Alexa

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Adrián, unas horas antes de la fiesta.

—Esa niña ya hizo sus cochinadas con su noviecito—Adrián tuvo que ocultar su teléfono, apagandolo casi al instante, en cuanto escucho la voz de su madre.

Parecía que no aprendía.
Siempre terminaban descubriendolo con las manos en la masa, o más bien, mirando las fotos de cierta chica en quien no podía parar de pensar después de ser rechazado tan cruelmente, pero de una forma sutil y elegante, solo como ella sabía hacerlo.
Pero más le llamó la atención el comentario de su mamá, tan poco acertado y algo descontextualizado. Arrugó el entrecejo y soltó un suspiro al aire.
Su madre tendía a hacer ese tipo de comentarios, juzgando a todos, incluso mintiendo para hacerlos quedar peor, ya la conocía de sobra, así que realmente esa noticia no lo perturbo...no más de lo que ya lo estaba al pensar que podía ser verdad, despegó la cabeza de la superficie del sillón y la encaró, debía preguntarle, que argumentos tenía ella para sospechar eso de una jóven y hablarlo con tal soltura y algo de desprecio en su voz cuando Helena no  le hacía mal a nadie.

—¿Quién te ha dicho algo así?—le cuestionó, mientras se acomodaba en el sillón para quedar completamente sentado.
—¿Te acuerdas el día que te acompañamos a entrenar tu prima y yo?—Adrián hizo memoria y lo recordaba bien.
Hace una semana más o menos, cuando estaba preparando sus cosas para irse al entrenamiento su madre insistió en ir a ver, por ahí se les pegó una de las primas que vivía en la misma vecindad que ellos, ella estudiaba enfermería, quizás solo tenía curiosidad, así que todos partieron camino hasta el gimnasio en el transporte público.
Ese día todos los alumnos llevaban pans, pues era día de acondicionamiento, así que tuvo que reprimir una mirada de asombro cuando notó qué Helena llevaba un pans rojo muy ceñido a las piernas, resaltaba completamente las curvas que había desarrollado gracias al ejercicio aunque lo combinaba con una playera negra de manga corta.

En realidad, a su percepción, se veía muy bonita y no es que por la ropa pudieran llamarla por adjetivos denigrantes, en realidad ella siempre se había vestido así, con colores menos llamativos y no intentaba llamar la atención de nadie en particular, solo se sentía más cómoda y para Adrián eso estaba perfecto.
El problema para su madre es que ella se quedó con la percepción de una Helena más infantil que siempre usaba dobok o ropa holgada porque era solo una chiquilla.

—Tú prima me dijo que si esta así es porque ya debió de tener sus cosas con ese noviecito que tiene, ya le veo el cuerpo más desarrollado—el hecho de que su madre se fijara tanto en el cuerpo de una niña que no tenía nada que ver con ella le ocasionaba ciertas náuseas y una sensación desagradable.
—La gente crece ma—le respondió, su madre pareció ofendida—No iba a ser una niña por siempre, solo...esta cambiando—volvió a acostarse en el sillón con tal de dormir una pequeña siesta, ese día no tenía que ir al trabajo, así que podía relajarse, o eso pensaba hasta que una palmada demasiado fuerte en el estómago terminó por sacarle el aire.
—No estarás pensando en irte a meter ahí, ya te dije que con esa niña no Adrián, solo te va a traer problemas—la mujer se alejo de él y se dedicó a hacer la comida para ese día.

Adrián gruñó por lo bajo y revisó su teléfono, pues  un mensaje de Alexa lo asustó por completo, tanto que fue corriendo a ponerse un par de zapatos decentes y la mochila que llevaba a todos lados, cuando le dijo a su madre con quien estaría, la mujer solo le pidió que no regresara tarde, no entendía porque con Alexa no tenía ningún problema y atacaba tanto a Helena.

Salió de la casa casi corriendo y tuvo que atravesar varias calles antes de llegar al hogar de quien en ese entonces era su pareja, tocó un par de veces la puerta de aluminio y la chica no tardó en abrirle, se lanzó a sus brazos casi de inmediato pero Adrián no lucho por corresponderle como otras veces, simplemente se quedó ahí, inmóvil, esperando que ella se diera cuenta, de que no quería abrazarla, o mostrarle afecto de ningún tipo.

Alexa le quito las manos de encima y cabizbaja lo invito a pasar.
La vivienda estaba como siempre, un par de perros se paseaban en el patio maltrecho, un auto consumido por el polvo también se encontraba ahí. Pasaron a la rutina de siempre, Alexa sirvió dos vasos de refresco burbujeante y los llevó hasta su habitación, ella si tenía puerta, pero de metal y bastante vieja ya, entraron a la pequeña recámara y Adrián tomó asiento en la cama individual sostenida por algunos tabiques, observó el viejo sofá al pie de la misma, la pintura de las paredes estaba cayéndose a pedazos y las puertas de un armario cercano se encontraban abiertas porque al parecer la ropa dentro del mismo era tanto que ya no se podía cerrar adecuadamente. Enfocó su mirada al frente y ahí encontró el espejo de cuerpo completo en el cual, Alexa se tomaba fotos para enviárselas a él, (a veces con poca ropa), se sentía culpable de haberlas usado algunas veces, pero ahora tenía que hablar con ella, sobre lo que realmente quería.

Y lamentablemente, no era a ella.

La chica se despojo del suéter que llevaba puesto, quedando expuesto su pronunciado escote, en una pequeña playera de tirantes, por inercia, Adrián no pudo evitar mirar por un breve momento, luego regresó la vista a los ojos de Alexa y fue en ese instante en el que ella se agachó a su altura, acuno el rostro del muchacho entre sus manos y le plantó un beso en los labios que comenzó a escalar a más.

Podría aprovechar la situación, ella estaba poniendo todas las partes sobre la mesa y en bandeja de plata, ni siquiera lo dejó hablar, después le diría como se encontraba todo y que debían terminar la relación.
Más sin embargo...eso sería terriblemente cruel, dejarla después de...

Abrió nuevamente los ojos y se vio así mismo en esa casa, en la sala desordenada, con los perros en el patio y el auto lleno de polvo, durmiendo en esa misma cama, abrazando a Alexa, sosteniendo su cintura ancha entre ambas manos, sintió los labios gruesos y amplios de la chica y también como su nariz chocaba contra la suya, el perfume femenino le inundó las fosas nasales y  recordó que el aroma de aquel perfume, que en su mayoría era solo alcohol no terminaba de agradarle.

Luego se le vino a la mente otra imágen, sus manos rodeaban una cintura pequeña y delgada, el aroma a frambuesas que siempre dejaba rastro cada vez que pasaba a su lado, su sonrisa coqueta, como sus ojitos se hacían más pequeños cuando sonreía, la visualizo recostada su lado en una cama grande, con su cabello negro desparramado por la almohada, el tacto suave de esas manos cálidas.

No había como negarlo.

Alexa no era lo que quería...
Ni a ella, ni a la vida a la que estaba acostumbrada...

La tomó de los hombros y la alejó de él, sin ser bruzco, rompiendo el beso.

—Siéntate, tengo que decirte algo—Alexa no ocultó la preocupación latente que había sentido por días, pero obedeció, se sentó al lado de su novio y lo miró fijamente a los ojos, sin decir nada—Alex...no he sido un buen novio en ningún aspecto—comenzó, realmente esperaba sentir un nudo en la garganta cuando pronunciara esas palabras, quizás un dolor en el pecho o estómago, pero nada, no había nada que le impidiera seguir hablando—Y eso lo tengo bien claro, creo...que no puedo hacerte feliz y quizás...
—Tiene que ver con ella, ¿verdad? —Adrián trago saliva y sintió como la sangre se le caía a los pies, un frío sepulcral le recorrió la columna vertebral, por alguna razón no quería que Alexa se enterara que la razón por la cual estaba dejándola de lado, era por otra chica.
—Helena no tiene nada que ver con...—era un idiota, se había delatado solo. El dolor en el rostro de Alex se hizo presente, la vio apretar los labios y bajar la mirada, para tratar de contener el llanto.
—¿M-me estas engañando con ella?—no supo porque, pero esa suposición, lo hizo enojar, no tanto por él, si no más bien por lo que seguramente debía estar pasando por la mente de Alex, respecto a Helena.
—¡No, no!, ella jamás se prestaría para algo así—la chica trago en seco y se puso de pie, para no mirarlo, no quería encarar lo que estaba pasando, porque realmente no quería aceptarlo, sin embargo, Adrián ya no podía seguir con esa farsa, pretender que le quería, que todavía se sentía atraído por ella cuando su mente divagaba en las caricias imaginarias de otra chica, no cuando todos los días le rogaba al cielo que aunque fuera por un breve instante, se le fuera concedido tan solo un saludo, una mirada, por lo menos un gesto, aunque fuera de desprecio...lo que fuera. Solo quería la atención de Helena, por un momento.

Y es que en un inició, cuando notó su inminente atracción por la chica Valencia, intentó negarlo a toda costa, él no era como Samuel, engatusando a chicas más pequeñas para conseguir lo que quería de ellas para luego botarlas, así que lo primero que hizo fue correr a buscar a su ex novia, una mujer por la cual todavía sentía cierta atracción y creyó haber establecido una conexión significativa, aunque esto último no le importaba tanto, solo buscó un escape, lo que fuera, con tal de que pudiera hacerlo olvidar eso que jamás tendría a su lado...sin embargo había fallado, cruelmente.

Alexa no era ni podría jamás igualar a aquella mujer, no porque valiera menos...simplemente él no la quería, a ella.

Pensó que quizás se trataba de simple lujuria, debido a la fantasía pasada, sin embargo no era su físico lo único que le gustaba de Helena, en sí...era todo su ser.
Al inicio lo hacía temblar, pero con el paso de los días, notó que en realidad no era Lalo quien lo llamaba a la residencia Valencia, o la tranquilidad de la casa misma, era la presencia femenina lo que lo calmaba, lo que lo tenía atado a esa enorme construcción, lo que lo llamaba todo el tiempo.

¿Qué podría hacer con todos esos sentimientos ocultos?, ¿suprimirlos en su corazón hasta que simplemente desapareciera?...no...simplemente no podía, se estaba volviendo tortuoso, y ya no podía más, no quería ocultarlo, pero temía que si lo decía tan de golpe la adolescente en cuestión fuera a asustarse y a detestarlo, lo mismo podría ocurrir con el resto de la familia. Quería hacer las cosas bien, por primera vez en mucho tiempo...
No quería un noviazgo a escondidas, o un amor prohibido, él quería gritarle a todo el mundo que adoraba a Helena, no quería que fuera una especie de ligue más, deseaba que fuera su novia; presentarla a sus padres y abuelos, llevarla a pasear los fines de semana, ir a cenas elegantes, viajar con ella a todos esos lugares que él todavía lo conocía.

Deseaba...amarla de verdad.

Pero no podía hacerlo, no así.

Helena tenía novio, pero bien sabía que Gabriel era un niño tonto que tarde o temprano terminaría arruinandolo, de verdad esperaba eso. Claro que los celos lo carcomian cuando los miraba abrazados, durante los entrenamientos o en los espacios comunes de la casa de su mejor amigo, se podría decir que solo estaba esperando el momento adecuado, para actuar, para declararse, para hablar con los padres de la chica en cuestión y solicitar su permiso para cortejarla, si se le era negado, intentaría hasta que el señor Samuel tuviera que sacarlo a golpes de la vida de sus hijos.

Jamás, en sus veinte años de vida, había deseado tanto a una mujer, no de esa manera tan formal.
Pero si continuaba con Alex, todos esos planes jamás podrían concretarse.

Por mucho miedo que tuviera, tenía que hablar y hacerlo con la verdad.

—He visto, muchas veces, como revisas su perfil en Internet, la miras como jamás me has mirado a mi, ¿por qué?—Alexa ya tenía varias gotas de agua mojandole el rostro y los labios, Adrián quería explicarle todo, de verdad, pero simplemente las palabras no salían de su garganta, no podía hablar—Ya sé que es bonita, que tiene dinero...—Adrián trato de ponerse de pie, pero Alexa lo sostuvo de los hombros, como si le estuviera pidiendo que al menos por una vez, la escuchara hablar enserio y no a medias como siempre solía hacerlo—¿Al menos te corresponde?—el chico sintió como si miles de pequeñas agujas se clavaran en su pecho. Como si estuvieran recordándole lo que le ocasionaba dolor en ese momento.

No era correspondido.
En algún momento lo fue.
Pero ya no era así.

Y se sentía estúpido, porque estaba dejando a su novia por una mujer que ni siquiera lo miraba ahora.
Pero era algo que debía hacerse, y no podía dar marcha atrás.

—N-no, Helena tiene novio, de hecho... —levantó la mirada y observó la reacción de Alexa, abrió la boca, como si fuera a gritar y se llevó ambas manos a la cabeza, en un claro signo de desesperación, sin embargo, luego ocurrió algo raro, ella comenzó a reír, claramente no de alegría, más bien con burla y jocosidad.
—¿¡Es enserio!?—preguntó, levantando la voz—¿¡Me estás cortando por alguien que ni si quiera va a estar contigo!?, ¡ni si quiera le gustas!—volvió a tomarlo por los hombros y lo sacudió, una y otra vez, de adelante hacía atrás, con algo de violencia—Tan solo mirate—y casi por instinto, Adrián enfocó su vista en el espejo de cuerpo completo, para apreciarse de pies a cabeza—¿De verdad crees que alguien como tú, podría gustarle a alguien como ella?, ¿crees que te va a elegir a ti, teniendo un montón de opciones?—las agujas se clavaron más en su pecho, para ser más precisos, en su corazón. Porque bien sabía que era verdad, aquellas preguntas capsiosas y llenas de recentimiento sugerían algo que él ya sabía perfectamente.

No era guapo, jamás lo sería y no terminaba de entender porque aunque fuera en épocas pasadas, Helena fijo sus ojitos inocentes en él.
Alguien que no tenía nada.

—Eres solo el hijo de obreros pobres, ¿cómo piensas acercarte a la princesita esa?—de pronto, pareció escuchar la voz de su madre sobre la de Alexa—Ella jamás voltearía a verte, porque tú...nosotros estamos abajo y ellos arriba—ahora todo tenía un poco más de sentido.

Ya entendía, porque no la quería a ella. Porque sentía lástima por él y pos su propia persona. Algo que no le gustaba ocasionar a pesar de su situación económica.
Con ese tipo de pensamiento a su lado, jamás lograría salir de esa vida tan precaria y llena de pleitos sin sentido y escasez de lujos.

—Puedo pintarme el cabello de negro, puedo plancharlo para que sea lacio, puedo bajar de peso para ser delgadita, puedo ponerme ropa holgada para aparentar ser más bajita. Si te gusta ella, yo puedo parecerme—Adrián miro los ojos vidriosos de la chica y aunque bien sabía que era el causante de esas lágrimas, en realidad no sintió nada más que...lástima.
Estuvo negando todo el tiempo sus sentimientos, porque creía que la diferencia de clases sociales solo provocaría el desprecio de Helena, sin embargo no podía ocultarlo más, todos lo notaban, ya todos se habían dado cuenta, quien era la única mujer que a pesar de corresponderle...lo lastimaba por no poder llamarla "suya".
Y en cambio había ido a buscar cualquier otra chica que se le pusiera enfrente, con tal de llenar ese vacío. Pero no lo había conseguido.
—...pero nunca serás Helena—le dijo, sin pensar mucho—...solo serías una mala imitación—pudo ver la expresión de dolor en el rostro de quien en ese momento era su novia. Pero era la verdad, al sentirse menos que su amada había recurrido a refugiarse en los brazos de alguien similar a él.

Pero no conseguía sacarse de la cabeza a Helena. Ella era el tipo de mujer con la cual quería un compromiso, una boda, su actual pareja se resumía solo a tratar de aliviar un poco la soledad que sentía al no poder tenerla a "Ella".

Esa tarde salió de la casa maltrecha en la que vivía Alexa, dejando atrás los vasos de refresco aún reposando sobre uno de los muebles de la recámara, sin tocar todavía, los perros ladraron cuando escucharon como la puerta de metal era cerrada, el auto seguiría llenándose de polvo y Alexa se encontraba en su cama, llorando tal vez, o ahora mismo se estaba encargando de destrozar todo lo que encontrara en su habitación, la verdad es que a Adrián no podía importarle menos lo que hiciera después de eso, siempre y cuando no lo afectara directamente a él.

—Lo superaras rápido—fue lo último que le dijo antes de ponerle una última vez, una mano encima del hombro de Alexa, después de eso, se fue.

Sentía un poco de alivio, al saber que ahora ya no tenía a quien rendirle cuentas, o tener que soportar los celos de una mujer a la que ni siquiera amaba.

Camino a paso lento, sin sentir culpa, hasta que llegó a su hogar, se metió a su cuarto sin hacer ruido, eligió algo decente para vestirse, preparo la ducha y simplemente dejo que el agua y el jabón limpiaran su cuerpo y cabello, una vez salió del baño se ocupo de prepararse, con ropa negra, peinó si cabello como él pensaba se le veía mejor, colocó algunos anillos en sus dedos largos y delgados, por último, tomó uno de los tantos perfumes que tenía escondidos entre los cajones qué usaba para guardar la ropa, pues estaba harto de que sus primos los usaran sin permiso y sin tener represalias. Cuando estuvo listo se tomó un momento para mirarse al pequeño espejo sin marco colgado en la pared de su habitación y aunque preferiría ser más agraciado, no tener cicatrices por el acné obtenido en secundaria, o una nariz más pequeña y labios más definidos, ojos menos tristes, pensó en que aún así, Helena le prestó atención en algún momento, llego a decir sin miedo que le gustaba y mucho. Esa niña debía ser ciega o simplemente veía algo más en él, algo que no todos tenían la capacidad de ver y si en años anteriores había logrado ser el objeto de deseo de la jóven Valencia, quizás ahora...podría volver a serlo.

Quizás.

Buscó entre sus sudaderas el presente que le daría a Helena esa tarde, y finalmente lo encontró escondido entre todas esas prendas puestas en una pequeña silla, lo hizo de manera intencional para que su madre no sospechara sobre sus deseos de asistir a cierta fiesta de cumpleaños. Tomó el ramo con cuidado y salió de la casa, casi de puntitas, estando muy atento al sonido de su madre lavando ropa en el patio de la vecindad, abrió la puerta con cuidado para que no rechinara e hizo lo mismo al momento de cerrarla, camino por la calle y una vez hubo llegado a la esquina del lugar, se fue corriendo.
No paró hasta llegar al final de su colonia, el resto del camino lo hizo caminando tranquilamente hasta la residencia Valencia.

Una vez le notificaron de su llegada a la señora de la casa, le pidió ayuda para colocar algunas mesas y sillas plegables y él no se negó, por fortuna alcanzó a esconder el ramo en el armario de la planta baja, antes de que la cumpleañera lo viera.

La estancia en si fue muy agradable exceptuando la presencia de Gabriel, su parte favorita fue cuando jugó contra Helena en una partida de ajedrez, jamás la había visto tan decidida fuera de las áreas de combate, en especial con él y debía de admitir que ella era realmente buena jugando, logró distraerlo y hacerlo dudar de sus propios movimientos con tan solo un gesto, una mirada, jamás se sintió tan intimidado como en aquella partida y extrañamente la sensación le agrado, no le molestó perder en lo absoluto, no si era contra ella y mientras las piezas se asesina a entre ellas, Adrián no pudo evitar observar con detenimiento a su adversaria, el corset le asentuaba aun más la ya pequeña cintura, y el color de sus ojos parecía ser más profundo esa noche, se veía hermosa y eso lo llevó a preguntarse si...en todos esos años, ella sintió lo mismo que él en esos instantes, el mirarla solo de lejos, sin poder hablar o interactuar de otra forma que no fuera meramente por amistad, resistiendose al impulso de abrazarla para sentir el calor que emana a de su cuerpo.

Era una tortura.

Al parecer su sonrisa y comentarios intentando interactuar un poco más con ella ocasionaron celos en otro individuo que la verdad para él, venía valiendo muy poco y podría irse si no le parecía, sin embargo, al notar los estragos en Helena después de una muy probable discusión.
Creyó que era buen momento para darle su regalo, sin embargo, al ver los regalos del resto de los invitados, algo dentro de sí le susurro las palabras de madre, el hecho de que lo despreciara por darle un regalo hecho a mano y no comprado en una tienda, lo llenó de miedo y un dolor punzante en el pecho.

Pensó que lo mejor era no dárselo.

Sin embargo, cuando la casa se quedó parcialmente vacía y el silencio volvió a reinar en ella, pensó que probablemente Helena podría sentirse ofendida si él no le obsequiaba nada, así que muy tímidamente le ofreció su regalo y a ella, a diferencia de lo que pensaba, los ojos rasgados parecieron brillar con una emoción jamás antes vista cuando tuvo aquel sencillo presente en sus manos y el brillo incrementó, cuando le explicó que fue él quien las elaboró desde cero. No la percibió ta feliz, ni siquiera cuando Gabriel puso un anillo en su dedo.

¿Eso era una señal no?

Después de una corta conversación, supo que debía ir si o si al torneo que se llevaría acabo en Veracruz, era la oportunidad perfecta, para poner en ejecución su plan.
Tuvo que salir de la casa, por culpa de Lalo, quien lo llevó hasta su casa y fue recibido por gritos, para los cuales ya estaba preparado y hasta había anticipado la situación, por esa misma razón, le pidió a Lalo parar su camioneta un par de calles más adelante, así podría fingir que solo se había escapado un rato, pero su madre no era tan tonta como para tragarse ese cuento.

Una cachetada fue lo primero que su piel resintió en cuanto abrió la puerta y más diálogos que no se sentía cómodo de contar en esta breve historia de vida porque...eran realmente frases muy ofensivas como para mencionarlas libremente. Claro que intento defenderse, parar los golpes, sin embargo, cuando notó como su madre corría hasta el patio central de la casa, con un encendedor en mano, supo que al menos por el momento, debía agachar la cabeza y sobajarse a lo que sus padres quisieran, él veía a su motocicleta como una herramienta para marcharse muy lejos un día de estos, si la eliminaban por completo, era como cortarle aún más las pocas alas que le quedaban adheridas a la espalda.
Esperaba poder ganarse la confianza de sus padres nuevamente, aunque bien sabía que el haber asistido a esa fiesta era un gran retroceso, para él, valió completamente la pena.
A Adrián le habían prohibido tener cualquier tipo de relación con la familia Valencia y en especial con Helena, sin embargo, él no podía simplemente alejarse y dejar ir sus sentimientos como si no valieran nada...como si su amor por ELLA, no valiera nada.

Se asustó enormemente al ver a su madre tan cerca de su tan preciada motocicleta de estilo vintage, aún con el encendedor en la mano y el fuego ardiendo de él observó la llama bailar unos breves instantes antes de lanzar una mentira.

—Lo siento ma—mascullo entre dientes, mientras agachaba la cabeza, tratando de mostrarse débil, al amenazar con prenderle fuego a lo único que podía llamar suyo—No volveré a ir...esta fue la última vez...solo quería despedirme.
—¿Despedirte de quién?—preguntó ella—¿De la misma gente que siempre te ha hecho de menos? —la mujer arrugó el entrecejo y torció la boca en un gesto que al muchacho frente a ella se le antojo algo...chocante.
—...quería despedirme de ella...—estaba mintiendo cruelmente de nuevo, pero supuso, era necesario, al menos por esta ocasión.
—Ella es mucho para ti—la mujer apago el encendedor y se lo aventó a su hijo, el objeto calló a los pies del chico, ni siquiera se esforzó en levantarlo—¿Ya entendiste que no perteneces a su mundo?—por alguna razón, el que le recordara nuevamente cuál era su posición, lo hizo sentirse miserable de nuevo, tan poca cosa.
—Si...—observó la motocicleta, estacionada en el patio y se acercó a ella, para sentir el frío metal tocando sus dedos, la mujer desapareció por la puerta que conducía a la cocina y Adrián se quedó un rato más ahí.

Sabía que no la merecía, pero era un soñador y de alguna forma creía que podía cambiar las cosas y el rumbo de su vida.
Quería ser un buen hombre, para él y por ella.

Se alejó de la moto y buscó su teléfono, específicamente el contacto del señor Valencia, antes de esconderse en el único baño de la casa.

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Helena.

Con cuidado, deshizo el lazo del regalo y lo colocó a un lado de la cama. Las chicas miraban todo con curiosidad, así que rápidamente quitó el papel que envolvia aquel objeto, sin rasgarlo, hasta que se encontró de frente con una muy bonita lencería en color púrpura, su rostro enrojecio al instante y las risas de sus dos compinches no se hicieron esperar.

Había pasado alrededor de tres semanas tras su cumpleaños número diecisiete y no se había atrevido a abrir aquel presente, después de todo...creía que ya no lo necesitaba.

—¿No te gustó?—preguntó Brenda, con sus grandes ojos tristes debido a la expresión que debía tener la misma Helena en esos momentos.
—Me gustó mucho...—alcanzó a decir apenas en un hilo de voz antes de dejarse caer sobre la cama de su amiga, aún con el regalo en las manos—Pero no creo que pueda usarlo—sus amigas suspiraron, ya sabían que tema estaban por tocar en la conversación.
—Bueno, no tienes que usarlo con Gabriel—explicó Irene, y por un momento reino el silencio mientras Brenda y Helena la miraban algo sorprendidas por aquel comentario—¿Qué?—realmente no esperaban que ella fuera a decir algo así—¡Ay, por favor!, tienes a muchos chicos babeando por ti en la escuela.
—Eso sería engañarlo—Helena bien sabía que no quería extra con alguien más, no de esa forma, el tan solo imaginarlo por un momento le ocasionaba una sensación rara en todo el cuerpo y hasta podría decir que una ganas inmensas de llorar, no se explicaba porque, pero ella jamás podría hacerle eso a Gabriel, aún le quería, después de la pelea incluso, todavía lo amaba.
—Pero ya llevan varias semanas sin hablar—eso último le hizo recordar cual era su realidad, Gabriel no le hablaba y ella támpoco lo intento, pues continuaba pensado que no era su culpa lo que había pasado y no pensaba conformarse con unas cuantas disculpas por mensaje—Podria decirse que estas soltera de nuevo...
—Bueno eso no lo sabemos—intervino Brenda—Él no se ha quitado el anillo—puntualizó, haciendo referencia a la joya de imitación qué ambos aún mantenían en sus dedos—Y ella támpoco.
—Pero...
—Basta—dijo Helena, con la voz ahogada, realmente no quería hablar mucho del tema ahora. Porque le recordaba como tenía que verlo todos los días en la escuela y luego en el gimnasio, lo miraba de reojo y sentía su corazón partirse en dos, quería correr a abrazarlo y pedirle un beso, sin embargo, la indiferencia de él la hacia retroceder y preguntarse todos los días, ¿cómo es que lo soportaba?, el no hablarle, abrazarla o besarla, quisiera tener esa misma fortaleza, para no pensar en enviarle un mensaje todas las noches antes de dormir.

Aunque siempre terminaba borrandolo.

Las chicas no dijeron nada más al respecto, parecieron entender las cosas y simplemente guiaron su atención en criticar a Camila y a Aby, que si las dos eran insoportables o daba vergüenza ajena verlas intentando llamar la atención de algunos niños en la escuela, todas esas cosas, a Helena ya no le interesaban demasiado, cerró los ojos por un momento y pensó en quedarse dormida por un rato, después de todo se encontraba en confianza, bien sabía que ni Brenda ni Irene le jugarían alguna broma pesada para después subirla a las redes sociales.
Su cuerpo se relajo y tras unos minutos comenzó a ver dentro de su mente, un recuerdo casi olvidado, y decía casi porque ahora mismo lo estaba viendo, tan vivído como cuando estaba aconteciendo.

En el recuerdo, podía observarse así misma, sentada en las escaleras de su antigua primaria, junto a Gabriel, él estaba abrazándola y viceversa, sin embargo, las lágrimas resbalaban por los ojos del más pequeño, sin mucho control de por medio, ella solamente le acariciaba el cabello mientras dejaba que la voz de Gabriel le repitiera una y otra vez una misma pregunta: ¿Por qué mi papá no quiere estar conmigo?. No sabía que decirle, él estaba sufriendo y ella no podía parar ese dolor, era su amiga pero no podía ayudarlo, así que comenzó a llorar también, no le gustaba verlo así y támpoco entendía porque cuando él lloraba de esa manera a ella le dolía el pecho, muy al fondo, cerca del corazón.
Pronto llegó otro recuerdo, se encontraban los dos, sentados en la mesa de la cocina de Gabriel, comiendo milanesas y papas fritas mientras miraban caricaturas en la televisión, uno más le nubló la vista. Helena estaba escondida en los baños del gimnasio, lloraba y se miraba las muñecas, demasiado delgadas y débiles, las piernas le temblaban y el sudor le recorría la frente a cántaros, de pronto alguien tocó la puerta, pidiéndole que le abriera, ella obedeció y se lanzó a sus brazos, diciéndole que tenía miedo de pelear, se sentía tan frágil...el chico le paso una mano por las cosillas que ya comenzaban a notarsele. Las cosas no habían sido buenas especialmente ese año, recordó la primera vez que lo encontró bebiendo, estaba tan mareado que no podía sostenerse en pie, se quedó a su lado, hasta que se quedó dormido.

De pronto abrió los ojos.

No cabía duda, realmente estaba enamorada de él.
No sabía desde cuando exactamente, pero podría decir que fue mucho antes de comenzar con su noviazgo.
Le quería.

Se incorporó sobre la cama y se tallo los ojos, les cuestionó a sus acompañantes cuánto tiempo llevaban dormida y descubrió que realmente solo llevaba media hora en ese estado de reposo. Soltó un suspiro y creyó que era momento de a lo mejor ceder ante su novio, después de todo, desde niños, casi siempre era él quien iba a buscarla después de una discusión, aunque esta vez no fuera su culpa, sentía que no estaba mal perder el orgullo por alguien a quien amabas, solo de vez en cuando.
Estaba a punto de llamarle cuando una notificación llegó a su teléfono, al parecer, tenía una solicitud en una de sus redes sociales.
La foto de perfil mostraba a alguien que ya conocía muy bien, se trataba de Alexa, frunció el señor casi al instante pues no sabía porque buscaba establecer algún tipo de contacto con ella, al menos ahora, que Adrián y ella terminaron, quizás solo buscaba saber de alguna manera, como Adrián había continuado con su vida tras esa separación, aunque no entendía porque la buscaba a ella, sería más fácil enviarle una solicitud a su hermano, aunque...eso sería demasiado obvio.

Bueno.

Ella no tenía fotos con Adrián, así que pensó, sería inofensivo.

Dio click en aceptar quiso salir de la app para buscar a Gabriel en sus contactos, sin embargo, apareció una nueva story en el perfil de Camila, solo por mera curiosidad, lo abrió y en la foto podía verse claramente la cancha de la escuela, no había nada de raro, a excepción de que la fotografía enfocaba a un chico, de perfil, mientras este tenía una pelota de basket en las manos, unas letras blancas decían: "so  pretty" con un corazón igualmente blanco adornandolo.
Reconocería ese porte en cualquier lugar.

Era Gabriel.

Sintió un vacío en el estómago que jamás había experimentado con anterioridad.
El aire escapó de sus pulmones.

¿Por qué se sentía así?
Gabriel jamás haría algo como eso...él mismo lo había dicho.
¿Entonces, por qué estaba tan molesta?

Ya no quería enviarle ningún mensaje.

Sus amigas lo notaron e Irene se alejo de la cama para mirar a la ventana de la habitación, Brenda apretaba los dientes y los puños con enojo mientras miraba la story, todas tenían demasiadas preguntas y ninguna respuesta.

—Heli...el otro día ví algo raro, no quería contarte porque no estaba segura del todo—Irene volvió a acercarse a la cama y tomo aire antes de empezar con su relato.

Esto se iba a poner feo.

_______________________________

Irene.

Su grupo y ella se encontraban en el patio, al parecer su maestro quiso darles la clase afuera porque según él, los alumnos no debían estar sentados todo el día, encerrados en la misma aula aburrida de siempre, todos se encontraban sentados, haciendo un medio circulo entorno al profesor mientras les explicaba algo que Irene realmente ya no recordaba, de hecho dejó de poner atención cuando notó como Camila no despegaba la mirada de las canchas de cemento, a un par de metros de ellos, parecía mirar con atención a un chico en particular.
Gabriel brincaba de acá para allá, metiendo varias canastas mientras sus compañeros lo vitoreaban y el profesor le pedía que pusiera la muestra nuevamente de como se debía saltar para anotar un punto expectacular.
Su grupo se encontraba en educación física, por lo que la mayoría de los chicos estaban sudando y a veces se subían las playeras para limpiarse el sudor de la frente, Irene no reprimio una mueca de asco a te tales acciones e intento volver a tomar nota, pero le incomodaba más como es que Camila no parecía querer quitarle la vista de encima.
Aunque un jalón de cabello por parte de uno de sus compañeros y un comentario despectivo me hizo reaccionar por un rato.
Su maestro les pidió que por favor se dispersaran por el patio para realizar una actividad escrita que debían entregarle dentro de veinte minutos, solo que no molestaran al otro grupo con sus respectivas ocupaciones.

Irene se desplazó con su libro, libreta y lapicera hasta su "pequeño pedacito de cielo", y dejó de lado la actividad, para observar a Camila junto con Aby. Ambas chicas rodearon la cancha de cemento y tomaron asiento justo a un lado de una de las canastas, eso en su opinión, era tremendamente estúpido, pues les aseguraba recibir algún balonazo, pero eso pareció no importarles. Algunos niños se acercaron para tomar agua y Camila se levantó rápidamente para alcanzar una botella en forma de gusanito en color azul, para dársela a Gabriel, quien la miró con una expresión extraña, llena de confusión antes de tomar la botella y llevársela a los labios. La dejó en el mismo lugar de antes, pero Camila la tomó y se la llevó, mientras reía.

Irene bien sabía que Gabriel no podía permitirse perder esa botella, pues según le contó Helena, fue ella, quien se la obsequio el año pasado, intentaba burlarse de él por tenerle miedo a las lombrices. Aunque ahora, desde que se hicieron novios, Gabriel la llevaba a todas partes.

Continuo mirando, desde lejos y el coqueteo era bastante claro, al menos del lado de Camila, corría de aquí para allá, jugando con la botella, intentando hacer que Gabriel la persiguiera, sin embargo, él se detuvo en seco y al parecer debió decirle algo muy feo y hablarle en un tono más fuerte. No alcanzaba a escuchar lo que decían, pero notó como la sonrisa en el rostro femenino decayo. Gabriel le arrebato la botella en un movimiento brusco y después se fue.

¿Quién era la arpia ahora?

Después de eso se concentró en realizar su trabajo para esa hora, no alcanzó a percibir en que momento me sacó la dichosa foto pero supuso, debió ser después de eso.

Ocurrió un martes.
El viernes de la siguiente semana pasó algo más.

Todos estaban reunidos en el salón, esperando que su maestro llegara con los exámenes a realizar ese día, Irene se encontraba sentada junto a Aby, ya que, solo la mantenían cerca cuando eran períodos de evaluación. Aby le copiaba a ella y luego le pasaba las respuestas a Camila, ya no tenía caso negarse, si lo hacía, se ganaba gritos, jalones de brazos, empujones entre tantas cosas más. Claro que intentó comentarselo a su asesora, incluso a la directora, pero aparentemente estaba demasiado cansadas o ocupadas para prestarle atención.
Quizás, debía ocurrir algo demasiado traumatico como la vez pasada, para que le hicieran caso.

Camila dejó su teléfono sobre la mesa, encendido.

¿Quién demonios hacía eso?

Aunque claramente podía alcanzar a leerse un par de mensajes, todos de ella, simples "Holas", o "Cómo estás?", ¿qué haces", cosas por el estilo.

No había ninguna respuesta.
Desde hace días.

Le estaba enviando mensajes a Gabriel, lo sabía por la foto de perfil, ella no lo tenía agregado, pero si reconocía a su mejor amiga, abrazando al chico y el sosteniendola por la cintura.

Todo estaba claro.

Quería que ella lo viera, para irle con el chisme a Helena.
Irene trago saliva y fingió no haberse dado cuenta, recostandose en la mesa.

Por lo visto él jamás respondió e Irene estaba segura de que no lo haría.
No era tan tonto como para hacerle algo así a su novia.

Así que no iría a contarle a Helena.
Porque ahí no estaba pasando nada.

Se trataba solo de Camila poniéndose en ridículo, de nuevo.

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—¡Pero que zorra!—grito Brenda con indignación, antes de estampar su mano abierta contra la cama.
—¿Estás segura de que Gabriel...?
—Segurisima, él no le prestó atención ni respondió nada.
—¿Entonces la foto?—las tres se miraron entre sí, como buscando una explicación para ello.
—Debió tomársela sin permiso—especuló Irene.
—¿Puedo enviarle un mensaje, diciéndole lo ofreci...?
—¡No!—gritaron al unísono Irene y Helena, mientras miraban a la tercera integrante con algo de miedo.
—Solo decía—nuevamente el silencio inundó la habitación, nadie decía nada, pero las dudas seguían llegando.
—¿Por qué no me ha buscado entonces?—Helena se puso de pie y se tapó el rostro con ambas manos—¿Por qué hacerme algo así?, no lo entiendo.
—Esta ardida—explico Brenda con tranquilidad—Y bueno, ¿quién no?, yo también estaría bien ardidota si una pulga me hubiera madreado enfrente de todos—la frase ocasionó algunas risas y un momento de relajación para el grupo sin embargo, y logró aplazar la amargura de lo que estaban enfrentado. Pero no por mucho tiempo—Yo creo que no te ha buscado porque no sabe como resolver la jalada que hizo en tu cumpleaños.

Irene asintió con la cabeza.

—No creo que Camila tenga que ver en ese problema. La verdad esta muy fea como para que Gabriel le haga caso—Irene sabía que no era quien para juzgar el físico de los demás, pero Dios, se sentía algo poderosa cuando la hacía.
—Parece sacada de Tepetongo o una madre así—dijo Brenda.

Y quizás era verdad.

Todas rieron con aquel comentario.
Sonaba algo clasista pero que se le podía hacer, todos en este mundo usaban ese tipo de palabras para ofender a alguien que no les agradaba, eso no quería decir que estaba bien, claro.

—¿Dónde queda Tepetongo?—preguntó Irene entre risas.
—Ah, no sé, pero suena muy, "autóctono"—murmuró haciendo comillas con los dedos en la última palabra.

Le agradaba más la nueva Brenda.
Antes de terminar su última relación, era sumamente complaciente, quería llevarse bien y agradarle a todos, aunque a veces eso significara que la pisotearan sin sentir mucha culpa y eso incluía a Janet.
Después de descubrir el engaño y todo eso, simplemente dejo de importarle como la percibían los demás, ahora, gustaba de expresarse libremente, lo que de verdad pensaba, no ideas burdas para tratar de encajar en cierto estándar.
Se sentía feliz por ella, aunque a veces sus comentarios lastimaran a otros.

La característica que compartían todos ellos es que en algún momento le hicieron daño, mucho daño.

Como la vez en la que le dijo a Janet algunas verdades acerca de su forma de ser, o cuando le grito a uno de sus compañeros que ni graduándose de la preparatoria dejaría de ser un imbécil.

Aunque también sabía cuando controlarse.

Pero ahora tenía otro problema, tenía que hablar con Gabriel.
No sabía bien, que palabras debía elegir y su corazón seguía palpitando dentro de ella, dolorosamente.

Tenía miedo y por primera vez, eso no se debía a alguna competencia...

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