Capítulo 26.

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Yo y mi gran bocota.

¿No pude solamente quedarme callada e ignorarlo?

—¿Eso es salteado? ¡¿Te lo parece?! —grita de nuevo a alguien más y vuelvo a encogerme.

La pobre chica llora desde su estación de cocina y yo decido que no necesito otro hombre en mi vida gritándome. Por lo menos Grey me paga.

Discretamente recojo mis cosas y espero a que el chef se dirija a torturar a alguien más, luego salgo de ahí corriendo. Subo al auto del señor Grey que tomé y conduzco hasta la casona.

Apenas estaciono en la entrada, mi buena amiga Gail abre la puerta y me mira con confusión, sabiendo que todo el día estaría en el dichoso curso que Grey pagó.

—¿Ana? ¿Cariño? —se detiene al pie de las escaleras para mirarme—. ¿Qué paso?

Me arrastro fuera del auto con un puchero en los labios.

—¡Ese horrendo hombre me gritó cuatro veces por lavar papas! ¡Papas! —chillo—. Y dijo que me veía más bonita en un aparador, llenándome de polvo.

—Cariño...

Gail me abraza y me reconforta como una madre, me lleva dentro de la casa con ella porque está organizando la comida y me sienta en una de las sillas de la barra.

—Puedes intentarlo otro día. —sugiere.

—No pienso volver, ¡No me importa lo que diga el señor Grey sobre mis habilidades culinarias!

O la falta de ellas. Aún quiero darle una lección, pero tendrá que ser en algo que si pueda hacer para que me respete y me reconozca como una persona capaz.

—Déjame a mi enseñarte.

—¿De verdad?

—Si, no te puedo dar un certificado pero puedo enseñarte a preparar cosas sencillas.

—Eso sería genial, Gail, ¡Gracias! —la abrazo porque estoy muy feliz.

No solo debo probarme ante Grey, mi madre también cree que soy un inútil y papá, bueno, el piensa que soy demasiado mimada.

Carajo.

—Gail, ¿Aún tienes mi uniforme gris?

—Hmm, si.

—¿Puedes dármelo? Quisiera volver a usarlo.

Me mira con los ojos entrecerrados por un momento, pero sé que está conmigo cuando sonríe. Va por el pasillo hacia el área de empleados y vuelve con la ropa.

—Le quité la mezcla de la masa —señala—. Quedó como nuevo. ¿Que piensas hacer?

Solo a ella le confiaría mis planes.

—Voy a ser el chofer y asistente que el señor Grey espera que sea.

—Oh, no —suspira—. Tengo un mal presentimiento de todo esto, cariño.

—Confia en mi, Gail. Voy a ser el mejor empleado que el señor Grey ha tenido, ¡Incluso mejor que Taylor! —chillo.

—¿Segura? —ella no suena tan animada como yo.

—Lo verás, se dará cuenta que soy muy útil y capaz de muchas cosas.

Gail vuelve a suspirar pero me deja ir para que pueda vestirme. Teniendo mi uniforme, lo único que necesito es recoger mi cabello en una pequeña coleta en mi nuca y unas gafas de sol para lucir como Andrew de nuevo.

Espero impaciente a que el señor Grey me llame para encomendarme alguna tarea útil y finalmente lo hace cerca de la tarde. Gail dice que debo ir hasta GEH y esperar indicaciones.

—Vamos, Ana, ¡Puedes hacerlo! Me animo a mi misma.

Conduzco hasta la empresa de Grey y voy directo al estacionamiento. ¿Cómo puedo mejorar mi trato de empleado? ¿Siendo más atenta? ¿Abriendo la puerta?

Taylor se encuentra cerca del ascensor, hablando por teléfono e ignorándome como de costumbre. Hace una seña para que espere, mirando de reojo mi uniforme y mis lentes oscuros que tomé de él.

Las puertas metálicas del ascensor principal se abren y Grey sale de él con el maletín en la mano.

—Encargate de eso —le gruñe a Taylor.

Camina hasta mi auto y se detiene junto a la puerta del pasajero.

—¡Oh! —brinco cuando reacciono —¡Yo abro!

Tiro de la manija y la puerta para que mi jefe pueda subir al auto, molesto y con mucha prisa por alguna razón. Ni siquiera me saluda cuando me mira con el ceño fruncido, solo espera a que me ubique en el puesto del conductor.

—Llávame a Elliot Bay, ahora.

—¡Si, señor!

Sus cejas se alzan ligeramente con sorpresa y solo entonces se percata de mi uniforme gris.

—¿Le pasó algo a tu ropa?

—No, ¿Por qué? —lo miro rápidamente a través de mis lentes oscuros—. ¿No le gusta mi uniforme?

Sus ojos se entrecierran pero sus labios se estiran en una mueca divertida.

—Solo me pregunto cuál es el motivo de todo esto.

¿Está dudando de mi?

—Estoy tratando de ser un buen empleado, señor Grey.

—Christian... —me corrije—. ¿Y por qué? ¿Ya quieres un aumento?

—¿Puedo pedirlo?

¿Obtener ascensos es así de fácil? ¡Estoy progresando en el sector laboral!

—Espere un momento, —chillo cuando salgo de mi ensoñación—. Quiero ser un mejor empleado para usted, soy igual de útil que Taylor y mucho más bonita.

—Lo eres —sonríe.

—Voy a ser tan buena empleada que querrá pagarle lo que le paga a él.

—¿Ah, si?

—Si. ¿Una mentita? —le muestro la cajita que cargo en mi bolsillo—. ¿Una botella de agua?

Pongo de nuevo mi atención a la carretera cuando estamos cerca de la bahía, estacionando en el lugar que me indica Grey antes de saltar del auto casi en movimiento.

No sé si debería bajar, pero el sonido de las voces y las luces de los autos patrulla llaman mi atención y estoy junto a mi jefe en cuestión de segundos.

—¿Qué mierda pasó aquí? —gruñe cuando se acerca a un par de hombres, ambos de traje.

—Señor Grey, lo sentimos mucho —el calvo evita su mirada—. Otro de los yates tuvo un problema y...

—Se estrelló contra el muelle a alta velocidad —continua el otro.

Permanezco en silencio detrás de Grey sin entender nada. Lo veo apoyar sus manos en su cintura y girar hacia uno de los pasillos del muelle, donde la punta de un barco se observa en posición extraña.

—¿Y ese es mi jodido problema? ¡Arréglenlo! —señala el barco de la punta extraña—. ¡Antes de que mi catamarán termine en el fondo del muelle!

Jamás había visto al señor Grey tan molesto como ahora, incluso los hombres frente a él palidecen con su furia.

¿Qué haría Taylor en este caso?

Lo único que se me ocurre es apoyar mi mano en su brazo y tirar de él para alejarlo, tal vez dar algunas palabras reconfortantes.

—¿Christian? —mi mano alcanza la suya—. Ven conmigo, necesitas dar un paso atrás.

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