá te está amenazando con quitarte la empresa y entregársela a Estarossa inclusive por encima de mí? Y de hacerlo ¿Cuándo se lo dirías? ¿Antes de dar el sí en el altar? ¿Cuándo su relación fuera aún más profunda y la decepción la golpeara peor? -cuestionó una y otra vez, escupiendo con dificultad cada pregunta, empuñando fuertemente sus manos alrededor de sus bíceps hasta que los nudillos se le tornaron blancos.

Meliodas no sabía cómo procesar cada trozo de información revelada por su hermano. ¡Él lo sabía!

Boqueó un par de veces hasta que logró pronunciar una oración coherente.

-Mirana... Ella... No tenía derecho -murmuró el ojiverde mayor apretando sus manos hasta enterrar dolorosamente las uñas en sus palmas.

-¿Siquiera te estas escuchando? -bramó Zeldris- ¿Acaso piensas responsabilizar a todo el mundo por tus mierdas o te harás cargo de tus culpas como un verdadero hombre?

-Zeldris... Yo...

Pero el azabache ya no quería escuchar más, era su turno de hablar y de sacar todo lo que llevaba matándolo desde meses atrás.

-¡MIRANA NO ME DIJO NADA! -gritó- Yo lo escuché, Meliodas. ¡El día de la fiesta en el museo! La amenaza, la posición que ocupo en la vida de papá... ¡TODO! -alzando aún más la voz- ¡Solo soy un maldito peón para él! -diatribó con la voz volviéndose cada vez más inestable- Pero ¿Sabes qué? Eso no fue lo peor. Sé la clase de mierda que es el hombre que me engendró, lo respeto como mentor y hasta como jefe, pero Damián Demon jamás ha sido un padre para mí. ¡En toda mi puñetera vida no puedo recordar ni un solo jodido momento nexo padre e hijo con él! Y te compadezco, porque a diferencia de mi casi no recuerdo a mamá, pero tú... El día en que mamá murió no solo perdiste a mamá, también perdiste al padre amoroso que fue alguna vez Damián. Y honestamente no estoy seguro de si debo envidiarte por lo último, ya que por ese amor que aún le guardas le estas permitiendo hacerte la vida una porquería.

Con frustración el menor empuñó mechones de su oscuro cabello para tirarlos fuertemente, como si con ello lograra organizarse las ideas.

-Lo peor de todo... -murmuró Zeldris- Es que desde esa noche sentí que te perdí también, Meliodas. ¡Me dejaste por fuera! ¡De todos en el mundo tú me traicionaste! No conozco el amor de un padre, pero en el pasado tú hiciste todo lo que se supone que un padre haría. Me diste a probar mi primera cerveza, me poyaste cuando intenté conquistar a la primera chica que me gustó, me lanzaste a la cara mi primera caja de condones, incluso te pregunté sobre como complacer a una mujer en la cama cuando era un virgen de catorce años.

En ese instante la expresión incrédula del rubio cambió por una tierna sonrisa.

-Recuerdo eso... Te dije: "No voy a hablar de esto contigo, pero te enviaré algunos videos que necesitas ver. Eres inteligente, sabrás que hacer" -repitió sus palabras de más de diez años en el pasado con un tono que oscilaba entre la nostalgia y la burla.

-No cualquier hermano pregunta eso, Meliodas -evidenció- Eres más que mi hermano -susurró luego de pasarse ambas manos por el rostro- Eres mi ejemplo a seguir, mi héroe y prácticamente mi figura paterna. Todos estos años me he esforzado por una cosa en la vida: ser el hermano que tú necesitas a tu lado -confesó- Tantos años de llevarme al límite una y otra vez, fueron para poder pararme a tu lado con orgullo, para ser tu igual. Todo ese trabajo no fue para que Damián me reconociera, fue para ser un apoyo para ti, como tú has sido el mío.

»Años de desvelos, disciplina y entrenamiento riguroso. Muchos creyeron que era complejo de inferioridad, siempre comparando al prodigioso Meliodas que brillaba sin sudar y el sobreesforzado Zeldris que luchaba por no estar a la sombra de su hermano, y admito que de tanto escucharlo me lo creí un tiempo -explicó con una amarga sonrisa- Detesté que nos compararan, yo no quiero ser tú, solo quiero ser tu hermano, que cuentes conmigo, así como yo sé que puedo contar contigo, pero siempre ha habido una alta sombra que de una u otra forma ocupa mi lugar, por eso el pecado de la envidia me queda tan bien.

Mientras el rubio se encontraba mudo por las revelaciones del menor, Zeldris alzó decididamente la mirada y la conectó con la de Meliodas, verde contra verde.

­-Respóndeme, Meliodas -solicitó el azabache con la postura firme- Si Ban fuera yo ¿A él le habrías sido honesto?

De inmediato el mayor comprendió los sentimientos confusos que llevaban años envenenado a su pequeño hermano. La incipiente sensación de inferioridad a la que fue sometido por los absurdos adultos que los rodearon desde la más tierna edad, los celos que lo llevaron a ser conocido en su grupo como: "La serpiente de la envidia", la constante desesperación por validar su propia personalidad, la irritación de ser: "el hermano menor de Meliodas Demon", el rechazo al que él mismo lo sometió cuando por su diferencia de edad lo apartó y para rematar el profundo daño que le estaba habiendo a su confianza por sobreprotegerlo como si aún fuera un niño.

-Zeldris eso no es...

-¡Contéstame! -gritó- Si Ban fuera tu hermano ¿Te apoyarías en él? ¿Qué demonios nos diferencia? ¿Acaso tengo que llamarte "capitán" para que me mires como tu igual?

-Necesitas escucharme ahora, Zeldris -habló el mayor con voz calmada.

El menor mantuvo su postura defensiva al ver al rubio acercarse.

-Ban es mi mejor amigo, un preciado hermano en el que confiaría mi vida -suspiró, ignorando el doloroso nudo que se apretaba en torno al corazón del azabache tras esas palabras- La diferencia entre él y tú, es que con él no siento la responsabilidad de protegerlo. He hecho que pienses tantas cosas de la manera incorrecta que no sé si merezco llamarme tu hermano, Zel. Eres mi hermanito, a quien he sobreprotegido toda la vida, me enfoqué tanto en que aprendieras de mejor manera cosas que me tocó aprender a los golpes, que te hice daño sin notarlo y no me alcanzaría la vida para enmendar el daño que he hecho a nuestro nexo.

»Pero de ahora en adelante eso se acabó. Ya no eres mi hermanito, que necesita ser protegido. Eres mi hermano, mi igual, incluso diría que eres mejor que yo, porque tú no cometerías estos errores absurdos que me están destruyendo -admitió tratando de contener las lágrimas- Lamento haberte hecho sentir solo con mi actitud. Pero que jamás te quede duda de que yo daría mi vida por ti. Siempre me has hecho sentir orgulloso, Zel. De tu madures, tu forma de vivir tan honesta sin necesidad de hacer desastres, tu carácter, incluso de cada logro que has conquistado en la vida; eres mejor hombre que yo, Zeldris. Y si soy honesto, también llegué a sentirme inferior a ti en el pasado.

»Es mejor que dejemos esas porquerías de lado. Que te quede claro, nadie... Ni Ban, ocupará tu lugar jamás, somos más que hermanos, Zel. Donde yo comienzo tu terminas, eres lo que yo no soy, y estamos bien así, de lo contrario seriamos demasiado perfectos -bromeó el mayor palmeando el hombro derecho del menor.

-Meliodas... -susurró el azabache con silenciosas lágrimas bajando por sus ojos.

Entre los hermanos ya sobraban las palabras por el momento, por fin eran libres de la pesada carga sobre sus hombros. Ambos tenían saladas gotas manando de sus orbes, por lo que instintivamente buscaron consuelo en el hombro del contrario.

Los temblorosos hermanos pronto fueron envueltos por el afectuoso abrazo de Mirana, quien para calmarlos recurrió a los gestos que los hacían sentir seguros en la infancia. Suaves caricias fueron depositadas en los finos cabellos de ambos consanguíneos, mientras la meliflua voz de la albina sirvió de bálsamo para sus almas. La característica voz de la dama al entonar una vieja balada en francés logró lentamente apaciguar a los frágiles hombres entre sus brazos.

Ninguno de los presentes supo en que instante pasaron de estar parados a sentarse sobre el piso de madera aun abrazados. Zeldris y Meliodas tenían una de sus manos fuertemente unidas y las manos libres rodeaban la cadera de la albina, que cantaba tranquilamente con ellos apoyados en sus hombros.

La voz de la ojiazul fue apagándose al entonar las últimas oraciones de la canción, para estrechar más fuerte a los jóvenes entre sus brazos.

-Los sacaré de esta, lo prometo -susurró ella tan bajo que ni Meliodas o Zeldris quienes tenían el rostro escondido a ambos lados de su cuello pudieron comprender lo que dijo.

-Lo siento, mamá -pronunció el rubio con voz rota- Perdóname. Soy un mal hijo.

-Nada de eso mi príncipe, nada de eso -consoló la adulta continuando con las caricias en ambas cabelleras ajenas.

-Te damos demasiado trabajo, mamá -comentó Zeldris.

-No digas bobadas, su madre y yo haríamos esto y más por ustedes -aseguró.

-Fuimos muy bendecidos por la vida -aseguró Meliodas.

-Aún en la orfandad, nunca estuvimos solos -completó Zeldris.

-Gracias, Mira -dijeron ambos hermanos.

Minutos después, madre e hijos estaban en la cocina. Meliodas conversaba abiertamente sobre su situación, mientras Mirana preparaba un abundante desayuno lo más rápidamente posible.

-Sigo diciendo que es impresionante que te adelantaras a que Meliodas no tendría nada en el refrigerador -se pronunció Zeldris mientras mordisqueaba un trozo de tocino crujiente.

-Una madre siempre sabe -filosofó Mirana- ¡A comer! -alentó al entregarle un vaso de jugo a cada hermano.

-¿No es mucho? -inquirió el azabache al ver la torre de waffles preparada por la albina.

-¡Zeldris Demon, tú puedes no comer si gustas! ¡Pero el inconsciente de tu hermano seguramente no cenó ayer y una mísera taza de café no es desayuno! ¡Así que deja de jugar con ese tenedor Meliodas y empieza a comer o tendremos un severo problema por aquí! Y ya nos saltamos la hora del almuerzo.

Las mejillas del rubio se ruborizaron levemente ante la llamada de atención.

-Pe-Pero, mamá...

-¡Nada de peros! Un hombre joven de tu contextura, edad, talla y exigencias físicas no debe saltarse las comidas -razonó Mirana.

-¡Y luego dicen que no hay un favorito! -se quejó Zeldris sobreactuando.

El grupo familiar disfrutó con tranquilidad sus alimentos en un cómodo silencio que ocasionalmente era roto por el sonido de los cubiertos o el canto de las gaviotas.

-Le daré su espacio a Elizabeth -comentó Meliodas al terminar el último trago de su jugo- Justo ahora, si nos vemos cuando aún no tengo un plan para nosotros solo le haría más daño.

Zeldris y Mirana intercambiaron una mirada antes de decir al unísono:

-Suena sensato.

-Hablaré con Liz, ella dio esa entrevista sin mi consentimiento y ese no era el plan. También hablaré una última vez con papá, si no entra en razón empezaré a prepararme para dejar la empresa -confesó.

-¡O-oye! -llamó la atención el azabache- ¿No estas apresurándote? -inquirió nervioso.

-Lo siento, Zeldris. No es como que quiera dejarte bajo el pendejo de Estarossa, pero Elizabeth es...

-Entiendo -atajó el menor- Pero vamos por pasos, algo deberíamos poder hacer para cortar un movimiento como ese por parte de papá.

-Chicos -llamó la albina- Antes de que sigan planeando como derrocar al Rey Demonio, necesito contarles algo.

-¿A ver? -inquirió curiosamente el rubio.

-Tú dirás, mamá.

-Voy a estar lejos algunos días a partir de la semana que viene -explicó.

-¿Por qué? -preguntaron los hermanos al unísono.

-Tengo una documentación que arreglar en Tokio, pero volveré pronto y cuando eso suceda tengo algo muy importante que contarles -reveló.

-¿Algo más grande que el hecho de tener un amigo con complejo de ángel de la guarda? -indagó Meliodas.

-Y no olvidemos la parte del hacker -secundó Zeldris.

-Mucho más grande que eso -aseguró Mirana.

-Ahora me mata la curiosidad -murmuró el rubio.

En el departamento de Mirana una platinada miraba su teléfono sin cesar, en espera de alguna respuesta por parte de la dueña del lugar. Ya que, desde que la mayor salió apresurada tras una llamada de Zeldris murmurando algo sobre: Meliodas desaparecido, Elizabeth no había podido continuar con sus pendientes, ya que la mera idea de que al rubio le sucediera algo la ponía extremadamente ansiosa, impidiéndole siquiera doblar adecuadamente una camiseta. Luego de dos horas y media de ausencia, por fin Mirana le había enviado un corto mensaje: "Él está bien".

Inmediatamente la preocupada Elizabeth le había respondido preguntando por donde lo habían encontrado, pero cuarenta minutos después seguía sin respuesta.

La platinada podía tener el corazón roto y ya no tener una relación con Meliodas, pero nada de eso le impedía amarlo y mucho menos preocuparse por el bienestar del hombre de su vida. Y era justamente por ese nexo tan fuerte que compartía con el ojiverde que había decidido irse de viaje, tan lejos como pudiera.

No para olvidar al heredero Demon, pero sí para darle tiempo a su corazón de sanar y poder estar segura que a la mínima oportunidad no correría tras él para intentar retomar lo que tenían. Ella no rogaba, ni buscaba a los hombres. Elizabeth tenía que reparar su ego lastimado y recordar su amor propio, y la forma que encontró para lograrlo fue poner tierra de por medio entre el ojiverde y ella.

Mientras la joven ex heredera continuaba sumergida en sus pensamientos, su celular comenzó a emitir el sonido de una llamada entrante. Alarmada, la ojiazul contestó sin ver el identificador, automáticamente pensando en el rubio que amaba.

-¿Aló? -preguntó agitada.

-¡Dime que aun estas en Kioto! -exclamó una profunda voz masculina igualmente alarmada.

-Tokiya... -susurró Elizabeth con evidente desencanto.

-¿No soy quien esperabas verdad? -se burló un poco el hombre- Discúlpame por no contestar a tus mensajes.

-No te preocupes, están terminando la gira y debes estar agotado -comentó tranquilamente Elizabeth mientras se lanzaba de espaldas a la cama- Y sí... Sigo en Kioto ¿Por qué?

-¿Podrías aplazar tu huida unos días? -preguntó- Pronto estaré de vuelta y tendré un mes de vacaciones, no deberías estar sola ahora. Iremos a donde quieras, probaremos la comida local, pasearemos por las vistas turísticas y por la noche beberemos y maldeciremos a ese enano del demonio.

-Suena bien -comentó luego de reír ligeramente.

-Para eso están los mejores amigos... ¿Entonces es un sí? -quiso asegurarse.

-Es un sí -aceptó la platinada.

-¡YAY! ¡Será genial, Ellie! ¡Tengo tanto que contarte! -exclamó emocionado.

-Entonces tenemos un plan -dijo animada por la explosión de felicidad en la voz de su mejor amigo.

-Este sábado es el último concierto, a más tardar el miércoles nos vemos para poner nombre a nuestros destinos... ¡VOY! -gritó a por sobre el ruido de fondo- Debo irme, te llamo luego pequeña diosa.

La llamada había concluido pero Elizabeth no podía dejar de recordar un comentario que Meliodas le hizo en el pasado: "Le arrancaré la lengua a cualquier imbécil que intente esa jugada desde ahora". Una sonrisa se posó en los labios femeninos al recordar al rubio junto a ella tomando el sol mientras hablaban de los piropos que los hombres usaban para acercársele. Definitivamente, si Meliodas hubiera escuchado a Tokiya llamarla "pequeña diosa" se habría ganado un viaje directo al hospital cortesía del ojiverde.

Desde la intervención de Mirana y Zeldris al rubio habían pasado unos días, y aunque Meliodas había prometido: "Tomarse las cosas con calma", el heredero no era bueno lidiando con un corazón roto, y había recaído en sus círculos autodestructivos, sobre exigiéndose en el trabajo y luego bebiendo hasta lograr adormecer sus sentidos.

El lunes y el martes la conducta del hijo mayor de Damián Demon fue bastante tolerable, ya que bebía en casa encerrado en el salón más alejado de la mansión, para que la estridente música no molestara al resto de los habitantes del hogar; pero, en cuanto llegó el jueves por la mañana y Meliodas fue la estrella del área de sociales en el periódico, por su excesiva noche en un bar cuando apenas era mitad de semana, allí quedó en evidencia que el rubio necesitaba ayuda.

Mirana intentó hablar con el rubio, pero este le prometió comer a las horas y no meterse en un escándalo amoroso ni sexual, aunque también le dijo que esa era la única forma que tenia de calmar el huracán que llevaba por dentro.

Y en cuanto a Zeldris, Meliodas lo atajó y le advirtió que no aceptaría su compañía en sus escapadas porque podría dañar su relación, ya era suficiente con un solo Demon en malos términos con la peligrosa e ingeniosa Gelda Edinburgh, y también le aseguró que no cometería locuras. Atrapado entre la lógica, amor y el respeto por el dolor de su hermano, el menor no tuvo de otra que ceder ante la petición del rubio.

Aunque diera la impresión de que el rubio volvía a distanciarse de Zeldris, en realidad era todo lo contrario, todos los días los hermanos compartían juntos durante las tres comidas, Meliodas y él hablaban de las posibles maneras de salir del yugo de Damián y sobre las emociones confusas y dolorosas que experimentaba el mayor. Reforzando constantemente el lazo entre ambos.

El sábado luego de que Mirana abordara el avión a Tokio, Meliodas desapareció desde la tarde y no regresó a la mansión hasta muy entrada la madrugada. Por lo que, el domingo al mediodía Zeldris decidió recurrir a la única persona que podría ayudar a controlar al rubio.

-¿Sabes que endemoniada hora es aquí, víbora? -preguntó una pastosa voz masculina al contestar.

-Eso no interesa -espetó Zeldris- Meliodas está fuera de control y te necesito aquí para ponerle los pies en la tierra.

-Ahora si me tienes bien despierto... -murmuró la desconcertada voz.

Luego de un agitado domingo, Zeldris y Meliodas compartían apaciblemente el desayuno mientras se alistaban para ir a trabajar.

-¿Crees que Mira esté bien? -inquirió Zeldris.

-Seguramente, ella es bastante independiente. Aunque estaría más tranquilo si alguno de nosotros la hubiera acompañado a Tokio -comentó el rubio.

-Siento lo mismo ¿Crees que sus trámites tarden mucho? -preguntó distraídamente antes de morder su tostada.

-No demasiado, pero de todos modos actualizar toda su documentación será un poco complicado, en especial en el registro universitario, sinceramente no sé cómo hará -explicó Meliodas revelando su preocupación.

Ambos hermanos ignoraban que su conversación estaba siendo escuchada por su progenitor. Motivando a Damián a actuar imprevistamente.

El azabache que se había mantenido sin salir de la mansión desde hacía casi un mes, sorprendió a sus hijos al aparecer en la Torre Demon trajeado y con apariencia impecable el martes, solo para avisarles que estaría fuera de la ciudad unos días.

No había que ser físico de partículas para deducir que Damián iría tras Mirana, pero Meliodas y Zeldris no podrían deducirlo sin saber que él estuvo presente en su conversación la mañana del lunes.

Para Damián no fue difícil encontrar la información del hospedaje de la albina, aunque un caso distinto era averiguar de qué se trataban los trámites que ocupaban las mañanas de la ojiazul en las oficinas del consulado francés.

Era viernes y el empresario ya conocía perfectamente la rutina de la mujer, por la mañana iba largas horas al consulado o a los juzgados, almorzaba en el restaurante del hotel y por las tardes visitaba la pista de hielo local donde pasaba horas practicando complicados ejercicios y saltos que le alteraban el ritmo cardiaco al escondido Damián entre las gradas.

Inevitablemente el de orbes jade había notado como la dama se había hecho con un pequeño, pero respetable grupo de "fanáticos" entre los visitantes asiduos de la pista. ¿Y cómo no hacerlo? Mirana resaltaba no solo por su apariencia, sino por la evidente experiencia que la ojiazul poseía en el deporte, por lo que siempre había deportistas más jóvenes que se acercaban a atosigarla con preguntas.

Aquel día la mujer ayudaba a un chico de unos catorce años a pulir los movimientos de su presentación. La forma en que la peliblanca instruía al menor era tan perfeccionista que era digno de ver. Damián recordaba perfectamente que ella le contó que su padre fue un reconocido patinador artístico, pero por más que buscó jamás encontró a ningún gran patinador de apellido Arelian, con ese nombre solo arrojaban resultados de mujeres.

El azabache observó como el adolescente conversaba animadamente con Mirana, y como la música en la pista se había detenido él pudo escuchar lo que decían:

-Señorita Mirana ¿Cómo es que obtuvo tanta experiencia? -preguntó el ilusionado joven.

-Participé en una o dos competencias cuando era joven -respondió.

-¿Sí? ¿Por qué no continuo? ¡Pudo ser campeona del mundo!

-Logré lo que quería antes de retirarme, aunque me habría gustado permanecer mucho más tiempo en el hielo. Pero lo dejé porque mi mamá no quería esa vida para mí -explicó con una sonrisa- Pero tú puedes lograrlo, mi entrenador solía decir que: "Aun si careces del talento nato, la dedicación te dará lo que necesitas para alcanzar tus metas".

-¿Quién era su entrenador?

En ese instante Damián se acercó para oír el nombre del que probablemente era el padre de Mirana, y así tal vez podría desvelar el misterio tras la mujer de blancos cabellos.

-¡Suficientes preguntas! -advirtió revolviendo los cabellos del menor- Ahora quiero verte hacer tu secuencia de saltos de la segunda parte.

Damián se quedó paralizado mientras la mujer retrocedía de espaldas hasta la barandilla de protección, mirando atentamente los saltos del niño.

-¿Creíste que revelaría el nombre de mi papá? ¿Por eso te acercaste? -preguntó la mujer.

El chico terminó su secuencia de saltos y Mirana volteó.

-¿Acaso se te congeló la lengua, Damián? -inquirió ella viéndolo fijamente.

-¿Sabías que estaba aquí? -preguntó luego de algunos instantes de silencio.

-¡Por Dios, Demon! Las mujeres de hoy en día debemos estar muy alerta de las personas a nuestro alrededor -explicó burlista- En especial de los hombres de gabardina negra larga, que usan guantes y sombrero bajo techo -razonó mirando al azabache de arriba abajo.

-Supongo... -susurró avergonzado de verse descubierto, sacándose el sombrero de ala corta que usaba- ¿Mirana podemos hablar? -pidió.

-¿Acaso vienes a suplicar? -preguntó viendo aquellos ojos verdes que le robaban en aliento y la hacían enfurecer de igual manera.

-Un Demon no suplica -susurró con el ceño fruncido.

-Lastima -respondió con simpleza- Si lo hubieras hecho, tal vez te habría escuchado.

Damián la miró desconcertado, con el corazón agitado y una sensación de pérdida asentándose en su estómago. El adolescente se acercó a la albina y esta le llenó de cumplidos y consejos que el empresario apenas registraba ¿De verdad había perdido su oportunidad?

Cuando la ojiazul volvió a mirar en su dirección las palabras salieron a trompicones de la boca masculina.

-Mirana, por favor, yo necesito...

-No, Demon. Lo que necesitas es recuperar tu relación con tus hijos, analizarte a fondo -dijo la mujer cruzada de brazos.

-Pero nosotros...

-Escúchame -cortó- ¿De verdad crees que podría estar con un hombre que pisotea a sus propios hijos para conseguir lo que quiere? ¿Alguien que destruye sueños de los que debería amar con una rapidez pasmosa? -inquirió sin suavizar ni un poco sus palabras.

-Mirana, podemos hablarlo. Yo sería mejor para ti, tú y yo....

-¡Detente! Tu prioridad en la vida son tus hijos, esos niños que amaste mientras Elise estuvo en vida y que pareces haber olvidado querer por el sufrimiento que cargas -aconsejó con una mirada piadosa en sus ojos- Y en lo que respecta a mi... -suspiró- Solo podrías recuperarme luego de pasar por algo peor que las doce tareas de Heracles*. Y créeme; como el hombre que eres ahora, no podrías superarlas.

La mujer le dio la espalda al hombre y siguió con su rutina de ejercicios, ignorando el enjambre en que había convertido los pensamientos del mayor.

Mientras Damián Demon intentaba salvarse a sí mismo de una crisis nerviosa, Elizabeth tenía una experiencia parecida. La joven platinada conducía su deportivo con las manos temblorosas, pudo haber tomado un taxi, esperar en el departamento, hasta llamar a Mirana para preguntarle por las llaves de su coche; pero cualquiera de esas acciones las consideraría un acto de cobardía, algo que no combinaba con su carácter de ninguna manera.

Luego de largas e infinitas semanas la ojiazul volvía a usar ese vehículo que se había negado a tocar desde su ruptura con el rubio, ya que tenía demasiadas experiencias con Meliodas en ese transporte. ¡Hasta las insignias tenían su apellido! Y ver el nombre de tu ex cada vez que desvías la mirada al tablero no era lo más recomendado para superar a esa persona.

Pero ese era un sacrificio necesario para poder reunirse apropiadamente con su mejor amigo, lamentablemente su camioneta había quedado aparcada en el estacionamiento de la mansión Liones desde que viajó hasta Estados Unidos, y aun no la había recuperado.

Había pasado por el auto lavado para que le limpiaran hasta la tapicería del automóvil, ya que el veloz deportivo pasó demasiado tiempo acumulando polvo en el parqueadero de su departamento, por lo que necesitó de una limpieza profunda. Pero por mas cera que le frotaron a la carrocería, nada podría borrar todas la memorias de la ojiazul junto a Meliodas en el.

Casi a punto de vomitar, Elizabeth llegó al aeropuerto, donde apenas al pisar la entrada unos brazos masculinos la envolvieron seguido de un millar de flashes de cámaras.

-¡Corre! -gritó la voz profunda del peliazul.

La cálida y suave mano masculina envolvió la muñeca de Elizabeth, y ambos salieron corriendo del aeropuerto, donde los camarógrafos eran retenidos por los guardaespaldas que acompañaban al Idol.

-¿Por dónde? -preguntó Tokiya?

En ese instante Elizabeth reaccionó y adelantó al cantante para ella jalarlo y conducirlo por las filas de vehículos del estacionamiento.

La platinada le lanzó las llaves al hombre en cuanto estuvieron frente al deportivo, él la miró incrédulo por un instante, hasta que la ojiazul gritó.

-¡Conduce tú!

Sin dudar el chico de cabellos teñidos de azul profundo se movió para subir su maleta y abordar el deportivo. En cuestión de segundos ya se encaminaban a la autopista, con los corazones aun debocados.

-¿A dónde, Ellie? -cuestionó feliz.

-Una agencia de alquiler automotriz, quiero dejar de usar este auto, pronto -explicó nerviosa.

-¡Qué! ¿Por qué? ¡Si este es tu bebé! -exclamó horrorizado ya que sabía el gusto que tenía la platinada por ese deportivo.

-Es... -susurró mirando el grabado de la marca sobre el tablero.

El peliazul entendió lo que Elizabeth no lograba pronunciar.

-¿Dónde está tu camioneta? -inquirió en tono comprensivo.

-En la casa de mi papá -respondió.

Tokiya torció el volante bruscamente para salir pasar al carril contrario de la autopista.

-¿Qué haces? -preguntó la platinada con expresión de desconcierto.

-Tú y yo, pequeña diosa. Iremos a por tu camioneta y en el camino planearemos nuestro viaje -explicó sonriente- Y más te vale que mantuvieras tu maleta armada porque hoy mismo compramos los boletos para irnos de aventura.

Elizabeth rió sinceramente ante la ocurrencia de su mejor amigo, pero era justamente por ello que decidió esperarlo. Tokiya usualmente era un hombre tranquilo, hasta serio, pero cuando quería animar a sus amigos era el tipo más intempestivo y divertido que conocía.

Pusieron una emisora de radio bastante popular y con buena música iniciaron esa huida a contra reloj.

Apenas eran las diez de la noche cuando un muy alto albino y su bajita novia de cabellos dorados desembarcaron el vuelo que los trajo desde España a su ciudad natal, siendo recibidos por un pequeño grupo de guardaespaldas que saludaron con demasiado formalismo a Ban.

-¡Ya déjense de formalidades! -exclamó cantarinamente el ojicarmesí- ¿A quién quieren impresionar?

Desde ese instante los empleados hablaron con una naturalidad pasmosa con el alto recién llegado. Luego de intercambiar algunos comentarios y de retirar el equipaje, el platinado les encargó llevar a su novia.

En la entrada del aeropuerto se encontraban estacionados una camioneta negra blindada y un deportivo negro del que bajó Zeldris.

-Bien, mi hadita, tengo que ir por el hobbit de mi mejor amigo -habló el de sonrisa zorruna a su novia -Los chicos te llevaran a casa, regresaré pronto, así que dile a Selion que controle a Zara para que no haga uno de sus dramas.

-No te preocupes, Ban. Nosotros sabemos que hacer sin ti -bromeó Elaine.

Ban alzó a la rubia entre sus brazos para besarla apasionadamente antes de volverla a dejar en el suelo para que abordara el vehículo blindado que la llevaría segura hasta la mansión Hudson. Cuando la camioneta se perdió de vista el zorro de la avaricia saludó a Zeldris.

-¿Tan grave es, víbora? -indagó el ojirojo luego de abordar el deportivo del más bajo.

-No te habría llamado si no -resaltó lo obvio.

-¡A salvar al capitán! -exclamó Ban sonriente.

La discoteca a la que condujo Zeldris estaba a reventar de personas, costó un poco entrar, pero nada que un soborno no solucionara. Adentro el ambiente era casi toxico por el humo de los cigarrillos electrónicos y las pipas árabes ¡A saber que era lo que metían en esas cosas!

Valiéndose de su altura Ban escaneo el lugar en busca del raro mechón rubio que distinguía a su capitán, encontrándole luego de su segundo recorrido al local.

Meliodas estaba rodeado de un gran grupo de personas, hombres y mujeres, unos en pareja y otros solos, pero todos hacían lo mismo, alagarlo y reírse de sus ocurrencias sin gracia, después de todo ¿Quién podría reírse de un chiste contado por un Meliodas ebrio por efecto del Vodka?

Los ojos rojos de Ban observaron con perplejidad como una mujer se sentó descaradamente sobre las piernas del rubio sin la más mínima provocación o invitación, pero lo impresionante no fue la acción de la mujer, sino la reacción del rubio, quien la tiró de su regazo mirándola con desprecio antes de echarse a reír a carcajada limpia, seguido por su coro de aduladores.

Humillada, la mujer de cortísimo vestido se levantó del suelo en medio de la burla, insultando a todos a su paso. Después de ese espectáculo, el albino se acercó hasta el grupo, mirando fijamente al rubio.

-Capitán -llamó Ban con las manos en los bolsillos de su pantalón color vino.

-¿Ban? -cuestionó el ojiverde incrédulo como quien ve a un muerto.

-¿Realmente crees que esta es la actitud que deberías tener si piensas reconquistar a la princesa en algún momento? -razonó seriamente sin cambiar su postura.

Los ojos de Meliodas se aguaron en un instante.

No era posible deducir si las palabras del albino pesaron más en el rubio por la mirada de reproche del platinado o porque Meliodas estuviera más susceptible por el alcohol, pero fuera como fuere, lo importante era que había funcionado.

-Elizabeth... -susurró el ojiverde con las lágrimas recorriendo abundantemente sus mejillas.

-Vámonos de aquí, capi -alentó.

El rubio simplemente asintió y dejó que el platinado lo rodeara por los hombros, sintiendo un muy suave golpe del puño ajeno en lo alto de su cabeza.

-Se acabaron las estupideces

-Estaré a tu lado para asegurarme, capi -comentó el ojirojo con una sonrisa amable.

Los amigos salieron del local luego de pagar los gastos del rubio, para encontrarse a Zeldris esperándolos en la entrada.

-Debí suponer que fuiste tú quien lo llamó -dijo el rubio al ver el ceño fruncido del azabache.

-¿Qué más da? -inquirió Zeldris con cansancio- Vamos a casa.

-Lo siento, Zel -se disculpó el rubio actuando como un niño pequeño que era reprendido por sus padres.

-Hablaremos cuando estés sobrio.

Los hermanos se subieron al vehículo del menor y entregaron las llaves del deportivo de Meliodas a Ban para que regresara a su casa.

Por la autopista que conectaba Kioto y Tokio, venían dos vehículos manejando muy cerca el uno del otro.

-¿Sabes, Ellie? -dijo la voz masculina a través del altavoz del celular- Algunas revistas dicen que deshacerse de las cosas que te recuerdan a tu ex es liberador.

-¿Qué sugieres? -inquirió la platinada riéndose.

-Podemos lanzarlo al vacío -bromeó.

Elizabeth y Tokiya regresaban a Kioto con unas copas demás, por lo que sus mentes estaban libres de cualquier inhibición y sentido común, no llegaban a la ebriedad pero si a la euforia, por lo que técnicamente estaban aptos para conducir.

Ante la idea, la platinada miró a ambos lados de la autopista, encontrándose con un mirador sin barandas.

-¿Sabes qué? Hagámoslo -dijo segura.

-¡Qué! ¡Ellie estaba bromeando! -exclamó el alarmado ojiazul que conducía del deportivo tras Elizabeth.

-¡Vamos! Esto será terapéutico -insistió ella aparcando la camioneta en el mirador.

Tokiya estacionó el deportivo junto a la camioneta e intentó una y otra vez convencer a Elizabeth de no hacerlo.

-¡Es un regalo de tu cuñado!

-Toki... En ese carro hay demasiados recuerdos, besos, escapadas, orgasmos...

-¡IUG! -exclamó el peliazul- ¡NO QUERIA SABER ESO!

-No puedo ni verlo, quiero hacerlo, me inventaré algo para no preocupar a mis familiares y...

-¿Qué pasa si vuelven? ¡Te estas deshaciendo de una parte de su historia!

-Meliodas y yo no vamos a volver a ser novios ¡NUNCA! -gritó con enormes lagrimas bajando de sus ojos- Ahora, saquemos tus cosas o nadaran con los pececitos.

Cinco minutos después, el deportivo tenía la palanca de velocidades en neutro y la platinada y el peliazul empujaban desde el parachoques trasero. En cuestión de minutos, sudados y agitados, el par de amigos vio el deportivo perderse en el vacío hasta las turbulentas olas.

-Corre -susurró Elizabeth.

-¡CORRE! -gritó el Idol.

De regreso en Kioto el duo pasó por el departamento de Mirana recogiendo la maleta de Elizabeth, luego condujeron hasta el aeropuerto donde ya tenían comprados boletos de salida para las cinco de la mañana. Comieron tranquilamente en las cafeterías abiertas las veinticuatro horas dentro de la sala de espera VIP, en el transcurso de la espera avisaron al padre de Elizabeth del supuesto robo del deportivo, lo calmaron lo mejor que pudieron asegurándole que estaban bien y que eso no detendría sus planes de viajar ese mismo día, pidiéndole que luego le avisara a Verónica y Margaret cuando fuera un horario apropiado, ya que seguramente ellos ya estarían a bordo cuando ellas se despertaran.

Las horas pasaron, Elizabeth y Tokiya estaban muertos del cansancio cuando llegó la hora de abordar, dejando atrás el desastre que se levantaría cuando la guardia costera descubriera los restos del deportivo entre algunas rocas al final del peñasco.

El vuelo despegó y los amigos se acomodaron en sus butacas de primera clase a descansar.

Eran las siete de la mañana del sábado y Meliodas tenía una taza de café en sus manos mientras revisaba en su Ipad algunos correos, cuando un mensaje tras otro empezaron a llegar a su nuevo teléfono, tanta era la insistencia que terminó por abrir la aplicación de WhatsApp, todos sus amigos y algunos de los mandamientos trataban de comunicarse urgentemente con él, abrió la ventana de chat de su mejor amigo, quien le enviaba repetidamente un link. Presionó la dirección azul que mostraba la pantalla, dando con un artículo de un periódico online.

"El vehículo rescatado del precipicio de la costa, fue confirmado como propiedad de la heredera de la compañía Goddess, Elizabeth Goddess Liones"

El smartphone se deslizó de la mano del impresionado ojiverde, quien quedó petrificado en su asiento del comedor, minutos después los pasos apresurados de alguien bajando las escaleras lo sacaron de su abstraimiento.

-¡Meliodas! E-Elizabeth -exclamó el ojiverde de oscuros cabellos.

Meliodas, volvió a tomar su teléfono de inmediato buscando con desespero el contacto de su ex-novia, llamándola en cuanto lo localizó, más una voz mecánica le decía: "El número que usted ha marcado ha sido desconectado a petición del propietario"

-Llama a Gelda... -susurró el rubio con la postura encorvada.

-Hermano... -musitó el contrario.

-¿Acaso balbuceo? -siseó- ¡Llama a Gelda! ¡Voy a levantar todas las malditas piedras de este país hasta saber dónde está MI MUJER! -gritó volteando a ver a su consanguíneo con una expresión de profunda ira, logrando que su voz retumbara fuertemente en las paredes de la mansión Demon.

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Agradezco a todos los conocidos y los por conocer que han impulsado esta historia hasta dónde esta. Yo pongo las palabras pero ustedes las tranforman en algo más.

@Rocio16_WuW _Nicole_liones_ Trejo285 mena_0912 Lopito_Copito Mekishikato124 dburgosb @kagome1315 jazz2304 @NonniMaldivas @Kimta29 CarrieKristell Isabeli4567 MelissaDemonsGoddess bustamante-chan SrtGenesisVillamar myrivaille ErnestoGarcia909 suirine20 Lily_Liones Dulcemaria2308 Violetteliddel Jennifer_Lo29 ist_jazmin rmnat1142003 LupitaZac KarenSoacha ElizaAgreste27 Princess25l mandanight LuisGabrielPerezAyon _paracetamol_xd__ estefanyV32 SakuraUchija110 Elimay_LoveReading @Ellie_Demons Pegelagarto_58 Aome_475 KaiserGT

Y una calurosa BIENVENIDA PARA:

ZelviizLopezCarbajal 1312_gisse_nana MiaPlata1 WendyRamirez570053 Mackges melissa_moon2020 nikeeyla21 @CsillaFogarasi7 Reginbeka Melih_2 CandeeTommasone @williannis1417 BeatrizRuiz377 saylmb15 @paulinajhk
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Besos y Abrazos.
Mia_Gnzlz

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