XIII

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Cada noche estoy más cerca de hallar la respuesta; de comprender el fin de tu mente y sus bastardas intenciones. No es muy seguro andar por aquí, a merced de sombras que reptan y respiran. Te acechan desde sus informes reinos y es la luna la que los atrae. Es mejor bajo el bosque, protegido por la más absoluta tiniebla. Ahí solo debe uno preocuparse de su cordura. Machango ha encontrado algo. Está bien enseñado. Fue una suerte encontrarle antes de que algo lo devorase. Ahora el bosque sabe que no debe hacerle daño. Es la piel de un Jincho. Gracias, Machango, siempre tan confiable. Anda, toma, cecina de esa que prepara el borracho. Hace mucho que no veo al encapuchado. Algo en mí me dice que le conocí en mi otra vida. Ojalá poder acceder a aquellos recuerdos. Está ajada y corroída. Debe ser la suya, la misma antigüedad así a ojo. El olor agrio del aire lo empapa todo. Me acabará matando esta peste antes que cualquiera de esos diablos. No me viene mal que se oculte mi olor. A ti te está costando seguirme la pista, Machango. En fin. Esto corrobora la teoría. Nadie mató a ese Jincho. No se puede hacer. Solo entre ellos o a sí mismos. No oigo los pasos de los Kinzos. Eso es mala señal. ¿Machango? No te separes de mí. ¿Dónde estás, Machango? No me atrevo a abrir la boca. Debería al menos oír a Machango. Si me hubieran oído ya estaría muerto. ¿Cómo lo hará la vieja esa? Todos piensan que este lugar es olvido; una tierra de frígida inconsciencia. No... Este lugar es fuego y carne y vida desatada. Tanto que no se contiene. Aún está en sus albores pero pronto eso cambiará. Debemos salir de aquí antes de que eso ocurra.

La niebla está poblada de almas crueles; nadie está solo aquí ni por un instante. Creo que oigo su exaltado jadear. Está lejos. Ha vuelto al abrigo del bosque. Algo debe de haberle perturbado. No debería estar aquí ahora. Temo que si hago el más mínimo ruido no volveré a respirar. Noto los exiguos murmullos bajo mis pies. La tierra no me delatará. Somos todos parte de lo mismo; nuestra miserable y revuelta existencia bebe de la misma fuente. Diría que incluso nuestras mentes andan en sincronía. Son estas criaturas las que no pertenecen. Tal vez fueran las primeras moradoras de este bosque pero su aliento es cruel y enfermizo. Carecen de alma; de anhelos de vida y eso es lo que les hace tan terribles. Es miedo lo que siento, creo. No miedo a la muerte; al menos no per se. Odiaría que mi vida fuera cosechada por alguno de esos odiosos engendros. No hace justicia al valor de una vida; a la constante lucha por mantener lo que es tan preciado. Puedes mentirte todo lo que quieras pero jamás respetaste la vida. Tómale el pulso a mis pensamientos y se consciente de mis intenciones. Ahora sé que estás aquí y te encontraré antes de que tu deforme sustancia pueda terminar de formarse. Asumo que estarás oculto como un gusano en algún rincón perdido de las cuevas, chupando la humedad de la estéril roca como de una teta muerta. Tu ejército de bestias reptando gibosas y grotescas como carne sin mente para cuidarte de cualquier amenaza. Tan tierno, tan fácil. Me pregunto qué pasaría si te aplastase ahora mismo. Tu falsedad es repugnante. Este designio tan torcido y desalmado; tan metódico su construir como sádica su ejecución. ¿Qué existencia debiste tener para albergar tal malignidad? Puedo sentir la pureza de tu odio. Si, es posible que muera dentro de cualquier momento pero te maldeciré sin miramientos hasta que eso ocurra. Nada más puedo hacer. Sabrás de mí cuando vuelva a formase tu consciencia. Mi rabia estará impresa en cada raíz; en cada mente, pues aquí todos estamos conectados y tú, aunque seas nuestro señor, nuestro dios loco y enfermo creador, no perteneces a esta tierra, y te extirparemos como el cáncer que eres antes de que puedas crecer y descomponer toda esta accidental belleza con tu malicia. El suelo está fibrilando. Siento el metálico silbido en mi piel. Ya está aquí.


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