Capítulo 28.

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—Esta es, sin duda, mejor cita que la última.

Christian sonríe y bebe el último trago de su copa de vino. Me perdí el asunto de la grúa sacando el barco de la bahía, pero la deliciosa cena lo compensa.

—Antes de irnos, hay algo de lo que quiero hablarte. —dice.

¿Ahora que hice?

—¿Es por lo del aumento? ¿Lo pensaste mejor?

—No sobre eso. Sobre tu y yo.

Oh.

Christian me mira de una forma tan insistente que siento el calor irradiar en mi cara, avergonzada por su atención. Paul jamás me hizo sentir así, y no es ni la mitad de guapo que Christian.

—¿Qué hay sobre nosotros? —balbuceo, queriendo que continúe.

—Le prometí a tu padre que iría lento y te dejaría tomar tu propio ritmo, pero he cambiado de opinión.

Su mano se estira a través de la mesa para tomar la mía, acariciando suavemente el dorso.

—Ya dije que me gustas y quisiera que esto progresara a algo más formal.

Mis cejas se arquean antes de que pueda entenderlo.

—¿Formal? Pero si apenas nos conocemos.

—Te conozco —dice.

—Conoce a Andrew, su empleado. No me conoce a mi... ¿O sí?

Ahora estoy comenzando a asustarme.

—No creo que Andrew esté muy lejos de Anastasia, para mí es una sola persona esforzándose en su primer trabajo. ¿Me equivoco?

—No. —retiro mi mano de las suyas. Incluso cuando lo intenté, fui un Andrew rebelde y caprichoso.

—Aunque, creo que hay un pequeño asunto pendiente por confesar —me mira—. ¿Quieres comenzar?

Carajo, mi esfuerzo por ganarme el aumento se derrumba.

—Yo... bueno, si hay algo que quiero decir. Sobre mi. —balbuceo las palabras—. Entré a su casa con la intención de robar.

No dice nada, solo me mira como si ya lo supiera todo y eso es peor. ¿Lo supo todo el tiempo? ¿Solo se burló de mi y de mi pésima actuación?

Apoyo las manos en mi regazo, juntando el valor necesario para mirar sus ojos grises y explicar el gran embrollo que es mi vida.

—Quería recuperar mi anillo de compromiso, que puse en su bolsillo...

Por accidente. Mejor dicho, en un ataque de celos por mi estúpido novio. Ex novio.

—Te recuerdo —dice y la sangre desaparece de mi cuerpo—. Eres la chica de la Gala de los Kavanagh.

—Si, era yo. ¿Pero cómo...?

—¿Lo sé? —me interrumpe, con una pequeña sonrisa—. Fue la mejor parte de mi noche. Aunque no creí que volvería a verte.

Me toma un momento responder, sobre todo por la vergonzosa admisión de mis problemas con Paul.

—Así habría sido si mi prometido no hubiera desaparecido del baile para besuquearse con una camarera.

Cuando sus cejas se arquean, comprendo que eso no lo sabía.

—¿Te engañó antes? —su expresión de incredulidad—. Me queda claro que el chico es imbécil.

—Eso es tan dulce, Señor Grey.

Él sonríe, haciendo una seña a la camarera para que tome nota de la cuenta. Supongo que siendo el dueño no tiene qué pagar y mi madre amaría saber eso.

—Vamos a casa. —ordena.

Recojo el saco y los lentes que me quité cuando llegamos para estar cómoda y dejo que me guíe a la salida con su mano apoyada en la curva de mi espalda. Debemos lucir realmente extraños porque el resto de los comensales nos mira.

—¿Señor Grey? —intento llamar su atención—. La gente nos mira.

Se detiene cuando estamos cerca de la entrada, la chica de la otra vez mirándonos confundida.

—No veo el problema, déjalos mirar.

—Pero creen que usted es gay, y soy una chica.

Vuelve a sonreír y caigo en cuenta que ésta tarde lo ha hecho más de lo que recuerdo. Él realmente disfruta de mi compañía.

Tomando en cuenta sus palabras, sonrío de vuelta y me acerco para besarlo, un pequeño piquito  que hace latir más rápido mi corazón. Christian no se aparta, deja que el beso ocurra como si nadie más existiera.

No le importa mi apariencia, ni quién nos vea. O el hecho de que estamos llamando la atención de todo las personas del restaurante. Paul se habría avergonzado por menos que eso.

Dios, qué estúpida.

El saco cae cuando levanto mis brazos para sostener al hombre que beso, feliz de conocerlo y tener otra oportunidad con alguien que tiene interés en mi.

No soy tan tonta, sé que Christian se siente atraído por mi apariencia pero, ¿Terminará aburriéndose de mi actitud?

Cuando hemos terminado de conectar con nuestros labios, nos apartamos compartiendo sonrisas tontas.

—¿Eso es un a mí propuesta?

—Si. —asiento para enfatizarlo—. Me encantaría.

Creí que volvería a besarme, pero en lugar de eso me empuja nuevamente por la cintura para volver al auto. La prisa es tanta que abre la puerta del lado del pasajero para que yo entre y él se sitúa en el lado del conductor.

No enciende la música ni conversa mientras conduce, en cuestión de minutos estamos entrando en su propiedad de Broadview.

Bajo del auto esperando ver a la señora Jones en la puerta o a Taylor quejándose de algo, pero tampoco están cerca. Grey se acerca para tomar mi mano y me empuja de nuevo dentro de la casa.

—¿Quiere que Gail...? —no termino la pregunta porque me besa, justo como lo hizo en el restaurante.

Sus manos rodean mi cabeza para que no me aparte mientras me empuja por las escaleras, mis pasos lentos y torpes porque jamás subí la escalera en reversa. El movimiento se detiene cuando mi espalda golpea la madera de su puerta.

—¿Christian? —lo llamo cuando puedo apartarme, sus besos bajando por mi cuello—. ¿Señor Grey?

—Shh, nena. Todo estará bien.

Siento cosquillas por su barba rasposa cuando sigue dando besos a cada lado de mi cuello, mis pensamientos dirigiéndose a un solo lugar, igual que mi sangre.

—¿Christian? —intento de nuevo.

—¿Si? —murmura buscando los botones de la camisa blanca.

—Soy virgen. —confieso.

—Lo sé.

¿Lo sabe?

Tengo que detenerlo ahora.

—Quiero seguir siendo virgen.

Eso sí llama su atención, porque suspira y levanta la cabeza.

—Sé que es muy pronto para hablar del tema, pero debes saber que solo me entregaré el día de mi boda.

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