CAPÍTULO 11 - Cazadores

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—Si te atreves a tocarla... —amenacé y él rió con despreocupación, como si lo que hubiera dicho fuese un chiste. Miré cuidadosamente el cuerpo de Honor desmayado entre los brazos de un vampiro que no había visto antes.

—No le haré daño, solo si tú no intentas nada contra mí. De lo contrario, Angus... —señaló al vampiro de atrás—, le romperá el cuello en dos —terminó y apreté los dientes tan fuerte que terminaron doliéndome.

—¿Qué quieres ahora? —pregunté y alzó una ceja.

—Eso es algo obvio, vine para saber que has encontrado sobre la piedra de la noche.

—Nada —respondí seca y asintió lentamente, después me miró molesto.

—Veo que no le tienes interés a lo que yo pido, entonces yo no tendré interés en cumplir el trato —dijo antes de dar un paso hacia Honor.

—Nunca hubo ningún trato —espeté.

—Fue tu seguro a que yo te dejara seguir con vida, pero ya entiendo que no me estás sirviendo como yo esperaba. —Se giró hacia ella. Mierda....

—Bien, bien —acepté y me miró—, te ayudaré —solté esperando que se alejara de Honor, lo cual, para mi alivio hizo.

—Entonces, solo te daré dos semanas más, si no veo resultados, pues... querida, creo que ya sabes el resto —Radrick le hizo un gesto a Angus y este bajó a Honor dejándola en el suelo.

—¿Cómo se que tú cumplirás tu palabra? —cuestioné mirando a mi amiga inconsciente.

—¿Qué no lo he hecho ya? —inquirió con un poco de burla—, aunque tengo algo para ti, que te ayudará a confiar un poco más en mí —añadió sacando algo de su chaqueta.

Al ver que tenía mi amuleto en su mano, tuve que recurrir a todo mi autocontrol para no saltar sobre él y arrebatárselo.

—Considéralo un regalo —habló con una media sonrisa y me lo lanzó en el aire.
Lo atrapé por reflejo y casi me lo pegué al pecho con alivio, se sentía bien tenerlo de vuelta—. Por cierto, ahora que lo tienes podrás saber cuántos te han mentido —agregó y todo el alivio que sentía se esfumó.

—¿A qué te refieres? —pregunté molesta pero solo sonrió, como siempre.

—Lo sabrás cuando lo traigas puesto, ahora me iré y te recuerdo cazadora... dos semanas —susurró antes de desaparecer por el bosque con Angus detrás de él.

Dos semanas... esas palabras me perseguirían por muchos días.

Tendría que buscar la piedra, pero no podía entregársela a él, solo me quedaba tratar de proteger a las personas que me importaban, no sabía como haría eso pero lo lograría.

Me agaché rápidamente a lado de Honor, comprobé que aún respiraba, no tenía ninguna mordida pero sí un golpe en la cabeza.

Guardé el amuleto en mi bolsillo y con un hondo respiro puse a Honor en mi hombro. Diablos, se veía pequeña pero pesaba una tonelada.

Con un gruñido caminé lentamente aunque cuando iba llegando al estacionamiento me detuve un momento para darme un respiro.

—¿Scarlette? —distinguí la voz confundida de Dwight caminando hacia nosotras.

—Dame una mano —pedí y él la sostuvo rápidamente sin borrar la expresión extrañada.

—¿Qué haces? ¿A dónde la llevabas? —quiso saber mientras la miraba fijamente.

—Se desmayó, iba a llevarla a casa, al igual que como ustedes hicieron conmigo —respondí y asintió.

—¿Cómo pasó? —habló entrando al estacionamiento por lo que yo lo seguí.

—No lo sé, yo hablaba por teléfono y cuando regresé estaba tirada en el suelo —mentí y él se detuvo frente al coche de ella, yo rebusqué en su bolso y cuando encontré sus llaves le abrí la puerta trasera. Dwight la acostó sobre los asientos antes de cerrar con un ligero golpe.

—Oye —murmuré pero no contestó, porque estaba encerrado en sus propios pensamientos así que le toqué el brazo haciendo que él se hiciera hacia atrás.

—Lo siento, ¿qué? —preguntó y negué poniendo los ojos en blanco mientras abría la puerta del conductor.

—Iré contigo, te sigo por detrás —avisó caminando hacia su auto.

—No es necesario —dije cuando se sentó a mi lado.

—Si no lo hago, ¿cómo volveras luego? —inquirió y me encogí de hombros.

—Como quieras.

Conduje por varios minutos hasta detenerme en una grande casa, por suerte sabía que sus padres no estarían hoy así que abrí la puerta de la entrada y dejé que Dwight pasara antes de cerrarla.

Le indiqué donde era su habitación para que la dejara sobre la cama.

—Te espero abajo. —Y se fue.

Yo me acerqué hasta ella, le quité los zapatos y la cubrí con una manta antes de irme también.

Pensé en pasarle un algodón con alcohol por la nariz, pero deseché la idea, dejaría que descansara; además no estaba tan grave.

—¿No llamarás a sus padres? —preguntó cuando bajé.

—No, dejaré que ella elija eso. Si les dice, será su decisión —contesté antes de caminar hacia afuera.

—¿Podrías llevarme a la escuela? Debo volver —pedí y aceptó.

El regreso se tornó en un silencio total, cada uno sumido en sus propios pensamientos y problemas.

Cuando llegamos no dije nada y me dirigí a mi auto. Pero de pronto él entró y bufé.
—¿No tienes que ir con tus hermanos? ¿Y tu costoso coche lo dejarás solo aquí? —pregunté extrañada y se tensó ligeramente.
—No me necesitan por ahora y el coche nunca es problema para mí —murmuró.

Así que sin poder deshacerme de él, me dirigí a casa.

No lo invité a pasar pero Dwight no lo necesitó. Fue y se tumbó sobre el sofá.

—Sí claro, pasa y siéntate no hay problema —solté con sarcasmo pero solo me sonrió a medias.

Rodé los ojos al tiempo que iba y  prendía la televisión, después me paré y fui por unos bocadillos en la cocina.

Cuando regresé Dwight tenía en sus manos un libro, lo leía mientras movía los labios con rapidez pero sin emitir sonido, me senté a un lado y observé detenidamente su rostro sin imperfecciones y ese mechón de su cabello que caía hacia enfrente.

—¿Quieres? —pregunté tendiéndole un emparedado y sacudiendo la cabeza para alejar las ideas que me venían en esos momentos; él dejó el libro sobre la mesa, Guerra y Paz se leía como título. Era mi favorito.

—No, gracias —se negó amablemente y yo fruncí el ceño.

—Ahora que lo pienso nunca te he visto comer —lo acusé.

—Bueno, en ese caso... —Tomó uno y lo mordió—. ¿Qué? —quiso saber luego de un rato dándose cuenta de que no le quitaba la vista.

—Nada —musité seria, me levanté y me dirigí al baño más cercano.

Mojé mi cara, ¿por qué de repente sentía una extraña sensación al estar cerca de él? Era abrumador.
De pronto recordé mi onuxor, lo saqué de mi bolsillo y me lo puse, con eso me sentí mejor, era como recuperar una pieza faltante de mí.

Salí con mejores ánimos pero no encontré a Dwight por ninguna parte. Mi celular sonó, era él.

—¿En dónde estás? —le cuestioné.

—Lamento haberme ido sin avisarte, pero Balthazar me llamó porque surgió una emergencia.

—¿Todo bien? Al menos te hubieses despedido. ¿Dónde quedaron esos modales de los que tanto aclamabas? —reproché.

—Lo siento, te veré mañana. —Y colgó.
Qué extraño.

Después de una hora, Honor despertó y me llamó; le conté lo mismo que le había dicho a Dwight, ella no recordaba nada y eso me alivió, decidió no decirle nada a sus padres y estuve de acuerdo.

Alguien tocó la puerta y me soprendí al ver a un chico pelirrojo y alto. ¿Qué hacía aquí?

—¿Alec Robins? —hablé incrédula cuando abrí, llevaba unos vaqueros de mezclilla y una camisa a cuadros con las mangas arremangadas.

—Hola Scarlette Bloodwod —saludó amablemente.

—¿Qué pasa? ¿Vino Martina contigo? —La busqué detrás de él.

—No, solo yo.

—¿Entonces...? —insistí.

—Mi tía me envió para advertirte que El Círculo... —comenzó diciendo pero lo interrumpí.

—Mejor entra.

—Bien, como te decía, El Círculo envió un mensaje a todos los cazadores de que la búsqueda de la piedra de la noche se retomaría. Han recibido notificaciones de varios ataques de vampiros que la buscan, les extraña que hasta ahora les interese, por lo que ellos están decididos a encontrarla antes que los chupasangre —soltó y maldije—. Así que te digo esto porque lo más seguro es que aquí sea el primer lugar donde busquen —terminó y la preocupación regresó, por lo visto tenía menos de dos semanas.

—¿Cuándo?

—Martina me dijo que en unos días, tal vez una semana —contestó.
Mierda, ahora no solo tenía que preocuparme de Radrick si no también del Consejo.

—Me gustaría saber en donde está esa maldita piedra —confesé y pareció pensarlo durante unos minutos.

—¿En la carta que te dejó tu madre no decía nada? —inquirió y fruncí el ceño.

—No, ya se los dije.

—Bien, pues no queda nada más que lidiar con la agradable visita de los cazadores —comentó suspirando.

—Por lo pronto ya estoy viendo a uno, estoy segura de que formas parte de ellos.

—Así es —asintió mientras se subía la camisa dejando ver un tatuaje en su pecho justo encima del corazón. Un círculo formado de una cadena, adentro tenía una inscripción en latín que decía: animus est in meo sanguine et pugna contra tenebra.
Que significaba: la valentía está en mi sangre mientras luche contra la oscuridad.
Ese tatuaje era puesto cuando un cazador pasaba a formar parte de El Círculo Negro; aún recordaba el de papá y mamá.

Alec también llevaba su amuleto, solo que su piedra era más pequeña que la mía. Regresó la camisa a su lugar y caminó hacia la entrada.

—¿Te vas?

—Ya cumplí lo que vine a hacer.

—Aguarda —lo llamé cuando él ya había salido—. ¿Cuándo regresarán a Seattle?

—Mi tía ya se fue, yo solo no tenía ganas de hacerlo —contestó y me mordí el labio tratando de evitar decirle lo que mi mente pedía. Fracasé.

—Entonces si te quedas unos días más... ¿Sería malo pedirte que me ayudes a investigar algo sobre la piedra de la noche? Solo si no le dices nada al Círculo —aclaré y alzó las cejas sorprendido. Yo también lo estaba, pero no podía hacer esto sola y no confiaba en nadie más por el momento, ni siquiera en él, pero no gozaba de más opciones.

—Claro, detodos modos no tengo nada más que hacer y no te preocupes, solo formo parte de ellos para saber sus movimientos —admitió seguido de una sonrisa—. ¿Te veré mañana?

¿Un espía? genial, no podría ser esto mejor, carajo.

—Yo te llamaré.

Pedí su número de teléfono y se marchó.

Algo me decía que no me fiara tanto de él, era un espía y... y yo tampoco le daba mi completa devoción al Consejo. Si quería que confiara, debía contarme su secreto.
Por el momento, estaba dispuesto a colaborar y eso era todo lo que necesitaba.

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