7._ Addicted

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King aparco su vehículo cerca de la escalinata de madera que bajaba por una ladera hasta la arena de la playa; como todo un caballero se bajó primero y le abrió la puerta a su acompañante, extendiendo su diestra para que ella la tomara, bajaron con lentitud por los escalones asegurándose de que Diane no tropezara con sus altos tacones.

Una vez en el último escalón, Diane se agacho para sacarse los zapatos, dándole a King una sensual imagen de la chica, con su espalda expuesta y el cabello cayendo libre por uno de sus hombros, siendo iluminada delicadamente por la luna; el castaño trago grueso para contener sus nervios. Él no era un experto en ligar como sus demás amigos, pero si había tenido un par de novias con anterioridad, todas sus relaciones terminaron porque él no tenía el interés suficiente en esas chicas, no el tipo de interés que ellas querían que les tuvieran, no el tipo de interés que estaba sintiendo por la castaña frente a sí.

-¡Listo! –exclamo la castaña con los tacones colgando en una de sus manos.

Diane tomo con su mano libre la diestra del castaño, para juntos correr por la arena, como un par de niños, King también se descalzo y subió el dobladillo de sus pantalones oscuros hasta la rodilla, para seguir a la castaña que tenía los pies en el agua, disfrutando de la sensación fría en las adoloridas plantas de sus pies.

-¿Se siente bien, no? –pregunto Diane sonriente.

-Bastante –respondió apartando la mirada de la chica.

-King –llamo- ¿No te agrado? –cuestiono.

-¿Qué te hace creer eso? –volteo de inmediato conectando sus orbes con los contrarios.

-Es que… -busco las palabras en su cabeza mientras se removía por los nervios- Siempre apartas la mirada de mí.

-¡¿Qué?! –exclamo- Solo no soy ese tipo de hombre, supongo que no tengo ese tipo de confianza, veras… Mis amigos salen a buscar mujeres por allí; yo les sigo, pero no es mi estilo. No siento interés en conocer chicas de esa manera, ellas buscan un apellido, dinero… -murmuró- ¡No quiero decir que el capitán aun lo haga! –exclamo nervioso- ¡Estoy seguro de que quiere genuinamente a Elizabeth!

-Entiendo…  -acepto Diane- Te diré lo siguiente; pero eso no significa que no podamos ser amigos… -se detuvo para tomar una profunda bocanada de aire- Me gustas, King –confeso dejando al castaño mudo de la impresión.

Solo se escuchaba el sonido de las olas rompiendo contra la costa, apenas se escuchaban los murmullos de los insectos, King se encontraba en un estado de trance viendo como Diane ocultaba su rostro tras un mechón de cabello, el cerebro de él no le respondía, aunque intentaba en  vano articular alguna palabra, su lengua y boca no realizaban movimiento alguno. Repentinamente la cara masculina se vio salpicada de agua sacando al hombre de su estado pétreo, King reparo en Diane quien había lanzado el agua a su rostro.

-¡Atrápame si puedes! –exclamo para salir corriendo, fingiendo sonreír.

-¡Di-Diane! –grito King corriendo tras ella.

Diane se volteo por un segundo y se agacho para volver a salpicar agua a King, y luego emprender de nuevo su carrera, para ocultar todo lo posible las gotas saladas acumuladas en sus ojos; pero su plan se vio interrumpido por un paso mal dado en la inestable arena, lo que provoco que se callera entre el agua y arena. King le dio alcance con la preocupación tintando su rostro.

-¿Te lastimaste? –cuestiono en cuanto llego junto a la castaña.

-No, solo que la arena aquí es más inestable –argumento ocultando sus ojos tras el flequillo.

-¿Segura que no te duele nada? –volvió a preguntar agachándose junto a la chica, esta solo negó en respuesta- ¿Y porque no me miras?

La castaña dirigió sus ojos llorosos a King. Preocupado, llevo sus manos a los tobillos femeninos, examinando con la poca luz, buscando alguna señal de torcedura; sin éxito.

-¿Lloras porque te asustaste? –inquirió, pero Diane negó- Es porque no conteste adecuadamente tu confesión – cuestiono seguro de su argumento, con las mejillas levemente coloradas- Ven –invito ofreciéndole su mano.

Ambos se pusieron de pie quedando bastante cerca el uno del otro, a pesar de estar descalza, Diane le sacaba varios centímetros de altura, la nariz de King quedaba a la altura de los labios femeninos. El castaño aparto los cabellos húmedos de la cara de Diane, encontrando aquellos orbes amatistas algo irritados por las lágrimas y la sal del mar, aparto con delicadeza la mano de la chica que se obcecaba en limpiar las gotas de sus ojos, empeorando la sensación.

-No me diste la oportunidad de responder, Diane –susurro mirándola a los ojos- Soy un fracaso de hombre… -murmuro apartando la mirada brevemente- También me gustas Diane –dictamino tomando la cintura femenina con su diestra, apegándola a su pecho y la izquierda la llevo hasta los cabellos de Diane, irguiéndose en toda su altura e inclinando el rostro femenino para juntar sus labios.

La heredera Megadozer se encorvo un poco para acercarse todo lo posible a ese contacto tan anhelado, sintió como su ropa mojada, humedecía la ajena, cruzo sus brazos tras la nuca masculina acoplándolo más a ella. King tanteo con la punta de su lengua los labios femeninos y Diane le dio paso a su cavidad, permanecieron así por un par de segundos más, hasta que la falta de oxígeno les separo.

-Lo siento, te moje la ropa… -se disculpó Diane.

-No importa, para eso está la tintorería –bromeo- ¿Qué te parece nadar un rato?

-¿No está muy fría el agua?

-No sé tú, yo tengo algo de calor… -argumento en tono algo coqueto, pero sin perder el leve rubor de sus mejillas.

-Me pasa igual.

King se despojó del saco y lo lanzo lo más lejos posible en la arena seca, repitió lo mismo con su camisa y se adentró en las aguas oscuras con Diane, tomados de las manos, retozaron un rato, salpicándose agua y compartiendo algunos besos con gusto salado. La castaña tenía las piernas enredadas en la cadera masculina, mientras este tenía las manos en su cintura, sosteniendo a la chica contra sí.

-King ¿Opinas que vamos muy rápido? –cuestiono ella un poco insegura y avergonzada por la situación tan poco común en la que se encontraban.

-También lo pienso, pero no es como que haya un manual sobre relaciones –bromeo- Llevemos las cosas a nuestro propio ritmo, no te obligare a nada que no quieras –prometió con una sonrisa sincera.

-En exclusividad ¿Verdad? –quiso asegurarse.

-Digamos que las malas actitudes se pegan, y no me gusta compartir.

-¿Se pegan?

-Aun te falta por conocer al capitán, es posesivo… mucho.

-Entonces es algo que tenemos en común –bromeo Diane volviendo a besarle- Otra pregunta ¿Planeas que mojemos los asientos de tu carro al volver o secarte al viento?

- No te preocupes, tengo algunas mantas en el maletero. Además, si los asientos no se han estropeado uno que otro vomito de Ban borracho, dudo que el agua salada sea peor.

-¿Mantas? –cuestiono extrañada.

-Me gusta tomar siestas en el trabajo –confeso.

-¡Eres un perezoso, King! –exclamo.

-No tienes idea de cuánto –dijo recordando el oso de tinta rojiza en su pierna izquierda- Es mejor irnos –propuso.

-Sí.

Diane y King salieron del agua e hicieron lo posible por escurrir su ropa con las manos, el castaño coloco su saco sobre los hombros de su pareja y luego colocándose su camisa arrugada. Regresaron hasta las escaleras, encontrando en el camino sus zapatos tirados entre la arena, una vez junto al vehículo, King saco de la cajuela las mantas le pasó un par a Diane y coloco una sobre el asiento del conductor, sacudieron sus pies de la arena, se calzaron los zapatos y emprendieron su camino de regreso a la ciudad.

-Por cierto, no pienses ni por un segundo que te regresare así mojada a tu casa –advirtió King a medio camino.

-Y yo dije en casa que me quedaría donde Elizabeth, tengo llaves… Aunque tú decides –propuso coqueta.

-Mi casa entonces –acepto, acelerando un poco.

Zumbidos, algo zumbaba contra alguna superficie cercana sin detenerse, tan insistente era el sonido que una mano femenina salió de entre las sábanas blancas para llegar hasta el origen del sonido, encontrando el teléfono celular en la mesa de noche, por inercia el pulgar se deslizo por la pantalla para contestar, y llevando el aparato hasta su oído.

-Buenos días –hablo la fémina con una entonación áspera.

-¡Elizabeth! –Grito alguien al otro lado de la línea- ¡Debes venir inmediatamente, hoy llegara…! –pero la información fue interrumpida por la platinada que se removía entre las sabanas.

-Mamá ¿Tienes una idea de que hora es? –cuestiono la más joven.

-¡Ya son pasadas las once, señorita! ¡No me importa qué estés haciendo pero es imperativo que vengas a cenar! ¡Él llega hoy! –chillo emocionada.

-¡Las once! –exclamo incorporándose- Gracias por levantarme.

-¡Gracias a Dios entiendes lo importante que es…! –pero fue interrumpida nuevamente.

-Mamá, lo siento pero hoy tengo la agenda llena y ya voy tarde. Adiós –se despidió apresuradamente.

Elizabeth volteo a su derecha, encontrándose con el rostro dormido de su novio, pero por su ceño fruncido, capto que estaba pronto a despertarse. El rubio abrió uno de sus ojos y en cuanto enfoco la vista se encontró con su pareja sentada en la cama, las sabanas a la cintura y los pechos gloriosamente expuestos para su deleite; dejo escapar una sonrisa ladeada, levanto su izquierda e hizo un gesto con el índice a Elizabeth para que se acercase.

Una vez la chica hubo bajado el cuello lo suficiente, Meliodas extendió su brazo para atraerla de vuelta a la cama empujándola hacia si, por uno de los hombros femeninos. Con Elizabeth de vuelta en el colchón, el rubio busco acomodarse nuevamente en su regazo con la barbilla entre los senos de su novia y la punta de la nariz entre la clavícula y cuello ajenos.

-¿Alguna vez poder disfrutar de despertar a tu lado como Dios manda? –pregunto irónico.

-No exageres, Mel. Sabes que tenemos vidas excepcionales, nuestros amaneceres también son fuera de lo común –intento aligerar el “mal humor” de su novio- Aunque… Llamó en buena hora, así nos da tiempo de prepararnos para la reunión en tu casa –comento con una sonrisa mientras acariciaba los rebeldes cabellos rubios.

-No es para tanto, anoche le escribí a Mirana para que se encargara de la mayor parte. Y Zeldris está en la mansión, es su carga… -rebatió con tono cansado.

-Puede que no sea así.

-¿Estas insinuando que durmió con Gelda? –cuestiono más despierto.

-No –rebatió con cierto misterio- Al menos no estoy cien por ciento segura.

-Le sacare la verdad así sea a golpes –bromeo Meliodas- ¿Por cierto, que quería tu madre?

-No le preste atención –admitió con un sonrojo en sus mejillas por la vergüenza- Seguro no tendría importancia o seguiría llamando como posesa.

-Quiero quedarme así –murmuro en tono triste, pero repartiendo besos ligeros en todo el escote de la platinada, subiendo por su cuello provocando leves risas en la chica.

-Mañana puede ser, pero hoy no. Tú fuiste el de la idea, ahora te levantas.

-Elizabeth –dijo mientras se incorporaba en la mullida superficie- ¿Te gustaría que viviéramos aquí los fines de semana? –pregunto con la mirada perdida en el paisaje más allá de la ventana.

-¿No crees que es muy pronto, Mel? –cuestiono insegura, sentándose al lado del rubio.

-Solo me importa lo que tu creas, sinceramente eche en falta tu presencia esta semana, despertándome solo… -hablo en un tono de voz decaído.

-De ser así… -murmuró Elizabeth- Me parece una maravillosa idea, tu y yo de viernes a domingo, podemos invitar a los demás de vez en cuando –comento ilusionada abrazándose a la espalda del rubio y apoyando su rostro sobre el hombro masculino.

-Eres perfecta ¿Te lo he dicho? –susurro volteando para conectar sus orbes con los de su amada.

-Tanto que ya casi me lo creo –contesto sonriente y depositando un beso en la mejilla de su novio- Ve a la ducha, yo iré a preparar café –aviso depositando una caricia en los hombros ajenos antes de levantarse.

-Eso sí que no, señorita. Tu y yo nos ducharemos juntos –“ordeno” parándose frente a Elizabeth y colocando ambas manos en la cadera contraria.

-Mel, si hacemos eso tardaremos más de quince minutos y no me gustaría dejarle toda la carga a Mirana y Zeldris –argumento.

-Princesa, puedo hacer muchas cosas en quince minutos. Deberías preocuparte de que TU no quieras salir luego –rebatió con una sonrisa ladeada acercando las caderas femeninas más contra su cuerpo.

-Pondré cronometro, Meliodas –advirtió.

-Un reto que estaré encantado de aceptar –convino halando a la chica hasta el baño, cerrando la puerta tras de sí.

Luego de que Elizabeth y Meliodas compitieran con el agua de la ducha, por quien estaba más caliente, ambos salieron del cuarto de baño quince minutos y cuarenta y tres segundos después, tiempo indicado por el cronometro del celular de la platinada. Se vistieron con la misma ropa que dejaron desperdigada en el suelo de la habitación por la noche y bajaron a preparar café antes de salir de la casa. Una vez en el vehículo, el rubio conecto su celular al cargador que tenía allí y lo encendió.

-Ellie, marca a King por favor –pidió el rubio concentrado en incorporarse a la autopista.

-¿Llamaras a todos? –cuestiono.

-No, solo a King, a él cuesta una eternidad despertarlo, si no lo logro tendré que ir a buscarle con un tanque para lograr sacarlo de la cama.

-¿Tiene el sueño pesado? –pregunto Elizabeth impresionada por la diferencia de opiniones que tenían ella y su novio del “serio” King.

-Él SIEMPRE está durmiendo –argumento remarcando sus palabras.

-Está bien… -opto por no seguir indagando y marco el número, colocando el teléfono en altavoz, dejando que sonara hasta caer la contestadora, a la cuarta vez una voz ronca se escuchó.

-¿Capitán? –murmuro King.

-¡Hey, oso! ¡Levántate! Piscina y asado en mi casa ¿Recuerdas? –hablo en tono innecesariamente alto.

-¡No tenías que gritar, capitán! –exclamo con voz sufrida.

-Sí tenía que… Ahora mueve tu trasero y no me hagas ir por ti –amenazo disfrutando de la imagen mental de su amigo asustado por el recuerdo de la última vez que fue a buscarle.

-¡S-sí capitán! –exclamo con evidentes nervios.

-¿King? –Se escuchó una segunda voz en la línea- ¿Ya despertaste? 

-¿Esa es Diane? –hablo Elizabeth sorprendida.

- ¡Qué! –exclamo Meliodas.

-¿Estoy en altavoz? –cuestiono King- ¡Nos vemos al rato señorita Elizabeth! –trato de despedirse nervioso.

-¿Es Ellie? –cuestiono la voz de Diane antes de que la llamada fuera colgada por el castaño.

El rubio y la platinada se vieron mutuamente antes de soltar la risa juntos por la inesperada información; más bien la peculiar manera de obtenerla. Meliodas tomo la izquierda de Elizabeth y la llevo hasta sus labios depositando un ligero beso en el dorso de esta, para luego devolverla a su sitio, continuaron su trayecto entablando una conversación amena con rumbo al departamento de Elizabeth.

Meliodas estaciono junto al vehículo de Elizabeth y tomaron el elevador hasta el piso de la chica. Elizabeth intento convencer al rubio de comer algo rápido, pero este descarto la idea asegurando que su niñera tendría algo preparado para todos al llegar a la mansión. La joven se apresuró a desmaquillarse apropiadamente y vestirse de acuerdo a la ocasión, saliendo del departamento luego de media hora.

-¿No pasaremos por tu departamento? –pregunto la chica al ver el rumbo diferente que tomaba el rubio.

-No, tengo ropa de sobra en la mansión.

-Entonces pasemos por algún supermercado, quiero llevar algunas cosas –pidió.

-No es necesario, Ellie –trato de convencerla.

-Dije que quiero llevar algunas cosas –repitió con voz demandante.

-Lo que digas, preciosa. Solo no te molestes –pidió el rubio extendiendo su mano libre a la chica.

-Está bien –acepto tomando la mano de su novio.

Meliodas estaciono junto a un supermercado y estaba por bajarse, pero Elizabeth le detuvo.

-¿Quieres ir sola? –cuestiono.

-Sí, no deberías bajarte con la ropa arrugada. No dejare que des esa imagen.

-Como si me importara lo que digan… -hablo frustrado.

-Mel, voy y vengo en cinco minutos ¿Qué piensas comprar? Yo lo traigo –ofreció dulcemente.

-Es que… -murmuro mirándola de arriba abajo, el top cruzado color blanco y la falda larga de tela semitransparente con una abertura hasta el muslo de igual color.

-Sera rápido, lo prometo –trato de clamarlo depositando un breve beso en sus labios.

El rubio miro con celos, como en cuanto su novia bajo del auto las miradas de los transeúntes masculinos se pegaron directo a las caderas que se contoneaban con seguridad; como si ella caminara sobre nubes, con su cabello platino bailando con el viento, una diosa en plena ciudad.

Un poco enojado bajo el techo de su deportivo y subió la música del reproductor, apenas pasaron dos canciones cuando escucho movimiento en el lado del copiloto. Su novia le sonreía a un joven que cargaba las bolsas de compras al asiento trasero, vio como el tarado se sonrojaba por la mera cortesía de la platinada, frunció aún más el ceño cuando el chico intercambio más palabras de las necesarias con su chica y rechazo la propina que ella intentaba darle, su mirada de enojo estaba oculta tras los lentes oscuros, bajo el volumen de la música.

-¿Ellie? –llamo con un tono exageradamente brusco.

-Un momento, amor –contesto dulcemente, presintiendo el enojo de su novio y contrario a enojarla como le pasaría con cualquier otro hombre que se creyera su dueño, en el rubio le pareció tierno- Muchas gracias –se despidió del empleado.

La mirada de decepción del joven fue evidente, intento decir algo más pero Elizabeth le atajo.

-Lo siento, mi novio y yo tenemos un compromiso –dictamino para darle la espalda y subir al vehículo, besando a Meliodas en cuanto se encontró sentada en el asiento del copiloto- ¿Esperaste mucho, amor?

Una sonrisa de satisfacción se extendió por los labios del rubio, ella sabía perfectamente como leerlo y al parecer no le molestaba que a veces se viera poseído por los celos. Se incorporó a la vía y piso el acelerador con cierta urgencia por alejar la vista de ese tipo de su mujer.

-¡En mi propia cara! –exclamo entre divertido y enojado.

-No le tomes importancia, Mel –intento calmarle.

-No estoy particularmente afectado, solo me sorprende el descaro de algunos –argumento- Me besaste y aun el imbécil te veía como imaginándose en mi lugar.

-Al menos eres consciente de que eres la envidia de muchos –dijo volteando los ánimos.

-Eso es porque tengo a la mujer más bella del mundo como novia –halago sonriente.

Ya se podía divisar la mansión Demon, y Elizabeth tomo un sombrero playero de ala ancha y escondió su cabello dentro del mismo, pasaron rápidamente por la vigilancia de la entrada, posteriormente siendo recibidos por Mirana en las escalinatas de la mansión. La empleada recibió con suma felicidad a la novia del rubio y la animo a dejar de esconderse tras el sombrero y gafas de sol, asegurándole que nadie en la mansión diría una palabra sobre la vida privada de Meliodas y mucho menos ahora que le veían tan feliz a su lado.

-Ellie ¿No te molesta que invite a los directivos de la empresa? –pregunto a su novia antes de subir a cambiarse.

-Uhm, es tu casa, Mel –murmuro algo nerviosa.

-Solo son Los Diez, son casi familia y ya te comente lo que sucedió con Estarossa en la Torre Demon –argumento Meliodas, con cierta insistencia por introducir más a su pareja a su círculo íntimo.

-Está bien –acepto con ciertas reservas.

-Veras que no hay porque estar nervioso, son buenas personas, solo que demasiado bromistas –intento calmarla depositando un beso en sus labios para luego subir las escaleras.

A unas villas de distancia, se encontraba la mansión Fairy, rebosante de energía proveniente de las ahora cuñadas, no oficiales, preparando un desayuno tardío para los tres habitantes de la enorme casona, al ser fin de semana los empleados estaban ausentes. Diane y Elaine se movían al ritmo de la música del celular de la castaña, mientras hacían una torre de panqueques y cortaban algunas frutas. King entro bostezando y cargando una almohada verde, siendo seguido de cerca por un perro.

-¿Es necesario tanto escándalo? –cuestiono King entre bostezos.

-¿Es necesario traer una almohada a la cocina? –rebatió su hermana.

-Para mí lo es… -murmuro apoyando la almohada sobre la isla y colocando su cabeza en esta.

-King –llamo Diane dulcemente al oído del castaño- Se puede manchar de miel de maple –argumento.

-Y-ya la subo –respondió sonrojado y saliendo de la cocina.

-¡Punto para Diane! –exclamo Elaine cuando su hermano desapareció de la vista.

Las chicas terminaron de disponer el desayuno y se sentaron a hablar de trivialidades mientras comían luego de que King regresara. Al cabo de un rato King y Diane salían de la mansión, con dirección a la villa Megadozer, para que Diane buscara ropa adecuada para ella; ya que esta solo llevaba un conjunto deportivo que Elizabeth dejo en la casa Fairy hace un año que le paso Elaine, este quedándole  francamente ajustado. La rubia prefirió darle espacio a la nueva pareja, alegando que Ban pasaría por ella.

Al finalizar la parada obligatoria por la casa de la joven, el trayecto a la propiedad Demon fue francamente corto, ambos castaños hablaban de trivialidades y se dedicaban una que otra mirada tierna, acompañadas por sonrisas tímidas. King aparco junto a un vehículo conocido, él y su chica fueron hasta la entrada de la mansión, encontrándose con un pelirrojo de corta estatura y un castaño de gran musculatura

-Tío, Drole –saludo King al pelirrojo y su pareja.

-Buenas tardes, señor Fairy –hablo formal, Diane- Tío Drole –saludo emocionada.

-¡King! Señorita Megadozer… -comento desconcertado- ¿Se conocían? –cuestiono Gloxinia intrigado.

-Nos conocimos hace poco –comento la castaña.

-¿Qué son ustedes? –pregunto el estoico Drole.

-Somos ami… -intento decir Diane pero fue atajada por King.

-Estamos saliendo –dictamino seguro de sí mismo, sin apartar la mirada de la pareja de su tío.

-¡King! –exclamo Diane con las mejillas arreboladas.

-Bien… -murmuro Drole esbozando una ligera curva en sus labios- ¿Entramos? –pregunto a su novio, luego de tocar el timbre.

-¡Genial! –exclamo Gloxinia aplaudiendo de felicidad- Ahora estaremos doblemente emparentados.

Un empleado de la mansión abrió la puerta a los pocos segundos de llamar al timbre, dejando pasar a los invitados del primogénito Demon. King, un poco envalentonado por la sonrisa de “no aprobación” del Megadozer mayor, tomo la mano de Diane y entrelazo sus dedos con los ajenos. En la cocina Elizabeth se encontraba acompañando a Mirana que disponía diversos aperitivos en bandejas y daba indicaciones a los demás empleados.

-No deberías estar preocupada –hablo Mirana.

-Supongo, pero nuestras familias han estado enfrentadas durante tantos años… -murmuro fijando la vista en su congénere de cabellos incoloros- Es difícil creer que todo está fluyendo tan tranquilo. A veces intimida ¿Sabes?

-¿A qué te refieres? –indago.

-Salir con el GRAN Meliodas Demon, la prensa lo hace ver como alguien inalcanzable, frio y calculador. Y mi madre lo pinta como un monstruo, bueno, a toda la familia. Y ahora estoy aquí a punto de conocer a su mesa directiva, como su novia –exteriorizo sus pensamientos.

-¿Y tú qué opinas? De Mel, cabe destacar –cuestiono mirando fijamente a la chica.

-Es dulce, atento, bromista… Pervertido sin duda, pero no hay nadie en el mundo que no lo sea un poco, supongo –acepto recordando que ella misma alentaba ciertas conductas del rubio.

-Y eso es lo único que importa… Lo que tu pienses de él –argumento dedicándole una sonrisa de confianza.

-Gracias, Mirana.

-A ti, por querer de esa forma a ese niño descuidado – dijo con una mirada soñadora.

-Le amas como un hijo… -acoto.

-Nunca me case, tampoco he estado ni cerca de tener hijos. Esos dos son mis hijos de corazón.

-Y te puedo asegurar que eres la madre que tanta falta les hace –dijo Elizabeth tomando la mano ajena y dándole un leve apretón para brindar su apoyo a la mujer que ya tenía algunas lágrimas atrapadas en sus pestañas.

En la segunda planta Meliodas abandonaba su habitación, luciendo una bermuda playera blanca y una camisa de mangas cortas totalmente desabrochada del mismo color, le resultó extraño no haberse topado con su hermano, se encamino a la habitación del azabache dispuesto a abrir la puerta, pero tenía el seguro puesto.

-¡Zeldris! –exclamo tocando con excesiva rudeza la madera, sin recibir respuesta por un par de minutos- ¡Sal ahora o derribare la puerta! –Amenazo- ¡Si me haces entrar te lanzare a la piscina desde el balcón! –volvió a exclamar.

-¿Puedes dejar de joder, maldita sea? –exclamo Zeldris abriendo la puerta bruscamente.

-Sí, te espero abajo… -murmuro levantándose en la punta de sus pies para mirar tras su hermano- Invité a los diez –dijo mientras seguía escaneando la habitación tras el pelinegro.

-¿Qué diablos buscas? –pregunto irritado.

-A Gelda –admitió desconcertado por no encontrar a la ojicarmesí, mirando finalmente el rostro de su hermano, esbozando una sonrisa ladeada luego de dejar escapar un suspiro.

-¡Por el infierno, Meliodas! ¡Está en su casa, seguramente dormida! ¡No todos nos llevamos a las chicas a la cama luego de una fiesta! Algunos intentamos ser caballeros –reclamo.

-Uhm, bueno… Si tú lo dices–murmuro quitándole hierro al asunto- Mas te vale que la vallas a buscar, los demás vendrán pronto –recomendó para luego darle la espalda a su hermano.

Zeldris cerró la puerta de un azote y se volteo en dirección a la puerta de su baño privado, donde la chica de la polémica le miraba con una sonrisa divertida en sus labios, vistiendo solo la parte superior del pijama rojo del azabache, que le quedaba sumamente corto.

-¿Algunos intentamos ser caballeros? –cuestiono la joven sarcásticamente.

-No lo quería jodiéndome todo el día –argumento- Puede ser un hinchapelotas cuando se lo propone –explico mientras se sentaba en el borde de la cama.

-Y aun así, le admiras –acoto Gelda sentándose en el regazo masculino.

-Nu-nunca le comentes nada de lo que te conté –pidió nervioso.

-Soy una tumba –notifico Gelda depositando un beso en los labios de su novio.

-¿Te llevo a tu casa para que te cambies? –cuestiono Zeldris.

-No, le avise a Elizabeth que trajera ropa extra para mí –informo.

-¿Ella no le dirá a Meliodas? –pregunto un poco preocupado de que su mentira se cayera.

-Parece estuvieras ocultándole a tu padre que metiste a una chica a escondidas –bromeo la peliblanca.

-No sabes cómo puede ser… -admitió derrotado.

-No te preocupes –intento calmar dejando escapar una leve risa- Elizabeth sabe ser discreta.

-Gracias, disculpa si te hice pensar que te escondo –se excusó con la mirada triste.

-Para nada –negó besando los labios masculinos- Es… excitante.

Meliodas bajo con tranquilidad las escaleras encontrándose a su paso con Galand y Melascula siendo recibidos por el mayordomo principal, los saludo brevemente y le indico al empleado que los guiara al área de piscina, se disculpó con sus amigos alegando que se reuniría con ellos prontamente. Camino hasta la cocina, y disfruto brevemente de la imagen de Mirana y Elizabeth riendo juntas, una sonrisa de felicidad pura se extendió por sus labios, sigilosamente se acercó a su novia por la espalda y rodeo la estrecha cintura con sus brazos.

-¿Me perdí de algo? –cuestiono el rubio.

-Para nada –dijo Elizabeth- ¿Todo en orden?

-Sí, solo Zeldris ocultando a Gelda en su habitación para que no le moleste –conto recordando cómo se percató de la presencia de su cuñada en la mansión por una marca de dientes en el cuello de su hermano- Por cierto, ya llegaron algunos de los chicos ¿Vamos?

-Sí –dijo tomando la mano que le ofrecían y siguiendo a su novio- Por cierto ¿Cómo sabias que Gelda estaba aquí?

-¿Lo sabias tú?

-Me mandó un mensaje para que le trajera ropa –dijo alzando el bolso que colgaba de su brazo, con un exceso de volumen para una simple piscinada.

-Con razón tanto bolso. Y por lo otro, digamos que la piel de Zel se marca fácilmente, nishishi

La pareja camino hasta el patio embaldosado, cuyo atractivo principal era una enorme alberca con una zona de chorros de hidromasaje y una barra semi acuática incorporada. Elizabeth miro por un segundo las figuras allí presentes; Diane, King, al señor Megadozer, a quien ya conocía y a su pareja; con quienes se llevaba francamente bien, un hombre alto delgado que rondaba los cincuenta años, una pelilila de baja estatura, una rubia y un pelimarron con bigote; fue conducida hasta ellos por Meliodas, cuadro los hombros y alzo la barbilla para no demostrar su miedo.

-Ellie, ellos son Galand, Melascula, Derieri y Monspeet –presento el rubio señalando a los presentes.

-Fe –se presentó Melascula tomando la mano de la platinada.

-Verdad –dijo Galand.

-Pureza y reticencia –hablo Monspeet por él y su esposa.

-¿Eh? –murmuro Elizabeth sin entender.

-Son unos apodos que llevan en la mesa directiva desde que la empresa se fundó, un chiste familiar, podría decirse… -intento explicar Meliodas.

-¿Fe? ¿Cómo Faith Fukkatsu? –pregunto Elizabeth, descifrando aquel secreto.

-¿Conoces mi trabajo? –cuestiono Melascula.

-¡Por supuesto! ¡Tu libro de estrategias de marketing es realmente innovador! No pude soltarlo en toda una semana –hablo emocionada.

-¡Uoh, alguien con cerebro! –exclamo la pelilila impresionada- Esta chica me cae bien.

Elizabeth no era tonta, sabía que la compañía Demon se hizo fuerte absorbiendo pequeñas empresas que puso bajo su yugo, haciéndose una compañía de varios ramos extremadamente eficiente y rentable debido a la astucia de sus presidentes. Y aquellas personas que estaba viendo, eran justamente los descendientes de los empresarios que fueron absorbidos por los Demon, aquellos nombres misteriosos, era para mantener el secreto de su éxito, para no develar los cerebros tras el coloso de nombre Demon.

Ambas mujeres se internaron en una conversación, en la que a veces intervenía Monspeet con algunos comentarios cortos y directos, Derieri solo iba y venía de la mesa donde los empleados colocaban diversas bandejas con aperitivos. Meliodas, Galand, Gloxinia y Drole conversaban mientras bebían; Diane y King jugaban en la alberca. La conversación de la platinada se vio interrumpida por el sonido de su celular, un mensaje proveniente de su amiga Gelda, recordó que debía subirle las prendas que le trajo, se acercó a su rubio novio, e intervino en la conversación tímidamente.

-¿Mel? –llamo.

-Dime, preciosa –contesto sonriente.

-Debo subir las cosas que traje ¿Dónde queda la habitación de Zeldris? –pregunto, llamando la atención de Galand sin querer, quien la miraba con el ceño fruncido.

-Yo lo llevo, no te preocupes –ofreció el rubio.

-Lo siento, debo hacerlo yo –Meliodas estuvo por volver a renovar su ofrecimiento, pero una mirada decidida en Elizabeth basto para hacer que desistiera.

- Segunda planta, tercera puerta a la derecha –informo.

-¿Por qué tan interesada en ver al otro Demon? –inquirió Galand- ¿Necesita asegurar un plan B, señorita Goddess? –remarcando el apellido con sorna.

-Tan sincero como los rumores, señor Galand –hablo Elizabeth, conteniendo a Meliodas de salir en su defensa- Aunque me temo, que al único a quien debo justificación de mis actos es a Meliodas, a usted no le debo nada –contesto con la barbilla alzada sin apartar su mirada del hombre.

-Buena actitud, niña –acepto complacido por el temple de Elizabeth- Solo cuido de los mocosos, les he visto crecer, jamás querría que alguien pase sobre ellos.

-Yo creo que sus “mocosos”, ya son hombres capaces de defenderse –argumento para darle la espalda al mayor- Pero… –murmuro mirando sobre su hombro- Si alguien fuera lo suficientemente estúpido para intentar pasar por encima de Meliodas, estaría intentando pasar por encima de mi… Y eso, mi estimado señor, jamás ha pasado –le advirtio antes de irse bamboleando levemente las caderas.

-Meliodas –murmuro Gloxinia al mirar al rubio petrificado mirando en dirección donde desapareció la platinada.

La estruendosa risa de Galand acabo con el estado pétreo del rubio, y de todos los que se encontraban en tensión esperando algún tipo de altercado entre la dama Goddess y Galand, pero la joven demostró saber ganar sola sus batallas.

-Tu novia me cae bien, pequeñito – exclamo Galand.

-Y a mí me acaba de poner los pelos de punta con esa actitud. Eso y otra cosa… -murmuro lo último el rubio, con una sonrisa orgullosa en los labios.

-Tiene todo el carácter de una Demon –intervino Drole.

-¡Oye Drole! ¿No es apresurado decir esos comentarios? –rebatió Melascula.

-Para nada, yo mismo lo hice en una ocasión –admitió Meliodas.

-Capitán –llamo King- Estas perdido –bromeo en relación a como traía Elizabeth de enamorado al ojiesmeralda.

-Mierda, es cierto –hablo Derieri viendo de cerca el brillo en la mirada de su jefe.

Pocos minutos pasaron y al grupo se unió el azabache con su pareja, pasaron unos minutos entre las presentaciones, además de las bromas que los cercanos a los hermanos hacían al segundo hijo Demon, respecto a su nueva relación. Gelda se acercó a la orilla de la piscina y metió los pies en el agua, Diane se acercó hasta ella y empezaron a hablar, Meliodas se dio cuenta de la prolongada ausencia de su novia y se acercó a su cuñada para preguntarle.

-Gelda –llamo Meliodas.

-Por cierto ¿Dónde quedo Elizabeth? –atino a preguntar Diane.

-Estaba atendiendo una llamada de su madre, se debió alargar –contesto a la castaña- ¿Dime Meliodas?

-Venía a preguntarte lo mismo que Diane.

-Debe ser realmente importante, ya se ha tardado.

-Alcance a entender que hablaban de Mael –comento Gelda con un suspiro.

-¿Mael? –cuestiono Meliodas- ¿Mael Seraph? ¿El mismo de la compañía Noruega, Sephyr Inc.?

-Ese mismo –contesto Gelda.

-¿Qué tiene que ver Mael con Elizabeth? –cuestiono el rubio irritado sin demostrarlo en su rostro.

-La mamá de Elizabeth siempre ha querido a Mael para prometerlo con Elizabeth, para hacer una fusión de empresas –explico Diane sin medir el impacto de sus palabras.

-¡Diane! –exclamo Gelda alarmada por la forma en que Meliodas cubrió sus ojos tras su cabello- Meliodas, Elizabeth siempre ha descartado esa idea de su madre, no te preocupes –explico.

-¿Me disculpan? –murmuro el rubio para voltearse sin esperar una respuesta de las damas.

El rubio ingreso a la mansión, busco a su novia durante un par de minutos en la planta baja, hasta que la encontró en el salón principal sentada en un sofá con el celular pegado al oído y una evidente sonrisa incomoda.

-Sí, lo siento. Seguramente Zaneri olvido notificarme de tu llegada –argumento la platinada para su interlocutor- Mael, no es que quiera darte el esquinazo, pero por hoy estoy ocupada –escucho lo que le decían- No hay problema, nos veremos en la cena familiar semanal de mamá –dejando escapar un suspiro

>>Sí iré a la fiesta por el aniversario de la compañía de papá –volvió a escuchar- No puedo prometerte eso –otra pausa- Estoy saliendo con alguien ahora, no creo que sea correcto. No… Escucha Mael, lamento no poder recibirte, me encantaría hablar contigo y tus hermanos, pero ahora no estoy disponible, avísale a mamá que no me espere –colgó finalmente.

-¿Problemas? –cuestiono el rubio junto al oído de su amada, asustándola.

-¡Mel! Casi me matas del susto –intentando regular su respiración tomando bocanadas de aire.

-¿Y quién es Mael? –pregunto haciéndose el inocente y sentándose al lado de Elizabeth.

-El hijo mayor de un socio de la compañía, tenemos la misma edad y mi mamá siempre insiste en cargármelo cuando está en la ciudad –contó Elizabeth.

-Y tú prospecto de prometido ¿No? –mirando directamente a los ojos abiertos de la sorpresa de Elizabeth.

-¿Cómo?

-Se le escapó a un pajarito…

-Diane –susurro- Mel, ya escuchaste lo que dije, le avise que salgo con alguien y no es como que esté interesada.

-Si no lo hubiera escuchado, ya le habría buscado y dejado claro porque no debe acercarse a mi chica –murmuro muy cerca de los labios femeninos, tomando firmemente entre sus manos la cintura femenina, estrechándola contra él.

-Nunca pasara –dijo segura.

-Eres mía, preciosa. Nadie a parte de mi volverá siquiera a oler tu perfume –advirtió en un susurro pasando la punta de su nariz lentamente por la curva del cuello ajeno.

-Mel… -susurro mientras se estremecía ante la caricia.

-Dilo –pidió, subiendo las manos por las costillas femeninas hasta el borde del top y metió los pulgares bajo la prenda, siguiendo la curva de los senos en una caricia leve.

-¿Decir qué? –pregunto entre suspiros.

-Que eres mía, que me perteneces –aclaro, recostándose en el sofá, empujando a Elizabeth con su peso.

-Eso lo sabes…

-Por favor –susurro acariciando levemente los labios contrarios con los suyos.

-Soy tuya, Mel –cedió a la petición de su novio, y sintió beso feroz de su amado.

-Me traes loco –admitió agitado mientras acariciaba la pierna de Elizabeth a través del corte en la falda.

-Te amo, rubio –llevando sus manos a los mechones revueltos de su novio.

-Y yo a ti, mi diosa –convino volviendo a besarla.

-Mel, tus invitados nos esperan –actuó como voz de la razón.

-Te escapas esta vez, pero esta noche te hare gritar, ya lo veras –advirtió mientras se levantaba y luego ofreció su mano a Elizabeth para ayudarla a incorporarse.

Meliodas y Elizabeth regresaron al área de la piscina, donde fueron recibidos por los gritos de Ban, quien cargo al más bajo y lo lanzo a la piscina; Gowther y Nadja recién llegaban siendo recibidos por la platinada; los dos mandamientos faltantes tomaban junto a los demás; Merlín y Escanor retaban a Diane y King a una lucha en la piscina, molestándoles con la idea de que King debía ir en los hombros de la castaña por ser el más bajo de los dos. Gelda y Elaine tomaron de las manos a Elizabeth, animándola a sacarse la falda para meterse juntas al agua, Zeldris disfrutaba de la imagen del cuerpo húmedo de su novia a quien miraba por el rabillo del ojo mientras conversaba con los mandamientos.

Un sonido provino del saco oscuro de un hombre de avanzada edad, este saco el dispositivo y observo el mensaje recibido por parte de su sobrino:

“Hola tío ¿Qué tal Alemania?”

“Excelente, Estarossa”

“¿Cuándo regresas?”

“Seguramente en diez días”

“¡Bien! Preparare con mis primos una cena para darte la bienvenida”

“Eres muy atento”

“Nos vemos pronto”

“Sí, hay tanto que contarte”

Tras el último mensaje, el pelicenizo bloqueo su teléfono y se lo llevo contra los labios, ocultando su sonrisa tras el dispositivo, dio un vistazo a la mansión Demon de la cual provenía música lo bastante alta para escucharse en la entrada con cierta nitidez. Observo su reflejo en el retrovisor apreciando los moretones en su rostro que ya iban cambiando de color, oscilando entre el amarillo, verde y morado oscuro.

-Me las vas a pagar, Meliodas –murmuro acelerando su vehículo para salir de la propiedad.

★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★

Lo prometido es deuda! En algunos países ya es miércoles de Nanatsu no taizai. Féliz miércoles a todos♥

ariannaloor77 estrellitas para ti ★★★★★ Gracias por las que has dedicado a mi.

CoconaniAzul la justa medida vendra por tandas esta vez le toca al preciado kiane

ValyW13 ¿Como no tratar de hacerla perfecta? Si tú,  mi diosa la has inspirado.

Lucero14pinto tus estrellas me iluminan la madrugada animandome a seguir ★★★

SanjaJokic0 Esta es una breve vista de nuestro Mel celoso, el infierno es frío delante de la ira del rubio celoso.

Lopito-Kawaii Has sido tan fiel que me conmueves, quiero ser una lectora tan dedicada como tu.

SoyMisel espero que sigas disfrutando en grande.

HannaKarime15 siempre aqui conmigo, asi como yo contigo por cierto me como las uñas con Doble vida, Mael hasta sin memoria me cae mal.

Michelparrales gracias por tus estrellas ★★★

JoanaNegron una sola palabra GRACIAS ★★★★★★ ♥♥♥♥

Gracias a todos, a los presentes, a los ausentes,  a los fantasmitas a todos por igual, así no sepa quienes son o como lucen,  cada numerito de las lecturas tiene un lugar importante en mi corazón

Besos y abrazos
Mia_Gnzlz,de los Angeles.

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