Capítulo 27. Grey.

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Es un puto desastre.

1.5 millones de dólares están a punto de hundirse en el muelle de Elliot Bay y nadie puede resolver el jodido problema.

Andrew... Ana me lleva de vuelta a dónde estacionó el auto, empujándome contra el cofre para que me siente. Sus ojos azules se mueven de un lado a otro como si me estudiara.

—Lo siento por asustarte.

—No estoy asustada, Christian. Estoy preocupada por ti.

¿Por mi?

No soy yo el que acaba de ganarse una demanda millonaria por negligencia y daños. Esos imbéciles.

—Estoy bien, nada que un buen vaso de whisky no arregle.

Sus pequeñas cejas se fruncen en un puchero. ¿Será consciente ella de todas esas expresiones?

—El alcohol no soluciona nada, debería saberlo. —vuelve a tratarme de usted—. Y sé que es más listo que eso.

El puchero resalta sus labios en forma de arco y me recuerda a la noche de la gala, la noche en que la besé.

¿Se dejaría besar de nuevo?

No estoy dispuesto a quedarme con la duda, así que jalo su brazo para acercarla a mi tan rápido que tropieza y cae entre mis brazos.

—¿Señor Grey?

Observo sus labios cuando se mueven, diciendo mi nombre lentamente y en un bajo susurro. Sus mejillas se enrojecen por la vergüenza y mi mano sube para acariciar su mandíbula.

Luego la beso.

Primero suave, un pequeño recordatorio de lo que ya vivimos antes. Mis brazos la rodean para acercarla más, apretándola contra mi cuerpo.

—Ana... —susurro entre el beso.

Los lentes oscuros siguen puestos, así que no sé si cerró los ojos o me mira, pero se deja guiar por mis labios. Una pequeña mordida a su labio inferior y ella chilla.

—¿Señor Grey? —me llama con su voz rasposa de deseo.

Pero no la dejo hablar, vuelvo a besarla con fuerza porque justo ahora es todo lo que necesito para olvidarme de este jodido problema. Tal vez debería llevarla a casa ahora.

—Ana —suspiro mordiendo su labio.

—¿Señor Grey? —me llama más fuerte, luego un carraspeo.

Mierda.

Me aparto de Ana y giro para mirar a Taylor removiéndose con incomodidad al otro lado del auto. Debió ser quien me hablaba.

—¿Si? —respondo sin dejar ir a la chica en mis brazos.

—La grúa industrial que solicitó está aquí.

Un camión se acerca por detrás de él a paso lento, con el personal del muelle guiando el camino y lanzándonos miradas curiosas.

La cara de Jason enrojece cuando nos señala con la cabeza.

—Creo que Ana debería mover el auto para que la grúa pueda maniobrar.

Cierto, el catamarán. Y la pequeña chica castaña que beso luciendo como un chico. También carraspeo para llamar su atención y señalo el auto con la cabeza.

—Mueve el auto, nena.

Ella asiente, buscando las llaves en el bolsillo de su saco mientras me acerco a Taylor. El personal coordina el movimiento de los otros vehículos mientras miramos.

—La aseguradora viene en camino para evaluar los daños, señor.

—De lo que haya quedado —me quejo. No solo los revestimientos de madera y los muebles se vieron afectados, la instalación eléctrica y todos los aparatos dentro son pérdida total.

—¿Quiere que me encargue del resto?

—Si. Pero quiero asegurarme que pueden sacar el catamarán antes de irme, necesito saber que el trabajo se hizo.

Taylor asiente, sabiendo que no puedo irme hasta saber que este jodido lío está siendo resuelto.

—¿Quiere que envíe a Andrew... a Ana de vuelta a la casona?

—No. —respondo sin pensarlo—. Tenerla cerca ayuda a controlar mi enojo.

Supongo que Jason no esperaba una respuesta de ese tipo, porque sus ojos giran rápidamente para mirarme con una expresión extraña.

—Si, lo sé. No sé qué estoy haciendo con ella.

Aparte de besarla a la vista de todos.

Pero quise hacerlo, y quiero tener la oportunidad de hacerlo cada vez que pueda, quiero que esté a mi lado sosteniendo mi mano aunque no tenga la menor idea de lo que ocurre.

Mierda, la quiero de novia.

Ella se acerca lentamente por detrás de la grúa, mirando sorprendida cómo la pluma se extiende por encima de nuestras cabezas para colocarse junto al catamarán, los empleados del club marítimo sujetándolo con cadenas.

—Eso es enorme —chilla, señalando con el dedo.

—Hará el trabajo en minutos, ¿Quieres ver?

Taylor se aleja de mi para hablar con uno de los empleados, dejándome de nuevo con Ana y su curiosidad.

—¿Podemos verlo sacar el barco? —sus cejas se alzan.

—Catamarán, y si, por supuesto.

Está tan absorta en su asombro que no nota cuando me acerco.

—Sal conmigo... De nuevo. —le pido.

—¿Quiere una cita?

—Si.

—¿Por qué? ¿No se cansó de molestarme?

Eso me hace reír.

—Dije que lo sentía, no quise ofenderte Ana. Hasta ahora creo que has hecho un buen trabajo —me trajo aquí sin ocasionar un accidente, lo considero un progreso.

No es que vaya a señalarlo en voz alta.

—¿Acostumbra a salir con sus empleados? —pregunta.

—Solo con los que me gustan. —le sonrío.

Ella también me sonríe, luego mira sus zapatos.

—¿Y cuándo sería esa cita?

—Ahora.

No me importa dejar el asunto del catamarán justo ahora.

—¿Ya? —se señala—. No estoy vestida para la ocasión.

Cómo si eso fuera a detenerme.

—No será la primera vez que vamos a cenar y llevas ese uniforme —le recuerdo—. Y la prensa ya sabe que tengo un amorío con uno de mis empleados.

—¿Si? —es su turno de reír.

—Si. Con uno de ojos azules y cabello castaño.

Ana sigue sonriendo cuando me acerco para alcanzar un pequeño mechón de su cabello que se liberó de la coleta y acariciarlo con mis dedos. Se sonroja por el gesto y muerde su labio inferior.

—Bien, tomaré esa cena con usted.

Solo basta que haga una seña hacia Taylor para que sepa que me voy con Ana y él se queda a cargo. Después de todo, no hay nada qué rescatar del catamarán.

Ana se adelanta algunos pasos y abre la puerta del copiloto para mí.

—Señor... —señala con una sonrisa y entro en el asiento.

La veo rodear el auto y acomodarse en el puesto del conductor. Pone el motor en marcha antes de mirarme.

—Si la cita sale bien, ¿Puedo pedir un aumento?

¿Qué?

—Supongo que si, aunque lo mejor sería mantener la relación laboral y la sentimental separadas.

Ella sonríe.

—Usted fue quien mezcló las cosas al besarme, señor Grey. Y charlar sobre ese aumento haría nuestra cena más amena, ¿No le parece?

Eso me causa gracia, así que asiento sabiendo que Ana está por obtener ese aumento.

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