Capítulo 46. Grey.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Estás volviéndome loco.

Ana camina de un lado a otro en la sala, mordiendo su uña en un gesto nervioso que me parece extraño para alguien que usó manicura costosa desde su adolescencia.

—Nena, tranquilízate. Todo va a salir bien esta noche.

—No lo sé —sigue caminando y mareándome—. ¿De verdad lo crees?

—Si. —le aseguro, pero no parece escucharme.

Tal vez dar vueltas por la sala la tranquiliza de alguna manera. Decido abordar el asunto desde un punto de vista diferente.

—Y si todo va mal, siempre podemos hacer que Taylor los eche fuera.

—¡Christian! —chilla—. Son mis padres, no puedo simplemente correrlos, en todo caso prefiero no verlos.

—Nena... —exhalo para mantener la calma—. Tienes qué decirles. Cuando se enteren que estás embarazada será mucho peor, créeme.

Deja ir su uña mosdisqueada y se pasa las manos por el rostro, sobre el maquillaje. Permanezco en silencio para no alterarla más.

—Bien, haremos esto —agita las manos—. Vamos a cenar primero y les daré la noticia cuando estén listos para irse, de esa forma no habrá silencios incómodos.

Si tú lo dices.

El tiempo se agota cuando un auto estaciona en el frente de la casa, la voz de Taylor viniendo desde afuera antes de abrir la puerta para ellos.

—¿Annie? —el señor Steele es el primero en asomar la cabeza—. ¿Pastelito?

—¡Papá! —chilla antes de abrazarlo.

Su vientre es aún pequeño incluso con ese vestido rosa ceñido, pero de igual forma gira la cadera para que no la presione.

—¿Pero cómo se atreve? —su madre también aparece en la puerta—. ¡Ese hombre no tiene modales!

Me mira a mi, no a su hija. ¿Habla de modales? Ni siquiera ha saludado.

—Oh, ¿Se refiere a Taylor? —finjo sorpresa—. No le gustan las visitas.

—Debería despedirlo, Christian. Hombres como él son fáciles de reemplazar. —me aconseja.

Ana y su padre solo nos miran con atención. Meto las manos a los bolsillos cuando me acerco a mi esposa.

—Taylor es de la familia —estrecho la mano a Raymond—. Gracias por venir esta noche, la cena está lista.

Sostengo la mano de Ana antes de que la apoye contra su vientre, como hace desde que supo que está embarazada, y señalo el camino a nuestros invitados hasta el comedor.

Gail ya ha servido gran parte de los platillos en la mesa, así que traigo un vino para los invitados mientras soy solidario con mi esposa y ambos bebemos limonada.

—¿Y cómo fueron las vacaciones de la luna de miel? —el señor Steele sonríe ampliamente.

—Maravillosas —Ana toma mi mano por encima de la mesa—. Visitamos muchos lugares muy bonitos.

—¿Te acordaste al menos de traer un obsequio para tu madre? —dice, mirándola.

Es mi turno de presionar su mano para que recuerde que tiene mi apoyo, y que debe comenzar a enfrentarse a su madre en algún punto.

—Si, mamá, te traje algo de mi luna de miel —gruñe antes de tomar un sorbo de limonada—. También te traje algo, papá.

Ray Steele sonríe a su hija.

—Annie, no era necesario. Todo lo que quiero es verte feliz. —ella también sonríe.

—En ese caso, te alegrarás de saber que... —mierda, ¿Ahora?—. Estoy embarazada.

Lucho contra las ganas de fruncir el ceño porque ella dijo que lo haría al final de la noche. Supongo que la emoción fue más fuerte.

—¡Oh, Dios mío! —chilla Carla antes que Raymond pueda reaccionar—. ¡Esa es una maravillosa noticia!

No esperaba esto, creí que el padre de Ana se alegraría por nosotros, pero es su madre quien prácticamente brinca de felicidad. El señor Steele me mira fijamente.

—¿Christian? ¿Tienes un buen whisky en tus reservas de alcohol?

—Por supuesto.

Ana me mira con un gesto confuso, así que palmeo su hombro antes de guiar a su padre a mi estudio, donde guardo mi licorera y algunos puros cubanos importados.

Cierro la puerta detrás de mí asumiendo que tendremos una charla interesante.

—Usted dirá. —digo mientras lleno dos vasos de mi whisky—. ¿De qué quiere hablar conmigo?

—Creí que esperarías, dije que Annie era muy joven para ser madre —. No, no lo dijo—. Y ahora que está embarazada, su vida entera se detendrá.

No lo hará.

—Dudo mucho que eso ocurra, Señor Steele. Usted sabe lo obstinada que es su hija.

—Es totalmente diferente —gruñe—. Ella puede seguir jugando a la decoradora todo lo que quiera, ¿Pero un hijo? Mi pastelito no está lista para eso.

¿Qué carajos ocurre con estos padres?

—La subestima, Ana no es una niña y le sorprendería lo mucho de lo que ella es capaz cuando se le permite tomar las riendas. —le entrego el vaso pero lo deja a un lado—. Y no la forcé a nada, solo ocurrió.

—¿Y espera que crea eso?

—No me importa si lo cree o no, la única opinión que cuenta es la de Anastasia. Y apreciaría mucho que respete nuestra desición.

Se bebe el whisky de un solo trago, luego me hace una seña para que le sirva de nuevo.

—Lo siento, me cuesta creer que mi niña es una mujer madura, y pronto será madre —vuelve a beber—. Tienes razón, ella tiene que vivir su vida.

Gracias Dios, al menos uno de ellos entiende la situación. Tomamos el whisky en silencio, dando tiempo también a que Ana hable con su madre.

Raymond deja el vaso sobre el escritorio mientras bebo el mío. Antes de que se aparte, el móvil vibra en su bolsillo.

Lo miro esperando que sea su esposa, pidiendo volver a casa porque la charla con Ana no resultó, pero él sonríe y se lleva el móvil a la oreja.

—Cariño —saluda sin importar que yo escuche—. No, aún estoy de visita con mi hija. ¿Pasa algo?

No pretendo ser indiscreto, pero la voz de una mujer joven viene del otro lado de la línea y mi vista se clava en él.

—Por supuesto, cariño. Iré tan pronto como deje a Carla en la casa, ¿Está bien? —ignora mi mirada—. Yo también te amo.

Imbécil.

¿Quiere meterse en mi matrimonio cuando no puede comprometerse en el suyo?

—Mujeres... —guarda el móvil en el bolsillo cuando termina la llamada—. Todas son tan complicadas, ¿Cierto?

Sonríe como si hubiera hecho una broma, o peor, yo fuera un cómplice silencioso. Y justo ahora Carla ya no me parece tan mala persona.

En lugar de responder a su comentario, lo amenazo.

—Si cree que debo guardar silencio porque es el padre de Ana, está equivocado. El único matrimonio que me importa es el mío. —su semblante cambia inmediatamente—. Y la próxima vez que usted o su esposa quieran opinar sobre nosotros, estaré encantado de mencionar esta conversación. ¿Quedó claro?

No asiente, no habla. Me mira con los labios apretados, girando para salir de mi estudio tan rápido que me cuesta seguirle el paso.

—¡Carla! ¡Nos vamos! —lo escucho gritar—. Despídete de Ana.

Mi esposa sigue en el comedor con su madre, y por su postura parece que estaba discutiendo.

—No, mamá. Darle un hijo no me hace mejor esposa —le dice.

La señora Steele niego con la cabeza.

—Sigues sin entenderlo, niña. Es una garantía para ti.

—No la necesito —Ana se abraza a si misma—. Soy feliz con Christian, haremos que las cosas funcionen para nosotros.

Carla presiona los labios con fuerza, pero ya no discute con su hija. Por fin.

—¡Carla! —gruñe de nuevo Raymond, desde la puerta principal—. Dije que nos vamos.

Ambas mujeres se dan un abrazo tenso y corto, antes de que la señora Steele siga a su esposo hasta la salida.

—¿Lo arruiné? —pregunta ella cuando ambos se han ido—. Creo que lo arruiné de nuevo.

Me acerco para abrazarla y beso su cabeza.

—Lo hiciste bien, nena. Dijiste lo que tenías qué decir. Ésta vez fui yo quien lo arruinó.

—¿Por qué? —chilla, mirándome.

Lo pienso solo un momento.

—Pude haber dicho algo que disgustó a tu papá sobre opinar en nuestro matrimonio. —dejo otro beso en su cabeza—. Definitivamente no fue tu culpa.

Y repito en mi mente la promesa que le hice: No seremos como ellos.

No lo permitiré.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro