XVI

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Después del desayuno, Max y yo caminamos de vuelta a mi casa. En el camino platicamos sobre libros, películas y música que nos gusta.

¡Estoy tan emocionada! Siento como si hubiera encontrado una enorme barra de chocolate escondida en el refrigerador.

— ¿A tu mamá no le molesta que venga sin avisar?

— No te preocupes por eso.

Abro la puerta y le señalo el sofá de la sala. ¿Cómo le explico a Max que mi mamá está loca por emparentar con su mamá sin que parezca una insinuación?

— ¿Quieres algo de tomar? ¿Te traigo algo? ¿Quieres que encienda la luz?

— Charlie, ven a sentarte. ¿No estarás nerviosa?

— ¿Yo? No, como crees — digo en un tono cantadito nada natural.

— Ven aquí y trae el libro.

Dudo un poco antes de acercarme al sofá y sentarme junto a él. Con el pretexto de que no alcanzo a ver las letritas, me acerco y él pasa su brazo por mis hombros.

— Yo empiezo — dice Max.

Cierro los ojos para concentrarme en la lectura y en su voz, pero me quedo dormida cómodamente en su pecho.

— Charlie, ¿eres tú? ¿Por qué no me dijiste qué...?

Levanto la cabeza justo a tiempo para ver a Selene detenerse junto a nosotros. Mira a Max, luego a mi, y de nuevo a Max.

— ¡Oh! ¡Lo siento! — balbucea — Creí que eras Nathan.

Dice y cierro los ojos avergonzada. Gracias mamá. Pero Max sonríe y se pone de pie para saludarla.

— Tía Selene, soy Max.

— ¿Max?

— Max... El hijo de Allison.

— ¡Maxi! Por supuesto que... Bueno, no te recuerdo pero me alegra verte.

— Es Max, mamá. No Maxi.

— No me molestes Charlie, y dime Max, ¿te quedas a comer?

Max voltea a verme como si esperara mi aprobación. Yo le sonrío y espero a que él decida.

Él asiente hacia mi mamá y espero que esté listo para el interrogatorio y el acoso de Selene. ¡Pobre chico! Espero que mamá no lo asuste.

Aunque supongo que se siente cómodo estando aquí, ya que después de la comida pusimos una película y cuando nos dimos cuenta, ya había oscurecido.

El otro interrogatorio es el que me llevo yo en la escuela, cuando me encuentro con Diana después de clases.

— ¿Tú y el hermano de Nate?

— ¡Shhh! Es muy pronto para decir que él y yo tenemos algo, pero me agrada mucho.

— ¡Ay por Dios! ¡Y no tuviste que acosarlo!

— ¡Diana! ¡Cállate! — le gruño — deja de gritar.

— ¡Es que estoy tan emocionada! — me sujeta por los hombros mientras da brinquitos.

— Si, tú y mi mamá pero tienen que calmarse. ¿No es muy pronto para hacer tanto alboroto?

— No — sonríe — Y creo que van en serio, ¿eh? Creo que te está esperando.

Diana me hace una discreta seña con la cabeza hacia atrás de mi, donde Max está parado con su patineta y su mochila.

Inmediatamente sonrío como boba y me alejo de Diana. Se supone que iríamos a mi casa para enseñarle el resto de mis regalos, pero lo dejaremos para otro día.

— Hola.

— Hola Charlie, ¿te acompaño a tu casa?

— Si — le sonrío — pero no me voy a subir a tu patineta.

— No te preocupes — se ríe — no quiero que te partas la cabeza. Tu mamá, mi mamá y seguramente mis hermanos armarían un gran lío.

— Bueno, no quiero que nada te pase por mi culpa.

Caminamos hasta mi casa mientras me cuenta sobre sus clases de dibujo. Luego Max se detiene en la acera y señala mi casa.

— Hemos llegado.

— Gracias por acompañarme.

— Me aseguro que no te roben — sonríe.

— Yo soy la adulta, yo me aseguro que no te roben a ti.

Ambos reímos por la conversación tan absurda, parece que ninguno de los dos quiere despedirse.

— Deberíamos seguir leyendo el libro.

— Es cierto — arquea ambas cejas — mañana después de mi clase de dibujo.

— Bien.

— Mientras tanto, para que no me extrañes — ruedo los ojos — te traje esto.

— ¿Qué es?

Max me entrega una hoja de papel blanco y la giro. Me hizo un dibujo.

— ¿Somos nosotros?

— Si, ¿te gusta?

— ¡Me encanta! — chillo — y ¡Aww! ¡soy adorable!

Max se ríe y niega con la cabeza. Su cabello cobrizo se revuelve aún más.

— No me gusta esa expresión de fastidio, señor — señalo al chico en el dibujo.

— Bueno, la próxima vez lo dibujaré mejor.

— Eso espero, porque voy a guardarlos y a venderlos cuando seas famoso.

— Debería autografiarlos entonces.

Nos quedamos de nuevo en silencio. Él no quiere irse y yo no quiero que se vaya, ¿es esto posible? ¿Es normal que todo fluya tan natural?

Él se despide y yo entro con mi dibujo en la mano. Busco un protector de hojas para que no se maltrate y bajo a la cocina a calentar la comida que mamá dejó preparada.

Al día siguiente, espero ansiosa a que sea la hora de la salida para ver a Max. Diana me recuerda que es día de entrenamiento para Nate y Scott, pero no estoy segura de querer ir con ella.

— ¿Tienes prisa? — me grita Di.

— ¡Si!

— ¿Por qué?

— ¡Tengo que irme! ¡Mañana te digo!

— ¡Charlie!

Me apresuro a salir de la universidad, pero sigo sin verlo. ¿Ya se habrá ido? ¿Hoy no me esperó?

Camino lentamente por la calle mientras dramatizo y exagero mi decepción.

— ¿Por qué Dios? ¡¿Por qué?!

Me detengo antes de cruzar la calle, pero antes de que siga caminando, alguien jala de mi mochila.

— ¡Oye! — grito sin pensarlo.

— ¿Te vas sin mi?

— ¡Tú te fuiste primero! — Max arquea la ceja — No te fuiste. ¿En dónde estabas?

— Entregando unos libros.

— ¿Vas a tu clase de dibujo?

— Si. Te traje esto.

Extiende hacia mi otra hoja de papel doblada. Antes de que yo la vea, se acerca y me besa en la mejilla.

— Te veo al rato.

— Si... ¡Si! — balbuceo.

Se sube a la patineta y se aleja a toda velocidad por la otra calle. Mi día vuelve a brillar como nunca.

— Ahora si veamos, ¿qué me trajiste hoy Max?

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