33._ My Demons

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

En mi mente, esto no se debió separar del resto del capitulo, pero el pasado de Mirana está llevando mas hojas de las que esperaba y hoy es el cumpleaños de nuestro amado Capitán Meliodas, por lo tanto, celebremos como se debe. 

____________________________________________


-Por última vez, Meliodas –repitió con hastío la rubia- ¡No sé dónde está Elizabeth!

Había pasado una escasa hora desde que el heredero se enteró de la aparición del vehículo de Elizabeth entre las turbulentas aguas del mar, lo que lo llevó a reaccionar como una autentica fiera. En menos de veinte minutos el rubio convocó no solo a su cuñada, sino al resto de sus amigos y sus parejas, además de comunicarse personalmente con sus contactos en el departamento de policía costera exigiendo toda la información nueva que dispusieran del caso.

Meliodas había hecho todo a su alcance para desvelar el misterio tras el accidente, incluso había hostigado a Gelda acusándola de saber el paradero de Elizabeth, en un intento desesperado por convencerse de que nada trágico le había sucedido a la platinada. Pero no había ni señal de su ex pareja.

Las amigas de Elizabeth bombardearon el número de la desaparecida con llamadas y mensajes, sin resultados.

Diane se comunicó con la secretaria de Nerobasta Goddess, y al parecer, fue la de ojos amatista quien tuvo que notificar la penosa noticia a la madre de la platinada.

Merlín intentó dialogar mil veces con Meliodas para calmarlo, sin éxito alguno.

Elaine trataba de consolar a Nadja, quien lloraba a mares luego de no poder comunicarse con ningún miembro de su familia, ni sus primas o tío, incluso su padre quien estaba en un viaje de negocios en otra zona horaria no contestaba las compulsivas llamadas.

En el caso de los chico; Ban estaba en constante contacto con el equipo de buzos privado que Meliodas ordenó contratar; Escanor permaneció al teléfono prácticamente desde que llegó al hogar de los Demon, comunicándose con sus propios contactos e intentando obtener información del paradero de Elizabeth; Gowther se esforzaba infructuosamente en buscar una explicación lógica a la situación mientras se mantenía en silencio; y Zeldris recorría la sala de punta a punta de manera nerviosa bajo la atenta mirada rojiza de su amada que trataba por todos los medios de mantenerse serena ante la adversidad.

-No puede ser posible... –susurró Meliodas; pero el silencio en la estancia era tan abismal que su rota voz fue perfectamente audible para todos los presentes- ¡COMO ES POSIBLE QUE NADIE SEPA DONDE ESTÁ! –gritó, golpeando con el dorso de la diestra la taza de té que reposaba frente a él.

Diane se sobresaltó ante el estruendo de la porcelana estrellándose contra el mármol del suelo, reanudando su llanto silencioso entre los brazos de King.

-Capitán, intente mantenerse calmo. En estos momentos su ira no agilizará las cosas –solicitó el heredero Fairy con expresión neutra.

-¡NO QUIERO TUS CONSEJOS EN ESTE MOMENTO, OSO! –exclamó nuevamente el rubio.

-¡Meliodas detente! –se pronunció Zeldris manteniendo una postura firme frente a su hermano- Si continuas así vamos a tener que someterte.

-¡Tú no tienes la más mínima idea de lo que estoy sintiendo, Zeldris! –razonó a los gritos el hermano mayor- ¡El amor de mi vida está desaparecida y su jodido carro apareció hecho trizas en el mar! ¡No lo entenderías! ¡Yo vi ese vehículo hace unos días estacionado y lleno de polvo! ¡Y ahora está hecho mierda y siendo investigado hasta la última tuerca en búsqueda de un cadáver! –argumentó con los ojos enrojecidos por el esfuerzo titánico que le suponía contener las lágrimas.

Ante aquella frase, la pelivioleta del grupo lloró con más fuerza, por lo que su pareja la envolvió en sus brazos y le acarició el cabello como a una niña pequeña.

-Meliodas –llamó Gelda- Entendemos que nadie está sufriendo aquí de la misma forma que tú, pero no eres el único que lo hace –meditó con los brazos cruzados y una mirada severa- Elizabeth representa muchas cosas importantes para los aquí presentes, por lo que te sugiero que veas todo el panorama con mayor claridad.

Enfadada, Gelda abandonó la sala por las puertas francesas que conectaban al jardín, siendo seguida por Zeldris.

La próxima hora fue tortuosa, los noticieros especulaban muchas cosas, desde el suicidio, hasta la posible fuga de la ex heredera con su "novio" el idol Ichinose Tokiya, con quien fue fotografiada Elizabeth el día anterior en el aeropuerto. La televisión emitía los únicos sonidos en la estancia, ya que todos los presentes hablaban entre imperceptibles murmullos o simplemente no lo hacían, tal era el caso de Meliodas y Nadja.

Eran casi las diez cuando el teléfono de la pelivioleta rompió estridentemente el pesado ambiente, la llamada fue contestada por Nadja con manos y voz temblorosa.

-¿Ve-Verónica? –murmuró ella.

Meliodas levantó la cabeza al identificar el nombre de la segunda hermana de Elizabeth. Inmediatamente Diane corrió al jardín en búsqueda de Zeldris y Gelda. Los hipidos y sollozos de Nadja no arrojaban ninguna pista sobre lo que esta estuviera escuchando. Instantes después la llorosa ojiazul colgó, encontrándose con la atenta mirada de todos los presentes.

-Vo-voy a matarla... –murmuró Nadja.

-Nad... -susurró el pelimagenta de ojos ámbar- ¿Qué te dijo?

-Pongan el 513, Margaret dará una declaración telefónica –explicó antes de salir al jardín rápidamente con el ceño fruncido y los puños apretados.

Con manos temblorosas Meliodas tomó el control remoto y marcó el canal que le indicó Nadja.

-¿Señorita Liones, nos escucha? –preguntó la reportera, mientras en una esquina de la pantalla salía una imagen de la calmada Margaret.

-En efecto –dijo la educada voz de la Liones mayor.

-¿Qué nos puede contar de los eventos que nos han alarmado esta mañana? –cuestionó la reportera.

-El vehículo que fue rescatado esta mañana le fue robado esta madrugada a mi hermana Elizabeth, pero desconocemos las circunstancias del asalto –declaró prudentemente la voz de Margaret- De hecho, ella estuvo en casa ayer, y regresó a Kioto por la noche, ya que hoy temprano abordaría un vuelo internacional.

-¿Por qué la señorita Goddess no se tomó la molestia de denunciar el robo a la policía? –indagó la periodista frunciendo el ceño.

-Según ella informó a mi padre, eso retrasaría sus planes de viaje y no deseaba eso, de todos modos el vehículo en cuestión está asegurado y cuenta con monitoreo satelital, fácilmente hoy se podría haber localizado a los ladrones y al automóvil de no haber acabado en el mar, además de que los procedimientos con la aseguradora tienen que ser mediados por mi cuñado, dado de que el automóvil fue un obsequio de su parte a mi hermana, por lo que él es el propietaria legal, por lo que no se requería de la presencia de mi hermana para gestionar el procedimiento de búsqueda –contestó diplomáticamente- Sí eso es todo...

-¡Un momento señorita! ¿Cuál es el motivo tras el apresurado viaje de la joven Goddess?

-Vacaciones. Su reciente estado de salud le exige un reposo prolongado. No contestaré a más preguntas – dio por finalizado Margaret.

La comunicación se cortó y desde allí la reportera continúo realizando especulaciones sobre la corta declaración.

En la mansión los sentimientos oscilaban entre el alivio, desconcierto y un poco de molestia por parte de las chicas, siendo que estas no justificaban la ausencia absoluta de noticias por parte de Elizabeth.

-Bueno, capi... -habló Ban- Me comunicaré con el equipo de buzos. Hay que suspender la búsqueda.

Meliodas no hizo más que asentir, las emociones dentro de él eran confusas, imperaba el alivio de saber que su amada estaba a salvo, pero no podía quitarse la amarga preocupación que implantaron las palabras de Margaret: "Su reciente estado de salud exige reposo prolongado" ¿Elizabeth estaba enferma? Y de ser así ¿De qué?

Luego de que la agitación del grupo de amigos mermó, la mayoría tuvo la necesidad de retirarse, pero los primeros en movilizarse hasta la salida fueron Nadja y Gowther, no obstante la voz de Meliodas detuvo sus acciones.

-¡Esperen!

Las manos del heredero se pasearon por su rostro y cabello antes de proseguir.

-Gracias por venir cuando los necesité –dijo mirando a la pareja pronta a retirarse- En realidad... –murmuró antes de voltearse a ver a todos los que le rodeaban- A todos... Gracias – comentó inclinando su cabeza profundamente con la espalda recta, una perfecta disculpa formal- En especial a ustedes chicas –irguiéndose nuevamente escaneó con su verdosa mirada a cada una de la féminas presentes- Y de verdad discúlpame, Gelda –habló con el arrepentimiento plasmado en sus facciones- No debí hostigarte así, lo siento.

-Acepto tus disculpas, Meliodas –comentó calmadamente la alta rubia.

-Sé que no estoy en buenos términos con todos por mi reciente actitud, no es como que esté orgulloso de ella –confesó rascándose con la diestra los revoltosos cabellos de la nuca en actitud avergonzada- No quiero sonar a que me estoy justificando, porque me he comportado como el rey de los imbéciles. Por el momento quiero organizar un poco mi cerebro antes de contarles lo que está pasando, solo necesito un poco más de tiempo y les contaré todo, espero que quieran escucharme cuando ese momento llegue –explicó Meliodas con los hombros caídos.

El silencio dominó la habitación por unos instantes, hasta que el sonido de unos tacones sobre el frio piso de mármol llenó la sala.

Una delicada mano femenina de uñas color mandarina se posó sobre el hombro derecho del rubio. Meliodas volteó en esa dirección para encontrarse con los orbes amatistas de Diane, quien le miraba con una sonrisa conciliadora.

-A mí me gustaría escucharte cuando te sientas listo, capitán –pronunció la adorable castaña.

-Gracias, Diane –murmuró el ojiverde.

-Espero que la historia sea buena –concordó King sonriendo para su rubio amigo.

-Yo aún tengo que ahorcar a Elizabeth por preocuparme de esta manera –comentó Nadja- Pero si luego de eso no estoy presa, a mí también me gustaría escuchar lo que tienes para decir, primo Meliodas –se burló la ojiazul usando el apodo con el que nombró al Demon cuando este inició la relación con Elizabeth.

El resto de los presentes permanecieron en silencio, pero regalándole miradas de apoyo al joven empresario. Lo que afloró en Meliodas algo parecido a un deja vú*.

La mañana del miércoles apenas iba en sus primeras horas cuando una albina de impresionantes ojos azules atravesaba las puertas metálicas del elevador de la Torre Demon que la transportaría hasta el piso de presidencia de la compañía.

Al verla, la señora Roberts se apresuró a interceptarla, informándole que aún no habían llegado ninguno de los hermanos Demon, y le ofreció algo de beber mientras esperaba a los jóvenes.

-Con un té de manzanilla estaré bien –respondió con amabilidad al ofrecimiento.

Por mucho que su fachada perfecta diera una imagen de serenidad, la paz era un concepto muy lejano para Mirana. Ella se esforzaba por mantener las manos quietas sobre su regazo mientras aguardaba en un cómodo sillón del área de espera, aunque sin siquiera meditarlo constantemente se llevaba la mano derecha cerca del rostro para mover un inexistente mechón de cabello tras la oreja.

El nerviosismo de la ojiazul no pasó desapercibido para los oscuros ojos que la observaban desde una distancia segura. Él llevaba semanas pensando en las últimas palabras que le dedicó la ansiosa mujer que observaba, y no podía negar que ella había dado justo en el blanco, no obstante, había pasado tantos años de su vida insultándola y humillándola que ahora se veía moralmente incapaz de acercarse.

Estarossa vio como la secretaria de su primo y tío le entregaba amablemente una taza humeante a Mirana, ella pronunció algo a la señora Roberts y luego se despidieron con un intercambio de sonrisas. En cuanto la mayor desapareció de su rango de visión, la albina regresó a su inusual comportamiento, esta vez, jugando con el asa de la taza y con la mirada perdida en el vapor que esta desprendía.

No lo meditó y se acercó.

-Mis primos aun no llegan –comentó Estarossa parado frente a Mirana, sin verla directamente- Se han retrasado.

-Aun no son las ocho, es demasiado temprano –dijo ella en respuesta.

-Es extraño, las últimas semanas Meliodas ha llegado antes que todos los demás –volvió a comentar casualmente mientras tomaba asiento en un sillón individual enfrentado al que ocupaba la ojiazul.

-También es un poco extraño verte aquí tan temprano, Estarossa –evidenció Mirana.

-Supongo que he querido dejar de holgazanear. Quiero tomarme en serio las cosas –confesó mirando al techo.

-Eso es bueno –halagó dándole un pequeño trago a su bebida- Ser dedicado siempre fue uno de tus mejores atributos.

Estarossa apartó sus ojos del techo y la miró con expresión de sorpresa. Mirana permanecía concentrada en su taza y daba la impresión de estar serena.

Ella era la definición de perfección, el cabello pulcramente recogido en una cola de caballo, maquillaje simple y prolijo, usaba un sencillo vestido azul marino con medias de nilón y zapatos cerrados de tacón, tampoco llevaba demasiados accesorios; era el prototipo de mujer ideal, como una flor conservada en resina, pero ella no podía engañarlo, no a él. Tras toda esa perfección se ocultaba una profunda tristeza, una que ella jamás le permitió alcanzar, ni cuando fueron cercanos durante su infancia.

Flash back.

Mirana estaba en la gran cocina de la mansión Demon haciendo galletas, siendo ayudada por el pequeño Estarossa de cinco años, quien usaba los cortadores de formas para moldear la masa con divertidas figuras.

-Las de dinosaurio serán para Meliodas, corazones para tía Elise, nubes para Zel... -decía el peligris mientras presionaba la masa con los cortadores de galletas.

-Eres muy dedicado –halagó-¿Y cuáles son para ti, Ross? –preguntó la sonriente albina.

-¡Los ositos! –respondió alzando el cortador con dicha silueta- ¿Y a ti que forma te gusta en tus galletas?

-No lo sé, creo que no prefiero ninguna en particular –comentó Mirana pasando las galletas cortadas a una bandeja.

-Deberías tener una forma favorita, así las galletas saben mejor. Sabes que la persona que las hizo te quiere porque pensó en ti al hacerlas –aseguró Estarossa.

La astucia y complejidad del pensamiento del niño siempre sorprendía a la joven mujer, tal vez era su inocencia lo que le confería una sabiduría emocional casi imposible para alguien tan joven, pero esa era una de las cualidades del pequeño que la maravillaba.

-Nadie me ha hecho galletas antes –explicó la mayor con tristeza reflejada en sus ojos.

-¿Ni tú mamá? –cuestionó con inocencia.

-Mi madre no era muy dada a la cocina, aunque mi abuela sí lo era, pero ella murió cuando era muy pequeña y no puedo recordar si me preparó galletas o si las hacía de alguna forma –explicó de la manera más simple que pudo, evitando dar demasiados detalles.

El pequeño rápidamente captó la tristeza que trataba de esconder la ojiazul con su sonrisa y desesperadamente quiso hacer algo para animarla. Por lo que tomó el cortador de osito y lo estampó varias veces más sobre la lámina de fragante masa.

-Entonces ahora comerás galletas de ositos conmigo, Mira –dijo el niño con decisión.

-¿Compartirás tus ositos conmigo, Ross? –inquirió ella con una sonrisa.

-¡Sí! Porque yo te quiero mucho, Mira. Y en la escuela me dijeron que compartir de tus galletas es una muestra de cariño especial –explicó lleno de inocencia.

-Eres un encanto –comentó sonriente- Gracias por ser un niño tan dulce, Estarossa –dijo Mirana depositando un beso en la mejilla del infante.

-No agradezcas, tengo que tratarte bien, para que así cuando sea mayor podamos casarnos y estar juntos siempre –aseguró.

Estarossa no entendía el verdadero concepto de matrimonio, pero lo asociaba con permanecer juntos toda la vida, y él sentía un cariño tan especial por la albina que quería tenerla siempre a su lado. El pequeño no podía distinguir aun entre los tipos de amor, por lo que si le preguntaban él podría asegurar que amaba a Mirana.

-¿Qué te parece si a las galletas de ositos les hacemos ojitos con gotas de chocolate? –cuestionó la mayor dejando que el infante permaneciera en su inocente concepto del matrimonio.

-¡Sí! –exclamó mostrando una enorme sonrisa a la que le faltaba un diente.

Fin del Flash back.

En los instantes que el peligris permaneció mudo observándola, Mirana levantó la cabeza y conectó sus orbes azules con los ónix del contrario.

-¿Estarossa? –cuestionó dudosa.

-Ehm... -murmuró- Gracias, Mirana. Aprecio que lo digas.

El peligris buscaba desesperadamente organizar sus ideas para lo siguiente que le diría a la albina, y cuando estaba por hablar nuevamente, Chandler y Cusack hicieron su aparición en la sala.

-¡Señora Mirana! –dijeron al unísono los asistentes personales- ¡Bienvenida!

-Buen día, Chandler, Cusack –saludó con una sonrisa.

-No es necesario que usted espere aquí, puede esperar en la oficina del joven Zeldris –se apresuró a decir el pelimagenta.

-¡Claro que no! ¿Viene a ver al amo Meliodas, verdad? –intervino el mayor de cabellos verdes- Puede esperarlo en su oficina, allí no la molestaran –comentó observando detenidamente a Estarossa.

-Vine a hablar con ambos, pronto realizaré un largo viaje y necesito darles unas instrucciones precisas –explicó Mirana- Y no se preocupen, aquí estoy bien. Estarossa me estaba haciendo compañía –comentó con una sonrisa amable.

Los mayores escanearon al peligris con severidad, ya que eran conocedores de la actitud del menor para con la albina. Aunque no fue necesario de mayor convencimiento por parte de los asistentes, porque justo en ese momento Meliodas y Zeldris bajaron del elevador.

Chandler y Cusack se precipitaron sobre los jóvenes para saludarlos e indicarle de la visita que les esperaba, los hermanos se acercaron con paso tranquilo, pero su actitud relajada se esfumó en cuanto vieron a su primo junto a la albina.

-Tenemos que hablar –comentó Mirana viendo fijamente a sus hijos.

Pero ninguno de los hermanos apartó la mirada de su consanguíneo.

-Ahora –apremió la mayor.

-Sí, claro –contestó Meliodas dándose la vuelta para ir a su oficina.

Zeldris rodeó con un brazo los hombros de Mirana para conducirla junto a él a la oficina, pero no se esperaba con que ella se detuviera y mirara al peligris.

-Gracias por hacerme compañía, Estarossa –comentó a modo de despedida.

El azabache observó con incredulidad la escena. Y posteriormente miró con desconfianza como el más alto se levantó de su asiento y sacó una tarjeta de su saco.

-Mirana –llamó Estarossa- Si necesitas algo, lo que sea con que creas que puedo ser de utilidad, estos son mis métodos de contacto –explicó extendiendo su mano con el rectángulo de cartulina.

-Gracias, Ross. Seguramente los necesitaré –admitió la ojiazul aceptando el trozo de cartulina y guardándolo en su bolso.

Ella le sonrió antes de caminar junto a Zeldris, todo bajo la atenta y desconfiada mirada de Meliodas.

Una vez dentro de la oficina del rubio, Mirana tomó asiento en uno de los cómodos sofás y dio un suspiro antes de levantar el rostro para encontrarse con los dos pares de ojos esmeralda casi idénticos que la observaban con curiosidad.

-Dejen eso de lado –advirtió la albina- Tengo mucho que decirles y ni Estarossa o el incidente con el coche de Elizabeth tiene algo que ver –explicó cruzando sus piernas- Necesitaremos algo de té, esta no es una conversación fácil de tener.

Zeldris obedeció a su madre y se comunicó por el interfono con la señora Roberts avisándole de sus requerimientos, luego llamó a Chandler para solicitarle que no fueran interrumpidos bajo ningún concepto.

Minutos después, con una humeante taza de té para cada uno, una tetera grande en el centro de la mesa auxiliar, y completamente solos, Mirana inició a hablar.

-Voy a contarles mi pasado, ese que no he querido compartir con nadie –suspiró la ojiazul- Muchas veces les he aconsejado sobre cómo vivir adecuadamente sin perderse a ustedes mismos dentro del mar de responsabilidades y expectativas que tienen sobre sus hombros... Y lo hice porque no soy diferente de ustedes –confesó- Les he instado a que se mantengan auténticos y confronten lo que intente atentar contra su individualidad, a pesar de que yo misma debería seguir mis propios consejos –comentó con amargura- Los crié para que tuvieran las agallas de vivir como yo no pude, para que no fueran infelices reprimiendo lo que verdaderamente son, porque.... No se puede ser plenamente feliz huyendo.

Mirana pausó para respirar profundamente antes de continuar. 

________________________________________

Bueno mis preciosos, esto estuvo corto. Pero prepárense que lo que viene es extenso e intenso.


Besos y Abrazos.

Mia_Gnzlz 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro