CAPÍTULO 2 - Recuerdos

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Lo primero que noté al entrar fue la televisión de la sala encendida en el canal de noticias. Rachel casi nunca las veía, pero cuando lo hacía era porque estaba preocupada o enojada... ninguna de las dos era tentadora.

Tomé una manzana de la cocina antes de caminar despreocupadamente hacia el sofá donde ella estaba y me senté con las piernas cruzadas.

—Lo siento, me retrasé un poco —murmuré y suspiró.

—Solo cuarenta minutos —dijo y miré el reloj de mi muñeca.
Ahg, era cierto...

—Regresé caminando —me justifiqué—, además estoy aquí, sana y salva —agregué señalándome mientras masticaba y se levantó.

—Es que no es solo por hoy Scarlette, no puedes seguir así —soltó bruscamente y también me puse de pie haciendo que mi manzana rodara hacia el suelo.

—¿De qué hablas? Yo no he hecho nada —me defendí.

—¿Ah no? —bufó tomando el control remoto y puso la grabación de una noticia:

John Shepard de 43 años, fue encontrado gravemente herido en uno de los cuartos de limpieza de la discoteca Clarividence.
>>Él asegura que una chica de aspecto menor, lo arrastró hasta ahí, donde lo golpeó y lo asaltó. He aquí una muestra de lo ocurrido: ...”

En ese instante pasó un video en donde salía yo, pero por suerte la cámara no logró captar mi rostro.

<Estúpido gordo ebrio, lo hubiera castrado de una vez>

Esperaba que Rachel no se enterara de eso, me había lastimado el hombro pero lo había sobrellevado bien para que no se notara, además ni quería imaginar cómo se pondría cuando supiera que ya no tenía mi amuleto.

Rachel apagó la televisión y me miró seriamente.

—¿Quieres decir algo? —preguntó y me encogí de hombros. Tal vez mi rostro no se mostró, pero Rachel era capaz de distinguirme fácilmente.

—Él se lo merecía. —Mis palabras hicieron que frunciera el ceño.

—¿Cómo puedes ser tan imprudente? Imagina lo que mamá diría si estuviera aquí... —exclamó y le lancé una mirada encolerizada.

—¡Pero no lo están! —repliqué furiosa—, porque un maldito chupasangre los asesinó a ambos. Al parecer yo soy la única que quiere venganza y quiere saber quien lo hizo.

—¿Crees que yo no lo quiero también? Te equivocas, es solo que tu manera de hacer las cosas no es la más sensata —recriminó y resoplé exasperada.

—No me vengas a hablar de sensatez, soy capaz de cuidar de mí misma, ¿acaso olvidas que puedo matar a alguien con tan solo un palillo? Fui entrenada desde los siete años y es un desperdicio no hacer lo que nuestros padres nos enseñaron.

—Lo que es un desperdicio es que vayas a cazar vampiros tu sola. ¿Qué tal si te encuentras con un gran clan...? Terminarías como ellos.

—Sería mas fácil encontrar al culpable, ¿no lo piensas? —dije con voz inexpresiva.

—Eres imposible. Si te llegara a pasar algo… —Hizo una pausa para respirar profundo—. No podría soportarlo, papá y mamá confiaban en mí, pero ya no puedo —musitó antes de irse a su habitación.

Después de eso me sentí terrible, mal, con culpa; sin embargo ir con ella en estos momentos no era la mejor idea. Así que me tumbé de nuevo en el sofá con la cara boca abajo.

Mis padres también confiaban en mí... en que no hiciera nada descabellado.
Pero estaba segura de que esperaban que sí lo hiciera, yo siempre había sido muy tozuda, por eso siempre salía castigada por mi madre, aunque mi padre era el que me los quitaba. Aún recordaba el día en que los vi por última vez:

Era de noche y se estaban preparando para salir de caza. Esa tarde habían recibido una carta de “El círculo negro”, (así era llamado el consejo de cazadores de vampiros que se encontraba en Londres), diciendo que un clan había llegado a Washington y que necesitaban que mis padres se hicieran cargo, ya que eran los mejores que había en este lugar. Las víctimas que habían muerto eran muchas y se ocupaba una intervención urgente. Por lo que ellos no se pudieron negar.

Rachel, te dejo a cargo, cuida que Scarlette se duerma temprano —le advirtió mi madre a mi hermana, que, en ese entonces acababa de cumplir los dieciocho años.

No necesito que nadie me cuide —me quejé, yo tenía once.

Claro que no pequeña, más bien vigilar que no te metas en problemas —dijo papá pasando una mano por mi cabeza antes de guardar las armas en su vestimenta.

Quiero ir a cazar también.

Mala suerte, eres muy chica aún —se burló Rachel con una sonrisa maliciosa y le lancé una mirada molesta.

Mala suerte para ti, no irás porque estarás ocupada cuidándome —presumí, me dio una media sonrisa.

No lo creas, yo estaré a cargo, eso significa que serás mi esclava.

Papá, ¿Cuándo me llevaran con ustedes? —pregunté tratando de ignorar a mi hermana.

Pronto, te lo prometo —aseguró antes de tomar las llaves  y dirigirse a la entrada en donde mi madre ya lo estaba esperando.

No hagas enojar a tu hermana, Scarlette y obedécela —avisó ella—, no quiero encontrar problemas cuando volvamos —amenazó mirándome antes de alcanzar a papá e irse para siempre.

Regresé al sofá para seguir viendo una película que había dejado empezada.

Oh no microbio, a la cama, ya oíste a mamá.

Pero estoy viendo el destripador —protesté molesta mirando el reloj—, además mañana no voy a la escuela, y deja de decirme microbio —repliqué y sonrió.

Estoy a cargo y te digo como quiera. — Fue hacia la televisión y la apagó.

No iré a dormir —dije cruzándome de brazos, ella me enarcó una ceja, caminó hasta donde yo estaba y me levantó poniéndome sobre sus hombros. Chillé asustada mientras me llevaba escaleras arriba y me lanzaba hacia mi cama.

La miré a través del pelo que había caído sobre mi rostro.

Eso no es justo —lloriquee, ella solo rió y cerró la puerta.

La vida no es justa —dijo con voz divertida antes de irse.

Me tumbé en mi cama con un bufido, no me dormiría, no lo haría... pero no duré ni diez minutos antes de caer rendida.

A la mañana siguiente se oía ningún ruido abajo, a esa hora ya había mucho movimiento.
Me puse mis pantuflas y caminé con paso despacio a las escaleras.

No olía a tocino, ni a café o mantequilla, que era siempre el olor que se encontraba cuando me levantaba, pues mamá siempre se paraba antes que todos para preparar algo.

 La cocina estaba desierta, así que fui a la sala, solo para encontrarme a una muy rara Rachel y con los ojos rojos e irritados.

¿Dónde está mamá y papá? —interrogué, ella me miró sorprendida de verme ahí, después me extendió la mano y con confusión fui me acerqué.

No sé cómo decirte esto.

¿Dónde están ellos? —presioné  con mal presentimiento, pero ella solo negó con las lágrimas empapando sus mejillas.

Yo sacudí la cabeza comprendiendo y comenzando a llorar también.

¿Pero... cómo es que...?

Esta mañana, El circulo llamó diciendo que habían recibido fotos de sus cuerpos, que un anónimo se los mandó, no los han encontrado ni nada, pero… están… muertos —susurró con tristeza, mis sollozos aumentaron y Rachel me abrazó, nunca había llorado tanto en mi vida.

Después de un rato, me apartó y me miró directamente a los ojos.

Debemos ser fuertes, eso es lo que ellos hubieran querido, saldremos adelante, te lo prometo.

¿Trabajarás para El círculo también? —pregunté y negó.

A partir de hoy, cazaremos por nuestra cuenta —dijo y se enderezó limpiándose las mejillas—. No estaremos bajo las ordenes de alguien que te manda a tu propia muerte —añadió con amargura antes de dar media vuelta y dirigirse hacia la cocina. Jamás había estado mas de acuerdo con ella que hasta ese momento...

Me levanté del sofá suspirando, no me gustaba recordar ese suceso. Pero me servía para recordar que nunca iba a estar de acuerdo con las reglas de El círculo negro.
Ellos nos habían mandado varias cartas pidiendo nuestros servicios pero nunca respondíamos o siempre rechazábamos las misiones, aún nos seguían buscando.

Subí las escaleras y toqué la puerta de Rachel, no recibí respuesta, así que de todos modos entré.

Ella esta acostada boca arriba mirando fijamente hacia el techo y no me miró cuando me senté a su lado.

—Perdóname, lo que dijiste es cierto, soy imprudente y descuidada —musité  y se sentó con una sonrisa triste.

—Está bien, pero prométeme que no lo harás de nuevo, es peligroso —rogó y asentí no muy segura.

—Te prometo que no pondré mi vida en riesgo —afirmé y acercó su mano, creí que tomaría la mía pero la introdujo dentro de mi chaqueta dejando a la vista la daga que había sacado de mi bota y guardado antes de entrar en la casa.

—¿Cine? —inquirió mirándome.

—Regla de papá, ¿recuerdas? Nunca estar desarmados —recité, asintió devolviéndomelo y yo me levanté y dirigiéndome hacia la puerta.

—Te veré en la mañana, antes de que te vayas a la escuela.

—Claro —solté con una mueca.

Solo de recordar que mañana tendría clases, hacía que me dieran ganas de ir a cazar de nuevo.

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